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Psicoauditación - Michel S.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 14/07/2021

Sesión del 20/08/2021

Sesión del 20/09/2021

Sesión del 07/06/2022


Sesión 14/07/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Michel S.

En Términus, un mundo al borde del Universo, unas energías, unos seres afectaban a la gente en su decodificador, infundiéndoles temores y visiones. La entidad relata que durante años escuchó voces que lo trastornaban.

 

Sesión en MP3 (3.679 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Viver, las dos veces con la 'v', o 'b corta'. Soy estudiante de informática, tengo veintinueve años.

Pensaréis "¿Cómo no se ha recibido?". Me ha costado muchísimo conseguir trabajos y la matrícula es bastante cara.

Pero no es eso lo que más me ha dañado, además de las personas que me rodeaban, como por ejemplo, en la juventud. Hablo como si fuera una persona grande pero me pesan los veintinueve años. Muchos a mi edad hace años que están recibidos, trabajando, prosperando y en pareja.

 

Mi noviecita me dejó por un informático que ya venía de familia rica, y la terminé despreciando porque no le interesaba el amor, le interesaba el dinero, la prosperidad, pasarla bien. Y me di cuenta que salí ganando porque era hueca, totalmente hueca.

Mamá Analía me cuidaba. Me decía:

-¿Fuiste a Rubin?, ¿fuiste a Rubin Den?

-No madre, hoy no fui.

-Tienes que ir, es el mejor analista.

-Madre, ya soy grande, tengo veintinueve años, sé lo que hago.

 

Había pedido dinero a un prestamista, que más que prestamista parecía un maleante. Se llamaba Ganino. Alto, delgado, la cara chupada, cabello claro. Pero sus ojos también eran como grises claros, entonces es como que impedía verle la mirada. Se corría la voz de que muchos se endeudaron con él y desaparecieron.

Mamá Analía me decía:

-Viver, por favor, no te pongas en gastos, tienes deudas. No me cae bien ese Ganino.

 

Recordaba mi niñez. Siempre me gustó mirar el cielo, cuando podía ver la noche llena de estrellas sabía que eran soles lejanos y es como que con mis pequeños brazos quisiera abarcar todos esos soles. Pero del otro lado, del otro lado se veía negrura, una oscuridad que te tragaba.

Siempre me gustó la informática, pero debido a esa negrura que había del otro lado empecé a estudiar, como aficionado, astronomía.

Le comentaba a mamá Analía:

-Madre, ¿a ti no te gusta ver el cielo a la noche?

-Sí, obvio que sí, mi amor.

-La parte estrellada, ¿no? ¿Y por qué del otro lado no se ven estrellas? -Mamá se encogía de hombros.

-No sé, la mitad del cielo está estrellada y la otra mitad oscura.

-¿Pero qué pasó, mamá, por qué no hay estrellas del otro lado? -Qué me iba a explicar mamá, su conocimiento era limitado en ese aspecto.

 

Y ya siendo más grande hablaba con profesores, que si bien eran de informática, tenían la cultura suficiente como para explicarme.

-Mira, Viver, nosotros estamos en una galaxia, ¿sabes lo qué es una galaxia?

Me encogí de hombros:

-Sí, es un racimo de estrellas. Es más que un racimo, hay miles de millones de estrellas.

-Pero nuestra galaxia está en el borde del Universo y nuestro sistema solar está en el borde de nuestra galaxia.

-O sea, profesor, que estamos en el borde del Universo. ¿Por eso a nuestro mundo le pusieron Términus?

-Interpreto que sí. Bueno, pero pasa la hora, tienes que hacer unos cálculos.

-Sí, profesor. -Abrí mi carpeta y me puse a trabajar con cálculos informáticos, pero mi mente pensaba en esa tremenda negrura.

 

Recuerdo que cuando tenía cinco años le dije a mamá:

-Madre, en esa negrura hay cosas.

-¡Hijo, hijo, hijo! Por favor, deja de decir eso, pareces desquiciado.

-Escucho, escucho que me dicen cosas. Me dicen que tú no eres mi mamá y que yo soy especial, y que yo puedo hacer muchas cosas.

-Hijo, por favor, claro que eres especial para mí, eres lo que más quiero, te quiero con toda el alma.

-Y por qué no somos iguales... ¿Tú eres mi madre, de verdad?

-¿Pero quién te ha llenado la cabeza?

-Esas cosas que están en la negrura, me hablan.

 

Mamá me llevó con un médico. El médico me preguntaba:

-Cuéntame lo que le has dicho a tu madre.

-No.

-Tú mamá me ha dicho que tú hablas con seres que están ahí, en la parte esa, oscura. -Me encogí de hombros.

-Yo no dije nada, son inventos de mamá.

-Te voy a dar unas pastillas, unos comprimidos, para que tomes.

 

Yo era niño y empecé a tomar unos comprimidos, y es como que ya no escuchaba esas voces.

Pero después me molesté con mamá:

-Me están dando... me están dando algo que me impide escuchar a esa gente. Esa gente de la negrura me dice la verdad. Esto es un complot contra mí, me da la impresión que debajo de vuestros rostros, del profesor, de mis compañeros de informática es como que hay otros rostros y como que son todos mis enemigos. -Mamá habló con el médico y me dieron otros comprimidos, pero me adormecían.

 

Recuerdo que perdí un año de estudio, y ya de más grande sentí como que fracasaba en todo lo que emprendía. Hasta que conocí a esta chica que gustaba de mí. Y decía:

-No eres el único, Viver, yo a veces también escucho voces en mi cabeza, pero es como que viene de esa negrura.

-Claro. Tú me entiendes.

 

Pero esa chica que tanto me comprendía conoció a un joven informático que venía de familia poderosa, y de un día para el otro se alejó de mí. Y me di cuenta que era falsa, como la mayoría de las personas que me rodeaban. Falsas, totalmente falsas.

Y entré en depresión. Tenía una tremenda depresión, seguía escuchando las voces en mi cabeza que me decían: "No tienes por qué estar en depresión, tienes que tener ira, odio porque muchos te envidian". Eso me decían las voces. Pero a su vez era como que esas voces me dañaban la mente, y tenía una tremenda ansiedad al punto tal que a veces me faltaba la respiración y tenía una tremenda inestabilidad emocional. A veces es como que me inundaba el amor, a veces es como que tenía un odio tremendo.

 

Y me enfrentaba con mamá Analía:

-Cuando era chico me dijeron que tú no eras mamá, que mi mamá está en la oscuridad. Y me dicen: ¿Por qué no vienes hacia la oscuridad?". -Ahí fue cuando me llevó al analista, al analista Rubin Den.

 

Rubin Den me hablaba, pero escuchaba más lo que yo le contaba. Y anotaba.

-Muéstreme lo que anota.

-Es confidencial.

-¡Qué confidencial, yo soy el paciente! ¿Qué anota?

-Apunto lo que me cuentas, nada más.

-Muéstreme, a ver si dice que yo estoy loco, que las voces son invento mío. Si las voces fueran invento mío, ¿por qué a veces veo en las noticias que hay tanta gente que se ha suicidado? -Porque era cierto, en Términus mucha gente entraba en pánico. Y me quedé satisfecho al ver que no era el único que escuchaba las voces.

 

Hasta que por medio de un conocido, mamá Analía me dice:

-Mira, tienes veintinueve años y es muy difícil de que logres dinero para la matrícula. Déjame presentarte a Justo, un informático.

-Espera, ¿Justo, un informático, o Justo el informático, el más importante de la región? ¿Cómo lo conoces?

-No lo conozco, un conocido lo conoce y me dijo que te puede contactar.

-¿Y en qué me puede ayudar? Yo lo que necesito es dinero para recibirme.

-Te voy a contar algo, pero por favor, no te pongas ansioso, Viver.

-¿Qué pasa? Me pongo ansioso porque me haces esperar. ¿Qué pasa?

-Ese Justo, informático, dice que sabe el secreto de las voces.

-¡Ah! -Me puse a pensar "Así que ese Justo debe ser amigo de esos seres de la oscuridad"-. ¿Cuándo lo podría ir a ver, madre?

-Mañana mismo.

 

Era un hombre que tendría como mínimo diez años más que yo, seguro de sí mismo, atento. Me dice:

-Tú eres Viver.

-Sí, profesor.

-Mira, este es mi hermano mayor, Máximo. -Apareció otro señor de mirada firme pero a su vez empática, que se presentó como analista. Y ahí sentí como una especie de rechazo porque me acordaba del analista Rubin Den.

-¿Usted también es uno de los que anotan cuando uno cuenta cosas, pensando que uno está loco?

Máximo me dijo:

-Para nada, Viver, para nada.

-Madre dijo que el profesor Justo sabía de esos seres de la oscuridad. ¿Sois amigos de ellos?

-No, para nada. Pero sabemos quiénes son, se llaman etéreos. Son seres inmateriales pero que buscan manipular la mente de los habitantes de Términus. -En ese momento me cogió como un ataque de ansiedad porque escuchaba voces en mi cabeza que me decían "No les hagas caso, el profesor Justo y el analista Máximo no son de Términus, son invasores".

-No quiero saber nada con ustedes -les dije-, ustedes me quieren convencer pero ustedes ya deben llevar una máscara.

-Mira -me dijo Máximo, el analista-, ¿qué ves en mi cabeza?

-Un casco ¿Para qué es ese casco?

-Para comunicarte mejor con esos seres que aparentemente son amigos tuyos. -¡Ah! Ahí ya me sentí más tranquilo.

-¿Tienen un casco? Me quiero poner...

-Ponte. -Me pusieron un casco extraño y en ese momento dejé de escuchar las voces.

-¿Qué hicieron? Ya me lo estoy sacando.

-Déjatelo, déjatelo. Dime cómo te sientes.

-No escucho esas voces...

El informático, Justo, me dijo:

-Para eso son los cascos, para que no nos asusten. Habrás leído en las noticias la cantidad de suicidios.

-Sí.

-Es por eso. Esos seres etéreos que están fuera del universo se alimentan de nuestros miedos, de nuestros temores, del terror. Muchos pierden la razón, otros entran en un pánico tan grande que se quitan la vida. Pero con este casco se produce una interferencia mental que evita que te digan cosas. Déjatelo un par de días. Puedes incluso dormir con el casco.

-Pero cuando me tengo que higienizar, lavarme la cabeza, ¿qué va a pasar?

-En ese momento no pienses en nada: Te lavas, te secas rápido y te vuelves a poner el casco, verás que estarás bien. -Dejé de escuchar esas voces gracias al casco que me dieron el informático Justo y el analista Máximo, que era su hermano.

 

Pero recuerdo que le dije a Justo:

-En la vida no me fue bien, a mis veintinueve años tengo compañeros que se han recibido hace tiempo atrás y están trabajando.

Justo me dijo:

-Si trabajas conmigo un tiempo puedo ayudarte con tu matrícula.

-¿Y por qué siento esa depresión, esa ansiedad, esa inestabilidad emocional?

-Porque te han afectado tanto esos etéreos que de alguna manera es como que te han dejado vulnerable tu decodificador.

-¿Cómo, decodificador?

-Así le llama mi hermano Máximo a nuestra mente, porque podemos decodificar el concepto de esos etéreos.

-¿Y qué son?

-Son seres de la oscuridad, de la negrura, están fuera del Universo, fuera de nuestra Creación. ¿Tú eres una persona de fe? -Me encogí de hombros.

-Sí, creo que hay un Creador.

-Bueno, estos seres están fuera de la Creación, fuera de esta Esencia de Luz de Amor del Creador del Universo. -Me parecía muy raro, muy extraño lo que me contaban.

-¿Y cómo hago para vencer esa depresión, esa inestabilidad emocional? Y aparte, estoy con deudas...

Justo me dijo:

-Viver, nada se logra de golpe, nada se consigue de un momento para el otro. Primero tienes que estabilizarte tú, y luego, trabajando vas a poder ir cancelando tus deudas.

-¿Y ahora que no escucho esas voces, mi mente sanará?  

-Es un trabajo que llevará su tiempo, depende de cuán dañado esté tu decodificador. Seguramente que tengas que seguir con medicación un tiempo más. Yo no soy médico -dijo el profesor Justo-, pero si te han recomendado tal y cual medicación hazle caso a ellos, a los médicos que te atienden, y tómalas. Y no mortifiques más a tu madre Analía, ella te ama.

-Pero hay un montón de gente que me desprecia, que no me acepta. Porque yo lo presiento.

Intercedió Máximo, el analista. Y me dijo:

-Lo que te tiene que importar es tu propia aprobación, tu propia aceptación, no la aceptación de los demás.

-¿Y lo lograré?

-Si no lo intentas, no. Si lo intentas tienes muchas posibilidades.

-¿Podrán ayudarme?

-Claro que sí. Pero depende de ti. -Me fui un poco más aliviado a casa.

 

Le conté a mamá Analía lo que había hablado.

-Te dije, hijo, te dije que Justo era una persona que podía ayudarte.

-Hasta ahora no me han ayudado, -Me encogí de hombros-, pero me han dado esperanzas. Han dicho que depende de mí. Pero sé que hay personas que me ponen palos, piedras, obstáculos en el camino. Me va a costar mucho más que a otros, pero me dijeron que me esfuerce. Y Justo me dijo que me puede ayudar con un trabajo, y que voy a poder conseguir la matrícula para recibirme.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 Sesión 20/08/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Michel S.

 

Analistas, investigadores y científicos desarrollaron una retícula que extendida sobre en el cráneo impedía el acceso de los influjos de los etéreos. Hasta ahora había sufrido esas voces pero ahora sentía silencio.

 

Sesión en MP3 (2.960 KB)

 

Entidad: Me encontraba muy enojado, molesto, incómodo, no podía de alguna manera manejar mis nervios, me controlaban.

 

Me quejaba con madre le decía:

-Fue prácticamente un fracaso esto de que me presentaras a Justo y a su hermano Máximo, el analista. ¿En qué son mejores que Rubin Den?, ¿en qué son mejores?

Mamá Analía me decía:

-Mira, Viver, yo también estoy usando un casco, gracias a eso ya no escucho más las voces.

 

Me quedé pensando lo que me habían dicho Justo y Máximo, que había unas entidades en la parte oscura donde terminaba el universo, unos seres llamados etéreos, que trataban de manipular nuestra mente.

-Bueno, Viver, cuando te bañas te sacas el casco, minutos, dejas de pensar en ese momento en nada y luego te lo colocas.

-¡Ja, ja, qué fácil es para ellos, qué fácil! -Justamente esos supuestamente llamados etéreos aprovechaban ese momento para entrar.

 

Y otra vez yo escuchaba esas voces y otra vez escuchaba esas voces y otra vez escuchaba esas voces una y otra y otra y otra y otra vez, y me volvían loco. Juro que fui hecho una furia a la consulta con Justo y Máximo, y se lo dije:

-¡Lo vuestro es un parche!

-Explícate, por favor, Viver.

-Claro, ¡je, je!, tenemos que estar día y noche con el casco.

-Ahora no. -Me desconcertaron. Vi a una persona agradable pero no muy comunicativa.

-¿Este señor quién es?

-Es uno de los mejores matemáticos de Términus, se llama Irdino. Hace tiempo que estamos con un proyecto con dos compañías que no se fusionaron pero sí de alguna manera acordaron entre los dos montar una red de satélites.

-¿Y eso que tiene que ver con mi problema, con las voces, con el casco que estoy obligado a usar?

-Viver -exclamó Máximo-, si prestas atención te darás cuenta de algo, montamos una red muy grande de satélites en todo el planeta...

-Insisto, ¿qué tiene que ver con las voces y con esos cascos que usamos para apagar esas voces?

-Estos satélites tienen antenas interceptoras, logramos captar la vibración con la que se comunican estos seres que los llamamos etéreos y ponemos una barrera a esas voces mentales. -Me quedé razonando.

-A ver, voy a empezar de cero. Madre Analía me llevaba a un analista llamado Rubin Den que me daba pastillas antipsicóticas para apagar las voces hasta que me di cuenta que las voces eran reales en mi mente y que yo no tenía ningún problema a nivel mental, fue por eso que recurrí a vosotros. Las voces me decían que no confíe, que vosotros erais de otro mundo y que querían dominar Términus y que ellos eran una especie de seres protectores.

-Justo me miró y me dijo:

-Viver, ¿y a ti te parece que seres protectores pueden torturarte con voces? -Lo miré.

-No, obviamente que no.

-Bien. Y lo último lo has escuchado, de que gracias a los contactos con este señor, el matemático Irdino, y con dos empresas muy importantes que si bien no se fundieron, acordaron para el beneficio de la humanidad entera poner una red satelital con antenas de defensa que interfieren las voces...

-¿Por qué están sin cascos?

-Sácate tu casco.

-No no no no, no quiero escuchar otra vez esas voces.

-Sácatelo, por favor. -Me saqué el casco. Nada. No escuchaba las voces.

-¿Qué han hecho, qué pasó? ¿Está aislado el despacho?

-No. No has escuchado. Te lo hemos dicho. Hemos hecho un trabajo tremendo a nivel planetario poniendo en órbita infinidad de satélites con antenas interceptoras para que esas "voces" mentales de los etéreos no lleguen.

-O sea, que ahora somos libres. O sea, que ahora podemos... podemos ser normales. ¡Esto no tiene precio!

-No, no lo tiene.

-Yo tengo algo para pagarles.

-No, no tienes que pagar absolutamente nada, esto es para toda la humanidad, nadie va a escuchar más voces. Acuérdate, Viver, que hubo infinidad de suicidios por escuchar esas voces, gente se ha lanzado de las ventanas de treinta pisos de altura. Ya basta de eso, somos libres.

 

Me sentí feliz, por primera vez me sentía distinto, mejor, más calmado, no precisaba medicación, no precisaba nada.

-¿Viste madre -le decía a mamá Analía-, que estabas equivocada conmigo?, pensabas que yo era un bicho raro.

-Hijo, jamás te diría eso. Te amo, te amo y quiero lo mejor para ti. Aparte, yo misma escuchaba voces, eran esos seres inmateriales de la oscuridad que te comentaban los señores Justo y Máximo.

 

Y pasó el tiempo y a veces es como que me volvían a invadir esas voces:

-Viver, somos nosotros, tus protectores. Te han engañado. Si es verdad que han puesto antenas en los satélites, ¿cómo es que nos escuchas? -Me cogió una tremenda impotencia.

-Tenéis razón, fui víctima de engaño. -Me fijé en los holovisores, en los negocios y vi que había mucha gente que volvía a escuchar voces. ¡Ah! No soy yo sólo.

 

Fui hecho una furia hasta que llegué al despacho de Justo y Máximo. No toqué el timbre, golpeé y golpeé, golpeé con todas mis fuerzas la puerta.

-Viver, adelante.

-¡Farsantes!

-No somos farsantes.

 

Había dos mujeres. Máximo le reprochaba a una de ellas:

-¿Y te das cuenta, te das cuenta que yo tenía razón? -La mujer se llamaba Anacelis.

-¿Razón por qué? ¿Por el hecho de que hicimos montar en los satélites, aprovechando que estaban en órbita, más antenas para captar en todo el planeta servicio satelital de holotelefonía y de holovisión?

-No. El problema es que los etéreos iban a aprovechar la conexión de esas antenas de holovisión y holotelefonía para poder, otra vez, entrar en la mente de los habitantes del planeta. Y no me hiciste caso. Y ahora fíjate en los holoperiódicos, en la holovisión, que hay otra vez miles de casos, y que otra vez usando los cascos. Por tu incompetencia.

-Claro -dijo la joven Anacelis-, tú siempre tienes la razón.

-¿Si tengo la razón? He salvado al planeta -dijo Máximo.

-¡Je, je, qué ego que tienes! Como te dije la vez pasada, evidentemente en la plaza mayor te vamos a edificar una estatua. ¿Quieres más reconocimiento? Te lo daremos.

-No me interesa el reconocimiento -dijo Máximo-. Pregúntale a este joven, Viver, como se siente

Lo miré a Máximo:

-¿Quién es ella?

 

Me explicó que había aprovechado el servicio satelital para poner antenas para transmitir holovisión en todo el planeta y esos etéreos se aprovechaban para volver otra vez a conectarse con nuestras mentes.

Primero dudé y me di cuenta de que la explicación era lógica. Tuvimos que volver a usar cascos, otra vez esclavos de los cascos, y ya no me podía bañar solo porque sentía como que me iban a atacar y me iban a volver loco otra vez los etéreos si me sacaba el caso mientras me bañaba.

 

Y de repente una tarde que me saqué el casco no sentí las voces. ¿Qué pasó? ¡Pero esto es una maravilla! No quiero molestarlos de vuelta después de lo mal que los he tratado a Justo y a Máximo, pero tenía que satisfacer mi curiosidad.

 

Y los fui a ver. Había una joven nueva que no conocía, muy empática, sonriente.

Me presentaron:

-Él es Viver, ella la doctora Estefanía. Trabaja con informática y trabaja también con todo lo que es la parte de neurología.

-Disculpad, ¿pero qué tiene que ver, qué tienen en común informática y neurología?

-Mucho. Lo que hizo esta joven, Estefanía, apenas instalaron las antenas para que haya holovisión y holotelefonía en todo el planeta, hizo un estudio que le llevó sesenta días y logró modificar las frecuencias de las nuevas antenas. -Me sentía perdido.

-¡Ah! Disculpad que estoy tan lento, pero reconozco que durante tantos años con esos seres que llamas etéreos me han afectado la mente. Explicadme eso de modificar frecuencias, no, no lo entiendo.

Máximo me dijo:

-Préstame atención, mírame fijamente. Ahora no estás usando cascos, ¿sientes algo?

-No.

-¿Alguna voz?

-No.

-¿Armonía?

-¡Uf! Dentro de lo posible, sí. Pero igual mi mente es un torbellino porque desde pequeño escuchando eso es como que me da la impresión de que me han estropeado mi mente. Explícame lo que hay en común entre neurología e informática.

-Lo que hizo esta joven, Estefanía, fue modificar a través de informática las frecuencias de las antenas, porque si bien nosotros, con el matemático Irdino, creamos una frecuencia interceptora para que los etéreos no atacaran nuestra mente, el hecho de que hubiera antenas para holovisión y para holotelefonía era abrir una puerta para que los etéreos volvieran a meterse en nuestras mentes. Lo que hizo esta joven, Estefanía, que tiene un doble doctorado en neurología y en informática, fue modificar la frecuencia de las antenas de holovisión y holotelefonía.

-Trato de entender -dije-. O sea, que al modificarlas también interceptan a los etéreos.

-No, no, pero es una frecuencia tan alta, tan aguda que no está al alcance de los etéreos. Lo comprobamos una y mil veces, trabajamos en equipo con la doctora.

-O sea, que ahora podemos tener tranquilamente holovisión y holotelefonía satelital en todo el planeta sin que esos seres de la oscuridad nos ataquen mentalmente.

-Correcto. Y el mérito, honestamente, no es mío, es de la joven, la doctora Estefanía.

 

Me sentí de nuevo libre, ya no iba a escuchar esas voces. Pero tenía mi cerebro lastimado y me tomé el atrevimiento de preguntarle a la doctora Estefanía:

-El analista Máximo ha dicho que tú eres neuróloga, ¿podrías estudiar mi mente para ver qué está pasando conmigo?

-Lo haré, lo haré, pero si veo a través  de mis resonadores cuánticos...

-¿Qué es un resonador cuántico?

-Son resonadores magnéticos a nivel cuántico cien veces superiores a los que había veinte años atrás, y podemos detectar cualquier anomalía cerebral.

-¿Y eso se puede curar? Si se entiende el término.

-Se puede tratar. -No me quedé conforme con la palabra tratar.

-Tratar y curar no es lo mismo.

-No -dijo la doctora-, no, Viver, no es lo mismo, pero por lo menos al tratar podemos, de alguna manera, hacer que tu mente no te haga sentir tan mal aún sin escuchar las voces.

-Pero no hay una garantía de que me soluciones mi problema del todo.

La doctora dijo:

-Hay una garantía de que se te puede tratar una vez que tengamos la resonancia cuántica cerebral, y principalmente de tu parte de encéfalo, que es la parte más vulnerable.

-No entiendo lo que es eso.

-Es una parte de tu cerebro, que seguramente es la más afectada.

 

Me despedí de todos y salí medianamente satisfecho. La doctora fue honesta, no me prometió una cura, me prometió un tratamiento. Pero vaya, vaya, un tratamiento que me iba a hacer sentir mejor.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 Sesión 20/09/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Michel S.

 

La tecnología consiguió que las voces de los etéreos no llegaran a las personas y que ya podían ir sin casco. Pero la entidad relata que seguía sintiéndose mal sin el casco. Dos analistas seguían recordándole que sus males eran por baja estima, que tenía que corregirlo él, que todo pasaba por él.

 

Sesión en MP3 (2.193 KB)

 

Entidad: Estaba muy molesto porque ahora no solamente era obligatorio usar casco sino que te lo ensamblaban en tu cráneo. Te cortaban la libertad de pensar, de hacer, de todo.

 

Le dije a madre:

-Voy a ir por última vez a ver a Justo, simplemente para quejarme para decirles lo falsos que son. -Madre me hablaba y no la escuchaba porque no me interesaba, tenía mis motivos. Casi me invadía la ira de la importancia que sentía.

 

Recuerdo que esa tarde lo vi a Justo, estaba con su hermano mayor, Máximo.

Les dije:

-Se han salido con la suya, ahora toda la gente está con cascos obligatorios. ¡Je! Qué bien que le hicieron.

Justo me dijo:

-Mira, Viver, ¿por qué te quejas? Primero, no has escuchado más las voces. Segundo, fíjate que la gente está más tranquila. Tercero, los únicos que se quejan son los anticascos, que queman vehículos, que atacan las fuerzas de seguridad. ¿Te parece correcto?

-De todos modos la libertad es sagrada.

-¿A coste de qué, Viver? -me dijo Justo-, ¿de que los etéreos vuelvan a meterse en tu mente?, ¿a que te imagines cosas?

Habló Máximo:

-De todos modos ya te puedes sacar el casco.

-Estáis bromeando, si me lo saco escucharé las voces. Aparte, está ensamblado.

-Mira, nosotros estamos con el matemático Irdino, sabemos cómo desensamblar el casco. Permítenos. -Estuvieron trabajando menos de cinco minutos y me sacaron el casco. Me encogí como en posición fetal esperando escuchar las voces en mi mente. Y nada de nada. De nada. Los miré.

-¿Qué pasó?

-Ya no hacen falta los cascos. Ya no va a haber una excusa para que los anticascos protesten con carteles, con pancartas, rompiendo vidrios de los coches o marquesinas. Hay dos profesoras avanzadas, Anacelis y Etna, que han logrado poner de acuerdo a las dos empresas más grandes satelitales y pusieron en órbita infinidad de satélites cubriendo todo el planeta.

-¿Cómo?

-Pusieron los satélites en órbita cubriendo todas las regiones del planeta y llevan antenas interceptoras como lleva tu casco.

-O sea, ¿desde el espacio interceptan esas voces?

-Correcto. Ya no se precisa más usar casco, ya no tienes que ponerte nada.

-¿Y por qué igual me siento mal?

-Explícate -dijo Justo.

-Fracasé en la parte amorosa, parece como que hay mujeres que les interesa más lo económico que el verdadero amor que uno le puede brindar.

Máximo intercedió:

-Pero mira, Viver, personas así no te sirven, personas así no te suman nada. Supón... Supón que mañana tuvieras diez millones de créditos a tu favor en tu cuenta y se te acercaran decenas de chicas, ¿cómo sabrías cuál te querría por ti, por tu persona, y cuáles serían las que te buscarían por tu dinero? -Me encogí de hombros.

-No lo sé, pero por lo menos podría elegir.

-¿Elegir qué? ¿Y tu dignidad?

-No entiendo.

-Claro, Viver. ¿Y tu dignidad? Sí, las puedes tener contigo todo el tiempo que quieras pero sería ficticio, sería falso porque no te querrían por lo que tú eres sino por lo que tú les puedes dar, lujos, invitarles a restaurantes caros, pero no te darían amor de verdad.

-¡Je! -Sonreí irónico y les dije:

-Está bien. De todos modos yo no tengo dinero y esa persona que me gustaba se alejó.

-Como dije antes, no te sumaba nada, no te servía para nada. Una persona que es como una veleta, como una veleta al viento que gira para donde va el viento, hoy está contigo, mañana no, no te sirve. Es más, te hizo un favor al alejarse de ti.

-¿Y por qué sigo pensando?

-Por capricho, por ego, por sentirte menos valorado, por obsesión, porque te obsesionaste por ella. ¿Y para qué? Supón que vuelva, pero de corazón, ¿le tendrías confianza después que se fue?

-Y bueno, quizá me da otra oportunidad.

-¡Pero por Dios! ¿Eres ingenuo, eres iluso o te engañan todos tan fácilmente?

-De todas maneras estoy como un poco aturdido con mi mente.

-Seguramente porque te han afectado la mente. O sea, recuerdo que tú ibas a Rubin Den, no tienes porque volver a él pero puedes ir a un neurólogo, te puede hacer exámenes para ver hasta qué punto te afectaron la mente. Porque si no escuchas las voces, si no precisas usar casos, si igual te sientes mal, si igual estás obsesionado con esa chica que no vale nada, el problema lo tienes tú. Un poco es por ego, otro poco por baja estima, porque necesitas la aprobación de los demás. Y después está la parte médica, que te sugiero que vayas, no pierdes nada. Te harán unos estudios y verán si es algo que afecta a tu mente o te podrán dar alguna medicación como para que no seas tan obsesivo.

-O sea, que ustedes piensan que lo mío con esa joven es un capricho.

-No, no no no no, yo no lo llamaría capricho, yo pienso que tú estás obsesionado pensando que ella igual te quiere pero se alejó vaya a saber por qué motivos. No te engañes, no te quiere.

-Entonces son todas iguales.

-No, Viver, no son todas iguales. Hay personas que te dan el alma y hay personas que te dan solamente frialdad. Hay personas que son tóxicas, que te envenenan.

-¿Cómo que te envenenan, te ponen algo?

-No, no no no, no entiendes. Te envenenan el alma, son falsas, tienen doble cara, no sirven para nada, te hicieron un favor si se alejaron. Ya aparecerá alguien que verdaderamente te quiera.

-¿Pero y los etéreos y las voces?...

-Olvídate. Hay una red satelital que frena todo eso. Ya no hace falta usar cascos, no hace falta cuidarse de nada. Y a medida que los satélites vayan teniendo su tiempo se van remplazando. En este momento hay dos empresas pero van a poner cuatro empresas más, va a haber como seis empresas satelitales que van a poner nuevos satélites en órbita. Basta. La gente ya no va a usar más cascos.

-¿Y no voy a escuchar voces ni tener más visiones?

-No, nada. No vas a precisas nada de nada. Lo que tienes que ver ahora es lo otro, tus obsesiones. Las obsesiones es lo que te pone mal porque te causan depresión, te causan ansiedad, te causan inestabilidad. ¿Te gusta tener depresión, ansiedad, inestabilidad?

-Obvio que no -respondí.

-Y bueno, entonces es importante que veas de hacerte un análisis total a nivel neurológico.

-¿Pero será una cosa delicada?

-No, no, no, es con escáneres, escanean, no sientes nada. -Me quedé pensando.

-¿Y piensan que eso me mejorará mi ansiedad, mi autoestima?

-Por supuesto que sí, pero también depende de tu trabajo interno.

-¡Ah, no, no, ahí no entiendo! ¿Cómo trabajo interno?

-Claro, Viver. A ver. Un médico te puede ver, te puede hacer escáner en tu cerebro, ver si tienes algún problema. De tenerlo te medica con algo, pero a su vez tienes que trabajar contigo mismo asumiendo que eres importante y que la gente que se aleja de ti no vale la pena. Hay personas malas pero también hay personas buenas, porque si te has cruzado un par de personas malas en el camino no significa que todas sean malas. No sé si se entiende.

-Sí -respondí-, entiendo perfectamente. ¿O sea, que hay posibilidad de que se cruce alguien bueno en el camino?

-Sí. Pero también ocúpate de tú persona. Hazte los análisis, los estudios médicos, a ver hasta qué punto te han afectado los etéreos. Y háblate a ti mismo, a tu persona. Mírate al espejo y piensa: "Yo valgo, yo soy importante, yo voy a salir adelante". Pero no te obsesiones, todo a su tiempo. Nada se logra de un día para el otro, nada.

-O sea, que es un proceso muy largo.

-No necesariamente muy largo, pero es un proceso donde tienes que poner tu parte, tu voluntad, porque por más que te ayuden los demás, si tú no pones voluntad nadie va a hacer el camino por ti. Quiero que eso te quede claro.

-Bueno, me dejan más tranquilo. El casco ese lo tiramos, ya no hace falta para nada.

-Vive tu vida, hazte los estudios y aléjate de la gente negativa, y verás como las cosas van a empezar a salir bien.

-¿Me lo prometen?

-Pero te lo tienes que prometer tú, nosotros lo que hacemos es orientarte pero el camino lo tienes que hacer tú.

-Entiendo, entiendo. Todo pasa por mí.

-¿Lo vas a hacer?

-Lo voy a hacer, lo voy a hacer.

 

Les estreché la mano a ambos, a Justo y a Máximo, y me marché. Y no solamente con esperanza, convencido de que iba a lograr todo a favor mío, todo.

Pero como dijeron ellos, Justo y Máximo, nada es de un día para el otro, todo lleva su tiempo. Se trata de tener paciencia y se trata de tener voluntad, porque sin voluntad, sin ganas no llegamos a ningún lado.

 

Gracias por escucharme.

 


 Sesión 07/06/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Michel S.

 

Comentó con unos amigos un suceso que tuvo con su profesor de informática. Debatieron acerca de si el ego es dañino y para quién lo es. Distinguieron entre venganza y revancha.

 

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Entidad: Dicen que muchas veces no presto atención.

-¡Viver, qué te sucede?, eres un gran estudiante de informática, pero no prestas atención. -¡Je, je! ¡Qué puedo explicar!

 

Años atrás había salido con una joven y de un día para el otro, sin explicación me dice que necesitaba un tiempo. Se llamaba Tina.

Le digo:

-Tina, ¿cómo un tiempo? ¿Qué es lo que no te di, que precisas?

-Viver, no se trata de eso, necesito un tiempo. -Y se alejó.

 

Al poco tiempo me entero que estaba saliendo con un afamado profesor, joven pero que tenía bastantes créditos, y me di cuenta de que lo suyo no era amor por ese profesor, era interés.

 

Obviamente lo comenté con mis nuevos amigos. Les puedo decir amigos por lo bien que me han tratado y la enorme empatía que tienen para conmigo, Máximo y Justo.

Máximo me dijo:

-Mira, Viver, a veces el tiempo, 'circunstancias' desacomodan nuestro andar, pero a veces lo acomodan. -Sentí como una especie de pudor porque me jactaba de comprender todo y no entendí lo que decía Máximo. Y se lo hice saber. Me respondió-: Quiero decir de que a veces los hechos nos favorecen. El hecho de que esta joven, Tina, te haya pedido un tiempo, te ha servido para darte cuenta, apenas te has enterado que salía con una persona, supuestamente, con mayor estatus, de que no era para ti. Tú eres una persona leal con tus creencias, con tus convicciones pero no eres capaz de traicionar a nadie, y evidentemente esta persona sí. Por lo tanto agradécele a la vida o a las circunstancias lo que ha pasado. No te enojes, no te quejes, fue para tu bien.

 

Lo miré a Máximo, y ese enojo, esa furia que tenía, porque prácticamente era un abandono o una traición, se me iba, llegaba a mí un alivio. El entender que muchas veces cuando crees que las cosas están para peor es lo contrario, porque la vida te muestra la verdad. Pasa con las parejas, pasa con las amistades, pasa con los conocidos. Y pasa también en la labor cotidiana que puedas tener porque no pasaba por ahí solamente. Estudiando todo lo que es informática, cuando algo no me salía bien me traía depresión, ansiedad, incluso hasta cierta inestabilidad. Por eso mi madre, Analía, me llevaba a Rubin Den, un analista. Pero no me convencía, no me convencía. Yo le comentaba al analista que escuchaba voces y lo primerio que hacía era indicarme determinada medicación.

 

Hasta que Máximo y Justo me hablaron de los etéreos.

Recuerdo que le pregunté:

-¿Etéreos, qué son los etéreos?

-Toma asiento. -Presté atención porque me interesaba.

-Este mundo es Términus. Se lo habrán puesto nuestros ancestros hace milenios porque si miras para un lado verás las estrellas, galaxias, cúmulo de galaxias, pero si miras para el otro lado verás sólo oscuridad.

-¿Y por qué?

-Porque estamos en el confín del universo conocido. Y del otro lado está la Nada. Y allí moran esas criaturas invisibles para nosotros, impalpables, pero son conceptuales y pueden entrar en nuestra mente y crearnos miedo, temor, confusión. Y te preguntarás, Viver: ¿Y por qué lo hacen? Lo diré de una manera muy clara: Porque se alimentan de nuestros miedos, de nuestro pánico, de nuestra confusión. Te preguntarás, Viver: ¿Y precisan alimentarse? No no no, lo hacen porque supongo que les causa placer el divertirse. De alguna manera llámalo así, el divertirse con los humanos.

 

Me hacía bien escuchar a Máximo y a Justo, y más cuando me enteré de que podían mediante unos cascos cortar el circuito telepático con esos seres. Pero de la misma manera que algunos siglos atrás hubo una peste, un virus que acabó con la décima parte de la humanidad, y hubo muchas personas que no querían vacunarse porque decían que la vacuna era un invento para manejar a la humanidad, entonces salieron los antivac. Antivac que nunca terminaron de convencerse a pesar de que las vacunas salvaron a la humanidad en aquella época. Y hoy, al igual que aquellos antivac, estaban los anticascos: "No tenemos porque usar cascos, es contra la ley obligarnos". Se sacaban los cascos y eran presa de los etéreos.

Hasta que finalmente, estos hermanos que eran unos genios aunque ellos lo negaran, ellos decían: "Se nos ocurrió a nosotros como se le podía haber ocurrido a cualquier otra persona", pusieron redes satelitales que cumplían la misma función que la de los cascos, y de esa manera los seres humanos podían librarse de los cascos, y ya no habría habido levantamientos, disturbios en las calles de los anticascos, porque con los satélites bastaba.

 

Pero siempre siempre siempre hay alguien, alguien que entorpece la cosa. Y no tiene nada que ver con la inteligencia. Era una mujer inteligentísima que sabía muchísimo, se llamaba Estefanía. Estefanía nos salvó porque otra mujer anterior muy inteligente quizá más que Estefanía, mayor también de edad, quería modificar las antenas de los satélites para la red telefónica del planeta.

Y Anacelis tenía poder, Anacelis tenía poder porque conocía a jefes de estado, a ministros a los que incluso pudo convencerlos. Y esta joven, Estefanía, que la habrá traído algún ser de luz, pudo modificar la frecuencia de las nuevas antenas permitiendo que los satélites pudieran manejar la red satelital de todo el planeta para telefonía, para holotelevisión, para holocomputación sin dejar por ello la barrera que impedía que los etéreos pasaran con sus conceptos. Anacelis tuvo que reconocer que se había equivocado.

 

Pero lo que me da impotencia, lo que me molesta, y eso me trae ansiedad, depresión, inestabilidad, es que conozco muchas personas que suelen equivocarse, y por ego, por vanidad, por ese falso orgullo no lo reconocen. Nunca lo van a reconocer que se equivocan. A mí me ha pasado en segundo año cuando estudiaba informática. Había que programar una fórmula especial, fui el tercero del curso que la presenté. Miró la primera: "Esta está muy bien". Miró la segunda: "¡Ah, pero qué maravilla!".

Hasta que miró la mía, la tercera. La tercera de un grupo de treinta alumnos.

-Viver, esto está mal, no es igual que la de tus compañeros.

-Profesor, sé que no es igual, la mejoré porque con esta fórmula podemos mejorar la velocidad de los holocomputadores. -Estuvo a ponto de sacarme del curso.

-Lo mejor que puedes hacer es ir a sentarte, Viver.

 

Si hubiera sido una hoja de papel como siglos atrás me la hubiera roto, pero como la tenía en mi holotablet me la devolvió y la dejó. Sentí una tremenda indignación con ese profesor, pero era tan necio que era imposible hacerle entender.

De buenas maneras le dije cuando se fue el curso, me quedé.

-¿Me daría un minuto?

-¿Para qué? -Ya de entrada al decir para qué, me ponía los nervios de punta.

-Le quería comentar algo.

-A ver, rápido, porque no tiempo que perder.

-Es sobre la fórmula.

-No no no no, Viver. Basta. Basta, porque se me agota la paciencia. Directamente repites el curso y listo. Si sigues molestándome...

-Profesor, no le estoy molestando, simplemente le pregunto si me daría un minuto.

-Honestamente, no, no. Y si yo digo no y tú insistes, el necio eres tú. -No sé como hice para tragarme mis nervios, evitar poner el rostro con gesto de odio.

Y le dije:

-Discúlpeme, entonces. -Y me marché del curso.

 

En un nuevo encuentro con los hermanos Justo y Máximo les mostré la fórmula.

Justo me dijo:

-¡Pero esto es genial, el tiempo que ahorras!

-Pero mi profesor me dijo que esto no servía, que le hacía perder tiempo y que yo era un necio.

Habló Máximo:

-Evidentemente el necio es tu profesor. Vamos a hacer una cosa, ¿a quién más se lo mostraste?

-A nadie.

-Bien. No hace falta que nos acompañes, te quedas con nosotros y me comunico por holomail a la oficina de patentes.

-¿Patentes? -pregunté.

-Sí, es tu fórmula, Viver. Tu fórmula de holoinformática para acelerar el proceso. Es un proceso cuántico excelente.

-¿Y va a estar patentado a mi nombre?

-Y va a estar patentado a tu nombre, Viver.

-¡Qué satisfacción!

-No entiendo -exclamó Máximo.

Le aclaré:

-¡Qué satisfacción cuando le muestre la patente a ese profesor!

-¿Cuánto hace que pasó eso?

-Hace años atrás.

-¿Y qué ganas?

-Refregárselo en la cara, gano.

-Es tu ego el que te impulsa, qué te importa ese profesor.

-No me entienden, no me entiende, Máximo. Yo no sé si es ego, quizás sea ego y lo reconozco, no es vanidad, es ganas de decirle: "¿Vio que el necio era usted?".

-¿Y para qué?

-Para sacarme las ganas. ¿Ustedes nunca se sacaron las ganas con alguien que los reprobaba y ustedes descubrieron que tenían razón?

-Nos ha pasado cien veces, pero era un problema del otro.

-No, no; me amargó todo un año la vida, un año me amargó la vida. ¿Por qué no le voy a refregar en la cara mi triunfo? -Máximo se encogió de hombros.

-Mira, Viver, si satisfaces tu ego hazlo, al fin y al cabo el hombre es un necio y se lo merece. ¿Pero por qué te rebajas a estar a su altura?

-Una vez hablamos y me dijeron que yo era una persona noble porque no hacía daño a nadie. Y yo pregunto: Registro la marca de mi fórmula, va a ser conocida en todo Términus. ¿Que yo lo visite y le diga: "¿Vio que yo tenía razón?", es dañarlo?

-No. Seguramente se molestará.

-¡Ah! Pero no se va a molestar porque yo lo esté dañando, se va a molestar por su propio ego. Entonces el ego de él es el ego malo, no el ego mío que lo trata de refregar en la cara que él se equivocó. Porque ustedes no saben cuánta gente conozco que se equivoca y no lo reconoce, y que me dicen que yo soy el que me equivoco. ¿O no?

-Ya lo dijimos antes, nos ha pasado a nosotros también. Pero no lo tomes como una venganza.

-No no no, no es una venganza, es un revancha. Al fin y al cabo no voy a agredirlo ni siquiera de palabra insultándolo ni nada, simplemente decirle: "¿Ves que yo tenía razón?". Es sacarme el gusto, qué hay de malo en esto. ¿O ustedes también me reprueban?

-No, no te reprobamos, simplemente te decimos que es un problema de él, el necio es él. ¿Por qué te pondrías a su altura?

-A ver. -Ahí me sentí molesto y enojado-. ¿Yo sería necio si voy y le digo que se equivocó?

-No, pero te pondrías a su altura.

-Bueno, la satisfacción que me daría mi ego. Me permites por lo menos ponerlo en eso y no me van a convencer de que no lo haga. -Máximo me abrazó.

-Mira, Viver, si te hace bien exponerlo y decirle que él se había equivocado, hazlo, pero no lo tomes como una costumbre.

-No lo sé, porque el profesor no es la única persona que conozco que se equivoca y no lo reconoce.

 

Gracias por escucharme.