Índice

Análisis de la Orden del Rombo

Grupo Elron

 

Sesión del 01/11/2025 La invocación de la Orden del Rombo

 


 Sesión del 01/11/2025

Médium: Jorge Olguín.

Entidades que se presentaron a dialogar: Johnakan Ur-El.

 

Año 600 de la era de Axxón, Johnakan nos relata los inicios de la Orden del Rombo en Gaela. Aunque en un principio sus fundamentos estuvieran basados en la existencia y las palabras y obras de Axxón y como un centro cultural hubo cambios profundos que desembocaron en una institución de poder.

 

Sesión en MP3 (1.277 KB)

 

Sesión grabada por Johnakan.

 

La invocación de la Orden Rombo.

 

Johnakan: Corría el año 600 de la era de Axxón, en los profundos sótanos del convento de Santa Águeda no resonaban los cánticos gregorianos sino el siseo de la tiza, la tiza que al trazar la figura geométrica daba nombre a la Secta "La Orden del Rombo".

 

La Orden del Rombo se presentaba al mundo como un claustro de estudio y contemplación, sus miembros en el año 600 eran conocidos como los hermanos del Ápice, vestían túnicas grises sin ornamentos y hablaban con una mansedumbre artificial que helaba la sangre. Pero la verdad era fe de la Orden no estaba en el año 600 en Axxón clavado en el rombo sino en su espíritu supremo. Pensaban que el espíritu de Axxón era un ser suprafísico sin nombre que habitaba más allá del entendimiento humano y cuya única puerta de acceso era el punto de convergencia de los cuatro vértices del rombo perfecto.

 

El padre superior, un hombre de rostro pálido y manos inquietantemente delicadas, ¡ja, ja, ja!, llamado hermano Elías, no rezaba.

¿Rezar, orar? No, él calculaba, su biblia eran tratados arcanos de geometría esotérica y su altar una losa de basalto pulido en el centro de la cripta principal. La maldad de la Orden del Rombo no era el derramamiento de sangre burdo sino una sofisticada y gélida crueldad metafísica. Creían que la figura del rombo fuera activada y abriera la grieta hacia el ser suprafísico y para ello era necesario un sacrificio de pureza y equilibrio en los cuatro vértices.

Vértice uno: La fe ciega. Necesitaban la abdicación total de la voluntad de un creyente inquebrantable.

El segundo Vértice: La razón rota. Requerían la mente de un genio que se rindiera voluntariamente al absurdo, ¡je, je, je!

Vértice tres: El amor traicionado. Exigían el corazón de un amante devoto al que se le arrancara su afecto en el momento de la verdad.

Y el cuarto: La vida inocente. Y lo más terrible, el aliento final de una vida sin mancha, generalmente un niño para que el rombo quedara perfectamente balanceado en el plano suprafísico.

¿Hasta dónde llegaba el absurdo, hasta dónde?

 

El hermano Elías ya tenía a sus cuatro componentes listos, obviamente en celdas separadas. Esa noche el aire dentro del convento estaba tenso, cargado con el olor a incienso, azufre y miedo.

Guió a sus hermanos del Ápice cada uno portando una vela de cebo a la cripta. La losa de basalto brillaba bajo las luces, en ella la nueva figura del rombo estaba recién grabada, Elías no gritó plegarias susurró fórmulas matemáticas que sólo él entendía, o creía entender. Las víctimas fueron traídas una a una atadas con cuerdas de seda negra mientras los hermanos forzaban a cada alma al borde de la locura o la muerte, rompiendo la fe del creyente con herejías susurradas destrozando la razón del genio con paradojas insoportables.

 

El padre superior mojaba sus dedos en un ungüento negro y presionaba la tiza en los vértices del dibujo del rombo. Cuando el pequeño grito final de la vida inocente se ahogó en el basalto y el último vértice fue sellado, el rombo no brilló, se hundió. Un sonido chirriante como millones de uñas rascando pizarra llenó la cripta, el aire se hizo pesado y frío y de la losa de basalto ya no emergió una figura geométrica de luz sino un vacío que absorbía toda la luz, todo el sonido, toda la esperanza. El hermano Elías sonrió-

 

¿Pero era una risa? No, era una mueca aterradora y auténtica, había abierto el camino, lo que salió de la grieta no tenía forma de rombo, ni de hombre, ni de bestia, era un demonio corporizado de color negro profundo, un matiz que no existía en este universo y que al ser percibido causaba una emoción insana y una certeza absoluta; la realidad, ¡je, je!, la realidad era una broma cruel y el sufrimiento era el único lenguaje verdadero. ¡Aaah!

 

Los hermanos del Ápice al contemplar el color no murieron, se transformaron, sus ojos se vaciaron de blanco y sus bocas se estiraron en sonrisas babeantes, con su cerebro fundido, se convirtieron en autómatas de la crueldad listos para salir al mundo y propagar la fe del rombo. La creencia de que la tortura bien ejecutada era la más alta forma de arte y la negación de la vida el único acto de piedad.

 

La Orden del Rombo se dispersó en el anonimato del mundo, cada uno con una sonrisa vacía, listos para buscar nuevos vértices, nuevas víctimas y trazar su malvado patrón geométrico en el corazón de la civilización. El Rombo se había cerrado y su maldad había comenzado.

 

Medio siglo más tarde todos los hermanos del Ápice habían muerto, pero la Orden del Rombo siguió ya sin geometría, ya sin sacrificios vanos, pero no era mejor se había transformado en cruel inquisición.

 

Hasta todo momento.