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01/02/13 Roles manipuladores |
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Roles manipuladores
Por el profesor Jorge Raul Olguín.
Describe las conductas del ser encarnado por causa de los roles del ego. Ellos nos hacen modificar nuestro comportamiento, manipulándonos y tomando el control de nuestros pensamientos, ya que el ego trabaja dentro de la mente de la persona. Pueden ser imperceptibles y sutiles o claramente dañinos al punto tal que percibiéndolos o no. El ser queda preso en ellos y acaba realimentándolos. Los roles del ego pueden ser erradicados por medio de Psicointegración.
Jorge Olguín: Muchísimas veces hablamos sobre los distintos roles del ego, también muchísimas veces desconocemos como actúan. Las distintas facetas del ego nos muestran a nosotros con decenas de máscaras ante la sociedad pero también actúan de manera que alteran nuestra conducta independientemente de que los demás piensen o cómo nos vean, porque también el ego actúa en solitario. Una persona que hace un año dejó de fumar y se siente bien quizá tiene la tentación de volver a fumar y dejó en su mesita un paquete de cigarrillos y el ego le dice en su mente, conceptualmente: "Fumar uno no te hace nada. Al fin y al cabo estás histeriqueando. Enciende un cigarrillo, ¿qué va a pasar?". Y la persona fuma, goza ese cigarrillo, expira el humo. Cuando se sacó ese deseo, esa adicción de fumar ese cigarrillo, al irse ese impulso ese rol del ego desapareció porque ese rol del ego estaba alimentado por el impulso o viceversa, el impulso estaba alimentado por el rol del ego. Y viene otro rol del ego que le dice: "No eres buena para nada; ahora seguro vas a volver a fumar. Está desmejorando tu físico. Estaba mejor tu salud. Vas a volver a deteriorarte". Todo eso dentro de la persona porque el ego trabaja dentro de la mente de la persona y la persona se vuelve a sentir mal porque no tienes fuerzas para contrarrestar esos impulsos egoicos.
El mismo ego que cuando una persona va a una reunión. El ego le dicta en su mente: "Mira cómo estas vestida, se van a burlar de ti". Y capaz que las demás personas no se fijan en uno pero uno, como busca la aprobación del otro por esos roles del ego, vive pendiente: "¡Qué van a decir! ¡Cómo me están mirando! ¡Qué van a pensar! ¿Se acercaran a hablarme? ¿Me aceptaran o no me aceptaran?". Todo ese pensamiento tóxico es provocado por los roles del ego. Y si tenemos un fracaso afectivo: "Me dejó porque algo habré hecho mal yo". Porque el ego tiene la mala costumbre de siempre justificar al otro. Ese rol del ego, el rol del ego de la persona abandonada siempre tiene costumbre, inconsciente, de culpar a la propia persona y justificar al otro: "Algo habré hecho, algo habrá pasado para que él tome esa decisión". Por dentro es el trabajo del ego, por fuera no. Hay otro ego externo que dice: "Es un miserable. Me dejó porque tiene ese carácter que hoy está aquí, allá y va picando de flor en flor". Pero por dentro el ego interno -que es el peor de los dos, el que va haciendo el trabajito, socavando la raíz para que el árbol se caiga- es el que hace que la persona se sienta mal, que baje su estima.
¡Qué paradoja! Hay gente que se confunde ego con estima: "El ego es necesario, el ego te hace sentir bien". Y yo digo no. No nos podemos confundir, no podemos confundir ego con autoestima porque el ego es infantil, el ego quizá desprecia a la propia persona. Acordémonos de que el ego es algo inexistente, es un papel que nosotros representamos, es un rol que nosotros representamos, un rol que cambia cada minuto o cada segundo, el rol que nos impulsa, el rol que nos acusa. Pero el ego se integra, porque el ego no tiene substancia para perdurar si nosotros no lo dejamos. No tenemos que permitir que ese ego tome el timón de la barca. Nosotros tenemos que tener el timón. Y, ¿cómo lo logramos?: Entendiendo que somos importantes, independientemente de la aprobación de los demás, independientemente de éxitos o fracasos. Porque el ego no solamente es presa de las críticas sino que es tremenda presa del halago. Hay personas que las halagan, les palmean la espalda o el hombro y ya se inflan como un escuerzo; son presas del ego y permiten pasar al halago. El ego es supresor, el ego hace que la persona se deje manipular por temor a perder al otro, el ego hace que la persona consienta a un amigo por temor a la desaprobación, el ego hace que la persona no sepa decir no: "Si digo no, lo pierdo, si digo no, se va". Y a veces el ego nos hace conceder, nos hace ser permisivos ante cosas que nos dañan, ante cosas que nos perjudican, con tal de retener lo que no se puede retener.
En un estudio profundo del ego había tres sujetos: el malo, el bueno y el tonto. El malo del bueno se diferencia fácilmente por su conducta. Muy pocos sabían discernir la diferencia entre el bueno y el tonto porque actuaban muy similar; la diferencia casi era un hilo muy delgadito. El bueno sabía decir: "No, hasta aquí llegué". El tonto no. El tonto concedía y concedía: "Hoy voy a salir, no sé a qué hora vuelvo", "Sí, está bien, como digas" porque si retengo a mi pareja la pierdo, así que le doy sedal, como el que está con la caña de pescar le da sedal al pez, le doy cuerda, que vaya porque si no corta la cuerda y pierdo a mi pareja. No se da cuenta que siendo permisiva esa persona ya perdió la pareja. "Sí, pero a qué estamos jugando; si digo no la pierdo también". Sí, pero con dignidad, con la frente alta, porque hay veces que hay relaciones que son irrecuperables; entonces no tiene sentido ser permisivo, es alargar la agonía. Pero otras veces el ego no nos permite discernir en los afectos. Hay relaciones donde puede haber conflictos porque dos personas quizá no tengan la misma manera de pensar o de entender. En ese caso, cuando la persona va resolviendo esos roles del ego y va aclarando su mente muchas cosas pueden ser reconsideradas y la relación puede ser restituida aprendiendo a escuchar. Obviamente tiene que haber un trabajo de ambas partes pero, bueno, una de las partes es la que tiene que comenzar a hacer ese trabajo.
El ego es un gran enemigo porque el ego nos desaprueba, el ego busca la aprobación del otro. El ego es susceptible, el ego se ofende, el ego vive pendiente de los demás, de lo que dirán, de lo que harán. El ego va a hacer lo que al otro le haga bien, no lo que a uno le haga bien. El ego quiere que seamos aceptados por los demás pero el ego no entiende que primero nos tenemos que aceptar nosotros mismos, porque si no estamos viviendo una parodia. Y eso calza perfecto como anillo al dedo para el rol del ego porque rol, ¿qué significa?: actuar, y el ego está actuando una parodia, ni siquiera comedia, parodia.
Cuando nosotros entendemos que el ego es algo ficticio, que es algo que nos lleva a aparentar, a mostrar lo que no somos para agradar, cuando eso no nos tiene que interesar. Lo que nos tiene que interesar es que nos aceptemos a nosotros mismos, nos agrademos a nosotros mismos, entendamos lo importantes que somos nosotros. "¿Pero cómo me voy a agradar? ¿Cómo voy a ser importante si he fracasado en esto, en esto y en aquello?". Pero si pensamos así es porque somos exitistas, porque un día logramos uno, dos, tres cometidos y somos importantísimos, y al día siguiente fracasamos en dos o tres cosas o dos o tres proyectos se frustran y no servimos para nada. Somos como la aguja del cardiógrafo: sube-baja, sube-baja. No, no tiene que ser así. Podemos de alguna manera integrar nuestros yoes, esos roles del ego, y ser auténticos y sentirnos importantes independientemente de la aceptación, de la aprobación o del afecto de los demás. Por otro lado -y esto es una cosa muy vista- es muy difícil la aceptación del otro si no nos aceptamos nosotros primero. Es muy difícil que nos amen si no nos amamos nosotros primero. Es muy difícil que nos entiendan si no nos entendemos nosotros primero. Todo pasa por uno, primero pasa por uno.
¿Y por qué somos importantes?: porque no hay nadie igual a nosotros, por eso somos importantes. ¿Pero espiritualmente somos todos iguales? No, tampoco. Cada ser tiene una particularidad. No importa en este momento si es una virtud o un defecto, si son varias virtudes o varios defectos o está todo mezclado, pero cada ser es único. La palabra misma lo dice, único. Por lo tanto, somos importantes y lo que logramos lo logramos por nosotros. A nosotros no nos interesa la lástima del otro, nos interesa el afecto del otro. Pero para lograrlo tenemos que tener afecto por nosotros mismos, eso es, autoestima, sintiéndonos bien, plenos, no necesitando. Porque el verdadero amor no necesita, porque si no se transforma en un amor dependiente y entonces es como que le estamos dando al otro las riendas del carro: -Toma, lleva las riendas. Falta que nos pongan un bocado en la boca y nos lleven a nosotros tirando el carro. Cada uno lleva las riendas de su vida y en la relación de pareja es exactamente lo mismo porque la palabra lo dice: "pareja", somos parejos. El que piensa distinto es porque es machista o porque es feminista. Los dos géneros, el masculino y el femenino, son igual de importantes, cada uno en lo suyo. No hay superioridad. Ambos tienen sus virtudes, ambos tienen sus defectos pero tanto el varón machista como la mujer feminista carecen de una visión amplia, tienen una mirada muy angosta, muy estrecha, el ego no les permite ver, el ego les pone la venda sobre los ojos.
Una vez que nosotros nos aceptemos, que eso es un trabajo que lleva su tiempo, obviamente, no es tocarnos con una varita mágica y decir "a partir de mañana soy otra persona"; eso es un trabajo que lleva su tiempo. Pero Lao-Tsé dijo, hace más de dos milenios: "Un camino de mil millas empieza con un primer paso". Si yo me quedo en el zaguán de mi casa mirando a ver si el horizonte viene a mí, no va a venir. Obviamente que si yo camino hacia el horizonte tampoco lo voy a alcanzar. Es un juego lo que estoy haciendo. Es uno el que tiene que levantarse y caminar, es uno el que tiene que hacer el esfuerzo para lograr el resultado y no hay un solo resultado en la vida porque hay un aforismo mío que dice: "La meta es la búsqueda". Quizá no sea fácil de entender pero significa: Yo me pongo una meta ya desprendido del ego. Cuando llego a esa meta, ¿qué?, ¿me acuesto como la cigarra a tocar música? No, tengo que buscarme otra meta y otra y otra. "Pero eso es un infierno, eso es cansador". ¿Por qué cansador? ¿Por qué no aprendes a gozar el mientras tanto? Es como la persona que tiene que firmar un escrito por un negocio y tiene cinco horas de viaje en bus a otra ciudad y le transpira la frente y a cada rato mira el reloj: "¡Pero este chofer que no se apura!". El chofer tiene programado un horario que no va a tardar ni cuatro horas cincuenta y nueve ni cinco horas uno: va a tardar cinco horas. Entonces, en lugar de mirar diecisiete veces el reloj, ¿por qué no nos destensamos y miramos el paisaje o dormitamos o nos ponemos auriculares y escuchamos música? El chófer no se va a apresurar, al contrario, si estamos a cada rato mirando la hora, psicológicamente, ese tiempo se va a extender más.
En la vida es exactamente lo mismo: cuando vamos en busca de algo gocemos la búsqueda, porque una vez que lleguemos a esa meta, si lo único que nos interesa es la meta, no vivimos. Porque yo puedo estar pendiente de un viaje y mientras tanto no le hago caso a nada porque estoy pendiente del viaje, porque mi único horizonte es el viaje. OK, lo hice. Y después, ¿qué? Se me fue mi aliciente. Entonces, en la vida se pueden presentar muchas metas, muchas oportunidades: relaciones afectivas, proyectos, pero tenemos que aprender a gozar el "mientras tanto" porque el "mientras" es lo que nos va a hacer útiles porque no podemos ser útiles a otros si no somos útiles primero con nosotros. Tenemos que ser primero útiles con nosotros, que eso es lo más importante y eso no es ser egocentrista porque siempre a nivel espiritual se dice: "No puedes tender una mano a otro si no estás tú de pie primero". Si yo no me puedo poner de pie, ¿cómo voy a levantar a otro? Lo inteligente, lo sabio es ponerse bien uno: aceptarse, quererse, mimarse, darse los gustos con equilibrio -con equilibrio, todo con equilibrio- y no debemos permitirle a nadie que nos cree complejos de culpa, que nos prejuzgue -porque la palabra "prejuicio" significa juzgar antes de tiempo- y nadie tiene derecho a prejuzgarnos por algo que no sabe, que presume.
Todo lo tenemos que hacer con equilibrio, en su sana medida, sin perjudicar a terceros, y no victimizarnos, porque si no caemos en el exitismo: un día tenemos un resultado favorable o estamos con una persona que verdaderamente nos hace sentir bien y nos sentimos plenos. Al día siguiente esa persona se va y nos sentimos vacíos, pasamos de plenos a vacíos. Y entonces, ¿qué somos nosotros?, ¿una sucursal de las personas que nos aprueban?, ¿por nosotros mismos no podemos hacer nada? Yo tengo que ser pleno por mí mismo independientemente de la aprobación del otro. Al contrario, en la mayoría de los casos, cuando la persona se acepta, se quiere, se siente plena y atrae. Atrae.
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