1ª parte
2ª parte
3ª parte
4ª parte
5ª parte
6ª parte
7ª parte
8ª parte
Sesiones con Ligor
1ª parte
Mi espíritu RA-EL-DAN ha encarnado 66 veces... y ha recorrido desde la 8ª Esfera, el llamado plano -2, hasta el plano 4º, sub nivel 8º, hasta el presente...
De esas 66 encarnaciones, 22 veces ha encarnado en otros mundos fuera de este sistema solar... Por ejemplo:
En Rigil Centauro III, a 43 años-luz. (Alfa Centauro)
En Anthea IV, a 45 años-luz. (Pegaso)
En Lemarén, un mundo marino, a 35 años-luz. (Virgo)
En Cefeus II, a 40 años-luz. (Gama Cefeo)
En Aldebarán IV, a 68 años-luz. (Alfa de Tauro)...
En este último mundo ha vivido anécdotas extraordinarias... que pasaré a relatar...
Aldebarán IV es un mundo que gira alrededor de la estrella del mismo nombre, según el lenguaje terrestre, y dicha estrella es la principal en la Constelación de Tauro, vista desde la Tierra.
Los nativos llaman Umbro a Aldebarán IV y el planeta está dividido en varias regiones. Sus mares son más pequeños que los océanos terrestres, pero hay cerca de veinte en dicho mundo.
En la época que encarné allí había luchas internas, con personajes siniestros y con hombres justicieros como contrapartida.
Uno de los personajes era Storm, de pelo y barba negra, mediana edad. Manejaba las energías eléctricas. Vestía una bata roja, con incrustaciones zodiacales.
Storm
Mi thetán Ra-El-Dan encarnó allí con el rol de Ligor en ese mundo llamado Umbro y que conocéis como Aldebarán IV.
Ligor, al igual que Storm, dominaba el rayo. Justiciero por naturaleza, defendía a los reptiles voladores y a los dragones. Usaba ropa de cuero negra y estaba con el torso desnudo en las montañas.
Ligor
M.A.es Lar-Kadir y está en el 4º plano de vibración, subnivel 6. Fue la Reina de las Bestias, vivía en la región del Norte, rival de Borius y ordenaba a las bestias telepáticamente. Andaba semi desnuda y usaba un casco metálico con cuernos.
Reina de las Bestias
C. es Dar-Zael y está en el plano 3º sub nivel 3º. Fue Índiga y tuvo una relación con Ligor. Luego lo traicionó con Olsen, al que ella consideraba amigo, pero luego llegaron a intimar. Índiga usaba vestido beige, casi transparente.
Índiga
Olsen era un guerrero pelirrojo, de orejas puntiagudas. Usaba pantalón de cuero marrón y torso desnudo. Conocido de Ligor y se relacionó con Índiga.
Olsen
El espíritu de L., amiga fallecida de C., se llama Lar-Vadel y está en la 4ª vibración, sub nivel 4º. Fue Elfio, un trovador que vivía en las montañas, de la misma raza que Olsen. Con su flauta manejaba a los reptiles voladores. Ropa de cuero marrón. Amigo de Ligor.
Elfio
E. F., de Argentina, es Animé, del 5º plano, sub nivel 9º, y fue Oda, bruja de rara belleza, de pelo negro, largo. Usa ropa de cuero oscura y era de raza Vampira.
Oda
Marcela C., de Argentina, es Ar-Marel, del 4º plano, sub nivel 2º, y fue Samya, una Princesa del reino de Or. Fue prisionera de Borius. Vestido gris, con un peinado con adornos de caracoles.
Samya
En la región oriental montañosa de la zona Central habitaban los hombres alados, que volaban en grupos y obedecían a Storm.
Hombre alado
Un enemigo temible era Borius, un guerrero sanguinario. Nunca soltaba su espada y se creía que hasta dormía con ella. Usaba gruesa armadura. Comandaba las hordas de la región del Norte. Su aspecto era temible, de barba negra, espesa.
Borius
Si nombro a un ser que intimidaba debo hacerlo con Impiro, de la raza de los Petros: Tenía el cuerpo lleno de cicatrices, de aspecto cadavérico. Vestido con cuero negro. Luchaba con un mangual plano, capaz de arrancar la cabeza de su rival de turno con un solo golpe.
+
Impiro
Había seres difíciles de fiar. Uno de ellos era Irchi: Delgado, fibroso, de ojos rasgados. Mercenario. Se vendía al mejor postor. Usaba un pantalón de cuero marrón y torso desnudo, solo atravesado por una correa sujeta a su hombro derecho.
Irchi
Otro de los guerreros era Jonus: Rasgos duros. Ojos rasgados. Samurai. Vestía ropa de cuero marrón claro, con terminaciones metálicas. Portaba dos sables.
Jonus
El ser más atemorizante era Kazán, una bestia que vivía en las cavernas. Aliado de Impiro. Garras enormes. Andaba semi desnudo.
Tuvo un combate memorable con Ligor.
Kazán
No debo olvidarme de Rayeno: Era un Brujo que también manejaba el rayo. Competía con Ligor, pero era envidioso y traicionero. Usaba ropa de tela y capucha marrones.
Rayeno
Destaco a Zarcoz: Guerrero índigo. Fibroso, de pelo blanco. Usaba ropa de cuero negro, con terminaciones metálicas.
Aldebarán IV: La Aventura.
La batalla del paso de las aves carroñeras
La historia que voy a relatar comenzó hace siglos, en Umbro, el 4º planeta de la estrella Aldebarán, un mundo dominado por la barbarie, las pasiones y la magia. Un mundo con encanto y terror, mezclados en un combinado muy peligroso.
La región de las tierras del Norte estaba dominada por Borius. Era un guerrero sanguinario, que gozaba cercenado cabezas con su espada, arma que como dije antes, se decía que no la dejaba ni para dormir. Su armadura era gruesa y pesada, pero él la llevaba cómodamente debido a su gran porte y enorme fortaleza.. Comandaba las siete hordas de las tierras de Citaria, en la región del Norte. Su aspecto temible, con descuidada barba negra, impedía que desobedecieran sus órdenes.
El líder de la zona Central era Storm, un hombre de mediana edad, de pelo y barba negra. Inspiraba temor, ya que tenía la habilidad de dominar la electricidad y manejaba las tormentas. Generalmente se lo veía con bata roja, con incrustaciones zodiacales. La zona Central se hallaba habitada por los hombres alados, que obedecían ciegamente a Storm, ya que lo consideraban el Dios del Rayo. Estos seres se refugiaban en la zona de las montañas orientales.
Ahora me presento yo. Mi nombre espiritual es Ra-El-Dan y estoy en el 4º plano de vibración, sub nivel 8º. Encarné en Aldebarán IV como Ligor y al igual que Storm, dominaba el poder del rayo. Me consideré justiciero por naturaleza, ya que defendía a los reptiles voladores de los cazadores furtivos y también a los dragones, que no eran tan temibles como cuentan las leyendas. Me gustaba usar ropa de cuero negra cuando iba al poblado y estaba con el torso desnudo en las montañas.
Disfrutaba de la soledad, pero también sabía compartir una bebida espumosa en la taberna de Duormo, el principal poblado de la zona Central.
Si no les molesta les relataré una historia sobre los conflictos que sucedieron en la rotación 1234, en la época de los fríos.
Borius había salido de Citaria con tres de sus hordas y había arrasado el poblado de los Gulfos, unos pacíficos granjeros, saqueando el mismo y llevándose a las mujeres jóvenes.
Los citarianos eran tan temibles que eran pocos los que se animaban a enfrentarlos. Y menos cuando los comandaba Borius, su sanguinario jefe.
Una de las hordas volvió a Citaria con el botín y el resto de los hombres marchaba hacia Duormo.
Allí me encontraba yo cuando la taberna quedó en silencio al abrir los batientes una figura que nunca pasaba desapercibida. Era Storm, vestido con su conocida bata roja. Era la primera vez que lo tenía frente a frente. Lo miré sin bajar la vista y se dirigió a mí.
-Eres Ligor- afirmó.
-Así es- le confirmé.
-Dicen que manejas el rayo casi tan bien como yo.
-Trato, pero estoy aprendiendo- respondí.
Me palmeó el hombro con tal fuerza que no distinguía si era una palmada o un golpe.
-No seas tan humilde... escuché hablar de tí.
-Espero que bien...
-Vamos al grano... necesito tu ayuda.
-¿Qué puedo hacer por tí?- pregunté.
-Los hombres alados me han avisado que dos de las hordas de Borius están a pocas horas de aquí... y debo detenerlos.
-¿Y bien...?
-Tú puedes venir conmigo y entre ambos provocaremos una enorme tormenta. La lluvia y el granizo, más los rayos seguramente frenen la marcha de esos bárbaros.
-Está bien... pero sería prudente que aproveches a tus hombres alados...
-No son MIS hombres...
-Pero te obedecen...
-Sí... ¿A qué te refieres con aprovecharlos?
-Si entre ambos provocamos una tormenta eléctrica, ellos podrían iniciar desde la cima de la sierra blanca una avalancha en el paso de las aves carroñeras. Recuerda que es el camino indicado para que pasen las hordas de Borius.
-Tienes razón- me volvió a palmear y casi me arranca el hombro.
Terminé mi trago y salimos de la taberna, rumbo al paso de las aves carroñeras.
Una figura se encontraba sentada en una roca. Se paró al acercarnos. Sus ojos eran rasgados y nobles.
-¡Jonus! ¿Qué haces aquí?- le espetó Storm.
-He tomado la decisión de ayudarlos...
-Ya estamos cubiertos- dijo Storm, terminante.
-Espera- exclamé yo -Las flechas de Jonus serían útiles para aquellos que sobrevivan a la tormenta y a la avalancha.
-¡¡Ahh!!- gritó Storm -Estás opinado demasiado- me dijo.
-¿Entonces...?- me impacienté.
-¡Está bien... qué venga...!
Y los tres íbamos a enfrentar a una horda de bárbaros, con la ayuda de los hombres alados.
Storm se desvió hacia un corral y espetó: -Podemos tomar de aquí tres hoyuman
-No pienso robar una montura- me negué.
-¡Oh, cállate! Esta tropilla de hoyumans es mía...- gritó Storm -¡Siempre tengo monturas en Duormo!
Espero que en el paso de las aves carroñeras hagas algo más que gritar- exclamé.
Storm me miró exaltado, pero pudo dominarse y se calló.
Jonus estaba callado... pero observaba todo con sus ojos rasgados.
Montamos los animales y nos dirigimos hacia la sierra blanca, a 10 líneas de Duormo.
A mitad de camino le pregunté a Storm cómo se comunicaba con los hombres alados. Me contestó que ellos oían a todos los viajantes desde varias líneas, ya que sus oídos eran como los de los murciélagos de Sol III.
El cielo estaba nublado, pero estable... ya cambiaríamos esa situación...
Mientras cabalgaba me acordaba de Índiga. La había conocido hace dos rotaciones, en la época templada. Era del poblado de Dormin, a 60 líneas de Duormo. Sus padres criaban cabrecos, unos animales lanudos que también daban leche. Comenzamos una relación, pero yo siempre había sospechado que ella miraba con otros ojos a su amigo Olsen, un guerrero pelirrojo que se caracterizaba por sus orejas puntiagudas... hasta que una noche lluviosa había llegado a Dormin sin avisar y pasé por la granja de los padres de Índiga... no llegué a la vivienda, pues me desvié hasta el granero y cuando me asomé mis sospechas se hicieron realidad: tirados sobre las parvas retozaban los cuerpos desnudos de Índiga y Olsen.
No me dí a conocer y en silencio volví sobre mis pasos... el agua me corría por el rostro, pero no la notaba. Mi desencanto estaba por encima de la lluvia, de los truenos, de la tormenta en general... y no entendía en qué había fallado con Índiga... ¿O no había fallado y estaba en la naturaleza de ella ser así?
Hice un gesto con las manos y un rayo golpeó unas rocas cercanas, pulverizándolas. Otro gesto y otro rayo cayó en el camino. Así descargaba mi ira... pero nunca lo haría contra seres vivos.
Mi pensamiento volvió al presente y sonreí, ya que ahora sí utilizaría mi poder contra seres vivos, pero era para evitar males mayores.
Faltando tres líneas para llegar al paso de las aves carroñeras varias siluetas se recortaron en el cielo. Eran los hombres alados.
Storm se acercó a ellos, dándoles instrucciones. Inmediatamente volaron hacia la cima de la sierra blanca, adelantándose.
Nosotros sujetamos las riendas de los hoyumans y apretamos el paso. Cuando llegamos a la sierra, comenzamos a subir por la ladera norte.
En la altura divisamos el avance de las dos hordas de Borius.
Jonus se situó en un lugar estratégico, tras unos peñascos, preparando sus flechas.
A una señal de Storm enfocamos las manos hacia el cielo, atrayendo rayos y truenos hacia el avance de los salvajes.
Por su parte, los hombres alados movían las rocas para provocar un alud.
Borius estaba desconcertado, al notar que se desataba una tormenta y los rayos caían uno tras otro. Con el agravante que al comenzar a atravesar el paso de las aves carroñeras, un sin fin de piedras caían desde lo alto, aplastando a los guerreros.
Los que retrocedía caían bajo las flechas certeras de Jonus.
-¡Atrás!- ordenó Borius, desencajado. Pero sus hombres, presa del pánico, trataron de escapar por el desfiladero y muchos cayeron sepultados. Otros murieron fulminados por los rayos y Borius apenas logró rescatar a un 40 % de ambas hordas.
El sanguinario Borius se retiraba, derrotado, pero gritando: -¡Los dioses no están con nosotros! ¡Debemos hacer una ofrenda!
Storm estaba satisfecho por el triunfo y me comentó que ahora tenía un asunto que solucionar en otra región... pero yo había quedado preocupado, muy preocupado, ya que Borius tenía como prisionera a la dulce Samya, la princesa del Reino de Or.
¿Y si la ofrenda a los dioses era sacrificar a Samya?
En un momento dado ví a una joven tratando de escapar de aquella horda salvaje y uno de los guerreros la tomó del brazo, subiéndola a su montura y escapando al galope. No tuve dudas de que esa bella joven era la princesa Samya...
Las hordas de Borius se retiraban a todo galope y seguro volverían a las tierras de Citaria.
Y yo no podía dejar las cosas así... debía ir al rescate de la princesa...
Pero... ¿Qué podría hacer solo contra esos bárbaros?
2ª parte
El rescate de la Princesa Samya
Como dije en la anterior sesion, encarné como Ligor en Aldebaran IV al que los nativos llamaban Umbro...y mi rol en ese mundo tan hermoso ,pero a la vez tan salvaje... dominaba el rayo y no solamente era justicero por naturaleza, sino que tambien era idealista, queria un mundo mejor, un mundo unificado... Esta bien, dividido en varias regiones ,pero hermanados entre todos...Defendía a los reptiles voladores y a los dragones...que eran animales en extinción...Desde mi parte como Tethán veo que aquí en el planeta Tierra al que los extraterrestres denominan Sol III, ven a los dragones como animales mitológicos que lanzan llamas por la boca.
En realidad no es asi... tienen un aparato pulmonar distinto al terrestre, lanzan una especie de vapor casi incandescente, pero no es fuego. Muchos espíritus que han encarnado en el planeta Tierra han encarnado en el pasado en Aldebaran IV...
En la anterior sesión no mencioné a quien para mí era el más importante en cuanto a su rol en Umbro... En la rotación 1100 habia un ser legendario, un Maestro de la telepatía, que decian que podia dominar las mentes, pero era un benefector... No dominaba el rayo, no dominaba los seres voladores, pero tenia un don de telepatía tan grande, tan grande que hasta la leyenda pensaba que podia saber cual era el pensamiento de cada uno en Umbro... Actualmente, en la rotación 1234,la leyenda de ese ser habia crecido y era un ser que pronto iba a entrar en mi vida...
Mi padre me había hablado de él, era de la raza de los Mentos, unos seres telepáticos. No tenía nombre, se hacía llamar solamente Mento.
Cuando mi padre lo conoció vió a un hombre de mirada profunda, siempre meditando, como abstraído del mundo...
Dejé de lado mis pensamientos, ya que había algo urgente que atender...
Recuerdo como Tethán que mi rol encarnado se había juntado con Storm y con Jonus para frenar a esa bestia llamada Borius. Tras dura lucha lo vencimos y logramos que se retirara... pero antes de marcharse pronunció unas palabras que me preocuparon sobremanera:
-Los dioses no están con nosotros y debemos hacer una ofrenda...
Nos miramos con Storm preocupados, ya que Borius tenía como prisionera a la dulce Samya, Princesa del Reino de Or. Tenía que ir a Citaria a rescatar a la dulce Samya, pero ¿Qué podría hacer solo contra esos bárbaros? Storm tenía que solucionar unos asuntos pendientes en otra zona... Necesitaba ayuda...Aquí es donde entró en escena ese ser telepático, sin edad, con tremendos poderes, cuyo Tethán está en el plano 5 subnivel 9...
Fui en busca de Mento y me dirigí a su hogar...
Me conocí con Mento en una casa de las llanuras. Esperaba otra imagen, la que me había descrito mi padre... pero me encontré con un hombre sin edad, con la piel rasgada y quebrada por el sol, de piel blanca tostada, unos brazos delgados, pero prácticamente es como si estuvieran revestidos en hierro por dentro, su cabello era de color cobre, su rostro enérgico... en ese momento estaba trabajando en su herrería.
Me acerque a él:
-Querido Maestro, me presenté... mi nombre es Ligor.
-Sé quien eres, te he sentido venir desde varias líneas atrás.
No me sorprendió su respuesta... ¿Habría leído de verdad mi pensamiento o su poderosa mente había percibido mi presencia?
-¿Eres de la raza de los Mentos, no?
-Sí, mi nombre es Fondalar... pero puedes llamarme directamente Mento.
Me acerqué y nos dimos las manos. Me estrechó con una fuerza oculta tan importante que me sobresaltó. Él soltó una tremenda carcajada y lo aclaró:
-Me río de tu sorpresa, te imaginabas ver a alguien todo mente y te encuentras con una persona que ha cultivado la parte física... pero lo contrario seria tonto, puesto que en cada encarnación debemos cuidar esta ropa que llevamos puesta llamada cuerpo... he perdido la cuenta de las rotaciones que tengo, pero tengo cientos, casi miles de anécdotas para contar en este hermoso mundo llamado Umbro...
-Te hacía mucho más viejo, Maestro Fondalar...
-Lo soy... tengo muchas rotaciones encima... pero no hace falta que me digas Maestro. Dime simplemente Mento...
-Así lo haré... De verdad no se te notan las rotaciones... pareces apenas algo mayor que yo... pero te diré el motivo de mi visita. Resulta que...
-¡Quieres que te acompañe a Citaria!- me cortó.
Asentí con la cabeza sin contestar.
-Y... ¡Quieres rescatar a Samya!
De vuelta asentí con la cabeza. Mento largó otra carcajada:
-Te has confundido de persona- Me dijo -Tengo poderes telepáticos, pero no soy invulnerable. Una flecha certera puede acabar con mi vida, tanto como la de cualquier otro ser “mortal”, pero no te inquietes, te acompañaré. Sé que Storm tiene que resolver unos conflictos en una tierra vecina, sé que no podra venir, pero bueno... dile a Jonus que nos acompañe...
A la revolución planetaria siguiente, a la salida de la estrella, ya estábamos en tres cabalgaduras hoyumans rumbo a Citaria. No voy a perder tiempo relatando los sinsabores del camino, las lluvias, las dos posadas donde nos hemos alojado u que servína una comida hedionda. Lo único agradable del recorrido fue un poblado donde los lugareños era sumamente amables... pero debíamos seguir viaje.
Me fui enriqueciendo con las anécdotas que nos había contado Mento , el ser sin edad y con una musculatura interna tremenda, algo que para mí había sido una sorpresa.
Nunca descuidamos a los hoyumans. Todo nativo de Umbro sabía que las cabalgaduras eran el tesoro más grande del viajero... y del guerrero.
Luego de varias jornadas, llegamos a Citaria. Era lo que yo esperaba, un acceso dificilísimo, una fortaleza más que un castillo. Esa fortaleza estaba asentada sobre una alta montaña, una montaña sin pico en la cumbre, como partida en la punta para poder asentar allí la fortaleza.
Había infinidad de guardias durante la subida a la cumbre... me sorprendio lo que sucedió en la primera etapa de la ascensión a la fortaleza de Borius, ya que evidentemente nosotros no habíamos percibido a un guardia que estaba con una arma muy similar a la ballesta terrestre. Nos vió y con tremenda agilidad, una fuerza tremenda y una velocidad impresionante lanzó un proyectil similar a la flecha terrestre hacia el pecho de Mento. No me dio tiempo para reaccionar, pero antes de que yo haga un gesto para partir el proyectil con un rayo, Mento vió venir la flecha hacia él y “mágicamente” la flecha perdió fuerza y cayó a sus pies... con Jonus quedamos anonanados, la fuerza mental de Mento era mucho mas potente de lo que creiamos, no solo podia leer telepáticamente nuestras mentes, si no también dominar ,con ese prodigioso Don haciendo foco energético, cualquier objeto. Vimos casi al instante que el guardia se tomaba la cabeza, pegaba un tremendo grito y caía desmayado.
-No os asusteis- nos dijo Mento- No lo he matado, le he enviado una orden energética a su decodificador para que quede como mínimo 24 tiempos dormido.
Respiré aliviado, pues si bien he matado a gente como el rol de Ligor, lo he hecho en forma valiente, arriesgando mi vida tambien...
Me parecia demasiada ventaja de parte de Mento el poder eliminar a un ser tan fácilmente, pero verdaderamente era un Maestro de Luz , no abusaba de sus poderes... eso no quitaba que si ese ser bebía una pócima soporífera y quedaba 24 tiempos dormido, una alimaña no se hiciera cargo de él, pero ya no era asunto nuestro, era la ley de ese mundo tan salvaje, pero a su vez tan hermoso.
17 guardias fueron dejados fuera de combate de esa manera, prácticamente nosotros eramos meros acompañantes... Jonus no hablaba de tan sorprendido que estaba. Cuando llegamos al castillo-fortaleza, había una puerta impenetrable, impenetrable para nosotros... oímos como un chirrido de voces, un pasador que de adentro se abre... era el poder telepático de Mento, que corría los cerrojos... habalmos de gigantescos cerrojos que solo los podían mover no menos de 6 hombres desde adentro. Es cierto que Mento valoraba las vidas... se concentró con una fuerza telepática tremenda, su frente sudaba, las gotas de transpiración caían del esfuerzo telepático que estaba haciendo y en un momento dado, se arrodilló exánime ante tal esfuerzo mental...
Cuando entramos a la fortaleza había decenas de guerreros dormidos y Mento dijo:
-No puedo mas, voy a descansar... entren tranquilos, busquen la torre izquierda... la alta, la oscura... allí esta la Princesa Samya... yo os espero aquí.
Fuimos al ala extrema donde estaba la torre oscura y encontramos una celda gigantesca donde estaba la dulce Samya. Del lado de afuera había un guardia dormido, le sacamos una gigantesca llave de hierro casi oxidado y abrimos la celda. En la poca piedad que Borius tenía, le había puesto un camastro, un lecho de paja blanda para que la princesa pudiera reposar. La tomé entre mis brazos. Antes de retirarnos pasamos por la sala central. En un trono que tenía dos calaveras en sus costados estaba dormido la bestia de Borius. Jonus tomó la empuñadura de su espada y yo posé mi mano en la suya y le dije no con un gesto. Hubiera sido cobarde quitarle la vida en ese momento. Salimos con Samya y llegamos hacia la parte del Valle, alejándonos de la fortaleza. Al poco tiempo Samya despertó y le dije:
-Hermosa princesa, soy Ligor, he venido a rescataros de las garras de Borius y lo hemos logrado, estad tranquila que os llevaré de nuevo a Or, a vuestro Reino.
Me lo agradecio profundamente y le respondí:
-No a mi, al Maestro Mento, sin él no hubiéramos podido hacer nada en esa gigantesca fortaleza...
Mento nos dijo:
-No os preocupéis si solamente hay tres hoyumans, tengo otras cosas que hacer. Mi misión aquí ha terminado, ocupad las cabalgaduras y dad a Samya la mía. Por mí no os preocupéis... todavía tengo muchas misiones que hacer en esta encarnación.
Me abracé con el Maestro Mento y le dije:
-Estoy seguro que nos volveremos a ver.
-Posiblemente -me dijo él- Pero si no es en esta encarnación, como minimo en tres encarnaciones más nos veremos y tú me reconocerás... Siempre seré Mento, el de la gran capacidad telepatica que solamente sirve si se emplea el Amor.
Lo que sigue es un relato apenas anecdótico. Una vez que dejamos atrás a Mento y nos alejamos varias líneas de las tierras de Borius, Jonus se despidió de nosotros y llegamos asi al Reino de Or.
Había rescatado a una princesa. Me entregaron la Orden de Plata Mayor, una medalla en forma de cruz y les dije a los reyes:
-Este objeto es muy valioso, pero no significa nada comparado con la vida de mi princesa.
Me agradecieron mis corteses palabras.
En ese momento vi a una doncella que era dama de compañía de Samya y me pareció que veía a la joven de rostro más resplandeciente que había visto en esta encarnación y en todas las encarnaciones pasadas... no lo podía creer, era un ser que alimentaba mi esperanza de poder amar en el futuro.
Samya se dio cuenta y guardó para sí una sonrisa, aunque no pudo disimular la sonrisa en sus ojos. Luego me dijo:
- Esperamos verte pronto, hermano Ligor.
-Asi será, mi princesa- Miré una vez más a la bella dama de compañía de Samya y me marché.
3ª parte
Ra-El-Dan: Quizás no puedan fijarse en mi expresión, ya que en los planos suprafísicos somos trazos de Luz, pero entiéndanme... en Aldebarán IV no era conocido por haber salvado a una plebeya en la zona Central o por haber defendido a una posadera de un grupo de mercenarios, sino por haber rescatado de las garras de Borius a una princesa. La joven se llamaba Samya y me recompensó cuando la rescaté. Su padre, el Rey, me había dado la Orden de Plata Mayor, una medalla en forma de cruz, pero obviamente no rescaté a su hija por el interés de un reconocimiento, sino porque entendía que era mi deber.
Tiempo después Samya me hizo llegar una invitación para hacerme conocer su palacio. Yo todavía pensaba en su doncella, la joven que me había deslumbado, y fui con mis mejores ropas. Luego de recorrer todo el palacio Samya me dejó a solas con su doncella. Supe que se llamaba Nuria, que era un nombre muy común en Aldebarán IV, como en Sol III es María.
Hablé con ella de varios temas, pero no dejaba de admirar la belleza de su rostro, que tanto me había impactado. Nuria también me miraba fijamente y uno quedaba prendado de sus ojos...
Me preguntó sobre mis aventuras. Le conté lo que podía contar. Y mientras conversábamos la recorría con la mirada. Tenía los ojos marrones con destellos verdosos, era delgada, un cabello castaño claro... no podía disimular cuanto me gustaba... Su nariz, su boca tan perfecta de color rojo, sus labios... sentía como un cosquilleo de rayos por todo el cuerpo. Samya interrumpió la charla y me dijo que pasara a la sala. Íbamos caminando y la princesa fue llamada por el padre. Otra vez me quedé a solas con la doncella y ella me dijo repentinamente:
-Pon las dos manos al frente como si estuvieras marcando el numero 10.
Y entonces puse mis manos al frente, con los dedos extendidos .Ella intentó poner sus dedos sobre los míos, yo retrocedí y le dije:
-¡Cuidado con mi energía!
Ella me respondió:
-¡Oh! No te preocupes.
Apoyó con firmeza sus manos más pequeñas sobre las mias y juntamos izquierda con derecha y derecha con izquierda, y se produjo como una especie de flash ,de relámpago y me dijo:
-¡Yo también tengo la energía que tienes tú!
Sentí a nivel piel una diferencia de potencial eléctrico (como thetán, en ese momento me dió pena Jorge, el receptáculo que me canalizaba y que debía estar completamente agotado, ya que le transmití en ese momento una especie de descarga eléctrica).
Vuelvo al rol de Ligor: Sentí como una especie de shock cuando junté mis manos con las de Nuria. Las energías de ambos habían sido tan fuertes, tan fuertes... que en este momento estoy exhausto solamente de contarlo, de rememorarlo, de revivirlo, y de sentirlo de nuevo a nivel conceptual.
Le dije a Nuria que nunca me había pasado algo así.
-¿Lo de la electricidad entre ambos?
-No, lo del sentimiento que se está formando en mí.
Me puso la mano en mi boca y me explicó que no podía haber futuro entre ambos...
Existía en Aldebará IV un voto de castidad para las damas de compañía de la Corte, ya que solamente las jóvenes castas podian acompañar a las princesas...
Samya regresó y fuímos a la sala. Me excusé de almorzar y luego de saludoar a los reyes me marché.
No, no tengo ánimo de explicar las idas y las vueltas del por qué de esas costumbres sobre la castidad, del por qué no, del por qué si... solo sé que me encontraba en un camino y mientras meditaba subía a las altas montañas y lanzaba rayos contra las rocas para descargar mi impotencia, pero claro, no servía de nada... no podía modificar nada... eran costumbres, eran creencias... y yo no podia obligarla a que rompiera sus votos...
Como decís vosotros en Sol III, debía dar vuelta la página...
Rememoro un episodio que me ocurrió más de veinte revoluciones estelares después. Ya me había convertido en una leyenda en todo Umbro, no solo por las batallas ganadas, sino también por haber llegado a otro continente y conquistado otras tierras. Pero como decís vosotros en Sol III: -El tiempo es tirano para todos.
Y ya mis reflejos no eran los mismos. Recuerdo que estaba en una posada en la zona norte, tomando una bebida espumante, cuando entró el gigantesco Kazán y se sentó a otra mesa, pidiendo un trago similar al brandy terrestre.
La posadera, atemorizada por el aspecto feroz del sujeto, le volcó sin querer parte de la bebida y Kazán la golpeó ferozmente, dejándola casi inconciente. Me levanté y le dí un golpe en el rostro. Ni se inmutó... me miró con gesto burlón y me dijo que afuera teníamos más espacio para dirimir nuestras discrepancias.
A pesar del frío invernal y la nieve, ambos estábamos con poca ropa.
Ví que mi contrincante estaba acompañado por tres secuaces, que se habían quedado cuidando sus hoyumans, pero Kazán me dijo: -Ellos no intervienen. Esto es entre tú y yo... y sacó su gigantesca espada. Yo tomé mi pesada maza.
Kazán era más fuerte que yo y también más resistente. Y mis reflejos no eran los mismos que cuando era más joven. Llegué a golpearlo dos veces en el cuerpo, pero parecía que no sentía los impactos. Mientras que yo sentía en mi cuerpo el filo cortante de su espada, una y otra vez. Estaba agotado, herido en varias partes y mi sangre manchaba la nieve. Sentía que no podía más y mi instinto de supervivencia me hizo usar el rayo.
Le lancé una fuerte descarga que lo aturdió, pero siguió en pie. Levantó su espada para rematarme y le lancé una segunda descarga con más potencia... y finalmente cayó aturdido.
El efecto de los rayos espantaron a los hoyumans y los secuaces de Kazán huyeron detrás de sus cabalgaduras.
Me sentía mareado por la pérdida de sangre y antes de caer desvanecido, ví que Kazán estaba inerte sobre la nieve.
No sé cuanto tiempo pasó... solo sé que deliraba de la altísima fiebre que tenía y apenas podía moverme por el dolor que me provocaban las heridas.
Abría los ojos y volvía a caer en la inconciencia. Sentía paños fríos en la frente y entre sueños me hacían beber un brebaje amargo...
Recuerdo que cuando desperté lo primero que ví fue el rostro de Nuria, que no había perdido su belleza a pesar de haber pasado tantas rotaciones.
Sé que estuve entre la vida y la muerte... y finalmente me pude recuperar. Recién entonces caí en la cuenta de que estaba en el palacio de Samya, que ya era Reina de Or.
Fuí a su encuentro y me abrazó como a un gran amigo. Ella nunca se había olvidado que mucho tiempo atrás le había salvado la vida y ahora me devolvía el favor.
Me dió ropa nueva y me invitó a pasar a la sala del Trono, donde con una breve y humilde ceremonia, me nombró Caballero de Or.
-¡Cómo pasa el tiempo¡ -pensé, al ver que Samya ya tenía dos hijos adolescentes, un varón y una mujer.
Me quedé un corto tiempo más en palacio y partí en un hoyuman blanco que me obsequió Samya.
Consulta con EÓN:
Interlocutor: Jesús E. (El 10% de Ra-El-Dan)
Médium: Prof. Jorge Olguín.
Interlocutor: ¿A que se deben mis miedos y perturbaciones a hacer daño a gente querida y a la incomodidad que tengo a los cuchillos? También a hacer "daño" a los demás...
Eón: El miedo a hacer daño es porque como Ligor, en esa famosa encarnación, mas de una vez tu temperamento te ha traicionado y a pesar de no haber dañado a gente, porque tienes ética, en frustraciones de pareja has destruido rocas, has sembrado aludes, has quemado graneros sin querer y luego no sabías como apagarlos... no has causado muertes, pero si has llegado a destruir por impotencia algunas cosechas, aunque luego has compensado a los granjeros con las monedas de ese mundo al que vosotros llamabais Umbro. Y los temores a los cuchillos vienen porque en esa misma vida, ya teniendo un poco más de edad de la que relata tu Thetán, has tenido un tremendo duelo con un mercenario y si bien tuviste que emplear armas fuera de tu ética para salvar la vida, porque te encontraste con un gigantesco rival, era imposible que lo pudieras vencer por la gran fortaleza física que tenía ese ser y por su gran manejo de la espada. Era de una raza del norte.
Estabas a punto de sucumbir ante su espada, con una, dos, tres heridas no mortales, pero bastante graves y tuviste que utilizar tus habilidades del rayo para poder vencerlo... y te sentiste muy mal ,porque tu orgullo egoico quería vencerlo con las mismas armas, maza contra espada... y era imposible... pero tu Ego te obligaba a tirarte de cabeza al alcantilado, creyendo que no te ibas a hacer nada. Y debes reconocerlo, en esa batalla habías recibido una soberano paliza y a punto de sucumbir lo has logrado vencer con la energía del rayo. Luergo caíste desmayado.
Cuando te encontraron habías perdido mucha sangre... tenías un estado febril y murmurabas incoherencias. Te transportaron al palacio de Samya, esa princesa que muchísimos años atrás tú habías rescatado de las garras de Borius. Samya ya era reina y que tenia hijos adolescentes. Su hijo mayor era un príncipe muy bueno y su hija era igual a su madre, en versión más joven.
Samya ordenó que te llevaran a una habitación privada. Fuiste atendido por su doncella Nuria, quien en el pasado había sido tu gran amor y no pudieron formalizar por sus votos de castidad. Ella te curó las heridas y te vendó. Estuviste cerca de 35 revoluciones planetarias entre lo que vosotros llamáis la vida y la muerte. Tu recuperación no fue sencilla, ya que dos veces tuviste riesgo de desencarnación con altísima temperatura febril. En los momentos de lucidez había en tí una lucha interna entre tus roles de ego... por un lado no podías soportar que el gran Ligor (ten en cuenta que ya tenías una tremenda fama en todo el planeta) hubiese sido vapuleado... y por otro lado, tomaste conciencia del riesgo de aceptar ese combate. Eso te ha creado un engrama tremendo contra los filos cortantes. Lograste salvar la vida, pero luego te costó mucho poder salir adelante, en lo físico y en lo anímico. Hubo un gran Maestro, que tenía una edad avanzada en esa encarnación y que tú ya habías conocido muchas rotaciones atrás en el rescate de la que era la actual reina. Me refiero a Mento. Él se enteró que tu vida estaba en riesgo y te envió Energía Divina de Sanación, pero no pudo impedir que te crearas engramas a nivel celular y conceptual... por eso el temor actual, que en realidad es aprehensión a los filos cortantes. En este caso, repasando esa encarnación y también entendiendo que Ligor fue solo un rol que terminó una vez que desencarnaste, todo lo demás no tenía razón de ser.. y esa aprehension tiende a desaparecer sola...
Interlocutor: Una pregunta sobre Aldebarán IV. ¿A qué se debe que dicho mundo supuestamente va en contra de las reglas establecidas del plano físico, teniendo sus habitantes "poderes"?
Eón: Hay un error de concepto por falta de conocimiento. Cuando se habla de reglas establecidas te refieres a patrones de este mundo Sol III, que vosotros llamáis Tierra... pero hay miles de millones de mundos con lo que llamáis erróneamente "poderes". Son diferentes concepciones de vida.
Hay un mundo que queda en uno de los brazos de la galaxia de Andrómeda, a más de dos millones de años luz de vuestro sistema, donde sus habitantes son similares a esos humanoides que vosotros llamais grises, pero con exoesqueleto...
Ellos se llaman a sí mismos como los "Lamitas". No tienen cuerdas vocales, se comunican mediante un aparato que produce fricción, situado en los costados del abdomen, que consta de membranas llamadas timbales y de sacos con aire que funcionan como cajas de resonancia, emitiendo un sonido característico, muy similar a vuestros insectos llamados cigarras o chicharras... y han desarrollado un sistema de lenguaje tan complejo como han hecho vosotros con vuestras cuerdas vocales. Hace muchos de vuestros años llegaron habitantes de otro sistema y se contactaron con ellos, hicieron una gran amistad y han intercambiado culturas. Los visitantes, a los que llamaremos "marrones" desconocían la escultura y se asombraron al percibir la belleza de las estatuas de los "grises", pero cuando estos les mostraron sus pinturas, no las pudieron percibir, ya que su sistema de visión era térmico, o sea, tenían la capacidad de detectar la energía infrarroja, pero su visión era limitada en cuanto a percibir objetos. Por eso se valían mucho del tacto y del olfato.
Estos "marrones" tenían mucha agricultura, pero poco conocimiento en la cría de animales. Por ejemplo, vosotros en Sol III tenéis la ganadería. Y los "grises" si tenían diversas especies animales. Hubo intercambios y los "marrones" llevaron varios animales a su planeta en naves madres. Miuchso "grises" pidieron ir al mundo de los "marrones" y la mayor sopresa que se llevaron es ver que todos los habitantes del otro mundo, hablaban por un sistema llamado boca como vosotros. Se soprendieron muchisimo, comentando entre elloos cómo los "marrones" tenían el "poder" que vosotros llamáis hablar. Los "grises" ignoraban que existía eso, que se podía emitir sonido por donde se ingería el alimento... les comentaron a los "marrones" que habían tenido miles de años de historia en su mundo, habiendo estudiado la biología de distintas especies de su mundo y era la primera vez que veían seres que hablaban, porque en su mundo, tanto ellos como sus los animales, se expresaban con las membranas abdominales. Para ellos, el que otro ser hablara a nivel tonal por el orificio llamado boca, era un poder, un poder del cual quedaron prendados. No lo podían creer, no lo podían asimilar... los tomaron como seres superiores y obvio que no era así.
Cada mundo tiene una particularidad. Entonces, en un planeta como Sol III, enterarse que hay otros mundos donde el aura de un ser encarnado se conecta con un sistema nervioso más complejo que el vuestro, que pueda generar descargas eléctricas y hasta canalizar un rayo sin caer fulminado, vosotros lo sentís como si ello fuera un "poder".
No está en contra de las leyes del Universo, porque con ese criterio, los seres energéticos estarían también fuera de las leyes del Universo que creéis conocer y no es así, no hay poderes... son dones que cada mundo tiene por separado y creo que al haber dado el ejemplo de ese planeta, de esos seres grises, que entre sí se denominan los "Lamitas".
Puedes preguntar algo más antes de que me retire.
Interlocutor:¿Me puedes decir detalles de Aldebarán IV en la época de Ligor? La situación cronológica, el nivel en que encarnó Ligor... algunos detalles de su vida...
Eon: Tu encarnación en ese mundo fue hace casi 18 de vuestros siglos. Tu Thetán estaba en el nivel 4° y esa encarnación fue elegida por él mismo para tratar de asimilar experiencias en distintos mundos. Era elogiable por su audacia, porque generalmente (y esto ya lo sabes tú conceptualmente), el plano físico es un pozo gravitatorio, como ya lo ha dicho Johnakan ue-El, y todas tus expectativas podían haber caído en saco roto como decis comunmente vosotros, al encarnar en un planeta tan salvaje.
Algo similar sucedió con Kheter, el Anciano de los Días al encarnar en un mundo que sufría una guerra de secesión... donde su misión era unir ambos hemisferios en pugna... se podía triunfar o no, y logró su cometido.
Pero son dos casos distintos, en tu caso has encarnado para ganar experiencia, para tener vivencias de otros mundos, para comprobar la fortaleza de ese 10%.
Es importante aclarar que nunca encarna el mismo 10%. Ese ejemplo ya ha sido dado anteriormente... no necesariamente ese 10% que fue Ligor es el mismo 10% ahora encarnado que es tu persona, o sea, del 100% del espíritu encarna un 10% de manera aleatoria, pero igualmente cuando ese 10% desencarna, el espíritu se hace cargo de toda la memoria.
Volviendo a tu pregunta de tu vida como Ligor... en ese momento Aldebarán IV estaba dividido en 13 regiones distintas. La región de Norte a su vez tenía tres territorios. En dichos territorios había distintas hordas: los Oscuros y los Dorados, que estaban en la región Norte-Oeste, casi todos estaban comandados por Livius. Los salvajes del Norte eran dirigidos por Borius.
Estaba la parte Central, dividida por siete territorios distintos. Eran regiones más tranquilas.
Los dos continetes principales eran el Este, donde moraba el grueso de la población de Umbro y el Oeste, que era similar a vuestra América, antes de que Colón viajase en sus carabelas.
Los océanos eran más pequeños que este mundo Sol III.
El continente Este era el más extenso del planeta. En la region Central Oeste había hordas salvajes, pero no atacaban a los pobladores, sino a grupos que buscaban asentarse, ya que eran muy territoriales.
En el continente Oeste los indígenas practicaban muchos sacrificios religiosos. No tenían un contacto con otros seres, ya que estaban aislados en ese continente. Volviendo al continente Este, habia tres regiones más en la parte Sur, pero eran seres muy aislados, se llamaban los Blancos, porque su cabellera era totalmente blanca, incluso el iris de los ojos era blanco, muy similar a algunos ciegos del planeta Tierra. El iris de esso Blancos era ovalado y se achicaba en la luz o se agrandaba en la oscuridad, como algunos felinos terrestres.
En la parte del Norte y en la parte Central, en algunas montañas estaban los seres alados, eran tipo humanoides, pero con membranas. No tenían alas grandes, mas bien los hacian planear que volar. Y dentro de los seres alados había tres especies distintas, aunque se podían cruzar entre sí.
En esa encarnación como Ligor has conocido muchas razas, has sido respetado a lo largo de esa vida. Una vez que asimilaste que ese gran amor de tu juventud te estaba vedado, has pasado por una etapa de frustración y has finalmente has logrado salir adelante, volviendo a tu vida de siempre, como guerrero y como explorador. Fuiste uno de los pocos que ha viajado con 33 tripulantes al continente del Oeste, atravesando el océano. Llegaste a la región de los Bosques, exploraste muchos territorios en ese continente, alcanzando la región de las cordilleras, mucho más altas que las montañas del continente Este. Allí también había otra raza de animales lanza vapor, que denomináis comúnmente dragones. El viaje fue una mezcla de culturas, muy parecido a lo que paso en Sol III, cuando embarcaciones de vuestro continente llamado Europa por vosotros, llegaron a América siglos atrás. La gran diferencia es que vosotros, en Aldabarán IV, no portaron enfermedades para transmitir en ese mundo del Oeste, sino os hubierais generado karmas y no fue así. Tampco buscaron someter a los indígenas, si bien tuvieron algunas batallas porque ellos los consideraban hostiles y vosotros, siendo apenas 33 hombres, ofrecieron resistencia a más de doscientos nativos.
También se toparon con indígenas nobles, que los recibieron con los brazos abiertos.
Queda mucho todavía por contar ese mundo que denominasteis Umbro, que si bien ha tenido continuas batallas a lo largo de las rotaciones, no ha sobresalido por explorar nuevas técnicas. El presente actual de Aldebarán no difiere mucho de aquel Aldebarán... se mantiene en una mezcla entre Edad Media y Edad Antigua.
Interlocutor: Gracias, Eón.
Eón: Estoy siempre presente... basta con convocarme.
4ª parte
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.
Atte: prof. Jorge Olguín.
Sesión 1° de Ar-Marel.
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Ar-Marel (Samya)
Thetán: Hermanos queridos, mi nombre es Ar-Marel y mi encarnación más conocida en Aldebarán IV fue la princesa Samya, aunque tiempo después volví a encarnar en ese mundo y es la vivencia que voy a relatar primero.
Interlocutor: ¿En qué plano de vibración te encuentras?
Thetán: Estoy en el cuarto nivel de vibración.
Interlocutor: ¿Estás encarnado?
Thetán: Estoy encarnado como femenino.
Interlocutor: ¿Es alguno de los presentes aquí?
Thetán: Si, así es.
Interlocutor: ¿Se puede decir quien?
Thetán: Mi 10% encarnado se llama Marcela. Es la primera vez en centurias que encarno en este planeta Sol III. Estuve encarnado en Aldebarán IV, hace muchos de vuestros siglos.
Es un mundo similar a lo que ustedes llamarían la fantasía heroica. Hay enormes castillos. También suntuosos palacios e inexpugnables fortalezas. En las regiones centrales las costumbres son similares a la Edad Media de Sol III y en las zonas más al norte, la vida se asemeja más a la Edad Antigua terrestre. Llegando más al norte, donde la nieve es parte del paisaje, existen hordas de saqueadores.
Los navivos llaman Umbro a Aldebarán IV, porque los días son más cortos que las noches. Suele haber muchas nubes y son pocos los días que se puede apreciar el esplendor de la estrella...
Hay distintas facciones que viven peleando por luchas de poder, lo que lleva a cometer traiciones, ocultamientos e intrigas palaciegas.
Es muy común que haya muertes violentas y también que se comentan asesinatos encubiertos.
Tengamos en cuenta que en ese planeta hay guerras continuas, con armas similares a vuestras espadas, hachas, manguales, cimitarras, arcos y flechas, etc.
Interlocutor: ¿Están en una época primitiva, diríamos?
Thetán: Primitiva, pero además, en Umbro hay distintas mezclas de razas.
Interlocutor: ¿Son todos homo Sapiens?
Thetán: No, hay distintas especies, incluso seres alados... pero deseo seguir relatando detalles de Aldebarán IV.
Es un mundo diferente a la mayoría, ya que no existe el avance tecnológico. Su cultura no ha avanzado en miles de rotaciones... y hasta el presente sigue habiendo muchas guerras intestinas.
Y bueno, al comienzo estaba obviamente en ese planeta tratando de elevar su cultura. Esa era mi Misón al encarnar.
Tenía la ventaja que la familia en la que yo había nacido era una familia de la clase privilegiada, lo que aquí en Sol III sería de clase alta, y trataba de logar una tregua en las distintas regiones. He logrado hacer que distintas facciones se arreglaran mediante Tratados. Mi aspiración final era la paz planetaria.
Interlocutor: ¿Y cual fue la razón que encarnaras en ese planeta y no, diríamos, aquí en la tierra?
Thetán: Encarné en Misión, como dije recién. Intencioné nacer en determinada familia y conceptuando con los Lípikas, acordaron que allí podría dsempeñar bien la Misión. Reconozco que viví en una familia que me apoyó en mi tarea...
Allí obviamente las familias se componen a veces de cuarenta individuos, entre tíos, primos y otros parientes. Son familias de grandes nombres en Umbro: Los Ailag, los Ten, los Dorag... Fin era mi nombre y pertenecía a la familia Ailag, que tenía una antigüedad de generaciones y generaciones.
Y bueno, he logrado grandes tratados de paz y convenios entre distintas regiones. Obvio que no logré una unión planetaria, ya que al ser una civilización con ningún adelanto tecnológico, había cientos de territorios aislados...
Interlocutor: ¿Cómo desencarnaste? ¿En que forma?
Thetán: Espera, te cuento que como Fin he tenido descendencia, dos mujeres. Era de raza homo sapiens y eso indica que el humano no es exclusivo de Sol III.
En la región donde vivía éramos más voluminosos que los humanos terrestres. Y con respecto a tu pregunta, te respondo que desencarné cuando ya mis hijas eran adultas y fue de falla cardíaca.
Interlocutor: Perdón. ¿Han llegado seres de Aldebarán IV a la Tierra?
Thetán: No, no teníamos la tecnología para viajes espaciales... si ni siquiera se había descubierto la electricidad.
Si bien en la zona Norte moraban seres que emitían descargas eléctricas, jamás se ideó algún aparato que usara esa energía.
Interlocutor: Está claro. ¿Cuál es la misión de haber encarnado ahora en la Tierra?
Thetán: El poder ayudar, el poder servir, el poder ser útil. Lo que pasa es que me sucede lo mismo que a muchos de vosotros... uno encarna en Misión y, a diferencia de la última encarnación en Umbro, traté de elegir una familia con poco poder material, como la mayoría de los que estamos aquí, para poder aprender la lección del desapego, pero también como a la mayoría de vosotros, se hace muy cuesta arriba después. Y nos quejamos de nuestra suerte, ya que al no tener memoria reencarnativa, no sabemos que fue una elección de nuestro propio espíritu. Entonces nos preguntamos por qué no elegimos nacer en una familia pudiente. Y la respuesta es: -Porque se aprende con el sufrimiento. A veces uno encarna en una familia pudiente y la mayoría se deja estar después... y cae en la desidia...
Interlocutor: Y, ¿Cuál es específicamente tu Misión?
Thetán: Es la misma Misión que tienen todos ustedes. Es la Misión de Servicio. Como thetán estoy en un cuarto nivel, y vivo investigando, y también creciendo...
Interlocutor: Está bien, pero concretamente para tu parte encarnada, ¿Cuál sería el mensaje que le darías?
Thetán: ¿Qué mensaje le daría yo a mi parte encarnada? Que no ceje, que no baje los brazos, que siga en la lucha. Que le van a caer diez pedazos de adoquín encima, y va a recuperarse once veces. Ese es el mensaje, ya que siempre hay que recordar que si la parte encarnada baja los brazos, puede tirar abajo al thetán.
Interlocutor: ¡Jejé! ¿Te jala hacia abajo tu parte encarnada algo, o no?
Thetán: A veces puede tironear, en los momentos de impaciencia, y a veces puede llegar a mandarme Luz desde todo su Ser, en los momentos que quiere crecer. Y eso es muy importante. El querer, el tener ganas. Ya lo han dicho otros Maestros del quinto nivel, que cuando el ser encarnado tiene ganas de hacer más, transmite las mismas ganas al thetán... es muy importante eso.
Recuerden que en la encarnación anterior estaba en un mundo en donde el común denominador era la guerra. Pero esa guerra continúa. En cualquier región que vivieses estabas cerca de dicha guerra. De repente estabas comiendo en la taberna, te pateaban la puerta, venían veinte personas. Si eras mujer te violaban arriba de una mesa, y después, si les agradabas te raptaban y si no, te cortaban el cuello con un hacha de doble filo. No sé si se imaginan semejante arma...
Y así era en todo Umbro...
Interlocutor: Una pregunta. Aquí, en el planeta Tierra, ¿alguna de tus encarnaciones fue conocida, algún personaje conocido?
Thetán: No. Pero hubo muchas encarnaciones donde he hecho Servicio. En otras he cometido errores, que yo justificaba, porque había sufrido violaciones como mujer y directamente he matado con un estilete a la persona que me ha violado. He sido perseguida. Una vez he caído en la guillotina. He bajado al plano tres por rencor.
Interlocutor: La Revolución Francesa, ¿en esa época?
Thetán: No, no. La gente se piensa por una historia mal contada, que Guillotín es el inventor de la guillotina, pero hubo una parte en la región nórdica, para el año 1200 de vuestra era, y anótalo eso si quieres, donde había una especie de guillotina rudimentaria. Pero no era tanto el filo lo que te cortaba el cuello. Era un aparato que tenía cuerdas gruesas y pesaba como trescientos kilos. No sé si te seccionaba o directamente te quebraba la cervical.
Interlocutor: Obviamente ese artefacto era más impresionante que la guillotina francesa...
Thetán: Los nórdicos te podían cortar el cuello con un hacha que tenía una hoja terrorífica... y te aseguro que el prisionero que iba a ser ejecutado rogaba que quien tuviera ese arma sea lo suficientemente fuerte para acabar con su vida con un solo golpe.
Interlocutor: Es fuerte lo que me cuentas, pero como psicoauditor debo seguir preguntando... ¿Cuál es la experiencia de que a uno le corten el cuello? Me refiero, uno es un espíritu, bueno... uno desencarna, pero...
Thetán: En ese momento el 10% transmite un temor atroz. Y hay un cimbronazo en el 90%. Es el mismo cimbronazo que sentía el condenado en los aparatos de electricidad, donde le quitaban la vida física, en vuestro país del Norte.
Interlocutor: Pero, ¿Cómo se dispara el 10%, diríamos, para unirse con el 90%? ¿Es automático?
Thetán: Todas las desencarnaciones violentas son iguales. Sucede que lo que transmite el 10% encarnado en ese momento es un miedo que es conceptuado simultáneamente por el 90%.
Interlocutor: Pero a lo mejor algo así no es tan grave...
Thetán: En realidad trae engramas en encarnaciones posteriores...
Interlocutor: Yo lo pregunto por que en mi encarnación con Nerón, me clavé un cuchillo ayudado por un sirviente, ¿no?
Thetán: Sí, sí. En el fondo tengo entendido que lo has hecho para que después no tuvieras un sufrimiento mayor o algo así, ¿no? Es eso lo que percibo.
Interlocutor: Si, fue algo así, porque me iban a matar a latigazos.
Thetán: Es eso lo que percibo. Muchas veces tomé la justicia por mis manos. Y después, en otra encarnación, pude ayudar a una comarca entera, a un lugar que estaba desamparado, y bueno, he subido nuevamente de nivel, y he seguido en el cuarto nivel.
Interlocutor: ¿Alguna vez fuiste a parar a la octava esfera?
Thetán: No, no. Pero me han contado su estado de sufrimiento otros seres que han morado en el plano -2 y lo he vivenciado por relato. Aparte, nosotros (como espíritus) tenemos el don, por así llamarlo, no solamente de comunicarnos mediante conceptos, si no también, (si el otro nos permite y abre su cortina conceptual), de vivenciar la mente del otro.
Interlocutor: Bueno, tú sabes que después de la vida de Nerón, yo bajé a la octava esfera, o sea esa experiencia la tuve. Yo no la recuerdo ahora al estar encarnado. Y alguna vez voy a pedirle a mi thetán Radael para que se incorpore y nos relate...
Thetán: Espera, espera. Me dice tu Maestro Guía, que está aquí conectándose conmigo, desde su nivel 5to: -¿Cómo? ¿Ya salió de la octava esfera? (risas).
Les mando toda mi Luz. No dejen de estar en el Servicio.
Interlocutor: Bueno, gracias por haber estado aquí.
Sesión 2° de Ar-Marel.
Thetán: Siglos antes de haber encarnado como Fin Ailag, encarné con el nombre que se me conoce, que es el de Samya, cuando encarné como Princesa en el Reino de Or. Obvio que también fue en el mundo de Umbro, conocido por vosotros como Aldebarán IV.
Esa vida, fue por un lado más triste, porque de joven estaba solitaria de afectos. Siempre los grandes amores me fueron prohibidos, pero por otro lado trataba de ser útil a mi entorno directo. Cuando Ligor me salvó de las garras de Borius sentí como que mi corazón latía más fuerte, pero él se fijó en Nuria, mi doncella.
Ambas estábamos condicionadas a las costumbres del Reino... Nuria, por ser mi doncella, había hecho votos de castidad. Y yo, por mi rol de princesa, estaba oligada a casarme con un Noble, por lo que Ligor estaba fuera del alcance para ambas.
Tal vez no fui tan importante en cuanto a Servicio como en la encarnación de Fin Ailag, donde pude lograr uniones entre enemigos acérrimos, pero la de Samya es una encarnación que recuerdo con mucho cariño, aun sabiendo que era un rol nada más.
Quizás porque he conocido grandes personajes, grandes roles, que fueron como héroes históricos en Umbro al cabo de cientos de vuestros años. Tal vez en el futuro se cuenten hazañas épicas de esos seres a los que he conocido.
Y bueno, llámenlo ego si quieren, aunque el ego no existe en el plano cuatro. Pero siento un orgullo muy grande de haber sido un rol contemporáneo de esos héroes. Como Ligor, como Mento, como Jonus u otros. Agrego que en esa encarnación llegué a ser Reina, me casé con un noble de una región vecina y fuí madre de un varón y una niña. Quedé viuda en edad temprana, pero no me volví a casar. Me dediqué a criar a mis hijos y a reinar en Or de la manera más justa posible.
Este es el agregado que quería decir. Hasta todo momento y un especial cariño al Maestro Ruanel, que más de una vez se ha contactado conmigo desde su plano de Luz.
5ª parte
Médium: Jorge Olguín.
Interlocutor: Jesús E.
Ligor, su infancia y el Poder del Rayo:
Interlocutor: ¿Cómo descubriste el Poder del Rayo?
Ra-El-Dan: Es una historia muy simpática. Todos los niños del poblado estábamos juntos en un local de Instrucción Previa, similar al Jardín de Infantes de Sol III. Éramos como 30 pequeños. Yo no era muy fuerte corporalmente a los 4 años, al contrario, era muy delgadito y de carácter mas bien tímido. Otros niños me golpeaban y me sacaban los entretenimientos. Entonces, yo los sacudía. Sacudir significaba que los tomaba de su hombro o de sus brazos y les lanzaba pequeñas descargas, y ellos se ponían a llorar. Y la cuidadora preguntaba que había pasado, porque nbo entendía nada. Incluso alguno tenía en la piel como una pequeña quemadura. Pero jamás la cuidadora iba a pensar que esas marcas las podía haber causado yo. Y te estoy hablando de que era muy pequeño, pero ya tenía el entendimiento de la molestia que le podía causar a quien me agredía. Cuando todos los niños cayeron en cuenta de que yo tenía algo extraño en mis manos, que podía dañarlos, no me molestaron más. Cuando cumplí el equivalente a 6 de vuestros años, pasé a primer grado de Instrucción... y allí pasó lo mismo. Todo niño que me molestaba o quería agredirme, yo lo sacudía. Le tomaba las manos, los hombro o el rostro y le daba sacudidas eléctricas. A partir de allí nunca más me molestaron.
De todas maneras luego fui desarrollando mi cuerpo y a los 12 de vuestros años mi padre me inscribió en un gimnasio de lucha dentro del Local de Instrucción, donde año tras año obtuve el primer puesto. Nunca más precisé de las descargas eléctricas para defenderme en los Cursos.
Recuerdo la primera vez que mi padre me llevó a las montañas a practicar el Poder del Rayo. me sorprendí, pues no sabía que podía dar más. Porque una cosa es que tú toques a alguien y le des una sacudida eléctrica y otra, que directamente puedas manejar el rayo de tal manera que hasta puedas pulverizar rocas. Obvio que no se dió de inmediato, sino que se fue gestando con el tiempo y la práctica. En esa parte de las montañas habitaban unos seres alados gigantescos que echaban un vapor que podía quemarte vivo. Eran similares a vusros míticos dragones y la primera vez que los ví reconozco que me asusté y alcé mis manos para lanzar el rayo. Mi padre me lo impidió, explicándome que él era amigo de ellos desde miuy joven. Dos de esas critauras se acercaron y me olfatearon como lo haría cualau9era de vuestro perros... pero imaginaos un rostro gigantesco que husmea tu rostro. Estaba paralizado
Mi paere me decía: -No demuestres temor porque lo olfatean.
-No, claro- exclamé en broma -Tengo a mi lado un bicho cuyo rostro es tan grande como todo mi cuerpo y me dices que no le demuestre miedo- Y un impulso me hizo lanzar una fuerte carcajada. El dragón se alejó bufando y luego se acercó, golpeándome con su morro. Su "suave" empujón me lanzó contra las rocas y le grité: -¡Oye! ¡Mira que eres bruto!- El otro bicho también me olfateó.
-¿Quieres montarlo?- inquirió mi padre.
-¿Qué...?
-Móntalo... yo montaré el otro.
-¡Pero no es un hoyuman... estos bichos vuelan!!!
-Te subes a su cuello y te aferras. Verás que no te pasará nada...
Así lo hice, mi padre me imitó y ambos dragones salieron despedidos a cielo abierto. Por suerte no sufría de vértigos.
-¿Sabes que se pueden entrenar para combate?- me cpmentó mi padre.
-¿De verdad? ¡Si apenas puedo sostenerme...!- le respondí.
-Es práctica, Ligor. Es práctica.
Y cada jornada por la tarde íbamos a las montañas a montar dragones. Ya me había familiarizado con más de veinte de ellos...
Pero de mañana no descuidaba los Cursos de Instrucción y a los 18 de vuestros años me anoté en un Torneo de Arkimé, similar a vuestras Artes Marciales mixtas.
Ambas actividades me apasionaban: Los combates y el montar dragones...
Pero quería más... y comencé la práctica con todo tipo de espadas, donde en poco tiempo me destaqué con una gran habilidad y no había nadie que me venciese.
Sabía que Umbro era un mundo salvaje, donde en muchas regiones se batallaba, pero yo me había criado cerca de la parte central donde no había tantas invasiones. Era todo más comercial, había muchas aldeas… En la región central había poblados de no más de 100 casas, construidas con la corteza de los árboles de allí.
En los poblados del Este, a orillas del océano, se veían menos jinetes y más carros de tiro. Recuerdo que a mis 11 años mi padre me dijo que me mandaría por un tiempo a un Curso de Instrucción del Este para que me vaya a adaptando a otras culturas y acepté a regañadientes.
Me encontré con chicos presumidos, muchos de ellos de familias ricas, y se creían que podían comenter todo tipos de desmanes sin ser reprendidos. Mi primer prueba de que podía manejar el rayo sin tocar a la persona ni hacerle lo que yo llamaba la sacudida, es que cuando un joven del asiento que estaba delante mío me molestaba una y otra vez. Yo no le respondía, pero observé que tenía la hoja con todas las tareas que había hecho la noche anterior y la había dejado a un costado de su pupitre. Ya estaba harto de que me viviera molestando e intencionalmente le tiré una descarga eléctrica a su hoja de tareas, que de inmediato se le prendió fuego. Teníamos, en las alforjas unos palillos con una sustancia en la punta que cogía el mismo efecto que los fósforos o cerillas de Sol III y los profesores nos revisaron a los cuatro que estábamos detrás de ese chico. Miraron nuestras alforjas y nuestra ropa para ver si encontraban los palillos químicos… Nada. Aparte, en el suelo tampoco había ningún palillo químico usado. O sea, nadie supo como se incendió esa tarea. Tú, como interlocutor, pensarás: -“¡Pero que travesura que te has montado!”- Pero era insoportable ver lo molesto que era ese varón. Si gustabas de una niña, él buscaba de ir primero y hablaba mal de los demás para tratar de acaparar su atención. Y bueno, esa fue mi venganza y asumo mi responsabilidad. En esa materia el chico estaba muy bien preparado, pero pensaron que él no había estudiado y de alguna manera se ingenió para poner algún líquido inflamable para incendiar la hoja. O sea, que él cargó con la culpa y desaprobó esa materia.
Antes de regresar a mi poblado le hice saber al chico que la responsabilidad había sido mía y esperaba que aprendiese la lección. Obvio que se enfureció y me lanzó un golpe, que yo esquivé con facilidad, tomando su brazo y lanzándolo sobre mi hombro, con poca fuerza, para no lastimarlo.
Al retornar a mi hogar, le pedí a mi padre de ir a las montañas... Extrañaba a los dragones, aun sabiendo que no era sencillo acostumbrarse a su imponente presencia...
6ª parte
Médium: Jorge Olguín.
Interlocutor: Jesús E.
Ligor y su relación con Índiga:
Interlocutor:¿Podrias hablar sobre tu vida como Índiga? Una breve descripción física, cómo conociste a Ligor, cómo viviste la relacion, que sucedió después dela traición...
Dar- Zael: Siempre fui coqueta en el rol de Índiga. Me gustaba aparentar y llamar la atención der los varones. Como tenía la piel muy blanca y el cabello bastante claro, iba a las orillas de un arroyo donde crecía una hierba que se molía y se hacía como una tintura, que yo me aplicaba en el cabello para dejarlo más y así diferenciarme de las mujeres de esa región.
Interlocutor: Comprendo. ¿Y cómo era tu vestimenta?
Dar- Zael: Ten en cuenta que era muy bonita en esa época. Y me gustaba vestir con vestidos insinuantes...
Interlocutor: ¿Insinuantes?
Dar-Zael: Ropa casi transparente o bien, pocas prendas...
Interlocutor: ¿Cómo fue nuestro encuentro?
Dar- Zael: Yo te conocía por las cosas que contaban de tí... y sentía como una gran admiración por tu persona.
Interlocutor: Eso es halagador...
Dar-Zael: En realidad me atraían todas aquellas personas que eran conocidas...
Inoterlocutor: O sea, te daba lo mismo cualquier guerrero que fuerse renombrado en la comarca...
Dar-Zael: Al comienzo podía ser como tú dices, pero al conocer a tu rol como Ligor, algo se sacudió dentro mío... y tenía que hacer lo imposible por contactarte, pero no sabía cómo...
Interlocutor: ¿Entonces...?
Dar-Zael: Bueno, había algo en mí que me decía que tenía que mostrarme de alguna manera, como para llamar la atención y no se me ocurría nada... no tenía la treta adecuada para que te fijaras en mí...
Interlocutor: ¿Y cómo lo lograste?
Dar-Zael: No fue fácil. Hubo varios encuentros... una vez, en una ronda de bebidas en una taberna, donde tú contabas detalladamente el relato de una batalla, me acerqué a tí y te alcancé una bebida espumante. Tomaste el jarro y ni me miraste. Hablabas que hubo una tremenda reyerta en la parte Norte, donde en un descuido te habían herido en el muslo y que lograste sobrevivir. Vaciaste el jarro en dos tragos y como estaba pendiente de tí, te alcancé otro. Me miraste sonriendo, pero me di cuenta que solo fue un reflejo. Seguiste contando que la punta del metal que te hirió tenía un pequeño veneno y una persona conocida de tu entorno, que sabía mucho de hierbas, no solamente puso un preparado en tu herida, sino que te dio de beber algo amargo y en poco tiempo logró frenar tu fiebre. Aparte, la fortaleza de tu cuerpo hizo que te repusieras más rápido de lo pensado.
Interlocutor: ¿Eras la única mujer en el lugar?
Dar-Zael: No, éramos dos mujeres las que estábamos allí, pero una mujer no se atrevía a opinar en una charla de hombres...
Interlocutor: Entonces esa vez no se produjo el contacto.
Dar-Zael: No, no hubo manera. Otra vez también nos encontramos en una feria ambulante donde había teatro y tú te reías mucho. Para mí era una sensación rara porque nunca te habíamos visto reir, pero reías casi llorando y me acerqué, y te pregunté si te gustaba el teatro... y en ese momento tampoco reparaste en mi, ya que respondiste sin mirarme: -No, no me gusta, pero me río porque me causa gracia como deforman las historias de guerra. Si estos actores teatrales vieran la cantidad de cadáveres que quedan en los campos de batalla se les irían las ganas de relatar sobre esos temas.
Ibas a comentar algo más, pero te llamó un amigo y desapareciste.
Interlocutor: ¿Allí tampoco lograste el acercamiento?
Dar-Zael: No... y mi ego estaba herido.... porque ya tenia dos motivos por los cuales entablar una relación. Uno, porque siempre los varones habían estado detrás mio y tú no reparabas en mí. Dos, porque tenía mucho egocentrismo y mi anhelo era salir con el más conocido de la zona. Había otros guerreros conocidos, pero no me atraían tanto.
Interlocutor: ¿Y cómo conseguiste establecer el contacto entonces?
Dar- Zael: Espera... Y tres, porque a mí nadie me despreciaba. Entonces, ya era una cuestión de honor el conquistarte.
Nos vimos de nuevo en el teatro en otra jornada y me vestí de una manera que era imposible ignorarme.
Interlocutor: ¡Y te miré... reparé en tí!
Dar-Zael: ¡No, para nada! Estabas con dos amigos y bromeaban sobre las obras de teatro... y además creo que habías bebido varios jarros de bebida espumante, por lo que ni te fijaste en mi persona...
Interlocutor: ¡Vaya! Estar conmigo era casi una misión imposible, jajajá!
Dar-Zael: No, nada que ver... que no se te suba el ego ahora, jejé!
Interlocutor: No, trato de tenerlo integrado, pero... dime qué sucedió entonces...
Dar-Zael: Al final, fue mas fácil de lo que yo pensaba. Lo logré montando una cabalgadura, un hoyuman.
Interlocutor: ¿Un hoyuman? No entiendo... ¡Todo el mundo montaba hoyumans...!
Dar-Zael: Lo sé... elegí un hoyuman blanco, de largas crines, y me acerqué al grupo donde tú te hallabas...
Obvio que estaba ligerísima de ropas...
Interlocutor: Pero eso no bastaba, ya que la vez anterior también tenías poca ropa y mi rol de Ligor ni se fijó en tí...
Dar-Zael: Por eso había ideado un plan...
Interlocutor: ¿Y qué hiciste?
Dar-Zael: Yo cabalgo igual o mejor que las amazonas de la zona Sur, pero al acercarme hice ver que no dominaba la cabalgadura. Tú estabas reunido con 4 ó 5 jovenes... pasé cabalgando y gritando que el hoyuman estaba desbocado.
Me podía haber salido mal la jugarreta, porque podría haber venido cualquier otro en mi ayuda. Mi intuición no me falló, pues entendía que no ibas a permitir que otro quedara como el salvador de la dama... montaste en tu hoyuman negro y a los pocos instantes estabas deteniendo mi cabalgadura. Te lo agradecí, me abracé a tu cuello. De repente fingí como una especie de desvanecimiento y tú me tomaste en tus brazos. Cuando creíste que me repuse me preguntaste si me conocías de antes.
Te respondí que no, pero me dio mucha impotencia. ¿Cómo no te acordabas de mí en el teatro al aire libre? Todo el mundo que me veía no se olvidaba nunca de mí y tú, con tan poco tiempo de diferencia, ya te habías olvidado de mi rostro. Me corrijo, ni habías reparado en mi persona. Y pensaba: ¿Tantas mujeres tiene? Pero no era por eso, era porque te interesaba más el defender a la pobre gente que saqueban en las aldeas, a granjeros que no podían luchar contra las hordas del Norte, que a relacionarte con alguna mujer... aunque supongo que tendrías intimidad con alguna posadera, aunque sin compromiso.
Interlocutor: ¿Y qué sucedió a partir de ese supuesto rescate?
Dar-Zael: Bueno, ya no te iba a dejar ir y entonces tenía que incentivarte. En recompensa al sujetar el hoyuman desbocado te abracé y te besé. Quedaste sorprendido y luego largaste una carcajada. Me comentaste que ibas a la taberna, pero permitiste que te acompañe., dije que tenia sed, nos sentamos y pediste dos bebidas espumantes. Te conté cosas mías, cosas que me pasaron de pequeña y te las exageré, como para impresionarte.
Interlocutor: Y ahhí sí te presté atención...
Dar-Zael: Te conté que había sufrido mucho de epqueña, que había tenido malos tratos, que en la actualidad nadie me comprendia y que todo el mundo me despreciaba, cuando en realidad no era tan asi. Es como que desperté en tí como una especie de piedad. Entonces me tomaste de la mano y me dijiste: -No te voy a dejar ir- Y empezamos a salir. Pero no fue una relación tan sencilla, ya que hubo muchas peleas entre nosotros.
Interlocutor: ¿Por qué?
Dar-Zael: Porque tú querias encontrarte conmigo en las alturas, donde nadie nos viese y yo deseaba mostrarme contigo en todos los poblados... quería presumir contigo, mi idea era figurar, era mostrarle a las demás jóvenes que yo podia tener a Ligor conmigo. Y me sentía decepcionada porque pasaron varias rotaciones lunares y muy pocas veces nos encontrábamos en los poblados. Y a mí no me servía eso...
Interlocutor: ¿pero tú querías a la persona o lucirte con la persona?
Dar-Zael: Supongo que lo segundo... y entonces me dí cuenta de que no sentía un amor real. Lo que yo quería era figurar para hacerme notar con mis amistades. Comentarle a otras mujeres: ¿Vieron? Yo tengo al que vosotras no podréis tener nunca.
Pero poco a poco me fui decepcionando, aun habiendo logrado mi cometido, de que reparara en mí el guerrero mas conocido de la comarca... me fui decepcionando porque mi anhelo era que me vean contigo. No me prejuzgues, pues logré sentir un afecto por tu rol como Ligor, porque verdaderamente veia una alma noble...
Interlocutor: ¿Pero...?
Dar-Zael: Pero por otro lado estaba enceguecida por mi egocentrismo, por mi capricho... como que ya no tenia la misma expectativa que al comienzo y el hecho de tener pocas ocasiones de mostrarme contigo me ponía mal. Yo comentaba en todos lados: -Soy la pareja de Ligor- Y cuando no me creían y se reína burlonamente sentia odio por esa gente mediocre.... hasta tenía el impulso der coger un puñal y clavárselo a la persona. Y entonces mi odio lo dirigí a tí, sentía odio en lugar de afecto.
Interlocutor: ¿Y todo porque la gente se burlaba y no creía en tí?
Dar-Zael: Siempre quise ser la actriz principal en la Obra de la Vida... y ni reparaban en mí...
Interlocutor: Entiendo.
Dar- Zael: Y un día que me sentía muy sola, apareció Olsen, un guerrero de orejas puntiagudas, bastante atractivo. Creo que era compañero tuyo o conocido... y bueno, tuvimos una intimidad.
Interlocutor: ¿Es cuando los sorprendí yo, no?
Dar- Zael: No esa vez... intimamos una segunda vez. Cuando tú nos viste ya habíamos intimado dos veces antes.
Interlocutor: Cuando los sorpendí... ¿Me callé? ¿No desafié a Olsen, no me enojé contigo?¿Cómo fue?
Dar- Azel: En ese momento pensé en mí... ¿Porque mi punto de vista también vale o no?
Interlocutor: Sí, claro.
Dar- Zael: Meditaba sobre lo que pasaba dentro tuyo: -Va a pensar que soy una mujerzuela, va a pensar cualquier cosa, pero... ¿Y todo lo que yo sufrí? ¿Y todo lo que yo pasé, lo que la gente se ha burlado de mí? Porque él se cree la gran persona, se cree el gran héroe, pero más de una vez estuvo en otras comarcas y no aparecía por rotaciones enteras... y yo descuidada. Es como que le interesaba más liberar a pobres cretinos que estar conmigo... ¿Y mi derecho a ser feliz?
Interlocutor: Comprendo.
Dar- Zael: De repente, quizás hubiese sido más sencillo estar en pareja con un campesino, que se ocupaba de sus tierras y sus animales, pero por lo menos estaba toda la noche conmigo y no con una persona que venía por unos instantes y luego se marchaba, como si nada...
Interlocutor: Y después de la traición ¿Cómo reaccioné yo contigo? ¿Qué pasó entre nosotros?
Dar- Zael: Olsen estaba petrificado, ya que te respetaba mucho... pero ni reparaste en su persona. Y conmigo no reaccionaste mal, directamente yo no existía para tí. Sentí como un desprecio de tu parte y me dió más odio todavía. ¿Desprecio? Quien sabe lo que tu rol como Ligor habría hecho por allí, ya que era sabido cuantas mujeres te seguían en el camino... ¿Desprecio a mi? ¿Y quién me pagaba mis noches de soledad y llanto? Es cierto que todo fue calculado por mí, porque la conquista fue un simulacro con el hoyuman, que la que fui detrás era yo... reconozco todo eso. Es cierto que el ego te impulsa a mostrarte, porque si hubiera sido por mí, me paseaba contigo por todos los pueblos del planeta, mostrándome, como diciendo: -Miren quien es mi pareja- pues mi ego me impulsaba a querer sentirme importante como lo eras tú. A veces, cuando lo analizaba friamente, en los momentos que tenía la lucidez analítica, pensaba: -la persona importante el Ligar... yo solo quería que me vieran junto a él y que dijeran: -¡mirad, allá va Índiga, la pareja de Ligor! Y solo queria lucirme.
Interlocutor: Comprendo.
Dar- Zael: Yo no sé si la traición fue por venganza de no figurar, por odio, porque me sentía un adorno o porque me sentía sola y tenia necesidad de un hombre. No puedo decir en este momento cual de las cosas tuvo más peso, pero al ver luego tu rostro de desprecio me causó como un cosquilleo y a la vez alivio. En el fondo estaba atemorizada, pues preferia tu desprecio y tu silencio a que me pulverices con tu poder del Rayo. No me animé a acercarme y darte una explicación, fui muy cobarde. Antes de acercarme, prefería que me tragara la tierra.
Interlocutor:¿Y entonces dejaste de hablarte con el rol de Ligor?
Dar- Zael: Sí, yo no me animé, ni por todos las monedas del mundo me iba a acercar...
Interlocutor: ¿Olsen se marchó?
Dar-Zael: Sí, Ligor lo dejó ir... luego montó en un hoyuman blanco y se marchó él...
Interlocutor: ¿Y tú...?
Dar-Zael: Y yo me quedé con mi soledad...
7ª parte
La Reina de las Bestias:
Lar-Kadir, Thetán de M.A: Mi relato es bastante atípico, ya que de pequeña tenía empatía con todos los animales, sean mamíferos o reptiles.
Pero, a su vez, mi contacto con las personas era bastante difícil. Mi padre era herrero, de pocas palabras, bastante tosco y seco en su trato. Con madre apenas si hablaba. Llegaba a casa y ya tenía servido el guisado, que lo devoraba en instantes, mientras se lo escuchaba comer de varias líneas de distancia. Conmigo no hablaba nunca, pues estaba resentido con la vida que, según él, le había negado un hijo varón... y por desgracia mi madre ya no podía quedar embarazada.
A veces iba a emborracharse a la taberna y otras veces directamente no venía a dormir. Mi madre estaba resignada... pero en su estrecha mente también me culpaba por no haber nacido varón. Eso me alejaba más de la gente y me acercaba más a los animales. No tenía amigas... me iba al bosque y me rodeaba de distintos mamíferos.
Una tarde que estaba recostada junto a un árbol escuché un fuerte rugido, observando que los pequeños roedores huían. Levanté la vista y había un enorme Úrsido, similar a los osos de Sol III, acercándose a mí. Se paró en dos patas, amenazante, pero no me dió miedo. Mentalmente deseé que se calmara y la bestia cambió su actitud. Llegó hasta mí en cuatro patas, agachando su cabeza, la cual acaricié. Me lamió con su lengua áspera y quise probar si de verdad mi mente tenía el Don de mandar sobre las bestias.
-¡Vete!- pensé... y el Úrsido se alejó pacíficamente.
¡Me sentía exultante! Marché a casa y me puse mi mejor vestido.
Fui hasta el poblado y entablé conversación con dos niñas, con las que me veía a menudo, pero con las que casi nunca hablaba. Les conté que tenía el poder de mandar a los úrsidos y ambas largaron una estridente carcajada.
-¡Miranda está loca!- comentó una de ellas. La otra la tomó del brazo y exclamó: -Vamos, que quizás su locura sea contagiosa.
-¡Pero es verdad!- argumenté, sujetando a la más cercana del hombro. Ambas reaccionaron y me empujaron con fuerza, tirándome al barro. Mi vestido quedó todo cubierto de lodo y mi rostro bañado en lágrimas.
Regresé a casa. Mi padre ya estaba allí y al verme toda sucia, cogió su látigo y me pegó varias veces en la espalda... pero me dolió más la indiferencia de mi madre, que miraba pasiva la escena.
Fui creciendo y mis poderes se incrementaron. Pasé la adolescencia y una tarde mi madre me comentó llorando que a padre lo habían matado en una reyerta por un juego de barajas. No quiero ser hipócrita, confieso que no me inmuté.
Al poco tiempo dejé mi hogar y marché hacia las montañas del Norte. Mi madre me imploró que me quede, exclamando:
-¿Ahora qué va a ser de mí?- O sea, ella no me quería... solo me necesitaba para cubrir su soledad.
Me fuí sin mirar atrás... y luego de varias jornadas llegué a destino.
Por alguna razón no solo mi mente tenía poderes telepáticos sobre las Bestias, sino que mi cuerpo sufría bastante el calor y el frío de las cumbres era reconfortante para mí.
En medio de las montañas había un valle nevado, con un enorme lago, donde ví nuevas especies de reptiles. En el último poblado había encontrado un casco metálico con cuernos y lo usaba asiduamente. Me gustaba sumergirme en las aguas heladas del lago y practicaba mi poder mental con los reptiles acuáticos.
Me habitué a esa vida y solo iba al poblado cercano a conseguir víveres, que canjeaba en el mercado por peces que les llevaba periódicamente.
Una mañana llegué a una aldea situada más al norte y la encontré arrasada. Un anciano me comentó que habían sido las huestes de Borius, un guerrero sanguinario e impiadoso. En ese momento, mi mente tuvo una visión... ¿Por qué no utilizar a las bestias para frenar a Borius?
Sería cuestión de entrenar a mis queridas bestias para enfrentarlo.
Una de mis virtudes era la paciencia, así que cientos de amaneceres me vieron comenzando la perseverante tarea de "domesticar" a mis queridas bestias para la batalla que ya tenía planificada.
Pero así como había escuchado hablar que más al Norte un tal Storm dirigía a unos hombres alados, yo tuve la suerte de encontrar una comunidad de hombres reptiles que, al igual que los mamíferos y los reptiles acuáticos, se subordinaron a mi mando.
Quizás la tarea más difícil fue que las bestias respetaran a esta raza que se sumaba a mis fuerzas.
En la comarca ya sabía de mí y me denominaban "La Reina de las Bestias".
Muchos amaneceres después, llegó a mis oídos que las huestes de Borius marchaban hacia un poblado cercano y hacia allí fui con mi inusual ejército.
El recuerdo de la primera contienda me trae mucho dolor. No es mi intencion ser hipócrita... reconozco que no senti piedad ni remordimiento alguno por los guerreros de Borius muertos en batalla, pero si se me desgarraba el corazón al ver a mis queridas bestias agonizantes, con dos o tres flechas atravesando sus cuerpos.
Las huestes del Norte se fueron en retirada, pero no había victoria que festejar, viendo los cuerpos exánimes de ambos bandos.
De todas maneras esa batalla se comentó en toda la región y si bien los lugareños temian a mis bestias, ahora se abrazaban a una esperanza: Miranda, la Reina de las Bestias, podia frenar los embates del odiado Borius.
Pero lamentablemente había mas guerreros despiadados en la zona Norte. Y sus huestes eran tan o más temibles que las de Borius. Uno de esos guerreros era más de temer que Borius, pues su crueldad era analítica y no reactiva. O sea, pensaba la estrategia a emplear antes de atacar. Su mente era fría, su alma era helada. Hablo de Prazer, un gigante de cabeza afeitada, ojos pequeños y mirada cruel.
Lo más sobresaliente era su exacerbado ego, que lo hacía vestirse como un monarca y portaba una gigantesca espada toda labrada. En las aldeas que saqueba no dejaba sobrevivientes ni tomaba prisioneros, argumentando que de esa manera nadie lo atacaría luego por la espalda.
Dos veces nos cruzamos con Prazer y en ambas le diezmamos bastante su filas.
Otro de los guerreros que asolaba comarcas era Uruk. Su edad avanzada se notaba en su cabello blanco y largo, pero su cuerpo seguía siendo musculoso y su mirada, temible.
Había perdido a su hijo mayor en un combate contra un pueblo turanio y el rencor no lo dejaba vivir. Lo enfrenté con mis queridas bestias en una aldea de las montañas y le causé numerosas bajas. Una de ellas era su hijo menor, por lo que yo me había transformado en su mayor enemiga y me quería matar con sus propias manos.
Tuvimos oportunidad de enfrentarnos cuerpo a cuerpo y era más fuerte de lo que yo me imaginaba. Además, yo no era tan hábil con la espada. En un momento dado caí de espaldas y Uruk pegó un gruñido de júbilo. Un segundo después lanzaba un grito desgarrador, pues Arak, uno de los hombres reptiles le había clavado un puñal en su hombro derecho, haciéndole soltar su espada. Con su puño izquierdo golpeó a Arak con tal fuerza que lo lanzó contra las rocas, dejándolo desvanecido. Muchas de las bestias me auxiliaron y Uruk retrocedió. Montó en su hoyuman y girando su cabeza, me miró fijamente, exclamando:
-No me olvidaré de tí.
Yo tampoco me olvidaría de su mirada.
Hemos tenido muchos encuentros desgarradores contra las hordas del norte, pero luego de tantas rotaciones mi cuarpo me pedía un descanso. Umbro no solo era asolado por guerreros... también había muchos tiranos que sometían a sus pueblos cobrando grandes impuestos, sin importarles si pasaban hambre o les afectaba una peste.
Me retiré a una región montañosa camino a la región oriental, pero lejos de todo lugar habitado. Había frondosos bosques en esas montañas y arroyos con aguas casi trasparentes. Ví unos úrsidos grises, más grandes que los que yo conocía, y también una especie de panteras negras, más robustas que las panteras de Sol III, más peludas y con colmillos como el tigre dientes de sable que habitó vuestro mundo hace mucho tiempo atrás.
Las bestias eran mis amigas, pero por las noches no podía parar de llorar, pues si bien evité cientos de muertes, también presencié como mis hermanas quedaban tiradas sin vida en esas sangrientas batallas.
No sé si me generé karmas, pero yo entendía que defender poblados era mi Misión en Umbro.
Tampoco sabía cuanto duraría mi retiro...
8ª parte
Relato de Gabador - 1a parte:
En distintas vidas encarnamos con prejuicios, y a veces buscamos el defecto en el otro y sacamos a relucir supuestas virtudes en nuestra persona. Nos invade el ego, la intolerancia y los prejuicios, obviamente. Y no todas las veces los actos hostiles son producidos por hechos violentos: el desprecio, la indiferencia, el desdén… también son actos hostiles.
No todas las vidas son iguales, ni tampoco las vivencias de cada una de ellas. Hace muchos de vuestros siglos encarné en el cuarto planeta de la estrella Aldebarán, al que los nativos llamábamos Umbro.
En ese mundo era lo que vosotros seguramente llamaríais un mozo de cuadra, cuidando a esas cabalgaduras que en Aldebarán IV se llaman Hoyumans, muy similares a los caballos terrestres. Había lo que aquí llamaríais un terrateniente, que era dueño de medio poblado, de varios campos en una de las regiones en la zona central del continente. Era una zona cálida del planeta. Estábamos lejos de las miserias de otros poblados, de los misterios del sur, lejos también de las grandes hordas del norte, esas hordas que saqueaban grandes poblados… en el centro del planeta no pasaba eso, al menos no tan seguido. Casi se podía decir que era un lugar seguro… obviamente que había saqueadores en los caminos, pero la proporción era mínima.
Mi nombre en ese mundo era Gabador. Era un joven esbelto, atractivo para las jóvenes del lugar, no tenía ningún don en especial… simplemente el don de la simpatía, y era muy pretencioso en cuanto a gustos.
Odiaba terriblemente al terrateniente, porque aparte, tenía en el centro del poblado un gigantesco comercio de cueros y ganaba muchísimo. Pero no se trata de envidia, lo que pasa es que explotaba a sus empleados en el pueblo y también explotaba a la gente en la gigantesca hacienda, pagándole míseros metales…
(Fuerte suspiro…) Había una joven doncella trabajando allí como criada, Valisel. Me presenté a ella, era seis años más joven que yo, y es como que en seguida nos tuvimos una gran simpatía, pero claro, tenía que vencer la barrera de su timidez. Obviamente las charlas, el poder dialogar… lo podíamos hacer únicamente en las horas de descanso, que tampoco eran muchas. Empecé una relación con ella: primero de amistad y luego amorosa. Sentí como que toda la penuria de las últimas rotaciones en esa encarnación, en esas pocas lunas con esta niña, se me pasaba… pero claro, ella era como una especie de criada de la hacienda y el dinero que tenía era muy poco. Sumado al mío, entre los dos, lo que cobrábamos al final de cada jornada, no alcanzaba a equiparar lo que ganaba un empleado del comercio del centro del pueblo cercano…
Cada seis jornadas había un descanso, donde íbamos en un carromato tirado por un hoyuman hasta el pueblo. Había actos de variedades: gente que lanzaba fuego por la boca, gente que trabajaba haciendo equilibrios… como vuestros circos en Sol III. También, en una plaza, se juntaban abruptamente y armaban un escenario para hacer lo que aquí llamaríais teatro, y representaban batallas épicas, imaginarias… representaban a un gran guerrero del norte que dominaba todo lo que era la energía del rayo: Ligor. Y aquí había supuestamente actores que lo representaban, y nos reíamos porque no conocíamos a Ligor, al verdadero Ligor, pero sabíamos que era alguien esbelto y fuerte, y los actores que tú veías tenían una prominencia terrible en la barriga, estando muy por encima de su peso… era más cómico que otra cosa, pero lo pasábamos bien dentro de todo, dentro de nuestras miserias.
Prácticamente una sirvienta y un mozo de cuadra, entre los dos no hacíamos uno a nivel económico… por lo menos, eso era lo que yo pensaba. (Suspiro…) Uno piensa tantas cosas… uno prejuzga… Quizás es como que siempre fui humilde y le daba valor al dinero, y no valoraba lo que tenía al lado mío. Verdaderamente, nunca me jacté de conocer el sexo opuesto a pesar de que he salido con distintas jóvenes, pero sé que Valisel tenía un gran sentimiento por mí y, el hecho de escucharme hablar de grandes proyectos, la hacían sentir poca cosa.
-¿Qué te puedo brindar?- me decía… -Soy sólo una criada-.
-¿Qué te puedo brindar yo? Soy un mozo de cuadra, no tenemos nada- en realidad lo teníamos todo… pero para nosotros eso era nada.
Los roles de ego, los prejuicios... la gran lucha…
Relato de Gabador - 2da parte:
A veces te sientes poca cosa cuando eres simplemente un peón de cuadra, cuidando hoyumans, y a veces la vida te compensa como me compensó cuando conocí a Valisel, que era una criada seis años más joven que yo. Simpatizamos, empezamos a salir, y finalmente tuvimos una relación amorosa. Fueron épocas espectaculares, hermosas…
Yo me sentía feliz en la cuadra a cargo de los hoyumans. Sabía que el terrateniente, que a su vez era dueño de varios comercios en el pueblo principal de la región, era totalmente avaro... salvo cuando se encaprichaba con algo... podía ser un campo, un hoyuman pinto, una mujer... y allí sí no tenía reparos en gastar sus metales, como le llamábamos a las monedas. El terrateniente era un hombre gordo, obeso, de mal carácter, pero con muy buena posición económica. Él quería metal, metal, metal… ganaba mucho metal, a diferencia mía que no ganaba nada o de Valisel, que se conformaba con tener un mísero plato de comida.
Con Valisel llegamos a tener un romance muy profundo, nos adorábamos… pero luego de varios amaneceres, un día la encuentro con el rostro más bien serio, preocupado.
-No te tiene que importar lo que hacemos, siempre fuiste una criada y yo fui siempre un mozo de cuadra. Lo importante ahora es que podamos renunciar a nuestros trabajos y nos vayamos a instalar a otro lado.
-No- me decía ella, -porque tenemos que juntar muchos metales, muchos. Con los metales que tú tienes y con los que yo gano, ni siquiera lo gana un empleado de otro poblado.
El fin de semana, una de las veces que fuimos a la plaza del pueblo a ver una de las tantas obras de teatro, ella me dice:
-Voy al servicio.
-Está bien, ve- respondí.
-Guárdame la cartera.
Así lo hice, pero yo, tremendamente curioso, le abrí el bolso y me sorprendí: ví que tenía un montón de metales, metales que ni siquiera podría haber ganado en mil amaneceres, y no lo entendía, no entendía nada… me sentía descolocado, completamente descolocado. Pensé mil cosas, y ella me decía:
-Tenemos que juntar metales para podernos ir a otro lado.
¿Y qué era lo que ella tenía en el bolso?
Cuando Valisel volvió no le dije nada. Estaba pensativo, pero me había quedado mal, aunque mi rostro no lo reflejara…
Un día, cuando terminó la jornada de trabajo, al fin de la cuarta hora, busco a mi amada y no la encuentro, pero bueno… pienso que habrá ido a hacer alguna diligencia. A todo esto, uno de los hoyumans se sentía mal –vomitaba-, y tenía que ir hasta el poblado a buscar una hierba sanadora. Pero claro, tenía que molestar al terrateniente, a pedirle metales, y marché hasta la hacienda. Golpeé la puerta, no me atendió nadie… no estaba siquiera el capataz. Me atreví y entré, lo llamé por el nombre, y nada… silencio. Subí los escalones, entré al cuarto del terrateniente y la vi a ella acostada con el hombre, con esa carne fofa, gorda, grasienta… y me quedé en estado de shock, como tildado, sin reaccionar, sin hacer absolutamente nada, ni un gesto en mi semblante. Salí corriendo, bajando los escalones de dos en dos, y me fui a refugiar en la cuadra. Ella me siguió detrás, acomodándose la ropa, y me abrazó… Me sacudí, me tomó del cuello y me dijo:
-Esto lo hice por ti, ¿por qué te crees que tengo tantos metales? Porque así nos podemos instalar donde tú quieras. El respeto que te tengo hizo que yo haya hecho esto.
Le espeté en el rostro: -¿De qué respeto me hablas? ¿¿De qué respeto me hablas?? A mí no me importa vivir en medio del bosque y no tener ningún metal, ¡me importaba tenerte a ti!-.
-¡Pero me tienes! ¿Por qué te crees que hice esto?-.
-¡No! ¡No te tengo!
-Es que a mí- me dijo… -haber estado con esa persona, el terrateniente, ¡me dio asco!-.
-¡Jé! Yo, la verdad, no creo- le respondí –que te de ni la décima parte de asco del que tú me das ahora-. La empujé, la rechacé…
Me abrazó: -¡Pero lo hice por ti!-.
-No...!! Porque si tú me conocieras, en las cuatro lunas que salimos, no hubieras hecho absolutamente nada, porque te lo reitero: a mí no me interesa el metal, a mí me interesa tu persona, lo que tienes adentro- y le di un empujón, ¡y le abrí el bolso y le tiré todas las monedas metálicas!
Monté en un hoyuman, un hoyuman mío que había comprado en el largo de todos estos amaneceres. Me puse una cazadora de piel de un animal parecido a vuestro zorro de Sol III, que también la había pagado con los metales que había ganado, y me fui en mi cabalgadura para el lado del norte.
Amaneceres, más amaneceres… mascando unas hierbas adictivas, pero que el mismo jugo de esas hierbas podía lastimar todos mis órganos internos… pero me había hecho adicto a esas hierbas. ¡Qué me importaba de mí! ¡Qué me importaba de mi vida! Esa estúpida mujer se había entregado a ese hombre creyendo que a mí me haría feliz con los metales... Estaba casi arruinado físicamente... hasta que finalmente llego a un poblado del norte y me encuentro con un guerrero. Él se presenta como Ligor, lo miro y no lo podía creer… me preguntó el nombre y le dije:
-Gabador- hice una pausa -¿Sabes que en los teatros de la zona central relatan tus hazañas con espadas de madera? Y los actores que te representan no son ni la mitad de lo que eres tú.
Ligor me dijo: -Todos somos mortales, nadie es mejor que otro.
-Perdona que te contradiga- le respondí -pero he tenido una experiencia amorosa que si me permites te la contaré.
Ligor no solo me escuchó, sino que también me comentó que esa hierba acabaría conmigo... y ninguna desilusión valía más que mi vida.
Estaba tan reactivo que pensaba que es más fácil dar consejo que llevarlos a cabo. Pero verdaderamente, no masqué más hierba. Quería darme la oportunidad para ser feliz, porque tenía engramas de abandono, engramas de traición, engramas de desprecio, engramas de ser poca cosa, engramas de no sentir nada por nadie, engramas de desconfiar de la gente, de sentir que no era útil para nadie… Y pensé que con la gente de Ligor podía salir adelante. Él me aceptó, y yo aproveché la mano que me tendió. Pero los engramas no se sacan con un chasquido de dedos, los engramas se llevan sobre los hombros conceptuales. De la misma manera que aún cargo con algunos engramas, debo reconocer el tremendo agradecimiento a Ligor, ya que cambió mi vida por completo.
Gabador, el mozo de cuadra, iba a tener una nueva vida sin traiciones, sin desprecios, sin abandonos…
Gracias por escucharme…
Relato de Valisel:
Si nosotros creemos que tenemos un conocimiento total, estamos equivocados. Debemos entender que cada vida, que cada momento es distinto a todo lo imaginado, a todo lo vivido anteriormente. Hay distintas circunstancias en la vida que te dejan con marcas, distintas circunstancias que uno no puede creer, aun queriendo hacer las cosas bien. ¿Cómo puedes equivocarte y todo lo que planificas te sale mal?
Nací en la zona ecuatorial de Umbro. Fui criada como mucama, igual que mi madre. Siempre fui humilde, siempre busqué lograr cosas, pero no para mi beneficio, sino para el beneficio de los demás.
Conocí a Gabador, un mozo de cuadra. Amable, atento… como ningún otro joven que había conocido antes. Nos hicimos amigos y empezamos a frecuentarnos, pero no teníamos metales para formar nuestra propia vida. Una vez tuve un mal pensamiento: nuestro patrón –el terrateniente-, tenía en su casa un cofre lleno de metales… y con uno sólo, ¡con uno sólo! ya tenías para comprar comida para una semana… pero nunca se me pasó por la cabeza robar nada porque intentaba ser honrada, pero por otro lado sabía que Gabador era mozo de cuadra y no me iba a dar un futuro.
Mamá y papá murieron jóvenes. Ella fue una criada, igual que yo y papá, un obrero en el campo que murió joven… y no quería terminar así. Un día el patrón me llama a la hacienda y me dice: -Conmigo puedes tener un futuro- y me muestra el arcón con los metales.
Pensé que me estaba diciendo como que quería que yo fuera la señora de la casa, pero no era así… Él tenía varias mucamas a su disposición y les daba como premio un par de metales, y entonces yo me puse a pensar: Un par de metales hoy, un par de metales al siguiente amanecer… y al otro… en varias lunas podría tener una bolsa llena de metales y podría irme con Gabador a otra región. Yo despreciaba al terrateniente porque era una persona que tenía una mirada que no me gustaba, no era amable, no era atento, para él era todo comprar con metal una casa, animales, tierras y hasta un comercio en el pueblo... pero no pensé en mí, pensé en Gabador, en lo que le podría ofrecer el día de mañana, y así le cambié al terrateniente caricias por metales, los cuales fui juntado en una bolsa que escondía en un hueco de mi humilde habitación, mientras la relación con Gabador se profundizaba. Pero una tarde que fuimos a ver una obra de teatro en la plaza del poblado, él me revisa el bolso y ve los metales, pero se calló, no dijo nada… a partir de ese día lo miré con la tensión porque veía en sus ojos algo distinto.
Una tarde me manda llamar el terrateniente y me dice: -Arminia está enferma, ven tú-, me tiró un par de metales, los cogí y los guardé en mi bolso, y estuve con él haciéndole caricias; y Gabador, que tenía que buscar unas hierbas en el poblado para un animal que se sentía mal, golpeó la puerta y no lo escuchamos… subió a los aposentos y nos vio. Salió corriendo y yo corrí tras él, y le expliqué, le expliqué… pero no me entendió, y me dice: -A mí no me importan los metales, ¡yo trabajando los iba a lograr! ¡Las caricias eran para mí, no para esa persona tan lasciva!-. Me quedaron distintos engramas de entender que, a veces en un mundo entero, ¡en un mundo entero!, conoces a una persona entre mil que tenga valores, que te sepa apreciar por lo que eres por dentro, no por lo que te ves por fuera… porque todo el mundo te mira como tú te muestras, y así no saben leer tu alma… y Gabador sí. Le insistí que para mí las caricias al terrateniente no significaban nada, que con eso nos labrábamos un futuro. -¿Qué futuro?- me respondió -¡No hay ningún futuro!-. Le dije: -¡Pero mira mi bolso!-, me tiró el bolso y los metales cayeron a la tierra. Cogió sus cosas y su cabalgadura y se marchó.
¿Cómo tenemos que obrar en cada vida? ¿Cómo valorar lo que verdaderamente es importante? ¿Cómo entender lo valioso, si cuando nos damos cuenta ya los amaneceres pasaron? Y nos miramos en el agua del lago y vemos que ya no somos jóvenes, y que no hemos hecho lo que queríamos, y nos ponemos a pensar: ¿qué queremos de nosotros mismos? Pero ya sea en Umbro o en Sol III, donde hoy estoy encarnada, miro a la gente y la veo con los ojos vacíos, con las miradas ausentes, sonríen y hablan automáticamente… Percibo como que no sienten, como que no entienden la vida, como que no entienden el camino, como si hicieran las cosas de memoria… y yo no soy así, puedo equivocarme... en distintas encarnaciones me he equivocado, y muchos aprenden de sus equivocaciones ¡pero otros no! ¿¿Pero quién me sabe explicar lo que es la vida??
Si es posible, aprovechando la gentileza de este receptáculo, quiero que ya mismo venga un Maestro de Luz: el propio tethán de este receptáculo, si puede; y yo lo voy a conceptuar y que me diga qué es la vida, qué hay que esperar, por qué hay gente que no perdona, que no comprende, por qué hay gente a la que le eres indiferente, por qué hay gente que prejuzga… ¿Cómo hacer para no estar vacío? Aquí percibo la Luz Violeta, dejo paso para que se presente el Maestro.
He dicho lo que tenía que tenía que decir.
Johnakan Ur-El:
Queridos hermanos, primero que todo mando toda mi Luz, y voy a responder las inquietudes de este querido tethán que ha encarnado como femenino en distintas oportunidades.
¿Qué es la vida? La vida es un cúmulo de sensaciones, la vida es vivenciar cada momento sin dejar de percibir el momento de los demás, la vida es entender que uno es importante y que la única manera de tender una mano al otro es estar de pie uno primero, la vida es entender que siempre va a haber indiferencia, la vida es entender que siempre va a haber desamor hasta tanto ese ser no evolucione.
Hay un espíritu Maestro que está en mi plano, y que dice: -¡Ten cuidado!, que el árbol no te obstaculice para ver el bosque-. No te centres en el indiferente, en el inconformista sin razón; céntrate en ti, hurga en tu interior, acepta lo importante que eres; porque todos, todos hemos cometido errores en cada encarnación, graves o no, pero errores al fin, y si el espíritu es inteligente aprende de esos errores, porque muchas veces, cuando la opción que elegimos no es la correcta, directa o indirectamente también le estamos enseñando a otros, y como dice el 10% de In-Amel: -Todo es por algo-. Y de repente, ese camino que quizás no has tomado, pero que te han empujado o te ha empujado la vida, es para que otros se cojan de tu brazo y también anden el mismo sendero… y quizás no seas la guía, quizás todos compartan el mismo camino, y que se guíen unos a los otros: que todos sean la Luz y a la vez, que todos sean los ojos; porque la vida no es un sinsentido, la vida tiene el sentido de la evolución, que muchos podrán aprovechar... algunos en menor medida y otros directamente dejan la materia inconclusa para otra vida, pero es así: el dejar la materia inconclusa también es aprendizaje. No podemos señalar, porque cada vez que señalamos a otros nos estamos señalando a nosotros.
Entonces, ¿dónde está la importancia? ¿Cómo trascender a veces en una vida donde la rutina y el ocio vencen a la diversidad? A veces la diversidad la crea uno mediante proyectos… pequeñitos, no importa, pero proyectos al fin. Uno crea ese destino, uno debe aprovecharlo, uno debe sentirlo… recién entonces podré indicarle a otro ese camino también, no antes… no antes.
La Luz Violeta para vosotros.
Relatos de Aldebarán 9 - Amed (en breve)
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