Índice

Psicoauditación - David P.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 19/02/2024 Sargón, Rimán Lacorte

Sesión del 29/02/2024 Sargón, Rimán Lacorte

Sesión del 11/03/2024 Sargón, Rimán Lacorte


Sesión 19/02/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de David P.

La entidad relata que era capitán en la flota de Sargón y tenía relación con una espléndida capitana, pero que no conseguía quedar conforme por el trato que ella le daba, se sentía como utilizado. Había un capitán apreciado por cómo ayudaba a personas con dudas, dificultades en el trato con otros. Le consultó.

Sesión en MP3 (3.272 KB)

 

Entidad: He tenido muchas vidas, en cada una de ellas distintos engramas causados por situaciones completamente difíciles, algunas imposibles de soportar. Pensaréis: "bueno, os habéis templado". Pero no, todas las veces en todas las vidas me he quebrado.

 

Es muy fácil para el que no conoce lo que le ha pasada a uno pensar los riesgos, las situaciones, las inseguridades, las dualidades te terminan templando y endureciendo. No, te dejan heridas que no cicatrizan, te quiebran.

 

Recuerdo hace tanto tanto tanto tiempo... Encarné en Sargón. Sargón era una federación que tenía cientos y cientos de seres valiosos esparcidos en quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares. Yo estaba en la capital, en Sargón, había participado en pocas misiones.

Mi nombre era Rimán Lacorte y había ascendido a capitán. Tenía un hermano un año mayor, llamado Anual, Anual Lacorte. Había ascendido a capitán un año antes que yo.

Tanto Anual como yo, Rimán, habíamos hecho pocas misiones, trabajábamos más en el centro de operaciones con holoordenadores, y en eso teníamos eficiencia. Mi hermano Anual era más creativo que yo, pero yo era más voluntarioso. Y eso era valioso para la Federación, no todos ascienden por ir a misiones.

 

Tenía una compañera, la capitana Delia.

Delia era hermosa, empezamos a vernos como amigos. Recuerdo que una vez fuimos a la casa y ella avanzó sobre mí acariciándome y besándome. Pero aclarándome:

-Amo mi carrera, no quiero compromisos. -Mi parte analítica lo entendió perfectamente, pero mi parte emotiva, mi parte reactiva lo tomó como un sutil rechazo, como diciendo: "bueno, serás mi pasatiempo". Me quedé callado, y evidentemente eso me afectó por dentro.

Empezamos a besarnos, pero por dentro decía: "Yo, Rimán, soy un pasatiempo de Delia". Y es como que eso me frenaba, me..., me costaba tener una libido plena. En ese sentido ella no dijo nada. Pensé que me iba a quedar hasta el día siguiente.

Pero un tiempo después me dijo:

-Bueno, me tengo que levantar a las cero setecientos, por lo menos voy a dormir cuatro horas.

-Está bien no te molestaré Delia.

-No no no no, tienes el heliocoche, así que ve a tu casa, ya nos veremos. -Me encogí de hombros.

-Si tú lo quieres...

 

Por el camino iba pensando, habiendo puesto en automático el vehículo volador, "¿Ella habrá quedado conforme?", porque con mi problema de libido no pude llegar a mi plenitud.

 

En el trabajo me crucé varias veces con ella en los días siguientes, me saludaba cortésmente, pero tomando cierta distancia. Lo entendí, en el trabajo había que disimular aunque había parejas que todos sabían que salían, ella ya lo había aclarado: "No quiero compromisos, mi carrera es lo que más me interesa". Y yo al revés, el haberla acariciado, el haber rozado su piel con mi piel, su cuerpo con mi cuerpo me hizo sentir pequeño comparado con su belleza. Sí, sí, a la capitana Delia todos la admiraban y muchos pensaban: "Quien podría estar con ella". Yo disimulaba. Por otro lado era muy reservado, jamás en un almuerzo de compañeros hubiera comentado que era más que amigo. Primero porque se hubieran reído de mí: "¡Cómo inventas, Rimán!". Por otro lado no era de caballero, y menos en la milicia, el comentar algo íntimo.

 

Pasaron veinte días de Sargón cuando una tarde me dice:

-¿Vienes hoy a mi apartamento?

-Está bien.

-Encargué cena.

-Está bien -repetí.

 

Me había quedado sin palabras, una sorpresa. Cenamos y de los nervios apenas podía tragar la comida esperando a ver qué pasaría después. Me dio una bebida con un poco de alcohol, algo me desinhibió. Comí bien. Encendió el holovisor.

-Miremos una película. -La película era muy filosófica, yo entrecerraba los ojos. Me terminó despertando Delia-: ¿Te has dormido, Rimán?

-No, no, lo que pasa que quizás ese tipo de películas no me atraen.

-¿Tampoco te atraigo yo?

 

No me di cuenta que se había cambiado, estaba con prenda interior. No podía creer estar al lado de una persona tan hermosa como la capitana Delia.

Me ayudó a sacarme mis prendas y comenzó a besarme. Sentí libido y esta vez la relación se consumó, pero a mitad de camino es como que -como los coches antiguos de hace varios siglos atrás-, funcionaba a media máquina, y me sentí como humillado porque si bien ella me acariciaba, a su vez se acariciaba a sí misma. Y yo pensaba: "¿Qué rol estoy jugando yo aquí?".

 

Al igual que la vez anterior me dijo:

-Me levanto a las cero setecientos. -No me dijo más nada. Comencé a vestirme, le iba a dar un beso y me ofreció la mejilla. ¡La mejilla!, ¿pero cómo la mejilla?, acabábamos de...-. Nos vemos -me dijo.

 

Puse en automático el ordenador del heliocoche y en el camino pensaba tengo que hablar con alguien. El fin de semana me crucé con uno de los capitanes más famosos de la flota, Alexis.

-Disculpa, Alexis.

-Coméntame. -Me miraba con el ceño fruncido, pero no de enojo sino de curiosidad.

-No sé si me conoces, soy el capitán Rimán Lacorte.

-¡Ajá!

-Quería, si tienes tiempo, comentarte algo.

-Está bien, ahora no hay nadie en el comedor.

Le dije:

-Sé que has orientado a otros capitanes, tenientes, alféreces.

-Ajá. Coméntame. Espera... -Trajo de la máquina dos bebidas calientes-. Te escucho.

-Bueno, estoy saliendo con una capitana... Por supuesto que no debo darte el nombre.

-Está bien, continúa.

-Bueno, Alexis, el tema es que yo he salido ya dos veces con ella, he intimado y me cuesta mantener la libido.

-Mira, Rimán te llamas, ¿no?

-Sí, correcto.

-No te he visto...

-Porque estoy con los ordenadores en la oficina central.

-Ajá. Lo que comentas puede ser algo físico, lo que comentas también puede ser algo psicológico.

-No entiendo.

-Claro, Rimán; baja estima, timidez, quizá te sientes menos. ¿Cómo es la capitana?

-Hermosa, muy hermosa. Muchas personas quisieran estar con ella.

El capitán Alexis dijo:

-Y quizás eso te apabulle.

-¿Cómo?

-Claro, sientes como que te has ganado el premio mayor y no sabes cómo actuar. Pero eso no te pasa a ti sólo, le pasa a muchos.

-Ayer, por ejemplo, me sentí humillado.

-¿En qué sentido?

-Bueno, a mitad de camino mi libido desapareció, o por nervios o por querer complacerla.

-Rimán, en una intimidad está bien querer complacer a la otra parte, pero no debes tener tu mente en eso, debes dejarte fluir y disfrutar.

-¿Y cómo?, teniendo una escultura viviente.

-Está bien. ¿Y por qué te has sentido humillado?

-Porque a mitad de camino no pude. Ella igual siguió acariciándome pero se acarició a sí misma. No sé si lo entiendes, Alexis.

-Lo entiendo perfectamente. ¿Y por qué te humilló?

-¿Cómo por qué me humilló? Se dio placer a sí misma, como que yo estaba de más.

-Rimán, ¿de dónde sacas eso?, ¿has tenido muchas experiencias?

-No.

-Lo que estás diciendo es normal.        

-¿Por qué? ¿A ti te ha pasado, Alexis?

-No estamos hablando de mí, estamos hablando de ti. Es normal eso.

-¿Normal? Yo no me daría placer a mí mismo teniendo enfrente una diosa viviente.

-Rimán, Rimán, los varones y las mujeres tenemos distintos ritmos, hablo en general. El varón es fácil de llegar a punto, la mujer no, la mujer necesita más... caricias.

-Le doy caricias.

-No... No quiero ser específico. Es necesario que tú te imagines todo lo que puedas hacer. Tienes cómo, tienes los elementos, no se trata solamente de tu libido, puedes hacer otras cosas además de tener tu libido a pleno.

-Entiendo. Y entiendo que eso le gustará, pero me siento poco hombre.

-Eso que tú comentas viene de nuestros ancestros, de miles de años atrás, donde lo que importaba era la libido del varón, y la mujer era una persona únicamente para tener hijos.

-No, Alexis, no no no no, eso lo entiendo perfectamente, han pasado siglos y siglos, la mujer es tan o más independiente que el varón, hace las mismas misiones, eso lo entiendo, pero en este tema soy un novato y me quedo como traumado.

Alexis miró su holomóvil:

-Mira, me esperan en el espacio-puerto. Rimán, ¿tienes el holomóvil ahí?

-Sí.

-Te paso mi número. No me grabes, pásame un holomensaje y combinaremos para seguir conversando.

-Está bien, está bien. -Me estrechó la mano con una energía tremenda.

 

Alexis se levantó y sentía como una sana envidia por su físico, por su energía, por su fuerza, por su seguridad. Pero bueno, para mí la conversación había sido productiva, pero era un paso. Un paso era poco, pero era algo.

 


Sesión 29/02/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de David P.

Parecía que estaba claro el camino a seguir, pero tampoco conseguía sacarse las dudas de cómo llevarlo a cabo. Tenía algún tipo de condicionamiento, tipo implante respecto a obtener la aprobación de los demás.

Sesión en MP3 (3.532 KB)

 

Entidad: Me había sentido bien con la primera conversación que tuve con el capitán Alexis, por un lado admiraba sus misiones, era prácticamente conocido en todos los sistemas de Sargón. Por el otro lado me observaba en mi interior y sentía como una especie de baja estima, no solamente por mis disfunciones íntimas sino también por posponer proyectos, por tratar de hacer varias cosas a la vez y no terminar ninguna.

Y en el día de ayer me había juntado con mi hermano y hablamos con Alexis, pero prácticamente sobre temas de guerras, algo que me bajaba mucho el ánimo.

 

Está bien, me inscribí en la academia militar más que nada para salir de mi monotonía, pero en el fondo no sé si es lo que quería. ¿Cómo ascendí a capitán? Porque en el fondo, mi misma no diría timidez, pero mi falta de arrojo hacía que todas las cosas las ejecutara bien, desde los ejercicios, para que no me llamaran al orden, los exámenes con los holoordenadores. Lo que más me costaba era el simulador de navegación, pero incluso hice horas extras para esforzarme y evitar que me amonestaran.

 

Y así llegué a alférez, obedeciendo, como se dice comúnmente, haciendo buena letra.

 

Llegué a teniente. Me tocó instruir a distintos alféreces, no era duro con ellos, pero sí enérgico, impostaba, porque en el fondo no me sentía así, como los demás creían que yo era.

 

Y finalmente logré llegar a capitán, emulando a mi hermano que era un año mayor que yo, Anual.

 

Mi propio hermano me dijo:

-La verdad, Rimán, te felicito, pensé que te iba a llevar más tiempo.

 

En el fondo sonreía tristemente: ¿Qué, mi propio hermano no tenía fe en mí o es él quien tal vez por falta de seguridad, lo transmite a los demás viéndose él en la imagen del otro?

Pero no nos llevábamos mal. Además, entre nosotros, como hermanos hablábamos de mil cosas. Yo sabía que él tenía problemas, él sabía que yo tenía también mis problemas, pero jamás tocábamos temas personales, era algo que nos quemaba porque adonde tocáramos temas personales pienso que tanto él como yo hubiéramos implosionado por dentro de tanta agonía.

Pensaréis, "es una exageración lo que dice Rimán Lacorte". Pero cada uno sabe lo suyo, cada uno es un mundo. Todos podrán decir, en el caso de que lo supieran, "Sé cómo te sientes". ¡Mentira, falso!, nadie puede estar en el lugar de uno. Nadie. El dolor de uno lo siente uno, la agonía de uno la siente uno, el sentirse menoscabado lo siente uno.

 

Lo bueno es que tengo proyectos, pienso que mi misión es mejorar las cartas galácticas. No voy a ser ni el primero ni el último que con mi holoordenador trazo distancias galácticas entre sistemas, pero es sumar, es agregar conocimiento. Y además sirve para la defensa, porque sabiendo las distancias galácticas exactas de donde está el sistema Fungo, de donde están los Antiguos, que si bien son aliados, a medias, a mi ver no son confiables. Además, el capitán Alexis, que es la persona a quien le tengo más confianza y a quien le puedo contar mis cosas, presume que hay un imperio que se llama Mordon, un imperio reptiliano que hace más de un milenio estuvo en guerra con Sargón, y a mucha distancia, a un año luz se han avistado cruceros. Todavía no hay pruebas de que sean los Mordon pero de serlo sería terrible. Más que estamos en guerra con los fungos y no soportaríamos tener dos enemigos. La única ventaja, que el sistema Prima ha destituido a un necio primer consejero que no razonaba y finalmente ha muerto. El primer consejero actual es de mente abierta. En este momentos somos aliados cien por cien, nos cambiamos incluso información de armamento, información de holoordenadores, nos han explicado la fabricación del ultracarbino, que es la capa protectora de cruceros y hasta de mundos, que pueden incluso hasta soportar el golpe de un asteroide grande. Pero para uno a veces lo más ínfimo pesa más que lo más grande.

 

Me había juntado a conversar de vuelta con el capitán Alexis a solas y me preguntó:

-¿Y has trabajado algo en tu interior Rimán? -Iba a hablar y me interrumpió haciendo un gesto con la mano-. No me digas nada, lo veo en tu gesto. Has trabajado en tu interior pero fue para revolver más toda esa... toda esa basura que acumulas dentro de tu mente. No la expulsas, te retuerces en ella. Y a veces me daría la impresión, Rimán, como que disfrutas ese sufrir.

-No -negué-, tendría que perder la razón o tener mi mente atrofiada para disfrutar mis falencias en lo íntimo, en lo personal, en querer lograr mi misión, porque sé que la tengo, y no poder llevarla a cabo. Me da la impresión como que esta vez no me entiendes, Alexis.

Me respondió:

-Hemos conversado bastante, ¿por qué me muestras este rostro compungido entonces? Cada conversación que tenemos tiene que ser un pequeño adelanto. El adelanto es ir sacando todo ese peso de los hombros, sacando toda esa mala energía del interior.

-Estoy de acuerdo -le dije-, ¿pero cómo sacas los condicionamientos?

-Entendiendo.

-¿Entendiendo qué, que cada ser humano tiene límites?, ¿que los problemas que tengo van a ser de por vida?

-No, no, Rimán, me da la impresión que tú mismo... ¿Te acuerdas siglos atrás, si has estudiado historia, cuando todavía Sargón no hacía viajes espaciales?

-Libros viejísimos -le dije.

-Bueno, había vehículos que tenían que arrancar su motor dando manija... Me da la impresión que tú te das manija, pero no para arrancar tu motor, te das manija con el tema una y otra y otra vez.

-¿Y qué puedo hacer si vivo con el tema? Es como si vieras una persona que le faltara la mano, que fuera manco... ¿Y qué va a hacer? Entiendo que con los grandes adelantos de Sargón hay manos que se pueden implantar y no como un par de siglos atrás que eran mecánicas, manos de carne y hueso con arterias, con venas. Pero hay cosas que no se pueden implantar; si de repente yo tengo un condicionamiento tengo que hacer lo opuesto, arrancar ese implante que tanto me condiciona.

-Primero, apreciado Rimán, pasa por tu parte de nervios, los mismos nervios se potencian. Quieres lograr algo, ves que de repente no puedes y la noche siguiente esos mismos nervios te van a poner peor. Y así cada día.

-Bueno, eso es lo que me pasa Alexis. ¿Entonces qué hago?

-Primero se trata de trabajar los nervios. Déjate fluir. La intimidad, Rimán, no es una competencia.

-Yo no estoy compitiendo con otra persona, es conmigo mismo.

-Es que ni siquiera contigo, Rimán. Déjate fluir, déjate llevar.

-A veces siento como que la otra persona no está conforme pero se lo calla, y eso me pone peor. Es peor todavía que los nervios porque al día siguiente pensaré: "¿La conformaré?, ¿podré?". Y se me cruzan un montón de cosas por la cabeza.

-¿Por ejemplo?

-Y por ejemplo que la vez pasada había un teniente de buen porte que me sonrió. Me dice: "Mi capitán, me gustaría entrenar con usted, vi que es enérgico. Si me permite...". Y me dio un abrazo. Y sentí dentro mío como una calidez. Aclaro, capitán Alexis, nada más que eso, pero mi mente se puso a trabajar... ¿Y si ese teniente buscaba algo de mí?

-Rimán, mírame. -Levanté la vista y lo miré a los ojos al capitán Alexis-. El tema no es lo que quiere ese teniente, no me digas siquiera el nombre, no me interesa, el tema es ¿qué quieres tú? ¿Piensas que experimentando verías si tu problema pasa por otro lado?

-No lo sé... ¿Pero por qué esa calidez que me invadió en ese momento?

-¿Lívido?

-No, Alexis, no, no llego a eso, pero había como algo más que una empatía. Y después me dio como cierto pudor el pensar eso. O sea, que no me siento... no sé, no me siento seguro de mí mismo, no me siento seguro para nada.

-A ver, lo que tienes que hacer, Rimán, es ordenar tu mente. Piensa qué deseas, qué quieres. Ahora no estoy hablando de tus proyectos ni de tu trabajo, que seguro que es muy bueno, de tu mapa galáctico. He conversado con muchas personas que hacen mapas galácticos, pero cada uno tiene un toque distinto, tu toque seguro que va a ser distinto. Pero vamos a excluir ese tema, hablemos de ti, de tu persona, de tu personalidad, hasta qué punto tienes estima, hasta qué punto buscas la aprobación del otro, hasta qué punto te tienes estima, hasta qué punto tienes autoaprobación, hasta qué punto te respetas a ti mismo y hasta qué punto te aceptas a ti mismo.

-Alexis, tú no me juzgas...

-¿Por qué habría de hacerlo?, ¿por qué habría de hacerlo? No tienes idea la cantidad de personas que me consultan y yo no soy un consejero, soy un capitán que hago misiones.

-¿Y entonces por qué lo haces?, ¿por qué pierdes tiempo conmigo?

-No no no, ahí te equivocas, Rimán, me pone satisfecho el poder tender una mano.

-Pero no me estás tendiendo una mano.

-¿Ah, no? El escucharte, el orientarte, el dejar que descargues cosas de tu interior es tender una mano. Y eso me hace bien a mí también porque me haces sentir útil.

-¿Útil? Has vencido en cien batallas, eres el capitán más famoso de la flota. Eso es ser útil.

-Rimán, esto también es ser útil. Y eso es lo que mucha gente no entiende, piensa que ser útil es lo grandilocuente, lo que todo el mundo se entera. Esto para mí es ser útil. Y no sale de nosotros dos. Yo no necesito mostrarle a la gente a quien puedo ayudar, a quien no, porque no me interesa, no me interesa.

-¿Qué conclusión saco yo, Alexis?

-Que a ti tampoco te tiene que interesar lo que piensen los demás. Tu privacidad es tu privacidad.

-Bueno, pero gracias a ti, Alexis, puedo desahogarme, descargarme, sacar ese mal estar, esa incomodidad.

-Y eso está bien. Y yo no tengo ningún inconveniente en seguir conversando; a veces no podré, a veces hago misiones que me llevan un mes. Y más ahora que estamos en situación de guerra. Puede haber momentos en que no tendré tiempo de vernos, de conversar, pero si en algún momento te pasa algo que te sientes mal, mal, tienes mi número de holomóvil, y si en ese momento no te puedo contestar te mandaré un holotexto. Pero siempre estoy presente, Rimán. -Me palmeó el hombro y me dijo-: Voy a seguir trabajando.

-Lamento -le dije-, hacerte perder tiempo. -Se volvió con el rostro enojado, molesto.

-No te permito que digas eso.

-¿Te has enojado conmigo?

-No pasa por ahí, no digas que yo pierdo tiempo contigo, me siento útil. Al decir que alguien pierde tiempo contigo te desmereces a ti mismo, tú no te lo tienes que permitir.

-Ahora lo entendí. Gracias. Ahora lo entendí.

-Basta de tonteras. -Se dio media vuelta y se marchó.

 

¡Ahhh!, suspiré. Y digo, no es un tema sencillo, no es un tema fácil, pero de alguna manera me sirve esta conversación, ¡vaya si me sirve!

 


Sesión 11/03/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de David P.

Seguía frecuentando a su capitán amigo para resolver dudas que tenía. Le preocupaba que sus relaciones íntimas no satisficieran a su pareja y, a causa de ello, a él tampoco. Su amigo le comentó que quizá no entendía el objetivo de un encuentro íntimo.

Sesión en MP3 (3.095 KB)

 

Entidad: Me sentía por un lado más tranquilo porque tenía más claridad mental en las dos conversaciones que había tenido con el capitán Alexis, pero por otro lado me sentía incómodo, el capitán Alexis era alguien famoso, conocido en todo Sargón por sus misiones con los Lacerta, lo que hizo con los Langar habiendo casi exterminado todo el peligro en gran parte de la galaxia, y de alguna manera es como que me sentía incómodo de... de conversar, sentía en mi interior como que ocupaba su tiempo.

 

Y ya se lo había dicho en alguna oportunidad y ahora que nos volvimos a juntar en el bar de la tropa estábamos solos, podía hablar con toda libertad.

Y le dije:

-Alexis, a veces me siento incómodo por "robar" parte de tu tiempo. -El capitán Alexis se puso serio.

-¿Me hablas desde tu interior o estás siendo irónico? -Me puse pálido.

-No quería molestarlo, lo digo con respeto.

-Rimán, es un... es un placer hablar contigo, nadie me quita el tiempo salvo las batallas inútiles, las acciones sin sentido, la avidez de cada ser vivo, humano, reptiloide, cánido, félido, lacerta, fungo u otros, que tienen ambición de querer más. Eso me quita tiempo, el ver cómo poder solucionar. Y me causa una impotencia tremenda al saber que no puedo.

-¿Por qué? -pregunté.

-Rimán, porque no puedes cambiar la mente de nadie. -Me lo tomé como personal y le dije:

-Entonces en mi caso estoy perdido. -Alexis frunció el ceño.

-¿Estás hablando en serio?

-Absolutamente -respondí.

-¿Es que no te das cuenta que son dos cosas distintas? Tú no tienes ambición, tú no tienes apetito de poder, Rimán, tú tienes anhelos de crecer, tienes anhelos de lograr tu misión personal, deseas vencer ese obstáculo, esa barrera en lo íntimo de poder llegar a tener una libido plena, no tiene nada que ver con lo otro. A mí me incomoda, Rimán, otro tipo de apetitos; apetitos de dominio, de poder, apetitos de no saciarte con lo que se tiene cuando se tiene demasiado. No es tu caso. Tú eres una persona que por lo poco que te conozco sé que quieres hacer las cosas bien, ¿pero sabes cuál es tu problema?

-Dímelo.

-Consciente o inconscientemente, yo creo que más lo segundo, más inconscientemente tienes como cierta inseguridad.

-Alexis, ¿has conversado de esto con mi hermano?

-No, lo que yo converso con tu hermano queda entre tu hermano y yo. Rimán, lo que yo converso contigo queda entre tú y yo, creo que te lo aclaré alguna vez, no me lo vuelvas a preguntar.

-Noto en ti como cierta capacidad de mando.

-Bueno, soy capitán de la flota.

-Y yo también, soy el capitán Rimán Lacorte, ¿por qué no tengo tu seguridad?

-Porque trabajas mucho tu cabeza.

-Házmela sencilla, Alexis, no... no, no entiendo.

-A ver, vamos a tu tema. Me habías comentado que te gustaba la capitana Delia, queda entre nosotros.

-Bueno he salido con ella y me sentí como ridículo.

-¿En qué sentido?

-La capitana Delia es una joven muy muy hermosa y varios capitanes darían lo que fuera por tener algo con ella, algo íntimo.

-Y tú lo has logrado.

-¡Ah! -suspiré-, y no sé si está bien o para mal.

-Explícate -me pidió Alexis.

-Claro, estaba tan..., tan nervioso de tener junto a mí tal belleza que me sentí cohibido.

-Sigue -pidió Alexis.

-Claro. A ver, me preguntaba a mí mismo: "¿Podré, no podré satisfacerla?, ¿le gustaré?".

-¿Sabes lo que pasa, querido Rimán? El tema es así, cuanto más trabaja tu cabeza más se frena tu persona, principalmente tu parte íntima.

-Lo tengo reclaro, ¿pero cómo hago?

-Entiendo que has salido más de una vez.

-Sí.

-Bien. Y no tengo ninguna duda de que la segunda vez te fue peor. -Me asombré.

-¿Eres adivino, me puedes leer el pensamiento?

-No, uso el sentido común.

-¿Podrías ser más claro?

-Sí, Rimán. El tema es sencillo, si la primera vez es como que te ha costado...

-Me cuesta, a ver, tener una plenitud. Y entonces la segunda vez, ya de entrada me doy por perdido, ya no pregunto voy a poder, no voy a poder.

-¿Y ella qué te contesta o qué te dice o qué opina?

-No, eso es personal Alexis.

-Entonces lo dejamos aquí y voy a hacer otra cosa.

-No no no no...

-Entonces ponte de acuerdo contigo mismo. Nos sentamos a tomar algo, me comentas, quieres que te dé mi opinión, deseas que te oriente y después no me comentas. Te dije que queda entre nosotros.

-Me da mucha vergüenza comentártelo.

-Déjate de tonterías, Rimán, somos varones.

-Bueno, ella no me dice nada, ni siquiera me consuela porque si me consolara, ¡aaah!, me sentiría más acobardado.

-¿Entonces?

-Me acaricia, me abraza. A lo sumo me dice: "Está todo bien". Es comprensiva. Bueno.

-Eso es más que bueno, Rimán.

-El problema soy yo, no ella. Siento como que a veces no alcanzo a culminar, no me satisfago yo, lo cual no me importa. ¡Bah! Sí, me importa, pero me incomoda no satisfacerla a ella.

-¿Y ella qué hace?

-Y ella a veces se satisface.

-Ajá. ¿Y tú qué haces?

-Nada, soy un espectador.

-Mal.

-¿Mal? ¿Pero qué quieres que haga?

-Que participes.

-¿Cómo?

-A veces, Rimán, me daría la impresión como que no tienes demasiada experiencia.

-No entiendo.

-Claro, tú hablas de una libido plena. ¿A qué le llamas libido plena?

-Alexis, sabes a qué me refiero.

-No.

-Alexis, me parece que estoy consultando a la persona equivocada. -Me miró muy seriamente y me dijo:

-Rimán, conmigo no te hagas el listo, conmigo te comportas.

-¡Me tratas como si fueras un superior!

-Silencio, no terminé de hablar. -Bajé la cabeza-. Tampoco es para que finjas estar apesadumbrado. Sé muy bien de lo que hablas, tú no sabes. ¿A qué le llamas libido plena?, te lo pregunto por última vez, si no me respondes me levanto y me voy.

-Bueno, a la parte genital.

-Entonces tengo razón yo, querido Rimán. ¿Qué te impide participar cuando ella se satisface?

-Que no tengo libido.

-¿Y?

-A veces no entiendo...

-¿Qué parte no entiendes, Rimán?

-Me dices "¿y?", ¿qué quieres que haga?

-¿Me lo estás preguntado de verdad?

-Sí, pero no burlándome, de verdad, estoy con un anhelo tremendo que me respondas. Al contrario, me siento humillado de consultarte, ¿de verdad queda entre nosotros?

-Sí, Rimán.

-No pongas cara de superado, te lo pregunto de verdad.

-Pongo cara de superado porque... A ver, voy a ser directo pero tú me lo vas a responder también de manera directa: ¿Por qué no participas aun no teniendo libido plena?

-Porque, ¿qué haría?

-Y por ejemplo besarla, acariciarla, acariciarla íntimamente con tus manos.

-Pero eso no es hacerle el amor.

-¿A no?, ¿qué es hacer el amor para ti, querido Rimán?

-Ya sabes.

-No.

-¿No lo sabes? Según la tropa eres una persona que toda teniente, toda capitana saldría contigo.

-Rimán, me refiero a que no sé de la forma que lo piensas tú.

-Entonces dímelo -le pedí, le imploré.

-Hacer el amor, Rimán, es todo. Todo. Tú solamente piensas como muchísimos varones, y no solamente humanos, ¿eh? de otras razas también, por eso la mujer humana y mujer de otras razas, principalmente en otras razas, se adaptó a no tener...

-¿Qué?

-Culminación.

-Bueno, no es que no me importen las otras razas, pero hablamos de mí, eso me da un pudor tremendo.

-Participa.

-Me cuesta, parece que hiciera el papel de acompañante. Y eso me da como una..., cómo decirlo, me siento como paralizado, como inútil.

-Rimán -exclamó Alexis-, hacer el amor es todo, es una completud, una..., algo que tiene que ver no con un acto fisiológico, porque así lo piensa la mayoría de los varones.

-¿Y no lo es, como comer, como dormir, como vaciar tu vejiga?

-Sí y no.

-Bueno, vamos a la parte del no. ¿Por qué no, no es un acto fisiológico?

-Es mucho más, es mucho más completo.

-¿Cómo hago para no sentirme un acompañante?

-Tendríamos que tener otra conversación, ahora tengo que entrenar a los alféreces.

-Siempre me dejas con una intriga.

-Mírame. -Lo miré a los ojos, tenía unos ojos que te perforaban, Alexis-. ¿Te ha servido la conversación de hoy?

-Sí, me ha aclarado algunas cosas, pero es como que me da ganas de..., de saber más, ¿cómo hago para no sentirme un acompañante?

-Lo hablaremos en la próxima. Y sería la última porque entramos en batalla contra los fungos.

-Bueno, podemos conversar por ultratransmisores.

-Lo haremos. Una pregunta, querido Rimán, ¿la capitana Delia va a tener un crucero propio?

-Sí.

-Te puedes comunicar con ella a través de ultratransmisores al igual que conmigo. De todos modos en setenta y dos horas partimos. Nos vemos un día antes.

-Quisiera tener todo claro antes de entrar en batalla.

-Y si no lo llegas a tener claro, Rimán, tu atención va a tener que estar en el crucero, en la gente que tienes a cargo bajo tu mando, porque la vida de ellos y la tuya propia va a estar supeditada a tu atención plena y nada más que en eso. La vida de ellos, para un capitán, vale más que la del capitán.

-Eso me lo enseñaron años atrás.

-Bueno. Nada te tiene nublar, nada te tiene que nublar tu pensamiento. Está bien igual vamos a hablar antes.

 

Como siempre, por costumbre me palmeó el hombro, se levantó y se marchó sin mirar atrás. Lo miré mientras se iba y pensaba: "Daría lo que sea por tener su seguridad".