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Psicoauditación - Esperanza J.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 31/05/2021


Sesión 31/05/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Esperanza J.

La entidad relata que en Ran II descubrió, después de muchos años, una doble vida de su esposo. Ella había aprendido que para perdonar a otro debe perdonarse primero a sí mismo. Un restaurador espiritual le convenció de que ella no tenía culpa.

 

Sesión en MP3 (3.903 KB)

 

Entidad: A veces repetimos vidas para aprender lecciones kármicas. No significa que tengamos que repetir vidas similares, pero es cierto que en muchos casos, por lo menos me ha pasado a mí como entidad, que he tenido vidas parecidas en distintos mundos, en distintas regiones, en distintas situaciones, con distintos roles, obviamente, pero en algunas circunstancias parecen vidas calcadas. Y quizás en esa vida pasada una puede aprender de esa experiencia negativa o no.

 

¿Entonces por qué repetirla en otra vida, para reforzarla, para fijarla, para comprobar si verdaderamente hemos aprendido la lección? Y es muy difícil, es muy difícil porque en cada vida tenemos como un velo de amnesia donde como seres físicos, como roles no recordamos lo que hicimos en la otra vida. Entonces podemos volver a cometer el error una y otra y otra vez, y si bien tenemos un Yo superior que nos guía, que es el 90% de nuestro espíritu no encarnado, no le escuchamos. Y cuando digo no le escuchamos no significa que tengamos que escucharlo con el oído, es como un mensaje subliminal en nuestra mente, pero estamos tan distraídas en la vida cotidiana, en las cosas que nos pasan, ¡je!, y lo principal, en el desconocimiento de ese mundo espiritual, que a veces es como que nos viene una idea a la mente o una especie de orientación a nuestra mente pero no le hacemos caso: "Bueno, no no no, esto es un impulso", "Esto es una idea", "Lo voy a pensar mejor", "Vamos a ver", "Esperemos otra oportunidad", "Veamos cómo se siguen desarrollando los acontecimientos"... Y los acontecimientos se van a seguir desarrollando como se desarrollaron hasta ahora. Si una persona va en caída libre y debajo no hay un freno, ¡je, je!, y la persona va directa al abismo. ¿De qué circunstancia hablamos que puede cambiar? Obviamente la vida cotidiana no es una barranca abajo, yo la compararía más bien en un sube y baja, un camino con altibajos, ¿no?

 

Encarné en Ran II hace mucho tiempo atrás, mi nombre era Estela Tobago. Ran II era un mundo apenas un poco más desarrollado tecnológicamente de lo que hoy es Sol III.

Me había casado con Urbino Calles, una persona cariñosa, amorosa. Trabajador, demasiado trabajador, las veces que llegaba tarde por el trabajo:

-¡Ay! Estela, Estela, no sabes cómo me sacrifico por nosotros.

-¡Qué buen esposo, qué maravilla de esposo!

 

Un día, ya era casi de noche y me extrañaba no tener novedades de él, incluso lo llamé por el holomóvil y respondía el contestador. Lo fui a buscar a su trabajo y ya no había nadie.

El encargado de limpieza me dijo:

-¿El señor Calles?, hace como mínimo tres horas que se marchó.

-Qué raro -le dije al empleado-, porque siempre se suele quedar hasta tarde.

-Discúlpeme, señora, ¿usted es Estela, su esposa?

-Sí.

-Pero él siempre sale temprano. Discúlpeme mi indiscreción, pero tal vez vaya a visitar a otros clientes.

-Gracias -le dije. Y me marché.

 

Llegó cuando yo ya había cenado.

Y le dije:

-Urbino, si quieres te caliento la comida.

-No no no, cené en el trabajo, tuve una reunión hasta muy tarde, incluso estaba el gerente y el subgerente.

-¿Fueron a comer afuera?

-No, comimos en el mismo trabajo, en la quinta planta.

 

No dije nada, pero justo era en la quinta planta donde me encontré con el empleado de limpieza que me dijo que se había ido como mínimo hacía tres horas. No dije nada pero ya estaba en un estado de alerta.

Y otras veces que llegaba tarde, tampoco para dar ninguna señal sospechosa al empleado de la limpieza, le dije:

-Me olvidé unos papeles aquí de mi esposo, ¿puedo pasar por su oficina?

-Sí.

 

Me abrió con su llave y entré, sabía que era su esposa y no iba a sospechar, de que no iba a quitar nada como si fuera una desconocida.

El hombre, discreto, me dejó tranquila y siguió con su ronda de limpieza mientras yo revisaba el escritorio. Y encontré agenda, agenda de las viejas, agenda de papel con nombres, con números de holomóvil. Y ahí me di cuenta de que desde hace años me venía engañando.

 

Hablé con un abogado, le conté el caso y inicié el divorcio.

Los primeros días apenas podía respirar con lágrimas en los ojos volcándose por la mejilla, pero me fui reponiendo. Por momentos tenía sensación de impotencia, por momentos tenía sensación de odio, de despecho. Pensé en engañarlo una y mil veces, ¿pero por qué degradarme yo, por qué?, ¿qué sentido tenía?

Vivíamos juntos así que tuve que pasar por una mala escena porque vio la demanda.

-¿Qué pasa, Estela, te enamoraste de otro, me dejas por eso?

Estallé de los nervios y le dije:

-No seas hipócrita, hace años que eres infiel, dieciocho años que estamos casados. ¿Cuánto hace que me engañas? Sé lo de la oficina, vi las cartas, tienes cartas de papel, como si vivieras en la época prehistórica.

No lo negó pero hizo rol de víctima:

-No es como tú piensas, a veces estaba tan agotado del trabajo y tú no me prestabas atención, y yo es como que necesitaba desahogarme.

-Claro. Así que al tener relaciones ajenas al matrimonio le llamas desahogarse.

 

Veinte días duró el tema de la demanda, yo tenía todo a favor. Se fue de casa, rentó un apartamento.

Me sentí como partida en dos, mal. Buscaré alguna persona que me ayude por dentro a entenderme.

Mientras tanto iba a distintos grupos, a distintos talleres de personas que habían sufrido distintos tipos de pérdidas, no solamente separaciones, divorcios. Aparentemente me ayudó mucho, pero no me sentía completa, no me sentía plena, no me sentía bien.

 

Me crucé con una amiga, una afamada... una afamada conocida que gustaba de la genética pero le interesaba todos lo que era el mundo interior, por así llamarlo, y ella también había pasado por mucho. Se llamaba como yo, Estela, Estela Navarro.

Me dijo:

-Mira, querida, yo te recomendaría un reparador de almas.

-¡Je, je, je! -Primero me reí. Le digo-: ¿Es un chiste?

-No, no es un chiste, amiga, es una persona que es un... un restaurador espiritual.

-Estela, Estela, he ido a distintos talleres, incluso talleres de meditación.

-Esto es otra cosa, es un hombre que ha resuelto infinidad de casos de personas con problemas.

-¿Y trabaja de eso?

Estela Navarro me dijo:

-Se llama Raúl Iruti. -Me asombré.

-¿Pero que hay otro Raúl Iruti?

-No entiendo.

Le dije:

-El Raúl Iruti que yo conozco sale en los holoperiódicos, en la holotelevisión, es uno de los más afamados genetistas de Ran II.

-Es él.

-¿Pero cómo, dejó la genética?

-No, pero atiende personas con problemas como el tuyo. -Me dio el número de su holoconsulta y pedí un turno.

 

Dos días después lo fui a ver. Un hombre de mediana edad, interesante, carismático pero serio, sonreía dentro de su seriedad.

Le dije:

-Mi nombre es Estela Tobago, me recomendó la señorita Navarro.

-Adelante.

Le conté que había estado casada con Urbino Calles y que sufrí dieciocho años de infidelidad, que me divorcié.

¿Cuál sería el problema?

-Bueno, pasaron ocho meses y me llamó a mi holomóvil.

-Ajá. Continúa.

-Quiere volver conmigo. Profesor, yo estuve trabajando antes de verlo a usted, fui a distintos talleres, trabajaba en mi propia persona para perdonarme, para crecer espiritualmente. -Levantó la mano.

-Espera, espera, hay algo que no te interpreté, ¿cómo para perdonarte?

-Bueno, fui a un taller donde la profesora dice que tenemos que perdonarnos.

-Ajá. ¿Así que tú también has sido infiel?

-¡No...! ¿Por qué me dice eso?

-Porque has hablado de perdonarte.

-Es lo que me enseñaron.

-Ahora, apreciada Estela, ¿cuándo te enseñan algo tú lo analizas o directamente lo aplicas?

-Pero profesor Iruti, me dijeron que uno tiene que perdonarse primero para poder perdonar al otro.

-A ver, ¿tú tienes culpa de algo? -Me encogí de hombros-, ¿lo has descuidado?

-No, que yo sepa no, estaba siempre atenta a él.

-Entonces, ¿de qué piensas que tienes culpa?

-Yo no dije que tengo culpa...

-¿Entonces de qué tienes que perdonarte?

-Bueno, dicen que uno tiene que...

-Dicen. -Me interrumpió Iruti-. Pero por qué no analizas bien lo que te enseñan en esos talleres. ¿De qué tienes que perdonarte, qué has hecho mal? -Me encogí de hombros.

-No sé, dígame usted, para eso lo vine a consultar.

-Está bien. No tienes que perdonarte de nada, no eres culpable de nada. Por otro lado, el perdonarlo a él..., yo no puedo decir lo que tú tienes que hacer, yo sólo puedo explicarte cómo es la tendencia de cada ser humano. Me dices que has estado dieciocho años casada.

-Correcto -le dije.

-¿Y supones que durante los dieciocho años te ha sido infiel?

-¡Uf! Yo sé que los últimos años sí, como por lo menos seis de los últimos años, sí.

-¿Y han pasado ocho meses desde el divorcio y él quiere volver?

-Dice que cambió.

-Mira Estela, hay personas que son adictas a sustancias, lamentablemente. Otras son adictas al tabaco.

-Perdón, ¿hay personas que siguen fumando en Ran II?

-A escondidas. No es que esté prohibido pero saben que el tabaco produce cáncer. Ya casi nadie fuma, ni siquiera en espacios abiertos, pero sé de personas que son adictas al tabaco, otras al alcohol, otras a la infidelidad.

-Pero profesor, el alcohol puede ser una dependencia, una droga puede ser una dependencia, ¿pero una infidelidad? Yo más bien lo veo como...

-Sigue, continúa.

-No sé, como una costumbre.

-¿Y por qué no como una adicción?

-Porque no es lo mismo profesor. Usted me hace pensar a mí cuando es usted el que tiene que decirme.

-Te hago pensar a ti para que tú misma razones, es un método. Pero continúa, explícame la diferencia entre costumbre y adicción.

-Claro profesor. Hace un siglo la gente fumaba muchísimo y la nicotina en la sangre le producía esa adicción, que si dejaba, el síndrome de abstinencia era tremendo, igual que la persona que dejaba de golpe el alcohol o la que dejaba la droga, ¡je!, pero una infidelidad no produce ese tipo de dependencia.

-Seguramente que no, no a nivel físico, no hay una nicotina en la sangre, no hay alcohol en la sangre, no hay una droga. Pero no deja de ser una adicción, son personas que no tienen sexo por amor, tiene sexo directamente para probarse a sí mismos, son personas con baja estima que tratan de ratificar esa alta estima estando con una mujer y con otra, no valorando a su propia esposa, no valorando el amor que su esposa le brinda.

-Pero él dijo que me ama, profesor.

-Una persona que ama no engaña.

-Resumiendo, ¿usted no piensa que en ocho meses puede haber cambiado, que la misma soledad lo hizo recapacitar?

-Apreciada Estela, tú me hablas de soledad de parte de él. Ha estado saliendo permanentemente con otras mujeres estando casado contigo. ¿Tú piensas que en estos ocho meses se ha hecho puritano y no ha salido con nadie?, ¿de verdad te crees eso? Mírame, ¿de verdad crees eso?

-No -le dije-, honestamente no, al contrario, ahora tiene toda la libertad. Pero justamente se habrá cansado de esa libertad y por eso quiera volver. ¿Qué opina, profesor?

-Insisto, yo no puedo decidir por ti. Hay personas que tienen manías, costumbres, maneras de ser, y no me imagino a una persona que durante años y años y años se comportó de determinada manera de repente haga un giro de ciento ochenta grados.

-¿Y entonces por qué me busca, por qué quiere volver?

-Yo no digo que no tenga cariño por ti, seguramente por eso quiere volver a la vida de antes, estando contigo y siguiendo con su vieja rutina.

-¡Ah, no no no no! Usted me dice que volvería conmigo pero seguiría engañándome.

-No lo sé. Sólo puedo decirte que es muy difícil que una persona cambie en sus hábitos, tiene que ser una persona íntegra, fuerte por dentro y que tome conciencia de sus cosas.

-Pero usted me acaba de decir de que él quiere volver porque me aprecia.

-Sí...

-Entonces me ama.

-No, yo dije que te aprecia; si te amara no te hubiera engañado. No se engaña a quien se ama porque quien se ama lo abarca todo, no precisas de nadie más. Tienes que entender eso, Estela.

-Lo entiendo y me cae muy mal. Pero no... no me mal entienda, profesor, no es que me caigan mal sus palabras, me cae mal el darme cuenta. Le agradezco la enseñanza del perdón porque yo, ¿de qué tengo que perdonarme? Tiene razón, ¿de ser permisiva?

-Tú has sido una víctima, has sido permisiva por amor. Pero mírame -Lo miré-. ¿Hasta qué punto has sido permisiva?

-¡Ah! Es que antes de descubrir todo esto muchas veces sospeché del engaño; por las llegadas tarde, por su conducta... A veces hablaba por el holomóvil a escondidas. Yo le preguntaba, "¡Psss! Estoy cerrando un negocio". ¿Cerrando un negocio a la hora de cenar teniendo todo el día para hacerlo? Pero lo respeté, nunca le revisé su holomóvil, además nunca lo dejaba a la vista y lo tenía con doble clave. Le agradezco, profesor Raúl Iruti, su enseñanza. No lo tome a mal, pero no me voy bien de la consulta, pero no porque no me haya sido útil, por favor entiéndame, profesor, sino porque me voy triste. No tiene sentido que vuelva con él. ¿Para qué, para seguir con la misma rutina de esposa engañada? Incluso se mudó más cerca para verme permanentemente.

-No te sirve verlo, no te sirve. Te va a resultar tóxico, como un alimento en mal estado, no te sirve estar con una persona tóxica. -Le pedí su número de holocuenta y le envié los créditos de mi consulta a su cuenta.

Me despedí de Raúl Iruti y le dije:

-Me ha sido muy útil, no me voy bien pero me ha sido muy útil. En los talleres que iba me decían lo que yo quería escuchar, y eso no ayuda, eso no sirve. Sirve que me digan la verdad, las cosas como son. Y le agradezco de todo corazón profesor. -Nos estrechamos la mano. Me dio la mano firme pero sin apretar.

 

Bajé por el elevador y cuando llegué a la calle, ¡aaah!, respiré aire puro. Pero no bastaba con purificar mis pulmones, tenía que purificar mi vida. Y no cómo me malenseñaron de perdonarme, sino de tomar el volante de mi coche, el volante de mi vida y ser yo la conductora, no que nadie busque conducir mi vida. Como dijo Iruti, aprender a ser dueña de mis actos.

 

Gracias por escucharme.