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Psicoauditación - Jose Javier Redero |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Médium: Jorge Olguín Entidad que se presentó: Jarda-El, Thetán de Javier R.
Me cuesta mucho el poder comunicarme con vosotros, si bien los thetanes no tenemos la timidez que os aqueja en el plano físico, el no poder comunicarme es por otra razón. Estoy pensando mucho en distintas vidas anteriores, en las cuales no tuve papeles decorosos. Tuve una vida en lo que es la Germania (lo que hoy es el territorio de Alemania) donde luchábamos. Yo era un lugarteniente de un general… Vongalv era mi nombre y no tenía ningún prejuicio en cumplir las órdenes de mi general pensando que como yo no era el que planificaba las cosas me desligaba de las responsabilidades y ése es el engrama a arrancar, el engrama de no asumir responsabilidades, porque en esa vida como Vongalv, una vez desencarnado como espíritu puro, me di cuenta de que era un rol muy cómodo echar toda la responsabilidad al superior que te ordena determinada tarea, por mas indecorosa que fuera. La idea es lo opuesto, la idea es entender que cada uno es responsable de sus actos, sean creados por él o sean ordenados por otra persona. Sé que en algunos casos, en algunas civilizaciones, en algunos tiempos, en algunas costumbres puede parecer muy natural el obedecer: o no hay otra escapatoria o corre riesgo la propia integridad de aquel que obedece en el caso de no hacerlo. Es muy fácil engañar a la conciencia con actitudes aparentemente inocentes justificando ciertas cosas. Encarné en esta vida exclusivamente para lo opuesto… porque mi 10 % actual, como José Javier, no solamente está aprendiendo la lección de la RESPONSABILIDAD sino también la lección del COMPROMISO, que es lo más importante. Hay algunos engramas que cuesta arrancar, engramas que trajeron recuerdos que provocaron, a su vez, emociones dolorosas en esa encarnación en Germania donde hubo muertes inútiles, donde hubo actos hostiles… de a cientos… obviamente no sólo de mí sino de todos los compañeros soldado que me acompañaban en esa (suspiro) batalla. Le cuesta mucho a este receptáculo traducir al leguaje hablado todo mi concepto porque trato de hacer fluir todo a la vez y sabemos que en el lenguaje es muy difícil traducir todo el concepto… es como si quisiéramos traducir un mar y ponerlo dentro de una botella… no cabría… es imposible… Sólo puedo decir que el verdadero camino espiritual es evolucionar a través del SERVICIO y que el Servicio es Compromiso, que el Servicio es también reconocer no sólo los límites que tenemos nosotros sino también los límites que tiene el otro. ¿En qué sentido? Si conocemos nuestros propios límites sabremos tolerarnos, sabremos tolerar nuestros errores, sabremos comprender nuestras limitaciones, valga la redundancia. Y si comprendemos los límites del otro sabremos ser tolerantes con ellos, sabremos entender que también tiene una manera distinta de ver las cosas y que tiene un tope de entendimiento. Entendiendo todo eso, entendiendo las limitaciones propias y las limitaciones ajenas podemos ser tolerantes, honestos, comprometidos, sin condenar, sin prejuzgar, sin sacar juicios a-pre-su-ra-dos, ni siquiera contra nosotros mismos, que sería el peor de los castigos. No invalidarnos, tampoco invalidar al otro, tratar de llegar a acuerdos. Es muy importante tratar de llegar a acuerdos y entender que cada uno es importante y ahora no estoy hablando de ego desde la postura narcisista, como decís vosotros en el plano físico. Somos importantes, por supuesto que sí; porque entre los miles de trillones, de trillones, de trillones de espíritus que hay en el universo conocido no hay uno que sea igual a otro, a pesar de que todos somos hijos de Dios. Uno no es igual a otro; entonces, que yo diga que cada ser es único no lo deben ver desde la postura narcisista. Estoy diciendo la verdad. Pero si yo asumo que soy único, yo también asumo que puedo hacer cosas que otros no pueden hacer y a su vez otros harán cosas que yo no podré hacer. Lo importante, al asumir esa postura, es aprender a dejar de cuestionarse uno mismo porque nosotros tenemos algo que muchos no ven: todos ven que cuestionamos al otro, todos ven que criticamos al otro. Muy pocos cuentan, por pudor, que se critican a sí mismos, que se cuestionan a sí mismos, que se invalidan a sí mismos… ¿Por qué lo ocultan? (suspiro). Lo importante es saber que hay dos tipos de engramas: engramas de vidas pasadas con dolores físicos directos (en la vida de Germania un arma me atravesó el hombro derecho) y emociones dolorosas, emociones dolorosas espirituales que, si bien a uno en el plano físico le duele mucho más el dolor físico, a la distancia, con el tiempo, la que queda grabada es la emoción dolorosa que es la que produce más engramas. No voy a dar ahora, como decís vosotros en el plano físico, una cátedra de engramas pero cuento lo que siento yo y eso es respetable; por lo menos permitidme contarlo. En ocho meses sólo me quedaba una pequeña cicatriz de la gran herida que tuve en esa batalla, pero durante toda esa encarnación, no me pude sacar toda la emoción dolorosa de haber visto inocentes exterminados solamente porque un bando no pensaba igual que el otro. Capaz que una mala palabra decir que todo es “útil”, que “toda experiencia sirve” porque en ese momento en que se ven cuerpos tirados en un campo de batalla no podemos decir “eso es útil”… sonaría muy hipócrita, por lo menos para mí, no sé para otros… (no me interesa lo que piensen otros) pero a la distancia, sabiendo que sólo fuimos roles, en este momento me es útil para dar valor a todo lo que el otro pueda decir, a todo lo que el otro pueda opinar, pero no caer en la tontería de no dar valor a mi palabra también, sin caer en la obcecación y en la necedad. Es importante también hacer respetar mi punto de vista: eso se llama ACUERDO (suspiro). Sé que mi 10 %, José Javier, tiene mucho por recorrer pero aprendiendo la TOLERANCIA y el COMPROMISO todo lo demás… no digo que no tenga importancia, pero tendrá una importancia menor. Doy gracias a las dos personas que están como interlocutores por haberme escuchado y gracias también al receptáculo y pido disculpas por no haberos dejado meteros bocadillos a ninguno de los dos. Gracias.
Médium: Jorge Olguín Entidad que se presentó: Jarda-El, Thetán de Javier R.
Explicó que tuvo una buena niñez en Gaela con unos padres comerciantes que pudieron darle estudios. Se centró en astronomía y las matemáticas. Desarrolló distintas teorías muy avanzadas. Intentó incluso explicar a Dios matemáticamente, pero no llegó a desarrollar tal cosa por una enfermedad tipo alzhéimer. Sus mejores desarrollos se perdieron puesto que no los compartió y sus descendientes los ignoraron. Tras la sesión Jorge Olguín hace un comentario sobre el deterioro del cerebro pero no del concepto, que está en el espíritu.
Jorge Olguín: Sesión de Psicoauditación para Javier Redero.
Entidad: Queridos hermanos, me encuentro aquí para tratar de dilucidar algunos aspectos de mi vida actual, seguramente causados por engramas de vidas pasadas. Hay engramas tan lejanos que cuesta entender cómo perduraron tanto en el tiempo. Ni siquiera es un engrama implantado en Sol III; es una vida antiquísima en un planeta situado del otro lado de la galaxia llamado Gaela, hace miles y miles de años. Nací en Saeta, en el continente viejo. Saeta era casi una península con un clima bastante agradable. Mis padres eran humildes pero muy trabajadores. Él era un pequeño comerciante y mi madre lo ayudaba en el negocio al punto tal que a mis seis años, con la ayuda de maestras particulares, yo sabía de matemáticas, historia y religión. Mis padres eran muy religiosos, un poco por convicción y un mucho por la situación general del planeta. La orden de Amariz estaba al día castigando a aquellos que no creían en Axxón pero, dentro de todo, aún habiendo un orden establecido, permitían estudiar ciencias. Y eso era lo importante. Fui creciendo en conocimiento. Me atrapaba muchísimo la astronomía y, si bien no había viajes espaciales, eran elásticos en cuanto a investigar el espacio exterior, el microcosmos de las partículas subatómicas y el macrocosmos. Vivía estudiando catálogos de distintos temas. A la distancia, tanto en el tiempo como en el espacio, recuerdo esa vida en Gaela, un planeta muy similar a Sol III. Hoy, como Thetán, vivo para el Servicio y trato de ser útil a mis hermanos. Ascendí de vibración, por lo que ahora estoy en el plano 5 subnivel 1. Mi nombre conceptual es Jarda-El y verdaderamente vibro en Amor, pero eso no impide tener esos engramas que tanto me condicionaron y que quedaron ocultos de esa vida en Gaela. Cuando cumplí dieciséis años mi padre me dice: -Mira, nosotros amamos Saeta pero tú debes conocer nuevos horizontes. Hay una Universidad muy importante de astrofísica y también de esta física que estudian los cuantos en Beta. -Pero, padre, eso es en el nuevo continente. -No te preocupes. Hemos juntado mucho dinero como para que puedas vivir tranquilo y estudiar feliz. Igual nos comunicaremos a diario mediante el holocomputador. -Sí, padre. Tienes razón. -No dudes, hijo, no dudes. Me abracé con él, me tocó la cabeza y me dice: –Álvar, hay una cosa muy importante que debes saber. -Sí, padre. -Nunca dejes que nadie te quite tus sueños. No digo que todos se te cumplan, pero muchos se te van a cumplir. Lo sé. Me gustaba vivir a la antigua y como vivía era mi comodidad. Valoraba mucho mi comodidad, aparte de mi libertad de expresión. En Beta eran como más modernos que en Saeta, y si bien la Orden de Amariz abarcaba todo el planeta, allí era todo más elástico. Y estudié. Tuve muchos amigos y amigas. A los dieciocho años me enredé con una joven, Xamadá, médico, con la que salí dos años. Al comienzo congeniábamos pero después percibía como que ella a le gustaba mucho salir, aunque no sé si era más inmadura que yo. A mí también, pero tenía más equilibrio, y cuando tenía que estudiar o rendir un examen directamente no me veía con ningún amigo. Tenía las mejores notas, pero eso no me preocupaba. Me preocupaba aprender, y profundizaba no solamente en la astrofísica sino también en las partículas subatómicas. Y, por supuesto, no podía contar a nadie mi forma de pensar porque para mí, Dios tenía una explicación. Yo entendía que todo lo podía explicar matemáticamente. Años hacía que buscaban, con un acelerador de partículas, algo tan pequeño que no se sabía si existía, mientras yo buscaba probar la Teoría del Todo. Conocía la fuerza fuerte, la fuerza débil y esa atracción magnética que daba la electricidad. A diferencia de otros científicos dudaba que la fuerza de atracción de los cuerpos celestes fuera la cuarta fuerza. Yo dilucidaba y aprehendía conceptos que tal vez no eran míos sino de mi parte espiritual, quien me los dictaba a mi mente física. Entendía que el espacio era como una masa transparente sinuosa con infinidad de grietas donde tú, con una nave, podías cortar camino, y también entendía que podías salir de ese espacio, de esa Creación mediante cálculos matemáticos y estar frente a frente con el Creador. No hablo de esa partícula que tenemos dentro de nosotros; hablo de ÉL -con mayúscula- porque sé que con la tecnología adecuada podemos ir a mundos paralelos, los cuales muchos científicos han teorizado. Pero, de la misma manera que podemos ir a universos paralelos, con la matemática aplicada podemos salir de la Creación y llegar a ÉL. Tuve una segunda pareja, Sabina. Estuvimos juntos cuatro años. Tuvimos un niño hermoso. Le puse de nombre Brader. Él y yo tuvimos mala suerte porque dos años más tarde, debido a una enfermedad desconocida, mi pareja desencarna. A pesar de que en Gaela estaba bastante avanzada la Medicina éramos simplemente seres humanos. Yo quería seguir con mis estudios y me desentendí de Brader, dejándolo al cuidado de institutrices -tenía dinero para afrontar esos gastos- y seguí con mis investigaciones. No tuve más relaciones afectivas. Cuando llegué a los cincuenta años tenía mi casa llena de fórmulas y sentía que lo que habían avanzado los científicos era básico comparado con lo que yo tenía, aunque no lo quería compartir porque no lo iban a entender. Estaba por lograr la Ecuación de Dios. Pero sentí que mi mente física empezaba a fallar y, por momentos, tenía lagunas, olvidándome de las cosas. Lloraba con el llanto silencioso y le hablaba a Dios, diciéndole: -No me hagas esto, Padre, no me hagas esto. Me falta muy poco. Hay una ecuación que tengo que terminar y, cuando lo haga, podré describirte a Ti como Esencia, porque todo es matemático. Lograr descubrirte a Ti es como si alguien tuviera el código genético de un ser vivo. Esta fórmula matemática que estoy desarrollando sería como tu código genético conceptual, y descubriría quién eres. No solamente mi mente me jugaba una mala pasada. No sé si mi ansiedad o mi estado nervioso causado por el mismo deterioro que tenía en el cerebro me producían urticarias y alergias a nivel físico. Tenía que ir cada mes a ver al médico para que me inyectase antivirales y alergénicos. Momentáneamente estaba bien pero al año volvían otra vez esas picazones y manchas en la piel. Tenía muchos engramas de soledad e incomprensión. Independientemente de todo eso estaba orgulloso de mi hijo, quien era un gran ingeniero. Había formado una excelente familia y tenía una mujer que trabajaba igual que él. Ella era lo que aquí en Sol III conocéis como abogado, y tenían dos niños varones hermosos, aunque no nos veíamos casi nunca. Y me decía: -Álvar, estás desvariando. Me hablas de una fórmula para conocer a Dios. Vas a hacer que te internen en un instituto de enfermos mentales. Mis amigos, en lugar de ayudarme y buscar una cura para mi problema mental, no me comprendían, porque ese problema mental no es que me hiciese perder la cordura sino que no me dejaba pensar, es decir, tenía la mente como abombada, con lagunas. Me sentía impotente y estaba rencoroso con el mismo Dios. Le decía: -¿Por qué, Padre, no me dejas descubrirte? Soy el único entre millones de seres en Gaela que puede saber quién eres, y Tú me castigas. Me siento como un joven atrapado en una mente vieja, y tengo tanto para dar... Un año después casi no recordaba nada. Veía las fórmulas en las pizarras y a veces no las entendía. Me dolía la cabeza, me confundía y no entendía. Yo quería comprender a Dios. Mi hijo me abrazaba y me decía: -Álvar –porque no me llamaba padre-, a Dios es fácil comprenderlo; basta que ames. -Hijo, ¿por qué no me escuchas? -¿Por qué no me escuchas tú, Álvar? ¿Por qué no dejas ahora de pensar, que tan mal te hace? Descansa y distráete. Mi hijo tampoco me entendía. Yo no dudaba del Amor pero es como si yo tuviera el ADN de un ser humano y me dijeran: -¿Para qué buscas el ADN? ¡Ámalo! Sí, amo a ese ser humano, pero con el ADN puedo comprenderlo. Y esas fórmulas eran el ADN de Dios. Un año después mi mente ya estaba casi inútil y, prácticamente, ya no respondía siquiera el cuerpo. Era una enfermedad similar al Alzheimer de Sol III pero con priones de por medio que iban deteriorando el sistema neuronal. Yo no entendía cómo un concepto espiritual podía transmitirse si no había qué lo transmitiese. Al año desencarné. Y no sé si es por apego pero me sentía muy mal por no haber terminado la Obra. Mi hijo y mi nuera nunca prestaron atención a esos escritos que, al final, se perdieron, por lo que no se pudo lograr la Ecuación de Dios. Mi mente me jugó una mala pasada, pues me fue borrando la memoria y el conocimiento. Mi parte física se estaba deteriorando con problemas a nivel dermatológico, tales como alergias, sarpullidos, brotes, etc. A veces me picaba tanto la piel que la rasgaba con mis uñas hasta sacarme sangre. Me quedaron engramas conceptuales muy grandes. En mi juventud, cuando mi hijo era pequeño, gané dinero dando cátedras -cátedras al alcance de los estudiantes, obviamente; no las grandes teorías mías- y ayudé a distintas fundaciones. Hice mucho bien. Fui querido hasta que luego me aislé y fui olvidado menos, obviamente, por mi familia. Mi hijo apenas alcanzó a comprenderme. Mi nuera, quizá, y mis nietos no. Ellos sólo veían a una persona avejentada y delirante, pero no soñadora. Yo sé que estuve a instantes de conseguir la ecuación de Dios en Gaela, a miles de años-luz y miles de años atrás. Les habló Jarda-El, 5.1, plano de Luz. Gracias. * * * * Comentario de Jorge Olguín. Los biólogos, neurólogos y médicos clínicos toman al cerebro como el centro de la inteligencia, queriendo decir como que hay un paquete neuronal que, de alguna manera, es lo que nos da a nosotros, seres vivientes, el discernimiento. Sería como pensar que yo tomo cuatro o cinco bebidas, las pongo en una batidora, bato, hago un combinado -un cóctel- y de esa mezcla saco directamente un concepto. Suena demasiado fácil y sencillo. El biólogo o el neurólogo me diría: -Bueno, es lo que hay… Ahora dicen que -supuestamente- hay una máquina que con determinados electrodos puede traducir tus impulsos eléctricos –no sé si de un electroencefalograma- a palabras, decodificando el pensamiento. Y una cosa es que lo digan y otra es que lo puedan constatar porque un grupo de neuronas no te da ni el pensamiento ni el discernimiento. Es cierto que dependemos de un cuerpo físico y, a veces, el ser humano no se entiende entre sí, pues hay diferencias de credos –algo absurdo-, diferencia de edades entre generaciones, distintas ideas, etc. Y es todo tan trivial o tan visto… El concepto va mucho más allá de la parte física porque la parte física se deteriora, y el concepto no se deteriora nunca. Se puede deteriorar el contenedor físico del concepto, mas no el concepto en sí. Tampoco es cierto que la edad física te desgaste; desgasta tu pensamiento. Una vez escuché a un señor bastante mayor que decía: -Tengo una mente joven contenida en un envase viejo. Tengo apetencias, necesidades, visiones, gustos, ideas y proyectos jóvenes, y muchos de los cuales no puedo llevar a cabo por tener el envase viejo… Coincido en muchas cosas con lo que dijo ese señor. Y siempre he pensado que la mayoría de los jóvenes físicos creen que a medida que pase el tiempo van perdiendo lucidez en cuanto a sus ideales, a sus gustos o a sus apetencias. Pero ignoran que no es así. Obviamente, hay personas que tiran la toalla -como se dice comúnmente en el boxeo-, es decir, abandonan. Abandonar significa decir: -No, yo ya no estoy para tal cosa. Con esa actitud se están autodescalificando. El concepto no puede ser contenido por un cerebro. El cerebro es apenas una centralita que, de alguna manera, en el cuerpo físico decodifica ideas conceptuales. Pero el cuerpo físico tiene la desventaja de que envejece, que puede deteriorarse y que, a veces, puede dejar de transmitir ideas conceptuales. Sé que existen fórmulas matemáticas aún no descubiertas que pueden describir este universo y que hasta pueden describir la Esencia de Dios, porque todo es matemático. El hecho que haya teoremas que no hayan sido resueltos no significa que no se resuelvan porque todo tiene una explicación, un por qué. No existe la casualidad ni en lo micro ni en lo macro; todo tiene un motivo de ser. Y, además, lo que está en un punto puede estar en otro punto. Si hay vida en el planeta Tierra hay vida en otros mundos que reúnan similares condiciones de vida. Y en otros mundos que no reúnen similares condiciones habrá otro tipo de vida. Pensar lo contrario es ser estrecho conceptualmente y eso zozobra, ahoga. Hay dos tipos de soñadores: los soñadores que sueñan para ellos –los que sueñan con sus propias cosas, cosa que no está mal tampoco- y los soñadores que sueñan para el resto –los que sueñan con la Creación y sueñan como describir el Todo-. Hay quienes engañan, quienes se engañan, quienes se conforman, quienes tienen avidez de saber y quienes nunca pierden su niñez. Una de las cosas más crueles en el plano físico es conservar un concepto juvenil sabiendo que el concepto es lo único que te queda. Entonces, es muy difícil mantener una escala tonal elevada como si estuvieras a punto de descubrir el bosón de Higgs cuando ni siquiera puedes tomar el lápiz para escribir una simple suma. Y si bien nosotros en el plano físico somos roles, son justamente éstos los que hacen los descubrimientos y los que proyectan. No es sencillo. Todo lo podemos explicar a través de fórmulas. Y así como al comienzo dije que mezclando cuatro bebidas no podemos sacar un concepto, a veces hay mentes que tienen algo especial y pueden descubrir cosas que están a la altura del propio Creador.
Médium: Jorge Olguín Entidad que se presentó: Jarda-El, Thetán de Javier R.
. Relató una vida en Aldebarán como Morlok, en el pueblo de los Apartados, describiendo algunas vivencias, sus dudas, conflictos, origen…
Voy a canalizar al Thetán de Javier Redero para que relate lo que desee expresar a lenguaje hablado. Comenzamos.
Interlocutor: Hola. ¿Estás incorporado ya?
Entidad: Es un gusto el poder comunicarme con vosotros a través de este receptáculo. Deseo expresaros que me siento muy bien, con muchos deseos de transmitir distintos conceptos. Quiero explicar que, a veces, en distintas vidas uno busca trascender, no desde el ego sino desde el poder transmitir algún mensaje útil para los seres del mundo en cuestión en el cual haya encarnado. Mis relatos no son en orden cronológico –temporal- sino que busco en ese momento tratar de resolver la carga engrámica que se me presenta. Entonces, como Thetán me dejo fluir y voy percibiendo cuál es la carga que en ese momento me pesa y digo “aquí, ahora, ya”. Entonces, me traslado a Umbro, al que conocéis como Aldebarán 4. Allí había encarnado como Morlok y vivía en una región muy al sur del continente este. Muchísimos años atrás -yo diría que hasta siglos de Sol III- había habido una tremenda plaga -algo similar a vuestra lepra- y la ignorancia de los pobladores hizo que el resto de la población se alejara de nosotros, quedando absolutamente apartados en unos bosques casi impenetrables, con pantanos, donde había distintas fieras -incluso unos seres muy similares a los míticos horlok-. Y pasaron las generaciones. Encarné en una familia que estaba cerca de lo que sería Ligerarca. Me instruí mucho en distintas artes pero no tenía papá. Me sentía huérfano y le preguntaba a mamá Jazmina. Le digo: -¿Y papá? -Mira, Morlok, papá fue un viajero que estuvo hace muchas revoluciones planetarias aquí y siguió su camino. Nos enamoramos pero él es como que se sentía prisionero de esta región. -Madre, hay algo como que me parece que es mitológico. -Dime, hijo. -El resto de la población nos tiene apartados porque piensa que nosotros estamos todos con determinada enfermedad en la piel y yo veo que estamos todos bien. ¿Por qué nos cubrimos con capucha? A veces cubrimos hasta nuestras manos… -En realidad hoy somos nosotros, hijo, los que no queremos mezclarnos con el resto de la gente. Ellos nos llaman los apartados y nosotros, en realidad, queremos ser apartados. Vivimos tranquilos de la caza y de la pesca. En la parte este de un lado tenemos el mar y del otro lado hay bosques más profundos todavía, con otros pantanos, donde vive una raza femenina que maneja el arco y la flecha como nadie. A veces nos cruzamos pero no nos molestamos. -¡Ah! Una vez me crucé con una niña de mi edad y la madre la cogió en sus brazos y se la llevó. Y sin hablarme me señaló con el dedo para que me vaya para mi lado. ¿Esas son las amazonas, madre? -Sí, pero ellas viven su vida. Nosotros vivimos la nuestra. -Una pregunta, madre: Yo me miro en las aguas del arroyo y soy un niño normal, ¿por qué no podría tener una vestimenta normal e ir hasta un pueblo vecino a conocer? Porque quiero conocer y disfrutar. Tanto le insistí que cuando cumplí doce años –doce de vuestros años de Sol III- madre pidió permiso -se ve que tenía alguna relación más que especial con uno de los jerarcas- y me permitieron marchar en un pequeño borrico muy similar a vuestros borricos, pero no tenía nada que ver con los hoyumans porque era más pequeño. Marché varias líneas hasta que en dos días –dos de vuestros días- llegué a un poblado. Llevaba algo de metales conmigo -porque los metales valían en cualquier región- y compré alguna mercadería. Me preguntaron de dónde era. Les dije que era de una granja vecina y me di a conocer con un nombre inexistente. Nadie me molestó. De repente, cuando volvía para mi región, dos jóvenes me cortan el camino -jóvenes quizá de vuestros dieciséis o diecisiete años; yo era más pequeño- y uno me dice: -Danos la mercadería y, si tienes, metales -los metales similares a vuestra moneda-. Y le dije que esto lo había comprado para mi familia. -¿Y qué hay para donde tú vas? -Una pequeña granja. -Mientes; para allí no hay nada. No irás para el lado de los apartados, ¿no? -No conozco lo que es eso –les dije. Uno de ellos cogió las riendas de mi borrico –ellos estaban en imponentes hoyumans, animales similares a vuestros caballos más grandes-, me zamarrea las riendas y me vuelca. En ese momento cogí tanta furia que a los dos jóvenes mentalmente es como que quería lastimarlos. Ambos se cogieron la cabeza y cayeron desmayados al piso. Y no entendí qué había pasado. Me asusté tanto que me subí a lomos de mi borrico, até bien mi mercadería -no cogí nada de ellos- y seguí mi camino.
Interlocutor: Ahora, como Thetán, ¿sabes lo que sucedió?
Entidad: Sí, pero mamá me lo contó. Llego bien y no comento nada. El jerarca estaba satisfecho de ver que el viaje lo había hecho con éxito. Traje alguna mercadería. Incluso le di a mamá –por escrito, porque sabía leer y escribir- toda la cuenta de lo que había gastado y todos los metales de vuelta. Cuando llegamos a nuestra casa -teníamos una casa bien hecha, de madera, donde incluso yo tenía, de pequeño, mi habitación con un catre- le dije a madre en secreto lo que había pasado en el camino y madre, preocupada, me dice: -Sabía que en algún momento iba a pasar esto. -¿El qué? ¿El que fuera a otra región y me quisieran asaltar? -No, lo que tú has hecho. -¿Qué es lo que yo hice? -Tu padre era un viajero de una raza de muy, muy al norte, de unos seres especiales que tienen algo distinto aquí –y se tocó la frente-. -Aquí, ¿dónde? ¿Dentro de nuestra mente? -Sí, es una raza que se llama mento y tienen dentro de ese cerebro como una fuerza que no la entiendo y puede directamente lanzar como ciertas ondas para llegar hasta a matar a otros, pero son gente pacífica. Tu padre me amó mucho.
Interlocutor: ¿A esos jóvenes los mataste o los desmayaste?
Entidad: Quedaron desmayados y a la media de vuestras horas se recuperaron. No entendieron qué había pasado y volvieron para su poblado. Nunca entendieron qué les había pasado. Pensaron que todo había sido como una ilusión porque no había ninguna huella de que yo hubiera pasado por allí.
Interlocutor: ¿Volviste a utilizar ese poder en esta encarnación?
Entidad: Sí.
Interlocutor: Y vamos siempre ahora al meollo de la cuestión, por los minutos que faltan.
Entidad: Fui creciendo. Me enteré que madre era la querida del jerarca, pues él era viudo y ella tenía como cierto mandato en el poblado. Cuando cumplí veintiséis de vuestros años el jerarca me adoptó como su hijo pero no tenía noción de lo que yo era. A veces tenía discusiones con otros jóvenes del poblado de los apartados y les inducía pequeños dolores de cabeza. Ellos discutían, les cogía un dolor de cabeza y se retiraban. Nunca lastimé a nadie gravemente porque, en realidad, tenía buenos sentimientos, pero no quería dejarme apabullar por nadie.
Interlocutor: ¿Y te crearon engramas esos actos?
Entidad: No en ese momento, pero tenía como una especie de engrama de desamparo porque me hubiera gustado saber quién fue mi padre quien, como dice madre, ya era mayor cuando ella lo conoció, y quizás ya estaría desencarnado. Pasaron las revoluciones planetarias, lo que serían vuestros años. Yo llegué a cumplir cuarenta de vuestros años –incluso dicen que la raza de los mentos viven más tiempo- y el jerarca desencarna. Se hace una votación y me eligen a mí como nuevo jerarca de la región de los apartados. Era el jerarca más joven que había, de tan sólo cuarenta de vuestros años. Madre estaba orgullosa de mí. Tenía que dirigir a todos, utilizar el sentido común y poner guardias en los caminos como para que ningún extraño se acercase. A todo esto no solamente tenía el don de la facultad mental sino que tenía lo que llamaríais el don de la canalización telepática. La misma facultad mental es como que me distorsionaba esa mediumnidad y, en lugar de canalizar como lo hace este receptáculo que me alberga en este momento, yo tenía como visiones, sueños, pesadillas, y en ese momento es como que perdía el control de mi mismo. Había un joven que no se llevaba bien conmigo -se llamaba Hedor- y esa noche, yo, en mi camastro, soñé con él y había entidades oscuras, negras, que lo rodeaban. Al día siguiente me despierto y le cuento a madre lo que había pasado. Y ella me dice: -Has tenido una pesadilla. Todo ser encarnado sueña en cada mundo pero Hedor contó en una reunión de amigos que lo habían invadido unos seres oscuros que le habían hecho hacer cosas. Él tenía en un pequeño corral unos animales muy similares a vuestros conejos y los había estrujado con sus manos hasta matarlos porque esas entidades oscuras que le habían invadido la mente se lo habían ordenado. Eso me preocupó muchísimo porque yo había sido el causante pero sin querer, o sea, el poder de los mentos lo tenía desvirtuado con una mediumnidad extraña y canalizaba entidades del error o quizá demonios que en sueños me manipulaban. Y esos demonios utilizaban en mí ese poder de los mentos como para satisfacer su crueldad, utilizándome para poder torturar en sueños a otros. Y Hedor vivió ese sueño como si fuera un ataque de sonambulismo y estrujó hasta matar a esos animalitos similares a vuestros conejos.
Interlocutor: ¿Te creaste engramas tú con esto?
Entidad: Me creé engramas de impotencia, y de alguna manera es como que me cogió cierto rol de ego porque decía: -Soy omnipotente porque puedo manejar a otros. Pero por otro lado también me causó un complejo de inferioridad porque, a su vez, era manejado por entidades oscuras que desconocía de donde venían. Como Thetán puedo decir que eran demonios que se apoderaban de mí.
Interlocutor: No espíritus del Error, sino demonios.
Entidad: Y espíritus del Error también. Y tú dirás: -¿Cómo? ¿Y tu libre albedrío por qué lo permitió si al tener libre albedrío nadie puede apoderarse de ti, tal y como dicen los Maestros de Luz? Yo mismo…
Interlocutor: De alguna manera les dabas cabida.
Entidad: …de alguna manera le daba cabida porque ese poder de mento que tenía exacerbaba mi ego. Fueron episodios aislados a lo largo de las revoluciones planetarias pero nunca pasó nada grave.
Interlocutor: ¿Cómo te sientes con respecto a esta sesión y todos estos incidentes? Porque ya el tiempo.
Entidad: Me siento como solitario porque en esa vida nunca formé pareja. Tuve relaciones –como todo jerarca las tiene- pero respetando a la mujer, o sea, relaciones íntimas esporádicas pero nunca tuve un compromiso estable porque el jerarca tenía que mantenerse similar a vuestros sacerdotes de algunas religiones -sin pareja- pero sí intimando. Tenía miedo de formar una relación de pareja estable porque tenía miedo de que en mis sueños eses seres oscuros me obligaran a dañar a esa pareja. Entonces no quería compromisos. Cuando cumplí cuarenta y cinco de vuestros años mamá desencarnó. A mis sesenta de vuestros años ya era un jerarca muy magnánimo y muy conocido. Nunca di a conocer esos episodios extraños que pasaban y que de vez en cuando a alguno le cogía un ataque donde le pasaban cosas… dirigido por mí. Había guardias nocturnos con lámparas de aceite en la oscuridad que vieron que unos viajeros se acercaban a nuestra región y mi mente captó que había un ser muy parecido a mí -un mento- de una edad indefinida. Capté su vibración mental pensando que podría ser mi padre pero no tenía nada que ver conmigo. Vi que tenía cierto poder, y en ese momento me cogió miedo porque no sabía lo que podía pasar. Faltaban todavía muchas jornadas y muchos amaneceres para que esos seres llegaran a mi región pero sentí como cierto pavor de lo que podía pasar en ese encuentro ya que hacía muchas jornadas que nadie había llegado hasta nosotros. En el fondo me sentía como incapacitado porque mi poder me excedía. A veces era como que no lo podía manejar. Había ciertos Horlok en el pantano –unos seres muy parecidos a lo que en vuestra mitología se llaman orcos- a los que manejaba con mi poder mental, al punto tal que los sometía. Entonces, ese poder me exacerbaba.
Interlocutor: ¿Ese poder te hizo bajar de plano al desencarnar?
Entidad: No, porque tenía miedo de que ese poder, con esos seres oscuros -que yo, como Thetán, sé que eran demonios- me afectaran el decodificador y me volviera loco. Mi temor era que perdiera la cordura y no supiera quién era yo…
Interlocutor: Cosa que no sucedió.
Entidad: No, pero estuve durante muchas jornadas encerrado en lo que sería mi vivienda delegando en mis ayudantes para que dirigieran las tareas. Me alcanzaban el alimento y yo les decía: -¡Estoy pensando! ¡Dejadme! ¡DEJADME! Me siento bastante más aliviado. Quiero descansar para no someter a este receptáculo con tanta energía que tengo. Gracias, interlocutor, que sé que tienes un Thetán de un nivel altísimo. Gracias.
Interlocutor: Hasta luego, entonces. Hasta la próxima. Y gracias por haber estado.
Testimonio que confirma la validez de Psicoauditación.
En la actual encarnación siempre he padecido un problema físico, no grave pero sí que me incomodaba muchísimo. Se trata de alergia a las picaduras de los insectos, más concretamente, los mosquitos.
Como he dicho, es una situación incómoda para mí, puesto que no solamente era la picadura en sí que desaparece sola –como a mucha gente le ocurre- sino que la zona afectada se inflamaba, formando una roncha blanquecina que provocaba, a su vez, que la piel circundante se me enrojeciera.
Obviamente me trataba con pomadas específicas para tal caso, pero como a veces tenía varias picaduras al mismo tiempo me desesperaba la situación.
Cuando conocí el Grupo Elron entablé amistad con el profesor Jorge Olguín. Más adelante le consulté precisamente a él y me confirmó que ese problema tenía su origen en los engramas conceptuales, o sea, en los que tiene grabados el espíritu en su concepto y que se pueden reactivar en las diferentes encarnaciones.
Por supuesto, yo confié en la palabra del profesor Jorge Olguín y decidí contratarle una sesión de Psicoauditación para que Jarda-El, mi Thetán, eliminase esos engramas conceptuales que me estaban provocando ese trastorno.
Debo confesar que, pasado un tiempo, la Psicoauditación hizo efecto en mí a nivel físico: los mosquitos seguían picándome y me seguía saliendo la roncha pero mi cuerpo estaba reaccionando adecuadamente. Más tarde el profesor Jorge Olguín me confirmó que estaba produciendo anticuerpos, gracias a los cuales los síntomas remiten sin necesidad de acudir a las pomadas.
Éste es mi humilde testimonio que valida totalmente la técnica de Psicoauditación.
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