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Psicoauditación - Karen

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 05/03/2020

Sesión del 10/04/2020

Sesión del 08/05/2020

Sesión del 12/05/2020

 


Sesión 05/03/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Karen (Abada-El)

La entidad responde preguntas de su 10% en forma de Psicointegración comentándole que está en sus manos revertir los efectos de los engramas y forjar su futuro. Que todo depende de él mismo, que todo depende del enfoque y de su esfuerzo.

 

Sesión en MP3 (2.588 KB)

 

 

Interlocutor: Sesión para Karen. Bienvenido...

 

Entidad: Muchas gracias.

 

Interlocutor: ¿Cómo te llamas o te identificas en nuestro lenguaje?

 

Entidad: Mi nombre conceptual es Abadael, del plano tres, subnivel nueve.

 

Interlocutor: ¿Cuál es tu misión en esta vida?

 

Abadael: ¡Uf! Tenemos más de una misión. Una misión que puede parecer egoísta es ser felices, porque como dice un gran maestro espiritual, no podemos tender una mano a otros mientras no estemos de pie primero nosotros.

 

Interlocutor: ¿Cuáles son las lecciones aprender? ¿Hay karmas?

 

Abadael: Sí, hay bastantes karmas. Karmas de otras vidas, de rencor, de caprichos, de abandonos. Abandonos que hemos sufrido nosotros en otras vidas y abandonos que hemos provocado nosotros a otras personas, más que nada por supervivencia. En otras vidas hemos corrido peligro, hemos tenido relaciones demasiado conflictivas, hemos tenido familias que de alguna manera nos han tratado como si fuéramos sirvientes.

 

Interlocutor: ¿Cuáles son las situaciones en esta vida o en vidas pasadas que te están afectando más?

 

Abadael: Por sobre todas las cosas, la parte afectiva. Eso me provoca a mí como Thetán -y te lo transmito a ti como diez por ciento encarnado-, inseguridades, ansiedades, deseos de poder mejorar, pero hay una especie de represión interna, como que esa misma inseguridad me frena proyectos. Tengo como una disconformidad interna y de alguna manera es como que en lugar de acercar a las personas que son afines, las alejo, obviamente inconscientemente.

 

Interlocutor: Karen duda mucho de sí misma y siente falta de confianza en sí misma. ¿Se debe a engramas de su diez por ciento o a vidas pasadas?

 

Abadael: Se debe a ambas cosas. Los engramas, por sobre todo, son implantes que se llamarían traumas en esta vida, implantes que pueden afectar mi parte conceptual como thetán, y obviamente tu parte conceptual inconsciente como diez por ciento encarnado. Eso no es todo; esos engramas te restan credibilidad a ti misma. A veces deseas hacer cosas y no estas convencida si lo que haces está bien. Hay veces como que inconscientemente buscas de alguna manera un desacuerdo para que la otra persona te desestime y luego haces rol de víctima. Todo eso, entiéndelo, es de manera inconsciente, totalmente inconsciente. En el fondo tú quieres salir adelante, pero esos engramas hacen que tú misma te boicotees. Es como si estuvieras en medio de la mar en un bote y sin darte cuenta lo vayas agujereando.

 

Interlocutor: ¿Qué es lo le impide tener motivación para seguir con proyectos que comenzó y seguir adelante?

 

Abadael: ¡Uf! Mira, con tiempo voy a relatar una vida pasada en un mundo que no es el actual, similar a una edad medieval terrestre, donde hemos pasado por situaciones que hoy parecerían imposibles porque estamos acostumbrados a la comodidad, a la luz eléctrica, a tener todo servido y no lo valoramos porque estamos acostumbrados. Acostumbrarse es una mala palabra porque nos trae de alguna manera pereza, nos trae de alguna manera el dejarlo estar y perdemos lo más valioso, la motivación. La motivación sería como el combustible en nuestra vida, y eso nos afecta en lo personal, en lo laboral, en lo familiar, en la parte afectiva y en todo tipo de proyectos.

 

Interlocutor: ¿Hay trastornos que ignora el diez por ciento?

 

Abadael: Claro. Piensa, querida diez por ciento, que los mismos engramas tienen el poder -entre comillas-, de modificar tu ADN y eso puede hacer vulnerable tu parte psicofísica, afectándote ambas: la parte psicológica, para que pienses, pienses, des vueltas a las cosas y no consigas desanudar ese nudo que te ahorca, que te aprieta, que te tiene como encadenada. Y por otro lado la parte física, que puede afectarte en la parte de contracturas, cervicales, dorsales, lumbares, puedes llegar a tener un montón de malestares. Y tú llegas a pensar "¿Pero como puede ser?, soy una persona joven, tendría que ser más activa, más dada, más espontánea y por momentos es como que me freno". Sí, los engramas afectan a ese diez por ciento, que eres tú, que eres tan valiosa, tan valiosa y sin embargo necesitas pulirte, salir adelante, renacer en tu propio ser. Sé que lo puedes lograr, hay que corregir esos engramas.

 

Interlocutor: Karen nos comenta que, en relaciones afectivas, amistades, familiares, sus padres, ha sentido muchas frustraciones, decepciones y mucho dolor emocional.

 

Abadael: Claro, eso te lo he comentado antes de que la querida interlocutor lo pregunte. No sólo has tenido desazones, no sólo has tenido decepciones, no sólo has tenido frustraciones sino que todo eso te ha dejado una huella, una herida interna, que a diferencia de las heridas externas que cicatrizan, las internas mientras no se sanen, mientras no se erradique ese ego que es como que le pone sal a la herida para que arda más, va a seguir estando. Por suerte, eso puede modificarse. Se trate de hacer un giro de ciento ochenta grados. Se puede lograr.

 

Interlocutor: ¿Cuáles son los engramas en esta vida o en vidas pasadas que le afectan?

 

Abadael: Engramas de imposibilidad de hacer cosas, engramas de abandono, engramas de decepción, engramas de miedo. Hubo situaciones de pánico en otras vidas, te has sentido estafada en otras vidas, has debido tú también estafar de alguna manera en otras vidas haciendo cosas quizá que en otras situación no te lo hubieras permitido. Pero no se trata de que tengas complejos de culpa por ello, se trataba de sobrevivir. Ya con tiempo repasaremos esa vida, que era en una etapa medieval, como dije antes.

 

Interlocutor: ¿Porque se sabotea en sus relaciones afectivas, amistades, con la familia?

 

Abadael: Tiene que ver con los engramas. Y aparte no se trata de que tú sola te sabotees, también depende de las terceras personas. No se trata de que para que tú estés bien te digan que 'sí' en todo. Pero tampoco para que los demás estén bien, no se trata de que tú, tú le digas 'sí' en todo a los demás, porque entonces dejarías de ser quién eres para pasar a ser la persona que los demás quieren que seas, y eso no te lo puedes permitir, tu dignidad por encima de todo.

 

Interlocutor: ¿Como puede liberarse de estas programaciones de saboteo propio?

 

Abadael: Sacando los engramas e integrado los roles del ego. Porque esos roles de ego, en este momento tienen el timón de tu vida. Entonces, tú no manejas tu vida, son tus propios roles los que manejan tu vida. Te ofendes, te molestas. Ten en cuenta esto: los roles del ego son infantiles. Entonces, por momentos, puedes encapricharte "Esto por qué me sucede a mí? ¿Por qué a mí me pasa todo? ¿Porque los demás están bien?". No te tienen que importar los demás, tiene que importar lo que pasa contigo, por dentro. Buscar por qué esa situación sucedió. Pero por sobre todas las cosas -y esto lo aprendí de un gran maestro de luz-, "No permitas que los demás te hagan lo que tú no le harías a ellos".

 

Interlocutor: Karen siente tener un conflicto con el concepto de felicidad ¿A qué se debe esto?

 

Abadael: ¡Ahhh! Tiene también que ver con el sabotearnos. A veces es como que -nuestro ser es tan complejo, quiero que me lo entiendas, lo voy a explicar de una manera muy sencilla, querida diez por ciento-, a veces nos saboteamos como para saborear esa derrota. Tú pensaras "Pero qué estás diciéndome, diez por ciento, ¿quién va a saborear una derrota? ¿Quién va a disfrutar con una herida interna? ¡No, eso no puede ser!". Pero ten en cuenta que los engramas, y ten en cuenta que los roles del ego son inconscientes, son totalmente inconscientes. Entonces es como que disfrutas ese rol de victima diciendo "¡Claro, a mí me pasa esto!". Y buscas justificarte tu tristeza, buscas de alguna manera justificar el sabotearte. ¡No, no, no es así! Eso, como dije anteriormente una dos o más veces: se puede modificar.

 

Interlocutor: ¿Tienes un mensaje urgente o en general que necesite escuchar Karen ahora?

 

Abadael: Sí. Supongamos que yo, como thetán, fuera un espejo tuyo físico y estuviera sentada frente a ti y te diría: "-Mira, aspira hondo, pregúntate quien eres. -Soy una mujer. -No, eres algo más, eres un ser único. Busca, mira, profundiza. ¿Hay alguien como tú? -No, pero... -Con eso es suficiente, eres única. -Claro, pero única no significa mejor. -No tienes que competir contra nadie, sólo contra ti misma. Esfuérzate. Tampoco tienes que vencer a nadie, sólo a ti misma siendo cada día mejor, con menos dudas, con menos problemas. Pero también menos permisiva con el error. Trata de no ser cómplice del error, ni consciente ni inconscientemente".

 

Interlocutor: ¿Karen siente tener engramas de sus vida pasadas? ¿Están tomando control sobre ella?

 

Abadael: Claro. Te lo he dicho, toman el timón de tu vida tanto los engramas como los roles del ego. Y te digo la diferencia; el engrama es como un implante hipnótico, te condiciona, hace que no seas tú. Haces algo y de luego te preguntas "-¡Como pude haber hecho eso, no era yo! ¿Cómo discutí de tal manera? ¿Cómo puedo dar marcha atrás? -No, no puedes dar marcha atrás, no se puede retroceder el tiempo. -Pero entonces, ¿cómo hice tal cosa? ¡Pero qué tonta que fui! -No, los engramas te han impulsado. -¿En qué se diferencian de los roles del ego? -Como dije antes, los roles del ego son infantiles, te manipulan, hacen que de alguna manera seas permisiva, busques la aprobación de los demás, y de alguna manera es como que bajes la cabeza, permitas cosas que de otra manera no permitirías. -¿Cómo logro «te preguntarás», ¿el respeto de los demás?. -Y todo pasa por una: Primero respétate tú. Necesitas una guía, una mano que te levante, pero una vez que estés de pie ten en cuenta esto: nadie te va a cargar encima del hombro, nadie va a caminar por ti el sendero que tienes que recorrer. Tú lo tienes que hacer, tú, fortaleciendo tu interior para poder llegar a la meta. -¿Pero, cuál es la meta? La meta es disfrutar el camino, porque no se trata de alcanzar el horizonte, el horizonte nunca se alcanza, se trata de disfrutar todo. -Pero hay momentos de rutina. -Perfecto, aprovecha esos momentos de rutina para hacer cosas que te gusten, leer un libro, escuchar música, salir. Busca tú el momento, porque el momento existe.

 

Interlocutor: ¿A qué se debe los altibajos emocionales que siente de tiempo a tiempo?

 

Abadael: ¡Ah! Porque no te sientes satisfecha de ti misma, y consciente o inconscientemente te lo recriminas y te preguntas y bajas de nivel, eres como una especie de sube y baja: levantas, caes, levantas, caes. Eso se tiene que terminar. No se puede estar siempre a full. Tampoco es necesario estar siempre a full, pero si sentirte plena, ser tú como ser humano completa. En este momento no lo eres, pero te lo reitero, lo puedes lograr.

 

Interlocutor: ¿Qué debe hacer para mantener la armonía en sí misma?

 

Abadael: No cuestionarte todo. Disfrutar. No hace falta lograr todo, ¡ya! Ir logrando metas. Compáralo con tener apetito y decir "¡Me voy a devorar este plato!". No. Toma una presa, la comes, la masticas, toma otra, la comes, la masticas, bebes un sorbo de líquido, puede ser un zumo, puede ser una fruta..., vas de a poco. Eso es la vida, también. Eso es la vida.

 

Interlocutor: Nos comenta tener problemas estomacales, y pregunta si se debe esto a imprudencias de esta vida o son de vidas pasadas.

 

Abadael: Los problemas estomacales es angustia y es ansiedad. Principalmente ansiedad, la ansiedad nerviosa. Lo demás es directamente entender que hay un potencial que aún en esta vida no lo has desarrollado. Reitero, para que te lo recuerdes -de todas maneras, este receptáculo que me alberga y que se comunica en lenguaje hablado, en este momento está grabando esto que yo estoy conceptuando-, así que puedes repasar para que sepas lo que tienes que hacer.

 

Interlocutor: Hay veces que siente, como que no sabe quién es. ¿A qué se debe esa desidentificación?

 

Abadael: Porque hay una lucha contigo misma entre lo que eres, lo que podrías ser, lo que debes ser y lo que has sido en otras vidas. -¿Quién eres? Eres un brillante, un brillante que en éste momento esta opacado. Un brillante que tiene que relucir. -¿Cómo lo hago relucir? Puliendo las aristas. -¿Cómo pulo las aristas? -Sacando los roles del ego. Al sacar esos roles del ego aclara tu visión, aclara el panorama. Deja de sabotearte, deja de afectarte todo, la parte estomacal, la ansiedad, la angustia que te carcome la garganta. La ansiedad que te carcome el estómago, la ansiedad que te perjudica la digestión. La ansiedad que te retuerce a veces de dolor. La ansiedad que no te permite dormir.

 

Interlocutor: Nos comenta que siente tener muchos miedos irracionales ¿Porque tantos miedos?

 

Abadael: Son engramas de otras vidas, por situaciones extremas que has pasado y que la idea es el poder relatar esas vidas, como para que las conozcas.

 

Interlocutor: ¿Cuáles son sus habilidades naturales y cómo puede utilizar estas habilidades para mejorar su vida y la de los demás?

 

Abadael: Primero, que eres una persona inteligente. Segundo, que eres una persona dispuesta y puedes lograr cosas. ¿Qué es lo que te falta para llevar a cabo todo eso? La confianza en ti misma. ¿Como puedes usar esas habilidades para mejorar tu vida? Con confianza en tu persona. Cree en ti misma, cree. No se trata de "Bueno, claro; creo, me acuesto, mañana me levanto y soy otra persona. No, no, no, no; es un trabajo interno que lleva su tiempo. No es chasquear los dejos y de un día para el otro cambiar a full. No, no, no, no; es un trabajo interno, que lo logras. Un sabio de la antigüedad dijo en esta vida, en la Tierra "Un camino de mil millas comienza con el primer paso". No vas a recorrer las mil millas en un día. ¿Entonces qué haces? Da el primer paso.

Gracias por escucharme. Gracias, querida Interlocutora.

 

Interlocutor: Gracias por estar aquí. Hasta todo momento.

 

 

 


Sesión 10/04/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Karen (Abada-El)

La entidad relata una vida en un pueblo del norte, en Umbro, donde el jefe del clan la miraba. Afortunadamente sabía mucha espada.  Y enseñaba a su hija.

 

Sesión en MP3 (2.383 KB)

 

 

Entidad: Mis recuerdos me dirán que fui temerosa. No, no fue así. Tal vez mi memoria me haga creer que fui ingenua, quizás eso sí, quizás porque confié no una, sino varias veces. Tal vez mi mente me haga pensar que me abrí por completo pensando que del el otro lado iban a hacer lo mismo, y figurativamente hablando, me dieron una estocada en lugar de un abrazo.

 

Pero vamos al comienzo. Mi nombre era Elisa, hija de Sunilda y Obrero, de una tribu del norte. No soy la primera que digo que una se acostumbra a la vida que conoce y le parece algo normal, algo natural vivir entre las rocas, entre la nieve, donde prácticamente hay un invierno eterno.

Veía a los hombres, a los hombres grandes, salir a cazar. A veces venían con muchas presas, otras veces con casi nada.

Mis padres me cuidaban. A veces se privaban de comer o comían muy poco para alimentarme. Las mujeres de la tribu eran las que cocinaban los alimentos, las que salaban la carne para que aguante un tiempo más y los hombres eran los que cazaban y preparaban las bebidas, las espumantes y las bebidas fuertes. Sí, viví en una tribu de bárbaros, pero sabían destilar bebidas.

 

A veces tenía intuición. Había cumplido cinco de vuestros años y el jefe del clan, Karlen -con 'K'-, nunca me gustaba, la forma en que miraba a madre, Sunilda.

Pensaréis "¿Cómo puedes entender la mirada del jefe del clan a los cinco años?". ¡Je! Pero la entendía.

El jefe del clan con padre Obrero no se llevaba bien, lo trataba demasiado mal por nada, no le perdonaba ningún error. Es más, a veces le buscaba pleitos. Pero padre se sometía, agachaba la cabeza. Es más, padre era uno de los que traía presas más grandes, pero nunca lo felicitaba.

Hasta que un día lo desafió. Padre era bueno con la espada, pero el jefe Karlen era eximio con las armas. El duelo no duró mucho, padre cayó muerto y según la ley del clan se podía quedar con la mujer del muerto. Mamá no se quejó, si lloró a padre lo lloró en silencio.

Y Karlen se quedó con madre. Ésta accedió a estar con él en su carpa. A mí me dejaron en una pequeña carpa aparte.

 

Recuerdo que la tercera noche, madre por la noche me despierta.

-¡Vístete, vístete rápido, Elisa! -Y nos marchamos. Le pregunté qué pasó con Karlen, yo casi había cumplido seis de vuestros años.

Y me dijo:

-Lo degollé mientras dormía.

 

Y bastante más tarde entendí que ése había sido el plan de Sunilda, porque retobarse, enojarse, Karlen la hubiera violado y la hubiera matado, y a mí me hubieran dejado como sirviente de la tribu hasta que creciera, para después estar con Karlen.

Huimos con madre. Me sentía rara porque no teníamos un lugar de pertenencia. Cómo lo explico; Karlen no me caía bien, su mirada era una mirada aterradora, no voy a mentir. Cuando madre me dijo que lo degolló mi corazón latió más fuerte de contento y vengó la muerte de padre Obrero.

Pero independientemente de eso, a los casi seis años, como pequeña estaba acostumbrada a desollar los conejos o roedores más pequeños. Ayudaba a las mujeres a cocer los alimentos. Pero mi vista estaba siempre dirigida a los niños cuando jugaban a ser guerreros con sus espadas de madera. Y madre me veía.

 

Anduvimos de un pueblo en otro y en medio de los distintos caminos me enseñaba a usar la espada. Claro era pequeña, alta para mi edad, fuerte para mi edad y aprendía una y otra vez a parar los golpes y a lanzarme sin perder el equilibrio. Eso me lo explicaba siempre madre.

Un día resbalé y golpeé la rodilla contra una roca y me manó sangre, y en lugar de llorar me puse furiosa y ataqué a madre con la espada de madera. Madre lo que hizo fue sujetarme de la muñeca y en lugar de frenarme, darme un impulso más hacia adelante y rodé por la tierra. Madre lanzó una carcajada.

Entre lágrimas, pero no de dolor sino de impotencia, le dije:

-¿Por qué te ríes? Te burlas.

-No; simplemente que no debes enojarte cuando peleas, porque te ciegas. -Y nunca más me olvidé de esa frase. Mantuve mi mente fría.

 

Y fui creciendo, de pueblo en pueblo. Madre me enseñó como un varón a cazar para comer. No teníamos olla para cocinar los alimentos, prendíamos una pequeña fogata y los pequeños animales los atravesábamos con una vara y dos palos al costado y los asábamos.

Teníamos cantimploras. Por suerte en la zona del norte había muchos arroyos. Pero fuimos bajando alejándonos del frío y llegamos a un poblado enorme, grande, con infinidad de carros tirados por hoyumans, unos equinos quizá más pequeños y con menos pelo que los del norte, pero bellos, esbeltos. Después me enteré que estábamos en la región de Ardeña.

A pesar de ser pequeña me di cuenta de que nos miraban con recelo, por nuestras  ropas norteñas. Los norteños siempre tuvieron fama de guerreros. Sé que aparte de cazar a veces invadían los poblados cercanos, mataban hombres y ancianos y se llevaban a las mujeres. Pero claro, madre Sunilda, una mujer y yo, Elisa, una niña, si bien despertábamos sospechas hipotéticamente éramos inofensivas, ignoraban la enorme destreza que tenía madre con la espada, y cómo yo iba aprendiendo de ella, de mi madre e instructora a la vez.

 

Recuerdo que antes de llegar a Ardeña, en un camino nos cruzamos con dos hombres. No parecían guerreros, no estaban bien armados pero su mirada era torva. Y nos pararon. Desmontaron. Mi madre desmontó. Escuchaba la conversación y veía la mirada lujuriosa de los hombres hacia el cuerpo de mamá Sunilda.

Lo siguiente fue que cruzaron armas y madre dio cuenta rápidamente de los dos. Mi cuerpo transpiraba de los nervios, si hubieran matado a madre, ¿qué hubiera pasado conmigo? Y estuve mucho tiempo enojada con mi propia persona porque en lugar de pensar en madre muerta, egoístamente pensaba en qué hubiera pasado conmigo si la mataban a mamá Sunilda. El poder de supervivencia hubiera vencido al dolor o quizás en ese momento, y después hubiera venido el duelo, pero era sólo trabajar mi mente porque no pasó nada de eso.

 

Algunos días nos instalamos en una posada, pero mamá no tenía tantos metales de los que le había sacado a Karlen, el jefe del clan y tuvo que someter su voluntad. En las afueras del poblado había un teatro donde acudía gente básica, gente bruta. En el teatro había de todo, se representaban comedias, escenas de luchas, había magos, equilibristas, de todo. La gente pagaba un metal cobreado y a nosotras nos daban, es decir, a mamá le daban cinco metales cobreados cada diez días. Era poco, pero por lo menos dormíamos en una carpa en el mismo teatro, no estábamos hacinados, pero no era lo que queríamos y no había otra cosa. Por la mañana después de desayunar iba con mamá a las afueras del pueblo y seguíamos practicando con la espada. Iba creciendo y creciendo y aprendí a manejar la espada con una destreza increíble.

 

El dueño de la posada murió y quedó al cargo la anciana Almagana, ella quedó como dueña. Se cruzó con Aniceto, un tahúr, jugador y borracho pero que tenía bastantes metales plateados y hasta dorados, y le compró parte del negocio. Así que Aniceto, el tahúr, quedó como socio de la anciana Almagana.

Aparte de que los fines de semana trabajábamos en el teatro, porque yo, como niña me ponía una máscara y sabía hacer tonterías con mi cuerpo, de coger una escoba, hacer que barría,  me tropezaba, me caía y daba tres vueltas, y el público lanzaba una carcajada. Y eso era bueno porque el dueño del teatro se daba cuenta que la adolescente Elisa era atractiva y recaudaba más monedas. ¡Je, je! Pero los días de semana ayudábamos a limpiar y a cocinar en la posada.

Nos ayudó bastante la anciana Almagana y nos dio una habitación, así dejábamos de dormir en la carpa.

 

Esa era parte de nuestra vida, pero todavía no me había enfrentado con los desengaños, con los tremendos desengaños que vendrían, enormes desengaños que vendrían.

 

 

 


Sesión 08/05/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Karen (Abada-El)

Ser mujer en Umbro atraía todo tipo de problemas, costaba mucho llevar una vida digna. Afortunadamente había hombres distintos, que ayudaban.

 

Sesión en MP3 (3.249 KB)

 

 

Entidad: Cuesta tanto a veces sentirse apreciada, valorada... Entiendo que a todo el mundo le resulta desagradable la mentira, las dudas, las traiciones, los abandonos... ¡Je, je!, la hipocresía. Principalmente la hipocresía; cuando te sonríen de frente, te prometen una y mil cosas, y por detrás el desdén, el desprecio, la burla. Y por más que una se sienta superada, en el sentido de que la tontería te resbale, igual te duele. ¿Cómo no te va a doler, cómo no te vas a sentir -casi diríamos- desahuciada en el aspecto afectivo?

 

De pequeña no fue fácil mi vida, ¿no?, como Elisa. Mi padre Obrero lo mató Karlen, el jefe del clan, porque le gustaba mi madre, Sunilda. Odiaba a ese hombre, madre lo degolló mientras dormía, me sentí como vengada. Ya sé, ya sé, diréis "La venganza no es buena". Pero vivíamos en mundo bárbaro.

Tuvimos que huir, no teníamos un lugar de pertenencia. Madre era como una amiga, me instruyó en el arte de la espada, me enseñó a cazar para comer. Y así fui creciendo.

Recuerdo que en un poblado donde fuimos, en Ardeña, nos miraban con recelo por nuestras ropas del norte, nos sentíamos como ridículos en tener que actuar en un teatro para ganar unos metales, acudía gente muy bruta. Desde pequeña aprendía la actuación y mientras iba creciendo manejaba la espada de una manera increíble. Mi agradecimiento enorme para la anciana Almagana dueña de una posada que nunca comprendimos que se había asociado con Aniceto, que era un tahúr que sabía el arte del truco y del engaño, y sin embargo no sólo había puesto dinero también para tener más mercadería en la posada, sino también atendía. El defecto que bebía parte de las ganancias.

 

Mi vida cambió cuando conocí al ardeño Atrepán. Él también trabajaba en el teatro haciendo trucos, y jugaba a las cartas. Cuando cumplí diecisiete de vuestros años empezamos a salir. No era una persona -a ver cómo lo puedo explicar porque el lenguaje es tan pobre-, no era una persona dulce, amable, tampoco era una persona bruta como el tahúr Aniceto, era simple, y no me estoy equivocando porque podría decir sencillo, quizá las palabras parezcan sinónimos pero no, no, para mí no; era simple, no tenía tantos temas de conversación pero me sentía como protegida, o quizás era presa de sus halagos.

 

La primera vez que estuvimos juntos me sentí... ¡ay!, me sentí como invadida, quizá le faltaba el tacto, la sutileza. No... no pude disfrutar de sus caricias, de sus abrazos. A eso me refería con su simpleza porque no se daba cuenta de mi... no mi incomodidad sino... ¡qué difícil explicarlo con palabras! Estaba dura, como que no participaba de esa intimidad, hasta que me fui acostumbrando

Pensaréis "adaptando". No, creo que nunca me adapté. Pero es como que lo quería, quizá porque me sentía sola. El amor de mamá es distinto, es otra cosa. Nunca había sido valorada, y Atrepán me valoraba.

 

Recuerdo las burlas de Aniceto:

-¡Ja, ja! Mira la mocita con quien se va a meter.

-¡Qué te importa, por qué tengo que dar explicaciones!

-Bueno, la mocita tiene mal genio.

-No, no tengo mal genio. No tengo mal genio pero no me gusta que se metan en mis cosas.

-¿Ni para advertirte?

-No, porque puedo darme cuenta de las cosas. -Iba a seguir hablando pero la anciana Almagana se metió en la conversación.

-Deja tranquila a la niña, ocúpate de tus cosas. Mira el mostrador como está, todo sucio. Limpia las mesas, no haces más que beber.

 

Sí, hacía más que beber. Había gente que venía a jugar en las barajas en las mesas y Aniceto se prendía en el juego de barajas y ganaba. No sé si ganaba porque era bueno o porque directamente era un maestro en el arte del truco y del engaño.

Y me acostumbré. Repito: no me adapté. Ganábamos bastantes metales en el teatro, y a veces hablaba con madre.

Madre Sunilda me decía:

-No... no son compatibles con Atrepán, lo veo muy mundano. -Con madre no podía enojarme pero me incomodaba que se metiera.

Le decía:

-Bueno, pero me tiene en cuenta, me considera. Para él tengo valor, me considera.

Madre se encogía de hombros y me decía:

-¡Ay, qué te puedo decir Elisa! Entiendo que cada vida es diferente, yo hay cosas que no te he contado porque eras niña, pero después que mataron a padre, a Obrero, a quien amaba de verdad pero de verdad, me desquité degollando a quien le causó muerte, a Karlen, el jefe del clan, por eso huimos. Mientras tú eras chica he salido con algunos hombres. -La miraba.

-¿Cómo? ¿Y la memoria de padre?

-Elisa, ahora ya tienes diecisiete, ya puedes entender. No siempre puedes estar sola.

-¿Cómo no he conocido a ninguno?

-Porque no he convivido con ninguno, han sido relaciones esporádicas por respeto a tu persona. Y por miedo.

-¿Miedo? -pregunté.

-Sí. Tú ya tenías trece, catorce años y veía que los hombres te miraban de una manera que no me gustaba, imagínate que yo hubiera conocido y hubiera formado pareja con un hombre al que en mi ausencia hubiera abusado de ti.

-¡Pero madre, a las personas las conocen! Yo lo conozco a Atrepán.

-Nunca llegamos a conocer a una persona -me dijo madre-, nunca la llegamos a conocer del todo. Y no me arrepiento de haber sido previsora.

-¡Pero has estado sola tanto tiempo!

-Por eso tuve las relaciones esporádicas y cuidándome de no tener más niños. También debes cuidarte tú con Atrepán.

-Me cuido -le dije.

-¿Te trata bien por lo menos?

-Me respeta en el sentido de que me tiene en cuenta. ¿Por qué?

-No -dijo madre-, porque una escucha rumores en el poblado de que lo han visto con más de una mujer.

-Sí, antes de conocerme.

-¡Ahhh! Los rumores no son viejos.

-Madre, ¿me estás diciendo como que ahora también lo han visto con otra?

-Incluso del mismo teatro, una equilibrista.

-Hay dos equilibristas.

 

Me encerré en mi misma. Dejé de hablar con madre y presté más atención a la manera, la forma de hablar de Atrepán. Sus ojos..., a veces se quedaba pensativo.

Hasta que una tarde lo vi. Yo estaba lavando mi ropa y él estaba en la otra calle paseando con una de las dos equilibristas. Y en un momento la besó y se metieron en el cuarto donde ella vivía con su compañera. Sentí como un vacío en el estómago y me quedé paralizada.

Estaba como a sesenta líneas de distancia pero me quedé mirando a un costado. Pasó un tiempo bastante largo hasta que salieron. Y él tan básico, tan simple, como dije antes, se iba acomodando la ropa. Quizá soy un poco vergonzosa no me gusta hacer escenas de aparecerme ante ellos y montar un drama en público, que nos vean todos, al final hubiera quedado yo como la tonta, la engañada.

 

A la noche nos encontramos en la posada cenando y le dije:

-Sé que sales con una de las equilibristas y no me gusta ser un plato de segunda mano.

¿Pensáis que puso excusas? No, directamente me dijo:

-Elisa, tú no eres un plato de segunda mano, eres la persona que quiero. Lo otro no significa nada.

-¿Para quién, para ti? O sea, mi pareja se acuesta con otra y total, como no la quiere, es solamente para sacarse un instinto primario, no hay que darle importancia.

-Exacto -dijo Atrepán.

-¡Eres un cínico! ¿Y el corazón?

-Elisa, yo no tengo relaciones con el corazón. -Y sonrió vilmente. Movía la cabeza como negando la relación.

Y yo decía:

-Yo soy al revés, mis relaciones son con el corazón.

-Recién me entero que uno se acuesta teniendo relaciones con el corazón. -Y pegó una carcajada tan cínica que le di una bofetada tan fuerte... Se paró y puso la mano sobre el mango de su espada.

Yo puse el mango en mi mano ya con la espada sacada de su funda. Le digo:

-¿Estás pensando en combatir conmigo por la bofetada que te di? No tengo ningún problema en salir a la calle.

-¿Para qué, para que después digan que maté a una estúpida?

 

Estaba muy reactiva. Yo sé que no se debe estar reactiva y madre me lo dijo: "Nunca debes pelear estando reactiva, porque se te nubla el pensamiento". Pero estaba muy reactiva.

Hice un movimiento con mi espada y le causé una pequeña herida en el muslo derecho.

¡Imbécil! -me dijo-. ¡Vamos afuera!

 

Salí. De repente es como que mi mente había sufrido una transformación, era hielo, era témpano, no tenía furia, no tenía emociones. Me lanzó un golpe, otro, otro, otro. Le provoqué una herida en el brazo izquierdo. Le paré otro golpe, le paré otro. Le provoqué otra herida en el antebrazo derecho. Ya le costaba sostener la espada.

-No sigamos -le dije-, no quiero lastimarte.

 

Que una mujer le dijera eso lo puso más reactivo y avanzó contra mí. Me corrí y de costado le lastimé la parte de atrás del muslo de la pierna derecha. Ya tenía dos heridas en ese muslo y cayó de rodillas. Le apoyé la espada en el cuello.

-¡Basta! -En ese momento me di cuenta que había como cincuenta personas reunidas mirándonos. Guardé mi espada.

 

Sentí una mano en mi hombro y me pegué un respingo. Era madre:

-¿Elisa, era necesario?

-Todo fue porque se rió de mí y le di una bofetada. Lo demás fue consecuencia.

 

El dueño del teatro se acercó a nosotras y nos dijo:

-Atrepán hace trucos en el teatro, es uno de los que atrae más gente. Estáis despedidas.

-Páguenos estos días.

-No, porque yo voy a perder dinero porque Atrepán va a estar por lo menos siete días sin trabajar. -Saqué mi espada y se la apoyé en la garganta al dueño.

-Yo no provoqué la pelea, pero no voy a ser estafada. Págueme y páguele a mi madre. -Se acercaron varias personas, algunos que eran la ley en el poblado.

-Te recomendamos que bajes la espada o directamente serás juzgada y serás colgada. -Bajé la espada.

En ese momento se acercó un hombre, uno que se llamaba Sandler:

-Les daré trabajo, soy almacenero.

Y se acercó una persona tan rara como vestía, y tenía una espada curva, se llamaba Everet. Se puso del lado mío con su cimitarra:

-Nadie va a hacer nada con las mujeres. Yo voto porque le paguen.

Se acercó otro medio raro, vestido como una especie de arlequín, con un espadín pequeño. Se puso del lado de madre:

-Apoyo lo que dice Everet. -Los representantes de la ley conocían que Everet era muy bueno en el manejo de esa espada, que luego supe que era una cimitarra. Al otro no lo conocía pero lo precedía su fama, se llamaba Figaret.

 Los hombres de la ley dijeron:

-Bueno, si el pueblo está de acuerdo, que el dueño del teatro les pague. Y si el almacenero Sandler las quiere tomar a trabajar con él no nos metemos. Sólo les pido que no hagan más problemas, que no causen más lío, porque de verdad vais a ser personas indeseables. -El dueño del teatro nos pagó los días que nos debía.

 

Madre Sunilda y yo le agradecimos a Everet y al personaje nuevo.

-Gracias por apoyarnos.

-De nada -dijo Figaret.

Miré su espada y le dije:

-¿Te defiendes con eso?

-Te aseguro que sí. Te puedo enseñar algunos trucos. Con respeto.

-¿Por qué no? -Acepté-. Nunca está de más.

 

En ese momento Atrepán, rengueando, se acercó a mí. Y me dijo:

-Discúlpame. En realidad no tendría que haberme burlado de ti. -Y le dijo al poblado-: Antes de que cada uno vaya para su casa, fui yo el que inició el altercado. -Lo mismo les dijo a los representantes de la ley.

 

Pero el dueño del teatro no quiso saber nada en volver a contratarnos, así que aceptamos la oferta del almacenero Sandler para hacer lo que fuera. Ganaríamos menos, pero algo es algo.

 

Gracias por escuchar.

 

 

 


Sesión 12/05/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Karen (Abada-El)

Después del incidente coincidió con uno que salió en su defensa, lo encontró ligero pero confiable. Conoció a otro, había algo, pero parecía buena persona. ¡Qué difícil que era... todo!

 

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Entidad: Estaba tomando una bebida caliente y rememoraba mi infancia, a papá Obrero, que vilmente lo mató Karlen el jefe del clan porque pretendía a mamá Sunilda, que luego lo degolló y tuvimos que huir. Soy joven, bastante joven, pero esos recuerdos parece que el episodio hubiera pasado tanto tiempo, tanto tiempo...

 

Era audaz, madre me había enseñado el arte de la espada. Me sentía plena en muchos aspecto pero en otros tan insegura, ingenua o quizás inocente. Pero ¿se puede ser inocente teniendo experiencia? Sí, obviamente que sí. ¿Pero por qué? Porque confiamos, porque nos entregamos, porque nos abrimos a la otra persona, nos mostramos tal cual somos. Y en mi interior había una lucha, como que mi intuición me decía "Atrepán es una persona no confiable". ¡Je! Pero mi mente no escuchaba mi conciencia, mi mente escuchaba a un espejismo y me sentía engañada, defraudada, lastimada por dentro. Y luego la discusión, la herida de Atrepán... A madre y a mí nos echan del teatro.

El almacenero Sandler se apiada de nosotros y nos da trabajo. El pago que nos ofrecía era inferior al del teatro pero en ese momento queríamos perfil bajo, lo cual no pudo ser, los representantes de la ley nos culpaban. Un tal Everet que manejaba una espada curva y un tal Figaret que tenía un espadín nos defendieron. El episodio fue superado.

 

No me mezclaba mucho con las jóvenes. Tal vez yo siga siendo inocente, las veía como muy... cómo podría decirlo?, como que le daban mucha confianza a los varones, y las dos jóvenes entre ellas a veces hablaban entre si... como si tuvieran una relación, pero no; salían con los varones tanto Caselda como Chelsea, que eran dos jóvenes muy... muy poco recatadas.

Mientras yo las miraba, atrás mío se escuchó una risa de varón. Me di vuelta: era este personaje extravagante que había sacado la cara por nosotras, Figaret.

-Entiendo que te estás riendo -exclamé.

-Me rio porque te leo el pensamiento. -Fui muy irónica, quizá porque no estaba de buen humor.

-¡Ah!, pero una maravilla que sepas leer el pensamiento, la plata que ganarías en el teatro. -Hizo una mueca.

-No leo el pensamiento -exclamó después-, pero sé lo que estás pensando. Lo que no sabes es la historia de esas chicas.

Quise seguir hundida en mi sarcasmo y le dije:

-Se ve que tú las conoces bien.

-No, justamente a ellas no.

-Evidentemente a otras sí. -Se encogió de hombros.

-¿Puede ser que me estés tratando de pelear?

Lo miré y le dije:

-Discúlpame, recordaba todo y estaba de mal humor, pero debo por un lado pedirte perdón y por otro darte las gracias porque has salido en defensa de mi madre y mía. Lo que pasa que me cuesta confiar en los varones. Por ejemplo, ¿tú eres confiable o eres un mujeriego más? -Pensé que iba a negar lo segundo, pero dijo:

-Sí, soy un mujeriego y además soy confiable.

-No -negué-, las dos cosas no van de la mano, eres como Atrepán.

-Para nada, para nada. Quienes están conmigo -dijo Figaret-, están porque quieren, jamás le prometo algo a una mujer que no voy a cumplir.

-Escuché hablar a una de las chicas -exclamé-, y dice que tu fama te precede, que subes a los balcones de las mujeres casadas.

-Porque ellas quieren -dijo el personaje-. No daño a nadie, no me abuso de nadie. Al contrario, cuando veo una injusticia trato de remediarla.

 

Me quedé pensado; un personaje, un mujeriego que lo admite y sin embargo era cien veces más franco que Atrepán. Sí, lo veía como una persona confiable, pero jamás saldría con él.

Me miró sonriendo.

-Y ahora qué, estás pensando que nunca saldrías conmigo. -Me puse seria y a la vez sorprendida.

-¿Cómo sabes que pensaba eso?

-No, no lo sabía, ahora lo sé. ¿Y por qué no saldrías?

-Tú mismo lo has dicho, eres mujeriego, y a mí me interesa un hombre para mí, no me gusta compartir.

-Te equivocas en una cosa -dijo Figaret-, soy mujeriego porque no tengo pareja estable. Si el día de mañana la tuviera estoy convencido que le sería leal.

-Es muy difícil cambiar.

-No necesito cambiar -dijo el hombre-, no tengo por qué cambiar; cambiar tiene que cambiar aquel que promete lealtad y vive engañando. Como te dije antes yo no engaño porque no tengo una relación estable y no prometo lo que no voy a cumplir. Pero entiendo la clase de varón que te interesa; serio, responsable... Tengo un conocido que te puedo presentar.

-No -negué-, no, no; la gente lo interpretaría como que conozco a alguien para reemplazar a Atrepán.

Figaret me dijo:

-Elisa, qué te importa lo que piense la gente, no hay que vivir de apariencias, eso no significa que a uno no le importe nada, pero lo que piensen los demás, eso no te da de comer. -El personaje me seguía sorprendiendo porque estaba vestido como un arlequín y... y sin embargo era tan profundo, tan extrañamente profundo... Pero entendía que uno nunca termina de comprender a las personas.

 

Se acercó a nosotros la anciana  Almagana.

-¿Nos dejas, Elisa?

-No, lo que pasa que tú repartes tus ganancias con Aniceto, que a su vez las pierde jugando a las barajas.

-Doy fe de ello -exclamó Figaret-, ayer le gané unos cuantos metales.

-¡Vaya!, ¿así que tú también eres un tahúr?

-No, tahúr es el que hace trampa. Yo no hago trampa, pero jamás pierdo.

-Vaya.

La anciana Almagana me tomó del hombro y me dijo:

-Elisa, mis puertas están abiertas. Entiendo que Sandler les va a dar trabajo en el almacén, pero ven a verme.

-Claro que sí -le dije-. En ese momento se acercó un joven al que no había visto. Nos presentó:

-Edmundo, Elisa.

-Un gusto. Me enteré -dijo el joven-, de lo que pasó. Lamento mucho todo.

-¿De dónde eres? -pregunté.

-¡Oh! De muchos pueblos, más hacía la zona ecuatorial.

-¿Estás de paso?

-Eeeh, por ahora me voy a quedar un tiempo, mis padres no necesitan de mí y quería conocer un poco de mundo. Y aquí en este poblado he conocido bastante, he conocido de todo.

-Vaya, me caes bien -le dije. Y después me sobresalté de haber dicho esas palabras, me pareció que era muy atrevida. Pero Edmundo dijo:

-Gracias, tú también me caes bien.

Se acercó una joven con un traje de cuero, muy atractiva, era Chelsea. Me encaró sonriendo y me dijo:

-Ten cuidado con Edmundo, que es mi novio. -Me sorprendió, estuve a punto de reírme y Edmundo se puso serio.

-No somos novios, tú eres independiente, me lo has dicho una y mil veces.

-¿Me estás rechazando? -dijo Chelsea.

-No te estoy rechazando, tú misma te has alejado de mí. -Se puso muy hosco y se fue a sentar a una mesa a tomar una bebida espumante. Figaret sonrió y se quedó hablando con Chelsea.

Me fui a la mesa donde estaba Edmundo y le pedí permiso para sentarme.

-¿Por qué la has tratado así?

-Porque soy un ingenuo.

-¿En qué sentido? -pregunté.

-Tuve un acercamiento con Chelsea y después ella ha salido con otras personas. Incluso hay una joven un poco más grande que ella, Caselda, las he visto acariciándose. -Yo pensaba que también conocía mundo y me quedé pálida, no entendiendo.

-¿Quieres decir como que Chelsea y Caselda son pareja?

-No -dijo Edmundo-, pero les da lo mismo acariciarse ente ellas que estar con un varón.

 

Me había puesto colorada, pero también me di cuenta de que Edmundo era muy parecido a mí en el sentido de que él también era quizás ingenuo, él también era como inseguro en la parte afectiva. Por un momento pensé "Qué bien nos llevaríamos", pero quizás él buscaba una mujer más fogosa y yo buscaba un hombre que me despertara la sensación de ser mujer. Por Edmundo, que recién lo conocía, sentía como... como una empatía, pero no me imaginaba en una relación con él, y sin embargo era el candidato ideal, no me lo imaginaba traicionando a alguien, no me lo imaginaba colándose en los balcones como Figaret. Pero el amor es tan... tan voluble, tan enigmático, tan raro que te encandilas de lo que no debes encandilarte, y cuando tienes al lado a alguien que verdaderamente vale el esfuerzo de... de conquistarlo es como que no te enciende por dentro. De todas maneras entiendo de que a la gente hay que darle una oportunidad. Y nos hicimos amigos con Edmundo, y conversábamos.

Una tarde me dijo:

-Pensar que vine a este pueblo por un par de días y ya hace rato que estoy.

-¿Te vas a ir pronto?

-No lo sé, me siento muy cómodo contigo, de verdad Elisa, pero entiendo que cada uno tiene su tiempo. -No le entendí.

-Explícate.

-Quizá tu tiempo de tener una relación todavía no está dada. Pero después me enteré de que has salido con Atrepán y sé la clase de persona que es. Después pensé "Y bueno, a Elisa le atraen ese tipo de personas".

 

Es la primera vez que me sentía incómoda. No, molesta. No, enojada.

Y le dije a Edmundo:

-Me estás faltando al respeto.

-Discúlpame mi falta de tacto, simplemente dije lo que pensaba. ¿Acaso es malo ser frontal?

-Es malo cuando... cuando ofendes a la otra persona. No es malo ser frontal si te muestras tal cual eres, pero debes medir tus palabras.

-Discúlpame.

-Estás disculpado -le dije. Ahora me voy al almacén de Sandler quiero ver cómo está mi madre. -Me tendió la mano para saludarme y me fui directamente para la calle.

 

Estaba como molesta, como frustrada, me había caído mal la palabra de Edmundo: "Te interesa solamente la gente como Atrepán". ¡Qué sabe de mí!

Pero qué sé yo de él, quizá su historia sea también problemática. Pero bueno, él tiene a sus padres, a mi padre lo mataron cuando era chica. No se trata de hacer comparaciones ni competencias, cada uno sabe donde le duele.

Yo sé donde me dolía; Edmundo no era una persona que iba a traicionar a otra pero justamente su candidez hacía que a veces haga hincapié en cosas que no debía hacerlas. Figaret era más maduro, pero ¡uf!, muy pícaro; simpático pero muy muy pícaro.

 

¡Qué difícil es conseguir un hombre a la medida de una! ¡Qué difícil es vivir! ¡Qué difícil es ser auténtica! Pero adentro mío tenía algo que valía por todo: mi entereza, mi fortaleza, y tenía que aplicarla sin perder el control de mis actos.

 

Gracias.