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Sesión 5/09 con el thetán de Jorge Dixon |
Médium: Jorge Olguín. Entidad que se presentó a dialogar: thetán de Jorge Dixon.
Inicialmente resaltó dificultades en la evolución. Relató una vivencia en Judea donde vinieron el Maestro Jesús y sus apóstoles a su casa. Explicó algunas cosas ocurridas durante la cena y los mensajes que dio el Maestro tras ella, sobre el servicio con equilibrio, los diferentes caminos, etc.
Entidad: Cuántas veces te abruma la soledad aún estando rodeado de distintas personas en el plano físico. Cuántas veces te abruma el ruido cuando quieres rodearte de armonía. Cuántas veces la luz te enceguece porque no es la luz que buscas, esa luz que ilumina, que resplandece pero que puedes percibir sin los ojos. Cuántas veces el ego te impide percibir lo que tienes al lado. Y si alguna vez el Maestro Jesús dijo: “Bástale a cada día su afán”, a veces el afán puede traicionar nuestros sentidos.
Y tengo en cuenta una vida en Judea -ya siendo una persona mayor, de cuarenta y ocho años, con dos hijos adolescentes- que tuve la suerte, porque uno de ellos conocía a uno de los apóstoles, a Santiago, y les ofrecí mi casa para una cena. Recuerdo que a la hora cuarta vinieron y eran catorce personas a la mesa de invitados: el Maestro Jesús, sus doce seguidores -se llamaron apóstoles- y otro joven llamado Benjamín.
Les pregunté si les incomodaba comer cordero. Me dijeron que no. Les serví del mejor vino y a cada rato me acercaba a hablar con Pedro -el apóstol mayor- y con el propio Maestro Jesús si todo estaba bien, si le faltaba algo.
El Maestro, con una sonrisa me decía: -Sólo falta que tú te sientes con nosotros a comer.
-¡Oh! No, no, no. –le respondía– yo estoy para serviros porque sé que el servicio es lo más importante.
-Es que no entiendes. -Me dijo el Maestro. –Si te sientas con nosotros me vas a honrar mucho más que si me sirves y aparte será mucho más agradable.
No tenía un lugar cerca y el joven que estaba al lado de él -Juan se llamaba- se paró y me hizo una seña, que me sentara al lado del Maestro y él se fue a la otra punta. Prácticamente me desesperé y me senté en el banco al lado del Maestro, y comía y le hacía preguntas; de donde estaba el reino, si estaba más allá de las estrellas, si el Padre era tan amoroso porque yo en las escrituras lo veía vengativo.
El Maestro me respondía: -No bases todo en las escrituras sino en tu corazón, en lo que tú sientes cómo es el Padre. De verdad te digo que es absolutamente amoroso. De verdad te digo que si tú aquí en esta vida eres amoroso con los demás el Padre será amoroso contigo.
-¿Y de no ser así me castigará?
Otra vez la sonrisa en el rostro de Jesús: -No, el Padre no castiga. ¡Pero come, por favor, come! Luego hablaremos, nos beberemos una jarra de vino, nos sentaremos afuera en el patio y charlaremos… Pero come.
Los apóstoles me miraban, algunos con rostro serio, ¿estarían celosos de mis preguntas? El joven Juán de la punta me miraba sonriente.
En otro momento dado me paro y voy a buscar otra jarra de vino y lo llamo al joven y le digo: -Muchos me miran serios, ¿están celosos?
-No, señor, –me dijo Juan- no están celosos. ¿Cómo van a estar celosos? ¿De qué van a estar celosos? Es que da la impresión que tú lo atosigas demasiado al Maestro, en un momento dado te dijo que afuera en el patio, luego, van a charlar; es como que tú lo interrumpes y no lo dejas comer. Perdona que te lo diga de esa manera.
-Es que quiero agasajarlo.
-Y lo estás agasajando, y nos estás agasajando a todos y en verdad es una comida exquisita. Pero disfrútala; luego charlas.
-He visto el niño en otros agasajos, que charlaban y dialogaban.
-Sí, yo también señor, pero no sabes lo lindo que es comer en armonía, en tranquilidad. O sea, que las palabras desarmonizan.
-No, señor, yo recién estoy aprendiendo del Maestro, no sé cómo expresarme pero no, las palabras no desarmonizan, ¿cómo van a desarmonizar?
-Es que también es lindo disfrutar una buena comida y luego sentarse a hacer la digestión con una jarra de vino y tomar tranquilo afuera.
-¿Tú también tomas?
-No, el Maestro me dijo que soy muy joven; a lo sumo me da a probar un par de sorbos. Dice que yo tome agua, que en el Jordán hay bastante.
Fui a buscar más vino en la pequeña bodega y le serví al Maestro y les serví a todos y me senté y terminé mi cordero.
-Tengo uvas, unas uvas negras riquísimas, ¿queréis?
-De parte mía, no -dijo el Maestro. –Con este jugo de uvas me conformo.
Y luego salimos al patio y le escuché hablar sobre el Padre: -De cierto, de cierto os digo que aquellos que entienden el mensaje, que aquellos que sirven a sus semejantes son los que conocerán el reino de mi Padre, el reino de vuestro Padre.
De verdad os digo que mi mensaje es polémico y que muchos podrán enfrentarse con sus propios padres o con sus hermanos porque muchos de vuestras familias están tan sumergidos en los conceptos antiguos que les va a ser difícil aceptar esta palabra y os enfrentaréis. Y estará en vosotros el seguir mi camino y separaros de vuestra familia o quedaros como estáis.
Lo interrumpí. Porque ya estaba en mí el hacerlo, era mi personalidad, era mi forma de ser y era más fuerte que yo.
-Pero Maestro, esto significa que si mi hermano o si mi cuñado, el esposo de mi hermana, o si mis propios hijos no te siguen y yo quiero seguirte, ¿debo pelearme con ellos?
Me sonrió. Y con esos ojos que me causaban como un cosquilleo en la piel me dijo: -No tomes las palabras literalmente. No se trata de que se peleen hijos contra padres, padres contra hijos, hermanos contra hermanos. Se trata de que el verdadero Padre no es vengativo, no castiga y que llegas a su reino con actos bondadosos. No precisas de otra cosa. Pero si tienes parientes que siguen creyendo en ese dios de venganza, se trata de que tú mantengas tu postura de que Dios no castiga y de que tampoco premia; eres tú con tus actos el que te vas a condenar o el que vas a ascender al Reino. Y no se trata literalmente de seguirme a mí, se trata de seguir el Camino y si aquellos parientes o amigos no siguen el Camino os separaréis. Se trata de eso. No toméis las cosas literalmente.
-¿Quieres, Maestro, un poco más de vino?
-No, he tomado dos jarras y está bien para mí. Una durante la cena y otra durante la charla.
-¿Queréis algo más? ¿Queréis quedaros a dormir?
-No, tenemos que seguir el camino y es bueno tener avidez pero también es bueno tener equilibrio.
-Sí, por supuesto, Maestro. Yo tengo avidez de ser útil, avidez de escuchar sus palabras. Abandonaré todo lo que tengo y lo seguiré.
-No, no hace falta que abandones nada. Transmite la palabra a otros. Mañana pasará otro viajero, hospédalo, convídalo también con cordero. Haz esta práctica siempre.
-Pero yo quiero acompañarle, quiero ser útil como estos seguidores.
-Es que todos somos útiles cada uno en su tarea, no todos tienen porqué hacer lo mismo. Enseña a tus hijos a que también digan la palabra del Padre, que hablen del amor, que hablen de la solidaridad, de la misericordia, del tender una mano. De cierto, de cierto os digo que todo aquel que tiende una mano al otro, Dios le tenderá la mano. Que todo aquel que acaricia al otro, Dios lo acariciará. Que todo aquel que consuele al otro, será consolado por Dios. Y todo aquel que renuncie a este mundo material estará en el reino de los cielos.
-Pero entonces venderé todos mis bienes y le daré todo a los pobres.
-No, no tomes las palabras literalmente. No se trata de vender todo. Se trata de que cada día puedas poner un granito de arena. Lo que hoy hiciste con nosotros mañana lo hagas con otro. Si vendes todo no podrás hacer nada.
-¿Y cómo tú lo haces?
-Entiéndemelo, por favor; cada uno en su lugar, cada uno de una manera distinta. Son varios los caminos que llegan al Padre, son varias las maneras. Y mira por dónde vas, no te tropieces; tu ansiedad te hace tropezar. Tómate tu tiempo para respirar.
-Sí, yo lo hago eso. Yo medito…
En ese momento, el Maestro, me abrazó y me dijo:
-Ya lo comprenderás. No dejes de ayudar a otros, sabes que hay muchos viajeros por esta zona. Y no discrimines. A veces puedes recibir a un publicano, a veces a un mendigo harapiento. A los dos les das la misma ración y si tienes que dar una ración de más se la das al harapiento que es el que tiene más hambre.
Y así Jesús se marchó. Y antes que se vayan todos lo tomo al joven Juan de los hombros y le digo: -¿Te parecí muy precipitado?
-Señor, –me dijo– no se puede hacer todo de golpe. Tal vez eso es lo que quiso decir mi Maestro con “Bástale a cada día su afán”. Haz las cosas de cada día, cada día.
-Joven, ve, ve, ve; tú me confundes más. Pero voy a hacer eso que me dijo. No voy a discriminar.
Y esa fue la pequeña anécdota de la cena con el Maestro Jesús y sus apóstoles donde hubo cordero, vino y una pequeña charla en la lejana Judea ya hace cerca de dos milenios.
Gracias.
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