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Crónicas de Sargón
Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Primera parte - Sesiones Raeldan

Sesiones

Enero/10

19/01/10

Enero/10

05/02/10

25/02/10

25/02/10

26/02/10

26/02/10

01/03/10


 

Sesiones de enero 2010
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Se hace un resumen de la historia de una federación de múltiples planetas liderada por el planeta Sargón 4, su gobierno, guerras, personajes... Ra-El-Dan detalla una vivencia que le marcó.

 

 

Sesión 1 en MP3 (1.212 KB)

 

            Entidad: Estoy aquí de nuevo comunicado con vosotros. Mi nombre es Ra-El-Dan.

 

            No sé cómo conceptuar la historia para que este receptáculo la pueda transmitir a lenguaje hablado y que sea entendible. Podría empezar con la historia en sí pero quizá no sería fácil de comprender, fácil de asimilar.

 

            Existió un planeta llamado Sargón 4 a 12.000 años luz de Sol III. Corría el año 6.200 de la Era Galáctica según los patrones de Sargón y esto ocurrió hace 3.800 años. A partir del 5.800, Sargón 4 comenzó a anexar territorios de planetas y sistemas solares cercanos. Llegó a formar una federación de cincuenta mundos pero no sometidos bajo ninguna tiranía, todo lo contrario; era una federación próspera donde todos los mundos tenían los mismos derechos que Sargón 4 si bien en Sargón 4 estaba el gobierno central.

 

Cien años después –según medidas de Sol III- en 5.900, la Federación de Sargón se topó con el Imperio Mordon, una raza reptiloide que dominaba treinta sistemas sometiéndolos bajo el terror. Claro, se produjo una tremenda batalla, todo quedó en naves destruidas y durante un año hubo como una especie de impasse. Evidentemente, la raza reptiloide no pensaba encontrarse con tanta resistencia, volvieron a atacar. Hubo cientos de batallas, cientos de batallas.

 

Cien años después, en 6.000, la Federación Sargón acabó con todo el Imperio Mordon sumando para sí los treinta mundos. Obviamente había mucha desconfianza porque los mundos sometidos por los reptiloides Mordon estaban con hambre, pobreza, enfermedades. La situación sanitaria de esos mundos era lamentable, pero bueno, la Federación Sargón mandó ayuda sanitaria con cientos de naves a cada mundo y en cincuenta años esos treinta mundos llegaron a equiparar a los otros cincuenta. La Federación ya contaba con ochenta mundos todos con prosperidad. Pero así como vosotros, en Sol III, no os conformáis nunca con nada, nunca, en 6.050 hubo una rebelión.

 

Tanta historia, tanta historia, tanta historia… Pensemos que a partir del 5.500 comenzaron viajes estelares largos, en 5.800 se comenzaron a anexar territorios de planetas distintos, en 5.900 la gran batalla que terminó en el 6.000 y se dominó a los reptiloides. En tanto los cincuenta de vuestros años, los treinta mundos sometidos llegaron a tener el mismo estatus de prosperidad que los otros cincuenta mundos. ¿Por qué la rebelión? Porque siempre hay hombres que surgen y buscan grandeza para sí y no para los habitantes de los mundos, como si en el plano físico vivieran eternamente. Obviamente, hubo una rebelión hubo una consiguiente escisión y treinta y cinco planetas de la periferia del brazo galáctico declararon la guerra a Sargón. Esto fue en 6.050.          Es una guerra que dura hasta hoy. Hasta hoy, que es el 6.200. Dios, Dios, Dios… Querido Dios.

 

En el 6.200, en Sargón 4, uno de los grandes políticos era el ministro Obradín que se había casado con una bellísima mujer que luego fue concejala, Arduana. Obradín y Arduana tuvieron un sólo hijo, Ascardín, en el 6.200. Ascardín pasaría a la historia como un guerrero, como un militar, como un comandante. No hizo uso de las ventajas que daba ser hijo del ministro Obradín y de muy joven se alistó en la Policía Espacial, comenzó como copiloto de Brendanar. Brendanar era un experto piloto en una pequeña nave, Sargón-7, uno de los modelos más nuevos de ese sistema y Ascardín, con perfil bajo, fue copiloto de Brendanar aprendiendo todos los secretos del manejo de los espacios planos. Recorrían el sistema planetario vigilando las colonias de los satélites de los gigantes gaseosos del sistema, porque aunque parezca insólito, independientemente de la guerra galáctica que había, en el sistema de Sargón había piratas espaciales que saqueaban toda nave de carga, y el más temible era Atomsar, un ser absolutamente despiadado a quien Ascardín, en algún momento, le iba a dar caza.

 

            No voy ahora a relatar esa historia, solamente voy a decir que Ascardin fue creciendo, haciendo méritos, sin desmerecer a Brendanar, el excelente piloto. Ascardín enseguida se hizo notar y no por ser hijo del ministro Obradín. Finalmente lo nombraron comandante de una de las flotas principales para luchar contra la rebelión de los treinta y cinco mundos en la periferia y se armó una verdadera guerra en la galaxia, porque ya no eran hombres –porque eran similares a los de Sol III- contra reptiloides sino era la misma raza que peleaba entre sí, escindida.

 

            Treinta y cinco planetas de la periferia contra cuarenta y cinco planetas de más al centro de uno de los brazos galácticos.

 

            En pocos años, Ascardín fue -para los pilotos recién iniciados- como el héroe aquel a quien todos querían imitar.

 

            Bueno. Este es, más o menos, el preámbulo. Este es, más o menos, el preámbulo de lo que yo quería relatar.

 

 

 

Sesión 2 en MP3 (1.463 KB)

 

            Entidad: Se comunica con vosotros Rael-Dan relatando una historia que, de alguna manera, tiene que ver con la Federación de Sargón 4. Pero ahora voy a hablar de mí.

 

            Abrí los ojos. Tenía frío. Me tocaba el rostro y llevaba una descuidada barba de varios días. Me miré las ropas y estaban casi destrozadas. Me encontraba débil, quizá hacía un par de días que no probaba bocado y me sentía muy mal.

 

            -¡Eh! ¡Tú! ¡Largo de aquí! -El sereno de la fábrica donde estaba se había acercado.

 

            -No me pegue. -Me protegí el rostro con los brazos.

 

            -Cálmate, cálmate, sólo quiero que te largues.

 

            -Ya me voy. No se enfade.

 

            Me tambaleé apoyándome en los tachos de basura para no caerme. Fui sujetándome de la pared, alejándome lentamente. Me sentía pésimo: dolor de estómago, me dolían los brazos, me dolía todo el cuerpo, todo el cuerpo. Mientras me alejaba me di vuelta y vi que el sereno se rascaba la cabeza. Quizá se preguntaba cómo llegué yo a ese sector de la colonia sin haber sido visto por las autoridades. ¡Ah!, ahí no terminaba la cosa; iba caminando por un callejón en esa obscura ciudad de ese obscuro mundo y dos hombres con cara de pillos se acercaban burlándose, riéndose de mí y me cortaban el paso. Uno me empujó, el otro me atajó y me volvió a empujar y caí al piso.

 

            -Por favor, por favor, déjenme, déjenme… -Me volvieron a cerrar el paso.

 

            -Je, je, je, oye amigo, ¿por qué estás tan amargado?, ¿no tienes sentido de la diversión?

 

            Me palmearon con fuerza pero la espalda me dolía como si hubiera recibido una golpiza.

 

            -Por favor, quiero dormir…

 

            -¿Qué dices? ¿Nos estás diciendo que nos vayamos?

 

            Uno me sujeta del cuello y se escucha una voz de mujer.

 

–¡Alto! ¡Alto ahí!

 

Los hombres se dieron cuenta y yo levanto la vista y miro una bella joven de rojos y largos cabellos, hermosa, alta, parada a tres metros. Las piernas abiertas con largas botas negras, las manos en la cintura, los ojos verdes, fríos, congelados, dominaban la escena.

 

            -Ja, ja, mira, –le dijo un pillo al otro- es una hermosura.

 

            -Así es. Dejemos a este errante y encarguémonos de la chica.

 

            -Con la mirada helada ella dijo: -Dejen de hablar y lárguense.

 

            -¿Has escuchado, Oank? Nos llamo… Nos insultó.

 

            -Ya lo sé, pero ahora verá quienes somos nosotros.

 

            -¡Fuera, tú!

 

Me empujaron contra la pared.

 

-¡Ay! Sentí como un golpe... ¡Aaaah! Levanto la vista y los veo lanzados por el aire y a los dos, uno cayó sentado y otro dio con la cabeza en el piso sintético y quedó desmayado.

 

            -¡Llévate a tu amigote, rápido! –le dijo la pelirroja- y tienes suerte, rufián, que hoy no tengo ganas de jaleo. ¡Lárguense!

 

            -Nosotros sólo queríamos bromear…

 

            -¡Váyanse!

 

            La muchacha me observó y su mirada se descongeló algo, se dulcificó.

 

-¿Cómo te llamas?

 

            -No lo sé.

 

            -Está bien, ¿pero de donde vienes? O sea, ¿no eres de aquí?

 

            -No sé… Sé que me duele mucho la cabeza, me duele demasiado la cabeza.

 

            -Ven conmigo, te atenderé en casa.

 

            -Está bien. -Me ayudó a caminar.

 

            -¿Tienes hambre?

 

            -Sí. Y tengo mucho sueño.

 

            -No sé por qué hago esto pero yo te atenderé. Sígueme.

 

            -¿Cómo te llamas?

 

            -No sé, de verdad que no sé… no me acuerdo de nada.

 

            Me tuvo quince días en su casa. Todos los días venía un médico, un hombre grande, de barba. Era raro porque casi ninguno de la gente que yo veía usaba barba. Sí bigotes pero no barba. El hombre se llamaba Jozen.

 

            -Hace quince días que lo tienes en tu casa, debes dejar que lo interne.

 

            -No.

 

            -¿Por qué no, Martial? En el hospital espacial de neurología y psiquiatría le darán los cuidados necesarios.

 

            -No, doctor, él no está loco y conmigo está bien.

 

            -Martial, yo lo revisé, no le encontré ninguna mejoría. Sufre un estado amnésico, no sabe su nombre ni de donde viene, tiene un temor constante por todo, hacia todos.

 

            -¡Es verdad, es verdad, es verdad! –asintió la muchacha- parece un chico desvalido.

 

            -Sin embargo –le cortó el doctor- puede ser peligroso, no sabemos si posee una furia latente escondida en su interior…

 

-¡Ja, ja, ja, ja! Tonterías… No, es un joven dócil incapaz de causar el menor daño a nadie.

 

            -De todas maneras, tú eres una chica soltera y muy bien parecida. No creo que sea bien visto en la colonia que tengas a un hombre bajo tu mismo techo.

 

            -Mire doc, usted bien sabe, y perdóneme, que yo desprecio a todo el género masculino. Yo soy guerrera, practico todo tipo de combate a mano limpia, con armas, no conozco hombre que me haya vencido. Los hombres nos siguen mirando como objetos sexuales y no tienen capacidad para apreciar en nosotras otras virtudes más espirituales.

 

            -No todos somos así, Martial.

 

            -La gran mayoría lo es y cuando se topan con una mujer de verdad no saben cómo hacer para conquistarla. Se pavonean ante nosotras sin saber que sólo terminan haciendo el ridículo.

 

            -Y bien, tú tienes un hombre en tu casa, ¿qué tienes que decir?

 

            -Es distinto, -Martial dulcificó la sonrisa mirándome, me miraba con una risa como diciendo, ¿qué puede hacer él?- no tiene maldad en la mirada, sus escasas palabras no cargan dobles intenciones, aparte, los comentarios adversos me resbalan por la piel sin llegar a dañarme.

 

            -¿Y qué queda haciendo cuando tú te vas a trabajar al sembradío del sector G?

 

            -Le dejo comida preparada, doc, y las lecciones del día.

 

            -¿Lecciones? ¿Cómo lecciones? ¿De qué lecciones hablas, Martial?

 

            -Sí, doc, desde el segundo día que vive conmigo le empecé a dar clases sobre diversas materias.

 

            -¿Y asimila algo?

 

            -Creo que si, doc, le estoy notando una pequeña lucecita de inteligencia en sus ojos. -La joven hizo una pequeña pausa. -Quizá mis largos monólogos le ayuden a recuperar sus perdidos recuerdos.

 

-Martial, ¿vale la pena todo el trabajo que te tomas?, no lo digo por mal, sabes que yo soy médico y verdaderamente me gusta que todo el mundo esté bien.

 

            -Doc, es un gusto para mí, hago una buena obra protegiendo a un ser tan, pero tan indefenso.

 

-Lo extraño de todo eso –agregó la chica- es que su musculoso cuerpo no tiene nada que ver con su tremenda timidez, nadie diría al ver su firme mentón que es un ser miedoso, apático. Es un misterio.

 

            -Sí que lo es, es un tremendo misterio. Misterio porque verdaderamente cuando lo reviso, el otro día con el torso desnudo, y si bien le faltan unos kilos de peso… no sé, disculpa que te diga esto pero tiene el físico de un guerrero.

 

            -¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!, doctor… ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! , doctor… Mírelo doctor, es un ramulá…

 

El ramulá era un animal como vuestros similares conejos y verdaderamente no me ofendía porque yo me sentía como un ramulá, yo me sentía como uno de vuestros conejos, inofensivo, tímido, huidizo, manso y con mucho miedo en una colonia, en un planeta que seguramente sería de la periferia. ¿Pero quién era yo? ¿Quién era?, ¿quién era…?

 

 

Sesión 3 en MP3 (1.430 KB)

 

            Entidad: Con vosotros Rael-Dan relatando una historia que corría en el año 6.200 de la Era Galáctica de Sargón 4 hace 3.800 años, a 12.000 años luz de Sol III.

 

            Sargón estaba en guerra con treinta y cinco planetas de la periferia que se habían escindido de la Federación por ansias de poder arruinando la prosperidad de todo lo que era Sargón 4, que hacía medio siglo atrás había vencido al Imperio Mordon, un imperio de una raza reptiloide que sembraba el terror y ahora, de nuevo,  sumergido en una tremenda guerra donde el líder de la flota, Ascardín, era el héroe de toda la Federación, hijo del ministro Obradín y la concejala Arduana de Sargón 4. Pero voy a seguir contando de mí.

 

            Había amanecido en el sector G de la colonia C de un planeta llamado Angustor, un planeta insignificante. Me había recogido una joven de cabello pelirrojo muy fuerte, que sabía lo que en Sol III se llamaría artes marciales, guerra con todo tipo de armas, excelente guerrera. Martial era implacable con los enemigos pero muy buena con los indefensos como yo.

 

Me había alojado en su casa y ya me sentía mucho mejor, me sentía más repuesto, no estaba tan débil, ya no tenía tanto hambre como cuando me encontró. Me había curado de las heridas pero todavía no me acordaba de nada del pasado ni por qué había perdido la memoria, por lo menos, la memoria reciente. Y el doc amigo de Martial no sabía por qué.

 

Ella acercó un recipiente y me dijo: -Come, debes alimentarte.

 

-Sí. –Asentí.

 

-Has cambiado bastante tu aspecto, ¿eh? Hace veinte días cuando te encontré pesabas varios kilos menos, estabas sucio, pálido, penoso y apenas si hablabas una sílaba.

 

            -Bueno, tú me has atendido bien, Martial.

 

            -¡JA, ja! Me gusta hacer favores. ¿No recuerdas nada?, ¿ni siquiera tu nombre?

 

            -No, tengo la mente en blanco.

 

            -Pues entonces te llamaré Tom. ¿Te gusta?

 

            -Lo que tú digas para mí estará bien.

 

            -¡Ay…! ¡Dios, Dios, Dios, Dios, Dios, Dios…! ¿Sabes qué pasa? Yo tengo un ideal de hombre. Si bien yo soy rebelde y guerrera y ningún hombre me ha vencido en combate, sueño con el día de mañana encontrar aquel hombre, aquel, aquel, no que me domine, porque no me gusta que me dominen, pero que sea mi igual, que sea valeroso, que luche, no que diga: “Lo que tú digas estará bien”. Pero bueno, bueno, bueno, bueno; hoy te diré donde te hallas.

 

            Le presté atención.

 

            -Esta es Gotam, la más importante de las colonias del planeta. El planeta se llama Angustor. Como se llama Gotam, le decimos sector G. La ciudad tiene casi dos kilómetros de extensión de norte a sur y la cúpula aislante que abarca todos los sembradíos y siete sectores y las dos zonas mineras tiene cinco kilómetros de diámetro. Yo nací aquí hace veintidós años. Heredé de mis padres un pequeño sembradío y en el presente me hallo en una posición desahogada.

 

            -Pero… Discúlpame, pero… no te veo como trabajando en un sembradío, no te veo como… no sé, como una campesina…

 

            -¡Je, je, je, je! Tom, tengo diez empleadas las cuales me son absolutamente leales, y esas empleadas me permiten que yo vaya a las prácticas. Voy a un gimnasio que está en el borde, donde hay un maestro que me enseña el arte de la mano vacía, me enseña a pelear con espadas, aparte tiro con armas y tengo una puntería perfecta, conozco todos los puntos débiles del cuerpo y ahora a mis veintidós años he combatido contra dieciocho alumnos varones y ninguno me ha vencido. ¿Qué te quedaste pensando?

 

            -¿Por  qué no tienes trabajadores masculinos?

 

            -¡Ja, ja, ja! No, no, no, los hombres sólo piensan que nosotras sólo servimos para  amarlos, atenderlos, nos ven como figuritas decorativas…

 

            -Pero, sin embargo, a mí me atiendes.

 

            -No es lo mismo, a ti te veo tan indefenso… ¿Por qué pones esa cara, Tom?

 

            -Lo siento, quisiera ser fuerte y valeroso para no inspirarte lástima. Ni siquiera me ves como hombre.

 

            -No, pero está bien.

 

            -¿Por qué me voy a ofender si tú me has atendido, me has sanado de las heridas. Sé que has pagado de tu bolsillo  al doctor.

 

            -Por lo pronto, Tom, comenzarás a hacer ejercicios corporales. Tienes músculos desarrollados, eso significa que alguna vez, no sé, digo yo, alguna vez has cultivado tu físico; sería una pena de ver que se atrofiara de tanta inactividad.

 

            -Está bien. Me ejercitaré.

 

            -Y luego, te llevaré a pasear por el centro de Gotam.

 

            -¡Nnnno! ¡No! Habrá mucha gente.

 

            -Cálmate, Martial estará contigo protegiéndote.

 

            Tendría que ser agradecido por sus palabras. Me protegía, me cuidaba pero en el fondo yo sentía como que… no sé, que una mujer me proteja… no es por ser –como decís vosotros en Sol III- machista o feminista, no; no se trata de eso, pero me hubiera gustado ser algún héroe. Había leído los periódicos, la Gran Guerra, la rebelión, las batallas. Yo miraba las naves y sentía… sentía como en el estómago… como un cosquilleo, como un vértigo y eso me atraía, me atraía, me atraía, me atraía… veía las holo fotos de los guerreros luchando con las espadas de energía y yo me visualizaba en lugar de ellos, yo me visualizaba como un héroe cuando en la vida real tenía miedo de ir en el helio móvil con Martial hacia el centro de Gotam, es como que hubiera dos yo: el que sueña y el que está, el inútil, el que en vuestro mundo Sol III sería el conejo, el que no sirve para nada.

 

            Antes de salir hacia el centro de Gotam Martial me dice: -Haz flexiones, haz abdominales. Luego te das una ducha y te secas con el aire caliente y vamos.

 

            -Lo que tú… lo que tú digas, Martial.

 

            -¡¡¡No, Tom!!! Está bien que me hagas caso, estás en mi casa pero me molestan las frases tan… tan de consentimiento. Me gustaría que alguna vez aprendas a decir no.

 

            -Sí, Martial.

 

            ¡Plas! -¡¡¡No!!!

 

            -No, Martial.

 

-¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! No te imagino un guerrero, no te imagino un guerrero, Tom. ¿Por qué tienes lágrimas?

 

            -Yo tampoco me imagino un guerrero… (sollozos) Porque yo tampoco me imagino un guerrero y sueño con ser un guerrero.  Vi la holo foto del héroe y quisiera ser cómo él…

 

            -No sé de quien hablas pero me parece que sueñas demasiado, ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!

 

            Me encantaba su risa. Es como que hubiera estado en secreto enamorándome de Martial pero ahí sí que apuntaba demasiado alto y no quiero soñar más por ahora. No debo. No debo.

 

Sesión 4 en MP3 (2.547 KB)

 

            Entidad: Con vosotros, Rael-Dan.

 

            Recuerdo que había despertado una mañana con mi memoria casi vacía en el sector G de Gotam, en la colonia C, en un remoto planeta llamado Angustor. Sabía, sí, que el planeta central de la Federación era Sargón 4. Sabía que quienes lo regentaban eran el ministro Obradín apuntalado por su fiel esposa, la concejala Arduana. Y tenían un hijo que era casi una leyenda, Ascardín, que en este momento estaba luchando contra una rebelión de treinta y cinco planetas de la periferia que habían declarado la guerra a Sargón.

 

            Pero yo estaba lejos de todo eso. Yo, prácticamente, no tenía vida propia, no sabía quien había sido, me habían encontrado con hambre, debilitado, mi carácter era tímido, apocado y me había encontrado con una mujer llamada Martial que era tan hermosa, tan distante…

 

            -¿En qué estás pensando?

 

            En ese momento salgo de mi pensamiento, la miro a Martial y le digo: -No, en mi pasado… ¡en mi pasado!, en lo poco que recuerdo de mí.

 

            Íbamos en el helio móvil hacia el centro de Gotam.

 

            -La verdad, –me dijo con tono de incredulidad- he quedado asombrada. Has realizado quinientos abdominales y cien flexiones de brazos sin dar ninguna señal de fatiga.

 

            -No me di cuenta, Martial.

 

-Admito que me faltan conocer muchas facetas de ti, Tom, tengo la esperanza de que pronto recuperes la memoria. Lo que no concuerda en todo esto es tu timidez, tu inhibición. No sé, miro tu rostro y me jacto de ser una mujer que conoce los rostros y tu rostro no es lo que expresas.

 

            -No… no entiendo lo que quieres decir.

 

            Martial dejó el vehículo en un aparcamiento a ello y bajamos por una plataforma de descenso automático. Recorrimos la ciudad en su totalidad. Verdaderamente yo estaba deslumbrado, miraba todos los letreros luminosos mientras mi protectora me hablaba explicándome los detalles de cada negocio o local de esparcimiento.

 

            -Observa, mira, esto es la vida nocturna de Gotam. No le tiene nada que envidiar a ninguna de las grandes ciudades de Sargón.

 

            -¿Tú has conocido Sargón?

 

            -¡Oh, sí! He ido dos veces, está cerca de aquí, a veinte años luz.

 

            -Verdaderamente, en distancia está cerca, yo que imaginaba a Angustor un planeta, no sé, a miles de años luz de Sargón.

 

            -Bueno, estamos más hacia la periferia del brazo galáctico, pero veinte años luz no es nada.

 

            -¿No estaremos cerca de los planetas rebeldes?

 

            -No, el planeta rebelde más cercano está a ciento sesenta años luz. ¿Pero de qué tienes miedo? Aquí no se combate, aquí, en Angustor, se trabaja, se produce. ¿Qué miras?

 

-No, Martial, yo preguntaba qué pasaría si se rajase la cúpula que encierra la atmósfera de la colonia, Martial, o sea, por lo que veo, el aire no es respirable.

 

            -Imposible, es una aleación especial que resiste hasta el impacto de los más grandes meteoritos. De todas maneras, el aire sí es respirable, lo que sucede es que es un aire muy contaminado por dióxido de carbono. Pero no te preocupes, hace dos revoluciones planetarias, una nave pequeña fuera de control golpeó contra la aleación especial… ni el menor rayón. Lamentablemente, en la explosión, los cuatro tripulantes murieron al instante. Pero ven, si quieres te muestro. Llegamos hasta el final de la cúpula. La compuerta por donde entran y salen las espacio naves son el más grande adelanto de este siglo, funcionan en forma automática permitiendo el paso de los aparatos, no dejan escapar la atmósfera del interior.

 

            -¡Aaaaay! Siento en este momento tantas ganas de romper la rutina…

 

Ella me miró con mezcla de ternura y curiosidad: -¿Qué te gustaría hacer? Dime…

 

-No sé… Manejar una nave, tal vez…

 

-Bueno… Tom, Tom, hacen falta cientos de horas de práctica para volar, no cualquiera se recibe piloto interplanetario, Tom.

 

            -Lo sé. Sólo uno cada mil aprueba el riguroso examen.

 

            Ella se detuvo mirándome asombrada: -¿Cómo sabes eso, Tom?

 

            -Ehhh, me salió de adentro. No me hagas caso, seguro que dije una tontería.

 

            -¡Cálmate, cálmate, la cifra que dijiste es la correcta!

 

            -Ay, habrá sido casualidad.

 

            -No, Tom, fue un reflejo, puede ser un indicio de la pronta recuperación de tu memoria.

 

            -¿Por qué me miras así, Martial?

 

            -Quiero llevarte a un especialista, no a mi doctor de confianza, a un especialista que te haga unos análisis especiales de sangre.

 

            Al día siguiente fuimos y en un computador, en un ordenador tan sofisticado, en pocos minutos estaba el análisis. El doctor Kay le dijo a Martial: -Hay una droga rara aquí, una droga que desconozco. Hay algunos componentes que sí conozco pero la droga principal, no. Pero puede haberle cambiado el carácter, el trato, la forma de ser.

 

            -¿O sea, que Tom fue inyectado con esa droga?

 

            -No sé si inyectado o la bebió, pero sí.

 

            Pasaron unos días. Y eso que voy a contar me lo contó Martial luego que todo terminó. Ella había entrado al despacho de su doctor de cabecera.

 

-Vi su mensaje y vine doc. ¿A qué se debe la urgencia para verme?

 

            -Martial, presiona el botón y cierra la puerta. Necesitaba hablar contigo, es importante. Por favor, cierra la puerta y toma asiento.

 

            -Sea breve doc, se lo ruego. Ya tendría que estar en los sembrados.

 

            -¿Tom quedó en tu vivienda?

 

            -Sí, durmiendo. ¿Por qué?

 

            -Por nada. Curiosidad quizás.

 

            -Bien. Dígame de que se trata, doc, ahora.

 

            -Anoche dieron las noticias en el video, Martial y hubo una que me llamó mucho la atención a tal punto que llamé por el videófono a la base de la policía espacial, en Gotam para que me confirmara el suceso.

 

            -¿Policía espacial? ¿Qué sucede? ¿Qué tenemos que ver? ¿Qué suceso?

 

            El doctor hizo una pausa y exclamó, mirando fijamente a Martial: -Un psicópata asesino ha escapado de la sección neuro psiquiátrica de la gran prisión del planeta. La policía espacial le ha seguido la pista y averiguó que se infiltró en una nave de carga con destino a Angustor…

 

            -¿Y?

 

            -Se sospecha que se encuentra aquí, en esta colonia.

 

            -Está bien. ¿Y eso que tiene que ver conmigo? ¿Dónde está la relación?, no entiendo. No veo la urgencia para comunicarme el hecho.

 

            -Las características…

 

            -Por favor, doctor, no se trabe…

 

            -Las características del demente son doble o triple personalidad, lo describen como un ser indefenso y temeroso el cual en un momento dado se transforma y mata salvajemente a toda persona que esté cerca suyo. Se le acusa del homicidio de dos hombres y siete mujeres. Como verás, tiene predilección por tu género sexual, es un sujeto que oculta su violenta personalidad bajo una máscara de cobardía sin dejar asomar al peligroso asesino latente hasta que ya es demasiado tarde para la víctima de turno.

 

            Martial había palidecido.

 

            -Doc… doc… Y usted piensa que Tom es…

 

            -Estoy seguro. El lunático es alto, moreno, musculoso, igual que Tom.

 

            -No, no, no, no; imposible -rechazó ella-. Tom es la persona más tierna que conozco y es incapaz de hacer un acto malo y menos causar daño a nadie.

 

            -Lo siento, Martial, tú no quieres entender pero yo debo denunciarlo.

 

            -¡No! Tom todavía está en una etapa de readaptación al medio, si lo detienen le causarían mucho daño aunque después lo suelten al comprobar que él no es el loco asesino.

 

            -Martial, -el doctor la tomó de los hombros -tú sabes que yo te aprecio, no quisiera que te ocurriese nada malo.

 

            -Eh, eh… Ay, doc… Descuide, –le dijo soltándose- yo sé defenderme muy bien, no soy una mujer débil. Por el contrario, puedo vencer a la mayoría de los hombres, por eso no me molestan.

 

            -Está bien, tú ganas por ahora, Martial, pero no; no es así como tú piensas, no es así como tú piensas. Tú más de una vez te has jactado en mirar un rostro y saber cómo es la persona, ¿pero has tratado alguna vez con un esquizofrénico?

 

            -No, no he tratado.

 

            -Yo estaría atento, entonces.

 

            -Listo. Ya está todo dicho. –Le cortó ella. –Me marcho a trabajar, doc.

 

            Él murmuró: -No puedo aceptar que un maldito cretino me robe tu cariño. Tom debe desaparecer de una manera u otra.

 

            Martial tenía un oído finísimo y se dio cuenta de que el doc sentía un enfermizo amor por ella y él podía ser el causante de la desgracia de Tom. Martial llevó a Tom a un lugar especial, a un lugar donde se besaron, a un lugar donde había tres lunas y se acariciaban.

 

Martial lo miraba a Tom y le decía: -Eres el hombre de mi vida, valiente, fornido, el hombre que esperé todo este tiempo. ¡Tom! ¡Tom!

 

En este momento abrí los ojos. –Sí, Martial.

 

–¿Estabas soñando?

 

-Creo que en un momento dado me nombraste. Yo… soñaba que salíamos a galopar…

 

-¡Ah, sí? ¿Te gusta eso?

 

            Y me llevó con ella a galopar en una pequeña pradera al costado de los sembradíos en unos animales muy similares a los equinos terrestres. La figura de Martial montando contrastaba enormemente con las naves comerciales que despegaban del espacio puerto de Gotam. Parecía una amazona de los viejos cuentos enmarcada por un paisaje nada acorde con esas vestiduras. Ella era muy buen jinete, gozaba al montar al equino y siempre rechazaba subir a los modernos tractores. No importaba que tardara el doble para recorrer los sembrados.

 

            -Mira, volvamos, veo que eres buen jinete también y esto habla de que verdaderamente tú eres alguien que sabe hacer las cosas.

 

            -Martial, no te entiendo… uno monta por instinto.

 

            -No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no. No. No. Yo puedo ver quien lleva un recado, cómo calzas las piernas en el vientre del animal, cómo mueves tu cuerpo, y no tienes nada que envidiarme a mí que monto desde niña. Te llevaré a la noche a conocer el club social, ¿te parece?

 

            -Martial, te debo tanto… y a veces me da vergüenza, me da pudor el que me tengas tan… consentido.

 

            -¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! Aaay, Dios… Si tú supieras cómo soy yo de verdad, soy una mujer implacable de ojos helados, ningún hombre se me acerca porque lo espanto con la mirada, aquel que quiere propasarse ha probado mis puños, manejo la espada como nadie… nunca me han derrotado. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! No, no, no, no; no pasa por… verdaderamente te tengo aprecio.

 

            Pero la historia traía sorpresas y esto que había pasado no era nada. Lo peor no había llegado, lo peor no había llegado.

 

Sesión 5 en MP3 (2.714 KB)

 

            Entidad: Estoy comunicado con vosotros. Mi nombre es Rael-Dan comentando las crónicas de Sargón, sintiendo que yo ni siquiera era un personaje secundario en esas crónicas del año 6.200 de la era galáctica hace 3.800 años terrestres.

 

            No sabía mi nombre. Mi protectora Martial me había puesto Tom, por ponerme un nombre. Estábamos en el planeta Angustor, a veinte años luz de Sargón 4 y esa noche me llevaba al club social. Cuando entramos, el salón principal era inmenso, sin embargo todos nos miraron, principalmente a ella. Destacaba su figura bajo su ajustado traje, sus curvas, el cabello recogido que dejaba apreciar su fino cuello. Yo, de mí, ¿qué puedo decir?    Es verdad, ella era muy alta, alcanzaba con su cabeza mi boca.

 

            -¿Te gusta el lugar, Tom?

 

            -Me intimida, creo que todos están mirando en nosotros, Martial.

 

            -¿Y qué? Y si así fuera, ¿qué? Es lógico que te miren a ti las mujeres, eres muy apuesto. Quizá si no te peinaras con ese flojo peinado con flequillo…

 

-Por favor, vamos a sentarnos.

 

            -Está bien -ocupamos una mesa en un rincón.

 

– ¿Quieres tomar una mezcla radiante?

 

            -No, quiero algo suave. Me dijeron que la mezcla radiante es algo demasiado, demasiado fuerte y no creo que mi paladar esté acostumbrado a eso.

 

            -Lo que tú digas. -Martial pulsó un botón y ordenó: -Por favor, dos manantiales.

 

            Luego me miró a los ojos y preguntó: -¿Te animas a bailar?

 

            -¡No! -me aterré– no sé bailar y aquí está lleno de gente.

 

            -Ay, Tom, Tom, Tom. Y yo pensaba que era una joven que no tenía paciencia. Debes ir venciendo esa timidez, Tom, cuanto antes superes tus inhibiciones más rápido te readaptarás al medio, ¿entiendes lo que te digo?

 

            -Yo sólo pienso una cosa, Martial, ¿tú crees que mis vergüenzas y mis temores son producto de mi supuesta amnesia?

 

            -Cierto, yo creo que no eres así.

 

            -Yo no; yo estoy convencido de que soy así, de que toda mi vida fue así. Cuando tú te vas a trabajar, yo me quedo leyendo, no sólo estudio las lecciones que tú me dejas sino que consulto otros libros y he leído que la pérdida parcial de memoria no afecta a los centros de la personalidad.

 

            -¿Y a qué conclusión has llegado? A ver, Tom, ¿dime?

 

            -A que yo siempre fui débil y temeroso, lo siento, Martial, no sabes como me gustaría ser fuerte, resuelto, para agradarte.

 

            -¡Ja, ja, ja, ja, ja! Cálmate, Tom, cálmate; ahí llega el camarero con las bebidas. Tomemos los manantiales y dejémonos de pensar en cosas complicadas, tratemos de disfrutar esta salida.

 

            -Lo que tú digas, Martial –dije, sumiso.

 

            -No te olvides que en tu sangre salió una droga que quizá te cambió la personalidad. Eso lo dirá el del laboratorio.

 

            Lo que tenía era un oído finísimo, al igual que Martial, y se escuchaba a tres jóvenes que reían divertidos en la lujosa barra del salón.

 

Uno de ellos comentaba: -¡Ja, ja, ja! Así es, Erik, a Sonia la conquisté en el desolado paisaje.

 

            -Cuéntanos, Kerbs, ¿la hiciste tuya?

 

            -¡Je, je, je! Fue ella la que me poseyó a mí -los otros corearon la frase con una carcajada.

 

-Pero hay una que te tiene mal traer –exclamó Yel, el tercer joven.

 

            -¿Ah, sí? ¿Quién?

 

            -Bueno… Martial.

 

-Sé que la has acompañado un montón de veces pero jamás lograste besarla siquiera.

 

            El rostro del hombre se descompuso en una mueca de furia: -¡A mí nadie me ha rechazado! ¿Quién hizo correr esa versión? ¿Quién? ¿Quién? ¿Dímelo?

 

            -No, no; se comenta por ahí.

 

-No te apresures, Yel, en sacar conclusiones. Martial caerá en mis brazos en cualquier momento.

 

            -Jo, jo, jo, Yel… -lo pinchó y le dijo: -Hasta ahora se mantiene inmune al encanto de tus millones.

 

            -Mira, si tú crees que…

 

-Observa, observa, parece que te van a ganar de mano; mira hacia aquel rincón.

 

            El hombre hizo rechinar los dientes mirando hacia nosotros, no quería que sus amigos se burlasen de él.

 

            -Yo arreglaré esto –exclamó, terminando el contenido de su copa de un trago –no me gustan los entrometidos.

 

            Mi corazón latía fuertemente porque venía hacia nosotros. Se acercó a la mesa donde nos encontrábamos y le dijo a Martial: -Oye, necesito hablar contigo.

 

–Ahora no es posible, –lo rechazó ella -como puedes ver, estoy ocupada.

 

            -Debo decirte algo importante, Martial. Es sólo un momento, ahora.

 

            -Lárgate. Sabes que me disgusta repetir las cosas.

 

            -A mí también, Martial, y yo tengo menos paciencia que tú. Hablemos.

 

            En ese momento algo adentro mío se rebeló y le dije: -La señorita le dijo que ahora no.

 

            -¡Tú cállate, pelele, no existes!

 

            -Pero es que ella…

 

            -No sigas hablando, imbécil –y me tomó del cuello.

 

            -¡Basta! –Cortó Martial sujetando la muñeca de él –vete o me enojaré de verdad.

 

            -Está bien -me soltó empujándome contra el respaldo del asiento –pero esto no va a quedar así, tu amiguito me la va a pagar.

 

            Cuando el petulante muchacho se marchó le dije a Martial: -Lo siento, debí permanecer callado.

 

            -No, no, no, no; nada de eso, has tenido una pequeña iniciativa y eso, para mí, es un gran adelanto.

 

            -El problema es que ahora me he ganado un enemigo.

 

            Martial meditaba con el ceño fruncido y no me contestó.

 

            -¿Qué piensas? Me siento incómodo cuando no me cuentas las cosas.

 

            -No, no, no, no; nada. No te preocupes, Tom. Nada.

 

            Terminamos de beber, charlamos de todo un poco y a la salida nos encontramos con la sorpresa de que los tres amigos nos cerraban el paso. Kess se adelantó exclamando: -¡Ja, ja, ja! ¡Vaya, vaya! Con que este es el tan inoportuno defensor de niñas…

 

            -Déjanos tranquilos, Kess, pidió Martial. Vete con tus amiguitos a seguir embriagándote.

 

            -No, quiero averiguar que tal se comporta tu comedido acompañante a la hora de los hechos.

 

            -Es que yo no hice nada, yo sólo dije…

 

            ¡Plas! El cachetazo del revés me dio vuelta a la cara.

 

            -Estúpido -gritó Martial.

 

            Pero Erik i Daniel me impidieron que intercediera.

 

            -Pelea, cobarde, –me dijo Kess -no te escondas detrás de las mujeres, y tú, Martial, dale ocasión de defenderse, déjalo.

 

            -Él no tiene nada que ver en esto, déjalo marcharse –exclamó Martial –tú querías hablar conmigo.

 

            -Cambié de idea. No me interesa hablar, ahora quiero darle a este cretino su merecido.

 

            Y él apoyó el pie en las asentaderas mías y me empujó hacia Kess. Este me recibe con un tremendo puñetazo al rostro. -¡Aaay!- Mis ojos se llenaron de lágrimas. Un segundo golpe me tumbó en el piso. Recibí un puntapié en las costillas.

 

            -Martial empujó a los otros dos y se plantó frente a Kess exclamando: -Otro golpe más y te las verás conmigo.

 

            -¡Ja! Me gustaría mucho vérmelas contigo pero a otro nivel.

 

            -No me interesas, Kess –me levantó examinándome el rostro y se desentendió de los tres hombres.

 

            -¡Aay! Me siento mareado, creo que voy a vomitar.

 

            -Vamos a casa, te daré unas gotas y dormirás un poco.

 

            Me ayudó a entrar al helio móvil y en instantes nos alejamos del lugar. Me sentía como un tonto. Me sentía humillado pero no por lo que me habían golpeado o el puntapié en las costillas, no, para nada; me sentía mal porque (sollozos) me habían humillado delante de ella.

 

            La historia continua y esto que les relato, al fin de la historia, Martial me lo hizo saber. El doctor de cabecera habló con Martial por videófono y ella entró a su oficina atendiendo la llamada.

 

            -¿Qué se le ofrece, doc?

 

            -Te quiero adelantar una noticia, porque supongo -dices que estas todo el día trabajando- no viste el informativo.

 

            -Es verdad, no lo vi. ¿Qué sucedió?

 

            -Un crimen, -exclamó el doc –y por las características parece obra del esquizoide prófugo.

 

            -¿Por qué?

 

            -El cadáver está completamente desfigurado.

 

             -Es horrible –musitó Martial – ¿se sabe quién es la víctima?

 

            -Sí. Era Erik, un conocido tuyo. Y además, dos amigos más, uno está en coma y el tercero con el rostro desfigurado.

 

            -¿A qué hora fue eso?

 

            -A media mañana. Los atacaron por la espalda con una saña tremenda. El asesino usó un pequeño puñal. Al cadáver le falta la billetera y los otros dos están absolutamente lastimados.

 

            -Pero nadie cree, doc, que el móvil haya sido el robo, absolutamente nadie. Es extraño, Doc.

 

            -¿Y tu protegido, dónde está?

 

            -En casa.

 

            -Te has quedado pensativa. ¿Qué te ocurre?

 

            -Sabe, doc, Tom conoció anoche a Erik, a Yel, a Kess. Erik murió, Yel herido y Kess en coma. Y ellos lo trataron mal.

 

            -¡Entonces estaba en lo cierto! –Exclamó el doc –Tom es el demente, ¿qué esperas para denunciarlo?

 

            -No. Él es inocente. No tiene nada que ver con el crimen.

 

            -Martial, ¿no te habrás enamorado de él?

 

            -No diga tonterías, doc, aparte, si así fuera, es un problema mío.

 

            -No, como lo defiendes tanto…

 

            -Tom sólo me inspira pena, veo en él a una criatura. Debo seguir ayudándole.

 

            -No es una criatura. Si te fijas bien, mira lo esbelta que eres tú y él te lleva casi una cabeza. No te equivoques, mujer.

 

            -Lo dejo, doc, hasta la vista –Martial cortó la comunicación y se quedó pensando.

 

            A veces no conocemos verdaderamente la mente de las personas encarnadas, no conocemos cómo actúan nuestros decodificadores.

 

            Cuando llegó, la miré. Su silueta de amazona destacaba más aún con el ajustado traje espacial, el rojo cabello le ondulaba al caminar, iba algo nerviosa, apoyó el dispositivo magnético y la puerta corrediza se abrió dejándole paso, luego se cerró tras ella.

 

            -¿Tom?

 

            -Sí.

 

            -¿Podemos hablar?

 

            -Sí.

 

            -¿Qué has estado haciendo?

 

            -Bueno, mirando el informativo…

 

            -Y… ¿has visto algo?

 

            -No, por momentos soñaba con naves, por momentos soñaba con el sistema solar de Sargón, me veía piloteando…

 

            -Quizás eras verdaderamente piloto.

 

            -O quizá fui pirata del espacio. Prefiero seguir con la amnesia. ¡Mira si fui pirata del espacio!, ¡mira si fui algún delincuente!, ¡mira si fui algo peor que un delincuente!

 

            -Cálmate, Tom, cálmate, cálmate, cálmate. ¿Y ese dinero?

 

            -¡Ah!, me lo dio de propina la señora Cogam por haberle ayudado a cargar con unos paquetes.

 

            -¿Cuándo fue eso, Tom?

 

            -Hace un rato. Había salido a caminar por ahí, justo me crucé con ella y la ayudé con los paquetes y me dio ese dinero…

 

            -Pero me parece demasiado para una propina, ¿no me mientes, Tom?

 

            -¿Crees que lo robé? –La miré con resentimiento –si desconfías de mí no me tengas en tu casa.

 

            Me tomó de los hombros y exclamó: -Perdóname, hoy he tenido un día terrible.

 

            Ella se calló lo de Erik, lo de Yel, no quiso angustiarme más. Ella pensaba que yo era inocente, que no había por qué acusarme de todo lo que pasara. Al día siguiente me llevó a los sembradíos.

 

            -Haré una excepción contigo dándote trabajo, jamás había empleado a ningún hombre hasta hoy.

 

            -Te lo agradezco pero, ¿qué puedo yo hacer en los sembradíos?

 

            -Recibirás los pedidos, anotarás las direcciones para el envío de las cosechas, esas tareas las realizaba yo.

 

            -Espero servirte, Martial.

 

            -Sí que lo harás bien. Pruébate este uniforme, creo que es de tu talla.

 

            Un hombretón de unos cincuenta años se acercó a nosotros, tenía unos brazos tan musculosos que parecía que le iban a estallar en cualquier momento. – ¿No decía que no tomaba hombres? –inquirió de mal talante a Martial.

 

            -Eso a usted no le incumbe, Sam, váyase de aquí.

 

            -Usted se burló de mí, no me quiso emplear y ahora le da trabajo a este monigote.

 

            -Sam, yo contrato a quien me da la gana. Y ahora, ¡largo!

 

            -No. Hace falta alguien que le a usted una lección, ricura.

 

            -Déjela, señor –le pedí –es una mujer.

 

            -Entonces me desquitaré contigo. -Exclamó Sam avanzando hacia mí.

 

            Yo me refugié detrás de Martial -¡Martial! ¡Martial!, dile que no me pegue, (sollozos) no permitas que me haga daño.

 

            Sam, al verme lloriquear se sorprendió.

 

            -¿Eh? ¿Qué es esto? ¡Ja, ja, ja! –Tienes razón –le dijo a Martial –tú nunca contratas hombres; me lo había parecido. Discúlpame, disculpa. Pensé que era un hombre. ¡Ja, ja, ja, ja!

 

            Cuando el hombretón se marchó, aferrado a Martial pregunté: -¿Ya… ya se fue? ¿Ya se ha ido? Quería golpearme, cómo Kess…

 

            -¡Cállate, estúpido! ¡Cállate! –Explotó Martial –a veces es más honroso recibir una paliza que escudarse tras de una mujer.

 

            -Lo lamento, yo no quise…

 

            -No quiero explicaciones. Es mejor que te vayas a casa. Te veré a la tarde.

 

            -¿Y el trabajo que me ibas a dar?

 

            -Vete a casa. Haz lo que te ordeno, ya que sólo sirves para obedecer.

 

            -Está bien, Martial, está bien.

 

Y me fui avergonzado. Me fui totalmente avergonzado. Yo sentía que Martial estaba cada vez más lejos de mi alcance y con mi actitud cobarde lo único que tenía de ella era desprecio. Solamente desprecio.

 

Sesión 6 en MP3 (2.056 KB)

 

            Entidad: Con vosotros, Rael-Dan, relatando las crónicas de Sargón en el año 6.200 de la Era Galáctica donde se estaba llevando una guerra que involucraba ochenta mundos, treinta y cinco rebeldes contra cuarenta y cinco que seguían fieles a Sargón 4. Batallas colosales en medio de las estrellas donde el hijo del primer ministro Obradín, Ascardín, comandaba la flota causando numerosas bajas en los rebeldes enemigos.

 

            Y de mí, ¿qué puedo decir? Estaba en el planeta Angustor con la memoria perdida, con una protectora llamada Martial que cada día me despreciaba más por mi timidez y no sabía si seguiría en casa de ella. Verdaderamente, me sentía como desahuciado. Esto que voy a relatar me lo comentó Martial al final de la historia.

 

            El doctor de cabecera ya se había decidido. Iría a la base de la Policía Espacial y me acusaría de ser el loco homicida y así le quedaría el camino libre para ganarse el cariño de Martial, porque él la amaba en secreto o así él lo creía. Martial ya lo sabía pero prefería no dar a conocer que lo sabía.

 

            En ese instante se escuchó el zumbador de llamada. El doc accionó el mecanismo de apertura y un panel corredizo dejó ver la silueta de un hombre joven.

 

            -Adelante; justo estaba por salir -la expresión del doc cambió totalmente al mirar bien a su visitante y al ver la enorme navaja que portaba en su mano derecha.

 

            -¡No, por favor, no! ¡Lo suplico! -El doc, uno más, víctima del demente.

 

La amazona pelirroja le dijo a las dos jóvenes, a Shaman y a Iliana: -Ustedes quedarán al frente del trabajo, yo tengo algo que hacer y no sé si regresaré hoy.

 

            -No te preocupes, Martial, nosotras nos encargamos de todo.

 

            -Bien. Hasta luego.

 

            El cabello suelto destacaba más su bello pero duro rostro. Su cuerpo, al caminar, acentuaba sus enormes curvas, los ojos verdes tenían una mirada felina y su boca de labios apretados hacía resaltar su gesto resuelto. Ella ahuyentaba con su fuerte personalidad a la mayoría de los hombres pero no le importaba. En poco tiempo llegó hasta la casa.

 

            Martial, Martial, un bello ángel…

 

Se extrañó porque yo no estaba en la casa, pensó que debía estar caminando por ahí. Pero se cambió de ropa apresuradamente y volvió a salir. Se llegó hasta la casa del doc presionando el pulsador de llamada. Martial pensaba que el doc le daría la opinión sobre mi conducta. Volvió a tocar el pulsador; obviamente no obtuvo respuesta. Cuando ya se estaba por ir descubrió que el panel deslizante estaba corrido; lo empujó y entró.

 

            -Doc, soy Martial.

 

            Casi tropieza con el cadáver.

 

            -¡Doc!, doc… doc, Dios… Tomaré el videófono, llamaré a la policía.

 

En ese momento una figura se interpuso.

 

Martial no perdió la calma. -¿Quién es usted?

 

            -Soy Cinder y vine para hacer justicia.

 

            Martial miró el rostro del hombre. Era joven, de mirada febril, labios temblorosos pero lo que más le impresionó fue la filosa navaja que tenía en su mano.

 

            -Debo cumplir con el mandato divino –dijo el siniestro personaje. –haré justicia de nuevo y ya podré descansar en paz.

 

            -No creo haberle hecho ningún mal –exclamó Martial tratando de conservarse serena.

 

            -Sí, Me han perjudicado, he sufrido… Ya me he vengado de todos. Quedas tú… Martial Torres.

 

-No le entiendo, Cinder, ¿quiénes le hemos perjudicado y cuándo?

 

            -Fue hace diez años. Yo estudiaba para recibirme de técnico espacial, era mi gran ilusión ser algún día jefe de alguna plataforma orbital pero un incidente sin importancia con otro alumno y mis compañeros perversos me acusaron de agresión. El doctor y otros profesores resolvieron expulsarme arruinando mi carrera.

 

-Ahora te recuerdo, Cinder, casi matas a ese chico, estuvo en coma diez días. Sí, tú le sacaste unos apuntes y él te los reclamó. En respuesta lo golpeaste en la cabeza hasta verlo caer desvanecido. Claro que declaramos en contra tuya, era lo que correspondía.

 

            -¿Reconoces que me causaron un problema? Por lo menos vas a morir sabiendo por qué.

 

            Cinder levantó el brazo armado avanzando lentamente hacia Martial.

 

            -Contigo culminaré mi venganza. Muchos de mis seis compañeros se encontraban en otros mundos. Los localicé y los ejecuté. Me apresaron, ¿eh? y me condenaron, pero pude escapar para completar mi venganza. Tú, tú, Martial, eres la última.

 

            La joven, al retroceder, tropezó con una butaca y cayó de espaldas.

 

            -¡Muere! -sentenció el hombre.

 

            Y ahora relato lo que yo viví.

 

            -¡No! ¡No morirá! –exclamé.

 

            Cinder, el demente, se volvió rápidamente hacia quien osaba interrumpir su venganza.

 

            -¡Tom! –dijo Martial -sal de aquí, rápido, ve por ayuda.

 

            -No –respondí –no quiero que te hagan daño. Te amo demasiado para permitir que te lastimen, no me iré.

 

            ¡Ja, ja, ja, ja! Morirás, entonces, junto con ella.

 

-A Martial no la va a tocar –exclamé interponiéndome entre Cinder y ella.

 

            Martial, asombrada, observaba mi gesto resuelto; en ese momento me olvidaba del miedo al ver en peligro la vida de la persona que de verdad amaba. Cinder me atacó, nos trabamos en lucha, rodamos por el piso. Martial aprovechaba para incorporarse.

 

            -¡Ah! -en ese momento me golpeé la cabeza y aflojé la presa. El asesino al verse libre me descargó una navaja en el brazo -¡Aaah! –y me salía la sangre en ese momento. Cinder corrió hacia Martial, la sujetó y le impidió que usara el videófono y la empujó contra la pared levantando el brazo armado.

 

            -¡A ella no! –dije, lanzándome contra él -¡A ella no!

 

            Me tiré a los pies de Cinder dejando un surco de sangre en el piso. El demente cayó junto conmigo. Luchamos de nuevo por la posesión de la navaja. Cinder volvió a herirme -¡Aaay! -en el hombro. Me aparta a un lado poniéndose de pié: -¡Y ahora terminaré con el mandato divino…!

 

            -¡Aaaaaaahhh! –grité, lanzando el puño al rostro del sádico criminal. ¡Crack! –crujieron los huesos de la boca y la nariz al hundirse. Cinder cayó muerto instantáneamente. Fin de la pesadilla.

 

            Martial tardó un rato en reaccionar. Luego corrió para abrazarme.

 

            -Me salvarte la vida, Tom, te has arriesgado por mí.

 

-Yo quiero decirte que… yo quiero decirte que… yo quiero decir…. Y en ese momento caí desvanecido.

 

            Recién entonces, Martial vio que estaba toda manchada de sangre, de mi sangre. Lo que siguió después, Martial lo vivió como en sueños.

Yo me recuperé enseguida guardando cama para recuperar mi rehabilitación. Ella se sentó a mi lado del lecho preguntando: -¿Te sientes bien?

 

            -Sí, por supuesto. Me siento un hombre nuevo.

 

            -Te noto la voz distinta, más firme.

 

            -Es mi verdadera voz, Martial. Por fin he recobrado la memoria.

 

            -¡Magnífico! –dijo la joven –¿Ya sabes quién eres?

 

            -Así es. Me llamo…

 

            -¿Permiso? –una enfermera entró en la habitación –Hay dos agentes de la Policía Espacial que quieren verlo.

 

            -Que pasen.

 

-Vendrán a tomarte declaración –exclamó Martial.

 

            Dos muchachos jóvenes luciendo el uniforme que caracterizaba a la principal fuerza de seguridad del sistema entraron a la sala.

 

            Martial miró el uniforme y vio que tenía el sol de Sargón; o sea, que era la policía espacial de Sargón que venía al sistema de Angustor.

 

            -Disculpe que lo molestemos, es cosa de cinco minutos.

 

            -Pasa, Pol, adelante, Barni.

 

            -¿Nos conoce? –preguntó Pol –No recuerdo haberlo visto. La transformación del semblante del agente fue más que evidente. El gesto de alegría del muchacho fue algo indescriptible.

 

Martial miraba a uno y a otro sin entender.

 

-Señor, lo creíamos muerto. Alabado sea el cielo. No lo reconocí con este peinado. -Barni agregó: -No se imagina el placer que nos causa el saberlo vivo. ¿Está bien, señor?

 

-Sí, ahora, sí. Les presento a Martial Torres, ella me atendió cuando yo más lo precisaba. De verdad, le debo a ella el estar vivo.

 

-Si hizo eso por usted, señor, nosotros seremos sus amigos incondicionales. Y ahora permitamos el placer de ir a dar la buena noticia en la base para que, a su vez, la transmitan a Sargón.

 

-¡¿Quieren decirme de una buena vez quién es en realidad mi ex protegido?! –preguntó Martial impaciente.

 

Los muchachos la miraron con asombro. –¿De verdad no sabe quién es?

 

            -No, pensé que era un vagabundo, yo le puse de nombre Tom.

 

            -Señorita, es nada menos que Ascardin, el hijo del ministro Obradín, el comandante de la Flota, el mejor hombre que tuvo, tiene y tendrá la Policía del Espacio. El mejor hombre que tiene la Flota de Sargón 4.

 

Martial me miró… -¿Tú eres Ascardín? ¿Tú? ¿El comandante de la Guerra de las Galaxias?

 

-Sí, Martial. Como dice Barni, como dice Pol, soy Ascardín, un eterno agradecido. En este momento olvídate de el héroe de la Policía del Espacio del sistema de Sargón, de las mil batallas en la galaxia contra los treinta y cinco planetas rebeldes. En este momento soy un eterno agradecido y te debo una explicación de lo que me pasó.

 


Sesión del 19/1/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Radael

 

Habló de una vida que tuvo como comandante de un grupo de planetas que desafió a la federación de Sargón, sus motivaciones, sus dudas, y cómo le afectó.

 

 

.

 

Radael: Estoy aquí de nuevo comunicado.

 

Interlocutor: ¿Maestro Ruanel?

 

Radael: Radael.

 

Interlocutor: ah, ¿Radael?

 

Radael: Si.

 

Interlocutor: ah bueno.... no Ra, Radael (je, je je)...bueno, o sea, te peleaste con Ruanel, lo sacaste, este, le dijiste que se vaya a pasear y viniste vos...

 

Radael: Éramos tres en realidad...

 

Interlocutor: Eran tres si,  (je, je,je)

 

Radael: Esto me lo está dictando Ruanel que te lo diga...

 

Interlocutor: Sí, o sea, ¿ganaste vos la discusión?

 

Radael: Te imaginas quien es el tercero..

 

Interlocutor: Está bien... (je, je, je), bueno, entonces que, ¿hacemos una psicoauditación?

 

Radael: Quiero recordar una vivencia.

 

Interlocutor: Esta bien, adelante entonces.

 

Radael: Hace miles de años, estaba encarnado en un mundo a 12.000 años de Sol III, y había una tremenda guerra, una guerra de 80 planetas; era una guerra donde se arrasaban planetas enteros. Mi nombre era Airan.

 

Interlocutor: ¿Cómo se escribe?

 

Radael: Se escribe Airan, pero se pronuncia Airan.

 

Interlocutor: Ah entiendo, ¿con “y” griega no?

 

Radael: No, “i” latina.

 

Interlocutor: ¿y “m” final?

 

Radael: No, con “n”, Airan.

 

Interlocutor: O sea, ¿cómo Irán, cómo el país?

 

Radael: se pronuncia Airan.

 

Interlocutor: Como el país.

 

Radael: Claro, pero acentuado de otra manera.

 

Interlocutor: Está bien, entiendo, esta claro, adelante.

 

Radael: Y nos veíamos como mundos sometidos por un poder central de un planeta que ya había pasado otras guerras, y en política fui creciendo y a mis, al equivalente a 30 años de Sol III era uno de los consejeros más importantes del mundo. El mundo se llamaba Ferro, Ferro 4.

 

Interlocutor: Ferro 4, como suena ¿Ferro?

 

Radael: Ferro.

 

Interlocutor: Ah, perfecto.

 

Radael: Y decidimos por votación escindirnos de esa federación, la federación que se decía democrática. Estuvimos meses, de vuestros meses ¿no?, deliberando hasta que al final logramos la independencia. Hubo grandes festejos en Ferro y de distintos planetas de sistemas vecinos se corrió la noticia por el sub-espacio, de que yo Airan, había logrado la independencia.

Y como decís vosotros en vuestro mundo, la noticia corrió como reguero de pólvora y de los 80 mundos, 34 más aparte de Ferro, decidieron unirse a nuestro mundo, algo que la federación central regida por el planeta Sargón no iba a permitir.

 

Interlocutor: ¿Zargón con “Z”?

 

Radael: Sargón con “S”.

 

Interlocutor: Está bien.

 

Radael: Sargón 4.

 

Interlocutor: Está bien.

 

Radael: Sargón 4 había venido de una gigantesca guerra contra el imperio reptiliano.

 

Interlocutor: ¿Imperio?

 

Radael:  Imperio reptiliano...

 

Interlocutor: Está bien.

 

Radael: ...al que habían vencido, y unieron los mundos oprimidos a su federación. No voy a negar que hicieron todo bien, no voy a negar que había pueblos desfallecidos, con habitantes similares a los humanos de Sol III muertos por el hambre, y cuando la federación de Sargón los liberó de las garras de los reptilianos llevaron distintos tipos de productos, de alimentos. En pocas décadas de Sol III esos mundos estaban con verdes sembradíos, ya nadie pasaba hambre, había prosperidad. ¡¡¡ Pero tú sabes como es, tú sabes como es !!!..., uno a veces quiere tomar decisiones por sí mismo, uno a veces desea... se aquerencia con su propio mundo, porque en el plano físico lo que menos sabemos es que somos roles. Y aunque uno sabe que su vida es limitada, ¡¡¡ acaso en vuestra Tierra no hubo emperadores que cada vez se expandían y se expandían y se expandían, y capaz que les faltaba un año para que desencarnen y seguían luchando y querían más tesoros, y se apoderaban de tierras y de tesoros !!! ¿para qué?

 

Interlocutor: Claro, obvio.

 

Radael: Bueno, no trato de justificarme, pero nuestra independencia fue pacífica...

 

Interlocutor: Sí.

 

Radael: ...queríamos ser nosotros, Pero cuando los otros 34 mundos vieron que yo tuve éxito, se dijeron: -si Airan pudo, nosotros podemos-, y Sargón no permitió. Hubo pequeñas escaramuzas, naves de ambos bandos destruidas. Ferro, de los planetas disidentes era el más armado. Teníamos miles y miles de naves. Quizá invadido por mi ego, al ver que nuestra independencia fue pacífica, pensé: -Sargón nos tiene miedo-, y formé en secreto, (aunque entre tantos millones de habitantes qué puede ser secreto), enseguida se corrió la voz, que en los demás planetas iba armando naves de guerra, con los miles y miles de habitantes que ambicionaban también su independencia.

Sargón y utilizando la frase terrestre: -que tampoco son ningunos santos-, atacaron a Metrix. Metrix era un planeta tranquilo...

 

Interlocutor: ¿con “x”  final?

 

Radael: Metrix con “x” final, que era un planeta fábrica. Había pocos habitantes, era como si tú tuvieras tu casa, y en el fondo tuvieras un galpón con un taller.

 

Interlocutor: Está bien, estamos hablando de todo tipo ¿humanos?

 

Radael: Sí.

 

Interlocutor: ¿o grises o de otro...?

 

Radael: No, humanos.

 

Interlocutor: Está bien, adelante.

 

Radael: Sargón atacó Metrix, ¡¡¡ lo hizo pedazos !!!, con solamente 7 naves,  7 poderosísimas naves.

 

Interlocutor: ¿Estamos hablando de destruir un planeta?

 

Radael: Destruir un planeta no significa que el planeta estalló.

 

Interlocutor: Claro, no, no, no, ¡¡¡ arrasar !!!

 

Radael: Como… como alguna de vuestras películas de ciencia ficción.

 

Interlocutor: Arrasarlo de habitantes.

 

Radael: Si, si ,si , lo destruyó por completo.

 

Interlocutor: Está bien, entiendo.

 

 

Radael: Obviamente que no nos achicamos, ya trabajábamos en secreto y verdaderamente éramos la resistencia, y trabajábamos, ¿cómo se podría decir? ¡¡¡ saboteando !!! Íbamos a los mundos de Sargón, a los 45 mundos leales a Sargón y hacíamos actos de sabotaje, se podría decir de “terrorismo”, que es una palabra que...  me cae muy mal, muy mal me cae, porque me produce muchos engramas esa palabra. Por eso actualmente tú cuando lees una noticia de que hubo un acto terrorista...

 

Interlocutor: ¿Me reestimuló?

 

Radael: Si, totalmente.

 

Interlocutor: Ajá.

 

Radael: Aparte es una palabra que detestas, como la detesto yo hoy...

 

Interlocutor: Ajá.

 

Radael: Hay escritores que cuando hablan de guerra entre mundos, se piensan que todo, flotas, naves que se disparan rayos, naves que explotan, cien naves contra cien naves, de las cuales quedan diez de cada bando...

 

Interlocutor: Ajá.

 

Radael: En parte es así, pero hubo muchos sabotajes de nuestra parte, porque sabíamos que éramos más débiles, y sabíamos que Sargón, sólo Sargón, tenía tanta flota como la mitad de nuestros planetas. Pero Ferro seguía produciendo y produciendo y produciendo y armas y armas y armas, flota, flota, flota... Cuando nos vimos fuertes yo comandé nuestra flota de resistencia contra la federación de Sargón 4. Aun así con naves destruidas de ambos bandos, abatimos a varios planetas pertenecientes a Sargón. Cuando digo pertenecientes a Sargón, tal vez estaban en sistemas solares a decenas de años luz de Sargón, pero pertenecientes a su federación.

 

Interlocutor: Está bien, está claro.

 

Radael:  45 planetas ellos, 35 planetas nosotros, y... la guerra siguió y yo me sentía..., a ver, al comienzo eufórico, y al ver que la guerra continuaba y continuaba y continuaba, y miraba hacia atrás y veía el idealismo de nuestro pueblo, y los muertos de ambos lados y pensaba: -no estábamos mal, no estábamos mal-, ¡¡¡ hay miles de muertos, miles y miles y miles en cada mundo !!! Nunca tocaron Ferro, no llegaron hasta Ferro, como nosotros menos a Sargón, estaban ultra-defendidos, todo el sistema estelar de cada, de Ferro como el sistema estelar de Sargón estaba defendido. En los satélites de los mundos gaseosos de Sargón, como en los satélites de los mundos gaseosos de Ferro, había infinidad de tropas repeliendo por si fuera, por las dudas, algún ataque del enemigo. Había satélites de vigilancia, radares inimaginables para la tecnología terrestre ¿no?

 

Interlocutor: Ajá.

 

Radael: Y en un momento pensé en dar marcha atrás, capitular, rendirme, no sé, ¿por qué no lo hice?, porque pensé: -ya no nos van a tratar como iguales, ahora van ha aplastar hasta el último, nos van a aplastar como vuestras hormigas, no vamos a ser sus iguales, y si respetan nuestra vida nos van a sumir en la esclavitud como tiempo atrás lo hicieron los reptilianos-. No podía rendirme, pero tenía sobre mis hombros la muerte de miles de mis amigos planetarios, y por las noches lloraba, lloraba tremendamente...

 

Interlocutor: Sí.

 

Radael: ...me decían “el comandante solitario”, porque en cada mundo tenía un amor, una pareja, pero no me mal entiendas, no una pareja estable a la que yo engañaba y estaba con ella... Con cada pareja que yo estaba, una noche, una semana, uno de vuestros meses, ya sabía a que atenerse. Le digo: -mira, yo soy Airan, me debo a mí, no quiero compromisos afectivos. Entonces lo que yo buscaba era... una relación carnal, para sacarme la ansiedad, para sacarme los nervios...

 

Interlocutor: Entiendo.

 

Radael:  ...pero una vez que esa relación carnal terminaba, yo podía escuchar con mis oídos el silencio, la soledad. Miraba al lado del lecho a la mujer que estaba ahí ¡¡¡ y me quería ir, porque me sentía que todo me molestaba !!! Yo pensaba que una vez satisfecho el deseo, ¡¡¡ ahhh, iba a estar calmado !!!; pero no, me sentía peor. Entonces bebía, bebía, pero tenía la voluntad para moderarme, porque sabía que al día siguiente tenía que comandar de vuelta la flota, y tú no te puedes dar una idea, ¡¡¡ no te puedes dar una idea de la soledad que yo tenía, y el engrama de culpa de los miles y miles de muertos que cargaba sobre mis hombros !!!

 

Interlocutor: Sí.

 

Radael: El otro comandante, el de Sargón, era un héroe. A mí también los míos me amaban, pero él no era solitario, y por momentos es como que yo tenia, como cierto rencor. Yo era diestro en el manejo de todo tipo de armas; manejaba fusiles, manejaba pistolas láser, manejaba espadas, manejaba todo tipo de armas, corta, larga, de fuego, desintegradora. Había un rayo psíquico que lo había desarrollado un científico loco de Sargón, creo que era de Sargón, que te afectaba tu mente. También me había perfeccionado en el arte de la lucha, en el arte del tekumi, que era como el karate de Sol III, ¿sabes las veces que he soñado con enfrentarme mano a mano con el otro comandante? y decirle: -vamos  a decidir nosotros la batalla-, pero era un sueño tonto, idealista.

 

Interlocutor: Claro.

 

Radael: Nunca lo propuse, porque era infantil. Eso pasa en vuestras películas, en la vida real no pelean los dirigentes, lamentablemente pelean los dirigidos, y eso pasa en todos lados. Lo único que puedo decir ¡¡¡ con la frente BIEN ALTA !!!, es que siempre estuve al frente de la nave, adelante de todas, pero el engrama de culpa...,

 

Interlocutor: Ajá.

 

Radael: Estoy haciéndole mal a este receptáculo, porque le hago un nudo en la garganta, porque él siente todo lo que yo siento, y le duele la garganta que apenas puede seguir hablando, eh. Eres mi 10%, eh, eres magnánimo, continuaré más adelante gracias.

 

Interlocutor: Hasta luego.

 

 


 

Sesión de enero 2010
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Dio algún dato de su vida y detalló su vivencia posterior a la recuperación de memoria.

 

 

Sesión en MP3 (2.817 KB)

 

            Entidad: Estoy aquí nuevamente con vosotros. Mi nombre es Rael-Dan, quien encarnó como Ascardín en el año 6.200 de la Era Galáctica de Sargón hace 3.800 años de Sol III.

 

            Sargón había comenzado a anexar territorios de planetas de sistemas solares cercanos hasta formar una federación de cincuenta mundos pero en 5.900 se topó con el Imperio Mordon, una raza reptiloide que dominaba treinta sistemas sometiéndolos bajo el terror. Obviamente hubo cientos de batallas entre el Imperio Mordon y Sargón y en el año 6.000 de la Federación, Sargón acabó con el Imperio reptiloide sumando para sí los treinta mundos.

 

            ¿Pero qué sucedió? En 6.050 hubo una rebelión con la consiguiente escisión y treinta y cinco planetas de la periferia del brazo galáctico declararon la guerra a Sargón, guerra que dura hasta el día de hoy y yo, Ascardín, lidero la flota principal. Del otro lado está Airan, un excelente comandante que lidera la flota rebelde.

 

            Había caído amnésico en un mundo a años luz de Sargón. La joven Martial se había hecho cargo de mí. Como no recordaba mi nombre me había puesto Tom y verdaderamente hizo mucho por mí, y yo, siendo Tom, me había enamorado de ella. Ella era mujer guerrera y tenía un carácter que pocos hombres podrían –no digo dominar, porque es una palabra que considerarías vosotros ‘machista’- sino cotejar, compartir, igualar.

 

            Recuperé la memoria. Mis amigos me vinieron a ver al sanatorio y Martial se moría de ganas por averiguar qué me había pasado. Pero bueno, tuvo que esperar hasta el día siguiente, pues esa tarde el sanatorio hervía de gente, todas eran visitas para mí, salían unos, entraban otros… La joven se asombró al notar lo apreciado que yo era no sólo por mis compañeros sino por mis subalternos. Lo más emocionante que presenció fue cuando llegó mi gran amigo Brendanar.

 

De muy joven me había alistado en la Policía Espacial en el sistema de Sargón y comencé como copiloto de Brendanar en la pequeña nave Sargón 7, uno de los modelos más nuevos. Recuerdo que recorríamos el sistema planetario vigilando las colonias de los satélites de los gigantes gaseosos luchando contra piratas espaciales que saqueaban naves de carga.

 

            Brendanar, hoy como comandante de una flota de batalla, lo tengo ahí como segundo y como gran amigo mío. Nos dimos la mano, nos estrechamos las manos con fuerza, nos miramos con amistad y Brendanar me dijo: -En el fondo de mi corazón yo sabía, pero de verdad te digo, yo sabía, Ascardín estabas vivo. Bienvenido al mundo mi soñador amigo.

 

            Me decía soñador porque yo, de joven, soñaba con conquistar la galaxia, pero no someter como hicieron los reptilianos sino conquistarla y que todos los planetas florezcan, florezcan de prosperidad, de vida; multiplicar el apoyo.

 

            -Gracias, mi gran amigo –le dije –estoy impaciente por volver al servicio.

 

            -Hay muchas novedades –me dijo Brendanar –Airan llevó a dos afectados de planetas cercanos a Sargón dejando muchísimas víctimas y es como que en el lapso que tú has estado afuera inclinó un poco la batalla a su favor. Pero bueno, los venceremos.

 

            -Eso espero, Brendanar, eso espero.

 

            -Ahora te dejaré descansar, Ascardín. Mañana nos veremos.

 

            Martial presenció la escena, silenciosa, y otra vez el asombro al ver al nuevo visitante.

 

            -¿Cómo estás muchacho?

 

-Me alegro de verte.

 

-Y yo me alegro más al ver que te recuperas.

 

-Fue Milcor, ¿verdad?

 

-Sí, apenas me den alta, iré a por él.

 

            La chica interrumpió la conversación afirmando más que preguntando: -¿Usted es el ministro Obradín que regenta Sargón 4?, ¿el papá de Ascardín?

 

            -Así es -confirmó mi padre –te asombras quizás al ver que visito en persona ahí en otro mundo, pero es mi hijo y de todas maneras hay mucha vigilancia. Es mi hijo.

 

            Finalmente le conté a Martial que con mi padre éramos más que amigos -y aclaro que quien era el rol del ministro Obradín en esa encarnación en Sargón, su thetán es quién anima hoy a este receptáculo. Johnakan Ur-El encarnó como Obradín-, el ministro de Sargón 4 es mi padre.

 

Relaté que era una misión que iba a realizar sólo, pues Brendanar había tenido una licencia por heridas. Me acuerdo que iba a partir a otro sistema, estaba preparando mi equipo especial para alta presión cuando el sabio del mal, Milcor, apareció en el hangar acompañado de dos secuaces. Había sido un gran científico pero prefirió utilizar su descubrimiento para su propio beneficio. Perjudicó a muchas personas y no tardó en quedar fuera de la ley. Él era un sabio independiente, no estaba ni a favor de la Federación de Sargón ni a favor de los rebeldes de los treinta y cinco mundos, él estaba por la suya. Estuve tres veces a punto de atraparlo y ahora me tenía él a mí; sus hombres me estaban apuntando con pistolas radiantes.

 

Milcor, con una cínica sonrisa me dijo: -Dejarás de importunarme, Ascardín, dejarás de molestarme para siempre. Voy a utilizar contigo mi último invento, el rayo psíquico. No sólo te producirá una amnesia total sino que te cambiará la personalidad, tu valentía; tu resolución se transformarán en cobardía, en inseguridad. ¡No te muevas!, o mis muchachos te abrasarán ahora mismo.

 

El genio maligno se frotó las manos: -Será mi venganza por haberme hecho pasar muchos malos momentos. Sacó de entre sus ropas un tubo que parecía como hecho de cristal, lo apuntó hacia mí y me miraba. En décimas de segundo, yo pensaba “Nunca salgo sin vigilancia, nunca salgo sin mis guardias pero no por temor, no tengo miedo a la muerte o a heridas, me considero un guerrero, pero significo mucho para la Federación”. Volví a la realidad en décimas de segundo y vi como este sabio maligno presionaba la parte empuñada de su arma. Sentí en la cabeza un dolor terrible y me revolqué en el piso, el sufrimiento era insoportable, luego perdí el conocimiento. “Todo negrura, todo nada”, sí se entiende la expresión.

 

            Al despertar me hallaba solo en las afueras del espacio puerto, tenía una angustia, un temor impresionante. Para colmo, ya estaba anocheciendo y hasta el mismo ruido me asuntaba. No sabía quien era ni donde estaba. Mi estómago rugía de hambre y me dominaba un estado de ansiedad. Tuve la mala suerte de toparme con dos rateros que rondaban la zona. Quise correr y me agarraron golpeándome con saña. Volví a desmayarme y me habrán creído muerto. Cuando me recobré me di cuenta que estaba sin ropa, me la habían sacado los asaltantes. Encontré en un hangar un uniforme viejo, roto, en paño hilado, pero no le di mayor importancia y me lo puse. El temor mío más grande era pensar que los pillos podían volver, y medio corriendo medio arrastrándome llegué hasta un cohete carguero, y me subí a él sin que me vean, ocultándome entre algunas cajas. Dios… Y así llegué a Angustor donde seguí perdido hasta que Martial me encontró casi desfallecido.

 

            Mi padre quedó en silencio y Martial dijo: -En un momento dado pensé que podías ser el demente asesino que se había fugado de la prisión pero me resistía a creerlo.

 

            -Je, je. Y yo casi estaba convencido de ser un pirata del espacio, ¿no es gracioso?

 

La vida… la vida da tantas vueltas pero a veces es como que tenemos un destino trazado y eso del libre albedrío lo tomo tanto con pinzas, tanto lo tomo con pinzas…

 

Tres días después me dieron el alta médica. Martial me esperó en la sala general. -¿No usas el uniforme?

 

            -Todavía no, tengo un par de cosas que hacer y no las podría llevar a cabo con el uniforme de la milicia.

 

            -No te entiendo.

 

            -Mira, sólo debes saber que en un aspecto soy más débil que el mismo Tom.

 

            -¿Ascardín débil?

 

-Sí, en el aspecto humano. Tengo una espina clavada y me duele mucho. Debo arrancarla. Un día te voy a explicar lo qué es el ego, Martial.

 

            -¡Oye!, te expresas de una forma complicada, me cuesta acostumbrarme a tu nueva forma de ser.

 

            Antes de llegar al aparcamiento de automóviles una figura gritó: -¡Adiós, chicas!. Era Sam, el hombretón de los brazos musculosos. Me brillaron los ojos y sonriendo exclamé: -¿Puedes cerrar esa bocaza, gorila?

 

            -¿Eeeeh? Sam quiso avanzar para golpearme y no tuvo tiempo de nada. Le di un uno-dos y cayó sentado completamente aturdido. Le pegué muy despacio, le podía haber arrancado la cabeza, literalmente hablando.

 

            -Empiezo a entender –me dijo Martial, ya ambos en el vehículo.

 

            -¿De veras?

 

            -Sí. Seguro que esta noche querrás que vayamos al club social.

 

            -¡Jo! Te lo iba a proponer.

 

            Me miró exclamando: -No creí que te agradara tomarte revanchas, no. En un jefe de flota no lo veo.

 

-Soy un ser humano, Martial, soy un ser humano, no te olvides de eso.

 

            -Está bien, entremos.

 

            -¿No te molesta que sea tu huésped un tiempo más?

 

-Sí, pero igual te aceptaré con una condición.

 

            -¿A ver?

 

            -Me contarás alguna de tus anécdotas de tus misiones más arriesgadas.

 

            -Espero no aburrirte.

 

            -Mmmm, no creo que me aburras.

 

            Al igual que la vez anterior entramos al salón principal causando sensación pero algo me ha cambiado desde entonces; yo ya no era el joven de tímida mirada, ahora era el hombre de sonrisa experimentada y burlona. Nos sentamos en la misma mesa. Pulsé el comunicador y ordené: -Por favor, dos mezclas radiantes.

 

            -¡Epa!, piensa que hace poco te dieron de alta.

 

            -Vamos a bailar -fuimos a la pista.

 

–¿No me pisarás? –preguntó ella.

 

            -No, sólo te estrecharé entre mis brazos.

 

            Me miro a los ojos, le sostuve la mirada.

 

-Nunca me había fijado en tus fuertes ojos –dijo Martial.

 

Le respondí: -Son más hermosos los tuyos. Ese verde grisado que tienes me hipnotiza.

 

            -Cuidado, ¿eh? –me dijo Martial –no vayas a sufrir una nueva amnesia.

 

            En la barra, ya repuestos estaba Yel y Kess. –Parece que el polluelo no aprendió la lección, no sólo volvió sino que la sacó a bailar.

 

            -Creo que debes olvidarte de ella, mi querido Kess.

 

            -¡No!, ninguna mujer me rechazó antes; Martial será mía y a ese imbécil le daré un nuevo escarmiento que no olvidará.

 

            Esperaron más de dos horas. Cuando salimos fueron tras nosotros. En la calle, Kess gritó: -¡Oye, tú!

 

            Nos dimos vuelta y pregunté: -¿Es a mí?

 

            -Sí. ¿Has vuelto a desafiarme?

 

            -No sé… dilo tú. ¿Tú que crees?

 

-Te enseñaré quien soy yo por si la otra vez no lo aprendiste.

 

Yel me sujetó de atrás, me tomó de las muñecas. Kess me castigó el estómago, su puño rebotó como si hubiese golpeado contra una roca. Kess me miró asombrado pero con un asombro real, con estupor, no lo podía creer. Se asombró aún más al ver cuando lancé a Yel por el aire hasta cuatro metros de distancia. Al recibir un puñetazo en el mentón ya no se asombró, se durmió antes y nos fuimos.

 

-¿Te cobraste la deuda? –preguntó Martial.

 

            -Sí, ahora estoy tranquilo conmigo mismo.

 

            -¿No hubiese sido mejor si lo pasaras todo por alto sin buscar el desquite?

 

-Eso no es ego, no; lo que hice fue lo correcto.

 

-Yo no lo justifico; te pusiste a la altura de Kess –me reprochó Martial.

 

            -¡No!, no es así, Martial, yo soy un tipo que se juega el pellejo en cada misión por el sólo hecho de proteger a todo el sistema, a todos los sistemas de todos los planetas y me saca de las casillas que un parásito como Kess sólo sirva para satisfacer sus caprichos personales y molestar al más débil, a ver si entiendes eso.

 

            Quedamos ambos callados sumidos en nuestros pensamientos. Al final, ella rompió el silencio exclamando: -Si piensas que ahora te veo como un héroe estás equivocado. Cuando eras el pobre e indefenso Tom yo te apreciaba porque sabía que necesitabas no sólo protección sino también cariño.

 

            -Yo te agradezco tu ayuda, Martial, ¿pero en el fondo, yo, no soy un ser humano como lo fue para ti Tom?

 

-No es lo mismo. Tú sabes lo que yo siento de los hombres en general; a ti, en este momento, te veo como uno más. A mi no me compra que seas Ascardín, que seas el comandante, el hijo del ministro Obradín, a mí eso no me compra.

 

            -Mira, yo te voy a decir la verdad, Martial, y no te enojes –le pedí -tú no desprecias al hombre, tú le tienes miedo al hombre.

 

            -¿Miedo?, ¡pero qué absurdo dices!

 

            -Claro, tienes miedo; miedo de enamorarte, miedo de ser débil, miedo de ser dominada, pero te confesaré algo para tu satisfacción, querida; Tom y yo somos seres diametralmente opuestos en todos sentidos; lo único que me acerca a él es que siempre te amó y yo, de verdad, también te amo. Quiero sincerarme, no quiero ser irónico. Pero bueno; tampoco acepto tu desprecio; así que me marcho. Yo no sé suplicarte, tampoco me interesa hacerlo. No sería yo quien lo hiciese. Sólo me interesaría que reflexiones, eso es lo que me interesaría, porque en el fondo, ¿quieres que te diga la verdad?, tengo la esperanza que algún día me aceptes.

 

            -No hables de amor, Ascardín, podemos mantener nuestra amistad y yo transigiré en mi concepto. No te veré como un héroe pero tampoco como uno del montón. ¿Qué dices?

 

            -No me interesa tu amistad y si no me quieres, bueno, tampoco me preocupa cómo me veas.

 

-Eres un necio.

 

            -¡Qué dices? –La tomé salvajemente y la besé en la boca con pasión. Luego la solté exclamando: -Ahora me voy, quédate con ese recuerdo.

 

            -¡Yo no soy un objeto, yo soy una mujer!

 

            -Lo sé muy bien, Martial, porque yo soy un hombre.

 

Se alejó camino del espacio puerto. Yo me alejé para el otro lado mientras ella me miraba. La perdí de vista. Me perdió de vista. Yo estoy convencido de que algo había cambiado entre los dos. Yo estoy convencido de que una conexión había quedado. Yo estoy convencido de que ella formaría parte de mi vida y no sólo en esta encarnación, en otras encarnaciones. Pero esa es otra historia.

 


Sesión del 5/2/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Radael

 

Dio más detalles de la vida que tuvo como el comandante que desafió a la federación de Sargón. Explicó una vivencia donde traicionó a una mujer para obtener información valiosa, pero luego se enamoró de ella y tuvo fuertes sentimientos de culpa, y además diversas contradicciones al ser consciente que la lucha tenía poco sentido.

 

 

.

 

            Interlocutor: ¿Estás ahí, Radael?

 

Entidad: Sí, soy Radael, toca nuevamente relatar incidentes que había dejado inconclusos y que me traen engramas en el aspecto de que uno, a veces, busca lo mejor para los seres que le rodean pero somos seres encarnados y dejamos de ser objetivos. Al dejar de ser objetivos no sabemos si verdaderamente lo que hacemos lo hacemos por el bien común, para la propia gloria o perpetuidad en el recuerdo y aún como entidades espirituales nos reímos conceptualmente de ello porque ni siquiera los planetas son eternos. Entonces, pensar en una memoria eterna –figurativamente hablando- es presumir demasiado.

La vida que voy a relatar es en el planeta Ferro, en la época del imperio de Sargón donde traicioné para lograr un beneficio muy bueno.

Hay un planeta que se llama Norbus y quedaba a mitad de camino en años luz…

 

            Interlocutor: ¿Con "b" larga?

 

Entidad: Norbus, con "b" larga, entre Sargón y Ferro, de la periferia. Había una joven muy eficiente llamada Equala, aquí se escribiría con la "q" y la "u", Equala, que era activista política y era representante de Sargón en los distintos sistemas solares, en la periferia media por así llamarlo, a mitad del brazo galáctico. Y era una joven que era demasiado solitaria; ella arrastraba engramas porque de pequeña –no tan pequeña, tendría doce, trece años- un tío quiso abusar de ella y ella desde pequeña había practicado el kroding, el kroding es un deporte que utiliza la medicina donde tú puedes con los dedos visualizar qué arteria puedes tocar como para desmayar o hasta matar al otro, en el kroding trabajan directamente con un cuerpo donde se ve -desprovisto absolutamente de piel- y se ven todos los puntos de arterias y de nervios y a la persona se la entrena. Bueno, y esta niña desde los ocho años que trabajaba con eso.

 

            Interlocutor: ¿Los seres humanos también tienen eso?

 

Entidad: Sí, los seres humanos también tienen eso.

 

Interlocutor: ¿Cómo se escribe kroding?

 

Entidad: Con "K". Me refiero que es muy difícil que el decodificador de ese receptáculo capte bien lo que tú quieres decir. Los seres humanos tienen la misma composición física que nosotros teníamos allí; lo que no existe es esta técnica en Sol III.

 

            Interlocutor: Sí, entiendo. ¿Pero cómo se escribe eso, ¿Kroding?

 

Entidad: "k", "r", "o", "d", "i", "n", "g", Kroding. Por lo menos así se pronuncia en Sol III.

 

            Interlocutor: Está bien, adelante.

 

Entidad: Y la niña, viéndose en peligro -porque su tío quería, de alguna manera, abusar de ella- le tocó un par de puntos en la garganta hasta hacerle perder el sentido y siguió presionando hasta matarlo.

 

            Interlocutor: Un segundo, que quiero preguntarte… ¿Existe una técnica llamada ‘Corazón explosivo’, acá, en la Tierra? Lo vi en una película, creo que se llamaba ‘La venganza’, pero no sé si eso existe o es invento de la película.

 

Entidad: La mayoría de esas cosas son inventos de las películas. No, no…

 

            Interlocutor: ¿No existe?

 

Entidad: Ahora, si tú a mí me preguntaras –y esto no me baso en mi conocimiento sino que absorbo, de alguna manera, permiten los demás que les saque conceptos, esto lo hago por ética- si tú me preguntas en las técnicas que en la Tierra se llaman artes marciales cuales son los puntos vulnerables del cuerpo humano, yo diría todos, todos para un buen practicante de artes marciales.

 

            Interlocutor: Bien. ¿Pero ese ‘corazón explosivo’ donde uno toca al otro tres puntos y el corazón termina explotando, eso es pura fantasía?

 

Entidad: Hay puntos donde puedes tocar con la punta de los dedos y puedes achatar algunas arterias, la coronaria, por ejemplo; puedes fisurar la caja ósea que contiene al corazón…

 

            Interlocutor: ¿Con golpes?

 

Entidad: Claro, y entonces lo que estás haciendo es cortar la sangre que va de la vena al corazón o impedir que la sangre salga por la arteria, pero no que el corazón explote…

 

            Interlocutor: No, no; lo que yo me refería es tocar dos o tres puntos nada más sin golpe, tocar puntos neurálgicos donde el corazón terminaría explotando. ¿Eso es fantasía?

 

Entidad: Eso es fantasía.

 

            Interlocutor: Listo, adelante. Continuamos.

 

Entidad: Esta niña se creó con muchos engramas, prácticamente, en la política, cuando ya tuvo veinticuatro años terrestres se cambió el nombre, se llamó Excélsior, como Excélsior aquí en Sol III, de la misma manera con el mismo significado. Bien, y ahí fue cuando Ruano conoció a Excélsior. Ruano era un joven mercader que venía de los alrededores de Sargón y empezó a hacerse amigo de Excélsior, porque así quería ella llamarse y empezaron a salir. Ella, si bien era política, era una persona muy desconfiada, le preguntó a Ruano de donde venía, Ruano dice: -Soy de Tarbagel, Tarbagel 4, a dieciocho años luz de aquí…

 

            Interlocutor: ¿Con “b” larga y jota?

 

Entidad: Con "b" y "g", Tarbagel, y le mostró el ascendente holográfico de lo que era su familia, los Ruanos, que eran muy conocidos, eran mercaderes que eran íntimos de la familia de Obradín, actual ministro de Sargón, y ella quedó muy halagada de conocer a una familia tan importante cercana a Obradín y a su hijo Ascardín, que era el comandante de la flota de Sargón.

 

            Interlocutor: Dijiste Ruano y algún nombre más. ¿Ruano qué, escuché?

 

Entidad: Sí, pero me interesa contarte esto, es muy importante, muy, muy importante.

 

            Interlocutor: Está bien.

 

Entidad: Se hicieron tan íntimos que llegaron a tener, incluso, intimidad, él le contó a ella que había tenido una pareja, que había tenido un hijo, ese hijo había muerto en la periferia a manos de gente de Ferro y que odiaba a la resistencia justamente porque le habían matado al hijo. La esposa quedó tan mal en su decodificador por la muerte del hijo, que se suicidó. O sea, que esta niña, aparte de admirar a Ruano por ser quien era también tuvo una especie de compasión por toda su historia y Ruano dice: -Voy a volcar hasta mi último aliento para vencer la resistencia, que fueron los que dañaron todo. Y ella entonces le propuso, Excélsior, de trabajar con ella y empezaron a trabajar juntos en política. Él dejó lo que estaba haciendo, que era comisionista de mundos, y empezaron a trabajar en planos internos viendo las existencias de cada mundo de Sargón en contra de la resistencia de Ferro y parece que una sombra les siguieran los pasos porque a todo mundo que iban Excélsior y Ruano después había un atentado, siempre había atentados, morían cientos o miles de personas de Sargón a manos de terroristas de Ferro. Y no sólo Excélsior estaba mal sino que el propio Ruano, a veces, lloraba en silencio en el cuarto y decía: -Voy a dar mi vida pero voy a atrapar al traidor que nos está siguiendo.

Había un primo que siempre era muy desdeñoso, despectivo de Excélsior, se llamaba Locuadro y bueno, todas las sospechas cayeron sobre él y en su cajón del escritorio había un disco holográfico con notas de todos los puntos atacados en los planetas de Sargón y ahí se demostró la culpabilidad de Locuadro y fue ejecutado con armas de rayos.

 

            Interlocutor: ¿Realmente era él?

 

Entidad: No, realmente no era él, era inocente. Durante un año siguieron los ataques y se minó tanto, tanto se minó la resistencia de Sargón, que Ferro con muchas menos fuerzas equiparó la balanza en ese momento, y en ese momento ya la supuesta victoria de la flota de Ascardín estaba en duda, incluso Ascardín perdió siete planetas que quedaron en manos de los rebeldes.

En un momento dado, cuando ya no había más planetas del brazo medio para destruir, estaban en una habitación Excélsior y Ruano, y Ruano se pone a llorar y le dice: -Verdaderamente me enamoré de ti.

-No veo cual es el problema, yo a lo largo de mi vida he pasado por infinidad de cosas pero nunca conocí a un hombre tan valioso como tú.

Ruano saca en ese momento una pistola de rayos paralizantes, previamente sabía que no había ninguna cámara holográfica ni nada en el cuarto, y le dice: -Mi nombre no es Ruano.

Ella le dice: -Pero, ¿y tus documentos holográficos?

-Eso lo hace cualquier falsificador en los mundos de la periferia. Ruano hace cinco revoluciones que murió.

-¿Y quién eres?

-Mi nombre es Airan y soy el jefe de la resistencia de Ferro.

O sea, que yo, Radael había fingido ser Ruano para saber todos los secretos, o sea, que Locuadro no era el culpable, era yo el culpable. Pero todo lo hacía en función del ideal de sacar a Ferro adelante…

 

            Interlocutor: Una especie de espía.

 

Entidad: Pero en realidad me había enamorado profundamente de Excélsior y ella por primera vez… para que te des cuenta de lo fuerte que era como mujer, era comparable a Martial, una gran amiga y colaboradora de Ascardín…

 

            Interlocutor: ¿Martial?

 

Entidad: Martial es una joven cercana a Sargón que rescató una vez a Ascardín cuando perdió la memoria.

 

            Interlocutor: Está bien. ¿Eso causó un fuerte engrama?

 

Entidad: Sí, un engrama de lealtad, de traición, porque en el fondo yo luchaba por un lado con el afecto, porque en el fondo veía que los ideales de ella eran ideales genuinos, auténticos, y que la lucha de Sargón era verdaderamente auténtica. Y como hoy diríais los Maestros, esos complejos míos de culpa de ese momento era porque yo dudaba hasta que punto la resistencia tenía razón, porque si bien al comienzo nos sentíamos oprimidos, cuando el imperio de Sargón lucha contra el imperio reptiliano, libera infinidad de mundos de los reptilianos -esos mundos que estaban sometidos con la mayoría de seres símil homo sapiens desnutridos, una mortalidad prácticamente altísima- los alimentan, les ponen servicio médico, los visten y no había por qué luego rebelarse, sucede que nuestra política no quería ser igual a la de Sargón, entonces, por eso, de alguna manera, aquí era el responsable de organizar esa resistencia pero el hecho de estar con Excélsior me hizo –de alguna manera- amar a las ideas políticas de Sargón, pero yo ya no podía echarme atrás porque no iba a traicionar a los míos, teníamos miles de naves luchando…

 

            Interlocutor: Pero eso no impidió que grabara engramas.

 

Entidad: Eso no impidió que apretara la cola del disparador y la paralizara.

 

            Interlocutor: ¿Adrede?

 

Entidad: Adrede.

 

            Interlocutor: Ahora bien; ¿cómo repercute todo eso…?

 

Entidad: No la maté, la dejé paralizada con los nervios prácticamente insensibles…

 

            Interlocutor: ¿Pero momentáneamente, provisoriamente?

 

Entidad: Provisoriamente, solamente podía mover los ojos y podía respirar con sus pulmones.

 

            Interlocutor: Está bien. Ahora, ¿cómo repercuten todos estos hechos en tu 10%, que soy yo?

 

Entidad: Repercuten –y estoy teniendo una tremenda tarea conceptual para que lo transmita este receptáculo- en el sentido de confusión, porque mi ideal, primero, era por Ferro, porque me sentía como que éramos planetas oprimidos por un gobierno central que nunca fue despótico pero no nos dejaba opinar, y estos miles y miles de muertos que organizamos con esta tremenda guerra contra el imperio Sargón me llevó a plantear si toda esta gran culpa no era exclusivamente mía, si no llevé en una guerra loca a todos estos mundos y luego, encima, organizo atentados en mundos de Sargón, porque éramos más débiles, y luego, encima, conquistando a Excélsior, llego a ver los planos holográficos de los puntos neurálgicos de fábricas, de astronaves, de helipuertos… bueno, en el lapso de un año hemos hecho tantas bajas, tantas bajas, que no lo hubiéramos hecho en diez años en guerra de naves.

 

            Interlocutor: Y la pregunta es si esto son actos de guerra, y en los actos de guerra casi se puede decir que todo está permitido, porque no son circunstancias, hay bandos opuestos…

 

Entidad: Pero lo que me deja marca no son los actos de guerra, porque yo era comandante de la flota de Ferro, lo que me deja marca es la traición hacia la persona de la que me había enamorado, hacia la persona que yo no podía a ver más, hacia la persona que había defraudado haciéndome pasar por un comisionista, de una familia que eran amigas de los Obradín, que es el ministro de Sargón, y era mentira…

 

            Interlocutor: Está bien. Vuelvo a preguntar, para aclarar bien, porque esto es muy importante. ¿Cómo todos estos hechos repercuten en - me refiero en malestares o angustias o ansiedades- en tu parte encarnada, o sea, que soy yo?.

 

Entidad: Repercuten en el sentido…

 

            Interlocutor: Para saber si hay alguna relación entre algunas cosas que yo he sentido, algunas molestias en este…

 

Entidad: Quizá la molestia sea lo secundario -no hay una frase, una palabra, mejor dicho, que reemplace a psicológicamente pero digámosla- psicológicamente te ha afectado que por momentos, cuando tienes que tomar una decisión, ya sea laboral, ya sea con tu pareja, siempre vas a tomar -obviamente, porque vas estás analítico- vas a tomar la decisión que te parezca más correcta pero debido a esos engramas de esa vida vas a pensar que quizá la otra decisión no era tan mala y te va a quedar como una especie de duda y esa duda te puede generar hasta angustia que te puede afectar a tu chakra laringe causándote hasta dolor de garganta, sin contar que…

 

            Interlocutor: Dolores de cabeza…

 

Entidad: Dolores de cabeza y hasta dolores en la parte de atrás de la columna, por detrás del chacra del plexo solar.

 

            Interlocutor: Está bien. ¿Ahora, estás aliviado de esto?

 

Entidad: Sí, sí, sí, sí, me siento bastante aliviado y trato de ser inteligente de no justificar ningún acto hostil, pero verdaderamente, yo era un idealista y a mí lo que más me afectó en esa vida es que esta joven tan soñadora hizo tambalear mi idealismo por Ferro, porque en el tiempo que estuve con ella, no estábamos hablando todo el tiempo de planificaciones de batallas, hablábamos de temas personales, de su vida, de lo que había pasado ella de pequeña; ella me contó que tuvo que matar a su tío, me contó que con su padre no se llevaba bien y…

 

            Interlocutor: Bueno, ahora la pregunta es, desde un punto de vista no subjetivo sino desde un punto de vista objetivo, mirándolo desde afuera incluso como un Maestro… como si fueras Ruanel: ¿Cómo ves ahora en este momento toda esa actuación? ¿Fue incorrecta cien por cien, noventa por ciento? ¿Fue correcto porque tú, en definitiva, eras un guerrero, que también te debías a tu pueblo o…?

 

Entidad: Si yo lo miro objetivamente eso, como si yo no hubiera sido este rol, lo veo positivo ciento por ciento porque estaba en defensa de los ideales que yo defendía y de los que eran mis co-planetarios de Ferro y de los sistemas aledaños. El engrama no pasa por ahí; el engrama pasa porque yo traicioné a una persona que amaba, porque en el plano físico –como dicen aquí en Sol III- somos humanos y de repente vemos, comprendemos, entendemos que la otra persona, desde su punto de vista, también tiene razón y de la manera que te lo está pintando, de la manera que te pinta la vida en Sargón y la prosperidad que hubo en el último siglo -salvo la Gran Batalla- me puse a pensar en ese rol de Airan: ¿Qué estoy haciendo? ¿En qué me metí si verdaderamente de la manera que lo estaba pintando esta joven, Sargón es un paraíso terrenal?

 

            Interlocutor: ¿Qué sucedió con esta joven después que la paralizaste?

 

Entidad: Le dejé una holonota en su aparato pidiéndole disculpas, pero ella tenía su ideal y yo tenía el mío. Lo único que lamentaba eran dos cosas: El gran amor que sentía por ella que no iba a cambiar y el haberla traicionado. Pero para mí, el objetivo político estaba por encima de los seres y que quizá si nos cruzáramos, en lugar de abrazarnos, nos mataríamos uno al otro.

 

            Interlocutor: Yo pienso que son dilemas imposibles de resolver para un lado o para el otro.

 

Entidad: Llegó a mandarme un holotexto. Yo, obviamente… mi aparato era de total seguridad, no tenía ningún tipo de localizador ni espacial ni sub espacial, no había manera de que me pudiera localizar pero sí había una especie de vía energética donde el holotexto podía llegar. Y me puso únicamente: “A mí me duele más que a ti. ¿Por qué no me has matado?” Y yo no le respondí. Pero sentía en ese momento un nudo en la garganta y bueno, estuve una de vuestras semanas terrestres encerrado sin querer salir, digo una de vuestras semanas terrestres porque si bien los planetas que tienen vida en los distintos sistemas son todos similares a Sol III, por lo menos en los que hay homo sapiens, no todos giran a la misma distancia, porque hay estrellas que son más grandes y entonces hay planetas que para que tengan una vida similar a la terrestre tienen que girar, por ejemplo, a la altura de Saturno; entonces no es lo mismo un año de otro mundo que un año en… no es lo mismo un año en Aldebarán; fíjate que enorme que es Aldebarán, que un año de la Tierra, Sol III.

 

            Interlocutor: Una pregunta antes de que continúes: ¿Cuándo desencarnamos, a qué plano fuimos?

 

Entidad: Al plano 3.1.

 

            Interlocutor: 3.1. ¿Y de qué plano veníamos?

 

Entidad: Del plano 4.1.

 

            Interlocutor: O sea, que descendimos de nivel.

 

Entidad: Sí.

 

            Interlocutor: ¿Por esta traición al amor…

 

Entidad: No, no fue necesariamente por la traición.

 

            Interlocutor: …o una evaluación de otras cosas?

 

Entidad: Una evaluación de que se generaron miles de batallas y miles de miles de muertos; de alguna manera, uno puede no sentirse culpable sino responsable, pero la responsabilidad, al fin y al cabo, debemos hacernos cargo.

 

            Interlocutor: Está bien. Ahora, ¿después de esa vida, volvimos a encarnar? Obviamente que no, pero la pregunta es muy cortita, ¿volvimos a encarnar, que no sea esta?

 

Entidad: Sí, no, por supuesto.

 

            Interlocutor: ¿Y padecimos en esa encarnación por eso?

 

Entidad: Pero eso que te estoy contando pasó hace 3.800 años…

 

            Interlocutor: Está bien.

 

Entidad: Sí, por supuesto, encarnamos muchísimas veces. Hace cuatro milenios terrestres.

 

            Interlocutor: Está bien. O sea, ¿llevamos a cuestas en cada encarnación este problema que ahora estamos solucionando?

 

Entidad: Sí, así es.

 

            Interlocutor: Está bien. Bueno, ¿cómo te vas sintiendo con respecto a este incidente?

 

Entidad: Me voy sintiendo mejor.

 

            Interlocutor: Como la sesión está dedicada totalmente a ti, entonces tratemos de eliminar todas las cargas que puedas hasta que termine la sesión, que terminará cuando notes que Jorge ya está agotado…

 

Entidad: Y está agotado ahora con todo lo que le he transmitido de esta descarga nerviosa, podría decirse de parte mía, de angustia, podría de parte mía. La entidad espiritual que llamamos thetán está enlazada, de alguna manera, al 10% y cuando se relata en primera persona lo que hace ese rol –como si tú estuvieras protagonizando una película- es como que vuelves a revivir todo eso; acuérdate que el espíritu tiene una memoria impecable y yo puedo recordarme hasta cada segundo de las caricias que hemos tenido con Excélsior, de los juramentos, de todas las mentiras que le dije y de todas las verdades que le dije.

Le dije: –No conocí ni conoceré una persona como tú.

Y ella me decía: - ¿Y cuál es el problema, si me tienes, si vas a estar conmigo?

            Y yo en este momento decía: –Voy a la cocina, que voy a tomar un brebaje caliente, en la máquina –porque no me atrevía a mirarla a los ojos, porque ella, enseguida, hubiera visto mi dolor, hubiera visto mi pesar, hubiera visto mi decisión de que yo pronto tenía que deshacerme de ella. Aparte, después, me quedó el miedo porque sabía que ella me iba a buscar.

            Ella fue fiel a su imperio y mandó una circular a todos los mundos de Sargón explicando que no había ningún hijo de la familia Ruano, que ella había estado con Airan. Le hicieron lo que en la Tierra sería una corte marcial -el propio Ascardín, el hijo del primer ministro- y si bien no la acusaron de traición porque ella no sabía quien era yo, pero la degradaron públicamente, la apartaron de la vida política, cayó en desgracia, la responsabilizaron de todos los atentados que yo hice -porque en realidad ella me ayudó sin saber quien era yo- le hicieron obviamente un juicio donde ella hizo el descargo explicando que ella confiaba de que yo era un tremendo colaborador, se creyó las mentiras que yo le había dicho, que la resistencia había matado a mi hijo y por eso mi mujer tampoco estaba en el plano físico; y era todo un invento mío, todo un invento mío: Ni yo había sido viudo, ni yo había sido padre; era todo invento para que ella tuviera compasión y a través de la compasión entrar, o de la lástima y que ella se enamorara.

 

            Interlocutor: Está bien. ¿En qué plano está este ser, como espíritu?

 

Entidad: Ella, la que era en vida, Excélsior, está en el plano 4.1. No, no la ejecutaron, la desterraron prácticamente a un mundo a veinticinco años luz de Sargón…

 

            Interlocutor: Está bien, una pregunta. Ahora, tú como Radael y ella también, los dos como espíritus, ¿está encarnada esta…?

 

Entidad: No, ella no está encarnada.

 

            Interlocutor: Perfecto. ¿Cómo lo ven esto? ¿Lo ven como una mala película o…

 

Entidad: Ella lo ha superado. Yo digo ella porque estoy pensando en Excélsior pero su entidad espiritual, Exarel, se llama, Exarel. Exarel tiene una empatía tremenda por mí, por Radael, tiene una empatía tremenda en este momento.

 

            Interlocutor: ¿Cómo espíritu?

 

Entidad: Sí, sí. Y al contrario, siente -no digo admiración porque sería una palabra… en realidad, los espíritus no nos admiramos sino que nos respetamos con una especie de admiración, pero al ver todo lo que yo he crecido y el haber hecho tanta obra posteriormente- siente como una especie de empatía favorable, o sea, no guarda ningún engrama. Al contrario; resulta que soy yo el que guarda engramas estando en un plano más alto que ella.

 

            Interlocutor: Está bien. ¿En este incidente cuánto hemos descargado? ¿Qué porcentaje y qué es lo que queda?

 

Entidad: Un sesenta y cinco por ciento.

 

            Interlocutor: ¿Quieres decir que queda un treinta y cinco por ciento de lo…

 

Entidad: Pero todavía de esa misma vida, porque falta más para contar, lo que pasa que lo agoté mucho. Al receptáculo lo que lo agotan cuando se cuenta en primera persona son los detalles porque le cuesta más relatar un detalle que una emoción dolorosa en sí.

 

            Interlocutor: Está bien. Entonces lo dejamos para la próxima sesión, la continuación? ¿Es muy grueso lo que falta?

 

Entidad: Bastante, bastante; es tan grave como esto, es tan grave como esto.

 

            Interlocutor: Bueno, lo dejamos descansar a Jorge, entonces, y hasta la próxima.

 

Entidad: Hasta la próxima.

 

            Interlocutor: Hasta luego.

 


 

Sesión del 25/2/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Explicó algo de su relación, de las batallas, la búsqueda de razones para la batalla.

 

 

Sesión en MP3 (995 KB)

 

Entidad: Estoy aquí comunicado con vosotros. Mi nombre es Raeldan.

 

Hay dos historias que están entrelazadas porque sus roles están conectados. En el año 6200 de la era galáctica, hace 3800 años, Sargón 4, comandaba un sector de la galaxia llegando a formar una federación de cincuenta mundos. Recuerdo que el 5900 nos topamos con el imperio Mordon, una raza reptiloide que dominaba treinta sistemas. Luego de cientos de batallas el sistema Sargón venció y en el 6000 la federación acabó con el imperio Mordon sumando para sí los treinta mundos sometidos. Pero en el 6050 hubo una rebelión con la consiguiente escisión de treinta y cinco planetas de la periferia del brazo galáctico declarando la guerra a Sargón, guerra que en el 6200 seguía vigente y yo, Ascardín, lideraba la flota principal.

 

Había conocido a Martial en un episodio bastante traumático para mí. Nos vimos muchísimas veces más. No se podría decir que éramos novios, que salíamos, pero tuvimos varios encuentros íntimos ambos muy apasionados uno con el otro. Nos llevábamos bien en todos los aspectos pero los caracteres de ambos chocaban mucho. No puedo responsabilizar a Martial de todo porque yo también tenía mi carácter.

 

Recuerdo que estábamos en la nave madre luchando contra una flota de Airan proveniente del planeta Ferro y era quién comandaba las naves rebeldes. Habíamos concluido una batalla con bajas de ambas partes, la flota de Airan había perdido cuatro naves y nuestra flota trece, con cientos y cientos de muertos de ambos bandos. Airan me decía a través de transmisión subespacial que quizá era necesaria una tregua, recapitular, porque él mismo se sentía incómodo... -horrorizado, lo corregí yo- por tantas muertes causadas por su rebeldía, y él me respondía que querer ser libre no era ser rebelde. Cuántas veces le dije a través de la transmisión subespacial que de qué servía la escisión si Sargón a nadie le prohibía nada; había libertad de expresión política, religiosa. Mi padre, Obradín, era un líder que nunca había exigido más de lo que había dado, más de lo que había brindado.

 

Grandes discusiones teníamos con Martial, esta hermosa pelirroja, que no sé si era amiga, novia, amante. Nadie me levantaba la voz. Todos me trataban de señor menos Martial, que me decía: -Ascardín, ¿hasta cuando, hasta cuando?, a veces me siento como desencantada de tu persona, de ver tanta destrucción, tanta sangre. He leído mucho de historia, he leído los sometimientos del imperio Mordon -los reptiloides- dominándonos a treinta sistemas, sometiéndonos, ¿pero qué estamos haciendo ahora?, ¿estamos tratando de someter a esos mundos escindidos?

 

-No, Martial, no estamos tratando de someter a nadie, los hacemos entrar en razón.

 

-Ascardín, nadie gana las guerras.

 

-Sí, el imperio Sargón gana la guerra, eso lo verás y será en esta generación, será en mi vida física.

 

Por supuesto que arrastro varios engramas. 2160 años terrestres después, tanto Martial como yo, encarnamos en Sol III.

 


 

Sesión del 25/2/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Relató su vida como Orestes y sus discusiones con Hipatia sobre física y religión, vivencias diversas, contradicciones. Al final lo relación con algo de lo vivido en Sargón.

 

 

Sesión en MP3 (3.008 KB)

 

Entidad: Estoy nuevamente comunicado con vosotros. Mi nombre es Raeldan.

 

Muchos Maestros de Luz dicen que no siempre los espíritus encarnan una y otra vez juntos, porque no existen lazos kármicos que los aten ya que los actos hostiles que cometemos son karmas propios, no le debemos nada al otro. Y si bien en el plano espiritual no existe el amor personal, puedo decir que hay una cierta empatía y a veces es como que programamos –si se entiende la palabra- encarnar casi juntos para intentar reparar errores. Pero pareciera como que el destino se burlara y aunque los roles fueran otros, los tratos fueran otros, las discusiones siempre están presentes.

 

2.160 años después de las batallas entre Sargón y los rebeldes encarné como Orestes. Creía en los dioses que Egipto nos mostraba. Martial, esa amazona pelirroja, encarnó en el 370 como Hipatia. Matemática, filósofa, neo platónica. Le encantaba discutir aparte de enseñar, porque no debatía, discutía. Y yo tenía muchos amigos cuya filosofía era distinta; ellos creían en un Dios único que había sido divulgado por un supuesto Mesías llamado Jesús hacía casi 400 años atrás. Se hacían llamar cristianos y era una corriente que atraía, era una corriente que atrapaba. Pero también me gustaban las ciencias, me gustaba la astronomía, me gustaba todo lo que era el aprender cosas nuevas y aún teniendo cinco años más que Hipatia fui discípulo suyo. Ella enseñaba que la Tierra era el centro del mundo.

 

Un día me enfrenté a ella y le pregunté: -¿Por qué dices eso?

 

-Fíjate, fíjate.

 

            Me acerco y me da una pequeña piedra.

 

–Levanta tu puño; suéltalo.

 

            Y la piedra caía a mis pies.

 

            -¿Por qué te crees, Orestes, que la piedra cae a tus pies?

 

-Pues porqué la tierra ejerce una atracción.

 

            -¿Por qué?

 

            -Pues porque sí.

 

            -No, no. No hay un por qué sí.

 

            En ese momento se acerca su alumno predilecto Sinesio de Cirene que era de una familia rica y poderosa. No me llevaba muy bien con él pero bueno, lo soportaba.

 

            Sinesio le dice: -Yo sé por qué, apreciada Hipatia.

 

            -¡Dilo!

 

            -Porque tú nos has enseñado que la Tierra es el centro del universo y al centro del universo caen todas las cosas.

 

            -¡Exacto! ¿Entiendes ahora, Orestes?

 

            -¿Qué tengo que entender? ¿Lo que dice Sinesio, tengo que entender? ¿Si caen todas las cosas, por qué no caen las estrellas? ¿Por qué no caen los planetas?

 

            -¡Ay, Orestes! Porque hay un equilibrio. Mira, te doy un ejemplo: Alcanzadme esa cuerda.

 

            Veo que Hipatia ata la cuerda a una piedra y empieza a girarla: “¡Fua!, ¡fua!, ¡fua!, ¡fua! ¡fua!, ¡fua!”

 

            -Orestes, ¿qué sucede si la suelto?

 

            -La piedra va a salir disparada.

 

            -¿Qué sucede si giro más lentamente mi mano?

 

            -La cuerda va a dejar de estar tensa y la piedra va a caer laxa.

 

            -Exacto. Pero si giro a una manera equilibrada…

 

-Bueno, la piedra girará sobre tu puño.

 

-Bueno, eso es lo que sucede con la Luna, con el Sol, con los planetas… Si giraran a poca velocidad, caerían. Si giraran a mucha velocidad, dispararían. ¿Qué piensas, Orestes, sobre lo que te dije?

 

-Pienso que tú estás equivocada, pienso que todo fue creado por Dios, pienso que hay un sólo Dios y pienso que Dios tenía un hijo llamado Jesús que nos reveló grandes verdades y creo que tenemos un alma que nos anima y que ese alma puede ver todo más allá de lo que tú ves con tu ciencia.

 

            -¡Ay!, Orestes, Orestes... creo que tú eres un ser muy caprichoso. Hay dioses que son benignos, hay dioses que tienen ira, hay dioses que manejan el rayo, hay dioses que han inventado las matemáticas que yo domino tanto.

 

            -No, Hipatia, las matemáticas es una creación del hombre; con los números podemos demostrar la conformación del universo y creo humildemente que este sistema que tú has copiado no es correcto. He hablado con otros sabios que han armado croquis y…

 

            En ese momento me corta Sinesio de Cirene.

 

            -Hipatia, mira lo que he hecho.

 

            Verdaderamente me quedé sorprendido porque había armado con metal liviano una esfera incrustada en una varilla, de la misma varilla salían brazos que representaban los planetas y otro brazo más grande, que tenía otra esfera, que representaba el Sol y con una palanca hacía mover todo.

 

            -Miradme. Hipatia, esto tú me lo enseñaste y yo lo plasmé.

 

-Mirad todos lo que hizo Sinesio. No solamente es mi alumno predilecto sino es el que más ha aprendido; no como otros que siguen empecinados, siguen empecinados en cosas vanas.

 

            Me retiré del salón antes de terminar la clase y me quedé sentado en las escaleras. Como a la media hora sale Hipatia, me toca el hombro y me dice: -El alumno Orestes se ha ofendido.

 

            -Para que algo me ofenda tiene que ser importante.

 

-¿Y Sinesio no es importante?

 

-Sinesio es una oveja que bala cuando tú le ordenas que bale. Sinesio es como el perrito faldero.

 

            -¿Por qué lo desprecias, Orestes? Él lo que hace es aprender, entender, ¿qué te molesta?

 

            -Me molesta que me interrumpan, me molesta que no me dejen terminar. Yo estaba diciendo adentro, a tus hipnotizados alumnos, que conversé con un sabio, también de Alejandría, que me dijo que cabía otra posibilidad…

 

            -¿Con respecto a?

 

            -Con respecto a la Tierra y al Sol. ¿No será que el Sol se mueve entre las estrellas y que la Tierra y los demás planetas giran alrededor de él? El Sol es el rey del cielo, ¿por qué giraría él alrededor nuestro y no nosotros?

 

            En ese momento se acerca Sinesio. –Disculpad, pero tengo el oído fino; escuchaba que Orestes decía que la Tierra se mueve; sí, lo afirmo; pero si la Tierra se moviera a gran velocidad alrededor del Sol, cuando tú sueltas la piedra, la Tierra no caería recta hacia abajo, caería hacia atrás, el mismo viento nos empujaría hacia atrás, nosotros mismos estaríamos impulsados hacia atrás y nos costaría avanzar hacia delante.

 

            No supe que decirle en este momento pero no coincidía con lo que decía Hipatia.

 

            Seguimos tratándonos por muchos años. Cuando muere el patriarca Teófilo, su sobrino Cirilo que comandaba a las huestes cristianas, era un enemigo tremendo de Hipatia y si bien yo con Cirilo no coincidía en muchas cosas apoyaba todo lo que se hablaba de la Biblia pero lo frenaba porque en el fondo sentía una atracción por Hipatia aunque ella me veía solo como un amigo. Pero yo sabía que si Cirilo seguía adquiriendo poder, cada vez más poder, podía ocurrir una desgracia.

 

            Sinesio se seguía tratando también con Hipatia, se escribían cartas, tremendas cartas y eso que ya tenía un obispado. O sea que muchos de los que fueron alumnos o discípulos de Hipatia ahora eran fervientes cristianos. No estaba fácil la cosa pero no había día que no discutiera con Hipatia… no había día que no discutiera con Hipatia. Recuerdo que cuando cumplió cuarenta y dos años, en la época que Cirilo fue nombrado patriarca, le hice un regalo, le regalé un paño en muestra de amor.

 

Al día siguiente, en una de las clases que ella seguía dando a nuevos jóvenes, le discutí abiertamente sobre el movimiento del Sol y de la Tierra. Sacó de entre sus ropas el paño y me lo tiró al rostro. No tenía sentido que siguiera en sus cursos, no tenía ningún sentido. No entendía aparte mi sentimiento para con ella: por un lado la quería poseer, por el otro sentía no desprecio, admiración, pero a su vez indignación por verla tan firme, segura. Ella no respetaba mi título; yo era el Prefecto Imperial de Egipto en ese momento y como Prefecto Imperial me debían respeto como mínimo. El hecho de tirarme el paño en el rostro delante de todos esos… plebeyos, esclavos… Sentí deseos de azotarla, azotarla, azotarla hasta que se ponga de rodillas y me implore piedad. Por dos razones no lo hice: porque no estaba en mi hacerle eso a una mujer y porque ella jamás pediría piedad. No por ella, la pidió por su padre cuando los cristianos lo golpearon en la cabeza. Pidió piedad por sus papiros cuando los cristianos invadieron la ciudad y quemaron la segunda biblioteca que era tan grande como aquella mítica grande de Alejandría. Logró rescatar algunos papiros pero eso sí me dolió, eso sí me dolió porque si bien yo tenía creencias cristianas, ningún saber puede ser quemado por más equivocado que esté porque qué quedaba, si no, para la posteridad, qué quedaba para la posteridad.

 

            Casi 2.200 años antes de ese episodio de Egipto con el rol de Ascardín vivía también discutiendo con Martial a diario por cosas en lo que no se sabía quién tenía la razón y quién no tenía la razón pero la historia continuaba; la batalla de la flota principal de Sargón iba a destruir a la flota rebelde de Ferro comandada por Airan.

 

            Casi 2.200 años después, Hipatia seguía enfrentando inconscientemente a los cristianos no entendiendo el tremendo poder que tenía Cirilo, el Patriarca de la época, no entendiendo que yo, Prefecto Imperial tenía que mantenerme imparcial aún con mis sentimientos: sentimientos encontrados pero sentimientos al fin.

 

 


 

Sesión del 26/2/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Relató más detalles de su vida como Orestes y varias vivencias.

 

 

Sesión en MP3 (1.227 KB)

2a parte de la sesión en MP3 (1.227 KB)

 

            Entidad: Mi nombre conceptual es Raeldan. Es tan exacto lo de los roles en el plano físico -y tan dispares son los mismos- que aquellos que en vidas pasadas fueron -como diríais vosotros hoy- “la luz de mis ojos” hoy me traicionaron. No creen en mí en este presente. Y aquellos que en el pasado fueron mis enemigos -quienes me traicionaron- hoy son seres que confían en mí.

            Recuerdo el rol de Ascardín hace 3.800 años en mi planeta natal, Sargón 4, a 12.000 años-luz de Sol III. Recuerdo que perdí la memoria y varé en el planeta Angustor, donde me encontró Martial, una amazona pelirroja. Recuerdo que casi 2.200 años después Martial encarnó como Hipatia y yo encarné como Orestes.

Fue una relación de muchas idas y vueltas. Siendo ambos jóvenes siempre me llevaba la contra. No soportaba a su discípulo -Sinesio de Cirene- y todo lo que ella decía era palabra santa, como decís vosotros ahora.

            Muchísimos años más tarde ella me confesó que se aprovechaba de alguna manera de la ingenuidad de Sinesio para hacerle decir cosas que ya tenían estudiadas de antemano con el propósito de contradecirme, como cuando me tiró la seda en la cara dejándome en ridículo delante de todos los estudiantes.

            Pero Hipatia cambió. Fue más madura, no era tan irónica, investigaba más el mundo de las estrellas pero no reparaba -o quizás no le daba tanta importancia- en el cristianismo. El cristianismo del año 400 avanzaba a pasos agigantados. Uno de los más revoltosos cristianos, Teófilo, fue quien condujo la horda que saqueó la biblioteca pequeña, quemando miles de papiros con notas muy importantes. No importa si tenían razón o no pero… ¡cómo hubieran servido en el día de hoy para conocer el pensamiento de esos antiguos!

         Hipatia cambió y modificó su pensamiento. Veinte años antes ella pensaba que si todo caía hacia la Tierra era porque la Tierra era el centro del Universo. Sinesio y otros le decían: -Si la Tierra se moviera alrededor del Sol los objetos caerían hacia un costado... Nunca lo pudo razonar pero cada día estaba más convencida de que el Sol era el centro del Universo.
         Ella tenía a Menacio -un esclavo grande que la adoraba y que fue el reemplazo de su padre cuando murió- y dialogaba con él -de alguna manera le servía para no hablar sola-. Le decía: “Si mi teoría actual donde es el Sol el centro y la Tierra revoluciona a su alrededor, ¿qué falla? ¿Por qué el frío del invierno? ¿Por qué el calor del verano?”. Y trazaba círculos en la arena buscando respuestas.

            Una tarde le dice a Menacio: -Es como si hubiera dos soles.

          -Claro, señora –le decía éste.

          -Porque el comportamiento es extraño… Con un palo se puso a trazar un círculo en la arena, como que la Tierra girara sobre los dos soles. Y poniendo dos antorchas como soles apagó una de ellas y la sacó.

            -¿Qué ves?

            El anciano esclavo dijo: -Veo que has trazado un círculo.

            -No, no es un círculo, es como un óvalo. Fíjate que el Sol está más cerca de la Tierra en una de las puntas…

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2a parte

Nos remontamos al año 412. Teófilo, Patriarca, llenaba la cabeza de rencor a sus cristianos hacia todo aquello que no compartiera su fe. El propio Orestes, mi rol en esa época, fue apedreado. Lo cuento en primera persona como comodidad.

Todas las desventuras, por así llamarlo, que había tenido con Hipatia fueron superadas. Mi sed de amor por ella había sido transmutada por una tremenda ternura a su persona y por un enorme respeto. Pero ahora veía un riesgo mayor: ya no tenía tantos discípulos y no se atrevían a ir a sus clases. El propio Sinesio de Cirene había sido nombrado obispo y se había fanatizado con Teófilo.

Y yo le decía a Hipatia: -Tu teoría actual, señora, donde hablas de que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, te va a traer problemas.

-Eso no es todo, Orestes: el Sol no está en el centro del círculo, está corrido a un costado y de ahí el verano y el invierno.

-Señora, con todo respeto, a mí no me interesa la fe pero sabes que Teófilo tiene mucho poder. Yo voy a admitir que soy cristiano.

-Orestes, no importa lo que tú admitas, importa lo que tú sientas.

-Yo siento que hay algo superior, siento que hay un ser. Puede ser que ese ser, a su vez -así como yo, como Prefecto, tengo ayudantes- en ese cielo tenga otros ayudantes y por eso hay varios dioses. Ya sé que mi teoría es absurda pero... ¿qué quieres?

Teófilo nos había convocado. Fue con una guardia. Él leía las palabras de Pablo donde decía que el hombre debía someter a la mujer, que la mujer debía someterse al hombre y que era un pecado mortal que la mujer enseñara -porque eso estaba en contra de la palabra de Dios- y toda mujer que enseñara lo que no era de Dios era bruja.

Su sobrino, Cirilo, lo apoyó gritando, enardeciendo a toda la horda salvaje, llamados cristianos. Y acercándose a mí me dice: -Si tú, Orestes, eres cristiano, arrodíllate.

-No tengo por qué arrodillarme ante Teófilo.

-¿No?

-Ante Teófilo, no.

-Pero mi tío tiene una Biblia, que es la palabra de Dios. ¡Arrodíllate!

Retrocedí respaldado por mis guardias. El propio Cirilo me arrojó una piedra que me lastimó la frente. Esa fue la señal para que subieran más piedras de toda esa horda salvaje, pero pude escaparme protegido por los escudos de mis guardias.
          Llegué a mi hogar y me quedé en las escaleras, meditando mientras un criado me curaba la frente. En ese momento llegó Sinesio. Ya no era el ingenuo muchacho; ahora portaba un orgullo egoico.

Me increpó: -¿Por qué no te has arrodillado, si dices que eres cristiano?

-Es muy sencillo, Sinesio: no quería dejar en evidencia a Hipatia.

-Hipatia ya sabe lo que tiene que hacer. Tiene que renunciar a sus ideas.

A la mañana siguiente Sinesio y yo fuimos a ver a la señora y le dijimos: -Tus ideas son transgresoras para la fe cristiana.

-Querido Orestes, tú me proteges.

-No, señora, ya no te puedo proteger más. Lamentablemente la fe es mentira, es todo política.

Un criado se acercó corriendo y le habló al oído a Sinesio.

Sinesio me dice: -Orestes, ha ocurrido algo grave: han matado a Teófilo.

Empalidecí. Esa era la excusa para que Cirilo tomara el poder. Y Cirilo, Patriarca, iba a por Hipatia.

Sinesio le dice a Hipatia: -Admite que eres cristiana y que la Tierra es el centro del universo. Sométete a las sabias palabras de Pablo.

Hipatia le respondió a Sinesio: -Cuando eras un mozo de veinte años te enseñé que si eras semejante al otro y yo era semejante a ti, yo también era semejante al otro.

-Por eso, señora, si yo soy cristiano y soy semejante a Cirilo, tú eres semejante a Cirilo.

-No. Cirilo se aprovecha de la fe para dominar, para torturar, para quemar sabiduría, como ha hecho con la pequeña biblioteca.

-¿Ves? –me dijo Sinesio- no se puede razonar. Es decadente, ya no es la maestra que me enseñó. Ha cambiado. Aparte, con esa teoría de que la Tierra no es el centro… ¡está poseída!

Miré a Hipatia y me encogí de hombros.

Sinesio, el humilde, la oveja, se había transformado en un cretino, sometido por Teófilo primero y ahora por Cirilo.

Llegó donde Hipatia, la despojaron de sus ropas, la golpearon y la lapidaron.

Muchos historiadores ignorantes dicen que murió quemada por el fuego pero murió lapidada. Cirilo, el asesino, fue declarado santo cristiano, como tantos otros que han cometido tantas barbaridades. Esa turba cristiana que lapidó a Hipatia me hizo recordar a la turba judía que le decía a Poncio Pilatos: “Salvemos a Barrabás”. No vi ninguna diferencia...

El rol de Cirilo, en el presente, está encarnado como femenino y bastante cerca de mí. Por eso comentaba en la sesión anterior que los roles que fueron mis enemigos en esta vida son compatibles conmigo.

No voy a profundizar mucho en esa vida. Reconozco que fui prudente o cobarde -o usé el sentido común- en no enfrentarme a Cirilo.

 

 


 

Sesión del 26/2/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Relató su relación con Trina, una política de la época donde era Ascardín.

 

 

Sesión en MP3 (1.796 KB)

 

            Entidad: Estoy aquí reunido para relatar distintas vivencias. Mi nombre es Raeldan y en la época de Sargón, hace 3.800 años terrestres, encarné como Ascardín.

            En una de mis misiones llegué a un mundo, Ostradón, a 500 años luz de Sargón donde conocí a una joven llamada Trina que estaba en la política y que era absolutamente defensora de las ideas de mi padre, Obradín. Se llamaba Trina, quien casi 2.200 años después encarnó como Cirilo, el Patriarca -luego nombrado Santo- y responsable de la muerte de Hipatia, la astrónoma, quien en Sargón era Martial, amiga y amante.

            Trina era distinta a Martial. Trina era dulce y tenía un carácter más amable. Era lo opuesto en todo a Martial: cabello rubio, ojos celestes, un poquito más baja y una mirada dulce. Me conquistaba su mirada porque veía en mí como a un icono.

-No puede ser que esté hablando con Ascardín, el jefe de la Flota Imperial.

            -Bueno, tú recorres muchos mundos, das conferencias y no participas en las batallas pero convences a miles de personas de que la verdad está de parte de Sargón y que Airan, el rebelde de Ferro, está equivocado. Creo que eres la mujer de nuestro Imperio que más ha colaborado con nosotros. Mientras yo patrullo con mi flota y lucho contra los rebeldes tú recorres los distintos mundos apoyando nuestros ideales. Y sé muchísimo de ti.

            -¡Je! ¿Me has investigado, Ascardín?

            -No en el sentido negativo; investigo lo que me interesa. Ya te conocía por holofoto.

            -Bueno, a ti no hace falta que te lo diga pero te conozco desde pequeña.

-¿Desde pequeña?

            -No nos llevamos tanto. Tengo entendido que nos llevamos diez años y ese tiempo no es nada; es tan sólo un soplo de tiempo, nada más. Aparte eres audaz, pequeña Trina.

            -¿Audaz?

            -Aunque parezca una ironía paradojal, tú has corrido más peligro que yo.

            -No entiendo.

            -Trina, es verdad que una vez estuve a punto de perder la vida. A mi segunda nave de la flota, mientras reparaba la nave principal, le han saboteado el campo de energía y casi muero. Tuvimos que aterrizar de emergencia en un satélite. Salvé la vida por poco pero tú habrás hecho más de treinta conferencias y has tenido doce atentados.

            -¿Cómo lo sabes?

            -Pues porque leo las holonoticias. En doce de los mundos donde has dado conferencias han explotado edificios, fábricas, un astropuerto, depósitos de materiales, etc. Es como que los terroristas de Ferro te persiguieran y te quisieran dar caza tanto como a mí.

            Trina quedó pálida y las gotas de sudor le caían por la frente.

            -Trina, ¿qué te sucede?

            -Me preocupo pero no van a impedir que siga dando mis charlas. Creo fervientemente en la política de tu padre y los rebeldes deben ser vencidos. A mí no me interesa luchar pues soy pacífica en ese sentido y respeto enormemente cada vida pero apoyo con toda mi alma a Sargón, a ti y a tu padre.

            Me veía periódicamente con Trina. Sé que estuvo a punto de morir en Ordina 4, un planeta que está a solamente 28 años luz de Sargón. Ella estaba en un centro comercial dando una conferencia y a pocos kilómetros de allí voló en mil pedazos una fábrica de armamento. Y había otra bomba más pequeña en el mismo centro comercial donde Trina daba la charla. La sacaron con un heliocoche apoyado en la terraza del edificio. Apenas Trina salió con el heliocoche y detona una nueva bomba. El edificio se derrumba con miles de personas y ninguna sobrevive. Trina ya estaba entrando en mi corazón y le agradecí al Supremo que se hubiera salvado. Ella era el objetivo de las huestes de Ferro. Y estoy seguro de que Airan, mi eterno enemigo y comandante de las naves rebeldes, buscaba su cabeza.

            Hablé con Trina por el holovisor y le dije que me permitiera darle una guardia personal.

            -¡No!

            Me desconcertó que se negara tan abiertamente. Y más serena me dijo: -Que los guardias te protejan a ti. Tú eres el valioso. Eres Ascardín, el símbolo y yo sólo soy sólo una colaboradora.

            -Pues estás empezando a ser algo más para mí.

            -Discúlpame, Ascardín, pero no me quiero entrometer en tus asuntos personales. Sé que hay alguien que está contigo… Martial creo que se llama.

            -Con Martial discuto mucho porque me enerva. Hago una cosa y dice que está mal; me abstengo de hacer otra y dice que por qué no la hago. Sólo falta que se enoje cuando estornudo…

-¡Je, je!

-No te rías Trina, es verdad lo que digo. Siento como que tú eres mi ángel y salvo que tengas un compromiso me gustaría cortejarte.

            -No tengo ningún compromiso. Hace años atrás salí con un joven llamado Elmo pero me enteré que era rebelde y que trabajaba para Airan. Me dolió en el alma pero lo denuncié a las autoridades. Lo aprehendieron delante de mí y me miró con ojos de desprecio; sentí como que lo había traicionado.

            -No –le dije a Trina– has hecho lo correcto. Quién sabe si ese Elmo y otros no son algunos de los que ponen las bombas y hacen los atentados en los distintos mundos.
-Airan no tiene fuerza para vencer a nuestra flota; la ventaja de ellos está justamente en los atentados.

-Fíjate en tu última conferencia: si ese heliocoche no te hubiera sacado de la terraza hubieras muerto con los miles de personas.

            -En eso tienes razón, Ascardín. Entonces seguiré dando las conferencias.

            -No. Entonces, ¿aceptas ser algo más que una admiradora, como tú dices?

            -Está bien, probemos. Veamos qué sale de todo esto.

            Y empezamos a salir. Pero las sorpresas y los desconsuelos no terminaban. La guerra entre Sargón y Ferro no acababa. Y mi gran pena estaba por comenzar.

 


Sesión del 1/3/10
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Radael

 

Relató una vivencia como Airan donde manipuló a una chica que era leal a su causa para que actuase de espía en Sargón. Esa experiencia le pesa mucho.

 

 

.

            Interlocutor: Psicoauditación para el Maestro Radael.

 

Entidad: ¡Qué bueno es estar aquí de nuevo reunido con vosotros para seguir descargando recuerdos dolorosos!

 

Interlocutor: Así es, la sesión es justamente para eso. Cuando quieras empezamos.

 

Entidad: Así como el Maestro Johnakan habla de los roles del ego de quien manipula y de quien se deja manipular a veces quien se deja manipular goza dejándose manipular porque goza con sus roles de víctima. Es como que gozara sufriendo. No es entendible para alguien que es analítico. Pero a veces se manipula por lo que creemos que es una fuerza mayor. Por ejemplo: Si tú tienes una gangrena en el dedo y vas a perder una pierna y el médico te dice: “Le doy mi palabra de cirujano que extirpándole el dedo meñique del pie izquierdo usted va a caminar perfectamente y su pierna va a estar cien por cien segura”, tú das el permiso, ¿no es cierto?

 

Interlocutor: Claro...

 

Entidad: Porque tú piensas que es por un bien mayor. En este caso, yo le he manipulado. Me remito a 3.800 años atrás...

 

Interlocutor: O sea, manipulado falsamente, porque en el caso del médico es una manipulación, diríamos, acertada…

 

Entidad: En el caso del médico no es manipulación. Puse como ejemplo...

 

Interlocutor: Está bien. Entiendo.

 

Entidad: ...perder un miembro en función de salvar el miembro total. En este caso mi idea era manipular a una persona causándole un daño en beneficio de decenas de mundos. En aquella vida me llamaba Airan. Era el jefe de la flota rebelde que luchaba contra las huestes de Sargón. Y conocí a una joven que se llamaba Lina. Ella tenía novio, Ovidio, que era uno de mis soldados. Ovidio había sido herido en batalla pero no estaba grave. Lina tenía devoción por Ovidio, de tal manera que si él desencarnaba, ella desencarnaba con él. Tal era el amor y la devoción que le profesaba. Obvio que era algo reactivo porque nosotros sabemos que el verdadero amor personal, como dice Johnakan, tiene que ser equilibrado. ¿Hasta ahí me sigues?

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: El de Lina no era equilibrado y yo me aproveché. Hablé con ella y le dije: -Mira, yo tengo el poder para dejar a Ovidio fuera del servicio, de que trabaje en un comando planetario manejando los holoordenadores, pero exigiré algo a cambio: que te infiltres en las huestes enemigas.

 

-Pero mire que yo...

 

Ella tenía el equivalente a veintidós años terrestres. Su rostro era angelical, con cabello rubio y ojos celestes. Era una niña muy bonita, muy atractiva y con un rostro confiable para cualquiera, aún para aquellos que dicen que estudian los rostros.

 

-Esto me va a llevar tiempo.

 

-No importa el tiempo que te lleve.

 

Ella conocía a Intox, a Zargoz y a Orelves -que eran tres soldados defensores de la causa de Sargón- pero ignoraban que ella peleaba para Ferro. Y se infiltró. Le llevó meses terrestres infiltrarse. Como tenía mucho conocimiento de política externa planetaria -leyendo los holomanuales conocía toda la historia de Sargón y daba conferencias- empezó a conquistar a gente de Sargón, en los distintos mundos. Lo que nadie sabía era que trabajaba para mí.

 

Interlocutor: Una espía, era entonces.

 

Entidad: En un año terrestre -por dar una idea, porque cada año es diferente en cada mundo- era tan conocida –obviamente tenía documentación falsa- que llegaba a dar conferencias en holovisión en ciudades centrales de mundos cercanos a Sargón, donde juntaba a miles de personas. ¿Qué hacíamos allí nosotros? Mandábamos en la misma nave de ella o en otra nave –para evitar sospechas- varios hombres nuestros que llevaban microbombas, bombas tan pequeñas que hoy cabrían en un puño y, sin embargo, tenían una potencia explosiva suficiente como para destruir un edificio entero. Entonces, se utilizaba a Lina para dar las conferencias y cuando terminaba la venía a buscar un heliocoche que se la llevaba y a distancia -desde otro heliocoche- detonaban la bomba y morían miles de personas.

 

Interlocutor: A ver, ¿es algo similar a lo que hacen los terroristas? ¿O lo que han hecho con la AMIA?

 

Entidad: Es distinto porque aquí había un anzuelo: nunca se podía juntar en los edificios de conferencias tanta gente si no fuera por Lina, porque ella era apasionada a la hora de hablar en defensa de Sargón, de cómo destruir a los rebeldes de Ferro, de la imagen obscura y necia que presentaba Airan… Y todos la vitoreaban. Llegó a conocer a Ascardín, mi mayor enemigo. Ascardín era el jefe de la Flota de Sargón e hijo del ministro Obradín. Él tenía una relación con una joven llamada Martial y no se llevaban muy bien porque no estaban de acuerdo y discutían. Ella le decía que nadie gana las guerras, que todo era inútil. Y él le contestaba: “La única manera de ganar la guerra es aplastar a los rebeldes”. En ese momento conoció a Lina y ésta fue un bálsamo para él. Es como que él se impacta y junto con Ascardín se muestran. Entonces la gente tenía más confianza todavía en Lina porque era la amiga predilecta del jefe de la Flota e hijo del Ministro Obradín, que era quien mandaba todos los mundos.

 

Interlocutor: ¿Y siempre seguía ligada a ti?

 

Entidad: Casi siempre. Trabajaba para mí porque su idea original era defender los derechos de libertad de Ferro. En cada nave nuestra teníamos antisensores -porque sabían que se podían poner sensores para que otras naves nos detectasen- más o menos como los antirradares -aunque radar no es la palabra porque era otro método de detección- y comprobábamos que nadie las seguía a lo que sería nuestra guarida. Una tarde viene Lina con los ojos llorosos y me dice: -Querido Airan, agradezco mucho lo que estás haciendo por Ovidio, pero me gustaría verlo.

            -No. Él está en un lugar seguro y no quiero que perturbe tu misión.

 

            -Pero hace meses que no lo veo y me desespero.

 

            -No -.

 

          Y así varias veces, hasta que pasó un año terrestre.

 

Un día viene y me dice: -Maestro Airan, algo está pasando conmigo.

 

-Me imagino. Pero hoy estoy magnánimo y voy a permitir que puedas ver a Ovidio.

 

-Ovidio fue mi primer novio, la persona ideal, el luchador, pero siempre lo vi frágil y tenía como cierto cariño de contención por él… Es decir, no me sentía contenida sino que yo le contenía.

 

-¿Pero cómo, hija? Tú has dicho que sentías admiración y devoción, y que si él moría tú morías detrás de él...

 

-Sí, pero era como una pompa que la pinchas y explota… Es como un espejismo. Siento esa devoción a su patriotismo pero Ascardín...

 

-Ascardín, ¿qué?

 

-Yo estoy tratando, enviada por ti...

 

-Ascardín, ¿qué?

 

-Ascardín me está despertando admiración y me siento incómoda cada vez que tengo que hacer lo que hago. Di conferencias en treinta y nueve mundos, de los cuales en treinta han explotado bombas y han muerto miles de personas atraídas por mis conferencias.

 

-Pero la gente no sospecha que tú tienes algo que ver; al contrario,  dicen que estás protegida por alguien superior del supramundo y por eso escapas a tiempo… No, no lo digo por esto. En realidad tú no estás protegida por ninguna entidad del supramundo sino que directamente cuando te vas en el heliocoche mandas una señal por el subespacio, apretamos el detonador y tú quedas como la heroína de Sargón que se salvó…

 

            -¡A eso me refiero, Airan! Me siento mal.

 

            -¿De qué te sientes mal? Estás trabajando para la resistencia. Somos presos del imperio de Sargón.

 

-Querido Airan, no quiero ser tomada a mal pero, ¿hasta qué punto tantos miles de vidas?

 

-Mira, tengo amigos varones que se han infiltrado en las huestes de Ascardín y esas mismas palabras se las escucharon a su ex, Martial, la amante de Ascardín. Ahora tú piensas de la misma manera.

 

-Airan, por supuesto que no le digo nada; al contrario, sigo actuando, hablando mal de los rebeldes y defendiendo al Imperio, pero cada vez actúo menos.

 

-Explícame eso porque no lo entendí.

 

-Sí que lo entiendes Airan… Cada vez actúo menos porque cada vez siento más que Sargón tiene razón.

 

-¿Cómo que Sargón tiene razón? ¡Nos oprimen!

 

-No nos oprimen. El imperio reptiliano oprimía antes de que yo naciera. Sargón les dio alimentos a todos los mundos que fueron devastados por el imperio reptiliano. Les dio cosechas y en naves gigantes mandó animales… Han sido felices.

 

-Sí, Lina, pero no nos dejaban elegir.

 

-Siempre hemos sido libres.

 

-¿Libres? ¿De qué? Uno sólo mandaba a todos los mundos…

-Pero no nos esclavizaban. ¿Qué mundo rebelde se sintió alguna vez esclavo? ¿Qué mundo le faltó algo? Sé de otros mundos -fuera de la periferia y fuera de la zona de Sargón, que no tienen que ver con nosotros-donde sus gobiernos son dictatoriales y las riquezas están mal repartidas. Sargón nunca hizo eso.

 

-¿Y qué quieres hacer?

 

-Yo sigo siendo leal pero si esto continúa le soy leal a Ascardín.

 

            -Por supuesto que no le puedes ser leal a Ascardín. ¿Cómo le vas a ser leal a Ascardín si has sido enviada por mí no solamente para sacarle información sino para reunir gente y que todos los saboteadores puedan darle su merecido a ese mundo? Los estamos desmoralizando. Sufren muchos atentados y se desmoralizan. Les quitamos las ganas de luchar. Vamos a vencer.

 

            -No, Airan, no los conoces. Están más fuertes que nunca; están fabricando nuevas naves. Sargón prácticamente dejó de ser un mundo normal. Es un mundo absolutamente mecánico.

 

-Lo sé.

 

-Estaban en Sargón viviendo como ciudadanos comunes. Fueron trasladados por propia voluntad -nadie los obligó- a otros mundos vecinos a cinco, diez, quince años luz de distancia para que pudieran vivir tranquilos. Y Sargón se limita exclusivamente a fabricar armamento, naves y nuevos campos de energía.

 

-Bueno, gracias por el dato. Se ve que tienen más posibilidades que Ferro. ¡Mira cómo estamos nosotros! ¿No te apenas de nosotros? ¿Te apenas de Ascardín y no te apenas de nosotros?

 

-Me apeno de todo, Airan. Me apeno de los miles y miles de muertos que yo he causado.

 

-Lina, tú no has causado nada… tú sólo has sido el cebo…

 

-¿Y eso no es causar?

 

-¡Y qué quieres hacer! ¡Qué quieres hacer! ¿Qué hice yo por ti? ¡Salvé a tu novio! Si no lo hubiera hecho habría muerto en batalla seguramente. Ahora resulta que no lo quieres y te enamoraste de Ascardín.

 

-No, pero admiro su tesón.

 

-¿Y mi tesón?

 

-Es distinto. Airan, Maestro, estás cegado y no me entiendes...

 

-Entiendo perfectamente. Soy absolutamente analítico.

 

-Maestro, me has manipulado.

 

-Yo no te he manipulado. Yo te he dado una orden y tú la has aceptado, como los miles de rebeldes que aceptan lo que yo digo. ¿De qué hablas? ¿Qué piensas hacer? ¿Te quieres retirar? ¡Retírate! Mandaré de vuelta a Ovidio a batallas. Será tu responsabilidad, no la mía.

 

-¿Ahora me quieres echar la culpa?

 

-¿Y si te ejecuto por traidora?

 

-Se equivocaría, Maestro. Yo jamás traicionaría a Ferro. Estoy expresando mis sentimientos…

 

-Entonces, ¿por qué dices que traicionas a Ascardín?

 

-No es que lo traicione pero de alguna manera le estoy engañando.

 

-¡Pero es tu trabajo! ¡Es tu tarea! En miles de mundos hay espías. El espionaje es desapasionado. Si hay efectos colaterales, que los haya.

 

-Pero eso es cruel.

 

-Todo es cruel. El Imperio Sargón destruye y nos somete aunque tú dices que no. Para ti nosotros, los rebeldes, somos crueles. Tienes cientos de amigos que están aplaudiendo lo que haces y ahora te quieres echar para atrás. ¿Y qué piensas hacer?

 

-Quiero retirarme.

 

-¿Y te vas a ir con Ascardín?

 

-No, porque eso sí sería traicionar la causa.

 

-¿Quieres desaparecer?

 

-No pido desaparecer con Ovidio porque sería demasiado pero quiero desaparecer. Quiero ir a un planeta cualquiera de la periferia y trabajar en una granja, o sea, desaparecer. He cumplido con creces y he hecho mucho más que miles de soldados rebeldes. He logrado muchísimo y todo gracias a mí.

 

-Disculpa, Lina, gracias a mi idea.

 

-Y gracias a mis conferencias, a mi actuación, al estar tan posesiva.

 

-Sí, tan posesiva pero te terminaste creyendo que Sargón es lo mejor. Está bien, ve a una granja.

 

-¿De verdad?

 

-Ve a una granja. Haremos correr la voz que hubo un atentado de Ferro y una nave en la que iba la gran Lina estalló y que falleció. Ve y habla con Arabi.

 

En ese momento presiono un botón y le digo a Arabi que lleve a Lina. Alcanzo el holomapa, me pongo a buscar y encuentro un planeta de entre  sesenta y cuatro y sesenta y cinco años-luz de Ferro, situado bien en la periferia: un planeta granja. Ve allí y arregla todo. Y Arabi, consíguele otros documentos porque los que tenía para ir a Sargón y los verdaderos van a ser pulverizados. Desapareció el rol que tenía en Sargón y Lina tampoco va a existir más.

 

En ese momento, Lina toma la mano para besármela y le digo: -No, está bien.

 

Y se fue. Por supuesto que no le tendí ninguna trampa y verdaderamente la mandé a un mundo granja. Yo me quedé pensando en todo lo que había dicho Lina. A veces yo mismo estaba cansado de la guerra pero tenía miedo de que tomaran represalias contra todos los mundos rebeldes. Por supuesto que a mí me iban a ejecutar por ser el jefe de los rebeldes pero, ¿qué pasaba con los otros mundos que me seguían? ¿Qué iba a hacer Sargón?

 

Intenté hablar por una comunicación subespacial con Ascardín pero no lo encontraba. Quería ver el modo de parar esta guerra. Lina me hacía sentir mal porque en realidad yo la utilicé, la manipulé, la instruí, la preparé, le enseñé como actuar... ¡Le enseñé todo! Ella daba las conferencias en los distintos mundos y cuando se iba en los heliocoches (chasquido de dedos) llegaba el estallido. Logramos que miles y miles de aliados de Sargón murieran. Por supuesto que era un golpe tremendo de efecto pero, ¿valía la pena?

 

Interlocutor: ¿Tú no intervenías? ¿Eran saboteadores los que apretaban los botones, diríamos?

 

Entidad: Yo era el cerebro, de modo que intervenía… Yo decidía qué mundo estaba más frágil para atacar y si había algún ministro menor de otro planeta que justamente estaba en ese mundo para reunirse allí mandaba a Lina con su otra identidad.

 

Interlocutor: Está bien. Éramos autores intelectuales tú y yo, diríamos.

 

Entidad: Sí.

 

Interlocutor: Está bien. Está claro.

 

Entidad: Y eso me rendía más frutos que las batallas. Pero ahora estaba desanimado. O sea, en mí había como una dualidad: por un lado estaba desanimado porque Lina me había hecho pensar sobre tantas muertes -útiles o inútiles-; y por otro lado cuando ella le sonsaca a Ascardín de Sargón que prácticamente había militarizado al mundo el ministro Obradín. Y llamaban. Distintos espías míos -algunos de los cuales ya nombré hace poco- dijeron que ahora estaban más armados que hace un año atrás –como Thetán me refiero a un año terrestre-. Entonces es como que todos esos sabotajes no tiraron abajo la fuerza moral de Ascardín y en este momento eran más fuertes que antes. Nosotros estábamos agotando la comida y la artillería de nuestros mundos. Teníamos poco dinero para volver a armar las naves que quedaban semidestruidas.

 

Interlocutor: Una pregunta antes de que continúes. ¿Todos eran homo sapiens?

 

Entidad: Sí.

 

Interlocutor: Está bien, continúa.

 

Entidad: Íbamos a perder. Pero, ¿sabes qué, querido 10%? Teníamos un aliado a favor.

 

Interlocutor: ¿Quién era?

 

Entidad: El ministro Obradín, el padre de Ascardín. Estoy siendo irónico. No era un aliado. Estaba dolido y decepcionado -no encuentro el concepto para que lo transmita a lenguaje hablado este receptáculo-.

 

Interlocutor: Pero, ¿con quién estabas decepcionado?

 

Entidad: Con la guerra, con la rebelión, con él mismo... ¡Con todo! Tuvo infinidad de discusiones con su hijo, Ascardín, incluso con respecto a la lealtad de Lina -allí tenía otro nombre-. ¿Sabes quién era el Thetán del ministro Obradín?

 

Interlocutor: No.

 

Entidad: Johnakan Ur-El.

 

Interlocutor: ¡Ajá!

 

Entidad: Johnakan Ur-El encarnó como el padre de Ascardín.

 

Interlocutor: O sea, es una de las encarnaciones que ha tenido Jorge.

 

Entidad: El relatar esto me calmó el dolor moral, conceptual, espiritual -como tú le quieras llamar- que sentía y se lo transmití en el pecho a este pobre receptáculo… En este momento le duele el pecho como si le fuera a estallar. Tú, ser encarnado como 10% mío, tienes una angustia y te puede doler la garganta o si la angustia es provocada por nervios puedes sentir hasta dolor en el pecho o provocarte otros problemas.

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: Eso se lo estoy transmitiendo sin querer a este receptáculo. Pero en 3.800 años terrestres, ¡vaya si he tenido tiempo y vidas como para cambiar ese destino!

 

Interlocutor: Está bien, pero ibas a hablar sobre Obradín. ¿Qué era, un aliado? ¿O ese capítulo terminó y ya no vas a comentar más nada?

 

Entidad: Aliado era una manera de decir, porque Obradín decía que la batalla era inútil. Quería pararla, proponer una tregua -que yo hubiera aceptado de inmediato- pero Ascardín no quiso. Y Ascardín era visto como un héroe para la Flota. Si bien el jefe supremo de todo el Imperio de Sargón era Obradín, Ascardín era el héroe -aquí en Sol III no hay porque hay tantas divisiones de países…-.

 

Interlocutor: ¿Ascardín es también alguien conocido o se me escapó?

 

Entidad: ¿En esta encarnación?

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: En esta encarnación es Jesús, de Barcelona.

 

Interlocutor: Ajá. Pues este relato tenía mucha carga.

 

Entidad: ¿Qué te parece? Pero lamento el dolor que le causé en el pecho a este receptáculo, el profesor Jorge.

 

Interlocutor: ¿Ahora ya se te fue?

 

Entidad: No todavía…

 

Interlocutor: Esta sesión, ¿tiene que continuar la psicoauditación?

 

Entidad: Todavía hay algunas cargas pero ahora no quiero abusar de este receptáculo porque va a caer...

 

Interlocutor: Está bien. O sea, que tendremos que continuar con la psicoauditación…

 

Entidad: Hasta pronto.

 

Interlocutor: Hasta pronto.