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Psicoauditación - Lupe

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 10/03/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Lupe

De pequeña se generó engramas y los sufrió en aquella vida y le siguen afectando en esta. Los engramas se reactivan por situaciones impensadas y sin relación con las causas originales. Son como la gotera que hay en un caño roto que hay en una pared, el agua sale por donde menos lo esperas.

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Entidad: Estoy aquí nuevamente comunicada con vosotros. De corazón pido disculpas si lo que voy a contar resulta chocante, resulta violento pero es un engrama inconsciente que por momentos puede afectar, que por momentos puede hacer que en mi vida actual pueda tener algunos altibajos anímicos, pueda afectar conductas -pero de manera inconsciente, no sé de qué manera explicarlo mejor, quizá repasando la vivencia se entienda qué es lo que quiero expresar, ese inconsciente que por dentro me carcome y que no me permite, de alguna manera, estar bien-, sentir como que esos engramas me condicionan. ¿Y son tan inteligentes? No, no podría decir inteligentes; un engrama es algo que queda grabado en tu ADN, no es inteligente, sin embargo no es que te afecte la vivencia puntual que has tenido en otra vida sino que cualquier cosa hace de botón de contacto, cualquier situación, aunque sea opuesta, distinta, diferente a lo que has pasado en esa vida, y que mi mente conceptual no entiende cómo algo que es distinto puede relacionarse a lo opuesto como para que te condicione, como para que te afecte, como para que lastime, como para que esos condicionamientos manejen tu vida, y ya no eres dueña de tu vida pero no te das cuenta, no, justamente porque es inconsciente.

 

Me llamaba Lupe. Papá había muerto en una batalla, una batalla idealista. Aquí no fueron hordas que saquearon la aldea, aquí no fueron bandoleros que nos asaltaron, no, no, no, no; él era un idealista, él quería alistarse en el ejército de Cuardón, un supuesto conquistador que iba a proteger toda la zona ecuatorial de cualquier horda ya sea del norte, ya sea del sur o del este, de más allá del desierto, tierras ignotas que nadie conoce. A la primera batalla lo mataron.

 

Yo era pequeñita, apenas había aprendido a caminar cuando mamá, por soledad o por atracción física trajo a un hombre a casa, un hombre que parecía bueno. Aprendí a quererlo. Era un hombre instruido, ya cuando tuve edad suficiente me enseñó a leer. Me tenía mucho cariño, me acariciaba. Yo digo "Esto es una maravilla". Pero yo no entendía, no entendía sus caricias, no entendía el apasionamiento de sus caricias... ¡Y yo era una niña! No voy a entrar en detalles porque son muy fuertes, violentos pero sus caricias se fueron acrecentando hasta hacerme sentir incómoda, muy incómoda.

 

Un día madre llega de los almacenes y nos vio. Hubo una fuerte discusión entre ellos y por primera vez veo que mi padrastro se pone violento y de una bofetada la tira al piso, a madre. Me puse a llorar muy fuerte y el hombre me abofeteó a mí también. La cosa no paró ahí, en distintos amaneceres, como había pocos metales, yo tenía que hacer los trabajos del campo y un día en el granero él entra y me tumba contra un pajar y sus caricias se vuelven más violentas al punto tal que me desgarra la ropa y él intenta algo más que una caricia. De alguna manera me escurro de sus brazos, cojo un rastrillo con el que juntaba la parva y cuando él se acerca a mí caigo de espaldas y él al abalanzarse encima mío le clavo el rastrillo en el pecho y veo que con movimientos espasmódicos se le va escapando la vida. Grito con toda mi fuerza y al rato aparece madre. Mira la escena y dice palabras que me dolieron. Ve mi ropa desgarrada y lo ve a él muerto con sangre en el pecho, el rastrillo allí, y me dice:

-¿Qué has hecho?

 

No se preocupó por mí, se preocupó por él al punto tal que me ignora y acaricia su cuerpo exánime

-¿Qué has hecho? -repite.

-Me defendí, me atacó.

 

Me mira con mirada severa y cogió un carro, ata un hoyuman y se va para el poblado. Vienen dos hombres que estaban a cargo de la autoridad, me preguntan qué sucedió. Les relato puntualmente.

Le dicen a mi madre: -La niña es inocente, usted eligió un mal hombre. -Ella los insulta.

Los hombres me preguntan:

-¿Te quieres quedar con tu madre? -Niego.

La intiman.

-La niña es dueña de la mitad de todo.

 

Madre sabía escribir. Le hacen firmar un papel, me dejan en adopción con un matrimonio mayor, gente muy amable. El hombre había tenido una enfermedad y no podía caminar, estaba en un sillón. La mujer, bastante mayor, tenía una sobrina muy dulce que era la que hacía las tareas, era la que esquilaba a los lanudos y vendía la lana. Aún siendo pequeña aprendí el oficio.

 

A medida que fui creciendo ese engrama de abuso me quedo grabado. Son engramas que como dije antes, son como la gotera que hay en un caño roto que hay en una pared, el agua sale por donde menos lo esperas. Puede haber momentos en que no te permita dormir, momentos en que tenga anhelos raros extraños, deseos inesperados, por momentos mala conducta en el sentido de no evaluar bien quien te puede brindar amor y quien solamente se acerca por interés ya sea a nivel afectivo, a nivel pasional, a nivel amistad. No importa, estoy generalizando.

 

Cuando tenía dieciséis de vuestros años mamá falleció y el papel que le habían hecho firmar ratificaba que yo era la dueña de todo. Lo primero que hice fue vender a buen precio, menos los animales. Compré una parcela al lado de donde estaba esta bella gente y llevé los animales. Al poco tiempo, el hombre que no podía caminar falleció también y quedó la viuda y su sobrina. Yo seguía trabajando con ellos esquilando los lanudos. El hecho de que no hubiera ningún varón me tranquilizaba, sentía como cierto engrama pero a su vez algo dentro mío tenía curiosidad por entender al varón, su conducta, su manera, su forma.

 

La sobrina de la señora me llevaba diez de vuestros años y me decía:

-Lupe, eres una excelente trabajadora pero nunca sales.

Yo le preguntaba:

-Y tú -Ella se llamaba Guinda-, y tú, Guinda, no... ¿por qué no tienes pareja?

Y me dijo una cosa extraña que yo no entendía:

-Porque no me atraen los varones.

-¿Cómo es eso?, no entiendo.

-Siento rechazo por los varones, me parece que el cuerpo de la mujer es mucho más perfecto. -Y me tomó de la mano acercándome a ella.

Yo ya tenía la experiencia de mi padrastro y dije:

-No, no, no, no, no.

 

¿Qué es esto? O sea, ¿yo tampoco podía confiar en una mujer? Pero también sabía por mí cómo era el cuerpo de una mujer y sabía que no me podía lastimar, por lo menos de la manera que me lastimaría un varón, y le pregunté:

-¿Te interesan las mujeres?

-Claro -me dijo Guinda-, desde siempre.

-¿Pero alguna vez has...?

-No, nunca tuve un acercamiento con ninguna.

 Y... y es raro todo esto.

 

Pasaron dos de vuestros años y vendí. Tenía una alforja llena de metales dorados y plateados, me quedé con el mejor de los hoyumans y me fui. La señora grande lloraba porque se había encariñado conmigo pero le decía:

-Necesito alejarme, conocer otros lugares.

 

Me despedí de Guinda evitando cualquier abrazo porque ahora había cogido también engramas de temor hacia ella, es como que no querer relacionarme con nadie. Sin embargo de noche soñaba con situaciones extrañas que no me atrevo a mencionar pero que no me dejaban dormir y eso puede afectarme en la vida actual en cuanto a conductas, en cuanto a entender que no todo el mundo puede aceptar mi forma de ser, de pensar, es como que me siento prejuzgada.

Y sí, esa vida como Lupe, en Umbro, me ha afectado mucho.

 

Me fui a otro poblado. Había un matrimonio mayor que era dueño de un almacén pero no le daban las fuerzas para atenderlo, prácticamente no renovaban la mercadería. Les ofrecí ser socia poniendo capital. Atrás había dos viviendas, aceptaron. Inmediatamente hice una lista de lo que había y de lo que faltaba.

 

En menos de sesenta amaneceres el almacén trabajaba casi el doble. A veces venían varones con gesto irónico viendo que una mujer joven atendía.

Necesitaría que alguien me entrene con alguna arma para evitar todo tipo de sorpresas. Mientras tanto me ocupaba de trabajar, mi mente no tenía tiempo de pensar otra cosa. La tortura venía de noche donde mi imaginación me traicionaba. Pero esto es otra historia.

 

Gracias por escucharme.