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Pluralidad de Mundos habitados
Grupo Elron

 

          Nota del Prof. Jorge Raúl Olguín.

 

1ª parte: "Pluralidad de Mundos habitados".


"Altos hermanos de otros mundos frecuentan, con sorpresa y amor, la vasta humanidad transida de desconcierto y soledades, temerosos, sin esperanzas ni en ella misma ni en los demás. Polvos de muchos mundos llevan en sus alforjas. Investigan con buena curiosidad a ese organismo doliente y desorientado que nace, crece y vuelve a nacer sobre el planeta Tierra, en infinitas trasmutaciones incesantes". María Marcio, en "El libro del buen amor".

 

 

Desde siempre, el hombre se ha sentido inclinado a creer en la existencia de vida en otros mundos, no queriendo admitir, ni siquiera como una posibilidad que esté solo en un universo despoblado. De ahí que, aunque no agotó el conocimiento de su propio hábitat, se haya dedicado con ahínco a mirar hacia ese aparente inaccesible orbe celeste, procurando -con un empeño casi religioso- penetrar en él y descubrir sus enigmas.
La pluralidad de los mundos habitados ya fue adelantada por el Maestro Jesús (actual Logos Solar) cuando dijo: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si no fuera así, yo no os lo diría". 
¿Cuál será, entonces, "la casa de mi Padre" referida por Jesús?  Ciertamente que es el Universo, y la inmensidad del Infinito. Sólo una deducción pueril puede justificar la estulticia de que, entre miles de millones de mundos que existen en el Cosmos, el Ser Supremo haya concedido a la Tierra el privilegio de ser la morada de sus hijos; y, consecuentemente, esos soles, esas estrellas y planetas inconmensurables serían una especie de barcos siderales que el Creador puso a navegar en el océano cósmico, completamente vacíos, teniendo como única función servir de regalo a los ojos de los habitantes de nuestro minúsculo planeta.
Sería como si un armador de navíos construyese suntuosos transatlánticos equipados con todos los requisitos de confort y comodidades adecuadas a la vida humana y después los lanzace en los océnaos, sin nadie adentro, atribuyéndoles, apenas, la función de ir navegando sin rumbo ni utilidad alguna; o solamente para ser mirados, exteriormente, por algunos seres de la fauna marina.
En el Tercer Milenio la pluralidad de los mundos habitados, la pluralidad de las existencias y el intercambio del mundo espiritual con la Tierra serán demostrados con la luz de las pruebas irrefutales.

 

 



El hombre, con la colonización de la Luna, dio un paso grandioso en la conquista del Cosmos, y seguramente en un futuro próximo llegará a otros planetas y de ahí a la vastedad del Universo.
Sin embargo, a pesar de esta maravillosa visión del futuro, su obsesión siguen siendo los extraterrestres que nos visitan, cuyos secretos parecen ser tan esquivos como el "abominable" hombre de las nieves o el "monstruo" del lago Ness.

ANTECEDENTES.

Cuando se examinan las numerosas descripciones de los que quizás fueron OVNIs que precedieron a la era del aeroplano se tiene la impresión de que la Tierra estuvo sometida desde hace muchísimo tiempo a la observación de otros mundos y otras civilizaciones.
No obstante, puesto que a lo largo de toda su historia el hombre ha elevado la mirada al cielo en busca de signos y portentos, a veces no resulta fácil establecer la diferencia entre los verdaderos OVNis y los numerosos y rojizos fenómenos celestes que han sido interpretados en formas diversas, como advertencias, estímulos o profecías.

En un párrafo de los anales de Tutmosis III (1500 - 1450 a. de C.), un faraón de la XVIII dinastía podría constituir el primer testimonio acerca de un OVNI visto en la antigüedad: "En el año 22, tercer mes de invierno, a la sexta hora del día, los escribas de la Casa de la Vida... notaron que un círculo de fuego se estaba acercando desde el cielo... su cuerpo tenía cinco metros de ancho y cinco metros de largo... se posaron sobre sus vientres... (luego) fueron a dar cuenta al faraón.

 

Su majestad estaba meditando sobre lo que estaba ocurriendo entonces... estas cosas se hicieron más numerosas que nates en el cielo... brillaban más que el cielo radiante y se extendían hasta los cuatro pilares del cielo. El ejército del faraón observó... Su majestad estaba en el centro... Después de la cena estos círculos de fuego ascendieron a lo alto en el cielo, hacia el sur. El faraón hizo que se quemara incienso paa restablecer la paz en la Tierra, y ordenó que lo ocurrido fuese escrito en los anales de la Casa de la Vida... para que fuese recordado para siempre...".
La ardiente visión presenciada por Ezequiel ha sido citada con frecuencia como un OVNI que aterrizó y posteriormente y posteriromente lo llevó como pasajero.
El canalizador telepático Ramatís,  transmitió el siguiente mensaje, obtenido a través de la mediumnidad:
Pregunta: -Hay quien refiere, en la Tierra, que el asunto de las aeronaves interplanetarias está contenido en las profecías de Ezequiel, en la Biblia.
Ramatís: -Realmente, el asunto está expuesto bajo forma simbólica por Ezequiel durante su cautiverio en la orilla del río Chebar. Los profetas constituyen la voz oculta y anticipada de los acontecimientos futuros; son los cronistas prematuros. En el capítulo 1º, versículo 4, Ezequiel notifica perfectamente la idea de alta velocidad y de los campos radioactivos de las aeronaves, cuando dice en su visión: "...un viento tempestuoso venía del norte, había una gran nube, un fuego revolviéndola y un resplandor en torno de ella. En medio de todo vi la figura de cuatro seres vivientes. Esta era su apariencia: había en ellos un parecido a seres humanos.Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies como pezuñas de becerro que centelleaban a manera de bronce muy bruñido.Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos humanas. Sus caras y sus alas estaban por los cuatro lados.Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante.El aspecto de sus caras era como una cara de hombre y una cara de león al lado derecho de los cuatro, y como una cara de buey a la izquierda de los cuatro. Además los cuatro tenían una cara de águila.Así eran sus caras. Cada uno tenía dos alas extendidas por encima, las cuales se tocaban entre sí, y con las otras dos cubrían sus cuerpos.Cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu los llevaba, ellos iban, y no se volvían al andar.En cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos. Parecían antorchas encendidas que se movían entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y de él salían relámpagos.Los seres vivientes corrían y regresaban a semejanza de relámpagos". 

 


Y más: ... que "del medio de la nube resplandeciente salía una cosa como color de ámbar"; y en vuestro lenguaje actual, el ámbar es un cuerpo amarillo, semitransparente, esto es, el color exacto de las naves extraterrestres.
En el versículo 13, Ezequiel refuerza su visión y confirma las poderosas radiaciones que ya os expusimos antes, cuando comunica: "... eran como brasas de fuego ardiente, con una apariencia de lámparas; y el fuego resplandecía y salían relámpagos".
En el versículo 14 insiste aún en decir que "los animales corrían y se convertían a semejanzas de relámpagos".
Pregunta: -Reconocemos en esas descripciones el tipo de las aeronaves interplanetarias, mas hay quien afirma que también son descriptos ipsis litteris  los discos voladores.
Ramatís: -Igualmente, podréis reconocerlos en los versículos 9º y 10º, cuando el profeta enuncia: "... y he aquí cuatro ruedas juntas a los querubines", o sea, cuatro discos voladores junto a personas de otros orbes;  sobre las cabezas de los seres vivientes había como una bóveda a manera de cristal maravilloso, extendido por encima de sus cabezas.Y debajo de la bóveda, las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra. Cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo.Oí el sonido de sus alas cuando andaban. Era como el sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como el ruido de una muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se detenían, bajaban sus alas.Y cuando se detenían y bajaban sus alas, se oía una voz de encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas.Sobre la bóveda que estaba sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro, y sobre la figura del trono había una semejanza, como de un hombre sentado en él.Y vi una apariencia como de bronce refulgente, como una apariencia de un fuego dentro de ella en derredor, desde la parte de sus caderas hacia arriba; y desde sus caderas hacia abajo, vi que parecía como fuego y que tenía un resplandor alrededor.Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. 

 

 

Más allá, él explica: "... y el aspecto de las ruedas era como de color de  turquesa", esto es, color de aluminio, azulado, con mezcla de cobre, y que, por singular coincidencia, es exactamente la tonalidad de algunos aparatos que suelen avistarse en el presente.
Aún en el versículo 10 cita el profeta: "... las cuatro ruedas tenían una misma semejanza; como si estuviera una rueda dentro de otra rueda", causando espanto su admirable previsión de saber que los discos voladores poseen anillos mecánicos, que los auxilian en el vuelo y que son verdaderas ruedas dentro de la rueda principal, girando en sentido contrario. 

 

 

En los versículos 11, 16 y 17 del mismo capítulo 10 se nota la preocupación del vidente en comunicar que "donde iban los animales, iban las ruedas también"; revelando que las naves interplanetarias simbolizadas en los "animales" transportaban los discos en su interior, llevándolos adonde iban. En el versículo se afirma que "las ruedas etaban llenas de ojos", confirmando que esos discos voladores no poseían ventanas comunes y sí escotillas esféricas, que recuerdan las aberturas en los cascos de los transatlánticos.
La propia energía magnética que la nave principal suministra para la propulsión de los discos y sin la cual éstos no se moverían fue prevista por Ezequiel con sagacidad, pues en el versículo 21, del capótilo 1º, dice: "...porque el espíritu del animal estaba en las ruedas"; pudiendo ser traducido, ipsis literis: "La energía magnética de la aeronave principal estaba en los discos".
Hay cierta claridad en identificar a los extraterrestres en la profecía de Ezequiel, pues él describe lo siguiente en el versículo 8 del capítulo 1º: "...Y tenían manos de hombres debajo de sus alas...", cuya descripción nos recuerda, muy bien, las protuberancias que pueden poseer ciertas razas lagartos en los omóplatos, sobre los brazos (piensen, con criterio abierto, que en cada galaxia hay entre cien mil y trescientos mil millones de soles, y son infinitas las variedades en que la vida inteligente se desarrolló).
Ezequiel notifica otro hecho expresivo en el versículo 13, capítulo 10, cuando asegura: "Y, en cuanto a las ruedas, a ellas se las llamó a mis oídos de ´galgal´, de cuya palabra se deduce la corrupción del verbo galgar, que equivale a elevarse, subir, alinear, subir repentinamente, elevarse velozmente, saltar, etcétera, o sea, la representación exacta y dinámica de los movimientos rapidísimos  que ejecutan los referidos diseños en sus excursiones y movimientos, que tanto espantan a los terrícolas.
A principio de la década del ´70 fue objeto de una investigación la visión presenciada por Ezequiel, cescripta en el libro alemán "Da tat sich der himmel auf" (Los cielos se abrieron), publicado en inglés con el título "The spare skips of Ezequiel" (Las naves espaciales de Ezequiel).
Fue escrito por Josef Blumrich, un diseñador e ingeniero de cohetes que en esa época trabajaba con la NASA, en Hunsville, Alabama.
El doctor Blumrich comenzó su trabajo con la intención de desvirtuar la creencia de que la visión de Ezequiel fuera realmente una nave espacial. Sin embargo, a medida que avanzó en su investigación, advirtió que las detalladas alusiones de Ezequiel a la aparición que había visto tendrían perfecto sentido si las "ruedas dentro de las ruedas" se hubiesen referido a una propulsión similar a la del helicóptero, que habría permitido al cohete central flotar sobre la Tierra. 

 

 

Comprobó también que los procesos habituales de aterizaje y despegue de cohetes eran clara y detalladamente descriptos por Ezequiel, cuando habla de los colores cambiantes según la velocidad, la explosión del viento, la velocidad de aterrizaje e incluso el traje del ocupante, con apariencia de tejido de asbesto.
En vista de todo ello, Blumrich modificó su tesis y escribió un libro diametralmente opuesto al que había empezado, determinando por medio de referencias bíblicas no sólo que Ezequiel había visto una nave espacial repetidamente, sino que el ser descripto por él era, sencillamente, ¡su capitán!
La descripción de Ezequiel, dice por su parte, Charles Berlitz, en su bien documentado y famoso libro "El triángulo de las Bermudas", no es sino una larga serie de relatos históricos acerca de lo que podrían haber sido los OVNIs en la antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento y la primera época moderna.
Las diferentes formas en que los observadores los ha descripto a lo largo de los siglos resultan curiosas, variadas y a menudo divertidas. Pero su misma variedad parece proporcionar una línea de relatos que se van confirmando, cuando pensamos que los que los vieron se han referido a ellos con el vocabulario que resultaba más natural a sus mentes desconcertadas.
Podríamos suponer, por ejemplo, que Ezequiel utilizó términos como "león", "buey" y "águila" para describir algunas de las características de la nave, comparando lo que era tal vez el mecanismo de aterrizaje con el pie de una res (descripción, por cierto, bastante adecuada), ya que él, que pertenecía a una economía pastoril, estaba familiarizado con aquellos animales salvajes y domésticos.
Alejandro El Grande comparó los objetos voladores que interrumpieron la marcha del ejécito griego por el río Jaxartes hacia la India, allá por el 320 a. de C. con "grandes y brillantes escudos plateados", descripción que se justifica por su profesión guerrera.
Así, en cada época, y de acuerdo con el pintoresquismo de quien los veía, los OVNIs fueron llamados de distintas formas: "discos celestiales", "escudos ardientes", "ardientes ruedas giratorias", etc.

 



En la era de los descubrimientos y las exploraciones, los viajeros celestiales asumían, a los ojos de los observadores, el aspecto de barcos, y más tarde, cuando se inventaron los globos, los OVNIs fueron descriptos en Francia como "brillantes globos rojizos".
Durante el siglo XIX, en la ciudad de Vermont, famosa por sus telares, los que los veían los denominaban "husos aéreos".
Por último, en nuestra época, los hemos llamado "platillos volantes" u "objetos con forma de puro".

Nota de tapa de "Crónica del fenómeno OVNI", suplemento del diario Crónica, del 11/10/2000.


2ª parte: "¡Disparen sobre el OVNI!"