Índice

Psicoauditación - Cecilia P.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 13/11/2023 Gaela, Ludmila Briganti

Sesión del 16/01/2024 Gaela, Ludmila Briganti

Sesión del 05/02/2024 Gaela, Ludmila Briganti

Sesión del 23/02/2024 Gaela, Ludmila Briganti


Sesión 13/11/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Cecila P.

En Gaela estudiaba derecho y evitaba declararse a favor o en contra de la Orden del Rombo, una corriente religiosa peligrosa. Conoció a un adinerado benefactor social, quedó impresionada por el servicio que proporcionaba al pueblo. Trabó amistad con él, conversaron acerca de los tipos de amor en el plano físico.

Sesión en MP3 (4.572 KB)

 

Sesión de psicoauditación para María Cecilia. Voy a canalizar a su thetán para que relate la vida que desee elegir que le puede haber causado sus primeros engramas condicionantes.

 

Entidad: Estoy aquí con vosotros. Encarné por primera vez hace cien mil años en un mundo -idéntico prácticamente- al que vivo en el rol actual, porque Gaela es un planeta gemelo de Sol III situado a cien mil años luz, en un brazo situado del otro lado de la galaxia.

 

Había nacido en Plena, exactamente en Ciudad del Plata, su capital. Plena era el país más al sur del nuevo continente.

Mi nombre era Ludmila Briganti, nacida en 1947. En la época del relato, 1970, tengo veinte y tres años y estudio derecho, soy de lo que hoy llamaríais clase media.

Mi padre y mi madre, ambos son profesores, pero su sueldo les alcanza para vivir no mal, pero tampoco excelentemente bien. Tengo la suerte de que pueden costear mis estudios en una muy buena universidad, la cual tiene una excelente facultad de derecho.

 

A diferencia de Sol III, Gaela es un mundo que no está dividido por diversas religiones, tienen una sola religión que comenzó hace dos mil años, cuando en Nebrón los lizianos clavaron a Axxón en un madero en forma de rombo, y allí fue donde se formó la Orden del Rombo. Pero causalmente no fue en Lizia el país de donde era el imperio liziano sino en Amarís, por eso la Orden del Rombo tiene un doble nombre: Orden del Rombo u Orden de Amarís. Una inquisición tal que a diferencia de Sol III llega prácticamente hasta el siglo XXI.

Ahora estamos prácticamente en la tercera parte del siglo XX, en 1970. Por suerte, en Plena, país del sur del nuevo continente, prácticamente la Orden del Rombo tiene un alcance muy muy limitado; en países del viejo continente aún en pleno siglo XX ejecutan a traidores, no sólo en Amarís, ni en Liziana, sino también en Porísido y en Mágar.

 

Como estudiante de derecho soy una persona que debato con mis compañeras, algunas son hijas de fanáticos de la Orden del Rombo. Y no por empatía sino por evitar disgustos trato de no discutir con esa gente. Sabemos que la gente fanática está regida por enormes roles de ego.

Muchas veces -lo digo en lenguaje coloquial de Ciudad del Plata-, muchas veces me tantean, preguntándome:

-¿Y tú, Ludmila, como buena Briganti que eres, a quién apoyas? -Me encojo de hombros y les digo:

-Estudio leyes, amo la figura de Dios, pero trato de no ser extrema en la parte religiosa.

Una amiga, Jimena, me dice:

-¡Ah!, ¡ja, ja, ja!, pero entonces estás en contra de nuestra Orden.

-No, no, para nada, para nada, mis padres van al templo.

-¿Y tú?

-Generalmente, cuando puedo, sí. -Mentir para evitar discutir no lo considero un acto negativo, simplemente evito roces con gente que no me agrada, como toda persona fundamentalista, ya sea en la religión o en la política.

 

Pero me quedaron muchos engramas de esa vida en Plena, en el mundo llamado Gaela, porque muchas de mis compañeras de la facultad de derecho eran extremadamente religiosas y tenían un grupo -aclaro, ¡eh!, eso no les impedía ir a una disco a bailar o ir a reuniones-, y a mí me excluían, me dejaban de lado, me sentía sola.

Y de los varones, ¿qué puedo decir? Los veía como demasiado materialistas, poco..., ¿cómo decirlo?, no fervientes del amor personal. -Aclaro, esto me lo enseñó posteriormente una persona un año mayor que yo; el amor más fuerte que existe es el amor impersonal, el amor donde te brindas, el amor donde no necesitas, el amor donde todo lo das. Pero claro, es un amor muy fuerte, donde trasciendes en la parte espiritual, pero en el plano físico no. Y hasta los maestros de luz lo entienden, en la plano físico lo que más fuerza tiene es el amor personal, que abreva mitad del sentimiento y mitad de la emoción.

 

Le pregunté a esta persona:

-¿Cuál es la diferencia?

Y me dijo:

-Mira, Ludmila, la diferencia es muy sencilla: el sentimiento es amor puro, la emoción, aun la emoción buena, cuando un ser querido viene de vacaciones y lo abrazas porque hace meses que no lo ves, aun esa emoción buena es ego. Y el amor personal es emotivo porque necesita. El amor personal extraña, necesita. El amor personal cela. El amor personal se ofende. Aclaro, Ludmila, en el plano físico es el amor más fuerte. Incluso no es malo el amor personal en tanto y en cuanto ese amor se rija por la lealtad, de lo contrario es una farsa.

 

¿Cómo conocí a esa persona? Un joven apodado Pocho tenía amigos varones en la facultad de derecho, pregunté por él porque parecía una persona interesante.

Me dijeron:

-Mira, Ludmila, lo menos que te aconsejamos es que te acerques a esa persona. Primero que no le interesa la Orden del Rombo. -Entre nosotros, eso me agradó-. Segundo, es una persona de muchísimo dinero, para en un lugar llamado el Club Náutico, en las afueras de la ciudad.

 

Y una tarde, de causalidad me tropecé con él. Conocía mi nombre, me sorprendió:

-¡Ah! Tú eres Ludmila, Ludmila Briganti.

-Sí, correcto. ¿Y tú?

-Puedes llamarme Pocho.

-¿Pero estudias aquí?

-No no no, yo voy a una universidad privada, en zona norte.

-Vaya. ¿Y qué estudias?

-Economía, pero no le doy mucha importancia.

-Bueno -traté de ser suspicaz y le dije-, debe ser porque me comentaron que tienes mucho dinero.

-¡Je, je, je! Mira, el dinero no..., no te da estima, Ludmila.

-¿No? Yo creo que sí, ¿a quién no? Te confesaré que mis padres bancan mis estudios y me da como cierta vergüenza, porque tengo veinte y tres años.

-¡Oh! Yo tengo veinte y cuatro, y a veces estudio, a veces falto. Ya tenía que haber rendido tres materias y -Se encogió de hombros-, no me preocupa. Tendría que tener el ejemplo de mi amigo.

-No entiendo, ¿quién es tu amigo?

-Jorge Clayton, es el dueño del club Náutico, que queda en las afueras. -Fruncí el ceño.

-Escuché hablar de él, creo que tiene veinticuatro años y tiene una fortuna incalculable. ¿La heredó de los padres?

-No -me dijo Pocho-, la familia, sus ancestros vinieron del viejo continente, de un país que hace más de un siglo era monárquico. Ya no lo es, pero ellos, para darse dique, creídos, se hacen llamar duques, son de la familia del duque de Wynot. Incluso cuando Clayton era más pequeño le decía el duque de Wynot.

Le pregunté:

-¿Y él qué dice a todo esto?

-Le molestaba. Dice "Estamos en Plena un país democrático, eso de duque pasó a la historia".

-Tengo entendido -exclamé-, que hace buenas obras.

-Mira, no tengo problemas en invitarte al club Náutico.

 

Me envaré, me puse dura. Yo había tenido una experiencia con un joven de la facultad con el cual salimos como amigos cerca de tres meses. Nunca me hablaba de afecto ni nada. Le gustaba mucho derecho, como a mí, y es como que intercambiábamos conocimiento de las materias. Quizá yo fui la que hice hincapié sin darme cuenta y le dije:

-De la manera que nos tratamos parecemos almas gemelas.

Como si le hubiera dicho un insulto el joven se espantó:

-¿De qué hablas? Ubícate, Ludmila. -Y no me habló más.

 

Entonces, cuando Pocho me invitó tuve como una reacción negativa y se lo dije:

-¿Para qué me invitas?, ¿qué quieres a cambio?

-¡Epa! Espera, espera, no me conoces, no quiero nada a cambio, no pienses que todos los que tenemos dinero somos gente que se aprovecha. Nada más quiero presentarte a Jorge Clayton. ¿Te molesta si te paso a buscar el sábado? -Me encogí de hombros.

-Está bien. ¿En el club, en la barra puedo utilizar el teléfono para avisarles a mis padres que llegué y para avisarles a qué hora voy a volver?

-Sí, por supuesto, no hay ningún problema.

 

El sábado me pasó a buscar. Pocho era muy conversador, pero es cierto, se notaba que tenía baja estima. Me contó que había una tal Paula, a él le gustaba.

Le digo:

-Bueno, entiendo que en el club Náutico son todos de la misma clase, ¿cuál es el problema?

-No, no, ella no está en el club náutico, ella estaba en el club hípico de Ciudad del Plata, capital. Pero me miraba como si yo fuera un objeto; a ella le gustaba Jorge Clayton, pero Jorge Clayton la miraba de manera indiferente.

-¿Pero por qué, Pocho, porque Clayton era creído, vanidoso?

-No, no, al revés; no le gustaba la gente vanidosa. Fíjate qué cosa, que Clayton teniendo tres veces más fortuna que yo -y no por los padres, él invirtió en acciones, sus padres le dieron libertad y trataron en un juzgado su mayoría de edad y lo emanciparon al los dieciséis-, y él teniendo libertad de acción empezó a invertir y duplicó su dinero. Digamos que en este momento tiene más dinero que su madre.

-¡Cómo su madre!, ¿y su padre?

-Lamentablemente falleció.

-¿Joven?

-Sí, fue un tremendo sacudón para Clayton, un tremendo sacudón. Y eso no es nada, tenemos un refrán que dice: "Sobre llovido, mojado"; al poco tiempo, por defender a unos obreros que los habían calumniado en el club hípico, votaron por echarlos. Él se opuso, pero como él tenía menos de la mitad de las acciones, al no tener mayoría no pudo hacer nada. Obviamente los ayudó a esos obreros a independizarse y él gentilmente sin pedir nada a cambio les puso un taller. Y en este momento ambos, es un matrimonio, son prósperos. Él ayuda a la gente y se rodea mucho incluso de gente de clase pobre porque siente son más auténticos. No todos, ¿eh?, Clayton ha conocido gente pobre que lo ha defraudado muchísimo. Pero ya te comentaré si no te aburres de mi conversación.

-No, para nada, para nada,

-La cuestión fue que Jorge Clayton vendió su parte del club hípico, se llevó sus mejores caballos e inauguró el club náutico. Los caballos los tiene en una caballeriza bien cuidados, bien alimentados, con un excelente veterinario. Y organiza carreras de lanchas con una tremenda protección en las mismas. Jamás en el tiempo que está allí hubo un solo accidente. Pero a su vez hay un inmenso bar, en la parte trasera un restaurant y también detrás una disco donde los fines de semana organizan reuniones bailables.

 

Cuando llegamos había un joven muy serio, elegante. Olía a una loción importada.

Lo miró a Pocho:

-¿Cómo estás?, preséntame a la señorita... -Hablaba como si fuera del siglo pasado o de comienzos del siglo XX.

Me presenté sola:

-Mi nombre es Ludmila, Ludmila Briganti, estudiante de derecho.

-Un gusto, Jorge Clayton. Ya te habrá hablado Pocho de mi persona. ¿Si no te incomoda quieres sentarte con nosotros? -Había otra pareja, ella se llamaba Betty y él Ferenc.

Le dije:

-¿Ferenc?

-Sí, no soy de aquí, soy de Mágar, vine por un intercambio estudiantil pero me quedé aquí.

 

Me pareció gente muy interesante. Yo siempre tenía la creencia que la gente de fortuna era falsa, creída. Nada que ver, por lo menos no con esta gente, me parecían más empáticos, más..., ¿cómo decirlo?, más asertivos en su manera de hablar y de ser que mis compañeros de derecho.

Les conversé sobre derecho, les encantó el tema, principalmente a Jorge Clayton.

Le pregunté:

-¿Y a ti qué te interesa?

-Todo. Todo lo que no sea religión. Últimamente en el hospital público hice inaugurar un nuevo pabellón.

-Vaya, te felicito.

-Muchos me han criticado. -Me sorprendió.

-No entiendo, has hecho una obra de bien.

-No todo el mundo me entiende, estimada Ludmila, dicen "Claro, como tienes fortuna puedes ayudar".

-¿Y qué les has respondido? -pregunté.

-Muy sencillo, les dije: "Conozco muchísima gente que tiene dinero y no mueve un dedo por ayudar a nadie. Por otro lado no hace falta tener dinero para ayudar". Otros me dicen: "¡Ja, ja, ja! Mira quien lo dice, el que tiene más fortuna de Plena". Pero es cierto, se puede ayudar tendiendo una mano al caído, consolando al desolado, escuchando al solitario, abrazando al desamparado. No todo es dinero. Y a veces me incomoda que me encasillen: "Ahí va Clayton, el millonario que puede viajar a distintos países". Lo que no se dan cuenta es que a mis veinticuatro años sí pude viajar a otros países para también allí ayudar donando ecógrafos en sanatorios, ayudando con nueva tecnología. Aquí mismo, en Ciudad del Plata, estamos haciendo pequeñas computadoras.

-¿Cómo es eso?

-Sí, pienso que en poco tiempo van a salir a la venta. Tenemos en este momento tres fábricas y muchos de mis amigos están supervisando las mismas.

-Perdón, ¿estás hablando de que en poco tiempo cada persona podrá tener un computador?

-Sí. Pero además estamos fabricando monitores.

-No entiendo...

-Claro, son como pequeños televisores pero chatos, no de tubo sino chatos, y los podrán tener en cada hogar. Obviamente he contratado técnicos no solamente de Plena sino de Beta, el país más industrializado del norte del nuevo continente, y ayudan y mucho. Obviamente cobran lo suyo, pero vale lo que cobran, y eso es lo importante.

-¿Y qué opinas de lo que yo estudio? -le pregunté.

-Creo que el derecho, por lo menos en un país democrático, es uno de los tres poderes.

-Explícate.

-Claro. El poder judicial que tiene que ser independiente de los otros dos, del ejecutivo y del legislativo.

 

Me sentí muy bien, pero a última hora de la tarde, cuando ya estaba oscureciendo, sentí como un temor que corroía todo mi interior.

Clayton me preguntó:

-¿Qué te sucede?

-No sé, me siento como extraña en este lugar.

-Pero Ludmila, eso no te pasaba antes.

-Sí, es de repente, al ver que la tarde está terminando y está oscureciendo me quiero volver a casa.

-¿Quieres que te lleve?

-No.

-¿Quieres que te lleve Pocho?

-No no no.

-Entonces aquí en la barra tienes un teléfono. ¿Tienes tu familia?

-Sí, mi padre y mi madre.

-Llámalos por teléfono, en el otro salón hay otro teléfono. Llamaré a un taxi y ya lo dejaré pago. -Le pasé la dirección, llamó un taxi y yo hablé a mis padres.

-¿Estás bien? -me dijo mi madre.

-Me tratan muy bien la gente, son muy amorosos, nada que ver con los compañeros de la facu. Pero de repente tengo como cierto temor, será porque ya viene la noche. Pero son muy gentiles, me llamaron un taxi y un tal Clayton, que es el dueño del lugar, me pagó el taxi.

 

Me acompañaron hasta la puerta, esperaron que llegara el taxi, me estrecharon la mano muy educadamente y volví en el taxi para casa.

 

¡Ahhh, qué papel de tonta que habré hecho!, son gente muy educada a pesar de tener dinero. Me habrán tomado por una tonta, no me van a llamar más.

 

Y después me enojé conmigo: ¿Por qué no me van a llamar?, no hice nada, simplemente dije que no me sentía bien. O sea, que estaba internamente pelando conmigo misma.

 

Llegué a casa. Le digo:

-Discúlpeme -al chófer- no tengo para darle propina.

-Señorita, quédese tranquila, el señor Clayton, que siempre me llama, ya me dejó una abundante propina. Que le vaya muy bien. Buenas noches.

-Gracias, señor.

 

En casa mis padres estaban con la puerta abierta esperándome.

-¿Todo bien, Ludmila?

-Sí, por suerte sí. -Me caían las lágrimas.

-¿Pero por qué lloras?

-De emoción.

 

Y como había dicho Jorge Clayton en medio de la conversación, la emoción viene del ego, porque si no, ¿por qué llorar si estaba contenta? Qué contradictoria que soy. O qué contradictorio es mi ego.

 

En Gaela, hace cien mil años atrás, en el rol de Ludmila Briganti.

 


 

Sesión 16/01/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Cecila P.

Seguía con temores ante cosas nuevas, personas nuevas, relaciones nuevas, proyectos. Un amigo le animó a atreverse, a conocer, a aprender. Y decidió no dejar que la vida le pase por encima.

Sesión en MP3 (3.549 KB)

 

Entidad: Me llamó por teléfono, Ferenc, a casa. Por suerte atendí yo.

-¿Quién habla?

-Ferenc. ¿Cómo estás Ludmila?

-¡Cómo me llamas a casa!

-¿Tus padres no saben que vas al club Náutico?

-Sí, pero no..., no quiero que me estén preguntando a dónde voy, con quién salgo.

-¿Pero acaso no tenías amigos con los que estudiabas?

-Sí... Bueno, ¿Pero para qué me llamas?

-Mañana tenemos reunión, nos juntamos varios amigos, va haber amigas también.

-¿Mucha gente?

-Vamos a ser una mesa de cerca veinte personas.

-¿Y si lo dejamos para otro día, Ferenc?

-Ludmila, si después tenemos que hablar sobre temas personales nos juntamos con Jorge Clayton, nos juntamos con otros amigos. Te paso a buscar.

-No, me tomo un taxi -le respondí.

-Ludmila, te paso a buscar tipo cuatro de la tarde.

-Bueno. -Colgué y suspiré.

 

-¿Quién era?

-Un amigo, mamá, Ferenc.

-¡Ah!, el chico de Mágar, ¿el que vino por intercambio estudiantil y se quedó?

-Sí, madre, ya te lo expliqué.

-¿Y qué intenciones tiene?

-Madre, nos juntamos varios, no tiene ninguna pretensión para conmigo.

 

Después me encerré en la habitación y me sentía molesta. Yo no digo que todas las personas sean buenas, tampoco que todas las personas sean malas, pero Ferenc primero que tenía novia a la que amaba y era una persona cortés y educada. Y me incomodaba que preguntaran qué pretensiones tiene para conmigo. En el club Náutico jamás nadie me había faltado al respeto de ninguna manera.

 

Bueno, al día siguiente ya estaba preparada y fuimos al club Náutico, me sentí primero un poco incómoda en una mesa de tanta tanta gente. Estaba rodeaba de los que más conocía; estaba rodeada de Ferenc, estaba rodeada de Jorge Clayton, más allá Pocho...

Otro muchacho que era oriundo del viejo continente del norte, llamado Lars, se había erradicado en Plena, pero le gustaba el frío y se quería radicar cerca de la cordillera. Pero dudaba, porque se había hecho muchos amigos aquí. Lars era el más alto de todos, medía como un metro noventa, totalmente rubio y bastante bastante simpático.

 

Conversamos de mil temas. Comimos algo y después sonó la música, la mayoría se fue al otro salón a bailar. Nos quedamos con Jorge Clayton, Ferenc, Betty y Lars. Lars sacó a bailar a una chica y se fue al otro salón.

 

Me habló Ferenc. Betty era una chica tan humilde, tan cálida, igual que Ferenc.

Les dije que tenía una posibilidad de estudiar para profundizar mis estudios que había hecho en Plena, en Amarís. Mucho no me convencía porque era el centro de la Orden del Rombo y yo era una persona creyente pero no religiosa, todo lo que es fundamentalismo no me gustaba.

 

Recuerdo que Clayton me dijo:

-Si tienes la posibilidad de estudiar en Amarís, en el viejo continente, ¿por qué no habrías de hacerlo?

Le respondí:

-Podría darte mil razones; un lugar que no conozco, gente que no conozco, tendré amigos con los cuales no sé de qué hablar...

Ferenc me dijo:

-Pero eso pasa siempre hasta que luego los conoces y ya tienes de qué conversar. Coméntales como es Plena, qué cosas te gustan de Plena, qué cosas te gustan de Amarís. ¿Te incomoda la parte religiosa?, no la toques, no hables, habla de lo que a ti te gusta.

-Sí -le respondí con dudas a Ferenc-, pero no pasa por ahí, pasa porque tengo temores internos, miedo al fracaso, miedo a... al miedo.

Clayton me dijo:

-Ludmila, ¿qué es el miedo al miedo?

-¿Cómo explicarte?, miedo a entrar en pánico.

-¿Por vivir en un nuevo escenario?

-Por mil cosas. Por estar con gente que no conozco, por temor a no congeniar, por temor a que no lo considere mi lugar de pertenencia. -Agregué mirando a Clayton-: Quizá tú estás acostumbrado porque viajas seguido al norte, al viejo continente; vives viajando, para ti es como una rutina.

Me miró con una mueca como queriendo sonreír y me dijo:

-Mira, voy a empezar por lo último. Yo no considero que mis viajes sean rutina, yo considero que tienen utilidad, si fueran rutina no los haría. A mí me hace sentir bien poder inaugurar nuevos proyectos, hacer cosas nuevas. Y segundo, que era lo que habías dicho primero, yo no me acostumbro, me adapto a los viajes, no soy una persona que se siente cómodo viajando trece, catorce horas estando inmóvil en un asiento. Está bien, puedo coger un libro y leer, pero no estoy cómodo.

Le pregunté:

-¿No te gusta un avión, tienes miedo a volar?

-No, no, Ludmila no pasa por ahí, siempre quiero estar haciendo cosas, y el viaje para mí es...

-¿Pero acaso no estás nunca en una oficina con tu máquina de escribir haciendo cosas?

-Sí, pero no trece horas o nueve si voy al país de norte, a Beta. Siempre hago cosas, pero de repente las dejo y hago otras, no significa que el trabajo anterior lo olvide o lo deje tirado, no no no no, pero no me gusta la monotonía. Por eso yo te digo que mis viajes no son rutinarios, son viajes que disfruto, disfruto el destino no el viaje en el avión, lo que voy a hacer en el destino, algún pabellón de un sanatorio para inaugurar. La vez pasada en Saeta, una fábrica para realizar proyectos de ordenadores personales. Entonces ese tipo de avances tecnológicos en los que puedo aportar me sirven. Ahora, Ludmila vamos a tu caso: ¿lo que vas a estudiar en Amarís te gusta?

-Absolutamente sí -le respondí.

-Pero piensas que no vas a encajar, lo cual no es cierto porque de diez personas habrá algunos con los que no tendrás diálogo, otros con los que tendrás poco diálogo y otros con los que dialogarás a diario. Pero eso le pasa a todos, no solamente a ti Ludmila. De todos modos si ves que no te sientes cómoda en el lugar, te quedas un tiempo y vuelves.

-Lo que pasa que no se trata de ir y volver, tengo la posibilidad de una beca y la quiero aprovechar.

-Ludmila, ¿sabes lo qué es procrastinación?

-Sí, como dejar algo para otro día.

-Es mucho más grave, es postergarse la propia persona. Y cuando nos postergamos, "No lo haré hoy, lo hará mañana. Mañana me atreveré, hoy no", lo que pasa que ese mañana cuando llega el día siguiente va a seguir siendo mañana y al otro día va a seguir siendo mañana, y ese mañana no va a llegar nunca, va a ser el horizonte que quieres alcanzar y no puedes, y te vivirás postergando. La vida no es justa ni injusta, la vida es aprendizaje para bien o para mal. Ludmila, lo ideal es que aproveches la beca.

 

Habló Ferenc:

-Mira, mi caso fue muy muy grave porque en Mágar, donde yo vivía, hasta corríamos riesgo gravísimo porque la Orden del Rombo se había unido con el gobierno de Mágar y era dictatorial, hasta tuve que esconderme un año. Y finalmente pude viajar a Plena. Yo no sabía cómo era Plena, me sorprendí, había barrios que conservaban su antigüedad, con calles empedradas, la parte del centro con calles completamente asfaltadas, restaurantes que seguían abiertos hasta más allá de las dos de la madrugada. En Mágar eso no pasaba, a las veinte y tres horas ya estaba todo cerrado. Amarís tiene una capital que es mucho más grande que la de Mágar y si bien no es como Ciudad del Plata hay clubes sociales, hay clubes de estudiantes, no todo el mundo es fanático fundamentalista, hay gente buena. Se trata de que te decidas y no te postergues, porque si te sigues postergando va a llegar un momento, Ludmila, en que digas: "¿qué pasó con mi vida?

 

Habló Clayton:

-Hay algo que digo desde que tenía veinte años, y no lo aprendí por mi padre, lo aprendí por un señor que conocí a mis dieciocho, un señor que tenía sesenta y ocho años, filósofo, venía del viejo continente. Le tenía un aprecio tremendo y después no lo vi nunca más. Él me decía: -"Cuando te das cuentas son las seis de la tarde, se te pasó el día. Cuando te das cuenta es viernes, se te pasó la semana. Cuando te das cuenta estamos a día treinta, se te fue el mes. Cuando te das cuenta estamos en Diciembre, se te fue el año. Cuando te das cuenta tienes treinta, ya no eres adolescente. Cuando te das cuenta tienes cuarenta y piensas ¡Wow!, estoy en la mitad de la vida. Cuando te das cuenta tienes cincuenta y ya no estás en la mitad de la vida y piensas que eres una persona grande. Cuando te das cuenta estás en los sesenta y te ríes tristemente y dices: "Qué tonta, tenía cuarenta y me sentía vieja, ¡quien pudiera volver a los cuarenta!"-. El hombre me siguió hablando y me decía: -"Ya estoy llegando a los setenta"-. -Le pregunté-: ¿Pero señor, ha logrado cosas? -Sí, muchas, pero es como que la vida me quedó corta porque quería hacer muchas cosas más, pero las empecé tarde. Pero tú eres joven, Clayton, tú tienes tiempo de hacerlas.

Finalmente Clayton me miró.

-¿Entiendes, Ludmila, lo que quiero decir?, no hay que dejar que la vida nos pase. La vida corre y nosotros debemos correr con ella proyectando, haciendo cosas sin tener miedo de vivir, porque de eso se trata. Se vive estudiando, aprendiendo, teniendo lazos con otras personas, atando afectos, sintiendo, queriendo, estrechando manos, abrazando, aprendiendo. Porque nunca dejamos de aprender, Ludmila, nunca. ¿Pero cómo vamos a aprender si no nos atrevemos? -Suspiré.

-Entiendo perfectamente. -Lo miré a Clayton, a Betty, a Ferenc-: Yo entiendo perfectamente todo. Una vez que dé el primer paso yo pienso que los demás los voy a dar automáticamente. Me ha sido muy útil esta conversación, a los tres les digo. Me siento dichosa de conocerlos, pero no quiero pensar.

-No pienses -me dijo Betty-, vamos a escuchar un poco de música. No hace falta que bailes, podemos ir al otro salón, te puedes pedir un jugo, pero dispersa un poquito tu mente, dispersa un poquito tu mente.

 

Y le hice caso. Fuimos a escuchar un poco de música y despejé mi mente. El tema era atreverme y no dejar que la vida me pase por arriba. Ese era el secreto.

 


 

Sesión 05/02/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Cecila P.

Su amigo, Jorge Clayton, se esmeraba en proponerle un método, "El arte de no ofenderse", con el cual podría ser libre de vivir su vida sin preocuparse de la opinión que le tuvieran los demás. Ya había aprendido de ello, practicando, pero debía seguir avanzando en la técnica. Uno no es libre hasta que lo decide.

Sesión en MP3 (3.856 KB)

 

Entidad: El primero que me vio al entrar al círculo fue Pocho.

-¡Ludmila! ¡Ludmila Briganti, has venido!

-Sí -respondí-. No quería molestar a Ferenc, que siempre tiene la deferencia de alcanzarme con su coche, quiero valerme por mí misma. El encargado de entrada ya me conoce, sabe que soy amiga vuestra.

-Ven, siéntate, los jóvenes aún no han venido.

-¿Y Ferenc y Betty?

-No, no se han comunicado. -Me senté con Pocho.

Me preguntó:

-¿Quieres tomar algo?

-Sí, una barra de chocolate con leche.

-¿Quieres comer algo?

-No no no no, tomaré algo caliente. Estamos ya en junio y ha empezado un poquito el fresco, no hace frío todavía, pero junio es ya para temperaturas para ir con una pequeña campera o un abrigo.

 

Pocho, muy caballero, me trajo la bebida caliente.

-Tienes que mezclarlo bien, es un chocolate amargo y está bastante duro.

-No hay problema. ¿Y tú qué tomas, Pocho?

-Yo me tomo un whisky.

-Son las diez de la mañana. A ver, tú eres distinto a Ferenc, eres distinto a Jorge Clayton, ¿has desayunado? -Me miró sonriendo.

-No, rara vez desayuno.

-No..., no quiero parecer una entrometida, no tenemos tanta confianza contigo, pero yo no tomaría whisky con el estómago vacío.

Me habló en voz baja:

-Fíjate.

-¿Qué cosa?

-Fíjate la mesa de allá, de la punta, Ludmila. Está Cuca, está María Belén, Alejandra, están todos tomando cócteles.

-¿Y tú piensas que se fijan en ti porque tomes un whisky?

-Recién me miró Cuca y la saludé con mi vaso de whisky.

-¿Y?

-En un segundo dio vuelta la cara.

-Vuelvo a preguntarte, Pocho, supón que estuvieras solo en tu casa, ¿qué tomarías?

-Un café y leche, y me compraría unas masas dulces.

-Y el whisky lo haces para que te miren: "Mira, Pocho tomando whisky, y seguramente de primera marca".

-¿Y qué hago?

 

Lo analizaba a Pocho. Millonario, no como Clayton, pero me preguntaba a mí, que venía de una familia pobre: "¿Y qué hago?". Ya me había comentado Clayton de el poco carácter que tenía Pocho, pero sí era superatento, superamable, supercaballero.

 

Le dije:

-¿Qué haces?, lo dejas. Vas a la barra y le pides al barman o al camarero que está sentado sin hacer nada, pídele una bebida caliente, pídele un chocolate con leche como el mío y pídete un croissant o algo.

-¿Y el whisky?

-Lo dejas.

-¡Es caro!

-Caro para mí, no para ti. -Me miró, frunció el ceño.

-Tienes razón. -Fue y se pidió una bebida bien caliente, con chocolate.

 

Lo trajo: -Me he copiado de ti.

-No pasa por copiarnos, pasa por lo que te gusta. Yo no me pido croissant porque me basta con el... Aparte, me cuido la línea, ¡je, je!

-Mira, Jorge Clayton. -Me di vuelta, lo saludé. Nos hizo una seña que ahora venía y fue a hablar con el camarero. Se sentó.

-¿Cómo están?

-Bien. -Lo miró a Pocho.

-¿Vas a tomar el chocolate con leche y luego el whisky?

-No.

-¿Y el whisky qué hace en la mesa? -Me miró a mí-. No me digas nada, sé lo que pasó.

-¿Eres adivino?

-No, armo la escena -dijo Clayton-. ¡Ay, Pocho, Pocho! -Y le dio un abrazo rompe costillas.

Pocho se quejó:

-Me vas a quebrar en dos.

-Bueno, ponte contento, es un abrazo de cariño.

-¡Vaya, cómo sería un abrazo de furia! -Clayton rió.

-La escena fue así. Pocho se pidió un whisky para aparentar con las chicas de allá y luego tú le dijiste que no tenía sentido aparentar y se pidió lo mismo que tú, ¿me equivoco?

-No -dije yo.

-Ahora -Me miró a mí, me miró a los ojos y me estudió-, entiendo que has venido sola.

-Sí.

-Eso es un avance.

-No quería molestar a Ferenc.

-Bien, ya te conocen los encargados. Y si un día no tienes dinero para consumir, va a mi cuenta.

-Tampoco eso es lo correcto, Clayton. O sea, pueden pensar que soy tu pareja y que tú me pagas. -Frunció el ceño.

-Espera, espera, pueden pensar... ¿quién?

-Y por ejemplo las chicas de ahí.

-¡Je, je, je! Fíjate, Ludmila, lo que has dicho, ¿cuál es la diferencia entre Pocho aquí presente que quiere aparentar con el whisky y tú que tienes reparos por los prejuicios que puedan tener esas chicas que ni se fijan en Pocho y ni se fijan en ti?

-Es que no me gusta vivir de apariencias.

-Disculpa, Ludmila, nadie vive de apariencias. Tú no tienes porque fingir, no ocultar a nadie. Habrá quien piense que tienes dos mansiones y habrá quien piense que eres una persona humilde. ¿El pensamiento de los demás te afecta?

-Sí -admití.

-¿Te daña una palabra, un prejuicio?

-Y obviamente -admití.

-Si alguna de las chicas dijera: "Tú no eres de nuestra clase", ¿te molestaría?

-Me lastimaría.

-¿Por qué?

-¿Pero qué te parece?, ¡es una ofensa!

-¿Por qué te ofenderías? Hay un ejemplo que he dado varias veces. Mira, justo se te cayó un cabello, lo pongo sobre la mesa, aquí ni hay viento. Dile que se mueva, pero convencida, ¿eh?

-Esto es ridículo.

-Entonces lo haré yo: "¡Muévete, he dicho que te muevas, muévete!" -Clayton me miró-: ¿Se movió?

-No, obviamente se movería si lo soplas, pero por una palabra no se va a mover. Pero no entiendo.

-Te lo explico, Ludmila. Si mi palabra o la palabra de cualquiera de esas niñas mal criadas no pueden mover un cabello, ¿cómo pueden tener el poder de lastimarte?

-Porque es distinto, porque te lo dicen indirectamente.

-¿Y por qué permites recibir en tu interior esas palabras en lugar de blindarte y que te reboten? -Me sulfuré.

-Para ti todo es fácil, eres una persona superada, ¿pero por qué habría de dejar pasar o de que me rebote una ofensa?

-Se ofende el ego. ¿A ti te importa ser de la clase de ellas?

-No, honestamente no. Son creídas, vanidosas, todo lo contrario a lo que soy yo.

-Bien. Entonces si una persona así te dice "Tú no eres de mi clase", ¿no tendrías que tomarlo como un halago? No me respondas, piénsalo bien. Tú no quieres ser como ellas, no eres malcriada, no eres vanidosa, no eres creída y no quieres ser como ellas.

-Para nada -le respondí.

-Entonces cuando te dicen que no eres como ellas, ¿por qué te molesta?

-Porque lo dicen con doble sentido, como insultándome, como diciendo "Tú eres de clase baja".

-O bien diciéndote que eres una persona sencilla. ¿O eres creída?

-No. Es como tú dices, soy sencilla.

-Entonces porque no lo piensas bien, ¿por qué habría de ofenderte que te digan que no eres de su clase?, ¿no tendrías que pensar "Gracias por pensar eso, es un halago"?

-¡Ay!, Clayton, de la manera que lo dices está todo perfecto, pero hay algo por dentro que me retuerce el estómago.

-Entonces no pasa por la palabra, pasa por que no las soportas.

-No, honestamente no las soporto, ese aire de creerse más que una.

-Bueno, díselo a Pocho, que vive pendiente de ellas. Una vez le sonríen y él se pone como loco.

 

-¡Epa! Estoy presente, ¿eh?

-Sí -dijo Clayton-, yo nunca hablo a espaldas de nadie. Es como si estuvieran comiendo y te tiraran migajas y tú te pones contento porque te tiraran migajas. Es hora de que..., ¿y mira que hablamos, eh?, es hora de que apuntes para otro lado.

-Pero para mí, Cuca es extraordinaria.

-Vaya. ¿Para ti es extraordinaria la reina del desprecio?

-Bueno, contigo no lo es, a ti no te desprecia -le dijo a Clayton.

-Entonces ignórala, como la ignoro yo.

-Va a saber que es una jugarreta.

-¿Qué te importa? Hay otras chicas, en el náutico, de fortuna y mucho más humildes. Y además, ¿por qué tienes que buscar una de fortuna? Yo me enamoré dos veces -dijo Clayton-, y ninguna de las dos era de fortuna. Una me decepcionó no creyendo en mi palabra, la otra no me decepcionó, simplemente que no soporta que viaje de un lado a otro. Y yo por ahora voy a seguir haciendo obras en distintos países.

 Le dije:

-Lo tuyo es meritorio. Y esa novia, ¿por qué no te acompaña? -Clayton me miró.

-Una, Ludmila, porque tiene trabajo y no lo quiere dejar. Y otra porque lo dejaría únicamente porque quiere volver a su país, que hace rato que no ve a sus familiares. Quizá se ausente un par de meses o se quede un tiempo más, aquí en el diario le dijeron que la esperan.

-¿Entonces ustedes cortaron la relación?

-No, no por ahora. Pero me reclama presencia y todavía no he terminado con las cosas que tengo que hacer. Tengo que viajar de vuelta a Saeta para inaugurar otra fábrica de ordenadores. Es la tercera vez que voy a inaugurar fábricas. Bueno, y daré alguna conferencia. ¿Y tú?

 

Lo miré:

-Yo no estoy decidida todavía. Quiero estudiar afuera, quiero perfeccionarme. Pero hay gente que no conozco... Si me ha costado venir al Náutico, que está, no sé, media hora cuarenta minutos de casa, no saco bien las cuentas, y viajar trece horas en avión no... Pienso que sería más práctico perfeccionarme aquí y todo lo que podría gastar en viaje lo invertiría en trabajo para mí. Yo no soy como tú, Clayton, de que va a todos lados. -Me miró.

-En algún momento te lo dije, no me gusta viajar, estar trece horas en un avión para ir al viejo continente, nueve horas para ir al país de norte, a Beta. No no no. Voy capaz un par de días y regreso, y estoy casi la mitad del tiempo en el avión. Pero son obligaciones que yo me impuse. Pero bueno, lo que tienes que hacer, Ludmila, es saber verdaderamente dentro tuyo qué es lo que quieres, qué es lo que puedes, y llevar a la práctica lo que puedas. Si tienes temor de no llevarte bien con la gente del viejo continente y ya vas con la idea preconcebida de que no te va a ir bien, no te va a ir bien porque uno se condiciona, para bien o para mal. Pero pasa esto en muchas situaciones de la vida. Te gusta alguien, "¡Pero no me va a dar importancia!". Me miro al espejo: "Quién se va a fijar en mí..." Y ya vas con un no. No podemos ir como perdedores a ningún lado.

-O sea -le pregunté-, ¿si tú dices que vamos como ganadoras, ganaremos?

-No necesariamente, puedes perder igual. Pero si vas como perdedora, cien por ciento seguro que no ganas. Si vas como ganadora tienes un cincuenta a favor y un cincuenta que no, pero es algo. Siempre lo digo. Pero siempre siempre siempre el no ya lo tienes al no ir, al no atreverte. Y si te atreves tienes un cincuenta por ciento de sí y un cincuenta por ciento de no.

-¿Eso lo dices por alguien que me puede gustar o por el viaje?

-Por alguien que te puede gustar. El viaje ya es distinto porque vas mal predispuesta: un viaje largo, no conozco a nadie, no sé si me adaptaré... Si tú ves que te sientes más cómoda aquí, todo lo que vas a gastar en viáticos, en estadías lo inviertes aquí. Pero no hagas lo que yo te diga, haz lo que tú te digas a ti misma. Nadie te obliga, tú eres dueña de tus actos como también eres dueña de tus responsabilidades. Mientras entiendas eso es mucho más factible que las cosas te salgan bien a que te salgan mal. Aplícalo para todo en tu vida, aplícalo para todo usando el sentido común, que como siempre digo es el menos común de los sentidos. Vamos, Ludmila Briganti, eres tú, eres plena por dentro, y no responsabilices a que tu situación económica es tambaleante. No, no te lo permitas.

-Me quedaré pensando. Mientras tanto hoy voy a ser la primera que vaya al salón de música, ahora que están pasando música suave.

-¿Bailarás? -dijo Pocho.

-Para nada, me quedaré sentada escuchando, con los ojos cerrados, tranquila.

-¿Y si viene alguna de las chicas creídas? -Me encogí de hombros.

-Que venga. A mí no me molestan.

 

Tendría que dar ese primer paso. Pero también tendría que pensar para dónde doy ese paso, qué inversión me dejaría más rédito.

Hay un refrán de nuestros mayores que decía: "Nunca te tires a la pileta si no sabes si hay agua; primero fíjate". Y esto va para todos los órdenes de la vida.

 

Hasta todo momento.


 

Sesión 23/02/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Cecila P.

Tenía un amigo que se lamentaba de la poca suerte que tenía al relacionarse afectivamente. Hablaron del tema cuidando que entendiera que debía aumentar su autoestima ante todo.

Sesión en MP3 (3.485 KB)

 

Entidad: Ya me sentía acostumbrada a que Pocho me viniera a buscar hasta casa y me llevara al club Náutico. Aclaro, por las dudas, que Pocho no tenía ninguna intención afectiva hacia mí, era un amigo, él estaba tontamente enamorado de Cuca, que lo ignoraba como si simplemente fuera un insecto que pasara por ahí.

 

No soy de meterme donde no me llaman, pero como Pocho me da la oportunidad de hablar le dije:

-Mira, ahora después de tantas veces que nos hemos tratado puedo decir que somos amigos.

Me dijo:

-Así es, Ludmila, así es. ¿Pero a qué viene eso?

-Mira, Pocho -le dije-, siento como que te estás rebajando, siento como que te estás humillando, como implorando migajas de amor a alguien que no se lo merece. Cuca es una persona que lo único que hace es sacar provecho de la gente. Si quieres utilizo un idioma más vulgar: usa a la gente y la tira como si tú, Pocho, usaras un traje y con el tiempo pasara de moda y se lo das a una persona menesterosa para que lo abrigue. Bueno, ella ni eso. Ella con las personas las usa y las tira. El papel que tú estás haciendo es lamentable. -Pocho sonrió con un gesto de amargura.

-Mi querida Ludmila Briganti, esto que me comentas tú, Jorge Clayton me lo ha comentado decenas de veces. Pero es más fuerte que yo.

Le dije:

-No, en las conversaciones que hemos tenido con Jorge Clayton, ¿qué nos dijo él?, que todo depende de uno. Te humillan si te dejas humillar, te ofenden si haces caso a las ofensas de esos, o mejor dicho, de esas imberbes, porque no son otra cosa.

-Bueno, nosotros también somos jóvenes.

-Pocho, tú eres inteligente aparte de listo, sabes a qué me refiero. Yo estoy aprendiendo a madurar.

-Esto no te lo entiendo -me dijo Pocho.

-Te lo explico. Cuando vine la primera vez el club Náutico me apabullaba.

-¿En qué sentido?

-Me sentía como inhibida, como ¿qué hago aquí?, esto es un lugar de ricos, esto es un lugar de gente de alcurnia, gente creída, gente que te mira de arriba abajo con desprecio, pero con el tiempo me di cuenta que no es así, eso es un concepto que tenemos de las personas de fortuna. Clayton es humilde y es quien más fortuna tiene aquí en el club Náutico. Tú, Pocho, no eres una persona creída.

-Pero eso no me compensa nada.

-Porque tú, Pocho, te has pasado al otro extremo, tienes baja estima. Sin embargo tienes buena presencia, tienes fortuna, tienes buen corte de ropa, ¿y bajas tu estima por Cuca?

-Lo que pasa que aquí nadie me presta importancia.

-Hay un por qué, y eso te lo explicó Jorge Clayton adelante mío.

-Recuérdamelo, Ludmila.

-Claro. La mayoría de las mujeres, me incluyo, ¿eh?, haz de cuenta que estás un fin de semana en el salón de baile y sacas a bailar a una joven y te dice: "No, gracias". Sacas a bailar otra chica y te dice: "No, ahora no". Después no te sale nadie.

-Eso me ha pasado. ¿Pero por qué?

-Pero es muy sencillo, se nota a la vista el por qué, las mujeres son competitivas, si esta no sale con Pocho, si esta tampoco sale a bailar, si yo salgo me rebajo porque hay dos que lo rebotaron.

-Claro, pero no termino de entender el por qué.

-Querido Pocho, eres inteligente, ¿qué pasa?, las mujeres compiten entre sí a ver quién es más, si dos de ellas a un varón le dijeron que no cuando las sacó a bailar te puedo asegurar que ninguna del salón va a salir con él.

-¡Ajá! Ahora lo capté.

-Bueno, lo mismo pasa en el plano afectivo. Según Jorge Clayton, desde mucho antes que los conozca a ustedes siempre has estado atrás de Cuca y ella te ha dado vuelta a la cara.

-Correcto. Así es.

-Bueno. Las demás, las otras amigas de Cuca, tampoco te van a prestar atención porque después Cuca se va a burlar, "Tú coges mis sobras".

-Perdón, Ludmila, yo soy sobra de nadie.

-Pero para Cuca sí, porque te hizo desplantes cien veces. Entonces las amigas ni locas van a salir contigo. Ahora, si vas a otro lugar, a otro club o a un pub bailable donde nadie te conoce, estoy segura que podrás sacar a bailar a una chica o conversar e intercambiar teléfonos. Pero en el Náutico no, aquí ya estás quemado.

-No entiendo la palabra.

-Claro. En el barrio donde vivo yo que es un barrio pobre, en el lenguaje coloquial de Ciudad del Plata, estar quemado significa como que ya te has puesto en evidencia con todas.

-Entiendo.

 

En ese momento llegó Jorge Clayton.

-Hola gente, ¿de qué estabais hablando? -Le comenté el tema de Pocho-. ¡Ah!, eso es historia vieja. Le recomendé mil veces que puedo acompañarlo a algún pub, a otro baile, a otro club donde nadie lo conozca y estoy seguro que va a conseguir una pareja para bailar o para salir.

-Bueno -dije-, eso es lo que acabo de decirle yo antes de que tú llegaras: Cuca no existe.

Habló Clayton:

-Comento porque están con el tema. Mi querido Pocho, si el día de mañana Cuca te hiciera caso, o lo haría por una apuesta...

Pocho dijo:

-No importa si lo hace por una apuesta, la puedo besar o algo más. Qué me importa. -Clayton frunció el ceño.

-¿Te humillarías aún sabiendo que es por una apuesta? ¿Qué eres un toro de la exposición rural que lo exhiben por todos lados o no tienes un real concepto de lo que es la humillación?

Hablé yo.

-Yo te tengo que agradecer mucho, Jorge Clayton, porque tú cuando me conociste me recibiste con una sonrisa y después de varias conversaciones que tuvimos me explicaste el tema de la dignidad, que muchos se lo confunden con roles del ego. Dignidad es saber decir no cuando es no, es saber ponerle límites a las otras personas cuando se están pasando de listas.

-Pero hay algo más, querida Ludmila Briganti -dijo Clayton-, dignidad también es ver nuestras propias limitaciones.

-Ahora no entiendo. Explícate por favor, -le pedí-. Pocho a todo esto se había llamado a silencio.

-Es muy simple. Tú me has dicho que tienes posibilidad de una beca, tienes posibilidad de viajar, pero también yo te he intuido tú manera de ser y sé que eres una persona a la que le cuesta hacer nuevas relaciones.

-¡Y obvio! -le dije-, hasta no conocerlas.

-Ten en cuenta que si viajas por una beca irás a un lugar que no conoces, con gente que tiene otras costumbres y te vas a alejar de lo que aquí consideras tu sentido de pertenencia. No lo confundas con lugar de confort, yo estoy en contra de los lugares de confort porque un lugar de confort es la persona que vive encerrada en su lugar, cómoda y ni siquiera capaz de mejorar para no salir de su lugar de confort. Para mí un lugar de confort es una prisión. Pero el sentido de pertenencia es otra cosa, es identificarte con lo que conoces, amar lo que conoces, aceptar lo que conoces o no, o no aceptarlo. Pero ahí tienes un sentido de pertenencia, tus amigos son un sentido de pertenencia y si tú vas a estudiar a otro lado te va a costar incorporar un nuevo sentido de pertenencia. No sé si está claro.

-Clarísimo, Clayton clarísimo. Y eso lo he pensado muchas veces, muchísimas veces, por eso estoy con dudas. Pero si no..., si no aprovecho esa beca, ¿qué hago?

-Ludmila, aquí en Ciudad del Plata hay infinidad de profesionales tan buenos como los de afuera y pueden perfeccionar lo que tú estudias. ¿Tú te piensas que un título de donde vayas va a ser más valioso que un título de aquí?, eso es apariencia. Apariencia como Cuca y sus amigas que viven de apariencia.

-Disculpa, Clayton, no estoy de acuerdo. Un título no es apariencia, un título te da la llave para abrir la puerta para que puedas tener el día de mañana un buen trabajo.

-Absolutamente, pero no me lo has captado del todo. Estoy hablando de que un título extranjero comparado con un título nacional es apariencia. Hay gente que va a decir: "¡Oh, Ludmila, mira, de la universidad de tanto, de la facultad de tal lugar!, ¿cómo lo has logrado?", pero el título local, con profesionales afamados que yo conozco, Ludmila, te van abrir tantas o más puertas que con ese título extranjero. Eso te lo puedo asegurar. En este mundo, no nuestros mayores, pero hay gente que malinterpreta todo y nos enseña a vivir de apariencias.

-Bueno -exclamé yo-, eso es lo que yo pensaba de vosotros hasta que os conocí. Tú, Pocho, Ferenc, Démez, no viven de apariencias, son humildes, se nota quizá la ropa mejor cortada por..., por buenos sastres, pero pueden conversar con cualquiera de cualquier tema. Y aparte, sé de ti porque me lo ha contado Pocho, de que tienes varios amigos que son albañiles y vas a comer a la casa de ellos y no tienes empacho en hacerlo.

Clayton me respondió:

-¿Y por qué tendría empacho en hacerlo?, son seres humanos. Es más, si puedo ayudarlos los ayudo. Algunos por una falsa dignidad, que eso sí es ego, la falsa dignidad sí es ego, no quieren ser ayudados económicamente.

-¿Y entonces qué haces? -le pregunté.

-Sencillo, les ofrezco trabajo. De repente hace un mes, cuarenta días atrás inauguré el pabellón de un hospital que queda a veinte kilómetros en las afueras de Ciudad del Plata, y este albañil al que le tengo un aprecio tremendo le dije: "Consigue peones de albañiles y tú serás el encargado de obras. Si hubiera que firmar planos tendrás a disposición arquitectos. Yo me haré cargo del pago de los arquitectos". Y aceptó. Entonces, hay muchas maneras de ayudar.

-Bueno, pero tú caso es distinto, Clayton, porque tú tienes la posibilidad de dar trabajo. ¿Y los que no podemos?

-Ludmila, ayudar no es sólo dinero, ¿lo hablamos cuántas veces ya? Ayudar es acompañar, consolar, escuchar, apoyar... -Me quedé pensando.

-Tienes razón.

-Pero falta algo, Ludmila.

-Ahora no entiendo... ¿Qué es lo que falta? -Clayton me miró con una sonrisa sana, no una sonrisa burlona, una sonrisa genuina.

-No te olvides de ti.

-No entiendo.

-Claro. A veces debemos ocuparnos de nosotros mismos, no pensar que la soledad es una agonía, pensar que la soledad es un momento como para poder trazar proyectos, proyectos potables, proyectos que no sean imposibles, porque si bien, Ludmila, soñar es gratis, soñar en grande en la vida real no se puede llevar a cabo siempre, en realidad casi nunca. Entonces debemos soñar lo posible. Esto no significa que a veces podamos lograr lo que antes creíamos imposible, pero mantengamos los pies sobre la tierra, vayamos paso a paso, momento a momento, día a día.

-Me queda perfectamente claro, apreciado Jorge.

 

Nos interrumpió Pocho:

-¿Sabéis que me dio hambre? -Lo miré.

-Bueno, vamos a comer entonces. -Nos levantamos y fuimos al salón comedor.

 

Me sentía mejor, cada conversación que tenía con Clayton me dejaba las cosas más claras. Y eso no tenía precio, de verdad, hay conversaciones que no tienen precio, porque son invalorables.