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Psicoauditación - David A.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 07/01/2014
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de David A.

De una manera clara y meridiana la entidad le pone palabras al concepto de Servicio y ayuda al otro y muestra cómo optimizar las energías para volcarlas donde van a ser más aprovechadas. Relata una vida en Italia donde fue prejuzgado y tratado injustamente por alguien muy pequeñito. Reconoce que no se debió crear engramas por ello.

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Entidad: No siempre lo que queremos es lo que logramos. No siempre lo que logramos es lo que nuestra conciencia ha anhelado. Si bien sabemos que el ideal no existe más allá del Creador siempre buscamos encarnar independientemente del gozar de los cinco sentidos físicos, el lograr una vida física donde algunos proyectos puedan llevarse a cabo.

 

Como ya dijo alguna vez un excelso Maestro nuestros mayores -y sin emitir un juicio de valor que sea considerado prejuicioso- sabotean a veces nuestros sueños corriendo a un costado -eso significa no dejándolo, corriéndolo a un costado- la misión que venimos a cumplir o las lecciones kármicas que todavía debemos aprender.

 

También tenemos otros anhelos a realizar y desde el plano suprafísico especulamos con ello pero como cuando encarnamos no tenemos memoria reencarnativa y a veces nuestros mayores, creyendo que nos hacen un bien, eligen por nosotros: "Te conviene tal tarea, te conviene estudiar eso, mejor haz aquello, mejor haz lo otro".

 

Y cuando uno va creciendo siente -porque la gran mayoría lo siente- que los adultos son los dueños de la verdad. Hasta que cuando vamos creciendo nos damos cuenta de que se equivocan, nos damos cuenta de que tienen defectos -esto no es un prejuicio, es lo que es-, nos damos cuenta de que quizá con los años de vida física retomamos a veces el contacto entre 10% y 90%, lo que vinimos a hacer pero ya perdimos veinte años porque entre parte encarnada y thetán puede haber una comunicación fluida de 90% a 10% pero no de 10% a 90%. Entonces la parte encarnada ignora a qué vino o cuáles eran los anhelos de su thetán o que quería hacer o las lecciones kármicas a aprender o los engramas que arrastra o qué misión verdaderamente tenía.

 

Mi misión es sencilla: encarné justamente para aprender sobre lo que es el mundo espiritual pero evitando hacer proselitismo. Eso es no difundir el mensaje a quien no le interesa porque eso también es una pérdida de energía. Un árbol no te responde porque no es parlante. Entonces tú con un árbol puedes interactuar abrazándolo, cortando sus ramas pero no vas a intentar convencerlo de nada porque no tendría sentido. Pero sí lo quieres hacer con otro ser humano y pueden pasar dos cosas: que a veces ese ser humano aún no esté en tiempo y te desgaste y te quite energías o que directamente nunca sea su tiempo en esa encarnación y esto no va en desmedro, simplemente porque encarnó para otra cosa porque a su parte espiritual no le interesa todavía crecer, simplemente vino a experimentar la vida física.

 

Pero por lo menos sé cuál es mi misión: el poder empaparme cada vez más como parte encarnada de lo que es el mundo espiritual y yo mismo como ser suprafísico entenderme más a mí mismo y entender que no se puede convencer a otros. Los Maestros de Luz enseñan a tender una mano. Estoy de acuerdo. Pero un excelso Maestro conceptúa que tú, parte encarnada, le puedes tender una mano al otro siempre y cuando el otro te la pida; si no, no. Porque no puedes ayudar a quien no te ha pedido ayuda porque incluso te pueden acusar de metido: "¡Quién te ha llamado aquí!". Es más, aquel que te tiende la mano para que tú lo sujetes y lo levantes, una vez que dice "ya basta, es suficiente" tú sigues tu camino. No te tienes que empecinar en seguir ayudando. Ya está. Es hasta que la otra persona quiera. Si no, estarías forzando situaciones.

 

Alguna vez ese excelso Maestro dijo que cada ser encarnado tiene su techo, al igual que los aviones. Un bimotor a hélice tiene un techo, un avión a reacción tiene otro techo, un Boeing de pasajeros tiene otro techo. Vuelan a distintos niveles de altura. Y hay seres encarnados con los que pasa lo mismo: tienen un techo porque en esta vida eligieron eso. Entonces no le puedes forzar a que vuele más alto, es su nivel. Un pato no va a volar a la altura de un águila o de un cóndor, tiene su nivel.

 

En tanto y en cuanto uno aprenda eso van a pasar dos cosas positivas: la primera es que no se le va a forzar al otro a aprender lo que no puede y la segunda no empecinarse en tratar de cambiar al otro porque el otro es así y a veces cuesta reconocer que el otro es así y que tiene su techo de comprensión. Le agradezco a un querido Maestro que está ayudándome con sus conceptos y a una querida entidad angélica que también me ayuda con sus conceptos para poder conceptuar mejor con este receptáculo y pueda expresar más fácilmente mi idea.

 

¿Hasta ahí está todo entendido, querido 10%? Bien.

 

Pero fíjate que he encarnado en otros mundos donde he tenido aventuras, donde también ha habido fracasos, frustraciones. Pero me voy a remontar a Italia de hace cinco siglos atrás.

 

Me llamaba Renato Salvatore. Me gustaba mucho la pintura. Tuve un gran maestro, era un excelente artista de la pintura. A diferencia de los profesores actuales que te pueden enseñar a pintar yo convivía con ese maestro. Es más, me identificaba tanto con él que copiaba su estilo.

 

Con mis dieciocho años era tan maduro que en solo dos años -desde los dieciséis hasta los dieciocho- de estar con ese gran maestro pintaba. No voy a decir la irreverencia de estar a su nivel pero se asemejaba mucho mi obra a su obra. Había superado a mi padre, que mi padre tenía cuarenta años y también pintaba.

 

Un día vino mi padre al estudio. Mi padre era 'adaptable', diríamos, le caía bien a todo el mundo porque no lo conocían. Buscaba siempre sacar ventaja de las cosas. Se hizo amigo de mi maestro y como tenía una edad más aproximada -el maestro tendría cuarenta y seis o cuarenta y ocho años- es como que yo había quedado de lado y conversaba mucho con mi padre. A veces el maestro se ausentaba, tenía que ir a Milano a vender alguna obra.

 

Meses después le desaparece un trabajo que aún no había terminado. Me lo comentó pero nunca me dijo nada. Pero el trato con el maestro ya no era el mismo porque salvo mi padre que venía a veces yo era el único que tenía la llave del lugar. Pero yo no me callaba la boca y un día se lo dije.

Le digo: -Maestro, puedes ver mi atelier en casa, yo no tengo nada, soy muy transparente. Jamás...

Me respondió a medias. Me dijo: -No te he preguntado, no tienes por qué excusarte.

Pero no era la devolución que yo quería porque seguía seco y distante.

 

Dos meses más tarde me dijo que por temas de salud, porque no se sentía bien, iba a seguir pintando más espaciadamente y por ahora iba a suspender la enseñanza.

Yo era el único discípulo. Sentí como que me quedaba huérfano. Y estaba convencido de que me culpaba de esa obra faltante que, a propósito, no estaba terminada.

 

A todo eso mi padre hacía viajes a Roma, ida vuelta, ida vuelta. Yo pude vender alguno de mis cuadros. No la décima, no me lo cotizaban ni la centésima parte de los que vendía mi maestro a pesar de que mi estilo era muy similar.

 

Hasta que una tarde una tal Giovanna, que era amiga mía, me dice:

-En Roma están exhibiendo un cuadro de tu padre que supera al tuyo.

-No puede ser, Giovanna, porque mi padre nunca pintó como yo.

-Es más, se asemeja al de tu maestro, ese que tú tenías.

 

Giovanna era de dinero y tenía como un pequeño interés en mí a nivel afectivo. Me pagó el viaje a Roma y veo el cuadro con la firma de mi padre, con el acabado de mi padre pero era el cuadro robado de mi maestro que él lo había terminado y firmado y estaba vendido no sé en cuánto dinero porque tampoco sé qué hacía mi padre con el dinero.

 

Me agarró como un vacío dentro de la cabeza. Me tuve que sentar en un banco.

Giovanna me preguntó: -¿Tanto te impresionó? ¿Has visto qué obra maestra?

Asentí con la cabeza pero no le dije nada.

 

Mi padre venía el día siguiente a tratar con la gente de la sociedad italiana y le dije mirándolo a los ojos:

-Mi maestro dejó de enseñarme por culpa tuya.

-No entiendo -me dice-.

 

O no entendía de verdad o era tremendo actor o me tomaba por un absoluto tonto. No hablo porque me temblaban los labios. Le señalo el cuadro.

-Por esto -le digo-. Este es el cuadro de mi maestro.

 

Me coge del hombro, me lleva y me dice:

-Era un cuadro que lo tenía para descartar. Yo lo rescaté nada más.

-¿Para descartar? El maestro tenía la habilidad de pintar cuatro o cinco cuadros a la vez y los iba terminando a medida que él quisiera. ¿Para descartar?

 

Giovanna nos vio discutiendo y entre lágrimas le dije todo. Mi padre ya había vendido el cuadro y había ganado una fortuna. Desapareció.

Los padres de Giovanna eran gente de poder. El maestro se enteró y no quiso acusarlo.

-No me acuerdo si es mío -dijo.

Lo tomé del brazo al maestro y lo llevé aparte donde no nos escucharan:

-Tú me has echado, no me has querido enseñar porque pensaste que yo robé ese cuadro y ahora no lo acusas a mi padre. Entiendo que eres tan cretino como él.

 

Me quiso dar una bofetada. Yo era joven y fuerte y le cogí la muñeca y le bajé con mucha crudeza la mano.

-Eres un gran pintor pero como persona no eres nadie. Estás amparando a un vil delincuente. Entonces tú eres como él. Y me has dejado a mí sin seguir aprendiendo.

 

Todo eso se lo conté a Giovanna porque estaba muy reactivo, muy reactivo. Y el padre de Giovanna se encargó a toda la sociedad de Roma de contar la verdad.

 

Mi padre desapareció, nunca estuvo más por casa tampoco. Y el maestro también quedó mal parado. Nunca más vendió una obra el maestro. Cuatro años después falleció. No le lloré. ¿Por qué no le lloré? Porque ya lo había llorado antes cuando me echó porque me echó: "No, no, de verdad que no me siento bien, por ahora no voy a seguir enseñando". No, me echó. Era lo que era.

 

Y me dolió más la actitud del maestro que la de mi padre porque a mi padre lo conocía. Y claro que me quedó un engrama, un engrama de ingratitud de parte de los dos.

 

Yo soy honesto, yo no sentía amor por Giovanna. Era un año mayor que yo y me sentía a veces como disminuido, con baja estima porque ella tenía mucho dinero. Pero ella me amaba. Yo le tenía una ternura tremenda.

 

Nos terminamos casando. Por supuesto que jamás la engañé y fuimos felices. Aprendí a quererla a mi manera. Capaz que no la amaba como en esos versos grandilocuentes donde se habla de la locura, del amor, no. Tuvimos dos hijos, un varón y una niña. Es más, su padre consiguió un pintor famoso para que me siga enseñando. Tenía otro estilo al de mi viejo maestro pero mis mismos engramas de la traición de mi padre, del desprecio hecho del maestro de haber pensado que yo le podía haber robado hicieron como que mi mano, mi pulso ya no fuera el mismo. Hacía cuadros buenos pero no eran grandes obras. De todas maneras ganaba dinero, no quería vivir del dinero de mi esposa.

 

Viví bastantes años para la época, sesenta y dos años. Y fui feliz. Giovanna fue la que salvó mi vida, de alguna manera. Y yo le correspondí. Ella fue feliz gracias a mí también.

 

Esa vieja época pasó a la historia porque habían pasado décadas. Aparte aclaro que de mi padre no supe más nada, nunca. No sé dónde habrá muerto, en qué región, si se fue para el sur, para Sicilia, si se fue para el norte, para Milano, no sé.

 

A mamá siempre la tuve bien hasta que años después murió. Llegó a conocer a sus nietos.

 

Pero te queda ese engrama de pensar qué es lo que mueve a la gente, qué es lo que mueve a la gente a comportarse de la manera, no solamente a comportarse de esa manera sino a prejuzgar de esa manera. Yo mismo me enojé porque si yo tenía la llave del atelier, ¿cómo pude haberme descuidado un momento para que mi padre envolviera el lienzo y se lo llevara? Pero, bueno, eso no me hace culpable. Pero que el maestro se pusiera distante... ¡Claro que se hizo justicia! Yo hubiera esperado una reacción del maestro que dijera "¡Discúlpame!" y sacara a la luz el robo de mi padre y no que lo ocultara pero que dijera "No le doy importancia". ¡¿Cómo no le doy importancia si me dejó de enseñar a mí?!

 

¿Qué cambió? Entonces me di cuenta que era otro necio, que era un gran artista pero una persona pequeñita, muy pequeñita como mucho, que ante los ojos de los demás son grandes personas pero cuando los conoces son pequeñitos.

 

Ahora yo, como thetán, digo esto: -Si son pequeñitos, ¿cómo pueden dañarte? ¿Cómo pueden dañarte? Eso es un problema tuyo. Un ser pequeñito, pequeñito, pequeñito como una hormiga, ¿cómo puede dañarte? Esa es mi palabra por hoy.

 

Gracias por escuchar.