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Psicoauditación - Alejandro

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 28/12/2021

Sesión del 24/01/2022

 


Sesión 28/12/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Alejandro

En Gaela, con su esposa cambió de país para mejorar su vida y su entorno, reinaba la inquisición de la Orden del rombo. Y encontró gente dada, amable. Cambiarían las cosas.

 

Sesión en MP3 (2.698 KB)

 

 

Entidad: Nacimos en Lizia, la capital de Liziana. No me sentía cómodo con mi entorno ni con mis amistades ni con mis compañeros de trabajo, los veía como demasiado fundamentalistas con el tema de la Orden del Rombo.

 

Si bien yo era una persona que respetaba la figura de Dios, su esencia divida, no soportaba la religión transformada en inquisición y en pleno siglo XX, no podía entender, no podía digerir cómo la gente seguía siendo tan fanática.

 

Mi tos. En el norte de Liziana había trabajado una época y recuerdo que se activó un volcán, las cenizas se impregnaron en mis pulmones y si bien pasaron como siete u ocho años, todavía seguía tosiendo. Un tremendo malestar.

Finalmente arreglamos con mi esposa, Daniela, en marcharnos a Plena, a su capital, Ciudad del Plata.

Daniela me decía:

-¿Estás seguro, Alfonso? -Mi nombre era Alfonso Graciani.

Y le respondía:

-Sí, peor que aquí no nos va a ir. Por lo menos en Plena no existe ese fanatismo que sí hay aquí en Liziana.

 

Y nos marchamos.

Nos fue bien. Tuvimos dos hijos: el mayor, Doménico, el menor, Marcelo.

No fue tan sencillo como esperaba, me costó conseguir trabajo, hasta que finalmente lo conseguí en una empresa de mudanzas. Serapio, el encargado, era una persona tratable, pero Ribaldo, que venía de isla Brana, presumía como si hubiera nacido en Beta, el país del norte. Trataba de no hacerle caso, hablaba con los otros dos peones, con Abelardo y con Jacinto. Más de una vez discutí.

 

Llegaba a casa y Daniela me decía:

-Otra vez esa cara, Alfonso, ¿qué pasó ahora?

-Son insoportables, son creídos, piensan que como tienen más antigüedad que yo me pueden tratar como un principiante. Yo pongo todo el empeño.

 

Y después ella alquiló unos gabinetes para poder hacer terapias alternativas. Me molestaba, porque qué sé yo qué tipo de gente iba a atenderse. Había de todo. Y se lo dije más de una vez llegando incluso a discutir entre nosotros.

Hasta que me comentó que una tal Hermelinda, una señora paqueta, de mucho dinero, le consiguió trabajo en el club hípico. El club hípico era lo mejor, lo máximo que había de gente adinerada.

Pero me pasó una cosa rara, en lugar de sentirme contento porque Daniela había conseguido trabajo tenía una especie de celos, de benditos celos. Ahora ella ganaría casi el doble que yo, y yo toda la vida trabajé.

-Alfonso -me decía Daniela-, es todo para un fondo común, no importa quién gane más. Esto es de los dos, todo es de los dos.

 

Mi mente analítica lo entendía perfectamente, se llamaba aporte en común, pero no sé si mi mente reactiva en forma de machismo me hacía sentir mal porque yo aportaba menos trabajando el doble porque la mudanza era un trabajo muy pesado, muy pesado.

 

Pasaron los meses y una tarde, Hermelinda, la señora de dinero, le dijo a Daniela:

-Va a haber un festival, ven, por favor, con tu esposo Alfonso. -Me sentí como cohibido.

-¿Al club hípico, con qué ropa?

-Es una kermés, una especie de festival, no hace falta ir elegante.

 

Y finalmente fui. Mientras ella conversaba con la señora Hermelinda yo me quedé en una mesa tomando un combinado. Miraba para todos lados, veía a toda la gente con aires de superación, la mayoría creídos.

Un joven se acercó a mi mesa:

-¿Puedo sentarme? -Lo miré, tenía ropa distinguida pero su rostro inspiraba confianza.

-Sí, por favor, siéntate. -Me tendió la mano, se la estreché.

-Mi nombre es Pocho.

-¡Pocho! Eso no es un nombre, es un sobrenombre.

-Bueno, todo el mundo me conoce como Pocho.

-Yo soy Alfonso, Alfonso Graciani. La que está hablando con la señora Hermelinda es mi esposa, Daniela, Daniela Cardini. Somos de Liziana.

-¡Ah, mira! Tu señora se hizo muy conocida.

-¿En qué sentido?

-Tiene bastante clientela. Mira, ¿ves las chicas de aquella mesa? Esa insoportable se llama Cuca. Bueno, todas se hicieron clientas de tu señora.

-Bueno, bienvenido sea -le respondí.

-¿Y tú qué haces? -preguntó Pocho.

-Trabajo en una empresa de mudanzas.

-¿Y por qué tardaste tanto en responderme? Es un trabajo como otro cualquiera.

-¡Je, je! ¿Aquí en el club hípico donde todos tienen como mínimo cuatro sirvientes y tú me hablas de...

-Es un trabajo como otro cualquiera.

-Pero no para vosotros. -Pocho se encogió de hombros.

-Yo no le doy importancia, es lo mismo cómo se gane la vida uno.

-¡Je, je! Para ti es fácil, a mí me cuesta cada día, cada momento. -En ese momento Pocho se dio vuelta y abrió los ojos. Me di vuelta a ver a quien miraba, un joven muy bien vestido con un cigarrillo en la boca. Tenía un aire de importancia pero su rostro no era el de una persona presumida, era de una persona común, sonreía, conversaba con gente.

 

Lo miró a Pocho y se acercó a nuestra mesa:

-¿Cómo estás, Pocho?

-Bien, Jorge. Te presento a Alfonso.

-Un gusto, Alfonso. -Me estrechó la mano firmemente-. Mi nombre es Jorge Clayton.

-Jorge Clayton, le escuché hablar de ti a mi esposa. -Frunció el ceño.

-Discúlpame, ¿quién es tu esposa? -Le señalé adonde estaba Hermelinda.

-La señora que está hablando con Hermelinda, Daniela Cardini.

-¡Ah, ajá! Ahora sí. Te felicito, tu esposa está haciendo un buen trabajo aquí. -Volvió a mirarme, Jorge Clayton, y me dijo-: Pero veo que tú tienes como cierto aire de disconformidad.

-Honestamente, sí. Hay días que trabajo hasta doce horas o más en una empresa de mudanzas y lo que estoy ganando es muy poco.

-¿No te... no te incomoda si te pregunto?

-Adelante -dije.

-Aparte, ¿qué sabes hacer?

-Bueno, me doy maña con muchas cosas.

-¿Plomería, Electricidad?

-Sí, por supuesto.

-Estamos necesitando personal de mantenimiento en el club hípico.

-¡Vaya! ¿Y cuánto sería la cifra? -Me la dijo. Empalidecí-. Pero esto es cuatro veces lo que gano en la empresa de mudanzas, supongo que estaré todo el día como un encargado.

-No, no, no -dijo Clayton-, no, para nada. Es nada más para hacer los arreglos necesarios. Tenemos un encargado pero es un señor grande, muy bueno. Cualquier duda que tengas le preguntas a él. -Me sorprendí.

-¿Pero ya está? ¿Ya podría empezar mañana?

-Absolutamente.

-¿Pero tú tienes que ver con el club hípico?

-He invertido mucho en el club y me tienen en cuenta. Si yo contrato a una persona dalo por hecho. -Lo miré a Pocho, Pocho asintió con la cabeza.

-Es Jorge Clayton, un mecenas. Ha modificado tres salones del club hípico, ha vuelto a sembrar la pista de carreras. Te puedo decir que aquí es muy bien considerado.

Le tendí la mano y le dije:

-Obviamente que acepto. Y prometo cumplir.

Clayton me dijo:

-Mira, Alfonso, si falta alguna herramientas, piezas, cables, lo que desees, se lo pides al encargado y él me lo va a transmitir a mí. Prefiero que haya cosas de más y no de menos, por cualquier urgencia.

-Voy a ser honesto -expliqué-. Quizá no esté todo el día trabajando porque cuando no haya que hacer reparaciones, ¿qué?

-Siempre hay algo por hacer. Recorres el lugar por afuera, miras los techos si hay que hacer alguna reparación…

-¿Reparación?, ¡pero esto es todo nuevo!

-¡Je, je!, no, no te creas -dijo Clayton-, siempre hay cosas para hacer, siempre. -Me sentía contento porque trabajaría en el mismo lugar que mi esposa.

-¡Cuando se lo cuente a Daniela!

-Puedes contárselo ahora. ¡Hermelinda…!

 

Hermelinda se acercó a la mesa, se abrazó con Clayton como si fuera un sobrino.

-Mi querido Jorge…

-¿Cómo estás, Hermelinda? Contraté al esposo de Daniela.

-¡Ah, pero qué bien! -Me estrechó la mano.

Me atreví y le dije:

-Se ve que lo quiere mucho a Jorge.

Me miró y me dijo la señora:

-Es una excelente persona, ayuda a todo el mundo.

-La verdad que en la fila de agradecidos, ¡je, je!, súmenme a mí. Prometo que responderé.

-No hace falta que lo digas -exclamó Jorge Clayton-, sé que lo harás. Pero si tienes cualquier duda le preguntas al encargado. Si el encargado no está le preguntas al camarero en el mostrador y él me llama por teléfono. Si no estoy ocupado vendré enseguida.

 

Y me di cuenta de que de la misma manera que en Lizia, la capital de Liziana, había gente fanática, de la misma manera que en Ciudad del Plata en la empresa de mudanzas había gente creída, como Ribaldo nacido en isla Brana, había gente con muchísima fortuna tan humilde como el mayor de los pobres. Y me di cuenta que no se debe juzgar a la persona por la apariencia, los hechos son los que te hablan de cómo es una persona, únicamente los hechos.

 

Mañana será un nuevo día en un nuevo trabajo. Hoy hablaría con la gente de mudanza y presentaría mi renuncia. Le diría a Serapio, el encargado, que seguiría en contacto con él porque resultó ser un buen encargado.

Pero ahora se me abría un mundo nuevo.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 24/01/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Alejandro

En este nuevo país tenían una buena ocupación y bien remunerada, un filántropo confió en ellos y les ayudó. Aunque más tarde la clientela les causaría problemas y disgustos.

 

Sesión en MP3 (2.921 KB)

 

 

Entidad: Tenía una gratitud tremenda por Jorge Clayton, el hecho de permitirme trabajar en el club hípico. Y tenía toda la razón.

 

Recuerdo que le comenté -¿Cómo voy a arreglar techos si este edificio es nuevo?

Pero en la azotea habían puesto mal una membrana, una membrana de asfalto y se filtraban goteras que no llegaban al salón principal pero llegaban al cuarto de enseres. Tuve que levantar todo, el encargado de maestranza era una persona muy grande y ni siquiera podía trepar hasta la azotea, algo que me llevó días trabajando bajo el sol. Pero no me quejaba, era bien pago y eso era lo importante.

En el salón no hablaba con nadie, la gente de dinero me ignoraba, lo cual no me importaba en absoluto. Mejor, estaba tranquilo. Estaba vestido con mi uniforme de trabajo, no me metía con nadie. Los únicos que me saludaban eran el barman y los camareros. Y, obviamente, Pocho. De mucho dinero pero una persona tan... como tímida, pero accesible, simpático.

Recuerdo que me llamó aparte:

-Pasó algo muy grave, Alfonso.

-¿Grave?

-Mira, no te digo que nos sentemos aquí porque estás con ropa de trabajo, ven a la parte del haras. -Salimos afuera a donde estaban los caballos, y me dice-: Pasó algo con Daniela, con tu esposa.

Yo, reactivo, malo:

-¿Alguno se ha querido propasar con ella? -Yo siempre pensando. Quizá era una baja estima de mi parte que me hacía pensar que todo el mundo quería propasarse con Daniela.

-No, no -dijo Pocho-, es algo grave. Te he comentado varias veces de esa tal Cuca.

-¡Ah!, sí.

-La presuntuosa, esa que se cree más que todo el mundo, que por el dinero que tiene se cree una reina olvidándose de que no hay más monarquía aquí.

-¿Pero qué pasó?

-Daniela ha mejorado su trabajo, hacía digitopuntura, masajes, incluso sanación, pero mejoró su trabajo empezando a trabajar con tinturas especiales, y las chicas encantadas. Pero claro, esa tal Cuca aparentemente tenía algunas manchas en la piel y le echó la culpa a la tintura.

-¿Y cuál es el problema? Mi esposa trabaja con tintura buena.

-Claro, el problema son las palabras.

-No te entiendo -le dije-, ¿puedes ser más específico?

-Claro. La señora Hermelinda le vino a decir que había una demanda millonaria para el club.

-¿Por qué?

-No sólo eso sino una carta documento a tu esposa.

-Estoy perdiendo la paciencia. ¿Por qué, Pocho?

-Tú esposa le dijo a la señora Hermelinda que la tintura de ella es muy buena y que quizá, quizá Cuca sufra de vitíligo o alguna enfermedad de la piel.

-Bueno, ¿y dónde está el problema?

-Y el problema que Cuca la acusa, en la demanda, en la carta documento, de que es una palabra mendaz y falaz porque ella no es médica, y ahora divulgó a todo el mundo que ella tiene vitíligo.

-Perdón, Pocho, pero ella no dijo de que tenía vitíligo, dijo que si había algunas manchas que no era por la tintura y que podía ser vitíligo.

-Claro, pero como ella no es médica no puede nombrar nada, a lo sumo puede decir "quizá" tenga algo en la piel pero no se sabe qué.

-Claro, Pocho, pero es algo inocente lo que dijo.

-Está bien. Pero hay una frase que dice: "El ser humano es amo de su silencio y esclavo de sus palabras". Y ella lo dijo.

-¿Pero en la carta documento la demandan de algo?

-No, exigen que la despidan.

-Bueno, pero eso se va a solucionar, ¿no?

-No. Hermelinda dice que Cuca es muy poderosa y que... y que la despide.

-¿Perdón?

-A ti no, tú te puedes quedar. Pero ella ni siquiera a partir de mañana puede entrar en el club.

-¿Cómo lo solucionamos? -pregunté.

-No hay manera. Mira. -Miramos hacia afuera, lo veíamos; traje negro, camisa negra, zapatos negros, sin corbata. Elegantísimo. Fumando un pitillo.

 

Lo apagó en un cenicero y vino a nosotros:

-¿Qué sucede?

Pocho dijo:

-¿Cómo estás, Jorge? Hubo un problema. -Y le comentó a Jorge Clayton, quien me había dado el empleo, lo que pasó con mi esposa.

-Venid conmigo -dijo Clayton. La fue a ver a Hermelinda.

 

-¿Cómo estás Hermelinda? -Estaba reunida con otra gente mayor y de muy mal modo se acercó.

-¿Ya te han contado, Jorge?

-Sí. ¿Me puedes decir qué pasó?

-Espera, Jorge, espera; primero no me hables en ese tono.

-¿En qué tono quieres que te hable? Ya sabemos quién es Cuca.

-Insisto, no me hables en ese tono. Tú has hecho mucho por el club, yo hice más que tú, Cuca también ha hecho cosas, así que no eres el único importante aquí.

Clayton la miró a la señora y le dijo:

-Por respeto no le voy a responder de mal modo pero a mí no me hable en ese tono.

-Yo voy a hablar de...

-¡Alto! A mí no me hable en ese tono.

-No levantes la voz -dijo Hermelinda.

-¡Levanto la voz aquí y donde yo quiero! -Todos se dieron vuelta-. ¿Qué miran? ¡Cállense todos!

Pocho le tocó de la mano a Clayton y le dijo:

-Estás perdiendo el control.

-No estoy perdiendo el control, no me gusta la injusticia.

-Ya está decidido, Daniela está despedida.

-¿Quién lo decidió?

-Yo.

-Voy a hablar con la junta -dijo Clayton.

-La junta está de acuerdo conmigo.

-No pensé que eras mala persona.

-A mí no me digas eso, que puedo ser más que tu madre.

-He perdido mucho, Hermelinda, y a mí nadie me hace callar.

-Podemos hacer una moción para que te expulsen del club.

-Háganlo, háganlo. Yo soy una persona muy buena, muy muy buena, pero he ayudado a muchos y he sido una especie de psicólogo de muchos de la junta y sé muchas cosas. Y hay una cosa que te voy a explicar, Hermelinda: la gente piensa que yo soy bueno porque inauguré pabellones en hospitales, en fundaciones, en bibliotecas, pero yo no soy bueno, yo soy justo, y yo voy a poner en evidencia todos los secretos de varones y mujeres casadas que han engañado a sus esposas y a sus maridos.

-Eso es una basura.

-Sí, por supuesto que es una basura, una basura que se merecen las basuras de aquí. Y como la basura no ensucia a la basura, no hay ningún problema. Júntense, busquen echarme.

-¿Me estás llamando basura a mí también?

-Porque Hermelinda -Clayton encendió con su mechero de oro otro pitillo-, (Tose) yo sé que voy a dejar el cigarrillo...

-Pero aquí no puedes fumar, estamos en la sala de personas grandes.

-¡Je, je! Yo fumo donde quiero. Ustedes conocen a un Clayton, al Clayton accesible, al Clayton que brinda, pero no conocen al otro. La mayoría de ustedes son unos millonarios desgraciados.

-Te puedo dar una cachetada -dijo Hermelinda.

-Inténtalo.

-¿Me estás tuteando?

-Inténtalo, antes de que llegues te cojo la mano. Y tengo testigos de que yo solamente frené un golpe. Pero no hay problema, hagan lo que tienen que hacer.

 

Ven. -Me dijo a mí. Yo estaba pálido.

-Con todo respeto, Clayton -Me sentía como atemorizado-, me van a echar a mí también con el problema que has armado.

-Quédate tranquilo, quédate tranquilo. No te preocupes.

 

-Ven, Pocho.

-¿Qué piensas hacer?

-Nada. A mí no me van a echar, de verdad que tengo secretos.

-¿Y serías tan perverso de difundirlos?

-No, no, honestamente no, no soy tan basura como ellos, simplemente lo dije en un momento reactivo para que Hermelinda baje un poquito el tono.

-¡Le ha gritado!

-Sí, por supuesto que sí.

-Nunca te vi así.

-No.

-Ni siquiera cuando falleció tu padre.

-No, pero llega un momento en que... llega un momento en que te tocan el hígado y verdaderamente saltas, y verdaderamente te molesta. Este es el club hípico de capital, en Ciudad del Plata. En provincia hay otro club hípico con césped, que es mucho mejor que este. ¿Ubicas a Rapaz?

-¡Pero cómo no lo voy a ubicar, es tu mejor caballo!

-No, es el mejor caballo de Plena. No, es el mejor caballo del planeta. Tiene el record absoluto de la milla, un minuto treinta y un segundos la milla, el record anterior era de uno treinta y tres dos quintos, bajó en más de dos segundos el record de la milla. Lo voy a retirar, va a correr únicamente en el club hípico de provincia.

-Pero la cantidad de gente que viene a ver a Rapaz...

-Es el único caballo que tiene la cuádruple corona del Nuevo continente, ganó el premio de potrillos, ganó el premio al mejor jockey, ganó el premio de Plena y ganó el premio internacional de todo el continente. Y todos de punta a punta más tres carreas de antes: siete carreras invicto. Lo voy hacer correr en provincia. Y eso no es todo, voy a retirar el resto de mis caballos. El haras Clayton desaparece, va a estar en provincia. Y aquí no haré más nada.

-¿Pero entonces te vas del club hípico?

-No, simplemente retiro mis caballos. Ven vamos a sentarnos.

-No -dije-, Pocho dice que como estoy con ropa de trabajo...

-Estás conmigo -dijo Clayton-. Sentémonos. Ahí viene Daniela.

 

-Ven Daniela.

-¿Sabes lo que ha pasado?

-Sé todo, y he tenido una tremenda discusión con Hermelinda.

-¿Qué va a pasar ahora? -pregunté.

-Nada, Alfonso. Mira, voy a inaugurar un lugar especial en la Cuarta avenida. La Cuarta avenida quizá no sea de gente de tanta plata como en la Quinta o la Sexta, pero en la Cuarta avenida hay muchos negocios de ropa, de gente pudiente. Voy a abrir dos locales: Uno estará a cargo tuyo, Daniela, y el otro, que es un local de reparaciones, va a estar a cargo tuyo, Alfonso.

-¿Cómo te lo pagamos...?

-Es más; los locales van a ser con vivienda, por lo menos uno de ellos. Ya no precisarán alquilar más.

-¿Cómo te lo pagamos?

-Les voy a explicar, y Pocho ya lo sabe cómo me pagan a mí: haciendo lo mejor para la gente.

-Pero por culpa nuestra has quedado mal en el club hípico -exclamé.

-No no no no. Hay una cosa que yo siempre enseño, culpa es quien hace las cosas a propósito, responsable es el que hace las cosas sin querer. En este caso ni siquiera son responsables porque todo fue, y como lo dice bien Pocho, por la víbora de Cuca. Es más; si ella demanda al club, lo que Cuca no sabe es que yo tengo los mejores abogados civiles, comerciales, penalistas, porque los he ayudado a todos, incluso a un excomisario, y la demanda no va a prosperar y Cuca va a perder el juicio. Es más; si yo quisiera, tú, Daniela, podrías recuperar el trabajo. Pero honestamente, no vale... no vale el esfuerzo, van a estar mejor así, dueños de su propio trabajo, autónomos en la Cuarta avenida. Vas a tener tu propio salón, Daniela, de masaje, de acupuntura, y yo te conseguiré un importador con tinturas incluso mejores que las que tienes. Y, Alfonso, vas a prosperar.

-Gracias por ayudarme.

-No -me dijo Clayton-, te vas a tener que romper el alma.

-No entiendo esa expresión, explícame.

-¡Je, je!, significa que te vas a tener que romper el lomo, vas a tener que trabajar. ¿Pero sabes cuál es la ventaja? Vas a trabajar para vos, no para otro. Y eso no tiene precio. -Reactivamente, con mi ropa de trabajo manchada, sucia me abracé con Clayton.

-Espera, espera -dijo Pocho-, le estás manchando la ropa, tiene un traje nuevo italiano.

-¡Je, je, je!, no es nada, la ropa se compra. -Le llamábamos, yo que soy de Liziana, le llamábamos seda italiana a la ropa hecha en Lizia, y la ropa de Clayton era importada de Lizia.

 

Pero siempre me pregunté, ahora que tengo un nuevo trabajo y que soy mi propio dueño, ¿de dónde es importada el alma de Jorge Clayton, de dónde?, porque la seda italiana es de Lizia, la capital de Liziana, pero el alma de Clayton, ¿de dónde es importada? Sabemos que no es un santo, sabemos cómo se puso cuando discutió con la señora Hermelinda, pero él mismo lo dijo "Ser justo no es ser bueno", y si yo me tuviera que quedar con una de las dos virtudes, me quedo con la justicia, no con la bondad, porque a veces la bondad, y que me disculpen, ¿eh?, a veces la bondad es estúpida. Y no me retracto, no me retracto.