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Psicoauditación - Alex O. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Alex O. La entidad relata que quedó con engramas cuando debió ser la mano derecha del rey de la región, que antes de serlo había sido su humilde amigo y que mostraba haber cambiado tanto.
Entidad: La vida es como un camino serpenteante con altibajos, donde por momentos estás abajo, luego arriba, otra vez abajo. Pero eso no es todo; también hay bifurcaciones en el camino de esa vida donde tienes que elegir qué camino tomar, un camino que te lleva al abismo, un camino que te lleva hacia el pantano, un camino que te lleva a un desierto desolado, vacío, un camino que te lleva a un oasis o a un bosque. Pareciera ser pesimista mi forma de relatar lo que es la vida, es cierto que no hay felicidad completa porque aunque tengas buena familia, buen empleo de repente hay algo que empaña el cristal ¿no?, y no te deja ver la imagen del otro lado, tú propia imagen en el cristal del espejo.
Recuerdo una vida pasada como Silas. Mi padre había sido soldado. De pequeño yo practicaba el arte de la espada con mis compañeros jugando con espadas de madera y uno se acostumbra a lo que es. Yo era distinto. La gente cuando ve a alguien distinto le llama raro, pero en forma de insulto o en forma de desprecio. Yo a veces me iba del patio de armas y me iba al próspero patio feudal que había cuando era chico, una enorme feria donde vendían aves, hortalizas, carne de mamíferos, sillas de caña, escobas, y más o menos la gente comía.
Recuerdo cuando conocí al niño Rendo, era prácticamente de mi misma edad. Mis amigos no se juntaban con él porque era hijo de un mendigo, el padre siempre era mal tratado por los soldados grandes y el niño, el hecho de estar con el padre, siempre se escabullía debajo de las mesas de los que vendían en el patio feudal escapando al puntapié de los soldados. Me hice amigo por defenderlo de un niño más grande, no es que yo sea un experto en pelea pero recuerdo que le pegué un puntapié en la entrepierna y cuando se agachó un rodillazo en el mentón y lo dejé tendido, desmayado, y era un niño tres años mayor que yo, era una proeza. Y Rendo me admiraba. -¿Siempre me vas a defender? -No, es necesario que tú lo hagas. -Se quedaba pensando.
Yo también me quedaba pensando. A veces me sentía incómodo porque por un lado sentía ese afán de protección porque lo veía a Rendo tan indefenso, pero tan indefenso, tan indefenso. Pero pasaba más tiempo con él que con mis amigos, que eran hijos de soldados. Recuerdo que en una revuelta mataron a su padre, Rendo quedó huérfano. Yo me sentía incómodo porque decía "No va a durar nada, no va a durar nada". Y lo llevaron como esclavo al palacio, yo pensé "Va a ser un juguete de los soldados". Pero tuvo suerte, nuestro rey era el señor Murahasi y se fijó en Rendo, lo llevó como protegido, sentí como un alivio. Dejé de verlo. Y así fui creciendo, haciéndome experto. Fui trepanado en lo que sería la cadena de mandos. Mi padre era un buen soldado pero quizá le faltaba algo de carácter. Dicen que uno se va criando a imagen y semejanza de su padre. No, no, no, no es cierto, no es cierto. Yo tenía carácter, hasta quizás un poco de mal genio y eso me abrió paso entre mis compañeros porque ya cuando éramos grandes, que teníamos quince, dieciséis años, combatíamos con espadas de verdad para practicar y a más de uno lo herí, levemente, pero para hacerme respetar. Y me respetaban, y me respetaban bastante.
En una de las excursiones me entero de la noticia de que padre había muerto en una pequeña refriega. Yo decía "No puede ser, van más de cien soldados para tomar una aldea y de casualidad con una jabalina improvisada con una madero un labrador que no había matado ni siquiera a un miserable mamífero, justo le clava la madera en el corazón". Lo mataron a lanzazos al granjero pero eso no le devolvió la vida a mi padre. Ya casi cumplía los dieciocho años y era uno de los principales oficiales de Villarreal, el palacio del señor Murahasi. ¿Y a qué me refiero con que un camino puede tener altibajos, puede llevarte a un páramo desierto como puede llevarte a un gran oasis? Hubo siete amaneceres de luto cuando murió el señor Murahasi y todos a la expectativa a ver quién sería su sucesor porque no tenía hijos, no tenía parientes. Y de repente, por decreto real, el vocero lee que Andahazi era el nuevo señor de Villarreal. Pero la sorpresa más grande es cuando Andahazi me convoca, convoca al oficial Silas. Uno siempre hace las cosas bien pero que de repente el nuevo rey te convoque...
Llego a palacio, me anuncio. -Me escoltan soldados que ya me conocen y alguno de ellos ya tiene en el brazo la marca de mi espada-. Hasta que entro por primera vez en mi vida al salón real y veo a un hombre joven sentado, pero no vestido con una suntuosa ropa ni nada que ver, con una ropa de cuero pesada pero cómoda, no llevaba corona ni nada. Cuando me acerco -esto tomadlo como chiste: casi se me cae el mentón al piso de como abrí la boca de la sorpresa-, ¡era Rendo! -Acércate. -Señor -Me inclino. -¿Te asombras de verme como el señor de Villarreal? -De verdad, sí, mi rey Andahazi. -Noté que conservaba un poco las distancias, no me decía "¿Te acuerdas de mí, de Rendo, el hijo del mendigo?, ahora soy el rey, el señor de Villarreal". No, conservaba las distancias y yo conservaba mi lugar-. A tu servicio señor, dime qué deseas de mí. -Es sencillo Silas, tú eras leal para conmigo. -Lo fui señor y lo seguiré siendo. -Me recuerdo que me defendías cuando era un pobre mendigo. -Por supuesto señor, me recuerdo perfectamente. -Y tenías una lealtad inquebrantable aunque yo no significaba nada. -Para mí sí, señor, tenía un gran afecto por tu persona. -Bien, te nombraré mi lugarteniente. -¿Señor? -¿Te molesta, Silas, ser mi lugarteniente? -Frunció el ceño. -Mi rey Andahazi, es el mayor honor que he tenido en mi vida. Por supuesto que me siento feliz de ser nombrado vuestro lugarteniente y mi lealtad será mi vida, solamente muerto pasarán para hacerte daño. -Bien. Te mudarás aquí a palacio, no sólo serás mi lugarteniente sino mi consejero, hablarás con los nobles, hablarás con los soldados, dirigirás las tropas y en los momentos de soledad conversarás conmigo. -Señor, a tu disposición para lo que sea.
Andahazi, el señor de Villarreal me contó parte de la vida que yo no conocía. Sabía que su padre había sido mendigo, que él había sido maltratado, que se escondía bajo de las mesas de los vendedores feudales para no recibir golpes de los soldados. Luego supe que el señor Murahasi, el rey anterior, lo llevó como protegido y no lo vi más hasta ahora. En algunas conversaciones nocturnas me enteré por boca del propio Andahazi que el señor Murahasi le había cambiado el nombre, Rendo era un nombre de labrador, de mendigo y le puso Andahazi. Pero Murahasi era un hombre que no tenía pareja, que no tenía familia y al niño Rendo, luego Andahazi, lo vio con demasiada ternura, pero con una ternura, mmm... una ternura muy tierna, al punto tal que por la noche lo llevaba a sus aposentos donde le demostraba su ternura. Más explícito no puedo ser. Y así fue hasta que ya siendo Andahazi grande, Murahasi murió. En las conversaciones que tenía con el exniño Rendo, por su manera de hablar, por su forma de expresarse me di cuenta de que nunca olvidó las carencias de su niñez, tampoco nunca olvidó los abusos cariñosos de su protector.
Era fácil para quien sabía leer el rostro del otro y escuchar su entonación, su manera de hablar que su rencor había crecido a límites infinitos, y una persona con poder pero con rencor era difícil de contentar. Aclaro que conmigo siempre mantenía las distancias. Él de mí solamente quería mi lealtad, mis oídos para escuchar sus anécdotas y mi habilidad para poder conversar con los nobles y sacar de ellos quién verdaderamente era útil, quién verdaderamente quería obtener ventaja, lo mismo de los soldados. Pero Andahazi a su vez era bastante inteligente dentro de su rencor, visitó con mil hombres dos reinos, dos reinos pobres que apenas tenían lugar feudal, logró que se pusieran pacíficamente bajo su protección a cambio de mantener esos reinos. ¿Que los reyes mantenían su título? Sí, pero era un título de adorno porque Andahazi no sólo mandaba Villa Real sino los otros dos reinos. Llegó a tener diez mil hombres bajo su mando, seis mil que ya tenía y dos mil de cada uno de los reinos y ahora planificaba hacer una tremenda fiesta en el suntuoso salón que cabían más de seiscientas personas, un salón con una mesa inmensa que la atendían más de ochenta sirvientes, con una cocina acorde con más de ochenta cocineros. No me acostumbraba a tanto lujo. Andahazi me dijo: -Silas, te vestirás de una manera más elegante, pero siempre practica con la espada porque tú me has prometido que defenderás con tu vida la mía. -Absolutamente, señor Andahazi, absolutamente.
Y no lo decía para quedar bien, siempre, desde niño cumplí con mi palabra para bien o para mal, pero cumplía con mis compromisos. Había invitado a los reyes de toda la comarca cercana, ignoraba cual eran sus pensamientos... ¿Para qué la fiesta? ¿Para qué la invitación? ¿Querría expandirse más y que los demás reinos, al igual que esos dos reinos pobres, se pusieran bajo su protección? Si yo tuviera que marcar un error en la forma de conducir Villarreal es que se había gastado muchos metales en armamento, en fortalecer a la tropa, en tenerlos a todos conformes, recibían su buen sueldo, yo mismo tenía muchos metales ahorrados. Pero veía que el patio feudal estaba la mitad, la mitad que antes en cuanto abastecimiento; ya no se vendía tanta carne, ya no se vendían tantas aves, ya no se vendían tantas hortalizas, prácticamente se dejaron de fabricar sillas y bancos de caña porque nadie los compraba, era como más una guarnición militar que un patio feudal, y sabemos que todos los castillos necesitan la parte feudal para sostenerse con los impuestos.
Hay muchas cosas para relatar pero quiero profundizar en los engramas. Uno puede pensar que mis engramas de esa vida, en Villarreal como Silas, fue una vida tranquila..., que en realidad lo fue; la marca quizá me la dejó la muerte de mi padre en la excursión a esa aldea donde un simple labrador, de pura suerte, acabó con su vida. Engramas tenía en que era distinto, como dije antes. Para la sociedad ser distinto es ser raro. Y eso me molestaba de una manera tremenda. Nadie se hubiera juntado con Rendo y nadie podía adivinar en el futuro que el haber protegido al joven hijo del mendigo luego me daría la posibilidad de ser lugarteniente de quien luego fue Andahazi, el señor de Villarreal. ¿Si me sentía cómodo con el título? No, porque Andahazi era lo que hoy en Sol III llamaríais bipolar: por un lado apetitos de poder, por el otro lado baja estima de haber sido sometido por su protector tanto tiempo. Por otro lado ese afán de poder y sentirse el monarca absoluto de todo Umbro. Por momentos se sentía a la par de aquel que está más allá de las estrellas y por momentos se sentía alguien tan pequeñito. Porque cómo dije en el relato yo olfateaba, yo sentía el tono de sus palabras cuándo estaba eufórico, cuándo estaba depresivo, cuándo destilaba su odio, su rencor y cuándo desnudaba su alma mostrando esa baja estima. Pero yo como interlocutor me mostraba absolutamente neutro. Jamás, por mi integridad física, hubiera querido consolarlo porque una persona como vosotros llamáis así, bipolar, no sabes cómo va a reaccionar; tú lo quieres consolar y de repente de clava la espada en el pecho "¡Consolarme a mí, pero quién te crees que eres!", hubiera sido su respuesta.
No, no sé si lo mío pasaba por ser inteligente o por ser astuto, pero siempre estaba neutro, no agachaba la cabeza cuando se mostraba vanidoso, no me sentía protector cuando mostraba su alma. Y eso lo hacía sentir cómodo a Andahazi, sabía que conmigo se podía expresar abiertamente. No éramos los amigos de cuando fuimos niños, Silas y Rendo, no, no, no, ahora él era mi señor, él mismo no me daba la confianza, sabía que yo no me iba a tomar la confianza, pero de todas maneras no me la daba, él marcaba el límite. Lo marcaba innecesariamente porque yo jamás lo iba a traspasar, él lo sabía, así y todo él marcaba el límite. Y tal vez yo tenía un engrama también de... no sólo de sentirme distinto sino de que mi examigo ya no era mi amigo, era mi rey, mi vida estaba en sus manos. No, no me sentía cómodo y el no sentirme cómodo es uno de los engramas más grandes, y hay muy poca gente que lo entiende, porque no lo van a entender nunca, nunca, nunca.
Es todo lo que tengo por hora. ¡Ah! No puedo con mi aliento y se lo estoy transmitiendo a mi... no sólo a mi parte encarnada sino a este ser que está decodificando esto, que está al borde del desmayo por toda la angustia que le transmito, a él también lo dejo sin aliento. Gracias por escucharme.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Alex O. La entidad relata que era el segundo de un gran señor que pretendía quedarse con reinos de otros. Se generó engramas cuando tuvo que decidir si estaba con él o no.
Entidad: Me encontraba preocupado, bastante preocupado. Tan preocupado que mi lealtad que siempre fue inquebrantable se estaba resquebrajando.
Reconozco que me rescataron, y nada menos que el señor de Villarreal. Me crié en el patio de armas, prácticamente. A mi padre lo tenían en consideración porque era un buen soldado, hasta que murió. ¡Jé! Y pasé a ser lugarteniente leal de Andahazi.
Prácticamente era un cargo honorífico, todos me veían como el segundo. No, para el señor de Villa Real era él, y todos los demás cumplían un rol, desde los soldados hasta los barrenderos que limpiaban lo poco que había en el patio feudal. Desde los mendigos que comían los deshechos de comida hasta yo, como lugarteniente, eran puestos, títulos que no servían para nada. ¿Que me consultaban? Sí. ¿Que yo tenía más contacto con Andahazi que los demás? Sí. Pero he visto casos de hombres leales que por un error, por una equivocación o porque no cumplían con una determinada orden o se equivocaban en determinada encomienda eran destituidos o expulsados, lo cual era una suerte porque podían terminar ahorcados.
Sé que el señor sufrió muchísimo pero también sé que guarda un enorme rencor que lo transforma en una agobiante ansia de poder, por eso reunió a veinticuatro reyes, príncipes, nobles ofreciéndoles protección a cambio de quedarse con la comarca. O sea, que esa comarca pasaba a ser un protectorado de Villarreal aunque los reyes, los príncipes y los nobles conservaran su título, pero los soldados de las distintas guarniciones ya no les servían más a sus reyes, le servían a Andahazi. Y se ve que tiene un enorme poder de convicción porque de los veinticuatro monarcas, príncipes y nobles, diecinueve se unieron no sé si por temor, por conveniencia o porque no les molestaba, porque su ego les decía "Total, sigues teniendo tu corona. Qué importa. Al contrario; nadie te va a invadir porque el señor de Villarreal te va a proteger". Lo cual era cierto, porque Andahazi no le molestara, como si a él no le molestara nada porque en realidad lo que quería era figurar.
Yo lo escuché hablar solo muchas veces, y él me miraba y yo era sordomudo, hasta que me ignoraba cuando hablaba solo, lo cual me convenía. Lo escuché decir muchas veces "Se creen que serán independientes. Yo podré matar reyes y poner a sus hijos con la corona si veo que son más leales". Sí, me di cuenta que su rencor lo había enfermado. Y me di cuenta que había cinco, entre reyes, príncipes y nobles que no habían aceptado el convenio de protección y se avecinaba una guerra. Y de la misma manera que Andahazi tiene quién le espíe hay muchos en la fortaleza de Villarreal que son leales a mí, no porque traicionen a su señor sino porque saben que yo devuelvo favores. Y lo he hecho muchas veces. Hubo gente que ha espiado para mí y yo les he mandado el médico cuando sus hijos estaban muy enfermos, como muchos otros favores que he devuelto. Y como no eran complots contra el señor de Villarreal no tenían problema en hacerme o devolverme favores. Y a tres de esas personas los envié en comisión a que vayan a todos los reinos, principados y casas nobles a ver cómo estaba la situación.
A los siete amaneceres volvieron casi juntos y eso que fueron en destinos distintos, cada uno visitando ocho palacios o fortalezas. Uno de ellos llegó preocupado, los otros no. Fue el que visitó a los cinco disconformes. Y les dijo la verdad, que eran enviados por Silas, lugarteniente de Andahazi, simplemente quería saber cómo iba la cosa. Obviamente no eran tontos quienes recibieron a mi enviado, le dijeron que no aceptaban el pacto y no harían nada en tanto y en cuanto Andahazi no haga nada contra ellos.
La información me fue muy útil porque lo que yo hago es más que leer entre líneas, leer entre líneas es cuando hay algo oculto en el mensaje que el común denominador no lo capta, lo mío es leer lo que no se ha escrito, entender lo que no se ha hablado, captar lo que no se ha comunicado, y me di cuenta que todos ellos estaban preparados para la guerra. Y otro de los enviados, que si bien no fue a ninguna de las cinco casas que estaban en desacuerdo con la protección, vio gente que iba y venía, escuchó rumores en posadas, en cantinas, en tabernas de que había ciudades, ciudades grandes, que se iban a unir a la causa de los desconformes. Y pensé "Le comento lo que averigüé a mi señor". Puede pasar que me diga "Silas, si yo ya tengo mis espías ¿para qué averiguas por mi cuenta? ¿Qué planeas? ¿Qué planificas?". Porque aquel cuya mente está planificando entuertos, viendo cosas que no son piensa que todo el mundo hace lo mismo, e iba a quedar como sospechoso. Aunque insisto, mi idea nunca fue complotar contra él, simplemente dónde estaba parado, qué se avecinaba, qué tenía que esperar. ¿Si yo era cobarde? No, no, no, no; para nada, pero no me interesaba una guerra estúpida causada por una persona cuyo rencor lo cegaba, no me interesaba para nada. ¿Abandonarlo? ¡Ah! Me acusarían de traición y yo no soy traidor. Estaba en una encrucijada porque no sabía qué decisión tomar, de verdad que no sabía qué decisión tomar, me sentía como más que desconcertado. Y como diríais vosotros en Sol III, eso me causaba engramas, engramas de no tener un lugar de pertenencia, engramas de no saber si verdaderamente Villarreal era mi hogar, si me sentía bien ahí, verdaderamente. Tenía que evaluarlo o debería alejarme para ver de afuera si verdaderamente me sentía como aquerenciado con el lugar o era costumbre.
La decisión me vino sola. Andahazi me llamó una tarde, entré al salón principal suntuoso, gigantesco con faroles de aceite en todos los rincones. -Quiero que hagas algo por mí. Coge el mejor hoyuman, quiero que vayas a dos o tres poblados cercanos a ver qué dice la gente. -Sí, mi señor. -Preparé dos alforjas con agua, algo de comida. El señor Andahazi me dio varios metales dorados para el viaje. Le dije que era mucho. -Llévalos, tengo muchísimos más.
Y tenía autonomía, era el lugarteniente, nadie me vigilaría. Fui a mi habitación, en el piso tenía un pequeño hueco con todos mis ahorros, que como los había convertido a metales dorados no abultaban casi nada -pero de la misma manera que un metal dorado vale diez metales plateados y un metal plateado vale diez metales cobrados, un solo metal dorado vale por cien metales cobreados, y tenía casi treinta metales dorados más los cinco que me dio el señor Andahazi- y los llevé conmigo. Como que inconscientemente dije en mi mente "¿Por qué me llevo todo?, incluso alguna ropa de repuesto en una de las alforjas". No me sentía bien, en estos días había cogido una fiebre, y es que no hacía un clima tan malo, quizá mi misma ansiedad me había vulnerado la parte física. He leído mucho, no soy un simple lugarteniente que se queda apostado en un rincón esperando que su rey le dé una orden. Para nada. Viví practicando con la espada, viví leyendo, viví estudiando a la gente, podía ver los rostros, los semblantes, ver quien era falso, quien era genuino, no, no me iban a engañar tan fácilmente.
Y me marché. Bajo las órdenes de Andahazi. Me marché. Y hubo un cambio en mi vida porque en uno de los poblados conocí a una persona, una mujer de piel oscura, color ébano, bellísima, resplandeciente. Pero esa es otra historia.
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