Índice

Psicoauditación - Juan Carlos G.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 11/05/2012

Sesión 10/06/2013

 


Sesión 11/5/12
Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan Carlos G.

Comenta que como nacemos con mente reactiva ya nacemos con ego pero que al ser nosotros partícula del Padre podemos vencerlo. También habla acerca de un acto hostil que generalmente no es reconocido, el cual es menospreciarse a sí mismo, no captando la verdadera importancia que tenemos cada uno como ser individual y único. Conceptuar con el receptáculo le resuelve situaciones y contactar con Kar-El le eleva la escala tonal.

.

Interlocutor: ¿Ya estás incorporado?

 

Entidad: Sí, así es.

 

Interlocutor: Bien. Te escucho.

 

Entidad: Estoy con muchos interrogantes. Cuando uno descarga engramas es como que siente alivio porque hay menos condicionamientos pero por momentos te sientes agobiado. Es como si tú fueras un niño pequeño y cogieras un balde y te dijeran tramposamente: "Ve al arroyo con ese balde, coge agua del arroyo y espárcela por las tierras linderas hasta que el arroyo se seque". Y tú como eres un pequeño chaval crees lo que te dice el adulto y pasa un día, pasa otro día y ves que el agua del arroyo pasa firme por su cauce, y en un momento determinado te desanimas porque te das cuenta de que ese agua es inacabable. Y a veces, como thetán, habiendo tenido tantas vivencias de distintas vidas y habiendo sacado peso de los hombros conceptuales, sin embargo, ves que hay condicionamientos todavía. Te preguntas, como entidad espiritual: ¿Qué sucede si a esos thetanes, compañeros tuyos, que sufren distintas calamidades no les pasa lo que te pasa a ti? Entonces hago una especie de introspección y veo que sigo teniendo condicionamientos, como mis thetanes compañeros.

¿No será que hay engramas que son como el agua del arroyo y que no se acaban nunca? Pero si tú te pones a hacer cuentas y sabes que como entidad espiritual has tenido una cantidad de vidas limitada, no es como el agua del arroyo y no en todas las vidas has tenido engramas que te afecten de tal manera. Entonces, ¿por qué por momentos te sientes con un alivio tremendo en tus hombros conceptuales y al poco tiempo es como que esos hombros vuelven a pesarte como si tú fueras un ser físico que cargaras bolsas de cien kilos y que te jalaran hacia abajo? O será que los roles del ego alimentan, como en esas viejas locomotoras que les echan carbón a la caldera y sientes el "chum, chum, chum" y esa locomotora en lugar de aminorar la marcha llega a ochenta, a cien, a ciento veinte kilómetros por hora y dices: "¿Para qué voy a luchar contra esos engramas? Me van a ganar".

Pero luego percibo un contacto de una entidad luminosa, de un plano elevado que te da mensajes, una entidad angélica. Y como yo tengo, a diferencia de vosotros, la memoria total y no preciso de un decodificador - porque el decodificador hace que tú al estar encarnado te olvides, tengas una memoria aleatoria pero no te acuerdes puntualmente de las cosas- esa entidad angélica me dijo:

"Tú, querido hermano, tienes que entender que el verdadero valor viene en hacer el bien, viene en comprender al otro, en entender que todos tenemos falencias, porque si bien el Padre nos ha creado inmaculados, en el fondo teníamos una mácula que es la mente reactiva. Y cuando somos creados, ya sea como entidades espirituales o como entidades angélicas, no tenemos experiencia de cómo contener esa mácula y en nuestra inexperiencia permitimos que esa mácula se extienda, nos contamine, obre por nosotros, opte por nosotros y le permitimos conducir nuestra vida espiritual y nuestra vida física estando encarnados. ¿Quieres llamarle ego? Llámale ego, ese ego que da cabida a que, en distintas vivencias, estando encarnado sufras emociones dolorosas, dolores físicos y es como que penetren en tu mente, en tu organismo, en todo tu ser como unidad biológica un paquete de condicionamientos y, querido hermano, esos condicionamientos los puedes vencer porque tú eres más que esos condicionamientos, tú eres parte de la esencia divina que es el Padre, tú eres una partícula que brilla que esa mácula trata de opacar y no debemos permitir -porque ese ser tan amoroso a quien yo llamo el Padre nos ha dado el libre albedrío y nada puede obligarnos a hacer lo que no queramos- que esa mácula nos nuble la mente y nos haga cometer actos hostiles porque lo que tú, hermano, quizá ignoras -o quizá no pero no lo sacas a la superficie- es que hay un acto hostil que no lo sabes reconocer, que es el acto hostil de menosprecio a tu propio ser, el acto hostil de buscar permiso para sobrevivir, el acto hostil de no captar tu verdadera importancia, el acto hostil de hacer de rol de víctima, el acto hostil de necesitar más allá de la cuenta y el acto hostil de creer que amarte es ego, cuando todos debemos amarnos a nosotros mismos porque somos parte de la Esencia."

Y, bueno, esa entidad tan amorosa me mandó ese rayo verde tan lindo que tenía y me dejó con gozo en ese momento, la entidad se llamaba Kar-El. En el momento en que se contactó estaba en el plano 6 subnivel 2 y entiendo que ahora está en el plano 6 subnivel 5. Me hicieron bien sus conceptos pero es como que luego vuelves a esa rutina, es como si tú fueras a un curso donde levantaran tu estima y salieras flotando, eufórico, y sales a la calle y te encuentras con el común denominador, te encuentras con la rutina de siempre, con la indiferencia, con el dolor, con la traición, con la desvalorización del resto hacia ti. Hay un excelso Maestro que dice que no debes vivir de la aprobación del otro, pero, ¿a quién no le molesta la indiferencia?

Como 10% encarnado no me interesa el halago, no me interesa que me alaben pero sí que me discordia completamente que sea el hombre invisible para ellos.

 

Interlocutor: El ninguneo, como se dice actualmente.

 

Entidad: Sí, en vuestra región se llama el ninguneo, que tú no eres nadie. Y no se trata de buscar permiso para sobrevivir.

Hubo vidas en la península Ibérica, en Bretaña, en las Galias, en la antigua Roma donde sufrí abandonos, traiciones, desengaños, frustraciones y hasta muertes violentas. Pero, ¿sabes qué?, si tú estás en una batalla y hay un guerrero que te atraviesa con su espada quizás está en su naturaleza en ese momento el combatir contigo porque se lo ordenan y tú no desencarnas con odio hacia ese rol de guerrero que representaba en ese momento esa persona. Pero cuando sufres un desengaño, un abandono, una traición o un maltrato de alguien que lo planifica y que tú no puedes decir que esa persona estaba reactiva porque quien planifica -y eso lo enseña el excelso Maestro Johnakan- lo está haciendo analíticamente y, sin embargo, eso te llega, te llega… ¡Y cómo! Entonces, claro que me volví más sabio: aprendí a diferenciar. Me gusta la gente frontal. Obvio, sabemos que hay gente frontal que te lastima, pero prefiero eso aunque te lastimen.

 

Interlocutor: Que la indiferencia.

 

Entidad: Que la indiferencia o el halago. Sabes que el halago me molesta más que la indiferencia porque al indiferente, bueno, me puede producir dolor de estómago pero sé que la persona es así y en el fondo es digna de compasión -y aprendí a no decir "qué lástima" porque los Maestros enseñan que la lástima es ego-, es digno de compasión aquel que es indiferente. Pero aquel que te halaga, generalmente lo que busca es sacar algo de ti, entonces es como que desconfío del que halaga. Sé que hay amigos que cuando tú tienes un logro te pueden palmear la espalda: "¡Qué bien, Juan Carlos!". Entonces tú te desarmas en ese momento, te abres a la persona porque sabes que lo dice de forma auténtica pero de diez personas que halagan, ¿cuántos?: uno.

Y yo, como thetán, a lo largo de las vidas he vivido despechos, abandonos, rencores, y sabes que la vida física es un camino cuesta arriba y cuidado que no te pesque una tarde lluviosa donde ese camino cuesta arriba esté lleno de fango porque ni con las uñas te aferras, arrastrándote, y vas resbalando hacia abajo y retrocedes lo que te ha llevado un montón de tiempo avanzar. Y en el plano físico existe esa lluvia, ese fango y esa cuesta arriba.

 

Interlocutor: Así es. ¿Has descargado?

 

Entidad: Quizá pienses que no he resuelto cosas pero, a veces, el sacar a relucir cosas a través de este receptáculo, aun no repasando vivencias...

 

Interlocutor: ¿Te produce alivio?

 

Entidad: No, me resuelve situaciones. Y el hecho de haberme recordado… Recordado es una manera de decir porque uno como thetán no olvida, a diferencia de vosotros, que al estar encarnados olvidáis...

 

Interlocutor: Sí, es cierto.

 

Entidad: El espíritu no olvida porque tiene todo presente. El haber sacado a relucir a la superficie las palabras de Kar-El me han elevado la escala tonal.

 

Interlocutor: Bueno, me alegro.

 

Entidad: Y es mucho, es mucho. Gracias por haberme dado la oportunidad de volver a estar contactado con vosotros.

 

Interlocutor: No, gracias a ti por estas lecciones, que siempre tienen valor.

 

Entidad: Hasta todo momento.

 

Interlocutor: Hasta la próxima, entonces.

 


Sesión 10/06/13
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan Carlos G.

Relata detalles de las guerras donde participó en compañía de un tal Enrique pero las batallas eran tan largas que tuvo tiempo de entrever que su compañero no era un simple soldado ser sino que podría ser Arturo, el rey sin corona. Después de una guerra, Jorge y Enrique pensaron en regresar.

Sesión en MP3 (2.796 KB)


Entidad: Recuerdo una vida donde conocí a un rey sin corona. Recuerdo una vida donde conocí a un joven tan extraordinario, tan dadivoso, tan generoso con los demás, y al cual la vida le había tratado muy mal en afectos, en compañeros muertos. 

Había nacido en 1.198 bajo el nombre de Jorge. En 1.218 me había alistado bajo las tropas de Federico II que se habían puesto en camino a Egipto bajo el mando de Juan de Brienne, desembarcamos en San Juan de Acre. Juan de Brienne había decidido atacar a Damietta, una ciudad que servía de acceso al Cairo.

 

Tres años habían pasado desde la iniciativa del Papa Inocencio III, tres años desde que en el IV Concilio de Letrán el otro Papa Honorio III sucesor de Inocencio convocó la nueva cruzada, la 5ª, ¡Dios! Una cruzada que aparte de Juan de Brienne estaba Andres II rey de Hungría, Leopoldo VI el duque de Austria y Federico II el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Este último fue el que tenía el mando general de la expedición.

 

Tuvimos una pequeña batalla antes de atacar a Damietta, conté 98 cadáveres. Un joven diestro con la espada me había salvado la vida cuando dos enemigos me atacaron los venció a los dos en segundos, pero había sido herido en un costado, cogió una elevada temperatura. El propio Juan de Brienne me dijo "Jorge, atiéndelo", lo atendí. La herida era bastante fea y el joven deliraba, comentaba que había sido pariente de Ricardo y de Juan, que él era el verdadero rey, que dejó que le dieran por muerto para que no intentaran matarlo, que había perdido a su gran amor. Veinte días con altísima temperatura pero su cuerpo logró resistir y se repuso.

 

Recuerdo que todo el mes de junio de 1.218 el joven estuvo entre la vida y la muerte y se repuso. A todo esto habían llegado los refuerzos de las tropas papales del Cardenal Pelayo, un hombre absolutamente autoritario que chocaba con Juan de Brienne. Obviamente Juan no permitía que la curia se metiera en los asuntos militares.

 

En agosto se atacó Damietta, muchísimos muertos de nuestra parte al igual que en las cuatro cruzadas anteriores. Los cristianos llevábamos la peor parte y cuando todo parecía perdido, una serie de crisis entre los mismos líderes egipcios nos permitió ocupar el campo del enemigo. No vencimos, logramos una negociación de paz. En 1.219 aproximadamente, para febrero los musulmanes ofrecieron Jerusalén a cambio de que nuestras tropas se retiraran de Egipto. Juan de Brienne quería aceptar pero el Cardenal Pelayo rehusó la oferta. Juan de Brienne volvió a cruzarse con el Cardenal, este le dijo "No pactemos, cuando llegue Federico II con sus ejércitos los barreremos a todos".

 

Nos quedamos asediando la ciudad de Damietta desde el puerto egipcio, le comenté al joven lo que había hablado durante su altísima fiebre.

 

Sonrío y me dijo: -Estás equivocado, todos, cuando deliramos decimos cosas que no son.

 

Le dije: -No soy tonto, creo que es al revés, creo que justamente cuando deliramos no tenemos conciencia de los que decimos. Has comentado que estuviste en la Guerra de los Barones, que estuviste a punto de matar a Juan, al falso rey, y que el actual rey Enrique III ocupa tu lugar.

 

Me miró y me dijo: -Son divagues, siempre soñé con el trono de Inglaterra pero soy un simple cruzado, no tengo nada que ver.

 

Charlamos durante mucho tiempo nos hicimos grandes amigos.

 

-Tus modos, tu forma de ser, tu forma de hablar... Eres noble.

 

-Mis tíos me han educado bien.

 

-Hubo un Arturo que fue educado en la corte de Felipe Augusto, un Arturo que creció entre intrigas palaciegas, un Arturo que a la edad de 17 años fue heredero al trono inglés designado por su tío Ricardo, un Arturo que en la época en que yo nací fue llevado a la corte francesa, un Arturo que tenía aproximadamente tu edad.

 

Sonrió y me dijo: -Jorge, qué imaginación que tienes, una tremenda imaginación.

 

-Hablabas, mientras tenías esa altísima fiebre, de una tal Elisabeth, que era una noble y que estaba comprometida y nunca podría ser tuya.

 

Me reconoció: -Por supuesto, si soy un simple cruzado, una persona común y corriente que lucha por un ideal...

 

El tiempo pasó y el asedio continuaba. Comíamos lo que podíamos. Los meses pasaban y el único diálogo que tenía era con este joven tan raro, tan extraño, tan distinto. Recuerdo que el propio Juan de Brienne nos envió a una misión de espías para ver cómo estaban las murallas de la fortaleza. Fuimos con este joven y con otro cruzado llamado Leopoldo. Cinco musulmanes nos atacaron, nos defendimos como pudimos. Tuve una pequeña herida en la pierna y este joven, diestro con la espada, mató a los otros pero no pudo impedir que mataran a Leopoldo. Muertes, muertes, muertes. Me sentí tan mal, tan molesto por una guerra inútil, por una situación inútil por algo que no tenía razón de ser...

 

Los meses pasaban, en un momento dado le digo al joven: -Si no eres Arturo, ¿cuál es tú nombre?

 

-Enrique -me dijo-, simplemente Enrique.

 

Llegó el mes de noviembre y atacamos. Pudimos tomar la ciudad de Damietta. De la misma manera que hubo conflictos entre los egipcios, también en nuestras filas por cuestiones -como diríais vosotros hoy- de ego entre el rey de Hungría Andrés II, entre el duque de Austria Leopoldo VI y Federico II que ya había tenido bastantes problemas con el Papa. Juan de Brienne era el único que trataba de apaciguar los ánimos.

 

Pasamos dos años en Damietta hasta que en julio de 1.221 el Cardenal Pelayo ordenó una ofensiva contra el Cairo. Caímos en una nueva trampa, estuvimos rodeados, sin comida.

Un nuevo acuerdo. Tuvimos que retirarnos de Egipto y firmaron los líderes una tregua de 8 años. Nunca llegaron los refuerzos prometidos por Federico II, ¡nunca!

 

El nuevo Papa Gregorio IX excomulgó a la mayoría. Cada uno volvió a su lugar, a la monotonía, a la rutina con los fantasmas de las muertes vanas, con los meses en los que apenas teníamos para comer, con una guerra de cristianos contra musulmanes para reconquistar una ciudad con un sentido religioso tan relativo, tan relativo.

 

A fines de 1.221, ya volviendo en nuestras cabalgaduras trotando detrás de este joven que decía llamarse Enrique le grito: -¡Arturo!

 

Se da vuelta y hace un gesto como diciendo "Me has pescado". Un reflejo condicionado, se diría hoy.

 

Espoleo mi caballo y me acerco a él y le digo: -Estoy convencido de que eres Arturo I y estoy convencido que eres un rey sin corona. De mi parte es un secreto que queda en mí, no me jactaré ante nadie diciendo "He conocido a Arturo", no tiene sentido.

 

El ahora llamado Enrique me dijo: -Y ¿qué harás?

 

-No tengo familia, tengo unos tíos pero desde pequeño que no los veo.

 

-¡Ven conmigo! -me dijo Arturo... ¡Enrique!

 

-¿Irás de nuevo a ese palacio donde está tu amor imposible?

 

Enrique, Arturo, se encogió de hombros y me respondió: -No sé, no sé qué haré, pero acompáñame.

 

Seguimos con las tropas, nos embarcamos y un nuevo capítulo nos esperaba. Y obviamente esa es otra historia.

 

Gracias por escucharme.

 

 

Sesión relacionada