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Psicoauditación - José Carlos

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 18/08/2022


Sesión 18/08/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocurro: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Entidad que fue José Carlos

La entidad relata una vida en Albor V, donde el mundo estaba dividido en norte y sur por murallas. Él y su esposa eran del sur pero emigraron al norte para trabajo y eran muy muy discriminados. En la actualidad todavía sufre al recordar esta vida.

Sesión en MP3 (2.856 KB)

 

Estoy aquí reunido con la Maestra Kar-El, quien va a hacer de interlocutora en la sesión de José Carlos.

 

Interlocutor: Bienvenido.

 

Entidad: Muchas gracias. Quiero relatar algo, mi nombre es Durian.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras, Durian?

 

Entidad: Me encuentro bastante mal, con muchos temores. Primero te voy a contar brevemente la historia. Yo estoy en este momento casado con Noela, pero el tema es así: Hace muchísimo tiempo atrás, mucho mucho tiempo atrás, en nuestro mundo, Albor, era como un gigantesco lugar de confort. ¿Sabes por qué?

 

Interlocutor: Dime, por qué.

 

Entidad: Porque había abundancia. Lo único que tenías que hacer era estirar y coger una planta, estirar por el otro lado y coger otra planta.

 

Interlocutor: ¿De qué manera afecta eso a tu parte encarnada?

 

Entidad: El problema no es lo que afecta a mi parte encarnada, el problema es lo que hicieron nuestros antecesores. ¿Sabes qué hicieron?

 

Interlocutor: Dime.

 

Entidad: Nada de nada de nada. El mundo entero era como un lugar de confort, una tremenda felicidad, pero estaban todos sin incentivo. ¿Pero qué pasó con los siglos y los siglos?: Lo más grave.

 

Interlocutor: Dime tú.

 

Entidad: Nos fuimos quedando sin abundancia, con escasez. ¿Pero sabes lo que hizo el norte?

 

Interlocutor: Dime tú qué sucedió.

 

Entidad: Es como que algo en su mente...

 

Interlocutor: ¿Comenzó a cambiar?

 

Entidad: Esa es la palabra, apreciada Maestra, comenzó a cambiar. Y empezaron a sembrar, a labrar, a cosechar.

 

Interlocutor: ¿Y tú tuviste la posibilidad de percibir algún tipo de cambio en ti mismo?

 

Entidad: ¿Sabes qué sucede? Si yo hubiera vivido en aquella época, yo hubiera estado en el norte. Pero mis ancestros vivieron en el sur y seguían estando en el lugar de confort: "Para qué nos vamos a preocupar, todavía tenemos restos de cosas". ¿Y qué hizo el norte? Levantó una valla, empezó a construir, empezó a estudiar. ¿De qué sirve un mundo de abundancia cuando no sabes aritmética, cuando no sabes lenguaje, cuando no sabes nada porque tienes todo al alcance de la mano?, como decís vosotros: "La papita en la boca". Entonces el norte puso una valla en todos los continentes y al nivel ecuatorial se paró. Llegado el momento, el sur cuando se quedó sin nada, quería pasar para el norte.

-¡Ah, no, trabajen, cosechen la tierra!

-Pero si vosotros tenéis de todo.

-Claro, porque estuvimos un par de siglos trabajando. ¿Vosotros qué habéis hecho?

-Bueno...

¿Pero qué sucedió? Nuestras familias, antes de que se levantara esa valla, fueron al norte, pero en el norte éramos los sureños y nos trataban como tal.

 

Interlocutor: O sea, que sufriste algunos tipos de discriminación tú y tu familia.

 

Entidad: Mira...

 

Interlocutor: ¿Pudiste adaptarte a ese nuevo ámbito?

 

Entidad: No. Pero no estoy en contra de ellos y en realidad no creo que hayan discriminado. Lo que yo creo que ellos se formaron una idea de nosotros, los sureños éramos los que queríamos tener todo servido, cuando en realidad el lugar de confort es algo ficticio, milenios milenos viviendo en Albor V sin hacer nada. Pero claro, cuando tú no tienes el panorama del tamaño de tu mundo piensas que vas a vivir un millón de vidas con abundancia, cuando no es así, cuando nunca va a ser así.

Hasta que finalmente formé pareja con Noela. Estamos viviendo en el hemisferio norte, pero con salario básico. Ella trabajaba como mucama, yo trabajaba de jardinero. ¿Pero qué pasó? El norte empezó a construir vías de ferrocarril, ¡ferrocarril! Era como una especie de... de vagones tirados por una máquina con un motor recorriendo territorios y territorios y territorios. Y pagaban más, pagaban más.

 

Interlocutor: ¿Y cambiaste de trabajo?

 

Entidad: Entonces me empleé porque pagaban más. El problema es con mi esposa, cometió el error de dejar su trabajo y venir conmigo. Yo le dije "Quédate, quédate ahí, nos veremos una vez por semana, pero quédate trabajando ahí". Claro, en la parte del ferrocarril, que era un territorio hosco no iba a hacer de mucama. ¿Entonces qué iba a hacer? Tenía que juntar maderos, tenía que juntar rocas. Y su cuerpo pago el precio.

 

Interlocutor: ¿Qué sucedió? Dime.

 

Entidad: Quedó embarazada un par de veces y perdió ambos chicos. Y yo, mi mente, es como que...

 

Interlocutor: ¿Sentiste culpa? ¿Cuál fue tu sensación, tu sentimiento, tu emoción?

 

Entidad: No, ni culpa ni nada, sentí pánico. Yo digo: ¿Qué podemos hacer?

 

Interlocutor: ¿Miedo a la incertidumbre?

 

Entidad: ¿Incertidumbre? ¡Ufff! A montones, a montones.

 

Interlocutor: ¿Miedo a las decisiones que tomaste, si fueron correctas o no?

 

Entidad: A ver, cómo puedo explicarlo...

 

Interlocutor: Nosotros tomamos decisiones en determinado momento en nuestra vida pensando que es lo más acertado, sólo que pasa que a veces no podemos ver un poquito más allá, qué va a suceder mañana o qué va a suceder en un futuro cercano o a mediano plazo.

 

Entidad: Me corrijo en lo que dije antes del tema de culpa: Sí que tuve culpa, es complejo de culpa, porque me enojé con ella:

-Tendrías que haberte quedado de mucama y te veo una vez por semana. ¿Por qué seguirme?, yo iba a trabajar en el ferrocarril, no iba a divertirme. Y tú, tú por seguirme has perdido dos embarazos". -Obviamente que ella se puso a llorar.

-No lo hice a propósito, quería estar contigo. Quería estar contigo, Durian, no iba a esperar a verte una vez por semana.

-¿Y de qué sirve? -le dije-, estamos viviendo en cabañas que ni baño tienen, tienes que recorrer cien metros para ir a un baño público.

 

Interlocutor: ¿Y hoy te sientes enojado con esa actitud que tuviste en aquel momento?

 

Entidad: En realidad estaba enojado conmigo, y ese enojo me camuflaba, me disfrazaba el miedo que tenía, la inseguridad que tenía, una tremenda inseguridad. Sí, me pagaban más en el ferrocarril, casi el doble que como jardinero, pero tenía que trabajar casi el doble también. Y ni hablar de mi esposa, había días que yacía en cama, no podía ni moverse.

El capataz me decía:

-Mire, no le podemos pagar, el tiempo que ella esté en cama no le podemos pagar. -O sea que si nos hubiéramos quedado yo como jardinero y ella como mucama entre los dos ganábamos casi tanto como lo que yo solo gano como ayudante del ferrocarril, pero ni ella se hubiera enfermado, ni yo hubiera tenido ese miedo, esa inseguridad que tengo ahora. Aparte, tenía como una especie de resentimiento. Y acá me corrijo de vuelta.

 

Interlocutor: ¿El resentimiento con quien era?

 

Entidad: Con el norte. Porque te dije: "No, yo los defiendo, no es que nos discriminen. Ellos tienen razón, nosotros éramos los cómodos". Cuando digo nosotros no me refiero a nosotros, a las generaciones anteriores del sur. Pero después me pongo a pensar, ¿y por qué me juzgan a mí por el error que cometieron mis ancestros en el sur? Sí, a mí sí me gusta trabajar, yo sí quiero trabajar.

 

Interlocutor: Bueno, lo importante es que lo tengas tú en claro.

 

Entidad: Claro. ¿Pero de qué me sirve tenerlo en claro si los del norte haciendo el mismo trabajo que yo ganaban el doble? Algunos llegaron a tener casa propia. Ni hablar del capataz, que ganaba cinco veces más. ¿Sabes lo qué hacía? Fumaba algo que se llamaba habano o cigarro y estaba todo el día sentado haciendo cuentas.

Yo aprendí a leer y a escribir y aprendía a hacer cuentas. Le dije al capataz:

-¿Hay algún trabajo donde gane más, que pueda hacer cuentas?

Me miró de arriba abajo lanzando una carcajada:

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay, Durian, Durian! Jamás, jamás siendo sureño en el norte te van a dar un trabajo mejor. Jamás. Da gracias, da gracias que nosotros, los norteños, de alguna manera les tenemos lástima. -Pero ni a un perro sarnoso se le tiene lástima. ¿Qué somos?

Al final estaba preocupado por mi esposa, le digo:

-Noela, ¿qué hacemos, qué hacemos? Mucama tomaron ya de vuelta si volvemos a la frontera. ¿Jardinero? Hay cientos de sureños que buscan trabajo de jardinero. Nos fuimos y perdimos. Mis riñones tampoco dan abasto levantando tanto peso con los troncos para ponerlos como durmientes en las vías. Yo no sé cómo seguir, ya no sé cómo seguir. Y tú, mujer, ya no puedes levantar nada, tu cuerpo no da más.

 

Interlocutor: ¿Qué hicieron entonces?

 

Entidad: Es como que existe un ser superior al que llamamos Dios y es como que de alguna manera nos ayudó. En el tiempo que ella estuvo en reposo, al igual que yo aprendió a leer y a escribir y aprendió otras cosas. Había gente que se hería, entonces con agujas pequeñas e hilo les cosía las heridas.

Y el capataz lo vio y me llamó:

-Su esposa puede ganar mucho atendiendo a los que se hieren.

 

Pero no solamente eso; en el frío invierno había gente que caía en cama con altísima fiebre. Ella preparaba unas plantas y les daba de beber. Muchos morían pero muchos se salvaban. Entonces es como que Noela pasó a ser indispensable. No había manera de denominar su trabajo, vosotros en Sol III la llamarían enfermera. Suturaba, atendía a heridos, atendía a enfermos. Había criaturas, atendía a criaturas. Y no hacía esfuerzos. Y muchos de esos jugos de plantas los tomó ella como para sanarse ella también, siempre tuvo dolores en el bajo vientre. Pero por lo menos estaba mejor que al comienzo cuando había caído en cama, ahora trabajaba sin hacer esfuerzo. Y había fila de gente.

Entonces yo le dije al capataz:

-Que ella prepare a otras mujeres ayudantes o directamente le dé un salario más alto". -Y empezamos a ganar más.

¿Pero sabes qué pasa, querida Maestra?

 

Interlocutor: Dime.

 

Entidad: Hay algo que ni siquiera ese ser del cielo al que llamamos Dios pudo curar, que es mi baja estima, mi temor. Me quedó como una especie de..., vosotros lo llamaríais trauma, me quedo como un trauma interno grabado como en el pecho, algo que me corroía.

 

Interlocutor: Es que este trabajo, mi estimado, lo tenemos que hacer nosotros, no puede Dios hacerlo por nosotros, nosotros tenemos que sanar nuestras emociones, nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestros traumas.

 

Entidad: Yo desconocía todo eso. Yo desconocía...

 

Interlocutor: ¿Y ahora cómo estás?

 

Entidad: En ese rol todavía sigo con mucho miedo. Como thetán este contacto me ha servido de muchísimo, he podido descargar muchísimo. Toneladas diríais vosotros. Pero es como que tengo una montaña de rocas.

 

Interlocutor: Que te pesan.

 

Entidad: Que me pesan, porque son como montañas de miedo, de baja estima, de inseguridad.

 

Interlocutor: ¿Qué es lo que más te da miedo en este momento?

 

Entidad: ¡Uff! La incertidumbre. A veces mi esposa volvía a caer con dolores. Yo no tenía mal genio pero me enojaba a veces con ella:

-Pero estás curando a los demás y caes tú. ¡Pero en qué mente cabe eso!

Ella con lágrimas y en voz baja me decía:

-Durian, soy sólo un ser humano.

Y yo me ponía a llorar con ella, obviamente por la noche. No por el capataz, por los demás compañeros, porque en el norte todos tenían fama de duros y si me veía lagrimear hubieran dicho: "¡Ja, ja!, mira ese sureño".

 

Interlocutor: ¿Y tú crees que esto de no demostrar lo que sientes a los demás es algo que todavía lo estás acarreando?

 

Entidad: Imposible mostrar a nadie nada y no se trata de buscar la aprobación de los demás, pero el norte estaba mucho más avanzado que el sur en sentido de trabajo, de sacrificio, pero a su vez se habían vuelto duros, ásperos, eran como...

 

Interlocutor: No tan humanos...

 

Entidad: Digámoslo así, digámoslo así. Entonces mostrar cierta debilidad... ¿Sabes que el ser humano al otro ser humano que muestra debilidad, más lo maltrata? Por lo menos en Albor V, en el norte.

 

Interlocutor: En Albor V la empatía no era lo primero, digamos.

 

Entidad: Yo creo que nunca hubo empatía, porque milenos atrás, cuando había una tremenda abundancia, tampoco había empatía. ¿Para qué empatía? Todos tenían todo, nadie le envidiaba a nadie nada. El dinero no existía. ¿Para qué, si tendías la mano y tenías la comida?

Mira, yo creo que... Y si mi permites, ¿no?

 

Interlocutor: Dime.

 

Entidad: Yo creo que lo que tengo que trabajar es mi incertidumbre, porque eso es lo que me hace... Y acá voy a utilizar una frase de Sol III, yo creo que es como un efecto dominó; la incertidumbre me produce baja estima, la baja estima me provoca miedo. A veces tengo miedo inconsciente -y espero que nadie se burle-, es que no sé a qué, o a todo, o no sabría como describirlo.

 

Interlocutor: ¿Cómo un ataque de pánico?

 

Entidad: Claro, claro. ¡Ah! Me voy a retirar porque me siento cansado, me siento cansado. No puedo más, Maestra.

 

Interlocutor: Gracias por haber estado aquí. Y seguiremos trabajando, si tú quieres.

 

Entidad: A ti, por haberme escuchado. Hasta pronto.

 

Interlocutor: Hasta todo momento.