Índice

Psicoauditación - Juan D.R.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 26/01/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan D.R.

En vidas pasadas tuvo indecisiones, inseguridad y timidez a la hora de actuar. Su mundo mental era más imaginario que físico y le costaba incorporarse a la vida. Engramas anteriores le siguen afectando hasta hoy.

Sesión en MP3 (3.028 KB)

 

Entidad: Fíjate que necesitaba de alguna manera poder dialogar a través de este receptáculo.

 

Interlocutor: Bienvenido. ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Confuso, ansioso. Por momentos, como decís vosotros en el plano físico, ciclotímico en cuanto a que tengo ansiedad, euforia, por momentos temor a confrontar situaciones que intuyo, o mal intuyo que puedan dañarme, afectarme.

Fíjate que tuve una vida pasada en un lugar lejano, me llamaba Jonás y de pequeño es como que tenía temor por todo.

 

Interlocutor: A ver, ¿qué tipo de temor?

 

Entidad: No sabría explicar qué tipo de temor...

 

Interlocutor: O cuándo comenzaron estos temores.

 

Entidad: Desde que tengo uso de razón. Mi padre hacía todo tipo de trabajos. Trabajaba en el campo pero a su vez tenía al lado de la casa una carpintería, a su vez reparaba todo tipo de muebles. Madre en la casa cosía ropa, que luego le daban unos metales por ellas. No éramos ricos a pesar de que papá tenía dos trabajos y encima mamá arreglaba ropa.

La tía Silfe, que era hermana de papá, una señora grande, soltera es la que me enseñó a leer y a escribir. Y era bueno, incluso era bueno en cuanto a mi fantasía.

 

Interlocutor: ¿Cuál era tu fantasía?

 

Entidad: Ser un guerrero. Ella tenía un cuaderno y yo escribía aventuras imaginarias pero cuando jugaba con pequeños de mi edad con espadas de madera siempre me vencían hasta que finalmente le tomé miedo a jugar porque alguna vez estaba con un golpe en un brazo, con un golpe en la frente.

Y encima madre era demasiado protectora. Te explico.

Un día jugábamos a tirarnos proyectiles. Uno de ellos golpeó en mi frente. Era una piedra del tamaño de mi puño y manaba bastante sangre y madre gritaba como si fuera que en sus brazos tenía a un moribundo. Estuve aturdido pero al anochecer ya estaba bien pero madre por varios días no me dejó salir a jugar.

Y fui creciendo y empecé a trabajar con padre en carpintería. Era un poco torpe con las manos y eso me daba más indecisión todavía y padre no me retaba pero me miraba como diciendo "Este joven no tiene aptitud para este oficio".

Entonces yo me limitaba a alcanzarle las herramientas, no me animaba a hacer nada por mi cuenta, ni siquiera un simple banco. Me sentía un inútil y mi mente trabajaba, trabajaba y trabajaba y tenía una batalla por dentro, una gran batalla y a veces pensaba si mi mente no me limitaba pero no, porque era muy bueno escribiendo y era muy bueno creando un mundo ficticio donde yo comandaba un barco, me iba a otro continente con una tripulación capaz.

¿A qué se debe que a veces nos invade esa timidez, ese temor a enfrentar la vida, el futuro, la gente, el trato? ¿A qué piensas tú que se atribuye esa manera de cargar engramas sobre los hombros en lugar de confrontarlos? ¿Por qué la falta de atrevimiento? Eso es lo que quiero saber.

 

Interlocutor: Bueno, la respuesta a esa pregunta la tendremos que encontrar juntos reviendo donde comenzó todo esto, quizás en esa vida, quizás en una anterior donde está el engrama del no atreverse, donde está el problema de no poder llevar a cabo lo que uno siente, esa incoherencia entre lo que deseas hacer y lo que haces, ese temor a no expresarte, ese temor a expresarte.

 

Entidad: En realidad tenía las dos cosas, temor a expresarme y temor a no expresarme.

 

Interlocutor: ¿Y cómo sería lo último para ti?

 

Entidad: Quería expresarme y tenía temor a no expresarme por el que dirán los demás. Era callado por torpe, era callado porque tenía miedo, era callado por pensar qué opinarán los demás. A veces iba, ya como adolescente, a distintas reuniones en la zona ecuatorial y me sentaba en una silla y apenas hablaba. Ellos ya tomaban bebida espumante con alcohol y yo apenas tomaba un jugo de frutas. Me apreciaban los amigos pero eran crueles, es como que se burlaban:

-Jonás, toma.

-No, no me gusta.

Un día para demostrarles que podía, había una bebida blanca que era casi todo alcohol y me tomé una copa de golpe y vomité todo. O sea, ni eso les podía demostrar.

 

Interlocutor: ¿Y por qué demostrar? ¿Por qué en realidad no mostrar quien sois vos y no actuar para demostrar a los demás lo que los demás esperan de vos?

 

Entidad: Estaba cansado de las burlas, odiaba las burlas, me molestaban las burlas.

 

Interlocutor: ¿Por qué te importaba tanto la opinión de los otros?

 

Entidad: Porque eran mis amigos, era la gente con la que yo trataba. Juber era prácticamente con el que nos criamos porque era el hijo de los vecinos, montaba el hoyuman como si fuera desde niño, desde pequeño. Creo que apenas sabía caminar y ya sabía montar. Y yo tuve una mala experiencia, que quise montar y salimos al galope y caí al costado, caí al costado sobre unas plantas con la espalda casi lastimada, parece que el equino se daba cuenta de que yo era un jinete torpe y es como si él pensara a propósito "A este lo tiro". Y se encabritaba y yo caía. ¿Qué hacía mal si los demás equinos eran dóciles? Y menos domarlos, ¡por favor! Juber era lo máximo tratando con los equinos.

 

Interlocutor: Si volvieras a esa época, ¿qué harías distinto?

 

Entidad: Si volviera a esa época y tuviera otro carácter, todo lo haría distinto. Sería el mejor en combate en espada, sería el mejor montando hoyumans, sería el mejor recorriendo distintas regiones, sería el mejor con el sexo opuesto.

 

Interlocutor: Siendo quien tú eres hoy, ¿qué harías distinto?

 

Entidad: Nada, porque hoy también tengo indecisiones, hoy también tengo dudas, hoy también tengo trabas. Hasta me enojo conmigo mismo, me miro al espejo, me acuso y digo -¿Has visto como cuando tú tienes en una prenda un bolsillo y le das la vuelta? Es como que tendría que meter la mano por mi boca y darme vuelta a ver si encuentro algo en mí, qué es lo que está fallando, qué es lo que me impide confrontar. Y dudo y dudo y dudo tremendamente. Y entonces es como que en nuestra parte espiritual queda grabada esa indecisión y vida tras vida es como que se repite, es como si fuera un círculo vicioso y tú no puedes romper con esas cadenas.

 

Interlocutor: En realidad sí puedes romper con esas cadenas.

 

Entidad: ¿Cómo? ¿Cómo?

 

Interlocutor: Dando el primer paso...

 

Entidad: Claro.

 

Interlocutor: ...con las cosas que realmente hay que romper, con las cosas que hay que hacer. Tampoco es cuestión de arremeter y llevarse todo por delante sino ser coherente con lo que es necesario...

 

Entidad: Ojalá pudiera.

 

Interlocutor: ...y que es positivo para ti no por lo que los demás esperan de ti o que los demás quieren que tú seas porque cada uno es como es y lo que debemos aprender es a ser mejor, una mejor versión de nosotros mismos, no una versión de lo que los demás quieren que seamos, ¿entiendes?

 

Entidad: Mira, de la misma manera que era un mal carpintero era un gran teórico gracias a la tía, que teníamos conversaciones casi todas las tardes. Me consideraba inteligente. Entonces esa misma teoría la entendía, la comprendía, la captaba, la digería pero llevarla a la práctica... Ojalá pudiera acometer la realidad y hacer como esos animales con cuernos que arremeten contra el trapo. Sí, prefiero eso y no quedarme con un dedo en la boca pensando ¿"Qué voy a hacer?".

 

Interlocutor: Pues mira cómo termina el toro cuando arremete, ¿no? O sea, el tema no es irse al otro extremo, el tema es ir paso a paso pensando lo que uno hace y pensando para qué lo hace. ¿Qué le dirías a tu 10% en este momento? ¿Tienes algún mensaje? ¿Alguna sugerencia que puedas darle?

 

Entidad: Dicen que uno como entidad espiritual está exento de roles pero me siento tan comprometido con mi parte encarnada que es como que vivencio lo mismo que vivencia mi parte encarnada. Y me siento como esos puentes de madera con sogas a los costados que se balancean para todos lados y te coge el vértigo y entonces llegas a la mitad del puente y no, no puedo seguir avanzando pero miró para atrás y tengo el mismo trayecto. Entonces no avanzo pero tampoco retrocedo pero si me quedo en el medio empiezo a temblar y el puente se mueve y las sogas son débiles y cierro los ojos y me quedo ahí y el puente se mueve cada vez más pero tengo miedo de caer al vacío. Entonces, ¿qué hago, me acuesto y me voy arrastrando? No, porque por lo menos parado me puedo tomar de las sogas. Entonces voy dando paso por paso hacia delante, hacia atrás no importa, pero llegar a tierra firme, salir de ese abismo.

 

Interlocutor: ¿Qué le hace sentir a Juan en un abismo? ¿Cuáles son las cosas que lo rodean, que lo hacen sentir de esta forma tan inseguro, tan como que no sabe bien dónde está parado?

 

Entidad: Yo no podría echarle la culpa a nadie como Juan, como Jonás. Creo que es algo nato en mí que no me deja enfrentar esta realidad y es como que la vida misma se transforma en ese puente colgante que no puede ir para delante y tampoco puede ir para atrás y el puente se mueve, se mueve y se mueve y yo pierdo el equilibrio. Entonces me recuesto, cierro los ojos y espero que se pase pero no se pasa y lucho. Y me parece que fue una lucha estéril, una lucha yerma. Y me cuesta.

 

Interlocutor: ¿Hay algún engrama que quieras repasar para ver si puedes ir liberándote un poquito de todo este peso que tienes en ti?

 

Entidad: Bueno, esa vida como Jonás. Es una vida que es larga, me han pasado infinidad de situaciones tremendas.

 

Interlocutor: Pues cuéntame. ¿Puedes contarme una que hayas podido superar? Sería importante poder verla.

 

Entidad: ¿Qué haya podido superar? Siempre fui muy leal, eso sí lo puedo decir. Mi amigo Juber había conseguido salir con una joven, una joven llamada Lila. Lila era muy bella y yo la respetaba. Incluso era tan tímido con el sexo opuesto que ella tenía una tremenda confianza conmigo pero yo apenas hablaba, solamente con monosílabos. Pero sentía un afecto tan grande por Juber que me sentía feliz por su felicidad.

Y a veces me gustaba caminar solo. Bueno, no siempre tenía miedo, a veces era tarde y andaba por el bosque caminando y caminando y no tenía miedo si hubiera animales grandes no, no, no; era una manera de escaparme de la realidad mentalmente.

Una tarde escucho risas de una joven y, -a mí no me gusta meterme donde no me llaman pero bueno- yo avanzaba por el camino ya prácticamente de regreso a casa y veo que a un costado del camino estaba la novia de mi amigo retozando, abrazándose con un desconocido algo mayor y sentí como un dolor en el estómago, una punzada en el pecho, una traición como que el daño me lo estaba haciendo a mí.

 

Interlocutor: Por empatía hacia tu amigo, en realidad.

 

Entidad: Claro, pero ¿cómo se lo decía? ¿Cómo se lo iba a decir sin lastimarlo? Se iba a enojar conmigo. ¿Mamá? ¿Papá? No, no; con ellos no podía hablar. La tía sí, sí la tía. Hablé con la tía. Por primera vez se puso severa conmigo y me dijo:

-¡Ya! ¡Se lo tienes que decir! Juber se tiene que enterar. Díselo de manera sutil.

¡Ah! Sí, yo era un gran teórico y le digo mi sutileza:

-Querido amigo, debo decirte que vi a tu pareja con otro hombre en el bosque.

Esa fue mi sutileza. Pero era un gran amigo, no dudó un segundo de lo que yo le decía y por primera vez compartí con él una bebida espumante con alcohol y cuando ella se acercó le dijo, dejándome a mí de lado:

-¿Quién era ese hombre con el que te abrazabas?

Y ella se puso a llorar:

-No sabía que me habías visto.

-Sí, -dijo él-. Te vi.

-Lo que pasa que estamos muy mal, muy mal de dinero y cada tres o cuatro amaneceres me veo con este hombre y me da unos metales plateados.

-Y tú le haces favores.

-Es para papá, para mamá, para mi hermanito.

Juber no se enojó.

-Siéntate -le dijo-. Y ella tenía como timidez de sentarse.

-Siéntate. Dame un beso.

Ella lo besó.

-No, no, uno más profundo, más intenso.

Estuvieron varios segundos besándose. Luego él puso la mano en la bolsa y sacó una moneda plateada.

-Toma.

-¿Qué haces? -le dijo ella.

-Te estoy pagando por el beso, si es tu trabajo.

Ella se levantó, dejó el metal sobre la mesa y se fue corriendo. Él guardó la moneda y cambió de tema.

Sentía una tremenda vergüenza por lo que había pasado, vergüenza ajena. Pero bueno, es lo que pasó, no sé que más decir.

Quiero meditar un poco conceptualmente y ya seguiremos dialogando si tú, por favor, me lo permites.

 

Interlocutor: Claro que sí. Ha sido un gusto estar aquí y escuchar tu relato. Y estamos en contacto.

 

Entidad: Hasta pronto.

 

Interlocutor: Bendiciones.