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Psicoauditación - Víctor A.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 02/02/2023


Sesión 02/02/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetan de Víctor A.

La entidad vivía en Gaela, con su madre y su hermano. Tenía proyectos pero no daba para más cuidando de ellos. Se sinceró con unos amigos y encontró que modificando algo el carácter y el comportamiento podría cambiar las cosas que le frenaban. Tenía esperanzas.

Sesión en MP3 (2.993 KB)

 

Entidad: A veces conocemos a las personas de casualidad, o de causalidad.

 

Mi madre Lorenza tenía un gato que lo adoptó cuando llegamos a Plena. Pero siempre, el pobre, estuvo con problemas de salud, hasta que últimamente ya no quería ni comer.

Había una veterinaría a pocas calles y lo llevé. El veterinario era un muchacho joven, atento, amable, pero me dio la mala noticia:

-Mire, no tiene sentido que siga sufriendo.

Le dije:

-¿Qué me recomiendas?

-Darle una inyección endovenosa y que descanse. -Entendí.

-Mi madre no lo va a poder soportar.

El joven veterinario me dijo:

-Es peor así y peor para el animal, no es justo que sufra. -Agaché la cabeza y di el consentimiento. -Cuando le dije a madre lo aceptó estoicamente.

 

Al joven lo volví a ver, a la semana nos cruzamos.

Se presentó:

-Mi nombre es Luís Alberto Démez. ¿Cuál es tu nombre?

Le dije:

-Vicenzo.

-No eres de Plena.

-No. Mamá nos crió a los dos hermanos, yo tengo treinta y mi hermano es más grande, tiene treinta y siete. Mi nombre es Vicenzo y el de él Adriano. Y vinimos de pequeños. Mamá nos crió en Plena, habíamos nacido en Lisina, en el viejo continente. Plena es una región hermosa, el país más al sur del nuevo continente. Y su capital, Ciudad del Plata, es extraordinaria, me encantan las librerías de la Segunda avenida. Y en la Primera también, que tiene libros viejos. Nunca vi tantas librerías juntas una al lado de la otra.

Démez me preguntó:

-¿Y tú de qué trabajas, Vicenzo?

-Soy contable en una empresa. No me va mal, no me puedo quejar, pero es como que no diera abasto.

-¿En qué sentido?

-Mamá tiene algunos problemas, no está trabajando y...

-¿Y tu hermano Adriano? Obviamente sí, con treinta y siete.

-No.

-¿Pero tiene algún problema?

-Él tiene desgano, pero se inventa problemas.

-¿Cómo? -Lo miré a Luís Alberto Démez.

-Es como si fuera hipocondríaco, un día tiene una cosa, otro día otra, se queja. Y cuando yo le digo: "No puedes estar así", encima se enoja conmigo y hace rol de víctima: "Claro, porque no estás en mi lugar. Mírame, con treinta y siete años y me duele el cuerpo como si tuviera cincuenta". Y a veces es como... ¡Ay!

-Continúa -pidió Démez. Lo miré.

-No quiero cargarte con problemas.

-No, no. Ven. Mira, aquí hay un bar, vamos tomar un café. -Acepté.

 

Y nos sentamos. Pidió dos cafés. Y cuando la camarera se retiró me dijo:

-Continúa.

-Lo que pasa que a veces es como que me siento responsable.

-Pero ¡je, je!, disculpa, no lo tomes como una burla, de verdad, Vicenzo, no lo tomes como una burla, pero uno se siente responsable de un hijo... Pero es siete años más grande que tú, ¿por qué deberías sentirte responsable? Te tienes que ocupar de ti primero. Mira, me gustaría que conocieras a un amigo.

-No, no quiero molestar a nadie. En realidad en mi trabajo estoy bien, pero tengo tantos proyectos.

-Hagamos una cosa, ¿a qué hora sales de tu trabajo?

-A las diecisiete.

-Bien. ¿Dónde es?

-En la Tercera avenida. -Me pasó la dirección.

-Mira, no voy a molestarte en tu trabajo, pero conozco la zona como si hubiera nacido allí. En la otra esquina hay un bar tipo confitería, podemos merendar, tomar una bebida, lo que quieras. Y lo voy a llevar a mi amigo. Y de paso te despejas un poco. ¿O tienes que estar en tu casa?

-No, no, cualquier cosa llamo de mi trabajo y le digo a mi madre que llegaré un poco más tarde.

-¿Se arreglan sin ti?

-¡Je, je! Sí, a medias, pero sí.

 

Al día siguiente bajé y estaba Luís Alberto Démez con un muchacho joven, no llegaría creo a los veinticinco años, elegante, un traje hecho a medida.

Me presenté:

-Mi nombre es Vicenzo.

-Un gusto. Démez me habló de ti. Mi nombre es Jorge Clayton.

-Clayton, Clayton..., me suena. ¿Tienes algo que ver con ese señor que tiene fortuna? -Clayton se rió, pero no burlándose sino con una sonrisa más bien como de pena. Le digo-: ¿Pero por qué te ríes así?

-Porque la mayoría de la gente piensa que alguien de fortuna tiene que ser alguien de cincuenta años para arriba.

-¿Pero qué me quieres decir, que eres tú aquel Jorge Clayton?

-Sí.

-Honestamente, me sorprendes, te hacía una persona mayor. ¿La has heredado de tus padres?

-No, tengo fortuna propia y la supe invertir bien. Pero no nos quedemos aquí. ¿Te contó Démez que tenemos en la otra cuadra un bar con confitería? Mira, aquí puedes probar un buen café con leche con medias lunas.

-Nunca me atreví a comer medias lunas, ¿cómo son?

-Son similares a los croissants de tu tierra natal, de Liziana. También los consigues en Saeta, son más pequeñas quizá..., con más masa.

-Bueno, es cuestión de probar. -Y merendamos.

 

Luís Alberto Démez ya le había comentado a Jorge Clayton el tema.

-Disculpa que te pregunte -le dije a Clayton-, ¿ese aroma es alguna loción?

-Es eau de parfum, es un perfume especial que lo consigo directamente por pedido, es muy difícil conseguirlo en las tiendas.

-¿Por qué?

-Porque es un aroma persistente, pero sin embargo no es de esos perfumes fuertes que lastiman el olfato. Justamente por eso me gusta -dijo Clayton-, porque no lastima el olfato y sin embargo es persistente.

-¡Vaya!

 

Clayton pasó al tema.

-Coméntame, Vicenzo, coméntame. Eres contador, ¿estás bien dónde estás?

-En realidad sí, pero mi idea era abarcar más, pero que no se me malentienda, no, no busco ser..., a ver, una persona superambiciosa, una persona que quiere trepar y trepar y trepar, no no no, sencillamente quiero estar mejor.

-¿Y cuál era tu proyecto?

-Poner una pequeña o una mediana empresa.

-¡Ah! lo que en Plena llamamos Pymes.

-Exacto. Pero obviamente que se me va muchísimo de presupuesto, muchísimo.

-Me dijo Démez que tú tienes un hermano mayor, ¿tiene algún problema?

-Yo creo que los problemas se los inventa y pone la excusa para no hacer nada. Y a veces es como que soy tonto, como que me siento responsable por él, por madre. Y honestamente, no es que gane poco, pero no me da el presupuesto para mantener todo más la casa, más los alimentos, la ropa.

-¿Pero tu hermano no hace nada de nada?

-Sí, ayuda en la casa, la ayuda a madre. A veces es como que para que madre no trabaje se pone a limpiar... Pero mira, me sería más fácil si él trabajara, ganara como gano yo y contratar a una joven por horas que haga las cosas. ¿Debo sentirme responsable?

Jorge Clayton me miró y me dijo:

-No, no, A ver, hay cosas que debes entender.

-¿Cosas, cómo?

-Vicenzo, el tema es así, muchos piensan que pensar en uno es ser egoísta.

-Bueno, yo pienso igual.

-Y está mal, Vicenzo, está mal. El pensar en uno nos hace ser más fuertes, más responsables, pero no responsables por personas que pueden abastecerse a sí mismas sino responsable de ti, de tu persona. Hay una frase que Démez se la sabe de memoria y que la guardo en mi ser interno, como yo le llamo a mi alma. No sé si tú crees en lo espiritual.

Le dije:

-Sí, Clayton, creo. ¿Cuál es la frase?

-No puedes tender una mano a nadie si no estás tú de pie primero.

-Pero yo estoy de pie.

-No, de pie vas a estar cuando tengas tu pequeña y mediana empresa, no trabajes para nadie, seas tu propio contador e incluso puedas emplear gente. Eres joven, tienes treinta, tienes mucho por delante, pero no permitas que la gente se cuelgue de tu hombro.

-No, no entiendo eso.

-No permitas que haya gente que sea lastre de tu persona.

-Pero si yo me desentiendo de mi hermano, si no soy... A ver como lo digo, si decido no ser responsable de su vida, ¿no sería un irresponsable?

-No. No.

-¿Pero por qué, Clayton?

-Ser irresponsable es cuando uno no es responsable de sí mismo. El día de mañana formas una parea, tienes hijos y tienes la obligación moral de ser responsable de ellos. Es más, si tu pareja trabajara igual serías responsable, los dos serían responsables. Pero no puedes ser responsable de personas adultas salvo que fueran personas muy mayores y que no tuvieran la posibilidad, por tener alguna capacidad diferente. Pero de no ser así no te dejes manipular por los roles del ego de ninguna persona. ¿Me miras?

-¡Je! Te pido disculpas que te mirara fijo, me asombras de que a tus veinticuatro años tengas esa sabiduría. -Clayton rió.

-Si supieras las veces que he metido la pata.

-No entiendo el término.

-Si supieras las veces que he hecho hincapié en cosas que no debía, si supieras las veces que me he equivocado... Ningún ser humano es infalible, Dios es infalible.

-Entiendo. De todos modos te agradezco los consejos.

-Mira, ¿qué te ha parecido el café con leche con las medias lunas?

-Excelente.

-Aunque sea una vez por semana sigamos estas conversaciones. -Le dije que sí, que por supuesto.

-¿Pero cómo hago con mi vida?

-Bueno, las cosas hay que hablarlas, las cosas se acuerdan. Ahora, si una de las partes no acuerda, por capricho o por tener un ego infantil..., no, ya no es tu problema. Habla con tu hermano, háblalo con tu madre. Habla, plantea las cosas. Tú tienes proyectos, tienes cosas que hacer, no puedes permitir que se te cuelguen de la espalda y no te permitan andar. Si se entiende la expresión.

-La entiendo perfectamente, Clayton, la entiendo perfectamente. Lo que pasa que, ¡uf!, soy una persona decidida, pero me cuesta a veces poner las cosas en claro, me cuesta. Quizá no tenga el carácter que deba tener.

Clayton me miró y me dijo:

-Mira, Vicenzo, nada se logra de un momento para el otro, pero ponte como meta no solamente el proyecto de la pyme sino también ser responsable de tu persona. Entendiendo eso, lo demás de a poco lo irás solucionando. Pero empieza por el primer paso, hablando. Con respecto a la pyme ya nos juntaremos y te ayudaré a planificar.

 

Les di la mano a los dos, a Clayton, a Démez. Y me marché con una pequeñita esperanza. Pequeñita, pero esperanza, al fin y al cabo.