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Psicoauditación - Jeanette

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 08/01/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Jeanette

Estaba desesperada en lo afectivo, su marido no la tenía en cuenta. Encontró un jugador, hablaron. Se le ofreció y él no aceptó; le ayudó a encontrar su autoestima enseñándole que debe empezar por quererse ella misma.

Sesión en MP3 (3.562 KB)

 

Jeanette: Mi thetán se llama Lor-El, doy paso a su interlocución.

 

Entidad: Mi nombre es Lor-El estoy en el plano 3 subnivel 3, un plano de superación. Mi intención es poder revertir los roles del ego y los engramas para poder llegar al plano maestro.

 

Hay una vida que me afectó mucho -y me creó distintos engramas, acentuándome incluso los roles del ego- en un lugar llamado Umbro, en una región a la que denominaban zona ecuatorial donde mi nombre era Lordenza.

¡Ah! Qué puedo decir de esa vida, una vida donde tenía demasiadas expectativas que se fueron esfumando, frustrando, desapareciendo. Y qué paradoja irónica, ¿no?, mientras que una persona es como que me dejaba de lado por descuido, otra absolutamente opuesta intentaba apartarme para cuidarme, para respetarme, algo que me costaba entender. Y ahora voy a pasar al relato en sí. Muchas gracias.

 

A veces sentía que mi vida no tenía... no me sentía aceptada. El problema era... no es mi esposo Tirone, sino por mí misma.

Mi marido me decía "Lordenza, más tarde vengo": Aparecía bebido a las dos, tres de la mañana. No me engañaba en el sentido de ir con otras mujeres, por lo menos no, no tenía indicios de ello, pero sí se gastaba todos los metales. Él tenía muchísimos metales cuando yo lo conocí, ha sido... muy ricos comerciantes. Él quedó a cargo de todo y hoy mismo en el poblado lo atiende el encargado y dos empleados más, él se va de juerga a jugar a las barajas.

Yo quiero ser honesta, inicié la relación con él... a veces incluso hasta me daba rechazo, su... parece que su ropa entera estuviera bañada en alcohol. Cuando me abrazaba a mí misma ponía las manos sobre mi pecho y esa intimidad de cuando nos conocimos y en este momento Tirone era otra persona. Había perdido la línea, había engordado. Yo no era quien para criticarlo yo también había perdido la línea por esa tremenda, enorme ansiedad que me dominaba. Ansiedad por soledad, supongo que ya nunca tendría. Yo ahora no sentía que estuviera enamorada de Tirone, era honesta conmigo misma, no me atraía pero sin embargo soñaba porque estaba enamorada del amor y esa ansiedad me carcomía comiendo y comiendo. Tirone estaba acostumbrado a la comida delicada; trocillos de carne, pequeños frutos de mar, a mi me encantaba el guisado bien condimentado, preparábamos una olla y obviamente a veces venía con la ropa con olor a vómito y así como estaba yo me quedaba en un sillón del costado, tomaba la olla de guisado y ahí comía y comía hasta dejar la olla vacía.

 

¡Ay, Lordenza!, luego a la mañana te miras a las aguas del arroyo y te dices "Mira qué es eso", pero a la noche no, a la noche cuando Tireno dormía borracho o directamente no venía hasta la madrugada yo era como una potranca culada por ese jinete llamado ego que me producía ansiedad. Y después venía el complejo de culpa otra vez. Y después te sientes fea, te sientes poco atractiva y ese Tirone se va a jugar.

Y mi otro rol del ego se enojaba con el otro rol. Tenía múltiple personalidades. "Tú que sabes, Tirone ya era jugador cuando ambos éramos delgados, atractivos, él ya jugaba y tú lo aceptaste igual, tú estuviste igual con él". Pero claro, me imaginé que era un pasatiempo momentáneo, no un vicio, no una dependencia.

Un día llegó de mal humor.

-¿Qué sucedió?

-Perdí.

-Ya has perdido y nunca vienes tan enojado.

-Tú no sabes nada, Lordenza. Un jugador nuevo, Figaret, parece que tuviera magia en las manos, nadie le gana. Voy a tener que cambiar de sitio. -Yo contenta.

-No vayas, aléjate de él.

-¿Me querrías acompañar esta noche?

-¿Allí? ¿De juegos? -Todo esto pasó por mi mente en segundos, pero después pensé "¿Por qué no?, así veo si las posaderas también les hacen favores a los que juegan"-. Bien, mañana te acompaño.

 

Y a la tarde siguiente fuimos, fuimos en una especie de calesa, no quiso que fuéramos montando en dos hoyumans, directamente en calesa para mostrar que era la mujer..., como si alguien se fijara. El lugar era mejor de lo que yo pensaba, delante iluminado con faroles a vela por todos lados, había varias mesas de juego, él iba siempre. Y me fijo en un hombre con unos bigotes finos, una mirada observa sonriendo, muy muy atractivo, se ve que no le importaba pasar inadvertido. Le pregunté a Tireno.

-Ese es el que yo te hablaba, de ese te estaba contando ayer, tiene fama de hacer trampas pero yo le miro las manos y no, no hace trampas.

-Pero Tirone, ¿y para qué juegan contra él?

-Por ganar.

-No, por capricho -lo corregí. Que su mismo machismo no les puede hacer aceptar que hay alguien que les pueda ganar-. No te gana solamente a ti, les gana a todos.

-Y eso no es lo peor, un espadachín muy conocido que también juega le dijo tramposo y ambos salieron a la calle a espadear pero el que entró fue Figaret diciendo "Lo lamento, pero por unos días nuestro amigo no volverá a aparecer". No lo había matado. Y aclaró Figaret "No lo quise lastimar".

 

Cogí un banco y me senté al lado. Lo noté a Figaret como distraído, no miraba las cartas, me volvió a mirar a mí. Esa mano la perdió, pensé que iba a poner un gesto contrariado, sonrió, volvió a mirarme. Me sentí halagada, pensaba en esas noches en las que soñaba un abrazo de un hombre de verdad y trasladaba mi mente a un valle, a un rio, me visualizaba allí sentada con Figaret mientras él me miraba y me acariciaba y me daba en la boca a comer unos frutos. Me veía delgada porque alguien me quería y las últimas dos noches y me sentí como que el local estaba vacío y no lo acompañé más.

Una tarde que voy a otro poblado a comprar unas telas me lo cruzo con su equino por el camino.

-Tú eres Lordenza -casi se me paraliza el corazón. Yo, tan insignificante...

-Y tú eres Figaret.

-¿Vas al poblado vecino?

-Voy a comprar unas telas.

-Te acompaño, este camino es medio peligroso. -Del lado contrario venían dos hombres, venían dos hombres portando sus espadas, mal enderezados. Ambos sacaron sus espadas.

-¡Ja! Ahora tenemos a quien sacarle metales.

Y uno le jodió al otro: ¡Y mira!

-No es de mi agrado, me parece como que ha perdido su línea.

-Qué importa. ¿Desde cuándo te preocupas por eso?

-Tienes razón. -Figaret tomó las riendas de mi hoyuman.

-Pero son dos.

-Quédate aquí. -Descendió. Ambos sacaron sus espadas.

-¡Ja, ja! Ahora tenemos a quien sacarles metales.

-Tenéis dos opciones: Podéis marcharos y conservar la vida o intentar vencerme, y la perderéis.

-¡Mirad el mozo, tan atrevido, vestido como un arlequín de feria! -En pocos segundos dio cuenta de los dos y ésta vez no apuntó a herir, a uno le cortó la garganta, al otro le atravesó el pecho.

-¿Qué haces?

-Están muertos, ¿para qué quieren metales?

-Aquel que está más allá de las estrellas te va a castigar.

-Mujer, al fin y al cabo eran malhechores, por qué tienes que tener lástima. -Se guardó en la alforja los metales de los muertos y seguimos viaje.

 

Lo miraba de costado. De verdad una persona tan atractiva no sé porque le dije lo que le dije.

-Dicen que tienes fama de pillo. -Me miró luego sonrió, una mueca de sonrisa invadió su rostro y dijo:

-Truhán, tramposo. Soy muchas más cosas, mujeriego...

-He escuchado algo -le dije. Me sentía como ofendida. Llegamos al poblado.

-Vamos a tomar algo, te invito a tomar un zumo de frutas.

-Sí, pídeme también a mí una bebida espumante. -Tomamos dos bebidas espumantes. Lo tomé de la mano.

-Qué distinto que eres. -Disimuladamente aunque no pasó inadvertido para mí, sacó su mano.

-¿Distinto a quién? -No aceptó la conversación, generalizó. Dijo-: Todos somos distintos.

-Tú eres atento, amable. Tú fama te precede, pero eres un caballero.

-No, Lordenza, no soy un caballero. Soy atento, amable pero adonde me dan la más mínima oportunidad la aprovecho.

-¿Oportunidad para? ¿Para estar con una joven?...

-Es mi vida.

-Me parece una vida liviana.

-¿Qué significa liviana? -preguntó Figaret.

-Muy sin sentido.

-Tú no sabes lo que he pasado, no puedes prejuzgarme.

-Lo siento -exclamé.

-Está bien. Compré unas telas que en el almacén de Tirone no había. Quizá me haga uno con un corte pero son para mi esposo.

-Bien. -Y esa imaginación que tuve en el garito de juego ocurrió.

-Me siento cansada, ¿podemos descansar?

-Sí. -Nos sentamos en el pasto, lo abracé, le tomé el rostro y le di un beso largo largo. Tomó mi cara y muy suavemente la separó.

-No, eres casada, no.

-He escuchado de ti -le dije molesta, le dije dolida-, y escapas antes de que lleguen los maridos. ¿Y ahora qué?

-No quiero lastimarte.

-Te lo estoy pidiendo.

-No, no. Quieres tapar con esa aventura todos tus problemas. -Me molesté más todavía.

-¿Qué sabes de mí, Figaret? ¿Qué sabes si tengo problemas?

-Mi idea no es aprovecharme de tu debilidad.

-No tengo debilidad, tengo deseo y mi esposo llega borracho y se duerme.

-¡Por favor, no me cuentes esas cosas!

-¿Por qué?

-No tienes que contarme eso, luego cuando pase el momento te va a dar mucha vergüenza, soy un desconocido para ti.

-Dices que no quieres abusarte de mí. No soy una niña inocente que encuentras en el camino, soy una mujer casada que pide. -Hice un gesto con la mano señalándome.

-¿Ves? O sea, no quieres mi pasión quieres mi compasión.

-Me habré expresado mal.

-Ese es el tema, mi compasión. Vámonos, sigamos hasta tu poblado.

-Disfrutaré este momento como si fuera lo más grande.

-No, ódiame por rechazarte, prefiero eso a que me odies por poseerte.

-¿Porque me discriminas?, como dije antes te metes en los balcones de otras mujeres, ¿acaso no están dispuestas como yo?

-Es distinto, ellas lo hacen porque les gusta.

-¿A mí no me gusta?

-Sí, pero es distinto, lo tomas como una revancha, era un objeto de revancha. Yo no soy objeto de nadie.

-No me interesan los consejos, me interesaba estar contigo.

-De todos modos déjame darte un consejo.

-¡Ah! -Montamos los equinos y seguimos el viaje-. Dame tu consejo, a ver.

-Eres joven.

-No soy tan joven, no voy a poder tener hijos.

-¿Qué buscas? ¿Que te quieran?, ¿que te amen?, ¿que te posean?, ¿que te acepten?

-Busco todo eso.

-Y tú, ¿y tú qué buscas de ti misma?

-No entiendo.

-No; ¿tú te quieres?

-No.

-¿Te aceptarías?

-No.

-Ahí está la respuesta.

-Ahora te atrapé, Figaret, por eso tú no me aceptas, por eso tú no quieres estar conmigo.

-No, Lordenza, has entendido mal, todo mal. No estamos hablando de mí, estamos hablando de ti. Para que alguien te acepte tienes que aceptarte tú primero. Claro. Tú buscas quien te quiera, pero todo pasa por ti. Quieres que te respeten, te tienes que respetar tú porque tú eres importante, así, con tu figura, como estás. Si tú te quieres, tú te vas a cuidar.

-¿Sabes que a veces antes de que sea la madrugada quedó guisado en la olla y me lo como todo? Después lloro, tengo culpa.

-¿Y dónde está tu fuerza de voluntad?, ¿dónde está tu tolerancia por ti misma, por tus errores?

-Puede cambiar de golpe -argumenté. Figaret se encogió de hombros.

-Quizá tu marido, Tirone, no pueda cambiar de golpe porque él tiene una dependencia...

-¡Ja, ja! ¡Mira quién habla! Tú, que tienes fama de fullero, de tramposo.

-Pero no tengo dependencia.

-¿Ah, no?

-No, si perdiera no jugaría. Tu marido pierde todas las noches y sigue y nunca se desquita. ¿Y tú dices que tiene un negocio?, porque toda la plata va a parar a la mesa de juego. Pero no nos vayamos del tema, hablemos de ti, hablemos de ti: Si te quieres te vas a cuidar, tú no tienes dependencia de la comida. ¿Sales seguido a andar en hoyuman?, ¿montas seguido?

-No.

-¿Por qué?

-Porque estoy un poco obesa.

-¿Y qué hace falta?

-Que me cuide. Y al cuidarme voy a poder montar más seguido. ¿Si estuviera más flaca me rechazarías?

-No pasa por ahí. No me conoces y no me entiendes, yo no te rechazo porque no tengas una figura, te rechazo porque tu misma ansiedad te impulsa a querer estar conmigo. Mientras no entiendas eso acéptate, quiérete, Todo empieza por ti. ¿Tienes buena memoria?

-Sí -asentí.

-Cuando estés acostada por la noche, recuerda mis palabras.

-No se está con alguien por necesidad -le dije despectivamente-, ¿acaso piensas que esas casadas que te reciben de noche cuando sus maridos no están?

-No es tú problema, es problema de ellas, a ellas déjalas.

-Y sin embargo te aprovechas de ellas.

-Yo no me aprovecho de nadie, no obligo a nadie. Y no vuelvas con la misma cantinela "A mí tampoco me obligarías, bla, bla". No, ya te expliqué porqué, porque si te dejas vencer por la tentación, la tentación le gana a tu propia autoestima. Primero estás tú.

-¿Eso no es egoísmo?

-No, eso no es egoísmo. Imagínate que se cruzan en un puente con una persona que tiene problemas de equilibrio, que apenas puede andar, ¿esa persona que tiene problemas de equilibrio puede ayudar al ciego a cruzar ese puente, que se tambalea, que se mueve para todos lados?

-No entiendo, Figaret, a donde quieres ir a parar.

-Tienes que estar firme tú y tú no estás firme. Y antes de tenderle una mano al otro te tienes que tender una mano a ti misma, haz el esfuerzo.

 

Me acompañó hasta la entrada del poblado. Lo quise abrazar y me dijo:

-No, te veré en treinta amaneceres. Quiero ver cómo estás.

-¿Te interesas por mí?

-Me intereso, pero no como mujer, como persona.

-Vale. Y gracias. Gracias de verdad, Figaret. Gracias.