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Psicoauditación - Adriana

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 08/11/2010 Aldebarán, Núria

Sesión del 02/11/2012 Psicoauditación

Sesión del 29/07/2015 Sol III, Teresa

Sesión del 11/11/2015 Enana amarilla, Renara

Sesión del 17/03/2016 Ámbar, Amara

Sesión del 11/04/2016 Ámbar, Amara

Sesión del 18/05/2016 Ámbar, Amara

Sesión del 20/07/2016 Psicoauditación

Sesión del 02/12/2016 Almura, Zucena

Sesión del 20/07/2017 Gaela, Runa

Sesión del 18/11/2017 Gaela, Axxona

Sesión del 27/06/2018 Aldebarán, Núria

Sesión del 05/09/2018 Aldebarán, Núria

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Sesión 08/11/2010
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Era dama de compañía y vivía resignada a la soledad por tener voto de castidad. Se ilusionó con un guerrero que también tenía el poder del rayo, pero ella estaba prisionera de aquella ley. Quedó con engramas.

Sesión en MP3 (3.254 KB)

 

Entidad: Vosotros, como seres encarnados, estáis acostumbrados a que todas las vidas pasadas se relacionen con este planeta donde está el receptáculo que me alberga. Pero he tenido vivencias sufridas, de soledad, de deterioro físico, en otros mundos lejanos en el espacio y en el tiempo.

 

Hay una encarnación que es imprescindible tocar, mi nombre era Nuria y era doncella y a su vez dama de compañía de una princesa. Me crié en el reino desde muy pequeña. Teníamos casi la misma edad, jugábamos juntas hasta que cuando ella cumplió quince de vuestros años asumió el rol de heredera, aún viviendo sus padres. Y yo ya no era su amiga, es decir; seguía siendo su amiga pero era... su dama de compañía. Ya no la llamaba por su nombre, la llamaba "Su Alteza".

 

Y en ese reino, quienes acompañábamos a las princesas, hacíamos voto de castidad mientras viviera la princesa a la que asistíamos, que obviamente en este caso tenía mi edad, así que estaba "condenada" de por vida. Porque de joven conocí a un guerrero que salvó a mi princesa de la horda de unos guerreros del norte y la trajo a salvo a palacio. Ese guerrero me vio y se impactó, de la misma manera que yo me impacté con él. Él tenía un don, que tenía un aura tan especial que hasta podía manejar con sus manos descargas eléctricas, y no me sorprendió, me tranquilizó. Porque cuando yo era pequeña en los jardines de palacio jugaba con animalitos muy similares a vuestras ardillas, a vuestros topos, o pequeños felinos similares a vuestros gatos, o pequeños canes, y a veces era tan efusiva en tocarlas, a las mascotas, que huían disparadas. Los pequeños felinos a veces incluso hasta me bufaban y erizaban sus cabellos y yo no sabía por qué. Hasta que me di cuenta de que tenía el don de desprender mi mala energía áurica, que el otro ser viviente lo podía interpretar como una descarga eléctrica. Fue un engrama, un engrama que me hizo introvertida, que no hablaba con nadie del tema, que me causaba dolor porque no podía contactarme con nadie, porque incluso personas a las que abrazaba efusivamente sentían como un dolor de descarga eléctrica. Para peor, cuando su alteza cumplió los quince, que los cumplió dos de vuestros meses antes que yo, me obligaron a hacer el voto de castidad, donde yo no debía entregarme a ningún hombre porque era una tradición, ley o como queráis llamarlo.

 

Cuando ya dejé la adolescencia y veo a este guerrero que maneja el rayo, quedando a solas con él, le digo:

-Pon tus manos como mostrándome a mí las palmas. -Y él con mucha precaución lo hizo. Cuando yo quiero acercar mis palmas a las suyas retrocede, como despavorido.

-No, porque te puedo hacer daño.

-Por favor, ten confianza en mí, verás que no va a pasar nada.

 

Y apoyo lentamente mi palma izquierda en su palma derecha, mi palma derecha en su palma izquierda: sentimos como un chispazo, pero casi no había diferencia de potencial y los dos nos sentimos como energizados. Los ojos de sorpresa eran los del guerrero, que no podía creer que hubiera una mujer con ese don. Si bien el ya había conocido a un hombre mayor del Norte, que quizás tenía más poder que él sobre el rayo... pero no pudo ser. Le expliqué de mis votos, porque sin apenas, sin apenas cruzar palabras entendí que -y esta es una frase vuestra de la tierra-, que estábamos hechos uno para el otro. Pero él era respetuoso de las leyes ajenas. Los padres de su alteza, los reyes, le dieron un presente, que él valoró, pero no fue lo mismo y se marchó.

 

Imaginaos que estáis encerrados en un sótano y vuestra vista se acostumbra a la oscuridad, y está todo bien porque es lo que ves, es lo que hay. Y un día alguien abre la puerta y sales al resplandor del sol y cierras los ojos porque es un brillo casi intolerable y luego tu vista se acostumbra de a poco, de a poco y puedes ver esa claridad, esa luz y sientes como que esa luz te pertenece y tú perteneces a esa luz, pero de repente te cierran la puerta y quedas otra vez en la oscuridad. Pero no es lo mismo porque ya conociste la luz, ya conociste el resplandor, ya conociste esa claridad que te inunda y ya la oscuridad es vana, es yerma, es oscuridad. Y así fue mi vida durante muchos de vuestros años, muchos.

 

Me causé dolor a mí misma con el recuerdo de ese guerrero, y obvio que se me implantaron engramas de soledad, de abandono, abandono metafórico porque  él no me abandonó, porque sólo intercambiamos un tacto y una corriente eléctrica que llevo en mi aura, y como sabía que era difícil verlo de nuevo me cerré, me cerré a mí misma. ¿Para qué me iba a brindar si ni siquiera las mascotas podía tocar?

Alteza tenía unos guantes de piel fina y me tomaba de la mano, pero esos guantes impedían el contacto directo de palma con palma. Porque ella sabía, ¡si nos conocíamos desde pequeñas!, sabía sobre mi don, mi don áurico.

 

Fui feliz. Ella conoció a varias personas pero ninguno la atraía y los padres la oprimían porque ya iba siendo mayor. Hasta que conoció a un hombre de otra tierra y hubo una gran boda. Tuvieron dos niños.

 

Luego de vuelta el dolor. Los padres mueren, ella queda como reina pero su reinado no lo puede disfrutar porque queda viuda con los dos niños que van creciendo y se van haciendo adolescentes mientras nosotras envejecemos.

 

Muchísimo tiempo después -años diríais vosotros, revoluciones estelares decimos nosotros-, un guerrero muy herido por espada que es atendido y mi corazón late fuerte cuando -a pesar de que su cabello ya estaba canoso, pero su cuerpo seguía musculoso-, lo reconozco: era él. Estuvo luchando entre la vida y la muerte. Se ve que tuvo un duro combate y lo curamos y yo le daba de beber un caldo tibio, hierbas.

Tiempo después abrió los ojos, unos ojos quizás más mansos, más sabios, menos impetuoso, con más comprensión. Sonríe. Le hago una mueca encogiéndome de hombros como trasmitiéndole mentalmente: Sigo aquí, con el juramento.

Él le dice a mi princesa, que ahora es mi reina:

-Después de tanto tiempo, me has devuelto el favor. ¿Te acuerdas cuando te salve de las garras de los guerreros del norte? Eras una joven. Ahora tienes dos hijos y has salvado mi vida.

 

Dos veces sufrir no. Dos veces sufrir no, es demasiado. El palacio era como una cárcel y como yo sabía que no podía expandirme fuera de allí me encogía sobre mí misma, volcándome en mis pensamientos y no dándome a nadie. Y es un engrama muy difícil de cargar, como es una vida muy difícil de relatar.

 

El guerrero finalmente se recompuso. Mi reina le regaló ropa nueva, unas botas, una hermosa espada. Pero antes de que se marchara lo llevó a la sala del trono y lo nombró caballero. Ese guerrero de las montañas, ese guerrero que recorrió medio planeta, ese guerrero que viajó a otro continente era caballero del reino, pero ese guerrero no tenía una cadena que lo sujetase, ese guerrero pertenecía al mundo. Y volvió a marcharse.

 

Dos revoluciones estelares después contrajimos juntas, la reina y yo, una altísima fiebre de alguna peste que vendría del sur, no sé. Nos dieron de todo, llamaron a un hechicero, pero mi reina no sobrevivió. Cuando yo me recupero veo que el niño, ya hombre, atemorizado, aterrado diría yo, se calza la corona de rey y hacen una enorme ceremonia. La hija de la reina, la princesa, me manda llamar y me dice:

-La joven Nadia será mi doncella, mi dama de compañía. Te libero de tus votos de castidad. -Hice una reverencia, me fui a mi habitación y lloré, lloré.

 

Ya era mayor. Y como decís vosotros en los cuentos de la Tierra: ¿Adónde iba a encontrar ahora mi caballero andante y como sabía ahora si él estaba prometido o casado o qué? Aparte, imaginaos una persona tantos años encerrada en un sótano, sin luz y que la empujen a la claridad, pero no por un momento, que la dejen en esa claridad..., es como que sacar al topo de la madriguera; se quiere volver a esconder, se quiere volver a esconder.

Y mi desafío era ese, no cambiar de región, pero de a poco ir al poblado, salir.

Está mal decir era libre porque nunca me sentí prisionera con mi princesa, luego mi reina. Para mi seguía siendo mi amiga. Jamás me trato mal, jamás. Pero claro, de pequeña me contaba secretos... De grande ya tenía cierta distancia, por su título. Pero con mis engramas... ¿Cómo me animo a brindarme, a salir, a darme, a ser yo, Nuria?

 

Gracias por escucharme, gracias.

 

 


Sesión 02/11/2012
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

La entidad se siente incomprendida en un entorno que se le manifiesta hostil. Familia, sociedad le atenazan su libertad de escapar del yugo impuesto y no encuentra soluciones ni ayuda.

Sesión en MP3 (1.025 KB)

 

Jorge Olguín: Voy a intentar canalizar al thetán de Adriana para que relate las emociones dolorosas que pueden estar afectando a su parte encarnada, y el hecho de que pueda descargar va a aliviar ese peso emocional que tiene sobre los hombros Adriana.

 

Entidad: No creo que me solucionéis nada porque mi parte encarnada no tiene nada que ver. Mi parte encarnada es víctima de las circunstancias. Todo es víctima de las circunstancias: el trabajo, el entorno, mis hijos que no cooperan. El colegio, que son unos hipócritas, unos necios, nos acusan a nosotros de que no cumplimos con los requerimientos. Cretinos. Los curas, desde el siglo II que son perversos, pervertidos todos ellos, siempre son la fruta podrida de este mundo, nunca fueron tolerantes, siempre han hostigado, siempre han hostigado.

 

Y mi pareja es tranquilo, como que no se preocupa por nada, como que tengo que estar empujándolo para que se mueva. Él, con su idea de que trata de estar clarificado… ¿A qué le llama clarificado, a que se derrumba un techo y él no se mueve? No mueve un pelo. ¿A eso le llama estar clarificado? ¿Está clarificado o está hipnotizado?

 

Y no quieren que yo me preocupe. Si llego de trabajar y es todo un desastre; me tengo que ocupar de todo, todo dado vuelta. ¿Qué hicieron durante el día, qué hicieron? Y no es solamente Christian, Deberinda... son todos, todos. Y ni hablar de mi familia y ni hablar de mi entorno: les brindas algo y te traicionan o te miran con sorna o te ponen miradas de burla o hablan a espaldas tuyas. Y todo, ¿para qué? Porque todo lo que les brindaría es todo mío. Todo lo que yo logré es mío, es mi merito, es mi merito. Y, ¿para qué? ¿Cuál es mi recompensa? ¿Qué tengo a cambio? Mala sangre, mala salud.

 

A veces me perturbo mentalmente. Y todo, ¿para qué? ¿Para qué? ¿Dónde está la felicidad en todo esto? Dejo de trabajar fuera y tengo que trabajar en mi casa, tengo que trabajar con mi familia. ¿Soy hija o soy madre de mis propios padres? Llega un momento en que quieres desconectarte de todo, en que no quieres saber más nada de nadie, en que quieres estar tranquila.

 

Bla, bla, bla. Mi pareja también habla y si no, se queda callado porque dice que no quiere contradecirme. ¿Y en qué va a contradecirme? De afuera es fácil ver todo, el problema es de adentro. Me da la impresión como que no se compromete, como que no se toma las cosas en serio. ¿Inconvenientes de conducta? ¡La escuela tiene inconvenientes de conducta! Se lava las manos tipo Poncio Pilatos. Reverendos hipócritas, mala gente, perversos, pervertidos... habría que sacar los trapitos al sol a cada uno y veríamos qué pasa. Pero las leyes, las leyes, las leyes...

 

Las leyes no son justas, es todo mentira. Pagas un buen abogado y ahí tienes buenas leyes, porque la justicia se compra y los curas tienen dinero de nuestros impuestos, ¡de nuestros impuestos! Encima tienen el tupé de sacarse de encima lo que les molesta, el tupé. ¡Je!, coraje tendrían. Mala gente. ¿Para qué encarnaron? Para entorpecer. Los Maestros dicen que cuando te pasan cosas así en la vida es para que te fortalezcas, para que te temples. ¿Adónde te templas? ¿En una úlcera te templas? ¿En que tengas problemas en la presión te templas? ¿Adónde te templas? ¿Qué te templas? ¿Adónde? Los Maestros no saben nada. ¿Qué te templas? ¿Te templas el hacerte mala sangre? ¿Te templas en que tu entorno nunca te acompañe? ¿Qué te templas? Es mentira que te templas; tienes que pasar por eso y punto. Se acabó. Y es uno el que tiene que solucionar las cosas. ¿Y cómo no te vas a hacer mala sangre?; problemas por aquí, problemas por allí, problemas por allá, problemas en el trabajo, problemas en casa, problemas con la familia, problemas con la escuela, problemas, problemas, problemas. Basta, basta. No quiero saber más nada de problemas.

 

¡Uy! Le estoy haciendo subir la presión a mi receptáculo pero, bueno, ¿para qué se ofrece? Parece que molestara, parece que les molestara a todos. A mí me molestan también los demás y yo no digo nada, yo me callo la boca. Hablan de roles de víctima. ¿Quiénes hacen roles? ¡Ellos hacen roles de víctima! ¿Por qué no me dejan de molestar de una vez por todas?

 

No quiero seguir hablando y a mí no me retiene nadie si yo no quiero.

Rol de víctima... ¿Por qué no se van a tomar aire fresco? Rol de víctima... ¿Por qué no me dan soluciones en vez de darme problemas? Todo el mundo dice "Pasa esto, pasa aquello". ¿Y? ¿Y la solución?

Porque es fácil decir:

-Pasa esto, pasa aquello, pasa lo otro, pasa lo otro, pasa lo otro.

-Bueno, ¿cómo lo arreglamos?

-¡Ah!, no sé, Adri. Eso vedlo vos.

-¡Ah! No sé...

 

Iba a decir algo pero no, no, dejémoslo así. Mejor dejémoslo así.

 


Sesión 29/07/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Prejuzgar es un rol del ego. Prejuzgar es habitual en el ser encarnado. Prejuzgar es juzgar antes de conocer y nunca tendremos el conocimiento suficiente para juzgar puesto que no conocemos todo. No podemos ver todas las facetas de la realidad y debemos ser conscientes de ello, pues nuestras opiniones y acciones pueden perjudicar profundamente a otros.

La entidad relata una vida en la que quedó con engramas de culpa por prejuzgar.

Sesión en MP3 (2.063 KB)

 

Entidad: Muchas veces me tildan de impulsiva, o de intolerante, o de no querer entender las cosas.

 

Tuve una encarnación en Guanajuato, no era lo que es hoy, en carreta la distancia a Méjico la podemos hacer en un día, en aquella época. Me acuerdo que mis padres trabajaban en el campo, mamá ayudaba también con la cosecha. Tenía un hermanito que había fallecido, lo había pescado una tormenta helada a fines de enero. Mamá se hundió más en sí misma, nunca pudo superar la muerte del niño y a mí prácticamente no me hablaba, yo me sentía como relegada. Papá... Papá mientras tuviera su mezcal a la noche... Era una persona delgada, no sé cómo hacía para comer tantos tacos y tomar tanto mezcal y al día siguiente se le notaba fresco como si nada.

 

Pero yo no tenía con quien hablar. De adolescente conocí a dos varones. Juan era prácticamente un señor, un señor. Y Gregorio, Gregorio era el villano, era apuesto, agradable como la mayoría de los varones falsos. Los rumores en Guanajuato corren como reguero de pólvora. Salía con la hija de Joaquino, con la de los Rodríguez, con la de los Morales, con la de los Duarte, con la de los Peralta. Juan se juntaba con nosotras; conmigo, con Elvira. A propósito, mi nombre era Teresa. Juan nos decía:

-Yo soy católico, yo creo mucho en el Señor. Leo los salmos, voy a lo del padre José, vivo confesándome.

Una mis amigas le preguntaba:

-¿Qué puedes confesar?, eres el más noble de todos nosotros.

Trabajaba en la tienda del papá. Cortés, sensible, caballero.

Una vez se le murió una perrita y se le caían las lágrimas. Y él decía:

-A veces me da vergüenza llorar porque aquí en este pueblo me tomarían por un blando, por no decir otra palabra peor.

-No hagas caso -le decíamos.

Juan tenía su atractivo, era el novio ideal pero nos respetaba tanto... Y que Dios me perdone pero entre mí pensaba "¡No me respetes tanto! ¡Dime algo!".

 

Vino una niña nueva con el tío, Manuela, Manuela González. Menudita, dieciocho años. Se hizo amiga nuestra pero era tan tímida... Y pasaron los meses.

Hacía tres días que no la veíamos a la niña, Manuela. Hasta que un día lo paramos, al tío, un señor obeso, comerciante, le caían las lágrimas. Y dice:

-Está en casa, se está reponiendo. La encontró don Jacinto y don Rogelio allá en el campo en los maizales. Había sido ultrajada y golpeada.

Le preguntamos quién había sido y dijo:

-Todavía no recobró el conocimiento.

Le habían encontrado una moneda de plata en el pasto al lado de ella. Todas nos miramos y dijimos:

-El que ostenta con dinero, con monedas es Gregorio.

Y por supuesto que no nos callamos, se lo dijimos al tío:

-Hay un muchacho, un tal Gregorio.

-Sí, he escuchado lo que dicen de él, ya fue interrogado. Tenía una coartada, había estado en el club allá con la gente rica y tenía varios testigos que salieron a su favor.

Hablé con Elvira y Enriqueta y les dije:

-Claro, a los testigos se los compra.

 

A la tarde siguiente nos reunimos con Juan, le contamos el hecho. Le caían las lágrimas.

-La verdad que no entiendo -decía-, es como que ciertas conductas te producen impotencia, como que tú ves cuando una persona tiene doble cara, cuando una persona finge lo que no es, cuando una persona sabe disimular. Esas son las que condena Dios, ese tipo de personas.

 

Con Elvira nos mirábamos, las dos pensábamos lo mismo. La doble cara, la desfachatez de Gregorio, una persona con una sonrisa tan falsa, tan cínica, tan innoble y salía indemne de todo. ¿Por qué la violación?, tenía tantas novias... Pero claro, su instinto, su deseo de destruir y era tan falso, porque ayudaba a bajar a las damas del carro, acariciaba los caballos, quería a los animales. Falso, cínico.

-Sigue hablando Juan.

-¿Qué quieren que diga?, yo no soy quien para condenar. Pero esas personas que fingen que son una cosa y son otra, que se comportan de una manera y se muestran de otra no las tolero, no las tolero para nada. A esas personas Dios las tendría que caer con un rayo. Perdóname por decir eso pero es lo que pienso, creo en ese tipo de castigos de las personas que fingen. No puedo seguir hablando -dijo Juan-. Y se marchó.

 

Nos sentíamos acongojadas. Con mamá no podía hablar porque mamá seguía pensando en su hijo muerto, era prácticamente un ser que trabajaba en el campo, que preparaba la comida. Papá... Papá trabajaba, hacía todo el esfuerzo. Le miraba sus manos, manos con callos, manos de trabajador. Les comenté a los dos lo que pasó con esta Manuelita y...

-Son cosas del señor -me contestaron.

-No, son cosas del ser humano.

 

Había un montón de gente, a la mañana siguiente, en lo de Manuela. Habían roto con un madero la ventana porque el dormitorio de la niña daba a la calle, la habían querido atacar. Se despertó el tío y salió con un arma y la persona se fue corriendo. Claro, tenían miedo de que hable, atentaron contra su vida. El tío habló con el herrero, hizo poner barrotes.

 

Dos días después recuperó el conocimiento, fuimos a verla. Habló con el médico, con las autoridades, con el tío, luego pasamos Elvira y yo.

-Quise ser amable. Lo saludé, le sonreí, nos pusimos a conversar. Era tan atento conmigo, con esa sonrisa, que le di un beso en la mejilla, un impulso. Entonces me quiso besar. "No, no, no", me entendió mal. Me dio una bofetada que me tiró al piso. Me empezó a arrancar la ropa, me puse a gritar y me golpeó una dos, tres veces hasta que perdí el conocimiento y me ultrajó estando desvanecida pensando que yo había querido seducirlo.

-No nos sorprende, nos imaginábamos que Gregorio era así.

-¿Cómo Teresa, nombras a Gregorio? ¿Qué tiene que ver Gregorio?

-¿Y quién era? -le dice Elvira.

-Juan. Juan me violó, Juan me golpeó.

 

Casi se nos para el corazón. ¡Juan! A todo eso ya lo habían aprehendido y lo tenían en una celda. No sé cómo me dejaron pasar y a través de los barrotes hablé con él y le pregunté:

-¿Qué has hecho?

-¿Acaso no se lo decía? Persona con doble faz que fingen ser ángeles y merecen el castigo de Dios. Me besó, me provocó, luego me rechazó. Se burló de mí, que soy una persona noble y buena. Y se burló. Y cuando se resistió la golpeé porque es lo que se hace con los infieles, porque me provocó. Aparte no la ultrajé, ella quería, porque yo sentí que ella quería porque tiene dos caras, yo sé que tiene dos caras. Merece el castigo y yo soy la herramienta de Dios.

 

No entendía nada y me marché. En la plaza estaban las chicas sentadas en un banco y al lado Gregorio, pálido con los ojos llorosos.

-Me acusaron a mí, me interrogaron a mí. Estuve en el club toda la noche. Yo puedo mostrarme de una manera pero sería incapaz de hacer algo así.

 

Y en ese momento entendí que es muy difícil prejuzgar un ser humano. Nos equivocamos de cabo a rabo. Me quedó un engrama de culpa que hoy puede afectarme de mil maneras, con mil condicionamientos.

No, no formé pareja con Gregorio, Gregorio se fue a la ciudad de Méjico, yo me casé con un señor de San Luis Potosí, Jacinto Ramos, Jacinto Ramos Quesada.

Fui feliz, dos hijos varones, pero nunca pude olvidar. Dos inviernos más tarde Manuelita murió de un problema pulmonar, nunca se repuso mentalmente de ese ataque. El tío se marchó a otro pueblo.

 

Nunca terminamos de conocer a las personas. Gracias por escucharme.

 


Sesión 11/11/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Al regresar bajó de plano con multitud de engramas debidos a engaños y traiciones de otros y engramas también generados por sí mismo al no aceptar que todos los que le habían perjudicado en el plano físico eran roles.

Sesión en MP3 (3.250 KB)

 

Entidad: A veces pensamos que cada mundo, cada sistema, cada galaxia va a tener una manera física distinta o por lo menos un sistema de vida distinto en tanto y en cuanto sean similares a los de este mundo actual donde está mi parte encarnada, Adriana. Lo que la gran mayoría no tiene en cuenta es que los espíritus somos errantes. Todavía no han entendido que quiero decir; hoy encarnamos aquí, mañana allí, pasado allá y es el espíritu el que le da el carácter a ese 10%, sea humanoide o no.

 

Nací en un mundo a cuatrocientos cincuenta años luz, en una estrella que no tiene designación para vosotros, una enana amarilla similar a este Sol. Mi nombre era Renara y estudiaba distintas materias. Me atraía mucho la física y me atraía mucho la biología.

Seguramente en otro continente por algún experimento no controlado mutaron un virus. Hubo una epidemia que acabo con miles de personas, se suspendieron viajes, se impidió el contacto con otros países, se reforzaron las fronteras y se disparaba a matar a toda aquella persona que quisiera cruzar a otro país, esté sana o no, porque podía ser portadora. ¿El resto del planeta estaba horrorizado? Para nada. Cuanto más aislados estén en ese país donde está el foco viral, mejor para los demás. Hasta se llegó a pensar en tirar unas bombas incendiarias de vacío donde acabarían con todo. Pero claro, era un país pequeño pero contaba con aproximadamente tres millones de personas, los infectados no llegarían a trescientos mil y ¿por qué el resto tenía que pagar las consecuencias?

 

Tenía un compañero bastante mayor, presumido, pedante, lector de infinidad de enciclopedias, Laslow, que me decía:

-Vamos a crear un antiviral.

 

Estuve infinidad de noches sin dormir. Cuando Laslow llegaba al laboratorio y los otros ayudantes, yo seguía con mis fórmulas en mi ordenador. Finalmente infectamos un pequeño roedor -obviamente no con ese virus, con un virus similar pero más inofensivo-, le apliqué mi antiviral, sobrevivió. Probamos con otro y con otro.

 

Al mes siguiente había una cumbre. Había quedado embarazada de quien en ese momento era mi esposo, Rigor, y no llevaba muy bien el embarazo, tenía arcadas, vomitaba. No fui a la cumbre. A Laslow le dieron el gran premio mundial por haber sido el descubridor del antiviral.

Lo nombraron embajador, salió en todas las portadas de revistas. Fueron fuerzas especiales con trajes especiales aislantes, con miles de vacunas virales y sí, lograron revertir la epidemia. Aún los casos más peligrosos que estaban a riesgo de muerte, en días fueron sanando.

 

Tuve la desgracia a los tres meses de embarazo de perderlo. Tuve la desgracia de que a las veinticuatro horas de perder el embarazo me entero de que mi esposo tenía una aventura con su secretaria, dieciséis años más joven que él. No habíamos hecho ningún precontrato, se quedó con la mitad de todo, se quedó con mi felicidad, con una joven mucho más joven que él.

Me quedé con mi soledad, con un desánimo tremendo pero con una fuerza tremenda marché hacia la cumbre que después de días y días y días seguían de festejo.

No estaba vestida de etiqueta, me metí por una puerta del costado donde la seguridad no vigilaba. Hice una escena tremenda, le grité al presidente:

-¡Me robaron! Laslow no descubrió nada, eran todos mis apuntes que los cogió de mi ordenador y las pruebas de mi vacuna.

Obviamente nadie me creyó, él era el principal en el laboratorio, yo no.

-Tengo testigos.

 

Citaron a los sietes testigos que trabajaban con nosotros. Nunca me vieron trabajando en ese antiviral pero cada uno tenía una nueva mansión, un nuevo vehículo. Habían sido comprados.

No solamente no volví a mi lugar sino que me echaron con una indemnización mínima por haber intentado desacreditar a Laslow. Me quedé sin trabajo, sin esposo, sin el hijo que esperaba y con una angustia, un rencor. Y no me vengan a decir que el ego se domina, se maneja, se integra o como le quieran llamar porque honestamente, en distintas vidas fui cualquier cosa menos hipócrita. Honestamente, no tenía ganas de integrar el ego, me alimentaba del ego, el ego me daba fuerzas. El rencor me lastimaba pero lo disfrutaba, es como esa bebida alcohólica tan fuerte que tú la tomas y te quema el esófago como si tuvieras un fuego pero la disfrutas. Así, así era mi rencor.

 

Planifiqué. Tenía muchos conocidos que me debían favores porque les había salvado madres, hijos, hermanos, amigos químicos, amigos especialistas en explosivos. No me prejuzguéis, hay que estar en el lugar. No voy a dar detalles. Con mis cómplices hice que se volara el laboratorio, una hectárea completa. El laboratorio, adyacentes, todo. Por supuesto que lo hice de noche. Sí, se perdieron dos vidas, eran dos vigilancias, una en cada esquina, pero si lo hubiera hecho de día hubieran muerto cientos. Nunca se encontró una huella de nada, los mayores investigadores descubrieron qué tipo de explosivo era, dónde se podía fabricar. Las señales indicaban a un país del continente este.

 

La gente a las que yo había hecho favores me dijeron:

-No queremos saber más nada contigo por dos razones: primero, el favor te lo hemos devuelto con creces. Segundo, no sabíamos que iba a ser tan grave la cosa, ahora cargan sobre nuestra conciencia dos vidas.

Les grité:

-Yo salvé cien mil vidas, trescientas mil vidas, tres millones de vidas de aquel país. Y seguramente alguno hubiera escapado por la frontera y hubiera viajado por otros países. No me reprochen por dos vidas.

 

Me quedaron engramas de injusticia por Laslow, por mis amigos que testificaron a favor de él, de abandono por mi esposo, de dolor por la pérdida del hijo que esperaba.

Me abandoné. Comencé a tomar un ansiolítico muy fuerte que todavía estaba en etapa de prueba. Me afectó la parte nerviosa, la parte muscular. Fue sacado de circulación pero ya había causado efecto en mí. No llegaba a los cuarenta años de edad y apenas podía moverme del dolor de mis articulaciones. Una de las personas a la que le había salvado la madre me dijo:

-Tú has salvado vidas pero has matado a dos y eso para el Creador pesa, y ese es el castigo.

Le dije a la persona que era una cretina, que mi problema era porque había probado algo que no había sido certificado. ¿Pero qué ganaba con debatir a alguien que no estaba en nuestro tema?

 

Los dos últimos meses era un sufrimiento, me quedaba dinero para pagarle a una enfermera que apenas podía ayudarme a levantarme de la cama y en un barrio de los suburbios conocí a gente de mal haber a la que también había ayudado y les escribí una receta, un calmante. Se lo di a la enfermera para que lo vaya a buscar de parte mía y obviamente dinero para que le pague, de más. A las pocas horas volvió.

-¿Has tenido algún problema?

-No, para nada, al contrario, tomó la plata enseguida y me dio el inyectable.

-Aplícamelo. Intramuscular no, es endovenoso, pero me va a calmar.

 

Había dejado una carta de que yo era la única responsable de mi muerte. La había lacrado en un sobre con un cierre de seguridad y no por correo electrónico, por correo común se la mandé a mi notario -lo que llamáis escribano-, porque lo que me inyectó esta enfermera, a la que a su vez le dejé un sobre con bastante dinero, era una inyección par matarme porque no tenía sentido vivir con tal dolor.

 

No desencarné en el plano 2, evidentemente algún equilibrio habrá en los planos suprafísicos que el mismo equilibrio universal tuvo en cuenta la gente que yo salvé, no Laslow, yo. Y si bien es cierto que fui responsable de dos muertes fue miles de veces más la gente que salvé. Por supuesto que no fui al plano 4, el ego me pesaba una tonelada. Así y todo no bajé al plano 2, me mantuve en el plano 3.

Como espíritu visualicé conceptualmente el plano físico. La enfermera, con todo ese dinero que le dejé puso una sala médica, ella por supuesto siguió como enfermera pero ayudó a muchísima gente -ella como enfermera era la jefa de todos los médicos- y siguió salvando vidas hasta que desencarnó treinta años después. Por eso digo que no es que haya hecho mal pero el ego me pesaba una tonelada, una enorme tonelada.

 

Desencarné con rencor. Cuando como 10% me uní con el 90% me costaba aceptar que Laslow era un rol, de que quien fuera mi esposo era un rol, de que la enfermera era un rol, de que toda la gente de la cumbre era un rol... me costaba aceptarlo. Quien iba a encarnar como mi hijo se contactó conmigo -porque de los planos altos se puede contactar a los más bajos-, estaba en el plano 5 subnivel 1, era un espíritu de Luz, y me dijo:

-Tienes mucho para dar, deja de pensar tanto en ti en cada encarnación. En esa encarnación puedes sentirte orgullosa de todo lo que has hecho. Otro se llevó la gloria pero tú sabes que has sido tú la bienhechora.

 

Sé que buscar gloria es ego pero como dije antes, fui muchas cosas en muchas vidas, hasta esclava, pero nunca hipócrita. Por supuesto que me hubiera sentido bien con un premio y con un reconocimiento. ¿Es ego? Sí. ¿Y qué? Salir en tapas de revistas, ser reconocida... por supuesto que sí. Un Maestro de Luz que encarnó en este planeta, a los hipócritas les decía "raza de víboras". Bueno, nunca pertenecí a esa raza y he descargado bastantes engramas, engramas que me pueden afectar la parte psicofísica enormemente porque fue mucho dolor, porque mis mentes analítica y reactiva están en conflicto.

Qué importa el honor, qué importa lo que has hecho... No, importa todo. Que otro se lleve lo que tú has hecho, lo que tú has descubierto, que la pareja por quien das la vida se va con una niña.

Le pregunté conceptualmente a ese ser de Luz del plano 5.1 por qué perdí el embarazo si tú misión era hacer cosas. Me respondió conceptualmente: -Porque tú no estabas bien.

 

¿Qué tiene que ver lo psíquico con lo físico? Mucho. En el plano físico nos enfermamos a veces por temas psíquicos, no por temas físicos, porque lo emocional no es físico y hay gente que desencarna por lo emocional.

 

¿Qué más puedo decir?, creo que con eso es suficiente.

 

Agradezco el permitirme expresarme. Y toda la Luz a mi parte encarnada Adriana.

 


Sesión 17/03/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

En un mundo vivió terror ante una invasión, donde no podía hacer nada más que aceptar un futuro desconocido. Actualmente aún tiene presente aquella vivencia.

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Entidad: Quiero comentar algo que puede hacer mucho daño a la parte psíquica, a la parte física, afectando todo.

 

Hace poco menos de dos milenios encarné en un mundo similar a la Tierra, orbitando alrededor de una estrella amarilla. Vivía en un país absolutamente democrático, los adelantos de esa época eran muy, muy similares a los de este presente de este planeta Tierra.

 

Yo trabajaba de maestra en colegio de niños pero me sentía muy orgullosa porque mi esposo trabajaba en el gobierno. Él prácticamente ganaba tanto dinero para mantenernos a nosotros y a nuestros dos hijos, un hijo de quince y una niña de diez. Mi nombre era Amara, como vosotros pronunciáis amar agregando una a, Amara. Mi esposo era Bermejo, le decían Ber directamente. Era prácticamente indispensable en el gobierno, no solamente trabaja en un ala secreta sino que aparte estaba contactado con todo lo que era astronomía, radio astronomía. Y sí, éramos el país más poderoso en armamento y a su vez el más democrático.

 

Un atardecer vi fuerzas armadas en las calles, hubo lo que se conoce como "Cadena nacional" declarando estado de sitio. Nadie podía salir de sus casas después de las veinte horas hasta las siete horas del día siguiente. Pero ya no era lo mismo, todos eran censados, supervisados y la vigilancia era extrema.

Había mucha gente que en las afueras de cada poblado armaban muros. En nuestra pequeña ciudad armaron un muro de más de diez metros de altura, solamente había dos salidas totalmente vigiladas.

-Le pregunto a mi esposo:

-Ber, tú eres uno de los pocos que tienes permiso para poder entrar y salir. ¿Qué está sucediendo?

-Es grave, han intentado un golpe de estado.

 

El hecho de tener a mi esposo en el gobierno era un alivio en el sentido de que no me sentía tan vigilada, llevaba un plástico con mi foto y un código similar a vuestro código de barras. Los soldados tenían lectores, no importa que yo tuviera el plástico, lo escaneaban y me permitían seguir. Lo mismo a los niños.

 

Mi esposo estaba igual que siempre pero lo notaba como ido, como alejado, a veces respondía con monosílabos. Me sentía molesta, insultada en mi inteligencia.

Está bien, supongamos que fuera cierto lo de un golpe de estado y el gobierno decretó estado de sitio, toque de queda después de determinado horario, pero ¿por qué los muros?, ¿por qué no se podía salir del poblado?

Le pregunté qué pasaba en otras ciudades.

-No sé -me respondió.

-Pero ¿cómo no sabes?

-No lo sé, Amara, supongo que lo mismo.

-Pero ¿qué te dicen?

-Que tenemos que seguir trabajando y reforzándonos en todos los aspectos.

-Pero ¿por qué la televisión no transmite programas internacionales?, transmite solamente películas antiguas, no hay más noticiosos. ¿Qué pasó con los diarios?, se acabaron los periódicos, solamente hay revistas.

 

Días después ya no se precisaba el dinero, en nuestro código que nos pusieron en la muñeca teníamos determinado crédito, en los almacenes, en las tiendas habían lectores de código, scanners. Me resultaba todo muy extraño. Me sentía distanciada de mi esposo y mi tremenda ansiedad, mi tremenda incertidumbre me llegó a provocar vértigos, sí. Un día bajaba de la habitación de los niños y rodé por la escalera; me golpee la nuca, la cervical, la columna. No perdí el sentido pero prácticamente estuve una hora sin poder moverme. Así me encontró mi esposo.

Tenía un celular extraño era como un acrílico donde marcabas signos. En diez minutos vino un médico que me escaneó el cuerpo con un aparato que desconocía. Me inyectó algo que me calmó casi de inmediato, sí casi de inmediato. Pude moverme perfectamente pero mis interrogantes traté de evacuarlo en la cena.

-¿Qué es ese celular?

-Es secreto, es del gobierno. No es para toda la gente.

-¿Qué es ese aparato que me escanearon?

-También del gobierno.

-¿Por qué no lo dan a la gente? ¿Qué es eso que me inyectaron que me calmó tan rápido? Conozco distintas medicaciones, no hay nada que calme tan rápido.

-Es un experimento nuevo.

-¿Y lo usan conmigo?

-Ya fue probado.

 

De repente salían cosas. Si uno pensara coherentemente diría "Eso que parece un celular no saldría ni dentro de veinte años". "Eso que me escaneó el cuerpo no hay posibilidad que el hombre lo creara antes de un siglo". ¿Tan adelantados estábamos? Pero todo fue para peor porque había gente que no quería estar presa y armaron un pequeño motín. Digo "Claro, con los soldados los van a reprimir o les tiraran gas lacrimógeno". No, les dispararon. Les dispararon con armas que yo no conocía, no hacían la explosión de un disparo, era como una explosión neumática "pfff, pfff". Los mataron a todos. Eran como cincuenta personas, había mujeres. Quedé aterrorizada.

Cuando vino mi esposo le conté.

-Fueron todos escaneados, eran gente que formaba parte de aquellos que querían causar el golpe de estado.

-¿Cómo lo pueden saber? Si la manifestación fue algo no orquestado; se juntaron algunos, se juntaron otros y marcharon. No fue algo programado, fue algo instantáneo, espontáneo. ¿Esos cincuenta eran todos que estaban en contra del país? No me lo creo.

-No puedo decirte más.

 

Obviamente se me había pasado el efecto de eso que me habían puesto, los dolores que tenía eran tremendo, insoportables, en toda la columna. El golpe en la escalera me había afectado. Se lo comenté a mi esposo.

-¿Podemos llamar de vuelta el médico?

-No.

-¿Por qué?

-No llamemos más la tención, no quiero que me sancionen.

-Perdón, ¿que te sancionen por llamar al médico? ¿No estás trabajando para el gobierno?

-Sí, pero haz perfil bajo.

-¿Por qué no hay noticiosos? ¿Por qué no sabemos lo que hay en otros países?

-Porque no se debe alborotar a nadie.

-¿Alborotar? Yo quiero saber.

 

Una noche me manda un mensaje, mi esposo, y me dice "Hoy no vengo, quédate tranquila, estoy reunido con el gabinete".

 

Antes de esto mi esposo ganaba bien, diez veces lo que ganaba yo. Podíamos comprar cosas que a lo mejor no hacían falta, como el mejor televisor, los mejores juegos para los niños y la gran afición del nene, que con quince años le interesaba la astronomía. En su habitación, que tenía un enorme balcón terraza, le compramos un telescopio de los mejores. Prácticamente no era un telescopio de aficionado, era un telescopio profesional.

Me llama:

-Mamá -Después de cenar, tenía enfocado el telescopio.

-Miro.

¿Qué ves?

-Algo ovalado. ¿Qué es?

Mi hijo me dice:

-Eso es una nave.

-¿Y desde cuándo el gobierno tiene una nave así tan grande?

-No madre, este telescopio es especial, calcula distancias, calcula tamaños. ¿A qué altura te piensas que está?

-Cinco mil metros, o sea, cinco kilómetros.

-No mamá, un avión puede llegar hasta doce kilómetros de altura. Está arriba de cien kilómetros.

-Pero entonces, ¿qué tamaño tiene? Cien kilómetros con ese tamaño... ¡Pero es grande como una ciudad!

-Más.

 

El coeficiente intelectual del niño era mayor que el mío, mayor que el de su padre, con quince años.

-Madre, se han apoderado del planeta.

-Entonces, ¿papá no trabaja para el gobierno?

-Seguramente que sí, mamá. El gobierno pactó.

-O sea que el gobierno es servicial.

-No mamá, el gobierno es servil.

Lo miro al niño y le digo:

-¿Me estás diciendo que esa nave es alienígena y que todo Ámbar está invadido y que ya no hay países sino lugares aislados por muros?

-Eso pienso, madre.

-Mañana le comento a padre.

-¡No!

-O sea, ¿tú piensas que padre está con ellos?

-Yo pienso que padre está haciendo lo mejor que puede, yo pienso que padre está al tanto de lo que pasa y pienso que no nos quiere decir.

-Pero si esos soldados que mataron a esa gente, ¿eran humanos?

-Sí madre, pienso que eran humanos con órdenes.

-Me estás asustando.

-Tú me has preguntado. Si no mataban a esa gente, los mataban a ellos.

-O sea que esto es un campo de prisioneros donde podemos comprar cosas porque tenemos crédito en nuestro código de barras. Pueden estudiar, yo puedo seguir enseñando. Somos libres dentro de una jaula.

-Madre, eso es obvio. Yo, desde pequeño, desde que tenía siete años, experimento con aparatos electrónicos. Fíjate ahí. -Vi un conglomerado de plásticos y metal.

-¿Qué es eso?

-Eso es una antena y la acoplé al televisor. Pude llegar a otros países, a otros continentes y pasan exactamente lo mismo: programas antiguos, películas. No hay más películas nuevas. Vivimos para esto madre, no tengo ganas de estudiar. ¿Para qué? ¿Para servirle a quién? No creo que tengamos gobierno.

 

Por un lado me sentía orgullosa porque mi hijo hablaba como si fuera un adulto del doble de edad, pero por el otro lado estaba aterrada. Pero a su vez estaba como sometida, intelectualmente, a mi hijo. Por eso le pregunté:

-¿Qué quieren de nosotros?

-Ellos son los dueños de Ámbar pero no les interesa exterminar a la raza que está, en algo les seremos útiles. ¿Seremos un experimento? Me hace daño especular, madre.

 

Rompí en llanto y me daba vergüenza. Yo la adulta rompí en llanto ante mi hijo de quince y mi hijo consolándome. No dormimos en toda la noche conversando. Cuando llegó mi esposo nos vio la cara chupada, con ojeras. Inmediatamente subió al balcón terraza. Miró el telescopio.

-Rafe.

-Sí, papá.

-¿Lo sabes?

-Lo único que sé, papá, es que hay una nave a un poco más de cien kilómetros de altura y presumo que deben haber en distintos lugares del planeta. ¿Qué quieren de nosotros, padre?

-No lo sé.

-¿Sigue habiendo un gobierno?

-Sí, sigue habiendo un gobierno. El gobierno mantiene el orden, los soldados son mandados por el gobierno y el gobierno a su vez obedece órdenes. No tengo tan alto rango para saber más.

 

Me agarró una puntada tan grande en la cervical, de pánico, seguramente un ataque de pánico que me desvanecí. Mi hijo me contó que vino el médico y me inyectaron con algo. Estaba como sedada, algún tranquilizante. No me calmó los dolores pero la excitación. No tenía deseos de acercarme a mi esposo, vivíamos juntos pero no estábamos juntos. Me aferraba a mi hijo y a mi hija, la niña también era inteligente pero tenía diez, con diez años todavía era chiquitita, estaba aterrada.

 

Hoy mi thetán conceptualmente tiene muescas, tiene huellas de ese terror. Es lo que puedo decir por ahora.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 11/04/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Al parecer unos alienígenas habrían tomado el control de varias ciudades y tenían mando sobre sus habitantes humanos. Estando vigilada todas las horas del día se le conminó a trabajar controlando a los ciudadanos, indicando quienes eran los disidentes.

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Entidad: Digamos como que la vida es una paradoja, porque cuanto más creemos saber más ignoramos. En todos los aspectos.

 

No tiene que ver con esa materia vuestra filosofía y vuestro famoso dicho "Sólo sé que no sé nada", queriendo expresar que sé lo bastante como para entender todo lo que me falta saber. No, no, no lo digo en ese sentido, lo digo en el sentido de que en aquel mundo donde estábamos aislados, donde no me daban explicaciones, me enteraba de cosas y es como que tenía avidez de comprender más los por qué, los para qué. Cuántas veces habré leído de niña o de adolescente sobre invasiones extraplanetarias cuando era niña o invasiones interestelares cuando era más grande, expandiendo el panorama.

 

Pero mi idea de una invasión era distinta. Había combates o lo que pudiera llamarse combates, donde la raza invasora más fuerte o esclavizaba a la otra raza o la exterminaba, utilizando el mundo para mil razones.

Pero esto te descolocaba. ¿Había pactos? ¿Había alianzas? Las supuestas fuerzas del orden, ¿a quién le servían? ¿Qué ganaban con servirles? ¿Mejores puestos? ¿Mejores condiciones de vida? Los rebeldes que a veces eran masacrados por las fuerzas del orden, ¿qué buscaban, salir de las murallas? ¿Entendían acaso por qué estaban?, porque yo tampoco lo entendía.

Qué había afuera, ¿desolación, muerte, otras ciudades? ¿Y por qué el estar aislados en pequeñas regiones?

 

Una tarde escucho el zumbido de llamada de la puerta. Mi sorpresa era tremenda: El señor Sotán, Sotán Oloagiches. Era uno de los comandantes de la fuerza de, llamémosle, ocupación. Seguramente tenía más poder que el propio alcalde.

-La necesitamos.

-Pero la casa, mi familia...

-La necesitamos. -Obviamente no podía negarme.

 

Tracé la vía... Sí. Prácticamente había una docena de soldados fuertemente armados. Tampoco entendía para qué. Aunque yo me resistiera, con uno sólo ya me podía llevar por la fuerza.

-Lleve mudas de ropa. ¿Tiene maleta?

-Sí. -Sin pedir permiso el hombre entró se sentó en un sillón y esperó. Cogí la ropa más cómoda, otro par de calzado...

-Con eso es suficiente. Dónde vamos tiene todo lo demás.

-La familia...

-Habrá quién se ocupe. -Marché con él.

 

Subí a un carro blindado. Anduvimos por calles desiertas hasta que veo un gigantesco edificio, miraba hacia arriba y no terminaba nunca, tendría más de cien pisos.

 

No tenía respeto por Sotán, tenía temor, hasta no me animaba a preguntar.

Pero la curiosidad era más fuerte:

-Quería comentar, señor, que este edificio no estaba. Conozco toda la región, hace un par de meses atrás no estaba.

-Fue construido en quince días. Dieciséis exactamente con la terminación.

-Pero nadie puede construir un edificio así en dieciséis días. -Me miró, me pareció que hacía una mueca similar a una sonrisa. O no, o una mueca de compasión como pensando "¿Qué le puedo explicar a esta mujer?". Pero Sotán no sabía que yo sabía. Los mismos que estaban en esa nave habrán sido los que construyeron o dieron instrucciones a los constructores, ¿podría decir humanos?, porque yo no sé cómo serían aquellos.

 

Entramos al edificio. Me sorprendió lo familiar, había recepción, gente que iba y venía como si fuera un gigantesco edificio de oficinas. Mientras íbamos caminando por el pasillo central vi por lo menos como ocho elevadores. Tomamos el último y ahí vi la primera señal: los botones no tenían números, tenían signos.

Pregunto:

-Me trajeron aquí, así que tengo derecho a preguntar. Señor, ¿estos signos son números? -Sotán se dio vuelta y asintió. Atrás había otro soldado armado con un fusil extraño. Yo sigo preguntando-: No conozco el idioma.

-No, no lo conoce. -No me dijo nada. Ya estábamos casi llegando al tope.

-¿Qué idioma es?

-Extranjero. -Tenía taquicardia...

-¿De qué país?

-Extranjero. -¡Perfecto! Preguntar para qué me trajeron no tenía sentido.

 

En el último piso había un gran ventanal en una enorme habitación y vi que había un gigantesco pasillo con otras habitaciones, con otros ventanales.

-Espere aquí. Puede tomar asiento. -Me quedé parada. Me asomé al ventanal, el cristal era gruesísimo, pero igual me daba como cierta sensación de vértigo.

 

Aproveché para mirar, a lo lejos se veía un muro. Recorrí la mirada. Tenía por lo menos como sesenta grados de visión, la sexta parte de la circunferencia. Y a kilómetros de distancia se veía el muro. No tan alto como el edificio, pero bastante alto. Y más allá... desierto. Pero allí, allí, casi al final, a muchísima distancia -es una pena no tener conmigo binoculares-, se veía como un punto: Otra muralla, otra ciudad. No alcanzaba a percibir los edificios, pero era otra ciudad.

 

Escuché un ruido y me di vuelta sobresaltada: una mujer.

-Hola, me llamo Sora. Ya sé quién eres, no hace falta que te presentes.

-¿En qué puedo ser útil?

-Serás mi ayudante.

-Pero… ¿Haciendo qué?

-Estadísticas. -¡Uf!

-Era adolescente cuando estudié estadísticas. Prácticamente ahora...

-Lo que uno aprende no se le olvida. Toma asiento aquí. Pon las manos sobre la mesa. -Puse las manos sobre la mesa y de la nada, porque no se veía ninguna abertura, la mesa se abrió y se encendió una pantalla, era un ordenador portátil. Prácticamente uno lo podía sacar pero cuando se cerraba quedaba disimulado en la mesa.

-¿Voy a aprender los signos?

-No hace falta. Fíjate que tienes tus letras conocidas y números.

-¿Tú eres de aquí, Sora?

-Sí, soy una de las encargadas de lo que la gente llama la ocupación, que no es así, no es ninguna ocupación, simplemente somos coordinadores.

-¿Pero por qué no se puede salir de aquí?

-Porque es peligroso.

-Pero he visto que los soldados reprimen con muertes... O sea, no hay prisioneros, directamente si hay algún rebelde...

-Es la única manera de sofocar la infección. Si tú tienes una infección no vas a hacer solamente reposo, vas a tomar una medicación que te la cure.

-En las teclas del ascensor vi signos, ¿son humanos?

-Son signos de un idioma que tú no conoces.

-¿Puedo hablar en confianza?

-En lo que pueda te responderé.

-Sora, ¿qué va a pasar con mi familia?

-Estarán bien. Tú estarás un período aquí ayudándonos. Tendrás tus beneficios, tu familia tendrá los créditos necesarios para lo que necesite.

-¿Y mi esposo?

-Tu esposo trabaja con nosotros. Él no tiene problemas en entrar y salir.

 

No me animaba a decirle lo que sabía pero trataba de llevar la conversación.

-¿No incomoda que yo pregunte?

-Sería extraño que no preguntaras, me sentiría preocupada que no preguntaras.

-Bien. Ese idioma no es humano...

-¿Por qué no?

-Entonces lo pregunto de otra manera: ¿Ese idioma es de este mundo?

-¡Ja! Ya hablaremos de eso.

-Pero si estamos nosotras...

-No, no estamos nosotras. ¿Has visto que tú no veías el ordenador? Fíjate que el cristal blindado tiene sesenta grados de apertura, hay veinticuatro cámaras. ¿Dónde están?, no las ves. No estamos solas, y todo lo que dices es grabado y analizado.

-¿Analizado? Pero yo trato de no desobedecer nada que me digan. Entiendo que lo que me ordenen hacer va a estar acorde a mis costumbres. Supongo que no se abrirá una ventana y me dirán "Tírate".

Sora sonrío francamente. Dijo:

-No, por supuesto que no. Solamente siéntate y trabaja. Te daré una planilla.

 

Y me dio otro aparato, era como una tableta gigante, tocaba la pantalla y había un montón de cifras. Y del otro lado tenía otra tableta gigante.

Me explicó:

-Fíjate, que aquí hay nombres. Fíjate que en la otra pantalla tienes las edades. Fíjate que en esta otra pantalla de la otra tableta tienes las direcciones, al costado cada una tiene un signo. En el ordenador central vas a colocar, para tu comodidad, cada apellido en orden alfabético que coincida con el otro signo y al lado agregas la dirección.

-Pero eso... eso es ordenar, no es una estadística.

-Sí. Teclea este botón -Apreté un botón-, y pon cualquier nombre. Deslízalo. -Se deslizó directamente de la tableta al ordenador. Y había un número quince.

-¿Qué significa el quince?

-Las veces que este señor ha salido de la casa. Ahora fíjate de vuelta en la tableta y aprieta el apellido del señor. -Así lo hice. Estaba escrito en mi idioma: Almacén, tienda, parque... Había trece lugares donde había ido el señor.

-Pero acá dice quince, Sora.

-Bueno, esa es la estadística que queremos que hagas, porque hay dos lugares que no se sabe dónde estuvo; quince salidas, trece visitas.

-¡Pero acá hay miles de personas!

-No hay apuro.

-¿Me dejaran por la noche o cuando sea visitar a mi familia?

-Una vez por semana. Acuérdate, lo que haces aquí es beneficio para tu familia.

-Voy a preguntar algo que... En casa vi por la ventana qué una resistencia que fue reprimida con la muerte. Supongamos que se detecta que esas dos salidas que faltan en esa persona fueron para algo que consideráis que es ilícito...

-Esa persona será suprimida.

-¿Y mi culpa?

-¿Por qué? ¿Tú simpatizas con la resistencia?

-No no no no no, Sora. Tal vez no me expresé del todo. ¿Lo suprimen significa que lo matan? ¡Y yo sería responsable de haberlo descubierto!

-Ya has descubierto a uno porque te he ayudado. Eso que te enseñé lo tienes que hacer con las 2865 personas que figuran aquí.

-¿Y cuando termine?

-No terminas nunca, porque todos los días salen. Y el noventa y cinco o quizás el noventa y nueve por ciento de la gente coincida sus salidas con los lugares demostrados y quizás al día siguiente no. Y quizás al otro día tampoco. Aquí tienes un botón verde, me llamas. O a Caria.

-¿Caria?

-Es mi joven ayudante, aparte de sobrina.

 

Apareció una jovencita delgadita, rubiecita. Le sonreí. Su rostro era pétreo, sus ojos helados, me dio un escalofríos. La adolescente era peligrosa, no me la imagino estando al mando.

Sora se dio cuenta de mi rostro: -Caria, puedes irte.

-Antes de que me vaya, ¿alguna pregunta más?

-Una sola, pero sé que no me la va a responder. ¿A quiénes estamos obedeciendo?

-Sí te la voy a responder. A los que han creado ese idioma, a los extranjeros, a los extranjeros que no son de este mundo. Acuérdate, veinticuatro cámaras te ven y te escuchan. Allí, en la punta en esa puerta disimulada tienes la toilette para tus necesidades.

-¿También hay cámaras?

-Sí.

-¿Pero me van a ver en mi intimidad?

-Sí. No les interesas en ese aspecto, no les interesas.

-¿A quién?

-A ellos, a los extranjeros. No tengas pudor, no puedo explicarte más pero no les interesas. Habrás tenido alguna vez una mascota que habrá hecho sus necesidades. Imagínate que la mascota tuviera pudor. -Me di vuelta.

-¡Sora! ¿Nosotras somos mascotas?

Se marchó. Cuando estaba cerrando la puerta me dice:

-No, fue una manera de decir. Puedes trabajar. Allí en la punta aprietas el botón amarillo, se abre y tienes bebida. Cuando tengas hambre, el botón verde. Vendré yo o mi sobrina.

-Prefiero que venga usted, Sora.

-Mi sobrina es inofensiva, simplemente que no le gusta hablar con los que supone que son extraños hasta no conocerlos mejor.

 

No sé... Me tocaba el pecho, me abrazaba a mí misma, sentía escalofríos. Me agarraba un tremendo dolor en la cervical porque cada vez que me ponía tensa, nerviosa, la cervical era tremenda.

 

Entró la adolescente, me trajo un vaso con un líquido verde clarito, casi transparente, y un comprimido marrón.

-Puedes tomarlo, esto te calmara el dolor.

-Pero... ¿Cómo sabes que me...? -Se marchó y cerró la puerta.

 

Miré el comprimido, el vaso, "¿Qué me puede pasar? ¿Qué me muera?". Cogí el comprimido, tomé el líquido. Estaba frío, delicioso, me lo tomé todo. Me relajé. No sé cómo ni en qué momento, pero no me dolía más la cervical.

 

Estaba en un lugar extraño, en un edificio que lo hicieron en dieciséis días, en manos de unos aliens con servidumbre humana que a su vez tenía mando sobre otros humanos, y yo pensando la plata que uno hubiera hecho sí comercializara ese analgésico. ¡Ja, ja, ja! (Risas seguidas de llanto).

 

¡Ay Dios! No veía futuro. Pero tenía que despejar mi mente. Y me puse a trabajar con lo que ellos llamaban estadísticas.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 18/05/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

La entidad recuerda con dolor una vida en la que de súbito aislaron su ciudad con altas murallas por causas que no sabía, pero militares y tanques estaban en las calles. Afuera del horario permitido disparaban a la gente en la calle. Arrastraba dolores físicos y ansiedad producidos por no saber qué estaba pasando.

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Entidad: No comprendo cómo mi mente puede estar por momentos tan lúcida y por momentos tan reactiva, irracional al punto tal de despertar emociones distintas que en ese momento no es que no quiero analizar, no me interesa analizar. Ira por no entender, temor, dudas. Porque haciendo un racconto, analizándome a mí misma era feliz a mi manera.

 

Me pueden dar muchas explicaciones, puedo hacer muchas especulaciones, pero te encuentras sitiada en una ciudad donde tu memoria recuerda lo libre que eras y que en ese momento no le dabas valor porque lo tomábamos como algo normal, natural, que debía ser así en el país más democrático del planeta. Y de repente murallas que rodean la ciudad, soldados que reprimen a aquellos que desobedecen las órdenes. Una especie de estado de sitio que a las veintiuna horas tienes que estar en tu casa, que al que esté en la calle le disparan sin dar la voz de alto.

 

Yo estaba bien porque a diferencia de otras personas, el hecho de tener un trabajo en ese edificio tan importante tenía más... ¡je!, ¿poder adquisitivo sería la palabra? Porque el dinero ya no existía, ni la holotv, no te podías comunicar con otros países ni ver noticieros ni hablar por el móvil.

Y no veía películas viejas prefería comprar libros, leer. Pero no me concentraba en la lectura.

Por momentos me abrazaba a mí misma, me tocaba la cabeza, me dolía tremendamente la cabeza, sentía puntadas en la cervical. Y como decís vosotros hoy, era psicogénico.

 

Trato de relatar no mis vivencias, de hacer un análisis, una reflexión de qué me sucedía a mí mientras pasaba todo lo incomprensible. De vivir en un país democrático a estar en una ciudad amurallada donde los soldados imponen la ley y donde ciertos personajes de traje oscuro se comunican hipotéticamente con los gobernantes de afuera. Pero no te explican por qué la muralla, pero ni tú puedes salir, ni los que están afuera de la ciudad pueden entrar, salvo esos personajes que van en coche negro oscuro. O un portón que se levanta por un mecanismo que quizá no entienda, para que pasen los tanques.

 

Abolieron el dinero, no puedes ver noticieros, los móviles no tienen señal y tú especulas, ¿Esto lo habrán hecho los gobernantes? (Tose) Mi pecho, mi cabeza, mi cervical... Pero el dolor es mi amigo, porque el dolor me hace olvidar de la ansiedad, del temor, de esa bipolaridad, de tener ira porque no te dan explicación, y a su vez tener temor por lo mismo.

 

Racionalmente no debo sentirme indefensa porque tengo un trabajo de jerarquía. Racionalmente me permiten pasar. Vino gente nueva de traje verde muy muy oscuro, con un aparato que parecía un escáner de código de barras. Casa por casa, del lado de afuera.

Por curiosidad salgo y veo que al costado de la puerta de entrada hay como una serie de signos desconocidos pero esos lectores los captan y los decodifican. ¿Cómo pueden decodificar algo que no conocen?

 

Un señor se acerca, se presenta como Hazen y me entrega una pequeña caja, muy pequeña, de menos de diez centímetros: "Engánchelo de la solapa". Hace una inclinación de cabeza y se va. ¿Qué me engancho de la solapa? Lo abro, como una especie de prendedor o pin y me lo coloco.

Me habían insertado algo en la muñeca. Cuando me prendo el pin siento como una vibración en mi muñeca y el pin se queda de color azul pálido. Adentro había instrucciones, un pequeño papel que estaba escrito en mi idioma. Decía: "Con este color, el que tú llevas, puedes andar libremente, siempre y cuando seas estricta con los horarios. De siete a veintiuna horas. Luego dentro cada uno de su casa". No había otra explicación. Pero entendí que con otros colores habría más limitaciones para la gente. Quizá por mi trabajo, porque era necesaria en lo que hacía, me daban esas opciones. Todavía respetaban los fines de semana.

 

Nuestro planeta orbitaba similar a Sol III.

Me asomo a la ventana, una multitud de exaltados. ¡Otra vez no, otra vez no! Ya había pasado por eso.

Pero no veo tanques. Me agacho y miro hacia arriba por la ventana y veo como diez, doce drones. Pensé que los drones llevaban armamento pero no, mandaban como una luz láser. Serían un indicador.

No pasaron dos minutos que llegaron fuerzas motorizadas disparando contra esos que se llamaban 'la resistencia', porque estaban ahogados y querían salir de las murallas de la ciudad. Pero no se podía.

En minutos decenas de cadáveres. Los soldados, indiferentes, con una especie de walkie talkie pero pequeñito, muy pequeñito, ¿de dónde había salido esa tecnología?, hablaban. Y otros hombres comunes, capaz vecinos míos, que por el precio de no ser molestados, trabajaban para los soldados manejando varios camiones, se ocuparon de levantar los cuerpos de la calzada. Llegué a ver a uno, el rostro, sus lágrimas. Quizás estuviera levantando un pariente. Pero si decía algo lo ejecutaban.

 

Días más tarde, a un bloque del edificio donde trabajaba, veo a una señora con un abrigo mirando como desconfiada y alerta. Miro su prendedor, su pin lo tenía de color rojo. Se acercan los drones, le lanzan rayos laser, están leyendo su pin, Al rato vienen soldados, no la ejecutan, se la llevan. Me miran, se quedan alertados, ven mi pin azul y dejan de prestarle atención. Yo tampoco miro, camino hasta alejarme de ellos.

(Tos) Me ahoga el pecho, no puedo tragar, me cuesta respirar, siento tal pánico por la situación anormal, es irreal todo esto es un sueño, no lo estoy viviendo, me ahogo, (Tos) me ahogo, me ahogo. ¡Ay, bendita cervical! ¡Bendita cervical! Ese dolor, que es mi enemigo, me distrae de la irrealidad, me distrae de que no sé si estoy viviendo una vida de verdad o en algún momento dado voy a despertar, pero me pincho y sangro. ¿Quién dijo que en un sueño no se sangra? La cervical me duele, ¿quién dijo que en un sueño tu mente no te hace sentir dolor? ¿Qué hago aquí? ¿Qué es todo esto? Porque quiero descargar esa sensación de angustia, de ansiedad. No le llamaría bipolaridad sino como que... No encuentro la palabra exacta no, no la encuentro.

 

Y por la noche me agarra congoja porque extraño un hogar cálido, gente, las conversaciones. Ahora puedo hacer todo eso, fuera del horario de toque de queda puedo invitar amigos. Seguramente los pines o prendedores graban nuestras conversaciones. No tengo nada que ocultar. A veces hablo sola. Sí, hablo sola. Y qué. Y me pregunto cosas. Pero el pin no cambia de color. El que me pregunte cosas no significa que atente contra... ¿Contra quién? No lo sé.

 

Incertidumbre. Sumemos incertidumbre, como que ya no es más mi lugar de pertenencia donde estoy viviendo.

Cólera. ¿Por qué? Porque sí, porque se me ocurre sentir cólera. Y porque al rato sollozo, sollozo mucho. Porque la incertidumbre te perfora, te va perforando mucho. Sientes como que pierdes fuerza, energía, como que no te permites pensar.

 

Los días que me levanto analítica, no lo digo con ego, pero tengo una inteligencia más allá de lo normal, capto enseguida a todos, no lo que piensan, pero por sus gestos me doy cuenta como son. Analizo los rostros, las miradas, los gestos, la forma de caminar, cómo te hablan, si te miran a los ojos.

 

¿Pero cómo me saco de encima este malestar? Sé que hago catarsis al relatar más que una vivencia lo que me está sucediendo, porque son engramas que llevo a mi vida presente. Los recuerdos no se van pero sé que repasando esa línea de incidentes el recuerdo queda sin emociones dolorosas, queda neutro.

¿También se va la incertidumbre? Porque mientras en la vivencia no tenga una explicación del por qué la muralla, tengo una somera idea, sé que no tiene que ver con los gobernantes del país, sé que hay... ¡Porque vamos!, esos signos, ese canal que leía los signos... Soy bastante letrada, conozco de idiomas, reconozco idiomas aunque no los sepa hablar, tengo una amplia cultura, esos signos no los conozco, tampoco la tecnología de este pin o prendedor. Y esos drones, lectores de tu cuerpo, porque también te leen lo que tienes implantado en la muñeca.

Y en mi bolsillo... ¡Aquí está! Un plástico también con signos pequeñitos para poder comprar. Parece como ese material llamado grafeno pero plástico, finito, casi transparente. Pero si en las tiendas, en los markets también pueden leer tu código que llevas aquí implantado en la muñeca, ¿para que este plástico tipo grafeno?

 

Me molesta no saber, me incomoda no saber. Me incomoda no saber qué pasará mañana, pasado, pasado, pasado. Me incomoda la incertidumbre, me incomoda la actitud de los otros. Me incomoda la pasividad. ¡Je! Yo que me reía tiempo atrás cuando veía hombres pasivos, ¡je, je! ¡Qué despreciables! ¡Je! ¡Qué despreciables! ¡Se dejan dominar por la mujer! Y ahora yo me someto a una actitud pasiva porque no tengo otra manera de comportarme, so pena de castigo. Porque nunca supe a donde llevaron a esa mujer, cuyo pin le marcaba que se había pasado de sus límites, el dron la descubrió y se la llevaron. ¿La ejecutaron? ¿La llevaron a hacer trabajos forzados?

 

Tampoco puedo preguntar porque no me responden. Y a veces, cuando hago alguna pregunta algo indiscreta en la parte laboral, me miran, me observan. ¡Je, je! Y siento como si la mirada de la otra fuera como un escáner. Y me da como un escalofrío, un escalofrío en todo el cuerpo y de nuevo el ataque de ansiedad del no saber. Por eso el dolor de cervical es mi amigo, porque no me deja pensar. Porque no quiero pensar, porque el pensar, que tiempo atrás era certidumbre hoy es incertidumbre, y la incertidumbre te consume, te carcome, no te deja ser. ¿Entonces vives o estás cumpliendo con tus funciones biológicas mientras tu corazón late y tus pulmones respiran esa atmósfera?

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 20/07/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

La entidad relata que su parte física pasa situaciones en que tiene problemas con el entorno. Siente presión en el contacto con las personas y a la vez, las personas se sienten presionadas por ella. A través de esta psicoauditación ha logrado descargar mucho de lo que le está afectando. El receptáculo ha absorbido las tensiones que el rol le iba transmitiendo.

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Entidad: Hay algo que me ha pasado muchas veces, hay algo que me carcome por dentro, la incertidumbre. Porque cuando tú sientes que no tienes un horizonte claro, cuando tú sientes que otros manejan tu vida en forma bien evidente, es más; cuando de alguna manera no tienes aliciente, porque todos los seres precisamos alicientes -no voy a descubrir nada nuevo, alicientes pueden ser afectivos, laborales, familiares, de amistades, de proyectos, de viajes-, a veces te sientes atrapada, te sientes atrapada que no sabes cómo salir del problema, no puedes salir del problema, cuando no sales del problema es como que todo te pesa, como que todo te molesta, como que no te llevas bien con nadie, es como que te molesta hasta tu propia familia, tu cuerpo, tu físico, te duele la cara, te duele el alma... No sabes cómo salir.

 

Y me creo fuerte. Y no os burléis, me creo fuerte, me creo muy fuerte. A veces es como que quiero absorber a los demás, a veces es como que quiero tomar el control de todo, porque si derivo, si dejo que las cosas las maneje otro ¡las va a hacer mal, las va a hacer mal, mal! Y estoy cansada de dejar todo en manos de los demás porque después tengo que hacer todo de nuevo en el trabajo, en la casa, todo de nuevo. Entonces, ¿para qué derivo en los demás?

 

Diréis que soy bipolar porque de repente paso del llanto, de la angustia a la furia, a la impotencia, a la ira, al querer dominar. No quiero dominar a nadie, yo quiero estar tranquila sin presiones, sin dolores, sin malestares... Calma, yo quiero la calma. ¿Hay calma? No. ¿Hay paz? No. ¿Tengo estabilidad? No. ¿Puedo estar veinticuatro horas aunque sea, tranquila? No, no puedo. Me voy de vacaciones, ¿disfruto? No, porque estoy pensando en lo que voy a hacer cuando vuelva. No disfruto el momento, no disfruto el instante, no disfruto.

 

Pobre, pobre receptáculo, es como que le clavara mil estiletes en el pecho del dolor que le dejo pero que me permita descargar, que me permita descargar, es su trabajo.

 

Tengo compañeras que me cuentan sus problemas: que sus maridos, que sus hijos... Me usan de saco de contención, me cargan, me sobrecargan, me saturan. Es como si un aparato de doscientos veinte lo enchufaras a trescientos ochenta. No puedo, no puedo lidiar con todo, no puedo lidiar con todo, mi físico se deteriora, mi físico parece que tuviera diez años más de edad biológica que la que tengo, no puedo más.

-Tranquilízate, no te tomes las cosas tan a la tremenda.

O sea, ¿que me las tengo que tomar a la ligera? Se viene el mundo abajo, ¡Ahhh!, lo dejo. Hay un terremoto: me enseñaron que me tengo que poner debajo el dintel y me quedo ahí debajo del dintel esperando a que todo se caiga a pedazos. ¡Me están jodiendo, me están tomando el pelo!... ¿Cómo no me voy a tomar las cosas a la tremenda?

Lo estoy destruyendo pobre, pobre receptáculo, se va a caer a pedazos. No me estoy burlando, ¡eh!, no me estoy burlando. Porque siempre me van a acusar, siempre en algo me voy a equivocar pero cuando yo derivo en los demás y se equivocan yo me tengo que callar la boca. Que soy malhumorada... que chistas por cualquier cosa... que todo te molesta... que vuela una mosca y ya está mal... ¡Ah, no! Tengo que dejar pasar todo: que si la música está alta... que comen a deshora... que este se levanta... que el otro justo en este momento tiene que ir al baño...

 

No soy estructurada, ¿por qué prejuzgan?, no soy estructurada. Me gusta el orden, a ver, lo normal, lo que le gusta a todo el mundo, eso creo. Quiero un futuro económico, quisiera estar en un sillón y descansar, ponerme unos tapones en los oídos, ¡ahhh!, así y quedarme horas y horas pero no puedo porque no sé lo que están haciendo los demás; aquel ya está haciendo el (...), aquella está con problemas... No puedo, no-me-de-jan, no-me-de-jan, no sé si está claro, lo repito de vuelta, no-me-de-jan.

-Te tienes que tomar unas vacaciones.

-Sí, claro, ¿por qué no me las pagas vos?

-Bueno, tampoco es para tanto.

 

¡Ay! ¡Mi compañera se ofende! ¿Por qué no se va a lavar la cabeza? O sea, cuando dices algo se ofenden y soy yo la que tengo ego después, porque cambio el carácter... ¿Por qué no le paso mi dolor, mis problemas, mis jaquecas, mi cervical? ¿Por qué no les paso todo esto? A ver, después que me digan.

-¡Ah, no, no! No me vengas con esas cosas. -A ver si les gusta.

 

Pero yo sí, yo soy la que absorbo todo, todo el mundo se viene a quejar a mí: -No sabéis lo que me pasó... Que esto... Que lo otro... Que no que cobré aquello... Que no pude hacer lo otro... Todos, mi pareja también. Pero después están todos con cara larga: Que no los entiendo... Que soy implacable... Que no puedo hacer esto... Que me meto en donde no debo meterme... ¿Cómo dónde no debo meterme? Agarro una bolsa de mis enseres y me voy a andar por los caminos.

-Mamá, mamá, no te vayas, no te vayas...

Entonces, no, pongamos las cosas en claro: ¿Estoy o no estoy? Si quieren que esté es como yo soy, a mí no me van a cambiar. Una vez me contaron que había una pareja que se enamoró por cómo era la otra persona, al cabo de un tiempo dice:

-Lo voy hacer a mi manera porque si me quiere, va a cambiar

 

No entiendo, ¿no se había enamorado de cómo era y ahora quiere cambiarlo? ¿De mí no se enamoraron cómo era? Ahora quieren que sea más moderada, más mojigata.

-No, lo que pasa es que con el tiempo cambiaste.

¿Cómo que con el tiempo cambiaste? ¡Cómo cambiaste! Yo cambié, yo cambié. ¿Acaso no maduramos?, ¿no maduramos?, ¿la vida misma no nos va haciendo más fuertes ante las heridas, ante los fracasos? Tenemos desavenencias, las toleramos más, o no, ¿o por qué? Quizá somos más francos. ¿Somos más maduros? Somos más francos, pero a los demás les molesta que uno sea franco, ¿no? ¡Jejeje!

 

Yo creo que cada uno sabe su historia. Yo creo que cada uno sabe su historia, yo sé la mía, porque yo la mía la he contado.

Me dijeron: -Te comprendo.

¡Es mentira, es mentira! Porque contar y vivir son dos cosas distintas. El otro puede atisbar un poquito de lo que uno fue viviendo, pasando. No siempre fui como soy ahora, era más... permisiva, sería la palabra, más... ingenua. ¿Que la pasé muy mal? No, no, no, no; yo no hago víctima, ¡eh! no, no, no, no, yo no hago de víctima, no. No digo que fui la dueña de una infancia normal pero la fui manejando dentro de lo -0,0 que sabía, o sea nada. Pero no es fácil, no es fácil. A veces me enrosco conmigo misma, a solas me miro y no puedo vivir así y después me pregunto qué es lo que quiero, qué es lo que quiero. A veces es como que no tengo la respuesta, me desespero al no tener la respuesta, me desespera.

 

Descargué una tonelada. Este ser humano que me... no sé lo que hace, que está a punto de un colapso, es su trabajo. Soy dura, me hicieron dura o es una excusa para transferir culpas. Yo no preciso, yo doy la cara, yo-doy-la-cara, no preciso transferir culpas. Lo que yo hago lo hago bien, lo que hacen los demás tengo que verlo pero a mí que no me supervise nadie, ¿eh?, que vayan a meter las narices en otro lado, que metan las narices en la cloaca, que no vengan a meterse en mis cosas: -A ver, ¿cómo hiciste esto? ¿Qué te pasa?

 

¿Soy absorbente? No, no soy absorbente. A veces sí, a veces quiero estar a mil kilómetros de distancia de todos. ¿Me toman o me dejan?

Nada.

 


Sesión 02/12/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Todos los mundos donde hemos vivido y viviremos son distintos. La entidad recuerda una vida en uno donde sus habitantes estaban poco menos que programados, carecían de libertad. Aquel sistema de vida podría haberle acortado la suya.

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Entidad: Hay algo que seguramente otros thetanes han comentado. En los distintos mundos, obviamente, hay distintas razas, algunas que directamente serían indescriptibles para explicar su forma de vida, sus costumbres, sería algo inimaginable. Por lo tanto, no sé a los demás espíritus, pero a mí me resulta cómodo encarnar en mundos donde hay homo sapiens y me resulta cómodo encarnar en femenino. No interpreto que sea una costumbre sino una comodidad.

 

Encarné en un mundo llamado Almura, no confundir con Albor, Almura. Un mundo muy similar a Sol III, orbitando en una estrella amarilla a, aproximadamente, a unos ciento sesenta millones de kilómetros de los vuestros, con continentes, con mares, con una civilización -de la vivencia que me recuerdo- muy similar a la actual de Sol III. Causalmente también medían el tiempo en años, lo que giraba el planeta alrededor de su estrella que era aproximadamente a trescientos ochenta días. El planeta no tenía un típico balanceo como tiene Sol III porque no tenía satélite, porque no es tan común un satélite como el de Sol III.

 

Un mundo en el que yo me sentía incómoda. Me llamaba -con "Z" y "C"-, Zucena, sin la "A", Zucena. Tuvimos un profeta, hace veinte y dos milenios atrás, que se llamaba Ello, E-l-l-o, Ello. Pero no hay comparación con el Maestro Jesús de Sol III o con el Maestro Axxón de Gaela. Él predicaba la hipótesis de que todo era azar, todo era azar. Explicaba que había otros mundos, no era perseguido por eso, porque no existía la religión de la manera que sí existe en Sol III donde debido a eso hace unos siglos atrás, quemaron a Giordano Bruno.

No, en Almura era distinto; no se creó una religión, se creó un sistema de vida en base a lo que este profeta decía sobre el azar. Es más, no solamente todo era azar sino que todo funcionaba en base a un cálculo de probabilidades ¿Si había guerras? ¿Si había batallas? ¿Si había emperadores? ¿Si había conquistadores? Sí, en eso era un calco de Sol III, pero no diagramaban en la arena o en papiros estrategias, tácticas para ver quien ganaba la batalla o la guerra, veían el cálculo de probabilidades: "Nuestro ejército es más grande. Sus armas son mejores. Tenemos caballos más veloces. Ellos tienen catapultas". Se juntaba una especie de generalato -algo similar a los ancianos de la tribu-, donde deliberaban y tenían un cálculo de probabilidades de pros y contras. Del otro lado también.

 

Pero pecaban de ingenuos: "Vamos a dividir las dos tribus en A y B. B tenía un cálculo de probabilidades de un cincuenta y cinco a favor. A de un cuarenta y cinco". O sea, que el cálculo de probabilidades les daba exacto y eso venía de siglos atrás de Ello. Pero no tenían esa picardía, el fingir, el ir con un emisario y decir "Mirad, hemos hecho un cálculo y tenemos un setenta por ciento de posibilidades de aniquilarlos a todos". Estoy convencida de que los otros hubieran replanteado su probabilidad, muchos hubiera dudado y se hubieran echado para atrás pero no lo hacían porque daban ya por supuesto de que iban a perder y los otros iban a ganar y de que no se iban a tragar esa mentira. No sabían fingir, automáticamente se rendían a los otros. ¿Las ventajas?, no se perdían vidas, pero sí, los ganadores tomaban esclavos.

 

Los siglos fueron pasando. Llegó la civilización, armas modernas, aviones... El cálculo de probabilidades seguía: "Aquel país tiene tantos misiles, este tiene tantos otros. Seguramente podemos destruir parte de la región pero ellos nos van a arrasar por completo". Automáticamente firmamos la paz. En este caso ya era un mundo más avanzado, no se tomaban esclavos pero el país que ganaba sin batallar dominaba el mundo, económicamente también. Había el mismo sistema económico que en Sol III, las bolsas caían o subían de acuerdo al cálculo de probabilidades: "Hay una plataforma, se puede sacar petróleo. Claro, pero no tenemos la inversión necesaria: No conviene". No arriesgaban. De la misma manera que eran ingenuos y no mentían tampoco arriesgaban. Punto a favor de que al existir el cálculo de probabilidades prácticamente no había guerras.

 

¡Un momento!, pero el cálculo de probabilidades fue lo segundo que enseñó Ello, lo primero fue el azar... ¿Qué pasa con el azar?". El azar fue descartado porque en los primeros siglos, aun habiendo cálculo de probabilidades decían: "Podemos atacar por sorpresa, el azar está de nuestro lado". Luego de una derrota catastrófica se daban cuenta de que el azar era solamente eso. ¿Que a veces daba resultado? Sí; dos, tres veces de diez, más no. A medida que la civilización fue avanzando, creció el cálculo de probabilidades y no el azar.

 

Yo me desesperaba, estaba enferma de los nervios porque el cálculo de probabilidades era también cómo te medían tu inteligencia, si esa pareja que te gustaba iba a corresponderte, iba a ser el hombre de tu vida, o ese varón que encontraba una joven, si iba a ser la mujer de su vida. ¿Qué decía el cálculo de probabilidades?, de acuerdo al estudio, a la formación familiar, a las costumbres...

Hasta que llegó la época de los ordenadores, y dejaron todo en mano de las computadoras para conseguir pareja, para conseguir trabajo. Y la computadora te decía qué espectáculo te gustaba, qué pareja era compatible contigo, qué esparcimiento te resulta más agradable. Yo no compartía eso.

 

Había un joven, Walden -con la doble uve-, que era amable, sincero, tenía una formación distinta a la mía. En nuestro mundo, Almura, teníamos varios idiomas, yo era experta en idiomas, sabía cinco idiomas. Él era técnico, la máquina decía "Ocho por ciento de compatibilidad". Inexistente la compatibilidad. Como decís vosotros, utilizo una palabra de Sol III, él estaba hechizado conmigo, yo estaba encantada con él. Las dos familias estaban en contra: "Zucena, te va a hacer mal, no vas a durar ni meses. Te conviene Hernio, es experto en idiomas, su familia es similar a la nuestra". El tema es que no solamente decidía mi familia, mis empleadores -donde yo enseñaba- también se metían: "Si usted no tiene una pareja que le haga feliz no va a servir para este trabajo". Por lo tanto, Hernio.

Y me casé con Hernio. Éramos dos gotas de agua. Pensábamos lo mismo, queríamos lo mismo... Era como mi hermano, un hermano con intimidad. Lo que voy a decir, -bueno, somos adultos-, no me motivaba cuando estábamos a solas, pero la máquina decía que me hacía feliz por el bendito, y digo bendito para hablar bien, cálculo de probabilidades.

 

¿Si fui infeliz en esa vida? No. ¿Si fui feliz? Tampoco. Fui.

Lo que voy a decir es una expresión mía porque no es así, lo digo yo. Las computadoras se volvían locas tratando de buscar la causa de mi tristeza. Por eso digo 'lo digo yo', porque una computadora no se vuelve loca, es una manera de hablar, porque la máquina no se equivocaba. Esa persona por la que yo había quedado encantada, le buscaron una pareja que le pasó lo mismo que a mí. No vivimos, duramos.

¿Mi trabajo? Sí, me gustaba. Me gustaba enseñar, pero el trabajo no es todo, también está el esparcimiento. El esparcimiento elegido por la máquina, ¿me gustaba? Podía decir que sí, pero en Almura no se sabía lo que es compartir el esparcimiento con un ser que te gustara de verdad, que amara de verdad, que sintieras algo por él, porque no lo sentías.

 

Y nunca me pude reponer de mi estado nervioso, de mis cervicales, de mi columna vertebral. Me enfermé cuando tenía sesenta años, viví hasta los setenta. Y es poco porque la expectativa de vida era por arriba de los noventa, teníamos buena medicina.

Pero si bien el humano es imperfecto, dejar todo a cargo de la máquina... La máquina no piensa, la máquina es un programa, un programa cien por ciento, y eso no funciona. Y tengo temor de que aquí, en esta vida, con el tiempo pase lo mismo, que nos programen y que decidan por nosotros porque esa sería la mejor manera de cortarnos lo más preciado que tenemos junto con el Amor, que es nuestra libertad.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 20/07/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Unos humanos sobrevivieron a los cataclismos pero retrocedieron unos miles de años. Mientras tanto evolucionó otra raza y aquellos quedaron relegados a los bosques. La entidad relata la situación y la relación entre las dos civilizaciones.

 

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Jorge Olguín: Psicoauditación repasa momentos que pueden ser dramáticos de distintos tonos y en diferentes vidas. Cuando digo "distintos tonos" significa que puede ser un abandono, una traición, una pérdida o bien problemas personales que la persona no sepa resolver estando encarnada. Siempre se dijo que los engramas son implantes hipnóticos que justamente hacen una muesca en nuestro ADN cuando la persona está absolutamente reactiva. El engrama es mucho más que eso; la persona puede estar lúcida no necesariamente reactiva, no necesariamente inconsciente y sin embargo adquirir engramas por situaciones que ha pasado.

 

El engrama puede quedar oculto en el inconsciente pero también queda en el plano suprafísico, en el concepto energético del thetán, que cuando ese 10% desencarna, el espíritu tiene el engrama como condicionamiento cuando vuelve a encarnar. La persona encarna, ese 10% adopta un nuevo rol, hay un velo del olvido salvo algunos déjà vu, algunos flashes, generalmente no se recuerda de vidas anteriores, pero el engrama conceptual está y el engrama conceptual puede incluso modificar el ADN en la actual encarnación, pero como la persona desconoce qué engramas tuvo de otras vidas puede tener tristezas sin motivo, pesares sin razón, miedo a la oscuridad o a determinados animales sin un por qué, y eso lleva condicionamientos. Más los roles del ego, que los roles del ego, como he dicho en infinidad de oportunidades, buscan apoderarse del timón de nuestra vida al punto tal de que dejamos de ser nosotros, figurativamente hablando, para pasar a ser reactivos o vanidosos o prejuiciosos o temerosos con muy baja estima disfrazada de soberbia, de pedantería, y una ayuda psicológica común va a dar un resultado pequeño porque no va a poder erradicar los engramas de otras vidas porque directamente los desconoce. El hecho de yo canalizar al yo superior o 90% de la persona consultante, permite que su thetán a través mío -que hago de medio, por eso la palabra de médium-, decodifico el concepto y lo vuelvo a codificar al lenguaje hablado. No voy a poder codificar un concepto que no entiendo; si de repente un sabio me da una fórmula de algo aún no descubierto en este mundo no voy a saber traducirla, en eso hay que ser coherentes, para que otros supuestos médiums no busquen engañar al consultante o a la consultante.

Ninguna técnica es una fórmula mágica pero he tenido la prueba a lo largo de casi veintiún años de canalizar de que muchos han revertido infinidad de engramas con pruebas tangibles, con infinidad de testimonios. Los testimonios y los agradecimientos que ponemos en la página web no son inventados, no necesitamos hacer eso.

 

Vamos a pasar directamente a la sesión.

 

 

Entidad: A veces me despertaba con pesadillas, con frío. Mi compañero me preguntaba:

-¿Runa, has tenido de nuevo una pesadilla?

-Sí -le respondía a mi compañero-, soñaba que estaba encerrada tras una rejas y había otros seres que me miraban con una mueca de desagrado: "Mirad, no tiene nada de pelo salvo en su cabeza, es lampiña".

Mi compañero me preguntaba:

Y esos seres que te veían, ¿cómo eran en tu pesadilla?

-Elegantes, vestidos con una ropa de una tela que desconozco pero con mucho vello, con pelo en las manos, en el rostro, en el resto del cuerpo supongo que también, pero estaban cubierto con la ropa. Eran de mi estatura pero distintos, no eran como nosotros. Hasta tengo miedo de dormirme porque no quiero soñar más porque aparte estoy encerrada. Aunque esta libertad..., estamos sobreviviendo. ¿Te acuerdas que había una cúpula hecha pedazos? Hace muchos días atrás vinimos con un grupo, no sé dónde está el resto de la gente

Mi compañero me decía:

-¿A qué viene lo de la cúpula?

-Había una ciudad con edificios destruidos, como que hubiera habido una hecatombe o algo. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó con nosotros?

 

Yo recuerdo que de pequeña vivía con mis padres en los bosques, los bosques del oeste, y había mucha más gente. Lo bueno que teníamos agua, que estaba lleno de arroyos, pero escasea la comida. Veo un poblado a mucha distancia de aquí, por lo menos como a cinco días de viaje, que sembraban la tierra, ponían semillas, comían verduras, cereales, todo tipo de vegetales o cazaban algún animal pequeño o pescaban en la laguna. ¿Por qué nuestra gente no hace eso? Extraño a mis padres, murieron jóvenes. Una vez le pregunté a mamá:

-¡Madre!

-Dime, Runa.

-¿Cómo me enseñaste a leer y a escribir? ¿Tienes libros?

-No -dijo mamá-, me enseñó mi padre, y a él su padre.

 

Mi compañero se llamaba Ronaldo. Le decía:

-Mira, Ronaldo, apenas nos cubrimos un poco de piel parte del cuerpo, nos cubrimos con una piel los pies para no lastimarnos con las rocas o con algunas raíces. Esa gente del sueño estaban vestidos con un calzado fuerte, ¿somos salvajes?

-No, Runa -me decía mi compañero-, no somos salvajes, somos la resistencia.

-¿Qué resistencia?

A todo esto venían dos hombres más.

-¿Cómo estás, Runa?

-Son compañeros nuestros.

Se acercaron.

-¿Cómo estás del golpe? -Cuando me dijo eso me toqué la parte izquierda de la frente, me dolía-. Nos han atacado y es como que has tenido una especie de amnesia.

-Ahora lo recuerdo.

 

Y parte de mi memoria vino a mi mente. Estábamos como excluidos fuera de la gran ciudad, éramos pocos y en esa gran ciudad había hasta electricidad, adelanto, comunicaciones, vehículos. Nosotros ni siquiera teníamos armas pero a veces formábamos un grupo y si veíamos a -llamémosle peludos-, uno de los peludos que salían de la ciudad lo atacábamos, pero no llevaban comida tenían aparatos que no entendíamos para qué servían.

-No digas nada, Ronaldo. A ti te pregunto: ¿Cuánto hace de esto, del golpe?

Me respondió:

-Una semana, diez días.

-¿Tanto pasó? Entonces los peludos son peligrosos...

Otro más joven dijo:

-No, nosotros los atacamos. Y tú... bueno, has recibido un golpe en respuesta.

-Me duele también parte del cuerpo, la cintura, la cervical. ¡Ah! ¡Ay! ¡Ah! ¿Tienes agua, Ronaldo? -Me dio una cantimplora, tomé un poco de agua porque tenía una sed...

Ronaldo le dijo a los otros compañeros:

-Runa tuvo otra pesadilla.

-¿Le contamos?

-¿Qué me tienen que contar? ¿Qué me tienen que contar, Ronaldo?

-Te fuimos a rescatar, estabas en el borde de la ciudad, te habían atrapado, te habían puesto en una especie de jaula.

-¿Jaula? Yo no soy un animal, soy un ser humano.

-Ellos no nos ven así, nos ven como salvajes.

-Bueno, ¿cómo estamos? No tenemos nada, ellos tienen vehículos, tienen luces con electricidad. ¿Cómo conozco yo la electricidad? ¿Quién me lo ha dicho? ¿Qué pasó con este mundo? ¿Cuántos hemos ido a la ciudad debajo del Domo, ese Domo que estaba roto?

-Una docena, eras la única mujer. ¿Te acuerdas?

-Me acuerdo que exploramos en busca de comida, no había nada. Había vehículos oxidados, herrumbrados, edificios altos destruidos. Había afiches, algunos afiches viejos, pero con imágenes nuestras. O sea, nosotros vivíamos en una ciudad como la de los peludos. ¿Qué pasó? ¿Cuántos somos en total?

Se acercó otro del grupo, un hombre ya grande.

-¿Cómo estás, Runa?

-No sé cómo estoy, me duele la cabeza, la cervical, la parte de la cintura, quizá tenga un poco de fiebre. Y estaba hablando de que tenía pesadillas.

-¡Y claro!, estuviste presa de los peludos.

-¿Cómo te llamabas tú? Recuérdame el nombre.

-Ramos.

-Ramos, ¿cuántos somos en nuestra comunidad?

-No más de cincuenta.

-¿Hay más comunidades?

-Muchísimas, pero entre todas no creo que pasemos el millar.

-O sea, en toda la región explorada no somos más de mil humanos. ¿Qué pasó?

 

Yo les había preguntado a mis padres:

-¿De dónde venimos?

-Siempre estuvimos aquí. Mi padre me dijo lo mismo, su padre le dijo a mi padre lo mismo.

¿Pero por qué no estamos más en las ciudades? ¿Qué pasó con los vehículos? ¿Qué pasó con todo?

-No hay una respuesta.

-Pero somos tontos, dicen que somos la resistencia, ¿resistencia de qué? Que yo sepa los peludos nos ignoran, no nos esclavizan. Supongo que a mí me llevaron porque habré querido robar algo. ¿Por qué no sembramos? ¿Por qué no cosechamos? ¿Por qué estamos todos como parias? -El viejo se encogió de hombros, no supo decir-. ¿Por qué no nos organizamos? ¿Por qué no tratamos de edificar casas con madera de los árboles? ¿Por qué tenemos que vivir en pequeñas chozas? ¿O por qué no vamos a la ciudad y tratamos de ver si hay viviendas potables?

El viejo dijo:

-Porque hay muchos saqueadores que te roban comida o todo tipo de víveres.

-¿Pero por qué no nos unimos? ¿Por qué tenemos que pelearnos? Entonces no somos la resistencia, somos unos pobres diablos que nos matamos entre nosotros mientras los peludos están tranquilos. Claro que nos ignoran, si nos peleamos entre nosotros es como que ya tenemos ese hábito.

 

Me duele el pecho, ¡ah!, me debo haber golpeado al escapar, me toco y me duele, le afecta a mi receptáculo, ¡ufff!

 

-No me quiero quedar acá, no tengo más a mis padres, quiero ir de vuelta para la ciudad del Domo.

Ronaldo me dice:

-Nos sentimos más protegidos en los bosques.

-Cuando llueve nos mojamos, insisto, ¿por qué no hacemos viviendas de madera? He pasado inviernos crudos, uno de esos inviernos se llevó a mis padres, a los dos en el mismo invierno. Yo sé leer y escribir... Ramos, tú habías atrapado a un peludo joven, a un niño peludo que se puso a lloriquear y después lo has dejado ir. No me acuerdo que dijo, ¿qué dijo?, ¿qué dijo, Ronaldo? ¿Qué dijo, Ramos?...

Ramos tomó la palabra.

-Dijo que nosotros estábamos antes que ellos.

-¡Cómo! ¡Cómo es eso!

-Que nosotros somos los originales y que destruimos el planeta y nos creían extinguidos.

-¿De dónde salieron los peludos?

-En varios continentes hay peludos.

-¡Continentes! O sea, del otro lado del océano.

-Tienen barcos, tienen aviones.

-Aviones, o sea, tienen aparatos para volar y nosotros no tenemos para comer. ¿Qué más dijo el pequeño peludo?

-Que tenemos el instinto de arruinar todo, que nosotros destruimos este mundo cuando ellos todavía no estaban evolucionados.

-Pero pueden pasar miles y miles y miles de años para que una raza evolucione. ¡Qué me dices! ¡Qué me dices, Ramos! ¿Y cómo que nos creían extinguidos?

-Sobrevivimos unos pocos, pocos, un centenar, y ahora en nuestra región somos más de mil y debe haber otros mil en otras regiones, otros mil en otras regiones. Y eso los incomoda a los peludos porque por ahora no somos un peligro para ellos, pero si seguimos fabricando cosas podemos llegar a ser un peligro. Pero no nos molestan porque son benignos, piensan que todavía tenemos posibilidad de cambiar.

-¿Cambiar, cómo? -le pregunté a Ronaldo.

-En nuestro instinto.

-Yo no me considero mala, yo quiero alimentarme, tener un techo, protegerme en invierno. Podemos hacer mantas, hay unos animales lanudos, los podemos esquilar, podemos hacer ropa sin necesidad de matarlos. ¿Por qué tenemos que estar solamente con un pequeño taparrabo? ¡Je! ¡A dónde hemos llegado! ¿Y luego qué pasó con el pequeño?

-Lo dejé ir. Hizo una mueca, me pareció que me sonrió.

-¿Los peludos sonríen?

-Sonríen -dijo el viejo Ramos-, hablan perfectamente nuestro idioma, pero si nos atrapan nos encierran, no quieren que nos mezclemos con ellos, que les demos malos ejemplos a sus hijos.

-¿Y por qué no cambiamos? ¿Por qué la resistencia? ¿Resistencia, a qué? Vuelvo a decirlo, somos obtusos. Si no queréis venir conmigo voy sola, voy a la ciudad del Domo.

 

La ciudad del Domo era superior a la ciudad de los peludos porque cuando ese Domo estaba entero protegía de cualquier tormenta. ¡Tan avanzados estábamos nosotros! ¿Qué pasó con nuestra civilización? Lo único que sabía es que estábamos en un continente aislado, en el hemisferio austral.

 

Al final Ronaldo me acompañó. Yo tenía la intuición de que él siempre me quería no como amigo sino que quería formar pareja conmigo, pero yo todavía no me sentía preparada para tener una pareja varón. No, no me sentía preparada, no.

Cuando pensaba eso me dolía de vuelta todo el cuerpo, la cervical, la frente, ¡ah!, la parte de la cintura y el pecho, ¡el pecho! Me cuesta respirar, espero que no tenga nada por dentro. Finalmente llegamos a la ciudad, era un desierto. Había aparatos que no sabía para qué servían. ¡Tanto habíamos retrocedido!

 

-Si pasaron tantos, pero tantos, pero tantos, pero tantos años, explícame, Ronaldo, ¿cómo este afiche se mantiene?

Y me respondió:

-Porque está hecho de un material sintético especial, que seguro no lo tienen ni siquiera los peludos.

-¡Mira! Hay una especie de planisferio, se ven los continentes. ¿Así se llama nuestro planeta? ¿Así se llama, Ronaldo?

 

Leí el nombre del mundo: Gaela. Un Gaela destruido. Y nosotros los últimos humanos.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 18/11/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

En Gaela, la gente era tan cerrada como lo era la Orden de Amarís. Era difícil ser distinta entre tanta gente cerrada y se encontraba sola afectivamente. Con los que conocía tampoco podía a salir adelante. Sufría.

 

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Entidad: Hay infinidad de circunstancias que me llevan a condicionarme en demasía en la vida actual.

 

Recuerdo especialmente la vida en ese mundo llamado Gaela, pero no hablo del Gaela actual donde también he tenido un rol importante, hablo de aquella Gaela de hace cien mil años atrás en un país llamado Plena. Mi nombre era Axona, Axona del Rombo. Las niñas en el colegio se burlaban de mí por el nombre. Mis padres, Alain y Mirele, eran oriundos de Amarís y de adolescentes habían llegado a Plena donde yo nací. Eran fanáticos religiosos pero mal, al punto tal de pertenecer a una orden local de Amarís. Si yo hubiera nacido varón me hubieran puesto Axxón, lo cual es una falta de respeto a aquel Axxón que fue clavado en un rombo.

¿Si yo era creyente? Bueno, yo creía que había algo más, pero no era ni fanática ni las pobrecitas ignorantes que todo se lo atribuían al poder de Axxón: que si el pariente mejoró de tal problema es por los votos o las oraciones que se le hicieron a Axxón o aquel que llamáis Dios.

 

Sí, era escéptica. Y a medida que fui creciendo fui distanciándome más ideológicamente de mis padres. Y me encerraba en mí misma porque en el barrio donde vivíamos todas mis amigas eran religiosas, pero muy religiosas. ¿Que les gustaba bailar? Sí. ¿Qué les gustaba la música de moda? Sí, pero cada tanto hablaban de religión o de lo que estudiaban en el aula. ¿Si yo les hacía caso o les seguía la corriente? Sí, pero en el fondo sentía como que era distinta a ellas, con el agravante de que mis padres eran -bueno mi padre, mi madre lo acompañaba-, mi padre tenía (que había heredado de mi abuelo porque ya desde Amarís era toda familia de joyeros), en un barrio de joyerías tenía un taller de armado de pulseras y a su vez al lado estaba la joyería, que la atendía papá y mamá. O sea, que éramos de buena posición. No teníamos una mansión, teníamos dentro del mismo barrio un departamento de cuatro ambientes, pero muy bien equipado.

Y conocí a un chico, Arturo. Recuerdo que madre me dijo:

-¿Te juntas con Arturo?

-Ma, a diferencia de otros chicos Arturo se porta bien, hay otros chicos que me tiran indirectas.

-¿Cómo indirectas?, ¡tienes quince años! ¿Cómo indirectas?

-Bueno, sabes cómo son los chicos de ahora, en pleno siglo XX, les gusta la música lenta porque quieren abrazarte y sus manos a veces quieren cambiar de lugar.

-Pero Axona, ¿qué me dices?

-Bueno, pero Arturo no es así.

-¡Arturo qué!

-Arturo Rosen, es un... Me da la impresión como que es tímido, tiene dieciséis años.

-Supongo que sus padres son, obviamente, de la Orden de Amarís.

-¡Ma! No hablamos de religión, no hablamos de nada, hablamos del estudio. Él está en una escuela técnica, pero no le gusta.

-¡Ah! Hija, con la escuela técnica no se va a ningún lado. Mira tú, que estudias cuentas...

-No se dice cuentas, ma.

-Pero supongo que el día de mañana igual vas atender la joyería de padre.

-Ma, a mí no me gusta eso.

 

Esa tarde, cuando finalicé los estudios, no es que tuviera libertad pero me dejaban ir por la zona, a algún bar de la zona a tomar una bebida refrescante.

Y me encontré con Arturo.

-¿Qué haces?

-Bueno, los fines de semana ayudo a padre con la carpintería.

-¿Pero no sales?

-A veces sí, a veces sí.

-Eres raro.

Y Arturo me decía:

-¿En qué sentido?

-¿Tienes amigas?

-Sí.

-Nunca te he visto con una.

-Bueno, no; así, conocidas.

-¿Es mixta la escuela donde vas?

-No.

-¿Cómo no? -le dije-, la mayoría son mixtas.

-No, es una escuela técnica, es una escuela de varones. Y tengo algunos amigos.

-No sé, te veo tan cerrado, pero me caes bien.

 

Por un lado me sentía incómoda porque, a ver, yo llevaba la conversación, no sé si estaba inhibido o encerrado en sí mismo. En el fondo como que coqueteaba, como que quería saber si yo le gustaba. Y bueno tome la... tomé la iniciativa.

-¿Te dijeron que eres atractivo? -asintió con la cabeza-. ¿Muchas chicas? -negó con la cabeza-. ¿Entonces quién?, ¿no serán tus amigos? -Logré que se riera.

-No, mi madre dice que soy atractivo y que le puedo gustar a las chicas.

-Arturo, tu madre es tu madre, ¿nadie te dijo nada?

-No.

-Bueno, yo te lo digo.

-¿Y tú cómo te llamas?, porque nunca me dices tu nombre.

-Xona.

-¿Xona?

-¡Ufff!, viene de Axona.

-¡Axona! Axona viene de Axxón.

-¡Oh! Te cuento. Mi familia vino de Amarís, ellos son fanáticos de la Orden, heredaron la joyería del abuelo, todas las semanas van a una especie de iglesia, están inscritos en la Orden, son muy bien vistos.

-¡Pero estamos en el siglo XX!

-Sí, Arturo, ya lo sé. No hay inquisición ahora, pero tienen los caminos más abiertos, hay clubs privados donde si presentas el carnet plastificado de la Orden tienes descuento en las bebidas, en las comidas, en las actividades. Hay juegos de mesa con taco y bolas que son imitación marfil pero no son de marfil, entradas más económicas a espectáculos de cine o a bailes... ¿Te gusta bailar?

-Mira, más o menos, no he...

-¿Pero te gusta o no te gusta?

-Bueno en casa tengo un montón de discos.

-¿En serio?

-Tengo como trescientos discos.

-¡Wow! ¿Y qué haces?

-Me encierro en la pieza, pongo el tocadiscos y estoy dos horas escuchando música.

-¿Y qué haces?

-Nada, me siento en un sillón o me acuesto en mi cama y me imagino que estoy en un baile bailando con alguien.

-¡Ah! Pero entonces te gusta bailar, ¿por qué no vas? -Y se encogió de hombros.

-No tengo con quien ir.

-Yo tengo un carnet, puedo llevar invitados. Hay un baile en uno de los sectores de Amarís.

-Mira, este fin de semana es el cumpleaños de un compañero, es en las afueras de la ciudad, pero podemos ir en coche.

-¿Tienes coche?, pero tú eres menor.

-No, no, no, alquilamos un coche con chófer.

-Pero papá tiene un coche y tiene chófer. Vamos, ¿dónde es?

-Es a unos diez kilómetros en las afueras. El joven se llama Panisa, va todo el grado.

-Pero son todos varones.

-No, no, no, van primas..., hay un montón de chicas también.

-¿Me invitas? -Prácticamente me invité yo y Arturo dijo "Está bien".

Mamá, cuando le conté:

-¿A qué tugurio te lleva ese hijo de un carpintero? ¿Quién los conoce? ¿Dónde es la escuela?

 

La cuestión es que yo tenía mi carácter también y me impuse. De todas maneras estaba el chófer que no se quedaba adentro del coche esperándonos, como también había gente grande podía entrar y de paso nos vigilaba.

Y me llevé una decepción, la música que tocaban era de última moda, pero casi no bailé con Arturo, estuvo todo el tiempo en el bufet tomando naranjada. Iba y conversaba conmigo, después los compañeros de él me sacaban a bailar y yo aprovechaba para preguntarles por Arturo.

-¿Cómo es él en cole? -Se llamaba Caballero de apellido, pero no era muy caballero, era algo... atrevido, digamos. Decía "Como me sumergiría en tus ojos y no saldría de ellos". Y me apretaba contra él y yo me corría:

-No es un baile tan lento -le decía a Caballero-. Vuelvo a preguntarte, ¿qué tal Arturo?

-Es un buen chico.

-Es un buen chico, pero ¿sale con alguien?

-¿Arturo? No, tiene dos amigos que son como él, Armando y Alberto.

-A ver, qué significa 'como él'.

-Bueno, en la escuela los cargan, les dicen "las tres A".

-¿Las tres A?

-Claro, Armando, Arturo y Alberto.

-O sea, ¿que los tenéis por tontos? -Caballero se encogió de hombros.

-No, no son tontos, salen entre ellos, en el recreo hablan entre ellos... Alguna vez fuimos a un picnic, no se relacionaron con chichas.

-¿Pero tú piensas que no les gustan las chicas?

-No, sí, sí, sí; uno de ellos, Alberto, que es medio cómico tiene revistas de esas prohibidas que si lo ven los padres se la queman.

-¿Pero entonces? -inquirí.

-Y entonces, es como que Alberto es un pavote, Armando está en su mundo y Arturo, el que te ha traído, es como muy encerrado, por eso no sale, y hasta me extraña que seas amiga de él.

-Bueno, somos vecinos -le dije-, y me parece atractivo.

Me miró y atrevidamente me tocó la frente.

-¿Qué haces?

-¡Oh!, quería ver si tenías fiebre.

-¿Cómo fiebre? -Me toqué yo también la frente-, ¿en qué sentido, fiebre?

-En el sentido de que lo ves tan atractivo. Debes estar delirando de fiebre.

-¡Aaaj!

 

Fui al bufet, me pedí otra bebida. Caballero prácticamente no se despegó de mí en toda la noche, pero a ver, al fin y al cabo se portó bien, no fue tan atrevido y me sirvió para que la noche me fuera linda. Tipo cuatro de la mañana que terminó el cumpleaños, lo saludé a Panisa, el del cumpleaños, cumplía diecisiete Y bueno, volvimos con el chófer y Arturo.

-Estuvo lindo -me dijo.

Le dije en voz baja para que no escuchara el chófer. Le digo:

-¿Lindo?, estuviste todo el tiempo en el bufet, esperaba que bailáramos.

-Te dije que no sé bailar.

-Pero hubiéramos intentado. ¿Te gusto?

-Eres hermosa.

-¿Y entonces?

-Y te lo dije.

-Ya sé que me lo has dicho, pero ¿entonces? -Se encogió de hombros-. ¿Nunca has besado a una chica?

-Ehhh...

-¿Nunca?

-No.

-¿Te gusto?

-Mucho.

-Entonces no entiendo.

-Muchas chicas se enojan porque el varón va rápido, entonces no sé, yo te respeto.

-Pero que me des un beso no es una falta de respeto salvo que me lo des sin que yo quiera. -Se quedó callado-. Hay que sacarte las palabras con tirabuzón. ¿Tú querrías besarme? -Se encogió de hombros-. Eres muy tímido.

-No.

-A ver, acércate. -Se acercó. Agarré y le di un beso en la boca. Sonrió-. ¿Qué te pareció? -Se encogió de hombros-. ¿Puedes decirme con palabras qué te pareció?

-Me pareció lo más lindo que me pasó en mi vida.

-¿Y entonces?

Entonces miró para adelante y dijo:

-Mira, ya llegamos.

-¿Nos veremos alguna tarde?

-Sí, más vale -me dijo Arturo.

 

Cada uno se fue a su casa. El chófer comprobó que estuviera todo bien.

Yo tenía la llave de casa pero no entré. Entré al edificio, eran dos cuerpos: el primer cuerpo había departamentos, tres departamentos en el primero, tres en el segundo y uno en el tercero, que adelante había la terraza. En el segundo cuerpo que vivía yo había tres departamentos en el primero, tres en el segundo y una terraza trasera. Yo vivía en el segundo para delante.

Pero me quedé en la escalera como una hora. Me caían las lágrimas, me sentía como rechazada, como despreciada y decía "Mis amigas están en la Orden de Amarís, todas fanáticas, no tengo una amiga como la gente y el chico que me gusta -porque no me importa su condición social, al fin y al cabo no es un mendigo de la calle y si lo fuera, ¿qué?-, su padre tiene un trabajo honesto y está trabajando bien en carpintería, no todos tiene que ser joyeros".

 

Madre, más de una vez criticó. Dice:

-Pero mira cómo viste, tiene ropa más..., que la habrá comprado en el barrio de saldo, de aquí cinco calles.

-¿Y? Pero se viste, y no tiene mal gusto.

-Sí, pero mira su ropa, se nota que es de saldo.

 

A mí no me importaba eso, me importaba que... Yo creo que me mintió, yo creo que no le gustaba, yo creo que mi beso le dio rechazo, por eso no estuvo conmigo toda la noche, por eso me salvó la noche Caballero. Y me sentí humillada, me sentí poca cosa, me sentí como que no encajaba. Cada vez que me sentía mal, que me tensionaba de los nervios me agarraban unas contracturas en el cuello que me volvían loca de dolor.

 

Mamá se enojaba, porque en casa me decían:

-No tomes tantos calmantes.

-No son calmantes, la palabra calmante es del siglo XIX, no son calmantes. -A veces eran tan antiguos, mis padres, tan antiguos...

 

Se ponía el tocadiscos, estaba dos horas escuchando música, se sentaba en el sillón o se recostaba en su cama buscando en ese sueño encontrar una chica y bailar toda la noche. Ahora; vamos al cumpleaños de Panisa y se queda en el bufet tomando naranjada y no hablando con nadie porque todos los compañeros estaban todos en la pista bailando y los mayores sentados en su silla mirando. ¿Qué hizo toda la noche? Nada. Le di un beso en el coche y no reaccionó: "Es lo más lindo que me ha pasado en mi vida". ¡No mientas, no mientas! No lo voy a buscar más.

 

Me siento mal, me siento como despreciada, me siento como que no le importo a nadie. A mis padres menos.

Me olvidé de contar que tengo un hermano mayor que no parece de la familia, el pelo completamente enrulado, de anteojos y pelirrojo. Un pelirrojo de pelo enrulado. ¡Nada que ver! ¿O seré yo la adoptada o me sacaron de un zapallo y me hicieron pasar por hijo de ellos? No, pero a mamá me parezco.

 

No me siento bien.

Abrí la puerta con mi llave y entré, cerré, puse el pasador. Dejé las llaves en la alacena, me cambié, me tumbé en mi cama y como dice una vieja canción, "Llorando me dormí".

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 27/06/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Había sido liberada de una ley que le impedía vivir el amor. Había esperado años para ello y ahora resultaba que su amado no era quien parecía ser.

 

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Entidad: Cuando parece que todo es armonía, felicidad viene la angustia, a veces angustia de no saber y pensamos que no puede venir nada peor. Hasta que aparece algo peor.

Reconozco que evito la palabra desperdicié, pero se fueron muchos, muchos años de mi vida esperando que se concretara ese amor de juventud y a veces yo misma me cuestionaba "Debe estar en cien aventuras, debe haberse olvidado de mi persona".

 

Pero no fue así, cuando quedé libre de esa promesa pude concretar la boda con mi amado. Teníamos un lugar tan pequeñito... No, no era un castillo, era, ¡je!, algo pequeño, pero la felicidad no está en lo majestuoso, está en compartir con ese ser que has esperado tanto tiempo. Y de repente viene un emisario y mi amado me dice que tiene que irse. No voy a oponerme a su deseo porque estoy convencida de que él también quiere quedarse y estar conmigo, pero se trata de frenar un peligro real de una persona quizá, tal vez, alienada que busca apoderarse de una o más regiones. ¿Y cómo sabemos que a la larga no iba a llegar hasta nosotros?

Entonces se marchó. Nos besamos y le dije:

-Cuídate.

 

Me miró con esa sonrisa que para otros puede sonar una sonrisa que quizá otros la interpretan como burlona, yo la vi como cariñosa, como de acercamiento, como diciéndome con su semblante "Quédate tranquila, no me va a pasar nada y volveré". ¡Ah! Y si bien yo no era de salir mucho, a veces iba con el pequeño carromato, llevado por un sólo hoyuman hasta el poblado a comprar algunos víveres, algunas amigas con las cuales conversaba. Y en el poblado se rumoreaba que esa persona alienada había ofrecido protección a varios reinos de las hordas del norte, hordas que presuntamente vendrían en algún momento. Entonces todos esos reinos iban al protectorado pagando miles de metales y entregando su soberanía, por así llamarlo. Pero mi amado iba con "los rebeldes", cuatro o cinco reinos nada más. Yo no comentaba mucho en el poblado de donde estaba mi amado porque no me gustaba dar explicaciones y menos explicaciones puntuales, pero no me sentía bien, no me sentía bien para nada, me sentía con angustia. No era invulnerable, una flecha, una espada, una lanza, un hacha, le podía cercenar un brazo o partir la cabeza, no era invulnerable. Una vez casi pierde la vida con un guerrero que era de raza orco, un orco mestizo que lo dejó muy lastimado y él tuvo que emplear la descarga de rayos para atontarlo.

¡No! No es fácil una batalla, eso me angustiaba terriblemente. ¡Ilusa de mí!, pensaba que ese era el mayor de los males.

 

Una tarde golpean mi puerta, una señora, cabello claro rubio, como demacrada, como gastada "¿Me vendrá a pedir algo?". No, no, no, no; no somos ricos tampoco.

-Tú eres... tú eres Nuria.

-Sí, ¿quién pregunta?

-Tú tienes un esposo.

-Sí, pero no está, se juntó con otra gente por un tema personal.

-Sé que se avecina una guerra.

-¿Le pasó algo?

-No, no sé, no lo buscaba a él, te buscaba a ti.

-¿Para qué?

-No pensaba contártelo, pero tengo una llaga clavada en el pecho.

-¡Por favor, no entiendo! ¿Qué pasó?

-¡Una herida que llevo hace muchísimos años, muchísimos años! ¡Ah!

-¿Quieres pasar? -asintió con la cabeza-. Toma asiento. -Le veía el rostro a la mujer, estaba como angustiada, cansada, afligida, no sabría explicar bien lo que yo veía-. ¿Quieres tomar algo? -negó con la cabeza.

-Disculpa que te vaya a contar esto, pero debo ser leal conmigo misma.

-Sí, cuéntame. ¿Qué, está relacionado conmigo? -Se encogió de hombros.

-Está relacionado contigo y con tu esposo.

-¿Me dices de una vez qué pasa? -Ya no me sentía bien, estaba como molesta, como nerviosa, odiaba las pausas. Y me dijo:

-Conocí a tu esposo cuando era joven y tuvimos intimidad. -Me molestó que me lo dijera. Me molestó porque yo sabía que mi amado tuvo sus aventuras, sus historias. La fidelidad venía después. Entonces él no sabía si yo iba a liberarme o no de la promesa con mi princesa, que luego fue reina. Entonces el que haya tenido sus historias eran del pasado. Lo que sí me molestaba es que me lo viniera a decir. ¿Para qué? ¿Por qué? Y se lo dije:

-¿Lo has vuelto a ver?

-No.

-¿Y en qué me incumbe ahora eso? Me estás hablando cuando él era mucho más joven.

-¿Te dijo del hijo?

-¿Qué? ¿Cómo?

-¿Te dijo que me dejó embarazada? ¿Te dijo que cuando se lo dije llorando me dio una cachetada? Y me dijo: "¿Por qué no te has cuidado? Me dijiste que estabas cerca de tu periodo". Y me golpeó de mala manera. Me cansé de buscarlo por todos lados, mendigué a todo el mundo, me puse mal, no tenía pareja y en los pueblos veían que estaba encinta, me despreciaban. Y tuve mi hijo, varón, nació muerto. ¿Y quieres saber una cosa, Nuria? -asentí con la cabeza, no tenía fuerzas ni siquiera para escucharla.

-Sí, dime.

-Me sentí aliviada de que nació muerto, que aquel que está más allá de las estrellas me perdone, pero me sentí aliviada.

-¿Y porque después de tantos años vienes a decirme eso? ¿Acaso estabas con él?

-No, nunca supe donde encontrarlo, siempre que en un poblado llegaba me decían: "Se marchó". Una vez estuve a punto de alcanzarlo y se había ido al nuevo continente del oeste donde habita una raza de indígenas que son bárbaros. Otra vez estuvo en los apartados, pero nunca lo pude encontrar. Y ahora que por fin averigüé su paradero sé que se fue a una batalla. ¿Y tú me preguntas por qué te lo digo? Para que sepas con quien estás. Con una persona que dejó embarazada a una pobre joven y la golpeó cuando ella le reclamó la paternidad. Me llegó a decir: "¿Como sé que es mío? ¡Te has revolcado con un montón de gente!". Lo cual era mentira porque yo vivía con mi hermana y un pobre tío, al que ayudaba en los almacenes. Me prometió cariño, me prometió amor, dijo que nunca había encontrado a alguien como yo. Y cuando le dije que estaba encinta, cambió su rostro, cambió su manera. ¿Y tú me dices que porqué dejé pasar tantos años? Porque no sabía de ti y porque no sabía de él. ¡Sí!, podía haberme callado, podía haberme callado, pero ¿por qué?, ¿por qué tengo que ocultar una injusticia, un crimen si se puede? No quiero cargar con el sufrimiento yo sola, por eso lo comparto contigo. ¿Que te hago mal? No es mi problema, en todo caso díselo a él cuando vuelva, si vuelve. Y no tengo más nada que decir.

 

Me quedé pero con angustia, con ganas de de acostarme y dormir días enteros.

Cuando la mujer se estaba yendo le digo:

-¿Cómo te llamas?

-Randora -me respondió-. Él va a saber quién soy. -Y se alejó.

 

Me dolía el pecho, me dolía el pecho de una manera tremenda, me dolía todo mi cuerpo, es como que esa emoción dolorosa me afectaba la piel, los músculos, los huesos, el corazón, la cabeza. El corazón me latía fuertemente, me agarró un mareo y me caí al piso y me quedé descansando, descansando, descansando. ¿Cómo iba a recibir a Ligor con todo esto que me acabo de enterar?

Estuve a punto de pedirle a aquel que está más allá de las estrellas que me lleve con él, pero Ligor era noble, pero no noble por título, noble de corazón, tuvo aventuras pero nunca le mintió a nadie, nunca embaucó a una mujer, ¿Y golpearla? Pero a esta mujer le caían las lágrimas cuando me lo contaba, ¿por qué no habría de creerle?

Estoy mal, estoy mal y no, no puedo conceptuar más nada.

 

Gracias por escuchar. Gracias. De verdad.

 

 


Sesión 05/09/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Adriana

Fue raptada y negociada mientras su esposo estaba en batalla. Esperó al último momento para defenderse y tuvo suerte. Se encontró con los que batallaban.

 

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Entidad: Ya me había olvidado del episodio de esta mujer que viene a decirme cosas de mi esposo, pero es como que algo había hecho erupción en mí. Estuve tanto tiempo, tanto tiempo acompañando a Samia que me acostumbré a estar de zapatos incómodos de taco alto, vestidos, collares, cosas que en realidad me incomodaban más que otra cosa. Nunca me gustó aparentar. ¿Para qué? ¿Para quién? Solamente debo gustarme a mí misma y a mi esposo, a nadie más.

 

Y ahora me sentía cómoda con botas de cuero, pantalón medianamente ajustado, casaca, un cinto todo de cuero... ¡Qué cómoda que estaba! ¡Muy cómoda! Y cuando voy a salir de casa para hacer unas compras: ella, como que había cambiado el color de cabello, más... oscuro, más rojizo.

-¿Te acuerdas de mí? Soy Randora, ¿me permites pasar?

-¿Vienes a contarme algo más de Ligor?

-No, vengo a contarte algo.

-Bueno, pero un momento nada más. No quiero perder tiempo, que tengo que hacer una diligencia. -Pasó directamente y sentó. Me senté-: Te escucho. Habla, te escucho.

-Vine a decirte la verdad.

-¿Cuál es esa verdad?

-Esa verdad, Nuria, es que nunca pasó nada con tu esposo.

-¡Vaya! Algo que yo ya suponía. ¿Y entonces por qué? ¿Por qué todo ese cuento? ¿Por qué toda esa historia?

-Porque me sentí rechazada, y a mí no me rechaza nadie.

-¿Pero de cuánto hace que me estás hablando?

-¡Buf! Era una joven. Hace mucho, mucho tiempo, pero nunca me olvidé.

-¿Y a qué se debe que has cambiado de idea? ¿A qué se debe que ahora limpias el nombre de mi esposo?

-Porque tengo otra cosa mejor.

-No entiendo, explícate.

-Aquel que está más allá de las estrellas siempre me acompaña.

-¡Je, je, je! -me reí-. ¿A ti? ¿A ti te acompaña? No lo creo. Pero sigue, cuenta.

-Contaré. Me encontré con un... hombre de mal talante, Isaías, que venía molesto porque había fracasado en un encargo que le habían dado y encima tenía unos amigos que también habían fracasado en otro encargo y los mataron. Pero yo tengo olfato, donde puedo sacar metales pregunto. Y me acerqué a ese individuo. Me miró con cara de suficiencia y me dijo "Vete, no molestes", lo tomé del cuello y le puse el puñal en el pecho: "Cuéntame" y el hombre me contó. Era un esbirro de un señor que seguramente va a ser el dueño de todo, Andahazi, y hay dos enemigos, uno se llama Aranet y fracasó el secuestrarle a su esposa.

La miré y le dije:

-Me imagino que el otro es Ligor, mi esposo.

-Así es. -En ese momento sacó su espada y me la puso en el pecho.

-¡Qué haces!

-Bueno, fracasó la otra, así que te llevo a ti.

-¿Adónde?

-A lo de Andahazi. Me va a recompensar muy bien, con muy buenos metales dorados.

-¿Por qué tanta maldad?

-No es maldad, es ambición. ¡Vamos! O directamente te atravieso acá mismo.

-No, no, por favor, no, no. Está bien. ¿En qué vamos?

-Afuera tengo dos hoyumans.

-Está bien. ¿Y qué pasó con ese Isaías?

-Me dijo por donde entrar a la fortaleza. Hay un túnel que tiene por lo menos cuatrocientas líneas de largo y me dijo por donde entrar, y como ya no me servía le corté la garganta.

-¿Dónde está tu piedad?

-¿Mi piedad? ¡Ja, ja! Mi piedad son los metales, esa es mi piedad. Vamos. A propósito, también manejo el látigo. Si quieres disparar con tu hoyuman, primero que soy muy buena cabalgando. Segundo, si te alcanzo te mato, así que vamos a par. En un par de amaneceres llegaremos y yo tendré más fortuna.

-¿Más? O sea, que tienes fortuna.

-Nunca está de más un poco más.

-¿Y cuánto piensas que vas a vivir? ¿En qué vas a gastar todo eso?

-Es un problema mío. -Randora se frotó las manos-. No sabes lo hermoso que es tomar todos esos metales dorados, hacerlos caer como si fuera arena, sentir el golpeteo de los metales en tus oídos. ¡Mmm!

-¿Y eso es lo que ambicionas?

-No, también el poder, me encanta el poder.

-¿Para qué? ¿No se es más feliz teniendo una relación, teniendo el amor?

-¡El amor!

-¿No te interesan los hombres?

-¡Ja, ja! Claro que me interesan, Nuria, más que a ti, porque a ti te interesa uno, a mi me interesan todos. Puedo estar con varios hombres y luego me desprendo de ellos, los disfruto y luego les desprendo. Ahora sí, si alguno se enamora y se pasa de listo lo mato. Es tan simple la vida...

-¿Eso te parece vida? Disfrutar, matar... ¿No te sientes sola?

-¡Sola! ¿Quién habla de sola?, mira dónde estás, tu esposo luchando y tú aquí. ¿De qué disfrutas? ¡Vamos! -Y montamos. Paramos tres, cuatro, cinco, seis veces, el viaje era interminable. Varias veces intenté hablar y sacó su espada y me dijo:

-¡Basta, no quiero escucharte!

-Está bien, está bien -le dije.

 

Llegamos. Bajamos de los hoyumans, había como una especie de hueco entre los matorrales.

-No te preocupes, abajo no está oscuro, cada treinta líneas hay faroles de aceite. ¡Je, je! Tú adelante, yo atrás con mi espada. Vamos. -Y avancé, mirando para todos lados.

-¡Qué raro que no me has atado!

-¿Atarte para qué?, eres inofensiva. O sea, ni como mujer debes servir. Qué triste la vida de tu esposo, ¿no? -Por un momento sonreí pero seguí seria con rostro de timidez.

 

Llegamos a un corredor, ya estábamos dentro de la fortaleza. Un lacayo se acercó. Randora le habló al oído. Le exigió que trajera a su amo. Obviamente su amo no vino, vino un hombre que parecía el capitán de la guardia.

-¿Quién eres?

-Randora. Hablé con un tal Isaías y vengo para ayudar a tu señor.

-¿Quién es ésta mujer?

-Una rehén muy valiosa. Si no le avisas a tu amo, tu amo se entera que ésta mujer está aquí y no se lo dices, no creo que pases vivo un día más.

-Quédate aquí. -El hombre salió.

 

Pasó el tiempo, pasó el tiempo. Yo estaba con la cabeza baja, no emitía una palabra. La única que hablaba era Randora.

-¿Te parece que va a venir ese señor?

-Tú no te preocupes. Tú no te preocupes, Nuria, aunque sea por curiosidad va a venir. Conozco a los hombres. Tú no conoces a nadie. ¡Je, je!

 

Y sí, levanté la vista y lo vi, cabello oscuro, mirada perversa, nariz afilada, una mirada que taladraba. Bajé la vista. Luego la miré a Randora. Randora ni se mosqueó, lo miraba desafiante.

-Tienes un momento -dijo el hombre- para decirme quien es ella. Si me interesa te recompenso, si no las mato a las dos.

-Tú eres Andahazi.

-¡Nadie me trata con esa confianza!

-Repito, ¿tú eres Andahazi?

-Lo soy.

-Mi nombre es Randora y ésta mujer de acá es Nuria.

-¿Y?

-Tengo entendido por un tal Isaías que mandaste raptar a Mina, Mina la esposa de Aranet, que está afuera las murallas.

-Sí, pero fracasaron.

-Bueno, yo traigo algo mejor. Es la mujer de Ligor, el que maneja los dracons. -Los ojos del hombre brillaron. Lo miré, la miré a Randora, y sí, tenía razón.

-Te recompensaré.

-Pero puedo hacer más cosas -dijo Randora-, tengo muchas mañas, sé cómo manejar a la gente.

-A mí no me manejarás.

-No, yo no dije eso, pero te puedo ser de ayuda más que los inútiles que tienes contigo.

-Tenía un lugarteniente que se fue, desertó. Espero no verlo porque le cortaré el cuello.

-Yo no pienso desertar, yo te puedo ser útil obviamente a cambio de más metales, por supuesto. -El hombre le tiró una bolsa. Randora, la abrió, sacó monedas doradas y la guardó entre sus ropas.

-Llévala tú -dijo Andahazi-. Me tomó del brazo y me encerró en un cuarto.

Ahora ven conmigo -dijo Andahazi.

-Sí, te ayudaré en todo lo que sea necesario siempre y cuando haya más recompensas. -Se marcharon y quedé sola, completamente sola.

 

En ese momento se acerca uno de los jefes, abrió la puerta.

-Tengo noticias para ti.

-¿Cuales son?

-¿Tú piensas que ahí vas a ser rehén? A Andahazi no le interesa, él está ganando, mi señor va a vencer.

-Sin embargo le pagó una recompensa a la mujer que me trajo.

-Le será útil para algo, en cambio tú no.

-¿Piensa en matarme?

-No. Mírate, ya no eres una niña pero eres bonita todavía, y aquí con la tropa mientras los que están en el frente están peleando nos turnamos y nosotros no tenemos con qué divertirnos, así que ven. -Me tomó de la mano y me llevó a un patio interno, en el patio interno había como quince, veinte soldados-. Bueno, a ver quién va primero con esta mujer y luego o la matamos o se la dejamos a los otros que vengan a reemplazarnos.

-Esperad -dije yo.

-¿Piensas rogarnos? No va a dar efecto.

-No, acérquense.

-¡Ah! ¿Te interesa de a varios?

-Sí, -me froté las manos-, me interesa de a varios porque lo que no les he contado es esto.

 

Abrí mis manos, las enfoqué a los soldados y enormes descargas eléctricas cayó sobre ellos pegando tremendos alaridos y más alaridos y más alaridos, y cayeron o desmayados o muertos porque en todos estos años, desde que lo conocí a Ligor y nos dimos por primara vez la mano y ambos tuvimos una carga nunca dejé de practicar con el rayo. Abrí otra puerta y fui para adelante, varios soldados se ponían en mi paso y lanzaba rayos y quedaban dormidos o muertos y no me importaba.

En ese momento veo una niña llorando.

-¿Qué sucede?

-Mira...

-¿Quién eres?

-Vine con... los que están afuera.

-¿Lo conoces a mi esposo?

-¿Quién es tu esposo?

-Ligor, el de los dragones.

-Sí que lo conozco, pero había un amigo que estaba siendo golpeado por los soldados y yo tengo el don de incinerar a la gente y él se sacrificó.

-Espera, espera, espera... -Había un montón de gente muerta y una figura se movió.

La niña pegó un grito, pero de alegría:

-¡Ezeven! -Fue corriendo al hombre que se incorporaba-. ¿Cómo no te has quemado?

-Bueno, mi amor, esa es otra de mis cualidades, me blindé con mi mente y de alguna manera atenué tu poder con el mío.

-¡Pero estabas confuso!

-Pero me blindé. Por suerte me has hecho caso.

-Pero no te pasó nada. -La niña lo tocaba.

-Luego me cuentan la historia -dijo Nuria-. Ayúdenme, yo tengo el poder del rayo.

Ezeven dice:

-Yo también y seguramente más poderoso.

 

Y al lado la niña, los tres apuntamos a la puerta: la puerta se fue quemando, los metales saltaron y Ezeven abrió el portón. Los que estaban de afuera del sitio nos miraron asombrados. Lo vi a mi esposo, no tuvimos tiempo de nada, corrimos hacia ellos.

-Pueden pasar, en el patio de adelante prácticamente no hay soldados vivos. -Ya tendría tiempo de contarle la historia de lo que había pasado y ya la niña tendría tiempo de contarme qué había pasado con este Ezeven.

 

Y ahora venía la verdadera batalla. Le conté a mi amor muy brevemente lo que había pasado con Randora. Ligor se puso pálido, su rostro estaba como de piedra.

-Temía por ti -me dijo-, pero me había olvidado de que tú también tenías el don del rayo. ¿Por qué no lo usaste con ellos?

-Porque preferí hacer lo que hice. Si me equivoco... Y bueno, soy un ser humano.

 

Y la lucha siguió, pero esa es otra historia.