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Psicoauditación - Araceli

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 16/08/2013

Sesión del 25/10/2014

Sesión del 06/06/2019


Sesión 16/08/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Araceli

La entidad propone cuestiones y dudas por las cuales encarnar. Engramas y temas no resueltos hacen que las razones no aparezcan en su foco conceptual. El diálogo con Karina arroja luz acerca de por qué encarnar es necesario.

Sesión en MP3 (2.341 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Gracias.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: ¡Uf! Con bastantes altibajos. Con temas irresolutos, con situaciones que estresan a mi parte encarnada, con bastantes engramas de otras vidas que me cuestan resolver porque algunos son tan, ¿cómo diría?, tan lejanos que me condicionan y de alguna manera manejan mi carácter, mi personalidad, por momentos me producen altibajos. Y como mi parte encarnada desconoce esos condicionamientos a veces puede no reconocer lo que le está sucediendo.

 

Interlocutor: ¿Serían estos engramas de vidas pasadas los que ocasionan a tu 10% que muchas veces le dé por llorar y no sepa por qué?

 

Entidad: Sí, en un gran porcentaje. El otro porcentaje es como una no conformidad de manera inconsciente, como que siente que hubo anhelos que no están resueltos del todo, otros anhelos que quizá nunca se ven. Quizá en su parte consciente, en su superficie, no le dé importancia pero en su interior es como que eso la deja, de alguna manera, demasiado sensible. Si bien el ser sensible no es algo negativo, cuando esa sensibilidad hace que la persona sea vulnerable, allá afecta, afecta y mucho. Entonces vienen altibajos pero no en todo momento. A veces los altibajos dañan más que cuando estás en un estado permanente de angustia porque así como el cuerpo puede adaptarse al frío o al calor cuando hay altibajos de temperatura tu cuerpo puede enfermarse, ¿sí? De la misma manera cuando hay altibajos emocionales el interior no se acostumbra porque no se puede adaptar de golpe a esos cambios emocionales. Y esos cambios emocionales son condicionamientos engrámicos. Y a veces, cuando hay un anhelo no resuelto...

 

Interlocutor: Esos anhelos no resueltos son los que generan la tristeza; hay que liberarse de ellos.

 

Entidad: Pero hay un porqué, hay un porqué. Porque se reactivan engramas de otras vidas. No hay un suceso de todas las vidas que he tenido que sea uno igual al otro, ni siquiera la actual pero a veces puede pasar por circunstancias donde de repente algo pequeño que no se ha dado o una insatisfacción que queda en el inconsciente y automáticamente hay un engrama de insatisfacción de otra vida, que quizá haya sido más grave, y hace que se fortalezca esa sensibilidad en contra de mi parte encarnada. No es fácil el tema, no es para nada fácil.

 

Interlocutor: ¿Cuál es tu misión en esta vida?

 

Entidad: ¡Oh! Primero fortalecerme, fortalecerme mucho como ser encarnado, fortalecerme por sobre todas las cosas.

 

Interlocutor: ¿Y una vez que te fortalezcas?

 

Entidad: Tratar de guiar, guiar a mis seres queridos. Soy una persona joven en el plano encarnado como femenina. Soy una persona joven pero a veces me siento como si tuviera diez años más de los que tengo.

 

Interlocutor: ¿Qué consideras que debes aprender?

 

Entidad: Aprender a disfrutar el momento. Aclaro que disfrutar el momento no significa desentenderme de todo porque a veces...

 

Interlocutor: A veces las personas se confunden…

 

Entidad: Sí. Piensan que disfrutar el momento es "Bueno, me desentiendo", "No me preocupo por nada", "Dejo que las cosas pasen", "Si algo se tiene que derrumbar que se derrumbe", "Me da igual". No, no, nada de eso.

 

Interlocutor: Pero también significa no pre-ocuparse. Ocuparse, vivir hoy, hacer lo que puedo hacer hoy, disfrutar lo que puedo disfrutar hoy pero sin tener mi pensamiento en cosas que hoy no puedo resolver.

 

Entidad: En cosas que hoy no puedo resolver. Otra de las cosas es entender que el pasado es inmodificable. ¿Cuántas veces -y no solamente mi parte encarnada femenina, conceptúo con otros thetanes y piensan lo mismo- uno querría retroceder en el tiempo y decir "Esto lo tendría que haber hecho de tal o cual manera"? Pero no lo hicimos y ya está.

 

Interlocutor: El tema es entender que lo hicimos lo mejor que pudimos.

 

Entidad: A veces no, no somos perfectos. A veces no lo hicimos lo mejor que pudimos, a veces lo hicimos porque lo que quisimos hacer así y punto. Y después podemos llorar y en lugar de utilizar un pañuelo utilizar una sábana y la vamos a empapar de lágrimas. ¿Y qué? ¿Qué vamos a resolver con eso? Nada, absolutamente nada.

 

Interlocutor: Pero también tenemos que ser piadosos son nosotros mismos porque muchas veces decimos "Si volviera para atrás haría las cosas de tal o cual manera". Pero si realmente vemos ese momento, las circunstancias, nuestros deseos, nuestras expectativas... No es tan fácil...

 

Entidad: No. No es tan fácil.

 

Interlocutor: ...porque si no nos estamos prejuzgando nosotros mismos. Hicimos lo mejor que nos salió. Tratemos de hacer las cosas mejor de ahora en más, que el pasado sirva como experiencia para no repetir.

 

Entidad: Primero, no somos perfectos. Segundo, hay un Excelso Maestro que me dice que ser piadosos con nosotros mismos no significa consentirnos porque por ahí equivocamos el concepto, nos consentimos demasiado y entonces volvemos otra vez a cometer errores una y otra vez.

 

Interlocutor: Consentirnos no porque consentir no sería como decir "Bueno, no importa". Sería pasarnos al otro extremo.

 

Entidad: Sí, maleducarnos.

 

Interlocutor: El tema es ser más armoniosos con nosotros y no digo equilibrados porque el equilibrio permanente en la vida, mientras estamos vivos, no existe.

 

Entidad: ¿Por qué?

 

Interlocutor: Porque siempre tenemos momentos de idas y vueltas, nuevos desafíos, siempre nos estamos moviendo en una u otra dirección. El equilibrio lo buscamos, es bueno ir en busca del equilibrio.

 

Entidad: El equilibrio es bueno porque el equilibrio es tranquilo, es quieto, nos permite estar tranquilos... A mí me gusta el equilibrio porque con equilibrio yo estoy tranquila, con el equilibrio no preciso moverme, me quedo ahí quieta... Es bueno el equilibrio.

 

Interlocutor: Bueno. En cuanto a quedarnos quietos podríamos considerar que necesitamos momentos de quietud para analizar. Pero luego que analizamos debemos proseguir la marcha, no quedarnos únicamente en el pensar o escondernos en nosotros mismos. Analizar, porque es necesario atreverse y afrontar las cosas.

 

Entidad: Pero a veces da temor el atreverse, ¿o no? Entonces por eso buscamos el refugiarse en el equilibrio.

 

Interlocutor: Muchas cosas nos pueden dar temor pero lo importante es atreverse. Pero no un atreverse inconsciente, un atreverse desde lo impulsivo sino analizar la situación y dar un paso hacia adelante.

 

Entidad: Ese es el problema a veces, el paso hacia adelante, ese es el problema. Porque...

 

Interlocutor: Para dar el paso hacia adelante tenemos que despegar el talón del pie que quedó atrás.

 

Entidad: Lo que pasa es que a veces en cada engrama que has dado pasos adelante y te has caído al abismo... Personalismo significa has dado el paso adelante en determinado negocio y has fracasado, has dado el paso adelante ante determinada relación y te ha quedado un sabor amargo en la boca. Entonces...

 

Interlocutor: Forma parte de la experiencia. Los niños cuando son pequeños hasta que aprenden a caminar se caen muchas veces y titubean en sus pasos. Nosotros de alguna manera somos así.

 

Entidad: ¿Sabes cuál es la diferencia? Los niños por instinto cuando se caen, la mayoría -no hablo de los que no saben andar, hablo de los que ya aprenden a caminar- por instinto ponen la mano. A veces se golpean el rostro pero inmediatamente ponen la mano.

 

Interlocutor: Claro. Y poner la mano es buscar un punto de apoyo. Y siempre tenemos que buscar los grandes...

 

Entidad: Los grandes no ponemos la mano...

 

Interlocutor: Pero tenemos que buscar el punto de apoyo.

 

Entidad: ...nos creemos autosuficientes y no ponemos la mano.

 

Interlocutor: Una vez que nos caemos debemos buscar el punto de apoyo para volver a levantarnos.

 

Entidad: Sí y nos quedan cicatrices, ¿no?

 

Interlocutor: A veces sí, forman parte de la experiencia.

 

Entidad: La mayoría de las veces nos quedan cicatrices.

 

Interlocutor: Pero el dolor hay que dejarlo de lado. Como has dicho hace un rato, el pasado no se puede modificar. Tenemos que construir nuestro presente para hacer un mejor futuro.

 

Entidad: A veces el ego -incluso como thetán- no me permite ser feliz porque, a ver cómo lo explico con palabras, a veces el ego me exige.

 

Interlocutor: ¿Qué tipo de exigencia?

 

Entidad: Que haga más cosas, que sea productiva, que no sea tan permisiva, que no pida permiso, que atropelle. Atropellar no no viendo a nadie sino atropellar la vida, como...

 

Interlocutor: Como que tengas más coraje.

 

Entidad: ...más coraje. Pero a veces el ego me dice "¿Para qué vas a hacer eso?", "No puedes", "No es para ti", "No está a tu alcance". Es como que el ego me maneja la vida en el plano físico.

Y a veces me enojo y discuto con mis roles del ego: -Pero al fin y al cabo, ¿qué quieres? Me empujas para adelante, después me frenas, después te quejas porque me dices que no logras tal cosa, después cuando vas rápido me dices para qué vas tan rápido si no hay apuro...

Y después me río porque todas esas acusaciones es otro rol del ego también; entonces es como que estoy llena de roles del ego. El rol del ego...

 

Interlocutor: De baja estima por un lado...

 

Entidad: Es como si tú estuvieras en un cuarto con diez personas discutiendo sobre un tema y ninguna de las diez se pusieran de acuerdo y de repente no hubiera un moderador y entonces todas gritan, todas las personas del cuarto gritan, todas las personas del cuarto gritan y no hubiera un moderador y hablaran todas a la vez. En mi concepto...

 

Interlocutor: Necesitas encontrar un orden.

 

Entidad: Un orden y a veces en la cabeza de mi parte encarnada necesito también encontrar ese orden porque es como que cada ego tira para su lado, un ego que te incita: "Haz aquello" y lo haces y quizá te equivocas. Y hay otro ego que dice: "¡Jé! Es lo que yo esperaba de ti, que te equivocaras".

Pero caramba, ¿el ego es tu amigo o no es tu amigo? Daría la impresión como que el ego es caprichoso, que busca todo lo que quiere pero en realidad no le importa la persona donde ese ego habita y no se da cuenta ese ego tan tonto, tan infantil que si la persona fracasa el ego fracasa. Pero al ego no le importa porque el ego después tiene otra complacencia que hace rol de víctima: "A mí esto me pasa siempre, la culpa la tiene el otro...”.

 

Interlocutor: ¿Por qué me pasa a mí?

 

Entidad: Sí, sí. Es así. El ego siempre va a tener una excusa porque el ego no es capaz de confrontar.

 

Interlocutor: La clave está en ti misma. Tú tienes que encontrar esa chispa de Luz que hay en ti y darte cuenta que...

 

Entidad: ¿Cómo me doy cuenta?

 

Interlocutor: Darte cuenta de que hay un motivo por el que estás acá, un motivo que vale la pena.

 

Entidad: ¿Y es?

 

Interlocutor: Tu propia evolución, que en algún punto de tu existencia...

 

Entidad: ¿Qué logro con esa evolución? ¿Qué ventajas logro? Pero no lo digo en el sentido se sacar ventaja como lo entiende la sociedad, no, porque yo quiero retribuir todo lo que me gano. ¿Qué ventajas obtengo espiritualmente con la evolución?

 

Interlocutor: Crecer.

 

Entidad: ¿Qué ventajas obtengo con crecer? ¿Seré menos sensible? ¿Más sabia? ¿A esto te refieres?

 

Interlocutor: Crecer espiritualmente, elevarte. Forma parte de la evolución o de las reglas de este universo.

 

Entidad: Si yo como espíritu me elevo y logro más comprensión, si mi parte encarnada no me capta, ¿qué ventajas logrará mi parte encarnada femenina? ¿Qué ventajas?

 

Interlocutor: Tu parte encarnada cumple en el plano físico un aprendizaje. La lección se la aprenderá tarde o temprano porque esas son las reglas de la evolución.

 

Entidad: De verdad que me ha servido esta charla porque me doy cuenta de que...

 

Interlocutor: Si tú te elevas vas a ayudar a que otros también se eleven.

 

Entidad: De eso me doy cuenta, justamente de eso me doy cuenta. Me doy cuenta de que...

 

Interlocutor: Y ese es el plan.

 

Entidad: ...si en otras vidas he tenido fracasos, frustraciones, traiciones, engaños...

 

Interlocutor: Levántate y vuelve a comenzar.

 

Entidad: Me doy cuenta que fueron roles y que al fin y al cabo mi espíritu sigue firme. Eso es lo que le tengo que transmitir a mi parte encarnada, que mi espíritu sigue firme, que esos engramas no tienen razón de ser y de a poco tienen que ir destruyéndose en la nada y mi parte encarnada entendiendo que los momentos de zozobra lo único que hacen es no permitirle reaccionar, no permitirle tomar las riendas de la propia vida.

 

Interlocutor: Y que ella puede, tu 10% puede.

 

Entidad: Y yo mismo, como thetán, tengo que entenderlo.

 

Interlocutor: Y tú, como thetán, también puedes.

 

Entidad: Yo mismo tengo que entenderlo eso. De a poco lo voy entendiendo en esta pequeña pero jugosa charla entiendo que no debo dejarle las riendas a ninguno de los roles...

 

Interlocutor: Tú tienes que tomar el control.

 

Entidad: ...y que yo, como thetán, soy el moderador en ese cuarto donde están todas esas personas que son mis roles del ego.

 

Interlocutor: Y eres dueño de tu propio destino.

 

Entidad: Gracias por escucharme.

 

Interlocutor: Gracias a ti. Toda la Luz y hasta todo momento.


Sesión 25/10/2014
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Araceli

La entidad arrastra engramas de incomprensión y de autoconfianza a causa de vidas anteriores donde en su entorno debía aceptar maltratos, costumbres humillantes y no ser tenida en cuenta. En su diálogo con Karina entiende que aquello fueron roles y que aquellas vivencias no deben condicionarle en esta vida actual ni en las futuras. Y que debe empezar a trabajar este tema.

Sesión en MP3 (2.836 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Bueno, aquí estamos otra vez.

 

Interlocutor: ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Cuanto más trato de aclarar las cosas más turbias se me ponen, es como que no termino de comprender la conducta humana y menos aún mi propia conducta porque hablar de la conducta humana es generalizar y en este momento lo que interesa es saber qué pasa con mi ser.

 

Interlocutor: Bueno, ¿qué pasa con tu ser? ¿Es que acaso te guardas cosas que te cuesta mostrar a los demás o te cuesta reconocer? ¿O prefieres quizá dejarlas guardadas para no verlas como para que no te molesten? ¿Qué guardas?

 

Entidad: Quizá haya una clave, quizá. Tú me dirás después si es.

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: Hace tiempo atrás, mucho tiempo atrás encarné en Zamora y me llamaba Lucía, Lucía Miranda Argüelles. Lucía.

 

Interlocutor: ¿Qué pasó en esa vida como Lucía?

 

Entidad: Mis padres eran extremadamente católicos, lo que no está mal, pero yo de pequeña era como lírica, se podría decir, amaba la figura del Señor pero entendía que toda creencia era libertad.

De pequeña estuve internada, las monjas me trataban muy cruelmente, no teníamos voto de silencio, por supuesto, porque no habíamos hecho ningún voto pero con una varilla le pegaban en la espalda desnuda a la niña que emitiera su voz sin permiso de la madre superiora o de las monjas, estábamos a su cuidado.

Alguna vez quería preguntar algo pero no por desobediencia sino por querer saber más del mundo de Dios y me flageaban la espalda, directamente me pegaban en la punta de los dedos.

Papá y mamá eran cómplices, ¿me sigues?

 

Interlocutor: Sí, te escucho.

 

Entidad: Cómplices porque yo llegaba a casa y lo primero que hacía, me corría la ropa y les mostraba la espalda. Mamá decía "Eso te acerca a Dios", algo absurdo. Papá era peor, papá decía "Si te han flagelado es que algo habrás hecho". Siempre justificando la crueldad de los demás.

 

Interlocutor: ¿Y cómo era él contigo?

 

Entidad: Rígido, los dos eran rígidos. Papá era rígido de manera que si alguien tenía la culpa era yo, no importa qué.

 

Interlocutor: ¿Tenías más hermanos en aquel entonces?

 

Entidad: Tres varones, con los varones era más elástico. Mamá era distinta a papá. Mamá decía "Bueno, todo esto que soportas ahora te abrirá el reino de los cielos". O sea, quizá mamá era más hipócrita. Papá era más ruin. Si inocentemente me equivocaba en algo y me castigaban la culpa era mía, para papá. Mamá no, mamá decía "Bueno ese error tuyo te acercará a Dios con el castigo pertinente". ¿Castigo?

A los 16 años ya tenía otro tipo más de carácter pero la mujer en Zamora era como que tenía que obedecer primero a los padres, después al prometido, después al marido y es como que no teníamos, como decís vosotros hoy, ni voz ni voto.

 

Interlocutor: Me imagino en aquella vida habrás comenzado a callarte cosas, guardarte cosas por la sencilla razón de que decirlo no tenía quizás un sentido para ti porque no obtenías una respuesta satisfactoria del otro lado. O sea, era un "Para qué voy a contar lo que siento, lo que me pasa" ¿Es así?

 

Entidad: Es así, es totalmente cierto.

 

Interlocutor: Y a partir de aquella vida comenzaste... ¿has tenido entre esa vida y la actual alguna otra encarnación?

 

Entidad: Sí, pero en Zamora fue muy difícil. Cuando lo conocí, a Miguel Alfonso, me parecía un hombre excepcional, educado, cortés. Era de una familia no pudiente pero digamos como que no le faltaba nada. Me cortejó, pidió la mano a mi padre y cual si fuéramos una familia de otra religión mi padre le tuvo que dar una dote, algo extraño que en esa época en Zamora eso no se usaba, como si hubiera una especie de indemnización por llevarme a mí como que yo fuera una carga pesada. Cuando nos casamos es como que de un día para el otro mi esposo se transformó.

 

Interlocutor: En qué sentido.

 

Entidad: En el sentido de que no daba explicaciones ni rendía cuentas de donde iba, lo que dejaba de hacer. Se iba con los amigos, supuestamente. A veces venía bebido, yo intentaba rechazarlo porque bebido era como brutal y me forzaba.

Recuerdo que un día ya estaba de casi ocho meses de embarazo y vino mal porque había discutido con alguien o algo le había pasado o venía defraudado por alguien que supongo no sería un amigo y discutimos y me golpeó, caí al piso y empecé a tener contracciones. Vino la partera con su ayudante y era un varón que no sobrevivió.

Nunca tuvo complejos de culpa mi esposo, nunca. Es cierto que se refrenó luego, él quería tener herederos pero -yo no creo en castigos de Dios- algo pasó porque después tuve dos niñas y después nunca más quedé embarazada. O sea que él se sentía frustrado porque no pudo tener varones. Pero me enteré por Isabel -una que supuestamente era mi amiga pero me venía con cuentos permanentemente sobre mi esposo- que una tal Jacinta, que su familia era oriunda de Zaragoza, había tenido un varón que ahora tenía tres años, de quien era mi esposo.

 

Interlocutor: ¿Cómo te sentiste en ese momento?

 

Entidad: ¿Cómo me sentí?

 

Interlocutor: Defraudada, deprimida, con bronca.

 

Entidad: Tenía como engramas de no hablar porque me habían callado tanto las monjas, mi padre, mi madre, mi propio esposo que no sabía cómo confrontar eso.

 

Interlocutor: El temor a hablar por un temor a ser castigada, ¿verdad?

 

Entidad: No sé si temor a ser castigada, temor a...

 

Interlocutor: A ser rechazada.

 

Entidad: No lo sé, de todas maneras en una cena una vez me dijo:

-Eres tan inútil que ni siquiera me puedes dar un varón.

Y inconscientemente, porque no era algo conscientemente, me salió de adentro y luego me arrepentí, le digo:

-Pero ¿de qué te preocupas, Miguel, si tú tienes un varón que ya tiene 4 años?

Me miró, terminó de comer su bocado, se enjuagó las manos en una pequeña fuente y se marchó. Volvió, cogió un cigarro y se marchó. Nunca más habló del tema. Mi supuesta amiga Isabel me dijo que lo había reconocido, que llevaba el apellido Alfonso.

La cuestión es que 5 años después desapareció, aparentemente se fue a Zaragoza a convivir con esa otra mujer.

El hijo del alcalde -Gonzalo Cifuentes, más joven que yo pero siempre traía regalos a las niñas, no con ninguna intención, ¿eh?- me ayudó desinteresadamente, nunca pretendió nada de mí.

Desencarné cuando mis hijas tenían 22 y 24 años, ambas tenían buenos pretendientes. O sea, que puedo decir que desencarné tranquila.

Pero como espíritu sentía como una orden de condicionamiento de que siempre que hablara iba a dejar las cosas peor, entonces me quedé con ese engrama de no decir las cosas y guardar. Pero para me entiendas, no guardar las cosas porque ocultaba sino porque me daba miedo de echar en cara al otro sus errores y cuando el otro marcaba los míos -que en realidad no eran errores- yo los aceptaba como tales. Reconozco que eso me dejo marcada, reconozco que a veces me cuesta entregarme, volcarme pero no lo hago a propósito es como que me da cierta... tengo miedo de ser defraudada, no sé si me explico.

 

Interlocutor: Sí, se entiende.

 

Entidad: Pero me encierro en mi misma y sufro, sufro. De verdad que sufro.

 

Interlocutor: Mientras tú puedas comprender que esa situación, esas situaciones que tú vivías las vivía un rol, no eras tú sino que era un rol, y que puedas comprender que en este momento tú tienes una nueva vida, una nueva oportunidad y mientras tú puedas comprender esto...

 

Entidad: No, lo comprendo. Lo que pasa que cuando tú no sabes que eres un rol, como en aquella vida, es todo lo que tienes, es todo lo que conoces.

 

Interlocutor: Desde ya.

 

Entidad: Tú no sabes que va a haber más allá, te dicen te mueres y te vas con Dios o te mueres y te vas con el diablo. Eso es lo que me enseñaron en Zamora. Entonces roles, karmas, todo eso era un lenguaje que no existía.

 

Interlocutor: Desde ya. Un rol es una nueva oportunidad, es una nueva vida, es una nueva oportunidad para ti como thetán. ¿Qué le aconsejarías a tu 10%? Especialmente en lo que tiene que ver con su preocupación que tiene sobre sus dos pequeñas, sus dos hijas.

 

Entidad: En realidad tienes razón, es una nueva oportunidad esta vida, ¿no?

 

Interlocutor: Así es.

 

Entidad: Sincerarme, hablar, no esconder las cosas, no tener temor a expresarme, mirar al otro a los ojos y expresar mis sentimientos, ser sincera pero sobre todas las cosas ser sincera conmigo misma.

 

Interlocutor: Siempre podemos ser sinceros con tacto. ¿Te puedo explicar un poco cómo sería este tema?

 

Entidad: Ser sutil, ¿dices?

 

Interlocutor: Ser sincero con tacto. Es decir, mientras puedas decir lo que tú sientas y lo que tú piensas sin ser agresivo con el otro eso no hace sentir mal a las personas. Por ejemplo, cuando hablamos con nuestros hijos decirles: -Mira, lo más conveniente para ti sería que puedas hacer esto, que puedas corregir tal cosa". Y darles una explicación del porqué y el motivo. El tacto es el que nos permite no hacer sentir mal al otro. A ti, en esa vida, en esa encarnación justamente esas personas que te hacían sentir tan mal eran sinceras porque decían lo que pensaban, más allá de que estuvieran equivocadas o no.

 

Entidad: Eran brutales.

 

Interlocutor: Pero no tenían tacto, es decir, nunca tuvieron en cuenta lo mal que te hacían sentir.

 

Entidad: Tú dices diplomacia.

 

Interlocutor: Bueno, puedes llamarlo diplomacia, puedes llamarlo sensibilidad, puedes llamarlo tacto. Es decir, decir la verdad pero decirlo con sinceridad y con amor, con amor para tener en cuenta al otro porque por ejemplo yo puedo decirle a alguien -Mira, tú podrías hacer mejor las cosas, no seas imbécil. No es lo mismo que decir -Mira, porque no tratas de hacer esto mejor, seguramente que va a ir mejor también.

 

Entidad: Ya me han dicho a mí también en otras vidas torpe, imbécil, inútil, buena para nada...

 

Interlocutor: Pues yo no creo que sea así.

 

Entidad: Y mi madre me decía -Bueno, las torpes también pueden ir al cielo.

Yo creo que era peor que mi padre, era una hipócrita total o quizá estaba convencida de lo que decía, pobre mujer.

 

Interlocutor: O quizá estaba condicionada porque tuvo una educación que la hizo ser de ese modo o la llevó a ser de ese modo. Si bien tenemos libre albedrío para decidir a veces es muy difícil cuando nos educan de determinada forma, nos van condicionando. A veces de a poco, sin que nos demos cuenta nos van domesticando. Por eso es importante que puedas comenzar a expresar lo que te gusta, lo que sientes, lo que te pasa. Pero mi pequeña sugerencia es esa, tener en cuenta el tacto. ¿Sí?

 

Entidad: Sí, lo haré, lo haré.

 

Interlocutor: O sea, esa misma vivencia que tú has tenido, justamente tener la capacidad de no repetirla con los demás. O sea, ni tienes que ser como han sido contigo ni tampoco tienes porqué guardarte todo. Entonces ese proceso, ese término armonioso lo debes lograr tú de a poco. Y nosotros estaremos aquí para ayudarte.

 

Entidad: He tenido otras vidas. Una vida en Roma, una vida en Grecia donde también he sido mal tratada pero eso llevaría mucho tiempo en contártelo ahora. Lo que te puedo decir es que me ha hecho bien escuchar tus palabras y entiendo que uno debe ser fuerte y confrontar esos condicionamientos. Razonar que de nada sirve sentirnos víctimas porque potenciamos más ese condicionamiento, es como que nosotros mismos le hacemos -como decís vosotros- caldo gordo, como nosotros mismos hacemos tierra fértil a ese condicionamiento. Y no quiero más de eso, honestamente no quiero más porque todo lo que me pasa a mí, consciente o inconscientemente se lo puedo transmitir a mi familia y no quiero, no quiero, no quiero. Honestamente no quiero.

 

Interlocutor: Es muy importante para ti y para tu 10% que puedas ir de a poco consiguiendo ese punto de armonía en tu ser. Eso va a ayudar a que puedas sentirte mejor tú, que puedas mejorar la relación con tu pareja, tu relación con tus hijas, ayudarlas a crecer. Porque cuando nosotros sugerimos con...

 

Entidad: Debo trabajar mis roles del ego. ¡Oh! Me cuesta. Te digo que me cuesta.

 

Interlocutor: El hecho de que lo puedas haber expresado en esta sesión, que puedas haber contado esa vivencia, esa vida ya te ayuda a descargar. Ya lo has hablado, lo has podido exteriorizar, lo has podido ver, y el poder verlo es el primer paso para poder comenzar a cambiar cosas en nosotros.

Gracias por estar aquí y, bueno, cuando desees me gustaría que volvamos a encontrarnos para seguir trabajando.

 

Entidad: Sí, tengo cosas para contar. Gracias.

 

Interlocutor: ¿Quieres agregar algo más?

 

Entidad: Que yo trato, de verdad que trato. Que nadie me culpe porque yo trato.

 

Interlocutor: Nadie te culpa, estamos aquí para ayudarte. Sabemos que estás tratando de dar todo lo mejor de ti y lo vas a seguir haciendo.

Gracias y hasta todo momento.


Sesión 06/06/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Araceli

La entidad relata una circunstancia en Aerandor III, donde unos forajidos mataron a sus padres y la perjudicaron a ella, muy joven. Tiempo más tarde aprendió armas y se vengó, pero descubrió que la venganza no llena, no resuelve el perjuicio y deja peor.

Sesión en MP3 (3.670 KB)

 

Entidad: No soy la primera entidad que explica que hay situaciones que se repiten una y otra y otra vida, tal vez no de manera similar; distintas situaciones, distintas consecuencias, pero obviamente lo más importante a tener en cuenta y a corregir es que somos la consecuencia de situaciones pasadas. Esto es: pasamos por situaciones adversas que quizás en esa misma vida solucionamos, pero el engrama que queda es como algo inconsciente, algo que después en la unidad biológica se marca a fuego en lo que llamáis ADN. Y es un ADN inconsciente, un ADN que te afecta y no sabes por qué y de repente es como que hay cosas que te pueden incomodar o te producen temor y tú piensas "Bueno, porque en esta misma vida tuve tal o cual experiencia que fue negativa", pero quizá esa experiencia reactiva ese engrama "dormido" que estaba en el ADN y potencia el posible engrama actual.

 

Mi nombre como Thetán es Aver-El, estoy en el plano 3 subnivel 9. Encarné en la región de Sierra Punteada, una región de Aerandor. Vivía con mis padres, muy humildes, en una zona apartada. Admiraba a padre enormemente porque no solamente trabajaba la tierra arando, cosechando lo que había sembrado la temporada anterior sino también criando distintos animales y aves. Madre obviamente lo ayudaba, y yo a partir de seis de vuestros años también. Aprendí a ordeñar vacunos, aprendí a usar una azada. Sabía que semilla podía germinar en determinada estación y cual no. Sabía qué época de celo tenía tal o cual mamífero. Y a mis catorce años es como que era una experta en lo que era granja, cuidado de animales y también sobre plantas, cereales, hortalizas... hasta que pasó lo que pasó.

 

Hasta que vinieron tres jinetes mal entrazados. Mi estómago me daba la señal porque se comprimía, es como que por dentro había como un nudo y algo que me subía y bajaba por el esófago, lo que llamáis adrenalina, el efecto adrenalina.

 

Los hombres le dijeron a padre si le podían comprar algo de comida. Padre le dijo a los tres jinetes:

-¡Por favor, sois viajeros! ¿Cómo les voy a cobrar? -Comieron abundantemente. Miraron de soslayo a madre, y obviamente a mí, que ya tenía catorce de vuestros años.

 

Sin aviso, de repente, sorpresivamente, le clavaron una espada a padre en la espalda, una vez, dos veces. Madre gritaba desaforadamente y yo me quedé paralizada.

Uno de los hombres me dio una bofetada que me tiró al piso. Semidesmayada sentí que me desgarraban las ropas y uno de los hombres, el más joven, me ultrajó. Perdí el conocimiento y cuando lo recuperé vi el cadáver de papá. Madre, con las ropas desgarradas, también sin vida.

Yo sentía un tremendo dolor en mi cuerpo, tenía sangre en mis ropas, también desgarradas. No podía pensar, no asumía ni entendía lo que había pasado. Me quedé acurrucada, sentada en un rincón sin saber qué hacer.

 

Algunos dicen que no existe la casualidad, que todo es causal. Pasó una pareja de granjeros, un matrimonio en un pequeño sulki. Extraño, porque no era un camino muy frecuentado donde estaba nuestra granja. El hombre bajó del carro tirado por caballo porque vio que había animales sueltos, la puerta abierta. No estaban las cosas en orden. Cuando entró en la casa la llamó gritando a su esposa, vio a mis padres y a mí, acurrucada en un rincón.

El hombre, acertadamente, le dijo:

-No me voy a acercar a la pequeña, ve tú. -La mujer se acercó a mí, me tendió las manos, me levantó me dijo:

-¿Tienes otra muda de ropa? -Asentí con la cabeza sin hablar.

-¿Dónde? -Le señalé con la mano derecha la otra habitación.

 

Entramos y estaba toda revuelta. La mujer me limpió como pudo y sollozando le conté lo que había pasado. Le dije que no quería estar más en esa casa. Me dijeron:

-Si lo deseas, te compraremos la granja, la casa y los animales a un precio justo.

-Está bien -dije.

 

Fuimos a la ciudad a firmar unos papeles. El matrimonio era muy amable, pero es como que tenía temor de mi parte de acercarme al hombre solamente por el hecho de ser varón.

Firmamos los papeles y me dieron unas monedas de oro bastante valiosas. A mis catorce de vuestros años conocía bastante lo que era el dinero. No se aprovecharon de mí, no me pagaron de menos. Los granjeros me dijeron:

-Yendo por este camino hacia el norte hay una cabaña con una anciana llamada Wilma, ella está casi siempre sola porque su hija Ralda va y viene a distintas regiones. Seguramente apreciará tu compañía.

La primera vez que hablé varias palabras:

-¿Y por qué? ¿Quién soy? ¡Si no me conoce! ¡Soy una huérfana en este momento!

-¿Pero sabes leer y escribir?

-Sí, sé leer y escribir, mis padres me enseñaron eso.

-Porque veo que en el papel has puesto Eve.

-Ese es mi nombre, Eve. -Me abracé con la esposa del granjero y al hombre le estreché la mano. Me quedé con un buen caballo, un caballo blanco con algunas pintas oscuras y marché para el Norte.

 

Tenían razón los granjeros, me encontré con una cabaña de madera, pero muy bien puesta. Al costado había una señora con una especie de báculo, parecía una hechicera, pero de edad indefinida, pero bastante grande por sus arrugas.

Desmonté del caballo y le dije:

-Tengo algo de dinero, si tienes comida te lo agradecería. -La mujer me dijo:

-Ata tu caballo y pasa, no tienes que pagarme nada, tienes un rostro sufrido. Mi nombre es Wilma.

-El mío es Eve. -Y le conté lo que había pasado, que vivía con mis padres, que vinieron tres jinetes mal entrazados. A padre lo mataron, a madre también luego de ultrajarla los tres, porque supongo que habrán sido los tres. Y a mí, aparentemente el más joven. Pero por alguna razón quedé con vida y puedo contarlo.

La anciana Wilma me dijo:

-Eve, las heridas emocionales, a diferencia de las heridas físicas, tardan mucho más en cicatrizar. Y algunas nunca, pero hay manera de superarlas.

-Ya lo sé... ¡con la venganza!

-No, la venganza te satisface momentáneamente, Eve, pero nada más. ¿Tienes adónde ir?

-Le vendí la granja y los animales, las herramientas de labranza, el arado, todo a los granjeros y me pagaron bien, obviamente, pero no, no tengo adónde ir, solamente tengo ese caballo y el dinero.

-Si quieres puedes quedarte conmigo.

-Los granjeros dicen que tienes una hija.

-Sí, va y viene, tendría que haber sido varón.

-¿Por qué dices eso?

-Porque Ralda es una experta en todo uso de armas.

-¡Qué raro siendo mujer!

-Sí, ya de pequeña jugaba con varones a que era una guerrera. -Comí con muchas ansias tratando de demostrar amabilidad. La anciana Wilma me dio una habitación muy bien arreglada, con una cama blanda-. Pide lo que desees. -Asentí con la cabeza.

 

Pero a solas en la oscuridad lloraba. Esa noche y la noche siguiente y la otra y la otra. A solas podía desahogarme con llantos. El hecho de haber a mis padres dejaba en segundo plano el dolor y la humillación de que me hayan ultrajado, pero mi sentimiento por la muerte de mis padres estaba a la larga siendo superado por la emoción, la nada sana emoción del ultraje, sentía como harto escozor cada vez que hablaba del tema, no quería que nadie se me acerque. Es como inconscientemente, ¿no?, odiaba a los hombres.

 

Pasaron como sesenta días y un día aparece Ralda, la hija de la anciana Wilda, seria, no sonreía, pero tampoco tenía el rostro antipático tenía el rostro sereno.

Le preguntó a su madre quién era yo y Wilma le contó todo. Se mostró amable y amistosa. Era bastante más grande que yo, tendría unos diecinueve, veinte años.

Me dijo:

-Eve te llamas, ¿no?

-Así es.

-No es bueno que te quedes sin hacer nada.

-La ayudo a tu madre.

-No, no, no, me refiero a que debes entrenar.

-¿Para qué?

-¿Quieres vengarte el día de mañana?

-¡Sí, por supuesto que quiero vengarme! -La anciana Wilma le dijo:

-Ralda, no le digas esas cosas, la venganza nunca es buena.

-Madre, tú eres demasiado buena, eres demasiado permisiva incluso. Si a mí me hubieran hecho lo que a esta niña ya los hubiera buscado por todas las regiones a los tres y les habría cortado la cabeza.

 

Y sí, finalmente Ralda me enseñó a usar todo tipo de armas: espadas, arco y flecha... me costó mucho más el hacha, porque era mucho más pesada. -Me dijo:

-No es que el hacha sea más pesada, tú todavía eres joven y no tienes el cuerpo fuerte. No solamente practicaremos con armas sino lucha cuerpo a cuerpo. Y te alimentarás mejor.

-Pero en la granja me alimentaba bien... cereales, hortalizas.

-¿Sí?

-Sí

-¿Comías carne?

-No, no me gustaban los animalitos...

-¡Basta! Tienes que comer un poco de carne. Eso te fortalecerá la sangre. -Me encogí de hombros.

 

Yo me sentía todavía una visita y Ralda era de mucho carácter, y al final me quedé viviendo con ellas. Al estar yo, Ralda no salió más a explorar a distintas regiones. Cada día me enseñaba algo nuevo. Nos levantábamos cuando salía el sol. Me decía:

-Toma bastante agua, no desayunemos todavía. -Practicábamos, cuando ya no dábamos más -o yo no daba más, porque Ralda tenía un estado físico envidiable-, desayunábamos. Devoraba la comida, del hambre que tenía de haber hecho el ejercicio.

 

Y pasaron los años. Tenía quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho. A los dieciocho años, lo digo con humildad, había superado a Ralda, física y a nivel mental, y aparte, era mucho más diestra que ella, que había sido mi maestra. Pero Ralda estaba orgullosa, para nada celosa.

Yo le decía:

-¡Mira lo que has logrado conmigo!

-No, Eve, tú lo has logrado, tú, tú sola lo has logrado.

 

Mi ropa era distinta, ropa de guerrera de cuero con algunas tachas metálicas, botas nuevas. Había ayudado a la familia, a la anciana Wilma y a su hija Ralda con algunas monedas de oro, pero todavía me quedaban bastantes.

 

Recuerdo que una mañana fuimos de excursión a un poblado. Y creo que ya lo he dicho, ¿no?: la casualidad no existe, todo es causal. Entramos en una cantina y los reconocí: en una mesa bebiendo y riéndose estaban los tres animales. Ralda vio mi mirada:

-¡No me digas que son ellos!

-¡Sí, los que mataron a mis padres! Y aquel, el más joven, el de barbilla fina, es el que me ultrajó.

-¡Acabaré con ellos!

-¡No, no! ¡Ese placer me lo dejas a mí! A tu madre no le cuentes nada, se va a poner triste porque no está a favor de la venganza.

Me acerqué a la mesa:

-¡Vosotros!

-¡Vaya, mira que mujer! ¿Qué quieres de nosotros? ¿Quieres ir a alguna de las habitaciones de arriba?

-No es necesario. ¡Los puedo matar aquí o salgamos a la calle! -Primero pusieron gesto de asombro, luego de enojo:

-¿Quieres morir, perra?

-¡Seré perra, yo creo que más bien soy loba y no creo que tres chacales me puedan matar!

-¡A ver si es cierto lo que dices! -Salieron los tres afuera.

 

Saqué mi espada. Ralda estaba alerta, pero le dije que no interviniese. El primero no llegó a decir nada, le clavé mi espada en el pecho, hice un giro y al segundo le abrí el estómago, los dos cayeron sin vida. El tercero fue el que me había ultrajado: lo herí en la pierna, en el costado, en el brazo, en la otra pierna, en el estómago, cayó de rodillas.

-¿Sabes quién soy?

-No -gimió.

-La niña, la hija de los granjeros, la que tú has ultrajado.

-¡Pero no puede ser que...! -Hice un movimiento con mi brazo y le cercené la garganta.

-Para qué hablar.

 

Ralda me tomó del hombro: -¿Le damos unas monedas al sepulturero?

Le dije a Ralda:

-Hice un entierro de primer nivel con mis padres. Con esta lacra le dices al sepulturero que los entierre en las afueras del pueblo. Y sí, le damos unas monedas.

-¿Te sientes mejor?

-No -confesé-, ¡para nada! Quizás sea un consuelo el haberlos matado, pero tengo dentro mío como, no miedo, ¿cómo explicarlo?, contigo me siento bien, pero a veces hay hombres amables que se acercan a hablarme y es como que no quiero que ni me toquen.

-Has quedado bastante traumada de pequeña.

-¡Sí!

-Pero ya lo tienes que superar. Eres muy buena con las armas, ningún hombre te va a poseer por la fuerza.

-¡Claro que no! -argumenté-, pero aun hasta la persona más amable me resultaría... como que en este momento me siento tan, pero tan incómoda, tan incómoda.

-Lo superarás -dijo Ralda-. Compremos algunas provisiones en el poblado y volvamos para casa. A mi madre Wilma no le contaremos nada. -Le pagamos al sepulturero, pagamos las provisiones en los almacenes y volvimos.

 

Como thetán, sí, me quedaron muchos engramas. Al repasar una vivencia difícil los engramas tienden a irse disipando, pero es un trabajo que lleva bastante tiempo, no es borrón y cuenta nueva, no, no, es un trabajo de voluntad y de aceptación, principalmente de aceptación.

 

Gracias por permitirme expresar y gracias a este receptáculo que me albergó tan gentilmente.