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Relaciones

Grupo Elron

 

Recopilado por Jorge Raúl Olguín

   

Aunque muchas mujeres opinen lo contrario, es fácil entablar una relación duradera, íntima y mutuamente satisfactoria con un sujeto de sexo masculino. Por supuesto, dicho sujeto tiene que ser un perro labrador; con los sujetos humanos la tarea es sumamente difícil. Esto se debe a que los varones no acaban de comprender lo que las mujeres entienden por "relaciones".

Supongamos que un sujeto de nombre Rogelio invita al cine a una mujer llamada Ileana. Ella acepta; van al cine y lo pasan muy bien. Unos días después Rogelio la invita a cenar, y de nuevo se divierten mucho. Siguen viéndose con regularidad, y al poco tiempo ninguno de los dos sale con nadie más.

Entonces, una noche, de camino a casa, Ileana cae en la cuenta de algo y se lo dice a Rogelio:

-¿Sabes que llevamos exactamente seis meses saliendo juntos?

No hay respuesta. A Ileana le parece que el silencio es muy elocuente, y piensa: ¡Cielos! Espero que no le haya molestado lo que dije. Quizá se sienta abrumado por la relación que tenemos. O crea que lo estoy presionando para que formalice la situación.

Por su parte, Rogelio piensa: ¡Caray. Seis meses ya!

E Ileana reflexiona: Pero... un momento. Yo tampoco estoy segura de querer ese tipo de relación. ¿Qué nos espera? ¿Un nuevo matrimonio? ¿Una vida entera juntos? ¿Estoy lista para ese grado de compromiso? ¿Ralmente conozco a esta persona?

Y Rogelio cavila: O sea que fue... veamos... en febrero cuando empezamos a salir juntos; precisamente cuando acababa de llevar el auto a la agencia, lo que significa que... de acuerdo con el odómetro... ¡Rayos! Hace mucho que tendría que haber hecho un cambio de aceite en el vehículo.

E Ileana medita: Está molesto. Lo leo en su cara. Quizás estoy interpretando las señales mal. Tal vez él quiere algo más de nuestra relación... más intimidad, más compromiso. Tal vez intuya mi reticencia. Sí, eso es. ¡Tiene miedo de que yo lo rechace!

Y Rogelio se dice: Haré que revisen de nuevo la transmisión. Digan lo que digan esos idiotas, aún no hace bien los cambios. Y más vale que esta vez no traten de achacárselo al frío. Tenemos una temperatura de 30 grados y esta porquería hace los cambios de velocidad como si fuera un camión recolector de basura. ¡Y pagué 600 dólares a esos cretinos incompetentes!

Y sigue pensando Ileana: Está enfadado, y con toda la razón. En su lugar, yo también lo estaría. Me siento tan culpable por hacerle ésto, pero no puedo evitarlo. Sencillamente todavía no sé lo que quiero.

Y Rogelio reflexiona: Probablemente me digan que la garantía expiró a los 90 días. ¡Eso es lo que van a decir!

E Ileana medita: Tal vez soy demasiado idealista y estoy esperando que un príncipe azul venga por mí en su caballo blanco, cuando tengo aquí a un hombre bueno que sufre a causa de mis fantasías infantiles y egoístas.

Y Rogelio piensa: ¿Garantía? ¡Ya verán lo que es una garantía!

-Rogelio- dice Ileana en voz alta.

-¿Qué?- responde Rogelio.

-¡Soy una tonta! -y solloza-. Sé muy bien que no hay príncipes azules ni caballos.

-¿No hay caballos?-

-¿Piensas que soy una tonta, ¿no es verdad?

-¡No!- exclama Rogelio, feliz de haber contestado correctamente.

-Es sólo que... necesito tiempo- explica Ileana.

Se hace una pausa de 15 segundos mientras Rogelio busca una respuesta inofensiva.

-Sí- dice al fin.

Ileana, conmovida, le toca con ternura la mano.

-Oh, Rogelio, ¿de veras crees que está bien?

-¿Está bien, qué?

-Esperar un poco...

-Ah -aventura Rogelio-. Sí, claro.

Ileana lo mira a los ojos, lo que hace que Rogelio se ponga muy nervioso, pues no sabe con qué le va a salir ella ahora. Lo que más teme es que vuelva a sacar a colación a los caballos. Por fin, ella concluye:

-Gracias, Rogelio.

-Gracias a tí- contesta él.

Luego la lleva a casa. Ileana, con el alma torturada por el conflicto, se pasa toda la noche llorando. Mientras, Rogelio vuelve a su casa, abre una bolsa de papas fritas, enciende el televisor y de inmediato se enfrasca en la retransmisión de un partido de fútbol entre dos equipos europeos. Una vocecita interior le dice que algo muy importante sucedió hace rato en el auto, pero él decide que es mejor no pensar en ello.

Al día siguiente, Ileana llamará por teléfono a su mejor amiga y hablarán ininterrumpidamente durante dos horas. Analizarán en gran detalle todo lo que ella dijo y todo lo que él dijo. Seguirán desmenuzando el asunto por espacio de varias semanas; en ningún momento llegarán a una conclusión, pero tampoco se cansarán del tema.

Entre tanto, Rogelio se encuentra una tarde con un amigo suyo y de Ileana, y mientras toman un aperitivo, hará una pausa para preguntar:

-Oye, Norberto. ¿Alguna vez Ileana tuvo un caballo?

No es que Rogelio e Ileana estén en distintas frecuencias. Están en distintos planetas de distintos sistemas solares.  Ileana no puede comunicarse eficazmente con Rogelio poque todo lo que él entiende de las relaciones entre los sexos puede resumirse con un: ¿Qué?

Tiene cerebro masculino que, en esencia, es un órgano analítico, idóneo para resolver problemas. Su cerebro no se siente cómodo con conceptos nebulosos como el amor, la necesidad del otro y la confianza. Si el cerebro masculino tiene que formarse una opinión acerca de alguien, prefiere basarse en hechos concretos.

A las mujeres no les es fácil aceptar esto. Están convencidas de que los hombres seguramente dedican cierto tiempo a pensar en la relación. ¿Cómo podría un humano ver a otro humano día tras día y noche tras noche, y no pensar en la relación? Eso es lo que creen las mujeres.

Se equivocan. En una relación, un hombre es como una hormiga posada sobre el neumático de un camión. Está conciente de que allí hay algo grande, pero no tiene la más vaga idea de qué es. Y si el camión empieza a moverse y el neumático a rodar, la hormiga intuirá que algo importante está ocurriendo, pero hasta el momento en que llegue al suelo y muera aplastada, el único pensamiento que pasará por su minúsculo cerebro será: ¿Qué?

Así pues, el primer consejo para las mujeres es: No den nunca por sentado que el hombre sabe que entre usted y él existe una relación. Plante esta idea en el cerebro de su media naranja haciendo sutiles, pero constantes, alusiones a ella. Por ejemplo:

"Rogelio, ya que tenemos una relación, ¿podrías pasarme el azúcar?"

"¡Despierta, Rogelio! ¡Hay un ladrón en casa, y tenemos una relación! Quiero decir, tú y yo".

"¡Buenas noticias, Rogelio! El médico dice que vamos a tener nuestro cuarto hijo... ¡otra indicación de que tenemos una relación!"

"Rogelio, puesto que este avión está a punto de estrellarse y sólo nos queda un minuto de vida, quiero decirte que llevamos casados 53 maravillosos años, lo que, claramente, constituye una relación".

No se den por vencidas, señoras. No dejen de machacar sobre este concepto y, algún día, empezará a abrirse camino en el cerebro del varón. Quizá hasta empiece a pensar en él por iniciativa propia. Estará conversando sobre las mujeres con otros hombres y, en el momento menos pensado, dirá:

-Ileana y yo tenemos... ehhh... tenemos, esto... nosotros tenemos... tenemos algo.

Y lo dirá de todo corazón.