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Psicoauditación - Angélica |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 10/06/2022 Gaela, Ana María Sesión del 26/06/2023 Sargón, Nubia Sesión del 03/07/2023 Sargón, Nubia Sesión del 10/06/2022 Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica La entidad recuerda una vida en Gaela donde vivía con su desestructurada familia. No conoció a su padre y su madre la obsequiaba con maltratos. Los demás, todo para aprovecharse de ella. Se recluía en su habitación. Congeniaba con una amistad de clase alta que la invitó al Club Náutico.
Entidad: Mamá me contaba una y otra vez mi niñez. Mamá Herminda era especialista en hacer rol de víctima. Tenía razón, pasó por mucho, pero el tema era no contármelo todos los días, todos los días, todos los días. Me hacía mal, me hacía mal.
Mi nombre era Ana María Aldeo, nacida en Lobence, Plena, a doscientos kilómetros de la capital Ciudad del Plata. Nací en 1994, ahora en 2020 tenía veintiséis años. No conocí a mi padre, se alejó cuando mamá Herminda quedó embarazada de mí. -Si vos supieras, Ana María, si supieras, querida hija, las cosas que pasé. Yo tenía toda la esperanza en quien fue tu padre, ni me acuerdo de su nombre. Huyó, huyó cuando se enteró que quedé preñada. -Madre -le respondía-, cuando quedaste embarazada. Preñados quedan los animales. -Siempre me corriges, siempre haces notar mi ignorancia. -Madre, no, no es mi motivación disminuirte. -Entonces no me corrijas. Yo soy de afuera, soy del campo, me crié descalza en el barro. Tú no has conocido a tu abuela, éramos como siete hermanos. -Pero madre, en Lobence yo no conocí a ningún tío o tía. -¡Ay! Lo que pasa que ellos eran de más adentro, de un lugar llamado Salvadores. Era un pueblito perdido en el medio de la nada, yo por suerte me pude establecer en Lobence. Y bueno, allí es donde conocí a ese sabandija, ese maldito de tu padre. -Madre, pero me has tenido a mí, las veces que has estado mal te he cuidado, Aparte me he recibido, recién recibida de dermatóloga, voy a ganar plata. -Claro, me echas en cara de que ahora tienes plata y tienes que reconocer que te has criado en la pobreza. -Pero madre, nunca lo negué, y jamás tengo vergüenza de ello. A mis compañeras les cuento mi origen. -¿Para qué les cuentas, para que te desprecien, para que se te burlen? -Pero madre, ¿en qué quedamos?, te molestas si niego mi origen, si lo cuento también. Yo me siento orgullosa de quien soy. -Pero no de mí. -Madre, madre, al fin y al cabo has rehecho tu vida. -Cuando yo tenía dos años mamá se casó con Eugenio en 1996 y mi hermano Adolfo nació en 1997, ahora en 2020 tiene veinte y tres años.
Mi padre adoptivo bebe, sale de juerga, viene ebrio, a veces con perfumes de otras mujeres. Y mamá, mamá está resignada. Pero mi padrastro es inofensivo, una persona que viene alcoholizada pero no es de estos que tienen mal humor o golpeadores, no no no, apenas se puede tener en pie y se tira en la cama, a veces vomita en el piso. Pero no maltrata a mamá de hecho ni tampoco de palabras, yo no lo permitiría. ¡Je! El mal trato es psicológico. Ella sabe que él se va de juerga, bebe y sale con otras mujeres pero en lo poco que trabaja de maestranza de limpieza algo de plata trae, por eso lo soporta.
El problema es mi medio hermano. Adolfo tiene amigos poco recomendables. Se va a la mañana, viene a la noche, no trabaja, no estudia. Y a veces tiene un fajo de billetes. Yo no me meto. Pero mamá le pregunta: -¿Y esto? -No preguntes madre. Toma. -Y le da un poco de billetes y madre contenta. -Adolfo, Adolfo, qué lindo hijo que tengo, me trae dinero. Gracias a él comemos. En cambio mira, tu hermana estudia, se recibió de dermatóloga, pero plata no trae.
Me sentía molesta. Me sentía molesta porque honestamente no sé en que andaba mi hermanastro Adolfo, pero yo pienso que era plata malavida. No sé si andaba en robos o si vendían drogas. Honestamente no lo sé ni me interesaba. Con él, "Bueno días, buenas noches". Y a veces nada, no hablábamos.
Mi padrastro Eugenio, a veces el hijo le daba algunos billetes: -¡Ah! ¡Hijo! ¡Esto! Ven conmigo, vamos a tomar una bebida. -No, no, voy con mis amigos, no me junto con los viejos. -¡Je, je, je! Mi padrastro no se ofendía mientras el hijo le daba plata era un héroe para él.
Y a mí nunca me miraba cariñosamente. A veces lo vi mirándome con ojos de codicia como pensando "Bueno, al fin y al cabo no es mi hija". Obviamente nunca me cambiaba de ropa delante de él ni siquiera delante de mi hermanito, porque yo no sé, había días que me miraba con la mirada perdida. Yo digo, este se metió algo o tomó algo raro y no sé su reacción. Pero a mamá Herminda no le importaba nada. Como mi verdadero padre nunca lo conocí, en mi documento me figuraba el apellido Aldeo, el apellido de mamá, Herminda Aldeo.
Nos fuimos de Lobence cuando yo era chica porque Eugenio tenía familia en capital, en Ciudad del Plata, familia que jamás veía capaz que era familia inventada. De la misma manera que nunca conocí a la familia de mamá tampoco conocí a la familia de Eugenio. ¿Qué rescato? Rescato que dentro de todo si bien Eugenio venía bebido y todo, en casa jamás hacía escándalo; nunca levantaba la voz, nunca gritaba, nunca se peleaba con mamá. Y Herminda, como a veces traía plata le dejaba pasar. Le limpiaba los vómitos, le lavaba la ropa... ¿Vida en común, a nivel íntimo? No, no tenían. ¡Ja! ¡Que iban a tener! Y dentro de todo mi hermanastro Adolfo llegaba, iba a su dormitorio y se tiraba en la cama vestido y se dormía, bebido o drogado. Por suerte yo tenía mi pieza, una habitación con una lámpara de techo y una lámpara en mi mesita, un velador y estudiaba. En la sala, en el comedor había un televisor viejo, no de estos planos que habían salido sino de los viejos. Pero bueno, yo igual no tenía tiempo de mirar tele. Tenía una pequeña radio portátil y escuchaba música a la noche con unos audífonos. Y si no con mi grabador grababa la lección del día y me dormía estudiando.
Porque después de recibida seguía profundizando el tema. Me gustaba la dermatología, me gustaba sus variantes, me gustaba no solamente la parte dermatológica donde un lunar puede ser canceroso, también la parte de embellecer un rostro, unas manos. Y eso me daba aliento. Y por la tarde salida con las chicas, mis compañeras. Algunas eran de clase alta, vivían en la Quinta avenida o en la Sexta avenida. A veces me invitaban a sus reuniones y yo me negaba. Tenía una amiga, Valeria. Me decía: -Ana María, ¿por qué no vienes al Club Náutico? -No... no tengo ropa como para presentarme, -¡Pero Ana María, de qué ropa me hablas?, vamos todas con ropa deportiva. Dime que tienes ropa deportiva. -Sí... -Y bueno, vamos este fin de semana. -Me encogí de hombros. La miré a Valeria y le dije: -Está bien ¿Dónde nos encontramos? -¡No! ¡Qué encontramos? Te paso a buscar con mi coche. -Sonreí tristemente y le dije: -Bien. Está bien. -Todas las que vivían en la Quinta y Sexta avenida tenían coche. Yo andaba en colectivo, como les llamaba en Ciudad del Plata a los buses.
Honestamente no me sentía bien, a veces es como que tenía baja estima. Me sentía orgullosa, me había recibido con las mejores notas, en las prácticas era una de las mejores. Pero todas mis amigas se visitaban unas con las otras. -¿Por qué nunca nos invitas a tu casa? -No, es un lío. No, imposible. -¿Qué les iba a contar, que tenía un padrastro alcohólico, un hermanastro drogadicto? ¡Qué les iba a contar!
Me acuerdo que me fui a la casa de Valeria y no podía creer lo que veía; tenía planta baja y planta alta, como ocho habitaciones, ¡ocho habitaciones!, tres baños, y el baño de sus padres en suite en el mismo dormitorio. En cada habitación un televisor plano de sesenta pulgadas. Quiero aclarar una cosa, yo no envidiaba como otras personas, esa envidia que te carcome por dentro, no, no, me alegraba, me ponía contenta de que les vaya bien. Mi envidia era una envidia sana. Mi malestar pasaba por otro lado porque miraba después, cuando volvía a casa, y tenía que tener cuidado de no pisar el vómito de, ¡je, je!, de Eugenio, o aguantar a madre.
A madre la amaba, pero se vivía quejando de esto, de aquello, de lo que le pasó en el pasado. Me molestaba que se sintiera orgullosa de Adolfo. Y a veces me analizaba a mí misma. Digo ¿pero no serán celos? Y después me retaba a mí misma y decía ¿Celos?, celos de quien, ¿de un imbécil?, ¿de un tipo que se arruina la vida?, ¿de un tipo que a lo mejor a los treinta y cinco años su mente ya no le va a responder de tanto veneno que se pone en el cuerpo? Eugenio era un hombre joven, mamá era del setenta, tenía cincuenta. Eugenio era del sesenta y ocho, tenía cincuenta y dos, pero si uno lo miraba parece que tuviera, no sé, diez o quince años más, arruinado, arruinado.
Ese sábado fuimos con Valeria al Club Náutico. Yo iba toda con ropa deportiva, zapatillas deportivas. Y tenía buena presencia, de rostro moreno pero agradable. Me recibieron bien, había familias, había gente grande. Un club tranquilo con vista al río. Unos yates y unas lanchas espectaculares, que yo digo no me alcanzarían diez vidas para comprar esa lancha. Y al fondo había un hombre de unos... no más de setenta años tenía pero delgado, bien conservado. Seguro que tenía como veinte años más que Eugenio pero se mantenía mejor. Le pregunté a Valeria: -¿Y ese señor? Una presencia impresionante. -Es el señor Clayton, es el dueño del club, del Náutico. -Escuché hablar de él. Dicen que ha hecho muchas cosas por esta ciudad. -¿Por esta ciudad?, ¡por muchas ciudades! Incluso en otros países ha cooperado con cosas. -Vaya. ¿Y ese señor? -Se llama Sebastián, tiene cuarenta y cinco años, es su hijo. -¿Y el señor Clayton qué edad tiene? -Setenta y cuatro años. -¡Setenta y cuatro! No parece que tuviera más de sesenta, de verdad. -Disfruté con el ambiente. -¿Sabes jugar al tenis? -No, no. Honestamente, no se jugar a nada, no se jugar a nada. -¿El ping pong?, ¿ping pong de mesa? -Si no se burlan si hago papelones, juego. -¡Eh!, ven con nosotras. -Y me quedé en el Club Náutico, un club de gente de mucho dinero. Y lo pude conocer gracias a mis amigas.
Valeria tenía mucho dinero. Sus padres tenías mucho dinero pero ella era amable, atenta, pero por sobre todas las cosas, humilde. Yo veía otras que pasaban como si los demás fueran invisibles, como si fueran modelos caminando por una pasarela. Valeria no, Valeria se sentaba toda estirada, cómoda. Me agradaba. Me agradaba sobremanera. Y los jóvenes del Club Náutico eran unos tremendos creídos, no me caían bien los jóvenes. Pero aclaro, no es porque tuvieran fortuna, era porque siempre estaban como en pose, como que... como que estuvieran filmando una película. No, no me caían bien. No me caían bien. Para nada.
Y me sentía mal conmigo misma. Yo decía: Pero salvo Valeria, ¿quién me cae bien? Mi hermanastro era un asco, mi padrastro un asco y medio. Mamá quejándose de su vida. Yo esforzándome con mi estudio, pero honestamente, no soportaba más vivir en esa casa. Por suerte tenía mi habitación y ahí nadie me molestaba. Una vez que había juntado plata lo dejé en un cajón de mi mesita de luz y a la noche siguiente la plata no estaba. No era mucha, pero le pregunté a mamá: -Mamá, ¿has visto la plata que guardé? -Sabes que yo no entro a tu habitación. -¿Eugenio puede haber entrado? -No hables así de Eugenio, él trabaja. -¿Y Adolfo? -¡Ja! Tu hermano no tiene por qué sacarte dinero, él tiene diez, cien veces más que tú. Él nos mantiene.
Y yo me iba humillada a mi habitación. Pero estaba convencida que mi hermanastro había sacado plata para comprar droga, de eso no tenía ninguna duda. Y me molestaba. A partir de ese día toda la plata que juntaba la llevaba conmigo, en casa no dejaba nada. Y, honestamente, me daba por el hígado todo eso. Estaba como que odiaba esa vida que tenía. Me molestaba horrores esa vida que tenía, ¡horrores!
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Soñaba volar, pilotar, viajar a las estrellas, no deseaba vivir en un lugar de confort. Se apuntó en la academia militar de la Federación Sargón, aunque sus padres no lo aprobaban.
Sesión para Angélica. Canalizo a Carol-Ina para que relate una vida anterior.
Entidad: Recuerdo cuando era pequeña, me había criado en una zona campestre. Fui creciendo feliz, jugando con otras pequeñas de mi especie. Estudié, fui creciendo. Recuerdo que por la noche siempre miraba las estrellas. Hablaba con madre y le decía: -Algún día voy a pilotar una nave. -Hija, hija, dedícate el día de mañana a trabajar con ordenadores, te va a ser mucho más sencillo. Vas a ganar más créditos, evitarás viajar tanto, podrás tener una pareja. -Ma, soy chica, siempre soñé con viajar al espacio. A la hora de cenar, padre me dijo: -Nubia, mamá me contó que te gustaría ser piloto de una nave. Pero no te enojes, ella tiene razón, es mucho más fácil cuando seas adolescente estudiar informática. -Pa, yo no digo que no, yo digo que puedo estudiar con los nuevos holoordenadores y a su vez aprender a pilotar en los simuladores. -Pero era niña, lo dejaron pasar.
Yo seguía estudiando pero no me privaba de divertirme, de jugar, y les decía a mis amigas: -¿Y si vamos a la otra región? -No, no, Nubia, no sé cómo nos recibirán. Le pregunté a mi padre, Nubia, y dice "Mejor no". Le respondí: -Le voy a preguntar a los míos. -Hablé con ambos y les dije-: Ya soy más grande, no sé porqué a alguna de mis amigas le dicen que no es conveniente visitar otras regiones. -Nubia, Nubia -me dijo madre-, no es que sea inconveniente, es que son de otras especies, hay muchos humanos. -¿Y si nos llevamos bien?, tengo muchos amigos y amigas humanas. -Hija, tienes que entender que somos de la especie reptiloide. Y no sé, fíjate que en la capital todos los que mandan son humanos y algunos felinos, los cánidos están postergados. -¿Y nosotros? -También. Recuerdo que cuando eras más niña me decías de ir a una nave y ser piloto, no he visto casi ninguna piloto reptiloide. -Madre, te equivocas, yo miro la guía por el sistema de red y hay muchísimas pilotos reptiloides. -Hija -dijo padre-, ya empezaste a estudiar con ordenadores, sigue con eso, no te veo futuro. Aparte qué, ¿entrar a la academia?, ¿por qué?, no tenemos conflictos con nadie. -Padre, no entiendes. Yo detesto la violencia, yo no quiero entrar a la academia para entrar en una batalla o algo, mi interés pasa por otro lado, me encanta el espacio, no conozco otros mundos, la Federación tiene tantos sistemas estelares y ni siquiera he conocido la capital.
Pero pasó un par de años y por mi cuenta escribí a la base central de la academia. Pasaron treinta días, sesenta días y nada, hasta que al día sesenta y uno me llegó un correo electrónico. Abrí mi holoordenador y vi que había sido citada en la capital para entrar a la academia. Me preguntaron mis estudios, les dije que tenía dos años de holoinformática y que a su vez tenía conocimientos de astronomía, de física, de antropología. El problema era comentarles a mis padres. No se enojaron, obvio que no, me amaban, yo los amaba a ellos... Pero se pusieron mal. -No es lo que queríamos para ti. -¿Qué deseaban que me quede en esta región apartada lejos de la capital? Hay cientos de holoinformáticos. -Sí -dijo madre-. Sí, Nubia, hay cientos y ganan bien. Tienen su hogar, viven tranquilos. -Madre, elijen su lugar de confort, están cómodos, se sienten bien, protegidos. -No entiendo, hija, ¿qué deseas, ir a la aventura sin saber qué va a pasar? -No, madre. A ver, no..., no tomen a mal mis palabras, os amo, son parte de mi vida, pero a veces me siento como... como prisionera. Habló padre. -Hija, ¿estás hablando en serio?, ¿quién te llena la cabeza, Nubia? -Nadie. Mis amigas elijen distintas profesiones, distintos oficios. Yo quiero más. ¿No me contestáis? -Está bien. Comunícate, por favor, a diario. ¿Cuándo viajas? -Hoy mismo, a la tarde. Ya tengo preparadas dos maletas. Pasa un pequeño crucero en el espaciopuerto y en poco tiempo ya estoy en capital. Tened en cuenta que soy adolescente y todavía no conozco la capital de Sargón. -Te vas a impresionar, la vimos por holoimagen y es... es imposible de recorrer de tan inmensa que es. -Bueno, de todos modos bajaremos en el helipuerto, cerca de la academia. Os mandaré mensajes a diario.
Por la tarde me marché. Me sorprendí que en el crucero había reptiloides, humanos, félidos, cánidos y una raza que no conocía, una raza de saurios de cuerpo más ancho que los reptiloides. Y le pregunté a la joven: -¿Tú eres también reptiloide? -Sí, pero de otra especie, somos descendientes de millones de años de los viejos saurios. -Vaya, espero que seamos amigas. -Con todo gusto. ¿Cómo te llamas? -Nubia -le respondí-. ¿Y tú? -Saurina. -¡Je, je! Disculpa, pero me resultó irónico; descendiente de saurios y tus padres te ponen Saurina. -Me gusta -comentó. Le respondí: -Honestamente, a mí también. Me agradas.
Finalmente llegamos a la inmensa capital, desde la altura se veía la impresionante cantidad de edificios... Pero en un momento dado el pequeño crucero llama a base, aparentemente había un campo de energía. Desactivaron un pequeño espacio y el crucero bajó. Le pregunté a la teniente: -¿Qué... qué fue eso? Me respondió: -En cada gran capital hay un campo de energía que no solamente protege de supuestas invasiones sino también de meteoritos o grandes asteroides, que se harían trizas antes de tocar tierra, por eso la protección. Una nave que no pida permiso y no capte el campo de energía, estalla en mil partes. -Vaya.
La teniente se dirigió a todos. Era una reptiloide. Y nos dijo: -Van a aprender esto y muchísimo más, muchísimo más. En la academia se respeta la disciplina, se respetan los horarios y se respeta a sus superiores. Van a entrar como estudiantes, los que pasen las pruebas, con el tiempo ya directamente serán nominadas alférez. Hasta que no pasen las pruebas son consideradas civiles. Me podrán decir teniente, pero no mi teniente porque aún no están en las fuerzas, son estudiantes de la academia. Algunas se reciben de alférez en menos de un año, depende de muchas cosas. Van a estudiar, van a estar en simuladores, van a trabajar con los últimos ordenadores cuánticos-holográficos, van a practicar artes de combate distintos, van a practicar con simulación de armas, no con armas de verdad, y cada materia va a llevar un puntaje. Es estricto cumplir el horario. Tendrán cuatro comidas por día: al levantarse, luego se higienizarán, irán a las prácticas, almuerzo, a la tarde un pequeño refrigerio y una cena liviana. Os acostaréis temprano porque temprano se irán a levantar. Es importante lo de los horarios, el no cumplir con un horario para presentarse, para el almuerzo, para el refrigerio baja puntos, aunque no forme parte de los estudios. Quizá muchas de ustedes abandonarán, les parecerá muy duro el entrenamiento. Si me preguntan, ¿lo es? Desde ya les digo sí, lo es, y mucho. El año anterior de cien aprobaron sólo treinta y seis, casi la tercera parte quedó. Espero que este año aprueben más. No solamente estaré yo, hay un capitán que es muy severo, pero bueno. Reconoce el valor de cada estudiante, pero no permite que se salten las reglas: El capitán Adonis. Él va a estar a cargo, no yo. Queda en ustedes seguir las reglas, estudiar. Habrá momentos de esparcimiento donde podrán conversar, donde podrán ver holoaudiovisuales, habrá momentos donde tendrán camarería, conocerán a otras cadetes. Pero fuera de ello, en la semana va a haber duras pruebas. No estoy bajándoles la moral, simplemente el que avisa no traiciona. Las pruebas van a ser difíciles, muy difíciles. Pero esto, esto es la Federación Sargón, lo mejor de lo mejor. Y estamos en la capital. O sea, que damos el ejemplo. ¿Pedimos mucho? No, pedimos lo justo y necesario. Ahora, lo justo y necesario para algunas cadetes va a ser más que mucho, así que depende de todas ustedes. Hay también estudiantes varones de todas las especies, pueden compartir con ellos los fines de semana cuando haya camaradería. No somos tan estructurados, permitimos la música, conversar, también existe el baile... Y yo creo que a todas les gusta la música. Eso no va a ser un premio, es importante que también tengan sus momentos de descanso para dejarse fluir, habrá quienes encontrarán pareja, pero no lo recomiendo en primer año, no lo recomiendo, entorpecería vuestros estudios. Dejad eso para más adelante. Podréis tener amigos en tanto y en cuanto no entorpezcan vuestro avance. Mañana conocerán al capitán Adonis, que va a ser vuestro instructor. Como dije, severo, muy severo, pero comprensivo. Es todo por ahora.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Era joven en la academia militar y debería pasar por muchas cosas y duros aprendizajes. Participó en la pacificación de un mundo donde murieron su capitán y el primer ministro por un ataque de los rebeldes. Fue ascendida. Nunca hubiera esperado tal meteórico avance.
Entidad: Mi nombre es Carol-Ina, soy el thetán de Angélica. Muchas veces me he preguntado, en los distintos roles, ¿hasta qué punto se puede aprender a través de la violencia, a través de las traiciones? He conceptuado con el receptáculo que me alberga para complementar el relato del rol de Nubia en Sargón para que no solamente pueda hacer catarsis sino también el rememorar violencia, traiciones y muertes, y preguntarnos a nosotros mismos hasta qué punto se aprende y hasta qué punto uno se desilusiona de las demás personas, no importa qué raza o qué especie sean. Sol III no es el único mundo con apetitos de poder, no, yo creo que eso está implícito en cada unidad biológica en mayor o menor medida. Por supuesto que rescato aquellos seres que investigan para el beneficio de todos, pero son los menos.
-¡Nubia, cadete! -Señor... -Te estamos esperando. Cuando decimos a las cero seiscientos es cero seiscientos, no cero seiscientos y un minuto. -La severa voz del capitán Adonis me hacía estremecer, no lo calificaba como una persona cruel sino como una persona con emociones, más no con sentimientos-. Vamos a ir a practicar a un pequeño mundo que queda a sólo dos años y medio luz de Sargón.
Fuimos dos cruceros, el capitán Adonis es el que estaba con las femeninas. Había reptiloides, humanas, cánidas, félidas, y las prácticas fueron mucho más que severas. Nos hicieron enfrentar dividiendo en dos el batallón de cadetas, con palos cilíndricos de casi nuestra altura, El capitán Adonis nos decía: -No se trata de golpearse, se trata de evitar los golpes. Cuento ochenta, serán cuarenta contra cuarenta. Las dos últimas que queden en pie serán las ganadoras de un grupo o de ambos grupos. -Obviamente cuando quedaban dieciséis recibí un golpe en la cabeza y caí. Me costó levantarme. Cuando lo hice el capitán dijo: -Cadeta Nubia, afuera.
Apenas podía caminar del castigo de mi contrincante, amiga, pero en ese momento había que obedecer al severo capitán. Luego nos dijo: -No hay tiempo para reponerse. Entiendo que todas saben nadar. Bien. La segunda competencia es nadar hasta la isla, no es tan lejos. Se trata de impedir que las otras lleguen primero aunque tengan que luchar en el agua.
Por supuesto yo sabía nadar muy bien. Mis compañeras me cogían de los pies, me golpeaban en los riñones, les devolvía golpes con codos en el rostro. Pero muchas hicieron una estrategia, a las que mejores nadaban la atacaban entre varias para dejarlas fuera de circulación. Y eso pasó conmigo, obviamente que perdí. Respetuosamente le dije al capitán mi queja: -Fue desleal, pensé que era una contra una. El capitán hizo una mueca como burlándose: -¿Y por qué, cadeta?, en una guerra verdadera si hay un soldado que dispara bien, los enemigos se van a unir para eliminarlo. Acá no hay desleal, acá no hay confabulación, se gana como se pueda.
Estuvimos treinta días entrenando. Los últimos dos días salí primera dos veces en el combate con palos y salí primera en llegar a la isla. Sabía cómo contrarrestar el grupo que unía contra mí; primero no me adelantaba, esperaba a que ataquen a las dos o tres que llevaban ventaja, y mientras hacían eso, por debajo del agua me adelantaba. La segunda vez descubrieron mi táctica y muy duramente castigué a las cuatro que venían a frenarme. Así y todo otra me aventajó, la alcancé, la golpeé hasta casi desmayarla. Llegué a la isla e inmediatamente me tiré al agua y llevé a la orilla a la que casi estaba desvanecida. ¿Si pensáis que recibí felicitación del capitán? No. Nada. Lo único que dijo: -Esto no es nada comparado con lo que va a venir. Tenéis una semana de descanso.
Yo sabía que en una semana no iba a reponerme de mis magullones, de mis hematomas, había compañeras que tenían fracturas en la pierna, fracturas en las costillas. Dentro de todo, yo, salvo los hematomas y algunas magulladuras y algunos cortes en el rostro no pasé por nada peor. Igual seguí entrenándome con pesas, corriendo.
El tercer día me fue a ver el capitán: -Lo que está haciendo está mal, cadeta. -Mi capitán, me estoy entrenando. -No. Tiene siete días, descanse. El entrenamiento durante la recuperación no es útil. Aprenda. -Y se marchó. Yo esperaba una felicitación de poner el esfuerzo y lo que recibí fue un reto. Me sentí mal, con furia, con ira.
Un día antes vino el capitán con un palo cilíndrico, me lanzó otro que si no lo llego a coger con una mano me hubiera golpeado en el rostro. -¡Defiéndase, cadeta! -Estaba con una ira tremenda y arremetí ciegamente: Ni siquiera me golpeó con el palo, me puso el pie y caí de bruces. Cuando me quise levantar, me puso el palo en la garganta-. ¿Qué hace?, ¿qué se le enseñó, a atropellar con los ojos cerrados, a no controlar sus impulsos? No va para adelante, va para atrás, no sé si seguirá en mi promoción.
Me paré, me puse en guardia, lo miré con rostro desafiante: -Probemos de nuevo. Hizo un gesto de impotencia como pensando es absurdo enseñarle a una cadete que no aprende.
Pero lo sorprendí, con frialdad, con mi mente que casi era un freezer, sacando a relucir mi templanza y bajando mi ira prestando atención plena. Cuando avanzó lo golpeé en las rodillas sorprendiéndolo, con la otra parte del palo en el mentón, el tercer golpe en el pecho y el capitán cayó y le apoyé la punta del palo en la garganta. Pensé que lo había vencido. No sé cómo movió uno de los pies y me hizo volar mi palo a una distancia tremenda. Se irguió y me golpeó en el pecho con su palo: -No aprende nunca, piensa que porque me tiró y me apoyó el palo en la garganta ya me tenía vencido. Se distrajo, no presta atención. -Probemos de nuevo. -Estuvimos toda la tarde, tenía más magullones y más hematomas que antes del ejercicio con mis compañeras en el otro planeta.
Terminado el ejercicio se dio vuelta el capitán: -Y si piensa, cadeta, que le voy a dar una semana más para recuperarse está equivocada. Mañana salimos en misión, vamos a tener el honor que nos acompañe el primer ministro Brin. -Disculpe, mi capitán, ¿a dónde iremos? -A Alaria, queda a veinte años luz. Es un mundo que quiere unirse a la Federación, un mundo pacífico, y aprovecha el ministro Brin para visitar ese mundo. De todas maneras iremos todos armados, todas las razas femeninas y masculinos en un gran crucero.
Me hice unos masajes, me di un baño de inmersión con unas sales que de alguna manera reparaban parte de la piel y tomé unos comprimidos para mejorar el dolor de los músculos. Y al día siguiente partimos.
Los alarianos eran unos seres humanos, podríamos decir, pero muy delgados, extremadamente delgados y una cabeza más alta que los humanos comunes. Llevábamos en el casco un traductor universal. Conocían por supuesto los viajes interestelares, pero evitaban contacto con otros mundos.
Bajamos del crucero, nos estrechamos la mano. El crucero llevaba cincuenta cadetes, el resto de los quinientos tripulantes eran tenientes, algunos capitanes y la guardia de la Federación que cuidaba al primer ministro Brin. Nos agasajaron con un almuerzo, cometimos el error de distendernos, incluso hasta el capitán Adonis, cuando de las colinas con fusiles láser nos dispararon. Por supuesto nosotros teníamos el campo de energía, pero como era un mundo pacífico, hipotéticamente, no teníamos el doble campo con ultragrafeno y los rayos láser y los rayos de fotones traspasaron algunos blindajes energéticos. Incluso fue herido el capitán Adonis en la pierna. Lo cogí y lo llevé arrastrando hasta la nave crucero. Salimos todos armados, disparamos hacia las colinas.
Los alarianos pedían disculpas, decían: -No son de nuestra facción, son rebeldes que quieren tomar el poder.
Vi que era cierto porque había decenas y decenas de alarianos, que nos habían agasajado, sin vida. Logramos exterminar a todos los rebeldes, pero vimos al ministro Brin sin vida y a casi todos los de su guardia. El más alto cargo era el capitán Adonis, que estaba herido. Habló por un intercomunicador con uno de los alarianos: -Nos tendrían que haber advertido que había rebeldes, hubiéramos venido más preparados. Por ahora no contemplamos la unión de Alaria a la Federación, tendréis que esperar. Sabemos que vosotros no formáis parte de los rebeldes y que no llegan ni siquiera al cinco por ciento de la población de vuestro mundo, de lo contrario el hecho de haber muerto en un ataque el primer ministro de la Federación Sargón, como represalia hubiéramos destruido todo vuestro mundo. Pero no será así, habrá que esperar a que las cosas se pacifiquen. Y vosotros eliminen a vuestros rebeldes, no va a haber intervención de nuestra parte. Nos marchamos, regresamos a Sargón con la triste noticia.
El viceministro Will fue quien reemplazó al fallecido primer ministro Brin. El capitán recibió un castigo por ser el responsable. En el juico adujo: -Los responsables eran la guardia principal de la Federación, que eran los que protegían al primer ministro, yo estaba a cargo de cadetes y de tenientes, sin contar los cien alféreces que estaban también en instrucción. -De todas maneras recibió un mes de prisión como castigo y fue degradado a teniente.
No me sentí bien porque verdaderamente a pesar de la severidad y de lo tremendo que era con sus subalternos, el capitán Adonis no se merecía eso. Lo fui a visitar a prisión varias veces. No fue simpático conmigo: -Veo que la han ascendido a alférez, ¿pero a qué viene, a regocijarse? -No, mi teniente, vengo a ver cómo se encuentra. -No necesito el apoyo de nadie, volveré a ser quien era. Reconozco que me descuidé, pero la responsabilidad de cuidar la vida del primer ministro Brin era de la guardia, no mía. -Me sorprendí porque en este momento se abrió la puerta del pasillo de las celdas y entró el nuevo primer ministro, el ministro Will: -Lo libero de la prisión y le vuelvo al cargo de capitán -le dijo a Adonis-. Trabajará con la teniente Nubia. -Señor primer ministro, me ascendieron a alférez. -Será teniente. Tengo una misión para vosotros de vuelta en Alaria. Aparentemente en lugar de tomar consciencia muchos alarianos al ver que lograron matar al anterior primer ministro, su ego los obsesionó y en este momento por lo menos un veinte por ciento de la población es rebelde. Son tan ingenuos que no se dan cuenta de que no podrían resistir ni siquiera dos o tres días de batalla, que acabaríamos directamente con el mundo, lo cual no haríamos por supuesto, porque hay una gran mayoría de inocentes que quieren la paz. Vuestra misión será apoyar a la facción pacífica y eliminar a los rebeldes. Irán diez cruceros. Vosotros dos, capitán Adonis, que recupera su cargo, teniente Nubia, apoyarán al primer comandante. Es una orden. Y se marchó.
Lo liberaron al capitán, quien me dijo con tono irónico: -Vaya, nuevamente te tengo que aguantar. -Mi capitán, si mal no recuerdo le salvé la vida, estaba herido y varios fusiles de fotones apuntaban contra usted. Me costó llevarlo a la nave. No espero un 'gracias' porque era mi deber salvar a mi superior, pero basta de esa sorna. Sonrió: -Está bien que tenga carácter, ¿pero piensa que me voy a olvidar del entrenamiento? La pienso moler a palos. Era mi superior, pero le respondí: -Seguramente, pero usted no va a salir indemne. -Sonrió, pero ya no con sonrisa irónica.
Marchamos a acabar con la rebelión de los alarianos. En menos de dos días acabamos con todos los rebeldes. Hablé con el primer comandante y le dije mi estrategia de dividirnos, armar un frente falso, dar la vuelta por las colinas y atacar por detrás. Mi estrategia dio resultado, pero mi pechó sintió un inmenso dolor cuando vi el cadáver del capitán Adonis muerto en batalla.
Al regresar a Sargón me ascendieron a capitán, el propio ministro Will me dijo: -Nubia, debes ser la cadete que más rápido has ascendido en la historia de Sargón. Me cuadré. Le dije: -Mi señor, lo que deseo es servir, ser útil no solamente en estrategia de combate, sé también manejar holoordenadores. Pero lo que más he aprendido en la academia en el poco tiempo que estuve, fue táctica y estrategia. -Me miró. -Siéntese. -Me senté-. Vamos a estar una semana en el cuartel general y le voy a plantear distintos tipos de combate y quiero que usted me diga la estrategia, la táctica que utilizaría para cada regimiento. -Lo hice.
El primer ministro llamó a sus colaboradores, todos expertos en táctica y estrategia. Les mostró mis planos. Dijeron: -Impecable, impecable. Va a ser una buena capitana. -No, no... Podéis marcharos. Lo miré al primer ministro, Will. -Señor... -Eres muy buena, serás mi consejera. ¿Te abrumaría el puesto de viceministra? -Me puse pálida, mi corazón latía más rápido. -Sería un honor, pero no sé si... si cumplo con los requisitos. -Lo único que necesito de mi primera viceministro es que sepa de táctica, de estrategia y de cómo planificar el anexar nuevos mundos evitando lo que pasó antes con los alarianos. -Sí, sí, señor, eso lo puedo hacer. -Cogió un holoordenador y a todos los departamentos oficiales de la Federación dio a conocer mi nuevo cargo.
Me sentía incómoda, era algo que no esperaba. Todavía no cabía en mi cabeza, de repente de ser una simple cadeta pasaba a ser la segunda al mando de toda la Federación Sargón. -Señor... -No, no, entre nosotros no; cuando estemos con el resto de los ministros y de altos comandantes hablaremos oficialmente, pero en privado me puedes llamar Will. -Me costaba porque tenía implícito ese respeto tan grande por la autoridad, y de repente tener esa confianza...
Como si leyera mi pensamiento el primer ministro me dijo: -No te olvides que eres la viceministro. -Me abrazó y me dijo-: Bueno, te llevaré a conocer tu despacho. Y no pienses que la pasarás bien, cuando veas todos los holoordenadores y toda la gente a tu mando te abrumarás al comienzo y pensarás "Hubiera preferido seguir como capitana". Vamos, conocerás tu nuevo lugar. Adelante.
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