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Psicoauditación - Melanie

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 14/06/2024 Gaela, Andrea Caballero


Sesión 14/06/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Melanie (Seles-Val)

La entidad relata que de joven le gustaba luchar, competir, y estudió técnicas en un país alejado de su entorno. Volvió como profesora y coincidió con un campeón de artes marciales orientales. Compitieron para comprobar quién era el mejor en sus artes.

Sesión en MP3 (3.820 KB)

 

Entidad: Mi nombre como thetán es Seles-Val, con la 'V', Seles-Val, plano 3 subnivel 9. Mi primera encarnación fue en Gaela, dejaré que el rol comente la vivencia.

 

De pequeña no puedo quejarme, tenía muchas amigas, vivía en la periferia de Ciudad del Plata, la capital de Plena.

Tenía un hermano, Raúl, con el cual me llevaba bien.

Mis padres, él trabajaba afuera y mi madre en casa hacía de todo, pero no sólo eran excelentes padres sino que también nos educaban con cariño, y lo importante es que ellos se amaban.

Mi hermano era un joven estudioso, en la escuela era uno de los mejores alumnos. Yo no era una mala alumna, pero no veía la hora de salir de la escuela para ir a pasear con mis amigas.

Ahí sí, mamá me retaba:

-Tenías el almuerzo servido y llegas a las quince horas. Has salido a mediodía de la escuela, ¿qué pasó?

-Bueno, madre, fuimos a jugar al campito.

-Es peligroso ahí, hay un arroyo lleno de alimañas.

-Madre...

-Andrea, te estoy hablando en serio. Mira, si eres tan inquieta vamos a hacer una cosa, te voy a anotar en un club.

-¿En un club, qué hay ahí?

-Deportes.

-¡Ah!, me encanta. ¿Qué deportes?

-Bueno, deportes con los que juegas con la pelota.

-No, no me interesa. ¿Qué otra cosa hay?

-Bueno, competiciones de lucha, pero es más para varones eso.

-¿Por qué, mamá? -Le insistí tanto que me inscribió y me anoté.

 

Había una joven a la que no soportaba, yo ya había terminado la escuela primaria, tenía doce años, se llamaba Romina, era muy creída de sí misma. Pero el deporte que hacía no era lucha, era un deporte de combate, un deporte de combate que se había traído de Akari, de oriente. Y yo, presumida, la enfrenté. Y bueno, terminé con un pómulo morado, apenas podía mover la mano izquierda, el brazo derecho me dolía, la pierna, pero no hice ningún gesto de dolor.

¿Cuánto duró el combate? Dos minutos y medio. En resumen, recibí tremenda paliza.

 

Cuando llegué a casa:

-Andreíta, ¿te atropelló un camión?

-No, me atropelló Romina.

-¿Por qué no te quejaste a los profesores?

-Madre, era un combate, ¿cómo me voy a quejar?

-¿Pero tanto se golpean? Si sabía que eran tan salvajes no te inscribía.

-No, mamá, está todo bien. Mira, sé que tienes muchas amigas aquí en la periferia que tienen ropa que tienen rotos los cierres, botones descosidos, y sé que tú no tienes tiempo. Si yo te ayudo dos horas por día y le dices a tus vecinas que tú te encargas de la ropa pero lo hago yo, ¿ese dinero me lo darías para un instructor privado?

-¿Qué me estás diciendo, Andre? O sea, ¿que coserías la ropa, arreglarías los cierres automáticos, plancharías todo eso luego de estudiar a la mañana y encima después a media tarde te irías al instructor?

-Sí.

-¿Aguantarías el ritmo?

-Sí, madre.

 

Y durante dos años fui al instructor privado, me costó sangre, sudor y lágrimas, pero aprendí muchísimo. Volví al club, ¿quién fue la primera que me recibió?, Romina:

-¡Andrea Caballero, te has decidido a volver!

-¿Cómo estás, Romina?

-Obviamente no te vas a anotar en combate.

-Para eso vine, Romina.

¿Te acuerdas lo que pasó hace un par de años?

-Me acuerdo perfectamente.

-Bueno, Andrea, ahora soy diez veces mejor.

-Me alegro por ti, Romina.

 

El profesor dice:

-¡Andre, Andre, Andre, espera, espera, espera! Probemos primero con otra... Antonia.

-¡Ja, ja, ja! Profesor, Antonia no es ni la mitad de lo que soy yo, pero a Andrea la va a destrozar.

Lo miré al profesor:

-Profe, quédese tranquilo, he aprendido algo.

 

Antonia era torpe, lenta, pero yo no quería mostrar mis habilidades porque Romina miraba desde la primera fila. La derroté dejando que ella me golpee varias veces, obviamente cubriéndome de golpes fuertes. La vencí, pero para el profesor fue apenas.

-Andrea -me dijo-, te ha costado mucho vencer a Antonia, tendrías que practicar un poco más para enfrentarte a Romina.

-Profesor, téngame fe.

-La semana que viene te enfrentarás a Romina.

-Gracias, profesor.

Romina me dijo al oído:

-¿Le agradeces? Te voy a destrozar, peor que tiempo atrás.

-Quédate tranquila, Romi.

 

Llegó el día del combate. Honestamente, y lo reconozco, no tuve piedad, la golpeé pero no la dejé fuera de combate, la lastimé pero no la dejé fuera de combate.

Eran tres rounds, la podía tranquilamente haberla vencido en el primer round pero no quise, su rostro, sus brazos, sus piernas estaban completamente amoratados de los golpes pero me cuidaba de darle el golpe final.

Y terminó la pelea sin que quedara KO, obviamente fui la ganadora claramente. Romina me miró sorprendida.

Estuvo un mes sin venir, traté de no lastimarle las costillas, obviamente, pero sí quedo muy muy muy dolorida.

 

Era tan independiente que le dije a madre:

-Me voy a perfeccionar en Akari.

-¿Akari?, ¿dónde queda Akari?

-Del otro lado del mundo, madre.

-¿Estás hablando en serio?

-Me tienes que firmar una orden, tú y papá.

-¿Qué dice tu hermano?

-Se encoje de hombros. Él me ama, me dice: "Andrea estás loca", pero me ama.

 

No todo el mundo tiene padres tan accesibles como los míos, me firmaron el permiso por ser menor y viajé a Akari, del otro lado del mundo.

Todo el conocimiento que yo tenía en Plena no sirvió para nada en Akari, tenía que empezar de cero, era menos que una aprendiz. Honestamente, la técnica de combate en Akari era superlativa. Y aprendí, aprendí, aprendí, aprendí. Años en Akari aprendiendo hasta recibirme de profesora.

Cuando finalmente volví a Plena no había nadie que pudiera vencerme, ni siquiera entre los varones.

 

Recuerdo que vino un campeón de artes marciales orientales, Romeu Durán, que hizo una exhibición en el club Náutico, donde era habitué mi hermano. Era bueno, pero no tenía mi velocidad, mi técnica. Recuerdo que practicamos y me contuve, pero él se dio cuenta.

-Me podías haber vencido tranquilamente, Andrea.

-Ninguna duda tengas, Romeu, ninguna duda.

-Podríamos practicar juntos.

-Tú te vuelves a Saeta.

-Si prometes practicar conmigo me quedo.

-¿Cuánto tiempo?

-El que sea necesario.

-Está bien. Déjame a mí -le dije-, hablaré con Jorge Clayton.

 

Un día de semana a última hora teníamos el cuadrilátero para nosotros, y me causaba gracia, yo enseñándole al campeón de artes marciales de Saeta. ¡Je, je, je!

Me dice:

-No es todo golpes, también es sumisión.

-¿A sí? -le dije-, a ver, muéstrame. -Me quiso hacer una llave para someterme: le hice dar una vuelta en el aire, lo sometí. Le digo-: ¿Esto me querías mostrar? -Lo puse boca abajo y le hice una llave de estrangulación-. ¿No vas a marcar, Romeu, tres veces la lona?

-¿Me vas a humillar?

-¿Vas a marcar tres veces la lona o sigo apretando?

-Andre, no seas así.

-Sigo apretando. -Y de repente, 'tac, tac, tac'. Y solté. Lo hice dar vuelta, quedó boca arriba y yo encima de él.

-Eres mala, eres perversa.

-Romeu, no tienes la menor idea de lo perversa que puedo ser.

-Tienes rostro de ángel, no puedes ser tan mala.

-Eso te crees tú.

-¿Siempre eres mala?

-Nunca soy mala, contigo solamente.

-¿Qué te hice?

-Nada, no me caes bien, eres una persona creída.

-Te puedo enseñar muchas cosas.

-¿Ah sí?, ¿por ejemplo?

-Te lo digo al oído.

-No al oído no, al oído no, dímelo directamente mirándome a los ojos. ¿Qué cosas? Yo no sé qué me puedes enseñar.

-Las artes amatorias.

-¡Ah! Ya salió el hombre, ya salió el machista. Ustedes, los varones, se creen que lo saben todo. En realidad no saben nada de nosotras. Seguramente habrás tenido algunas novias.

-Bueno, novias no, amigas.

-¡Je, je! Y seguro eres un gran experto en el amor.

-Bueno, ninguna se ha quejado.

-¿Y cómo sabes que no disimularon para no hacerte pasar vergüenza?

-¿Me estás hablando en serio, quieres probarme?

-¿A ti o a tu ego?

-Ven conmigo, estuve rentando un apartamento, ven a mi apartamento y te mostraré mis artes.

-No.

-¿Por qué no?

-Porque me parece muy grosero de tu parte. No tienes modales, no tienes maneras, eres ordinario... Salvo que tus amigas sean mediocres y no les importe que sean maltratadas.

-Perdón, Andrea, yo no te estoy tratando mal.

-No, no me insultas, pero sí subliminalmente.

-No entiendo qué quieres decir.

-Y claro, qué vas a entender. Me insultas en el modo que me hablas, pero no lo entiendes. No estás acostumbrado a tratar con gente como yo.

-Claro, Andrea Caballero, la señorita, la señorita que viene del club Náutico.

-¿Te piensas que tengo fortuna? No, no la tengo, no la tengo, pero sí soy señorita. No sé donde te has criado pero tú te piensas que las damas, las verdaderas damas son de fortuna. Eres muy pobre.

-Tengo mucho dinero.

-No no no no, eres pobre intelectualmente si piensas así.

-Ahora me estás ofendiendo.

-¿A ti o a tu ego machista? ¿Quieres salir conmigo?

-Me gustaría mucho, Andrea.

-Conquístame, pero no con groserías. Mi apellido es Caballero, cuando tú te transformes, no por apellido sino por hechos, en un caballero, ahí podrás conquistarme. -Romeu se encogió de hombros.

-No entiendo.

-Trátame como una chica, no me trates de manera vulgar.

-No te enojes, Andrea, estaba jugando con las palabras porque me sometiste con la llave de estrangulación y después me puse a jugar con las palabras.

-Sí, pero hay un límite, hay un límite. A mí me gustan los varones educados, que tengan cortesía. No importa si eres un marrano en la lucha, pero si sales conmigo te comportas como un señorito.

-Bueno, tampoco me gusta que me vean como alguien amanerado.

-¿Tienes algo con los amanerados?

-No, por supuesto que no.

-Bien. Entonces si tú piensas que te ven como un amanerado, ¿te parece que mi hermano Raúl es un amanerado?

-No, por supuesto que no; veo como la mira a Axona, a su novia, embelesado.

-¡Ah! ¿Te parece que Jorge Clayton es amanerado?

-No, para nada.

-Y sin embargo son unos señores. Eso quiero de ti. Vamos a salir como amigos, si veo que durante un tiempo te comportas como un verdadero señor podemos llegar a algo más.

-¿Puedo decirte algo sin que te lo tomes a mal, Andrea?

-Por favor, de buenas maneras.

-Sí, me gustas muchísimo.

-Te gusta mi cuerpo.

-No no no no no, me comporto como un caballero; me gustas tú como ser humano, como persona, tu personalidad, tu manera de ser.

-Bien, bien, has ganado un punto.

-¿Es mucho?

-No, te faltan novecientos noventa y nueve puntos más.

-Eres cruel.

-Ya te lo dije. Bueno vamos a las duchas. No hables, sé lo que vas a decir y ahí te rebajaría cien puntos. ¿Ves ahí el cartel que dice "Caballeros"?, bueno ahí. Ahí dice "Damas". Bien, ahí iré yo.

-¿Eres telépata?

-No, tu cara lo dice todo. Y un señor que se las da de señor no pone cara de idiota cuando la mujer le dice vamos a las duchas.

-Trataré de no poner cara de idiota. ¿Pero si digo que también me gustas físicamente no me vas a bajar puntos?

-No mientras no tengas esa sonrisa tonta, esa sonrisa machista.

-Vaya, que eres brava.

-Lo reconozco; brava, mala, perversa y muchas cosas más. Pero también tengo mis virtudes.

-Quisiera conocerlas.

-¡Hasta ahí, eh!, hasta ahí, estás en el límite.

-Tengo que cuidar mi lenguaje.

-¡Oh!, y mucho. Nos vemos, Romeu, y después vamos a tomar algo. Cada uno a su ducha.

-¡Ah!

-Ese suspiro, Romeu, te lo adivino. Pero no, no, tienes que trabajar muy fuerte.

-Me voy apesadumbrado.

-No, rol de víctima no. Compórtate.

-Lo haré, lo prometo.

 

Sonreí y me fui a duchar.