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El regalo |
El Regalo Había acumulado en el Palacio de su Conciencia miles de datos perfectamente ordenados. Algunos correspondían a experiencias de vida, otros eran información de saberes abstractos. Había escuchado a todos los que tenían algo interesante que decir y reunido todos los caminos del conocimiento. Tenía idea teórica de que hacer en cualquier circunstancia. Era capaz de explicar los sucesos más sencillos de la tierra y los secretos insondables de los cielos. Sabía todo lo que se podía saber, y aún así no estaba satisfecho. De pronto, siente que algo no está donde debe, algo falta. Lo nota como una pequeña inquietud latiendo dentro de sí mismo, pero es incapaz de darle nombre. Al fin y al cabo, ¿qué le puede faltar a aquel que posee la biblioteca más grande en la Casa de su Conciencia? Deja volar sus pensamientos y observa alrededor. Ve el fluir del arroyo, el nervioso caminar del ciervo, la majestuosidad del roble y el ajetreado ir y venir de las personas. La pequeña chispa en su interior se revuelve inquieta, quiere hablar. Trata de crepitar unas palabras a su corazón. Y al final se hace oír y habla así: Te has pasado todo tu tiempo hasta ahora contemplándolo de lejos y recopilando vivencias y hechos ajenos como si eso pudieran sustituirlo, pero aún no lo has abierto. A veces se necesita valor para abrirlo ya que el mundo puede cambiar de color si se hace. Pero recuerda, el regalo es tuyo y estará ahí hasta que sientas que es tiempo de ver que hay en él. – El observador pensativo se da cuenta. Él sabe muy bien cual es su regalo, sólo que lo había evitado largo tiempo. A ratos por indiferencia, a ratos porque pensó que no era bueno, a ratos porque le daba miedo lo que implicaba, pues era consciente de que una vez abierto ya no podría eludirlo más. No obstante, hoy es diferente. Observa su regalo y sin más dilación lo abre. - Mi regalo es aquello que puedo dar al mundo. Soy poseedor de una gran biblioteca de conocimientos, y durante mucho tiempo la única mente que la recorrió fue la mía. Por los estantes corren las horas y el polvo hace caer en el olvido el brillo de lo que allí se guarda. Quien sólo observa y recopila para sí, quizás llene sus alforjas, pero sus tesoros acaban por marchitarse al no llegarles la algarabía de nuevas conciencias que los descubren y a los que ser útiles. - Ya ha caminado, ya ha recopilado, ya ha alcanzado la quietud, es hora de abrir las puertas de sí mismo de par en par para verterse al mundo sin censura. Nada hay que ahora lo pare. Aquellas palabras que tan bien oyó, que guardó entre sedas y algodones, y que luego olvidó, acaban de cobrar su máximo sentido. “El Servicio es Amor hecho Obra” Había pasado el momento de la contemplación. 07-05-07 |