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El poder de la palabra

Grupo Elron

 

(La reacción del ego)

EL PODER ficticio DE LA PALABRA

Nota basada en las canalizaciones del Prof. Jorge Olguín.

Un profesor nunca experimenta, sino que enseña. Mi primera enseñanza es que no deben reaccionar a las palabras, porque las palabras no tienen ninguna fuerza. La fuerza se las da uno. Ustedes me pueden dar un poder de agredirlos que yo no tengo (ni tampoco nadie tiene). Tengan en cuenta que cuanto más susceptible es una persona, más débil es.  Lo que el trabajo interno logra es hacerlos fuertes. Y es fuerte el que no le da ningún poder al otro. Lo único que tienen que hacer es quitarle al otro el poder que le dieron. Y como profesor me sentiré satisfecho cuando vea que nada de lo que dice otra persona les hace reaccionar. Si primero no aprenden esta lección, nunca podrán ver la enseñanza más profunda que hay detrás de mis palabras. 
Un fuerte y sincero abrazo a todos.

 

DEL DICCIONARIO TÉCNICO DE PSICOINTEGRACIÓN

Poder ficticio de las palabras. Gr Elron. Autoridad que le damos a determinadas palabras para alterar nuestro ánimo. Es una autoridad inventada, porque las palabras no tienen más potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos decidimos otorgarle. Para probar que no la tienen, basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena "¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni siquiera una millonésima del pelo de un cabello. Ninguna palabra tiene poder para molestar a nadie, a menos que uno mismo le haya dado ese poder. Y si le hemos dado poder a determinadas palabras para que quien las pronuncie nos moleste, la única alternativa que nos queda es retirarles el poder que nosotros mismos le hemos dado. ¿Puede haber algo más paradójico que darle poder a determinadas palabras para molestarnos y luego echarle la culpa a quien las pronuncia?

 

2ª parte

Nota basada en las canalizaciones del Prof. Jorge Olguín.

 

Sobre el Poder de la palabra

Por Claudia Ivette

 

Estimado Prof.:

Respondo a  su concepto:

 

 

 Comprendí el título de su definición; aparentemente es inadecuado... aplicada la lógica y hermenéutica, se comprende perfectamente.

 

 

A.) "Autoridad que le damos a determinadas palabras para alterar nuestro ánimo". Considero que será adecuado si en lugar de utilizarse "autoridad", se utilizara algún término más específico (con menor margen interpretativo): existen algunos aplicables a su idea, disponibles en Psicología. Por otro lado, no creo que otorguemos tal "autoridad" a determinada palabra con intención de alterar el ánimo. Le interpreto..., pero opino que carece de fundamento lógico esa aseveración.

 

B) "las palabras no tienen más potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos decidimos otorgarle". Eso es parcialmente aplicable: nosotros, en efecto determinamos qué uso y significación "otorgamos" (como dice), a una palabra: en ése sentido "cada quien su mundo" con sus palabras (y claro, la forma en que interprete las "demás" palabras)... pero no por ello debemos dejar de tomar en cuenta que hemos adquirido ese lenguaje mediante una "herencia" cultural y varias series significativas de fenómenos que han dado forma a nuestro propio lenguaje.

 

C.) "Para probar que no la tienen, basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena "¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni siquiera una millonésima del grueso de un cabello." Yo creo que aquí ya está utilizando un sentido un poco distinto al anterior... el ejemplo no es muy congruente con la significación que arriba establece. 

 

D.) "Cada uno crea sus propios estados de ánimo o, expresado de otra manera, los seres humanos no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que de ellas hacen" (Epícteto). El ofensor, por lo tanto, siempre es uno mismo.
¿Ve? esto es un extremo... y probablemente tenga origen en que olvida que nuestro medio también nos condiciona... en menor grado si uno decide trascender a éste, pero no estamos del todo exentos. 

 

E.) "...que los insultos me molesten sí o sí y yo no pueda hacer nada al respecto. ¿Captas la idea? "  
Esto último no. Lo anterior quedó muy claro... esto lo contradice.

 

 

Estimada Claudia: Te escribo para efectuar algunas aclaraciones.

Te voy transcribir una de las definiciones del Diccionario Técnico de Psicointegración, que es uno de los libros básicos del Grupo Elron:

PODER FICTICIO DE LAS PALABRAS. Gr Elron. Autoridad que le damos a determinadas palabras para alterar nuestro ánimo. Es una autoridad inventada, porque las palabras no tienen más potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos decidimos otorgarle. Para probar que no la tienen basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena "¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni siquiera una millonésima del pelo de un cabello. Ninguna palabra tiene poder para ofender a nadie, a menos que uno mismo le haya dado ese poder. Y si le hemos dado poder a determinadas palabras para que quien las pronuncie nos ofenda, la única alternativa que nos queda es retirarles el poder que nosotros mismos le hemos dado. ¿Puede haber algo más paradójico que darle poder a determinadas palabras para ofendernos y luego echarle la culpa a quien las pronuncia?

Lo que quiero significarte, Claudia, es que nada de lo que se me diga puede molestarme en lo más mínimo porque las palabras no tienen ninguna fuerza, a menos que yo se las dé. Pero una cosa es decidir, libre y autodeterminadamente, que me voy a serntir molesto por los insultos  de determinada persona y otra muy distinta es que los insultos me molesten sí o sí y yo no pueda hacer nada al respecto. ¿Captas la idea? Y de paso te voy a dar otra definición sumamente importante, que si la comprendes a cabalidad puede salvarte la vida (te aclaro que la humanidad puede tardar muchos, pero muchos años antes que pueda captar las ideas subyacentes en estas definiciones, porque implican un cambio de estado de ser, es decir, tiene que pasar del estado de homo sapiens al estado de homo novis):

PERDÓN. Dic. Acad. Acción de perdonar, es decir, de remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa el perjudicado por ello. ║ Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.Gr. Elron. Acto de soberbia, proveniente del Ego, por el cual el individuo que considera haber sido ofendido, en un gesto ostentosamente magnánimo, absuelve al supuesto ofensor. El perdón implica ofensa, es decir que para que alguien pueda perdonar, primero tiene que haber sido ofendido, pero como nadie tiene el poder para ofender a nadie a menos que uno le haya dado ese poder, resulta que, paradójicamente, el perdón nunca debería recaer sobre la persona que supuestamente nos ofende sino, en todo caso, sobre uno mismo, por haberle dado tan neciamente cabida a la ofensa. Cada uno crea sus propios estados de ánimo, o, expresado de otra manera, "los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que de ellas hacen" (Epícteto). El ofensor, por lo tanto, siempre es uno mismo: te ofenden porque te ofendes. De ahí que cuando alguien perdona una ofensa, lo único que está haciendo, en realidad, es desligarse de la responsabilidad que le cabe por ser su propio ofensor para trasladarla a otro.

Con respecto a la palabra autoridad, está perfectamente empleada, pues la definición del diccionario la traduce por potestad, que significa dominio, poder, juridicción o facultad que se tiene sobre una cosa. Cuando yo hablo de dar autoridad a determinadas palabras, significa que le estoy dando dominio o poder sobre mí. Entonces, está correctamente empleada.  Lo que quiere significar la definición es que las palabras no tienen la fuerza de coacción que podría tener un arma que te está apuntando. ¿Se entiende?  Uno puede decidir si la palabra te molesta o no.

Un fuerte abrazo.

 

 

 Apreciado prof.:

 

Respecto de la definición de perdón...

 

Lo siguiente son puntos de vista muy personales. Escribe: "Acto de soberbia" ¿el perdón es un acto de soberbia? Tal vez tengo una idea de soberbia muy distinta a la de Ud. Luego agrega:"en un gesto ostentosamente magnánimo". No diría que es siempre magnánimo (la forma en la que expresa esta magnanimidad me recuerda a los mártires y con todo respeto, los mártires me aburren)... considero que el perdón es más un acto de sabiduría y nobleza que de magnanimidad. Es cierto que el perdonar implica comprender el origen de nuestra propia ira. Y también es cierto que aprendemos de nosotros mismos al perdonar... por eso, considero que la cuestión es más de sabiduría que de magnanimidad...

 

También hay que procurar no caer en los extremos: "por haberle dado tan neciamente cabida a la ofensa" digo, existe voluntad para otorgar sólo "el poder" necesario a las palabras, pero no toda la responsabilidad reside en nosotros... cada quien tiene sus límites de paciencia... si no, ¿por qué abogar por la tolerancia y el respeto?

 

Un cálido saludo:

Claudia Ivette.

 

 

 

Estimada Claudia: Lo que quiere decir (traducido a un lenguaje básico) es que si alguien me ofende, ese "poder" se lo estoy otorgando yo... mas si mi Ego está integrado, esa supuesta ofensa no me hará mella, como no me hace mella si un niño de 3 años me saca la lengua. Esto significa que si soy extremadamente susceptible de lo que pueda decir mi entorno, será porque doy desmesurada importancia a esa opinión, y eso DAR el poder al otro. ¿Sí?

Con respecto al Perdón, creo humildemente que se refirió a que si perdoné, es porque primero prejuzgué... y solo se prejuzga desde el Ego. Si no permito que nada me humille no me veré precisado a perdonar... ¡porque no tendré nada que perdonar!  Eso quiso plantear.

Un cálido abrazo: Jorge Olguín.

 

 

Jorge: Supongo que lo que quisiste decir en realidad es: Con respecto al Perdón, creo humildemente que se refirió a que si perdoné, es porque primero juzgué... y solo se juzga desde el Ego. Si no permito que nada me humille no me veré precisado a perdonar... ¡porque no tendré nada qué perdonar!  Eso quiso plantear.

Te lo comento por dos razones: porque pienso que decir primero prejuzgué es redundante. Además, la definición de "prejuzgar" es:  Juzgar de las cosas antes del tiempo oportuno, o sin tener de ellas cabal conocimiento y de "juzgar" es: Formar juicio u opinión sobre algo o alguien

Es indudable, a mi juicio, que te querías referir a juzgar y no a prejuzgar. Te dejo a tu criterio hacer o no la aclaración.

 

 

El Ego no juzga, porque el juicio puede ser parcial o imparcial, pero se basa en fundamentos (sólidos o no).  En cambio, el prejuicio NUNCA tiene fundamentos...
¡y ahí sí es el Ego el que prejuzga!
Por otro lado, decir primero prejuzgué no es redundante, salvo que luego se enjuicie. Se puede prejuzgar, luego entrar en arrepentimiento, después perdonar... y caemos otra vez en que el perdón (ese perdón) se otorga desde un prejuicio previo.
Un saludo: Jorge Olguín. (*)

 

 (*) Un caso similar al del perdón es el de la tolerancia. El escritor Marcos Aguinis, a quien conozco personalmente, examina en su libro "Las raíces del odio" las guerras étnicas modernas y el antisemitismo, este último con su diabólica culminación, el Holocausto, y evoca el intercambio epistolar entre Einstein y Freud a comienzos de la década del ´30, e impugna la validez de la palabra tolerancia. Señala que ese vocablo "carga a veces una oculta dosis de soberbia. Se derrama desde las alturas y transmite la despectiva generosidad del poderoso, algo así como aguantar o resignarse ante lo molesto para evitar males mayores". Propone entonces reemplazar la palabra tolerancia por respeto.

 

3ª parte

 

Nota  realizada por el Prof. Jorge Olguín.

 

El Perdón

 

Si un amigo me traiciona o una pareja me engaña, yo podré perdonarlos o no, de acuerdo a mi sentir... y a que mi espíritu conciliador venza al rencor (cuidado, eso sería ego) o que mi dignidad dé por terminado el asunto. Ese perdón no tendría que ver con ninguna pose "paternalista" ni condescendiente.
El otro perdón es cuando creemos ser ofendidos (nuestro ego se ofende) y prejuzgamos a la persona sin saber los motivos de su supuesta agresión: Es una arpía, no tiene argumentos, su criterio no sirve, no sabe lo que dice, es hueca, etc. Prejuzgamos su comportamiento, sus palabras (tenga razón o no), sus acusaciones (sean valederas o no)... ¡porque nos sentimos heridos! ¿Y qué acusa la herida? ¡Nuestro Ego! Porque le damos importancia a los actos, a las palabras, al criterio de esa persona o a la opinión que tiene de nosotros. ¿Quién hace valer el argumento de esa persona? ¡Nosotros! Me corrijo: ¡Nuestro Ego! Y ese ego manupilador es el que después dice (internamente) en un acto de perdona vidas (condescendiente): Perdonemos a la cretina, disculpemos a la hueca, olvidemos sus frases hirientes... ¡y el ego perdona desde la hipocresía... porque mientras perdona sigue prejuzgando!
Por eso no existe el perdón desde el prejuicio... y si no prejuzgo, no voy a perdonar... ¡porque la supuesta ofensa pasará inadvertida en mí!
Si no me ofendo porque un perro me ladra (y no lo prejuzgo), ni porque una PC se traba o se cuelga (y no la prejuzgo, pues sería un psicótico si así lo hiciera), ni porque un niño me saca la lengua (prejuzgar un niño sería ponerse "a la altura")... ¿por qué me ofendería una persona más grande? ¿Será porque YO (mi ego) la tengo en cuenta? ¿Y por eso la prejuzgo? ¿Y por eso, luego, la perdonaría?
¿De qué la tengo que perdonar? ¿De que YO me permití ser susceptible? ¿De que YO le dí PODER a sus palabras?
Depende de mí el ser tolerante, pero no la tolerancia que se derrama desde las alturas, como dice Marcos Aguinis... no la tolerancia de resignarse ante lo molesto para evitar males mayores... si no desde el respeto. Porque depende de mí también el ser comprensivo... y saber que hay personas que tienen su límite... como yo tendré el mío, no me cabe duda. No le podemos pedir peras al olmo... pero sí podemos tratar de que nuestros Yoes dejen de ser lastres, sí podemos intentar integrar el ego. Él es el antagonista, no la otra persona... entendiendo eso comprenderemos todo.

Jorge Olguín.

 

Hay un mítico relato de Buda basado en estas enseñanzas:

Estaba el Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra. Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido. Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, y les ordena a los discípulos, que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción diciéndole:

-"Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida. Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente esto de ver la unidad en todo".

Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del Maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.

A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida:

-No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me acepte junto a Usted. Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo:

-Usted es libre de quedarse con nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo.

El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el Maestro de la Compasión, a lo que el Buda respondió:

-Entiéndame, claramente... para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es quien puede perdonar. Después de haber odiado, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad y se considera a sí mismo muy sabio, perdona a aquel ignorante que le causó una herida- Y continuó: -No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo. Quien ama, ya no necesita perdonar.
El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita:
-Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en su soberbia están todavía llenos de rencor y les va a gustar mucho que usted les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y usted también va a estar contento y tranquilo por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado.

Y así fue.