|   Psicointegración 16/05/2021 Por: Jorge Raúl Olguín         Jorge Olguín: Mucho  antes que empezara a canalizar, siete años antes, en 1.990, debatí con una  persona -Yo era un erudito en el tema de astronomía, pero conocía muy poco del  mundo espiritual a pesar de que en 1.990 tenía muchísimos títulos, pero eran  títulos, nada más. Lo que me abrió la mente fue la mediumnidad-, entonces  hablando con esta persona le decía: "Solamente en la galaxia Vía Láctea  hay trescientos mil millones de soles. Supongamos que en el peor de los casos  hubiera un planeta habitado cada millón de soles, siendo muy pesimista, un  planeta cada un millón de soles; trescientos mil millones dividido por un  millón quedan trescientos mil mundos habitados en la Vía Láctea, trescientos  mil mundos habitados en la Vía Láctea, siendo pesimista. Pensemos que el  Universo tiene miles de millones de millones de galaxias iguales o más grandes  que la vía Láctea al punto tal de tejer una especie de telaraña. Entonces, si  Dios, este Creador del Universo, abarca todos esos mundos, ¿cómo se puede fijar  en una persona insignificante como nosotros?   Pasaron siete años  hasta que empecé a canalizar y me di cuenta que estaba errado, porque nosotros  somos parte de la esencia de Eón, como se dio a conocer el Absoluto ante mí.  Entonces no es que habiendo miles de millones de galaxias con trescientos mil  mundos habitados cada una, hablando en forma pesimista, ¿cómo puede estar en  todos lados participando de todo? La respuesta, a través de la mediumnidad, es  que Dios es Todo, Eón es Todo, no hay nada fuera de Eón dentro de la Creación.  Entonces no es que va acá, va allá, va más allá, no no no, no precisa porque  abarca Todo. Bien. Eso es la  primera parte.   Ahora, la segunda  parte: ¿Dios es un controlador? No. ¿Por qué? Porque junto con su Amor nos dio  el segundo regalo más preciado, que es el "Libre albedrío Divino". Al  tener libre albedrío Divino no puede ser controlador. Pero claro, al no  ser controlador tampoco es lo opuesto, de estar cuidando de que aquella oveja  no se pierda, que aquella persona no se arrime al precipicio porque se puede  caer o evitando esa pelea o esa discusión. Entonces me puse a  pensar. Bien, no es un controlador, pero tampoco participa activamente porque  al no controlar, no controla ni para bien ni para mal: Está. Entonces, ¿cuál es  la ventaja de portarse bien o portarse mal? Aclaro, y lo dije cien veces: Yo no  creo en premios ni en castigos. Y después agregué: Sólo en la consecuencia de  nuestros actos. Sigo no creyendo en  premios negativos, no creo en recompensas por portarse bien o en que te vayas  al rincón con el bonete de burro por portarte mal. No creo en cielos e infiernos,  creo en la octava esfera. Pero eso es una consecuencia, como es una  consecuencia el quinto plano de Luz.   Bueno, pero queda  el karma. Queda el karma, y a veces el karma no se cumple en esa vida, a veces  por haber hecho cosas negativas después te queda el karma, que es una lección a  aprender para otras vidas. Acordamos que no son culpas a pagar, sino lecciones  a aprender.   Pero me ha pasado  que he conocido a muchísimas personas, hermosas por dentro y por fuera, con  muchísimos problemas, porque de repente decidieron encarnar con determinada  familia en determinado lugar -no es que el espíritu sea tonto o distraído y no  sepa a qué familia va; sabe a qué familia va-, pero no necesariamente está  obligado a conocer vida y obra de esa familia, entonces cuando encarna se  encuentra con que esa familia no es lo que esperaba. Puede recibir maltratos o  le imponen determinado estudio o trabajo que no había elegido desde el plano  espiritual.   Y los maltratos son  efecto dominó. Pongamos una mujer que de repente es muy maltratada por su  familia y cuando llega la mayoría de edad se casa para escapar de ese grupo  familiar tremendo con una persona amable, buenísima hasta que se ponen ambas el  anillo: Entonces el tipo se sacó la máscara y resultó ser igual o peor que la  familia que tenía. Malos tratos, golpes, esto, lo otro.   Y uno, mediumnímicamente,  bucea el pasado de esta persona, de otras vidas y estuvo al nivel de Marie  Curie. Y me digo: -Pero entonces, ¿qué karma está aprendiendo?, ¿qué lección  está aprendiendo?   Una vez debatí con un  profesor muy conocido de Argentina, Eduardo Pérez, que él decía: -Uno tiene que  vivir en determinado entorno o determinada persona hasta aprender lo que tiene  que saber de sí misma o bien, conviviendo con la otra persona, esta le va a  enseñar ese aprendizaje.   No. A veces no te  vas de la casa de esta persona maltratadora porque no tienes dinero para  mudarte o no tienes un trabajo para mantenerte y te tiene que mantener este  padre maltratador o ese esposo maltratador.   No, no. No estoy de  acuerdo que uno tenga que estar con determinada persona que te maltrate porque  tienes algo que aprender. Como tampoco estoy de acuerdo con el perdón, porque  el perdón es ego: -Bueno, anda, te perdono. No no no. O como dicen en la New age: "Primero pasa por  perdonarse uno mismo". ¿De qué me tengo que perdonar, de que me hayan  violado? ¿De que me hayan maltratado? ¿De que me hayan subestimado? ¿De que me  hayan segregado por ser de otra religión u otro color de piel? ¡¿De qué me  tengo que perdonar?! Esa persona segregada, maltratada, violada. No hablo de  una, estoy generalizando. ¿Esa persona se tiene que perdonar? ¿Estamos hablando  en serio?   De repente buceo  mediumnímicamente en esa persona de otro color de piel o esa joven indefensa  víctima de malos tratos o víctima de homicidio, uno bucea en su pasado y en  otra vida fue una persona de Luz. Entonces, ¿de qué karma me están hablando?, Repito:  ¿de qué karma me están hablando?    Y entonces me doy  cuenta que el libre albedrío divino tiene un talón de Aquiles, como lo tiene la  bondad. Porque el bondadoso no es justo. De repente hay un juez que tiene que  juzgar a un asesino y se compadece porque ve su rostro que llora, arrepentido.  Y le dice: -Bueno, le damos una prisión en suspenso. Y por ahí el asesino  vuelve a matar. La bondad no siempre es justa. Entonces, Eón, que  es la suma de la bondad, no hay bondad mayor, ¿cabe en su Esencia también la  justicia? Porque a diferencia de otras personas que con los años su mente se va  deteriorando, mi mente va creciendo, y yo digo: -Donde hay bondad absoluta no  puede haber justicia absoluta. No digo que sean antónimos, "O bondad o  justicia", no, no… se puede ser bondadoso y se puede  ser justo.   Pero ¿qué pasa con  esas personas que violaron, que mataron, que segregaron, que despreciaron, que  escupieron a su prójimo porque eran de otra religión, porque eran de otro color  de piel, porque eran más obesas, porque eran más delgadas, porque eran  supuestamente feas para el prototipo de gente o porque de chica le hicieron bullying en el colegio? ¿Qué pasa si no  tienen karmas, no tienen asignaturas pendientes que resolver? ¿Por qué les  sucede eso? Entonces, estamos  al libre albedrío. De la misma manera que el bien es permisivo, que es otro  talón de Aquiles, da cabida a que el mal haga de las suyas. Esa es mi conclusión.   Y son muchas las  cosas a las que pongo en duda. Jamás pondría en duda a Eón ni dudaría de Él,  nuestro Padre. Pero hay tantos interrogantes que me quedan pendientes, y que  quizá me queden pendientes en esta vida. Y que somos programas. Esto lo he repetido  muchas veces. El ejemplo de la ameba que se fagocita dos paramecios. No tiene  cerebro porque es un animal unicelular, no piensa. Si es una sola célula, ¿qué  lo hace alimentarse?   Alguna vez dije que  la unidad biológica más pequeña que existe en el planeta Tierra es un programa  superior a la mayor de las computadoras. -Olquín, ¿qué está  diciendo?, la mayor de las computadoras le gana al campeón mundial de ajedrez. -No, no le gana. Es  un programa que está hecho por otro eximio jugador de ajedrez. Con la  diferencia de que como la máquina no piensa, por eso la palabra Inteligencia artificial está fuera de mi  vocabulario. Y eso es un error  de los científicos, porque es un programa. Y el programa está capacitado para  que si el campeón mundial de ajedrez hace determinado movimiento, la máquina  tiene infinidad de posibilidades para contrarrestar este movimiento. Y cuanto  mayor sea el nivel de la máquina mayor va a ser la cantidad de movimientos para  contrarrestar la jugada del campeón. Sin embargo, esta  máquina, que tiene petabytes o más, es inferior a la unidad biológica más  pequeña del planeta Tierra, que es un virus. Que los mismos científicos dicen  que el virus no tiene vida sino que está activado. Activado y desactivado, no  vivo o muerto. Sin embargo, se  duplica, se cuadriplica; en dos, en cuatro, en ocho, en dieciséis, a nivel  potencial: treinta y dos, sesenta y cuatro, ciento veintiocho, doscientos  cincuenta y seis, quinientos doce, mil veinticuatro, bla, bla, bla. Obviamente que no  lo puede hacer por su cuenta, tiene que invadir una célula.   ¿Qué hace que ese  virus que ni siquiera tiene ADN -porque tiene solamente un ARN mensajero-,  invada una célula y se multiplique? ¿Qué lo hace ser así?   Y voy más lejos:  ¿Qué hace que se descubra una vacuna para contrarrestar ese virus y ese virus  mute, cambie, se modifique para defenderse de la misma manera que las bacterias  se vuelven resistentes a los antibióticos? ¿Qué hace que esta  bacteria, que es un animal unicelular modifique su interior para resistir ese  antibiótico? Eso no lo hace ni la mejor de las computadoras. Eso es un programa  de Dios. Ese es un segundo  tema, no tiene nada que ver con el tema del karma que hablábamos antes.   Entonces hay muchos  interrogantes. Entiendo que todo animal unicelular y multicelular o  pluricelular, como somos nosotros, los seres humanos homo sapiens-sapiens somos programas de Dios. La diferencia es que  nosotros somos programas pensantes. Y pensantes, hasta por ahí no más, porque  desde que el ser humano tiene uso de razón, desde que empezó a dibujar en las  cuevas, en las cavernas vive de guerra en guerra. Primero con garrote, después  con lanza, con arco y flecha, después con cañones, con misiles, pero no hay un  sólo siglo que dejara de guerrear.   ¿Y hasta qué punto el  ego hace que el ser humano se atonte?, porque en la edad media, en la edad antigua  había reyes de cincuenta años de edad que mataban a su hermano para que no le  quite en reinado. O a sus propios hijos, para que no le quiten el reinado. Qué  expectativa de vida tenían en esa época, llegaban a los cincuenta años. ¿Y  entonces por qué ese apetito de poder, qué se iban a llevar? ¿Dónde estaba el  razonamiento de esa gente? Pero sí, sigue pasando lo mismo. Hoy sigue pasando  lo mismo.   Había un presidente  de setenta y cuatro o setenta y cinco años -que quizá pueda vivir hasta los  cien, pero hay muchos que murieron antes de esa edad-, que quería perpetuarse  en el poder, que lo sigan votando. En un país del norte. No doy nombres. Y con  mucho dinero encima. ¿Entonces por qué ese apetito de poder? ¿Por qué no vivir  la vida tranquilo?   He escuchado  gobernantes y segundos, terceros, de cuarta, quinta fila de los gobertantes que  dicen: -Nosotros somos importantes. ¿Quién les da la  importancia? ¿Un cargo? ¡Qué imbéciles! ¡¡Qué imbéciles!! Importancia puede  tener un Mandela, que estuvo tantos años preso, incomunicado. Sin embargo,  cuando fue presidente no se desquitó con los que lo llevaron preso. Quizá en Mandela  encuentro una pequeña falla: Todo bondad, pero no dejó paso a la justicia.  Porque había algunos que no eran buena gente, que necesitaban vivir y sentir una  pequeña parte de lo que vivió y sintió Mandela.  Sé que voy a tener  mucha gente en contra diciendo que no opine esto de Mandela porque es un  intocable. Pero, bueno, es mi opinión.   Hay muchísimas  cosas que quedan en el tintero, pero las tocaremos en otro momento.  Gracias.     |