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Psicoauditación - Migdalia

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Psicoauditación del 11/5/12

Médium: Jorge Olguín.

Entidad que se presentó: Migdalia.

Relató una vivencia en Aldebarán 4. Abandonó a su raza -que se alimentaba también de sangre- para recorrer mundo. Se las arregló para sobrevivir en terreno hostil con sus armas que descubrió más tarde. Se encontró con un legendario guerrero de aquel mundo y conversaron acerca del más allá de las estrellas.

 

Interlocutor: ¿Ya estás incorporado?

 

Entidad: Sí.

Interlocutor: Muy bien. Te escucho.

Entidad: Necesito mucha guía como Shi. Mi nombre es Migdalia. Encarne hace muchísimo tiempo en Umbro, en la zona norte donde la región se ensanchaba hacia el Oeste, cerca de la zona de los oscuros. Donde yo nací estaba con una población a la que el resto de los habitantes le tenían temor porque si bien nosotros éramos -como diríais vosotros- homo sapiens teníamos un aparato digestivo que nos permitía absorber sangre de animales. Y cuando no encontrábamos animales, incluso de seres humanos. Vosotros en vuestro mundo nos compararéis con los míticos vampiros pero no éramos vampiros sino que directamente era una necesidad de beber ese líquido rojo púrpura o bermellón, que alguna manera nos satisfacía. También nos alimentábamos de carne, o sea, que no era tan dibujado el tema como vosotros lo creéis en vuestro mundo.

Interlocutor: Está claro.

Entidad: No existía la inmortalidad física, o sea, no es que el Sol nos hiciera daño. Éramos seres absolutamente normales, de rostro muy pálido y de mirada misteriosa. Yo me diferenciaba del resto de mi población. Me alejé de ellos porque quería ser una joven normal. Cuando tenia una edad de 22 años de Sol III -lo aclaro porque nuestro mundo tardaba muchísimo más en girar en la órbita de nuestra estrella porque nuestra estrella es gigantesca comparada con vuestro Sol, y nuestro mundo estaba orbitando diez veces más lejos que Sol III de vuestra estrella- era una joven solitaria pero amaba todo: los animales, la gente, etc. No sabía defenderme y no me gustaba usar espada. Me manejaba así con hierbas. Había unas hierbas de mi zona que yo la llevaba en una pequeña bolsa. Así como en vuestro mundo hay una plantas que con el contacto de la piel le puede producir como graves inflamaciones en nuestro mundo, en nuestra región, había unas plantas que con el contacto de la piel podían llegar a adormecerte y hacían un efecto en el organismo que la persona quedaba casi inconsciente. Si era un efecto soporífero muy potente a nuestro pueblo, por alguna razón o por alguna defensa que tenía nuestro organismo, no nos afectaba. He pasado por situaciones graves puesto que yo no sabía defenderme. No era luchadora, no era peleadora. A mis 16 de vuestros años, cuando todavía no sabía usar mis armas -que ya diré cuales son-, un guerrero del norte gigantesco -de poco más de 2 metros- me encontró sola en el camino. Yo ya tenía un cuerpo desarrollado. Me dio una bofetada que me dejó semiinconsciente y golpeé la cabeza contra una roca. Me ultrajó. Se llamaba Armius. Nunca me voy a olvidar de su rostro: no era un hombre joven sino mayor, canoso, de barba blanca, de ojos grises y mirada cruel. Obviamente que no me mató. Una vez que sació su instinto me dejó tirada. ¿Cómo averigüé su nombre? Porque fui a una aldea cercana en busca de ayuda, donde me atendieron un matrimonio de aldeanos y me dijeron que las huestes de este hombre habían estado allí y habían saqueado parte de la aldea y habían matado gente y ultrajado a unas jóvenes mozas también. Pasó el tiempo y encontré mis armas: un pequeño estilete que llevaba dentro de mi ropa y mis plantas soporíferas. Yo tenía necesidad de varón pero no quería que me violentaran. Un joven me cogió en el camino y me apretó el cuello como para asfixiarme y querer poseerme. Aprendí a fingir y le dije: -No hace falta que hagas esto; yo estoy a gusto contigo-. En uno de los bolsillos tenía a mano un par de hojas de la planta y mientras él me besaba antes de poseerme le pasé las hojas por el cuello y a los pocos minutos se durmió. En ese momento tenía necesidad de coger el estilete y clavárselo en la garganta pero no lo hice. Sentía como un apetito tremendo, como unas ansias tremendas de alimentarme. Yo justamente había huido de mi pueblo por eso pero no puede resistirme a la voluntad: le mordí el cuello y empecé a absorber su líquido hasta quedar satisfecha. Una vez que satisfice mi necesidad con otro tipo de hierbas curativas le cubrí ambos agujeros del cuello, le palpé la yugular y su corazón seguía latiendo. No lo había matado. No son ciertas las leyendas que tú muerdes a alguien y se transforma. Eso es un cuento para niños, no existe. A partir de allí aprendí a defenderme.

Interlocutor: Una pregunta: ¿esas ansias de absorber sangre es engrámico o es de la propia naturaleza de la raza?

Entidad: Era de la propia naturaleza de la raza. Una cosa que si quiero aclarar es que esos engramas de soledad de incomprensión, de ver que hay gente que te mira como despreciándote e ignorándote u otra gente que te mira con codicia si se transmiten hasta la actualidad haciéndote sentir como que no puedes confiar en el entorno, porque no sabes cómo será el entrono. El entorno te castiga, te miente, te usa. Entonces es como que tú no puedes confiar en nadie. A veces  tenía cambios de carácter: por momentos me sentía gozosa, contenta y por momentos es como que quería huir, desaparecer. Pero ésas eran mis armas. Volví a mi pueblo y les comenté cómo me defendía. Uno de los vampiros más grandes e importantes, un hombre ya grande, me dijo:

-Te arriesgas demasiado. Hay gente del norte que no le interesa poseerte viva. Te pueden cortar la cabeza con una espada y poseer tu cuerpo. Son gente de mente tan torcida que no les interesa poseer a la persona. Y entonces entendí la diferencia entre persona y cuerpo.

Interlocutor: Claro. Tengo una pregunta: ¿te volviste a encontrar con el gigante ese?

Entidad: Dos de vuestros años después ya era muy lista. Tenía casi 25 de vuestros años y él ya no se acordaba de mí. Aparte, yo estaba más alta y corpulenta -pesaba 57-58 de vuestros kg-. Yo le seduje, diciéndole:

-Jamás vi una persona tan interesante como tú-. El viejo era desconfiado. Como guerrero que era no confiaba ni en su propia sombra pero había algo que le podía: era preso del halago. Aparte, yo estaba siempre con mucho cuidado. Una de las pocas herramientas que tenía era que era veloz corriendo y sabía esconderme entre las rocas. Y aunque me persiguiera con su cabalgadura yo sabía como escurrirme, como esconderme. Si yo hubiera visto que en su mirada no hubiera habido credibilidad hubiera escapado pero vi que sonrió, que se frotó la barba y que se empezó a tocar la entrepierna. Me recosté a un costado del camino sobre el césped y lo esperé. Él dice:

-Primero vamos a divertirnos un poco. Deja que te bese.

Lo que tú quieras. Yo ya tenía preparado…

Interlocutor: Las hierbas…

…en mi mano.

¡Claro que el hombre no era tonto! Me pregunto qué era eso.

-Son pequeños perfumes. Huélelo-. Lo olió.

-Son buenos.

Y mira -y me lo froté en mi cuello-, ahora me puedes besar mejor porque huele dulce. ¡Mira qué dulce!

-Ponme a mí-. Él me pidió y le puse.

Interlocutor: ¿Tú eras inmune a esas hierbas?

Entidad: Sí, como todo mi pueblo. Tardó  bastante por su corpulencia -pesaría 120 de vuestros kg- y finalmente se durmió. Sé que lo que voy a contar acarrea karma pero lo mutilé genitalmente.

Interlocutor: Me lo imaginaba…

Entidad: Y yo traía en un pequeño recipiente metálico como una especie de savia -una savia de una planta que hay bastante, bastante al sur, cerca de la zona de las amazonas- que cicatriza con una rapidez tremenda y evita el desangrado. Le froté toda esa zona con mis manos, que luego me las limpié en el arroyo. Me quedé con él dos amaneceres mientras él deliraba con altísima fiebre pero esa savia era no solamente reparadora si no que también hacia una acción antibiótica. Si bien nosotros con nuestra cultura ignorábamos sobre bacterias y virus cuando vi que él ya estaba casi restablecido -pero todavía no había recuperado la consciencia- lo puse a un costado del camino, a resguardo, para que no lo maten. Cuando vi que inmediatamente estaba ya recuperando la consciencia me marché y lo dejé vivo. Tú me preguntarás que una persona así que tiene tanto poder y tantas huestes bajo su mando que podrá buscarte por cielo y tierra hasta encontrarte y partirte en mil pedazos con su espada pero me enteré -porque tengo oídos por todos lados, en distintos poblados- que el hombre se refugió en el norte y unos 60 amaneceres después tomó una especie de bebida espumante con un polvo de unas raíces de hongos que te mataban al instante y se suicidó. O sea,  que yo no lo maté; él se suicidó.

Interlocutor: ¿Cómo te sentiste respecto a este incidente? ¿Se alivió la carga?

Entidad: Se alivió bastante la carga pero siento como que nunca iba a enamorarme. No sé qué es la palabra amor, impactarme con alguien. Conocí a un joven que se llamaba Eldivius. Era un año más joven que yo y me empezó a cortejar. Salimos y tuvimos una intimidad buena pero él es como que había amaneceres que cambiaba de carácter y me trataba mal, quizás por celos.

-¿Con quién has estado?

-Con nadie; fui con mi pueblo- le respondía.

Yo no tenía padre ni madre. Mi familia era mi pueblo. Me daba bofetadas y hasta puñetazos. A veces me hacía sangrar la boca. Tenía ganas de usar las plantas y acabar con su vida. Sentía como -no era amor porque no te puedes enamorar de alguien que te maltrata- que no quería pero había una dualidad en mí: por un lado quería acabar con su vida pero por el otro era alguien que por momentos me trataba tan dulce, tan tierno.

Un día caminando -porque yo no usaba cabalgadura- llego a la aldea Lomix. Era una aldea bastante siniestra porque no era una aldea de granjeros. Había como si fuera un refugio de guerreros y yo me cambié de ropa. Me puse una ropa toda negra y me confundieron con una oscura. A las mujeres oscuras les tenían como cierto respeto. Me tomé la bebida espumante y escuché una tremenda risotada. Miro a mi derecha y en una de las mesas estaba sentado un guerrero muy apuesto con otros dos guerreros que me miraba como si yo fuera una decoración más del lugar. Por causalidad -porque yo no creo en las casualidades- me crucé con él en la salida y me preguntó:

-¿Quieres que te lleve a algún lado?

-Estoy de paso- le dije.

-Igual que yo. Ahora voy para el norte, a otra aldea. Tengo un compañero que hace mucho tiempo que no veo.

Y monté atrás de su cabalgadura. Me preguntó el nombre.

Me llamo Migdalia. ¿Y tú?

-Yo me llamo Ligor-. En ese momento sentí como algo dentro de mí.

-¿Ligor, el de la leyenda?-.

Largó una risotada.

-¿Qué leyenda?

-Has ido dos veces al nuevo continente, has salvado a unos indígenas. Se comenta que has liberado más de cien aldeas, que has luchado contra guerreros del norte, que has ido al lugar de los apartados-.

Volvió a reírse y dice:

-¡Qué rápido que corren las noticias! No hace tantos amaneceres que estuve con los apartados.

-Se comenta que has estado con las amazonas.

-No hagas caso, mujer, a todas las leyendas.

-¡Has peleado contra cien hombres!

-Mujer, nadie pelea contra cien hombres…

Esa noche, alrededor de las estrellas, hicimos el amor. No era sutil como el joven del cual yo estaba encariñada sino como más rudo, aunque no bestial. Tenía sus límites. Te acariciaba y te hacía sentir. En ese momento sentí necesidad de absorberlo. Cogí de mi alforja, disimuladamente mientras me besaba, un par de hojas, pero me cogió la muñeca.

¿Qué es eso?

-Son hojas perfumadas.

-No me interesa-.

Moví mi mano y le llegué a rozar con dos de las hojas en el dorso de su mano que me cogía mi muñeca. En ese momento se sintió alarmado y sentí una tremenda bofetada con esa misma mano en mi mejilla derecha. Fue un golpe tan fuerte que quede inconsciente. No sé cuánto tiempo pasó pero ya casi amanecía cuando abrí los ojos. Él estaba despierto, pero algo atontado. Se ve que las hojas habían hecho efecto. Tenía su espada apuntándome y me dijo que le explicase lo de las hojas. Le conté de mí. Me cogió una ansiedad, una necesidad de contar todo de mi pueblo.

-Conozco tu pueblo, a los vampiros.

-No somos vampiros. Tenemos necesidad de alimentarnos.

-¡Eso es mentira! Podéis comer carne casi cruda de algún animal y directamente cubren su necesidad; lo demás es un vicio de vuestro pueblo.

-Eso yo ya lo sé.

-Pero, ¿por qué conmigo? ¿Querías matarme?

-No, solamente probar tu sangre. Luego te iba a poner un cicatrizante y me iba a ir.

-¿Y por qué no gozar directamente como hombre y mujer? ¿Por qué eso?

Era una necesidad. Quizás -y esto lo digo como Thetán- quizás vi una baja estima y es como que buscaba la aprobación del otro. Es como que siempre busque la aprobación del otro y yo sabía que Ligor no iba a reparar en mí como mujer, como que iba a ser una mas de tantas conquistas que en el mundo se comenta que él ha tenido. Quizás el apetito de sangre de él era una especie de venganza de desquite por todos aquellos hombres que se creen ganadores y no sirven para nada. ¿Por qué no usarlos nosotras a ellos? ¿Por qué? Me sorprendió que largó una carcajada y me dijo:

-Querida Shi.

-¿Por qué me dices Shi? Soy Migdalia.

-Querida Shi -déjame llamarte así-, eres una persona tan extraña… No será la única vida que te vea.

-¿Qué significa esto de las vidas?

-Un gran hombre llamado Fondalar, de la raza de los mentos, me ha enseñado que aquel que está más allá de las estrellas nos hace cumplir ciclos.

-No entiendo.

-El día de mañana mueres y tienes como una esencia dentro de ti. Esa esencia se va con aquel que está mas allá de las estrellas y esa esencia luego vuelve al cuerpo de un bebé, o sea, vuelves a nacer una y otra vez, aquí o en algún mundo que está en alguno de esos puntitos.

-¿Cómo mundo que está en esos puntitos? ¡Se caería!

-No. Aquel que está más allá de las estrellas -por lo menos eso me lo enseño Fondalar, el gran mento- comenta que hay mundos como Umbro en distintas partes del cielo.

-¿Y por qué no se caen?

-Porque debe haber una especie… ¿Has visto ese bicho peludo de 8 patas que come insectos y que teje redes? -Hablábamos de un animal muy similar a las arañas terrestres-. Bueno, en ese cielo hay como una especie de red de esa tela y es como que esos mundos se mantienen suspendidos allí. Como Thetán explico de que si bien lo que Ligor había aprendido de Fondalar era una teoría sustentable no estaba mal para el enorme atraso científico porque directamente no había avance científico, donde ni siquiera existía la luz eléctrica y se manejaban con carros tirados por hoyumans, animales similares a los caballos terrestres. O sea, la cultura de esa época era similar a la Edad Antigua, o en la zona ecuatorial a la Edad Media. Y que alguien entienda de mundos suspendidos por telas de araña no dejaba de ser un dato estable para esa época.

Interlocutor: ¿Cómo te sientes con respecto a toda esta sesión, que ha sido bastante extensa?

Entidad: Me siento bien. Puedo decirte que Ligor me dijo:

-Quizás nos volvamos a encontrar pero no eres confiable. Para mí no eres confiable. Cogió su cabalgadura y se marchó. Yo quedé sola. Sentí como que había una vitalidad tan masculina dentro de Ligor que al que yo apreciaba me parecía tan soso que no lo volví a ver. Sentía una falta de algo, como que dentro de mí tenía una soledad tan grande y que nada la llenaba. Podía tener metales dorados para comprar aldeas enteras o satisfacerme con príncipes si quisiera pero nada me llenaba. A veces esa soledad se traslada a lo largo de las encarnaciones como que no sabes qué quieres, como que no sabes qué te llena, como que eres una contradicción viviente y como que no sabes apreciar las cosas que verdaderamente son genuinas de las que son espejismos. No sé si está claro.

Interlocutor: Está claro.

Entidad: Y por ahora no voy a decir más nada. Me retiro.

Interlocutor: Hasta luego y gracias, entonces.