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Psicoauditación - Petro

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Psicoauditación del 28/11/11

Médium: Jorge Olguín.

Interlocutor: Karina.

Entidad que se presentó: Petro.

Relató que cuando era niño vivía en una aldea apartada de Umbro. Tuvo un encuentro con un guerrero, con el que habló, y después lo contó a los ancianos de la aldea. De esa vida le quedaron engramas de desprotección, porque podrían venir mas guerreros, y si atacaban, ni su padre ni los ancianos podrían proteger la aldea. La entidad comentó que la misión de su 10% es aprender para poder enseñar.

Sesión en MP3 (3.281 KB)

Interlocutor: Bienvenido...

Entidad: Gracias por permitirme hablar a través de este receptáculo.

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

Entidad: Si bien estoy encarnado como niño soy un espíritu más que milenario. Y justamente recuerdo como una sensación de soledad en una vida hace siglos y no aquí sino en un lugar muy lejano.

Interlocutor: Cuéntame. ¿Cómo ha sido?

Entidad: Mi nombre era muy similar al nombre de Sol III actual. Me llamaba Petro y tenía la misma edad que tiene mi 10% actual, es decir, siete rotaciones planetarias vuestras. En mi mundo no podíamos hablar de rotaciones porque ignorábamos las rotaciones. Aparte, nuestro mundo giraba de muestra estrella muchísimo pero muchísimo más lejos que vuestro mundo de vuestro sol, puesto que nuestro sol era muchísimo más grande que el vuestro.

Interlocutor: Repasemos, entonces. En aquella vida, ¿cuál fue ese momento o circunstancias dolorosas para ti?

Entidad: Creo que fue una suma de momentos. Vivía en una aldea y no conocía otra cosa. Los mayores casi no hablaban con los pequeños. Nuestra vida era absolutamente normal a la de cualquier aldea: había granjeros, algunos que tenían animales, algunos que cosechaban, otros que eran carpinteros, otros que eran herreros. Pero nuestra vida era distinta porque nuestra aldea estaba como camuflada, como disfrazada en el paisaje, puesto que vivíamos en medio del espeso bosque con grandes rocas que no llegaban a ser montañas, y detrás de las rocas un inmenso océano.

Había algunos mayores que montaban en sus cabalgaduras e iban a un poblado no tan cercano a buscar provisiones que nosotros no teníamos. Y muchas veces le propuse a padre -se llamaba Simbor y Elbar era mi madre; yo era único hijo- por qué no me podía llevar al poblado cercano para conocer otra gente. ¿O acaso éramos distintos?

Padre me decía que no, que la mayoría era como nosotros -nuestra raza era similar a la de Sol III, homo sapiens, pero obviamente nosotros desconocíamos ese término estando encarnados- pero nunca me quería contar la historia del por qué estábamos aislados.

Desde niño jugaba con otros niños. Cogíamos espadas de madera y espadeábamos. Hacíamos en nuestra imaginación como si fuéramos grandes guerreros. Nunca supe de historias de guerreros sino por cuentos del padre de mi padre y, a su vez, el padre de mi padre de mi padre -que todavía vivía- era una persona de antiquísima edad y contaban que ellos conocieron otras regiones pasando una zona que ellos llamaban ecuatorial, y yo no sabía lo que quería decir. Incluso hubo gente de nuestra aldea que llegó a los hielos del norte.

Yo ignoraba lo que era el hielo. Padre me explicaba que el hielo es el agua en un estado demasiado frío y que era no dura como una roca pero sí dura. Y yo le decía que eso no puede ser. ¿Cómo el agua va a estar dura? Imagínate el conocimiento tan escaso que tenía.

Un día me alejo con Aldor, que era otro niño. Los niños somos curiosos y nos gusta explorar lugares, terrenos. Íbamos caminando por el costado de las rocas y yo iba vociferando. Aldor me toca en el hombro y se pone el dedo índice en la boca, que es un gesto universal de silencio. Nos asomamos y vemos un jinete con una ropa absolutamente distinta a la de la gente de nuestra aldea. Estaba cerca de la arena de la playa, cerca del mar. Soplaba bastante bastante viento y el día no era muy templado. La marea había subido y la playa era corta.

La montura del jinete piafó y el jinete miró hacia todos los lados. Estábamos a tantas líneas de distancia que no podía creer que nos hubiera escuchado.

Se lo comente al oído a mi amigo y mi amigo me sacudió haciéndome el gesto de silencio. El jinete miró hacia nosotros pero era imposible que nos viera.

Fuimos bajando lentamente de las rocas y hubo pequeñas piedras que fueron cayendo haciendo ruido. Nos asustamos y salimos corriendo y, en ese momento, chocamos con una muralla y caímos al piso. Nos levantamos espantados. Era uno de los jerarcas de la aldea con la cara casi tapada por su capucha obscura, casi negra. Nos hace un gesto de que vayamos para la aldea. Él tenía su cayado, que era como una especie de bastón.

Mi amigo fue para su choza. Yo fui para donde trabajaba padre y le comenté.

-No me retó. No me dijo nada.

La encaré a madre -luego, en la casa- y le pregunté: -Ignoraba que hubiera otra gente cerca de nuestra aldea.

-Es que no tiene que haber. Nadie se acerca aquí, nadie.

-¿Cómo era el jinete?

Y se lo describí. Le describí la cabalgadura y le hice notar que tenía un oído finísimo.

Casi cayendo nuestra estrella por el horizonte vuelve el jerarca. Se reúne con algunos ancianos y hablan entre ellos. Lo llaman a padre. Hablan con él pocos instantes.

Padre vuelve y me pregunta: -¿Puedes darme más detalles, Petro?

-Es lo que te dije: nos asomamos y su cabalgadura es como que nos habrá olfateado pero él miró hacia nuestro lado como si nos pudiera percibir con su vista. Estábamos a muchísimas líneas y, aparte, estábamos más en lo alto. El día no estaba tan claro; era ventoso y la estrella estaba casi oculta por las nubes. Quizá era un ser guiado por aquel que está más allá de las estrellas.

-No digas tonterías -me dijo-. Y se fue de vuelta a hablar con los ancianos.

El capítulo quedó así. Digamos que todo estuvo en calma. Fueron pasando los amaneceres -por lo menos como diez o doce- y solo -porque se ve que los padres de mi amigo no eran tan tolerantes y estaba castigado-, como estaba en mi naturaleza curiosear, marché de vuelta saliendo del bosque hacia las rocas. Observé por el camino y no había nadie.

Mi oído quizá no sea tan fino pero sentí una presencia y detrás de mí una rama que crujía. Me di vuelta y vi una figura que no conocía...

Interlocutor: ¿Cómo era?

Entidad: Era un hombre de los guerreros que relataban los abuelos. Tenía doble espadas cruzadas y el traje con partes de metal. ¿Cómo podía perforarlo una espada? Tenía los ojos apenas rasgados y me preguntó mi nombre.

Yo temblaba; no podía ni hablar. Le dije mi nombre y me preguntó qué hacía tan lejos de mi aldea. Instintivamente miré hacia el bosque.

Se rió y me dijo: -Sí, ya sé dónde queda tu aldea antes de que tú miraras hacia allí.

No hablaba. Se quedó mirando hacia el mar. A lo lejos vi una cabalgadura en la playa.

El hombre me dijo: -Sí, ésta es mi cabalgadura.

Quería preguntarle muchísimas cosas pero no me atrevía, cosas como qué hacía, si había más, si nos iban a atacar, de dónde era su poblado, si es verdad que guerreaban de a cientos, si es verdad que había barcazas que podían cruzar el gigantesco océano, como contaban los abuelos, etc. pero no le dije nada.

Él me ignoraba. No me retenía; yo estaba paralizado.

Miraba su ropaje. Sus botas estaban hechas con un material que no conocía. La parte de abajo era como dura y esas espadas tan bien hechas. Su rostro estaba afeitado, prolijo, limpio. No era lo que contaban los ancianos que los guerreros eran desprolijos, sucios, ordinarios.

Me venció mi curiosidad y le pregunté si era un guerrero y me dijo: -Si tú, por guerrero, entiendes el que lucha en batallas, no. Soy un caminante solitario o un jinete solitario, en este caso. No me gustan mucho los bosques. Me gustan más los lugares montañosos. Pero como hace poco me encontré con algunos conocidos que vienen hacia aquí, simplemente pasé.

Me acarició la cabeza y se marchó de una manera tan sigilosa que yo me pregunté si puede ser alguien tan sigiloso en las rocas con esas botas tan pesadas.

Me asomé y ya estaba montando en su cabalgadura y marchándose en sentido contrario.

Corrí, nuevamente, para avisarles a padre y al jerarca que me había preguntado la vez pasada que venían otros en camino y después pensé: "No -porque tenía prohibido volver a este lugar-, me van a castigar. Pero yo no importo; debo pensar en el beneficio de la aldea, no en el mío".

Y primó mi conciencia y le conté a padre lo que había pasado y padre, inmediatamente, reunió a los ancianos. Me señaló y esta vez no lo mandaron a padre a hablar conmigo sino que directamente me hizo una seña de que me acercara. Y conté con todo lujo de detalles lo que había pasado.

Los vi con rostro preocupado. Siempre contaban, en alguna reunión, historias del pasado, de guerreros, de jinetes, de viajeros y ahora había visto uno que no era el mismo que habíamos visto con mi amigo.

Cuando les describí el traje con metal se preocuparon más y me sentí intranquilo, como que, a veces, en la vida -y yo era un niño- en un momento determinado la paz se termina -o tú crees que se termina- y el peligro acecha.

Y, como thetán, estoy relatando esa historia como Petro, en esa aldea de hace siglos y siglos y siglos y siglos atrás. Me quedaron engramas de desprotección, como que ni mi padre ni los ancianos ni nadie podían protegernos si venían más guerreros.

Interlocutor: ¿Esa sensación de desprotección de alguna manera tu 10% en esta encarnación tú crees que la ha, recientemente, vuelto a vivir?

Entidad: No. La vida actual de Peter es completamente distinta a esa vida.

Interlocutor: Pero ese temor que llevas como thetán, ¿te lo transmites a tu 10%?

Entidad: Digamos que mi 10% puede tener temor a cambios porque los engramas te condicionan. Pero no te condicionan para que tú tengas temor de la misma manera que lo tenías en cualquier otra vida porque son otras las circunstancias, es otro el entorno que te rodea, es otra la familia, es otra la cultura. Estamos en una época aparentemente moderna; nada que ver con esa época antigua. Pero sí a veces sientes como cierta desprotección porque escuchas a los mayores comentar de los estadíos de violencia, de muertes, de situaciones, de circunstancias. Y, a veces, los mayores te ignoran porque tú eres un niño de siete años y están como tan creídos que piensan uno no los entiendes cuando hablan y ya no eres un bebé porque a los siete años entiendes todo. Y si bien en la época que vivo hay medicina, hay tecnología, hay aviones, barcos, computadoras, en la violencia no se diferencia de aquella vida en la aldea como Petro.

Interlocutor: ¿Cuál es tu misión, como Peter, en esta encarnación?

Entidad: Aprender para poder enseñar, en general. Mi mismo 10% ignora -porque es niño- su misión.

Interlocutor: ¿Te escucha tu 10% cuando tratas de transmitirle pensamientos, ideas?

Entidad: Mi 10% tiene muchísimas ideas y puede llegar a percibir hasta elementales. Lo que pasa es que a los niños los grandes no les creen y piensan que todos los niños tenemos fantasías, por películas, por revistas... Hablo de esta vida. En aquella vida como Petro la realidad superó a la fantasía porque en mi mente me imaginaba guerreros pero lo que he visto en esas rocas superó todo. Y ni siquiera supe su nombre.

Interlocutor: ¿Cuál es tu ángel guía, Peter?

Entidad: Mi ángel guía se llama Kara-El. Muy parecido al nombre de tu thetán. Está en el plano 6 subnivel 1 y encarnó muy pocas veces en el plano físico.

Interlocutor: ¿En este momento está encarnado?

Entidad: No. En este momento es una entidad angélica que me guía, me contiene. Yo, como thetán, como 90% de espíritu, también tengo dudas...

Interlocutor: ¿Podríamos decir que es tu ángel de la guarda?

Entidad: Sí, por supuesto. Y te agradezco el haberme permitido contar ese pequeño relato.

Gracias por escucharme.

Interlocutor: Me alegro que te sientas más tranquilo por haberlo contado. Te envío toda la Luz para ti y para tu 10%. Y bueno, estamos en contacto.

Hasta todo momento. Hasta siempre.