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Psicoauditación - Eduardo S.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 12/01/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Eduardo S.

Fue en Gaela. Era aprensivo y le preocupaba la opinión de los demás respecto a él, cómo era y cómo desarrollaba su actividad principal. Tuvo que viajar al nuevo continente, para un reportaje. Esto es lo que dirían.

Sesión en MP3 (2.652 KB)

 

Entidad: Por un lado me siento muy seguro de mí mismo, hace siete años que trabajo en el mejor periódico de Coverself, la capital de Ámber. La dueña del mismo, Amalita, es una persona simpática pero difícil, suele ser severa cuando uno se equivoca y amable cuando uno hace las cosas bien.

 

Pero a mí me cuesta mucho. Ahora tengo veintiocho años y sufro muchas incomodidades en el periódico, mis compañeros me tratan pero a veces es como que tuviera ojos en la espalda, veo su mirada y me miran como si no perteneciera a su grupo, como que no fuera mi lugar de pertenencia el periódico.

Uno de los amigos me lo hace notar. Me dice:

-Adelmo -(Mi nombre es Adelmo Nabaro), me dice-, Adelmo, a veces te veo escribir a máquina un artículo y le erras a una tecla y veo como que tienes temblores en la cara o... o algún tic, o escucho que haces una exclamación "¡Ayker!, ¡Coto!", o dices cosas que no se te entiende. ¿Pero tan nervioso te pone que te equivoques en una escritura?

 

Y qué le iba a contestar. Yo creo que es un problema que tengo, que no lo puedo manejar. Es más, tengo muchos conocidos que de repente estornudan y yo diez segundos antes veo que están "!Ah, ah, ah!" hasta que sacan el estornudo, es como que ya su cerebro les dicta que van a estornudar. Bueno, quizá no con tanta antelación pero tres o cuatro segundos antes yo ya sé, ya sé que voy a tener un tic o voy a lanzar un pequeño ¡Oeh!, o algo.

 

Y justo Amalita, la dueña, volvió de Plena y ahora vigila. No es que estuviéramos distendidos, porque el trabajo hay que sacarlo sí o sí, si no el gerente nos pone una soga al cuello. Pero Amalita es distinta, impone respeto con su simpatía o con su severidad.

Y como últimamente mis tics se fueron agravando me dijo:

-Nabaro, venga. -A veces cuando está simpática me tutea, me dice "Querido Adelmo", pero no "Nabaro, venga".

-¿Voy a su despacho?

-Sí.

-Tome asiento. Aquí tiene. -Yo digo ¿me está dando un cheque, me está echando, me está indemnizando?, pero no, es un pasaje.

-¿Y esto, estimada Amalita?

-Es un pasaje para Plena. Conocí a un joven que es una maravilla.

-Sí, pero no entiendo.

-Tiene muchísimas conexiones y tiene profesionales médicos de primera que lo pueden atender allí. -Sentí como que el ego me subió por el pecho a la cabeza.

Y dije:

-¡Je, je, je! ¿Plena, en el sur del nuevo continente, va a tener mejores profesionales que en Ámber? Es un chiste. Dígame, por favor, apreciada Amalita.

-¿Le parece que estoy bromeando, le parece que el pasaje es de mentira? -Me encogí de hombros.

-¿Y cuándo regresaría?

-Hablaríamos por teléfono a larga distancia. Yo tengo el número del joven, aquí le paso los datos, se llama Jorge Clayton.

-¡Clayton! Escuché hablar de él, ¿no es un millonario? Me parece que ha venido un par de veces a Ámber.

-Es muy conocido en todos lados. Aquí tienes el horario de viaje, todo. Así que prepara. No lleves tantas cosas, allá te comprarán ropa, lo que fuera.

-Mi máquina...

-No, no llevas nada. Lleva alguna muda, otro par de zapatos, unas deportivas y vas tranquilo.

-Una vez viajé en avión, pero a Saeta, un país vecino... Pero al nuevo continente no.

-No es tan lejos, no es tan lejos, se te va a pasar rápido. Llévate un libro, duerme, puedes comer arriba del avión. -Me encogí de hombros.

-Sí, está bien. ¿Y mi paga mientras no esté?

-Quédate tranquilo -ahora me tuteaba-. Es todo.

-Pero termino el día...

-No, no terminas el día, Adelmo. Coge el pasaje, dile a tus compañeros que vas a hacer un reportaje en Plena, para que no pregunten más nada. Yo diré lo mismo. Esto queda entre nosotros.

 

Y bueno, de la noche a la mañana me encontraba en el avión viajando a Plena.

Cuando estaba llegando me cogió el pánico. ¿Y dónde voy ahora? Bajo en el aeropuerto, paso el chekin, busco una maleta, que era la única que había traído, paso por la aduana. Y afuera había un joven, un poco más alto que yo, más joven que yo, no creo que tuviera más de veinticinco años y llevaba un cartel que decía "Adelmo Nabaro". Levanté la mano, inclinó la cabeza. Di vuelta por la soga de contención y me estrechó la mano con fuerza, con firmeza.

-Bienvenido a Ciudad del Plata, la capital de Plena.

-¿Cogeremos un taxi?

-No, tengo mi coche. -Salimos del aeropuerto y había un deportivo último modelo.

-¿Es tuyo?

-Sí.

-¿Tú eres Jorge Clayton? Amalita me habló de ti.

-Es una buena mujer.

-¡Oh, jo, jo, jo! Porque no la tienes como jefa, no sabes lo que es. Me dijo que tienes conexiones con médicos.

-Así es, así es.

Le conté de mis síntomas.

-Tengo un médico muy conocido, el doctor Carlos Pedreti, es un médico de primer nivel. Ya te pedí cita para mañana, a las doce del mediodía. ¿Te afectó el jet lag?

-No -le dije-, me siento bien, no es que el horario cambiado me haya afectado.

-Está bien, porque tenemos cinco horas de diferencia.

-No, no, pero me siento bien, en serio. -Fuimos a un apartamento.

-Te quedarás aquí.

-¿Es tuyo?

-Sí.

-¿Vives aquí?

-No, es uno de los departamentos que tengo para mis amigos. Tienes de todo.

-¡Vaya, hasta hay un televisor nuevo! ¡Wow! ¿Qué hago ahora?

-Te cambias, ahí en placar tienes ropa, creo que toda la ropa te irá bien. La ropa sucia déjala en el canasto para el lavadero. Y aquí tienes la tarjeta con mi teléfono.

-Sí. No, no, ya tengo una que me dio la señora Amalita.

-Bien. Y ahí tienes un teléfono.

-¡Vaya! Está el departamento equipado.

-Cualquier urgencia me llamas. Yo voy a pasar más tarde, y mañana te acompaño al doctor Pedreti.

 

El día pasó rápido. A la tarde me dijo: Te acompañaré a cenar, hay muchos amigos que quieren conocerte. Pero hoy no, no es prudente que te vean, prefiero mañana. Hoy comemos los dos tranquilos, te acuestas temprano. Te paso a buscar tipo nueve de la mañana, desayunar, médico y a eso de la una de la tarde almorzamos, y ahí sí puede ser que nos encontremos con los demás amigos.

-Está bien.

 

Me acompañó al médico. No era un hombre tan grande, tendría cincuenta años, cabello castaño, con bigotes, alto, más alto que yo. Clayton se quedó afuera en la sala de espera.

Me miró, me revisó, me sentí incómodo. Me preguntó si había desayunado mucho.

Le dije:

-No no no, me tomé un café cortado con un poco de leche y una de esas que llaman media luna, que son más pequeños que los croissants.

-¿A qué hora?

-Y... tipo nueve y media.

-Está bien. -Me preparó una toalla, un líquido.

-¿Qué es esto que me harás?

-Es un electroencefalograma.

-¡Para qué es!

-Para detectar si es algo neuronal. -Una hora después, no pensé que iba a tardar tanto, me dijo-: Hay una anomalía neuronal que quizá te provoca esos síntomas. Te voy a recetar un neuroléptico.

-¡Neuroléptico, pero eso es para problemas psiquiátricos! Yo no tengo una enfermedad psiquiátrica, tengo a veces como ciertos tics.

-El neuroléptico puede servir incluso hasta para personas con esquizofrenia, pero también tiene que ver las dosis, te voy a dar una dosis mínima. Ahora le voy a decir al señor Clayton y hoy mismo la compran. Aquí está cómo la tienes que tomar, cuándo la tienes que tomar. Y en catorce días me vienes a ver.

-Muchísimas gracias. Y esto...

-Ya está todo abonado, Clayton se hizo cargo.

-Gracias, doctor Pedreti.

-Cuídese, Nabaro. -Nos estrechamos las manos y me marché.

 

Cuando salimos estaba enojado, molesto.

-¿Podemos almorzar nosotros solos, así te cuento?

-Sí, podemos encontrarnos con los muchachos a la noche, si es que quieres.

-Sí, sí, quiero despejarme un poquito. Pero ahora quería hablar a solas contigo, me recetó un neuroléptico.

-¿Y?

-¿Y? Es una medicación psiquiátrica, mi mente es lúcida.

-¿Y quién dice que no?

-Lo que me recetó dice que no.

-No. Conozco esa medicación por otra gente que conozco y tiene que ver con las dosis que uno toma, seguro te dio una dosis baja.

-Sí, correcto.

-Perfecto.

-¿Eso me va a curar?

-¡Uf, uf! Ya hablé anteriormente con el doctor Pedreti y le anticipé lo que me había comentado la señora Amalita, y me dijo que si es lo que él piensa, el síntoma que él piensa que tienes es como la diabetes, no tiene cura, como el síndrome de Ménière, no tiene cura, pero tiene tratamiento, y un tratamiento puede aliviar muchísimo.

-No me deja contento.

-Acostúmbrate a ver el vaso medio lleno, como le digo a la gente que conozco. El hecho de que te sientas más aliviado de tus síntomas es un paso adelante, y a veces mágicamente los síntomas van desapareciendo. ¿Qué edad tienes?

-Veintiocho -respondí.

-Bueno, quizá a los treinta los síntomas vayan desapareciendo. Tiene que ver también con... con que te pones nervioso.

-¡Y cómo no me voy a poner nervioso!; estoy en la editorial escribiendo a máquina y de repente tecleé algo mal y siento como cinco segundos antes que..., o de repente tengo un pequeño grito, o muevo el mentón involuntariamente, o las manos, y quiero coger un lápiz y se me escapa de la mano...

-Tranquilo, tranquilo, no tenemos prisa, nadie nos corre. En el departamento no tienes que abonar nada de nada de nada, ni el almuerzo, ni la cena, ni nada. ¿Precisas algo de plata?, te doy para que te muevas. De todas maneras es preferible que los primeros días vayamos juntos o con los otros muchachos para que vayas conociendo la ciudad. Esto es la zona céntrica, nos vamos a mover por aquí, es tranquilo no hay riesgo, no hay peligro, no hay nada.

Le confesé la verdad.

-Esperaba que Plena fuera más...

Clayton dijo:

-¿Salvaje? ¡Je, je, je! ¿Porque es un país del nuevo continente, del sur?

-No sé, yo como veo hasta incluso más grande que Coverself, la capital de Ámber.

-Son más o menos del mismo tamaño, quizá Ciudad del Plata sea un poco más grande. Obviamente tiene menos transportes, tiene menos subtes, pero es una ciudad cómoda.

 

Y me sentí un poco más esperanzado. Me molestó la parte de "no tiene cura, pero sí tiene tratamiento". Y lo del vaso medio lleno lo tendría que asimilar, y haría el esfuerzo posible de mi parte.

 

Como thetán me llamo Adel-El, muy similar a mi nombre Adelmo, que me pusieron en Ámber, un país importante en Gaela. Estoy en el plano 3 subnivel 9.

 

Gracias por permitirme hacer catarsis.