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Psicoauditación - Ángel C. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 06/09/2021 Gaela, Ángel Pareyra Sesión del 09/09/2021 Gaela, Ángel Pareyra Sesión del 28/09/2022 Ran II, Ángel Béresor Sesión del 11/10/2022 Ran II, Ángel Béresor Sesión del 07/11/2022 Ran II, Ángel Béresor Sesión del 08/12/2022 Ran II, Ángel Béresor Sesión 06/09/2021 En Gaela se encontraba bien sin compañías esporádicas, se sentía bien solo. Su socio y amigo le animó a conocer cómo se divierte la gente, y fue. Volvió acompañado a su apartamento. Sólo sabía su nombre.
Entidad: Por un lado me sentía satisfecho: Arquitecto, cuarenta y dos años. Con mi socio habíamos hecho una obra que era el edificio más alto de Ciudad del Plata, la capital de Plena. -¡Ángel! -Y me sentía orgulloso por eso-. ¡Ángel! -Absolutamente orgulloso-. ¡Ángel Pereyra! -¿Qué? -Me di vuelta. -Te estoy llamando hace rato. -Era mi socio, Rogelio Ripel. Lo opuesto a lo que era yo. Rogelio era desinhibido, audaz, bromista, totalmente desenvuelto. Yo era lo opuesto.
Salíamos juntos a veces. No es que fuéramos amigos pero éramos compañeros, estábamos todo el día juntos en el estudio. Pero él tenía sus amistades y yo, ¡je, je, je!, yo podría decir que tenía las mías. Pero en realidad no tenía amistades, me costaba hacer amistades, me costaba salir de mi zona de confort, de mi apartamento. Un apartamento bien amueblado, con televisión, tenía un tocadiscos estéreo. Para los años setenta del siglo veinte, ¡vaya!, estaba bien montado mi apartamento. Y me sentía cómodo sin salir.
Ahora que habíamos logrado terminar la torre de Ciudad del Plata, de cincuenta pisos, salimos en todos los periódicos: "Ángel Pereyra y Rogelio Ripel, los arquitectos del año". Llevó tiempo hacer esa obra impecable con columnas y vigas fortificadas como para resistir dos veces el tamaño de ese edificio. Por sobre toda la seguridad. Cincuenta pisos y seis subsuelos, algo maravilloso. ¿Si habíamos ganado plata? Bastante dinero, bastante dinero.
Lo primero que hizo Rogelio fue anotarnos en el club hípico. -¡Para qué, Ripel, para qué! -¡Ay, Ángel, Ángel, Ángel! Hay que codearse con gente, siempre los mismos amigos no no no, hay que ampliar horizontes, Ángel.
Él quería ampliar horizontes, yo no quería salir de mi apartamento, me sentía cómodo, tranquilo, tenía mi freezer, tenía mi cocina. Abajo, de un lado tenía un bar, del otro lado un restaurant, podía comprarme comida y comer tranquilo en mi apartamento sin que nadie me molestara.
Pero, a ver, no es que yo me dejaba arrastrar o llevar de las narices por mi socio, Rogelio Ripel, pero no sé, a veces es como que ganaba la curiosidad.
Y decía: -Bueno, a ver, a dónde vamos. -Me invitó en la avenida Quinta, había un lugar donde se tomaba copas y también se bailaba. -¡Rogelio, esto es para jóvenes! -¿De qué me estás hablando Ángel, de qué me estás hablando? Esto es para gente de cuarenta para arriba, como nosotros. -Me encogí de hombros. -Bueno. -Vamos a sentarnos en los taburetes de la barra. -No, no, Rogelio, no, no, vamos a una mesa, yo me siento incómodo en la barra, parece que nos miraran todos. Aparte, es incómodo en un taburete. Vamos a una mesa, nos sentamos tranquilos y nos pedimos algo. -¡Ay, Ángel, Ángel, Ángel! Le pides permiso a un pie para mover el otro, ¡por favor! -Te dije que sí de salir pero vamos, por favor, a una mesa. -Y nos sentamos en una mesa. -¡Ah, qué tranquilidad, qué bueno! ¡Mira esas mujeres, mira, mira, están fichando! -¿Perdón? -¿Dónde vives, en una burbuja, Ángel?, fichar significa como que te están mirando. -Usas palabras coloquiales que no se te entiende. -¿Pero no sales nunca a ningún lado, Ángel? -Sí, me gusta ir a los cines de la calle peatonal. -Cines, cines, cines. En la tele tienes películas viejas para ver. Cine, cine, cine. ¿Qué haces en un cine, mascas chicle y qué más? Después sales, te comes un sándwich y te vuelves a tu departamento. No, esto es vida. Escucha esta música, qué buena. Voy a ir a la mesa de una de las chicas. -Yo me reía, les decía chicas y eran grandes como nosotros, cuarenta o más años. Como si me adivinara el pensamiento Rogelio se da vuelta: -¿Ángel, te sientes viejo? -No soy un pibe, tengo cuarenta y dos años. -Cuarenta y dos años, estás en la mitad de la vida. Por favor, por favor.
Y desenvuelto y desinhibido fue a la mesa de las chicas y se puso a hablar descaradamente con ellas, y ellas se reían. ¡Cómo...! La verdad que lo miraba y me sorprendía cómo lograba hacerlas reír. Yo me imaginaba yendo yo y que miraban para otro lado, como que era el hombre invisible.
Me señaló y me llama. Me daba vergüenza decir que no, obviamente me paré. -Hola -Y me presenté-, me llamo Ángel. -Te conocemos -dijeron las mujeres-. Ustedes son los que hicieron la torre del Plata. Deben estar forrados. -Lo miré a Rogelio, le hice un gesto disimulado como diciendo "¿De qué hablan?". Me abraza riendo: -¡Ja, ja, ja! -Y al oído me dice-, forrados significa como que tenemos plata. -Pero entonces qué, ¿aceptan por interés? -Sígueme la corriente, deja de pensar. ¿Nos podemos sentar con ustedes? -Por favor. -A ver mozo, otra ronda, y para nosotros también. El mozo, estirado, dice: -¿Van a dejar la mesa que están ustedes? -¿Y no ves que estamos acá? Agrégame a la cuenta lo que consumimos allá y lo que toman las chicas también. -Le habló en un tono despectivo al mozo, yo no me hubiera animado. El mozo agachó la cabeza y dijo: -Sí, señor. -¿Qué están tomando? -Lo que tomamos siempre nosotras, champán, por supuesto. -¡Champán, con lo caro que era!
Y Sergio me fulminaba con la mirada. Menos mal que yo no hablé, él daba a entender que con lo que ganábamos nos podíamos comprar diez bares como éste donde estábamos. Quizá era yo el que no asumía mi nueva vida. Y nos pusimos a bailar. -Rogelio, yo no estoy acostumbrado a bailar, no sé. -¿Por qué no te fijas en los demás? ¿Los ves hacer pasos raros así, esos de la tele? -No, hacen pasos comunes. -Y bueno, haz lo mismo. Por Dios, Ángel, por favor, baila normal, muévete normal, haz que te diviertes. -Sí, me cuesta. -Ángel, Ángel, Ángel, háblale a la chica al oído. -¿Y qué le digo? -No sé, pregúntale de qué trabaja, dónde vive. No... no me hagas perder tiempo, que voy a ver si logro algo con la mía. -¡Con la mía!, dice, cómo si fuera de su propiedad. ¡Ay!, este Rogelio, este Rogelio. La mujer me preguntó: -¿De dónde eres? -Estoy en la zona del centro, tengo el apartamento a pocas calles de nuestro estudio. -¡Pero qué interesante! ¿Y van a hacer otro proyecto? -Tenemos un proyecto excelente, vamos a hacer un puente en provincia, sobre uno de los ríos más importantes, el río Guapará. -¡Vaya! Va a tener que ser un puente bastante alto, pasan barcazas altas ahí, incluso barcos de carga. -Sí, sí, sí, ya tenemos los croquis y todo. -¡Pero qué bien! Se ve que ganas bastante. -Me encogí de hombros. -Bueno, es mi trabajo, es lo que hago. -¡Qué maravilla! Y debes tener un departamento muy bueno, ¿no? -Sí, cómodo, de tres ambientes. -¿Y vives solo? -Sí. -¡Ah!, ¿vives solo y tienes tres ambientes? -Sí. -Debes recibir muchos invitados e invitadas, ¿no? -¡Ja, ja, ja! -Yo me reí y no le contesté. Si supiera que no venía nadie a mi apartamento... Prácticamente se invitó sola: -¿Me invitas a conocer tu apartamento? -Sí... -Ella se presentó, se llamaba Nelly. Le dije a Rogelio: -Me voy con Nelly. -Me miró y se sorprendió. Le habló a su compañera al oído y me abrazó, y disimuladamente dice: -Mira que eres rápido; te hacías el tímido, te hacías el que le costaba hacer nuevas amistades y ya te la llevas al departamento. ¡Ah, vamos, todavía, Ángel, vamos! -Si supiera que se había invitado ella. -¿Te doy la plata del gasto? -No, no, nada. Anda tranquilo, yo me encargo de todo. Mañana nos vemos en el estudio y me vas a contar todo, con detalles. -Y yo pensaba entre mí "¿Qué le voy a contar?". Por suerte en casa tenía bebidas de todos tipo, tenía champán, coñac, whisky, cafés, tés.
Habíamos venido en el coche de Rogelio, así que tomamos un taxi. Llegamos a mi apartamento. Ella, desinhibida, se sacó el tapado y lo colgó sobre un diván. Me dice: -¿Qué tienes para convidarme? -Lo que quieras. -Un coñac. -Cómo no. Tengo varias marcas. -¡Ah, vaya! -Le convidé a un coñac añejo de Saeta y lo tomó con gusto. -¿Tienes música? -Por supuesto, tengo tocadiscos. -Puse mi tocadiscos, una música lenta, nos pusimos a bailar. Y se apretaba contra mí y me empezó a besar el cuello, la boca, todo. Yo me sentía duro como una estatua de mármol, ¿qué hago, la abrazo? Al final me dice: -¿Qué pasa, no te atraigo, no te gusto? -Cómo no -le dije-, me gustas mucho. -Y entonces, ¿por qué no me abrazas, por qué no me besas?
Entonces la cogí en mis brazos y la besé una y varias veces, y es como que me puse incómodo porque sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Y me hice la cabeza pensando "Me imagino lo que va a venir a continuación y no sé si podré, no sé si me sentiré..., no sé si me sentiré preparado". Finalmente ella me tomó de la corbata y me llevó arrastrando al dormitorio, me sacó la corbata, me fue desprendiendo la camisa... Bueno, al fin y al cabo tenía cuarenta y dos años, no era ningún niño, sabía lo que era la vida y ya tenía experiencia amorosa. Obviamente intimamos una, dos veces. A la mañana, cuando suena el reloj nos despertamos. Ella mira la hora. -¡Uy!, siete y media, me tengo que ir al trabajo. -Disculpa, Nelly, no te he preguntado de qué trabajas. -Soy secretaria, no en el centro pero en un barrio importante, en la Segunda avenida, casi cerca de donde termina el subte. -¿Te invito a desayunar? -No, no, no, no hago a tiempo. -Se vistió rápidamente. Yo todavía estaba en paños menores. Le digo: -¿La has pasado bien? -Claro, cómo no la voy a pasar bien. ¿Abajo está abierto o tienes que bajar a abrirme? -No, no, no, de adentro tienes un portero eléctrico, tocas y te abro. -Ciao, ciao, ciao. -Bajó. 'Tuut'-. Sí, soy yo. -Presioné, abrió la puerta, escuché el ruido-. ¡Ciao!
Me quedé como... ¿le habré gustado? No me pidió el teléfono, tampoco me dio el teléfono de ella. A mí me pareció que se sintió ben, ¿pero por qué no me dio el teléfono? Y me sentí perseguido..., no se fue satisfecha. En realidad me podía preguntar a mí mismo: "¿Cuánto hace que no traigo a una joven a mi departamento"? En realidad nunca. Siempre tuve relaciones esporádicas pero siempre fuera de mi apartamento. ¿Cómo no le pedí el teléfono?, era bastante interesante. Yo la pasé bien. ¿Querría más caricias? No sé. ¡Uf!
Bueno, no quiero prepararme nada en casa. Me duché tranquilo, me cambié de ropa, dejé la otra ropa para el lavadero. Fui al bar de abajo, desayuné rápidamente y me marché para el estudio.
Gracias por escucharme.
Sesión 09/09/2021 Le costaba dejarse fluir, temía la exposición a la gente. Pero entre su amigo arquitecto y eventuales amistades femeninas lo iba consiguiendo.
Entidad: -¡Vamos Ángel, hace media hora que te estoy esperando! Le respondí a Rogelio: -Es que no sé qué ropa... no sé qué ropa ponerme, ¡es el club hípico! -¿Pero desde cuando ese complejo de inferioridad?, hicimos una torre de cincuenta pisos, la Torre del Plata, es la más alta de la ciudad. Tenemos prestigio, en el club hípico nos aceptaron como si fuéramos magnates y te preocupas a ver qué ropa te pones. Informal, ¿o vas a ir a un club hípico de etiqueta?, no es una ópera. Ahí está, mira, con esa camisa blanca te pones el saco azul. Ya está. Zapatos deportivos, no hace falta negros con cordones. Ahí está, esos mocasines ponte. -Lo miré a Rogelio Ripel, a mi socio. Le digo: -Qué fácil es todo para ti. -¿Fácil no será al revés, querido Ángel Pereyra?, ¿no será que tú complicas las cosas? A propósito, antes de salir, ¿qué pasó con esa tal Nelly? -Fuimos a mi apartamento. -¡Ah, bien, bien! O sea, que me has hecho caso. ¿Ves que tienes labia? -¿Qué labia? No tengo labia, prácticamente se invitó ella sola. -Y tomaron unas copas. Obvio. -Me encogí de hombros. -Se quedó hasta el día siguiente. -¡Ah! Bueno, Ángel, bien, bien. -Sí, pero... -Pero qué, Ángel. -No me pasó el teléfono. -¡Ay, Ángel, que lerdo que eres! ¿Por qué no se lo has pedido? -Pensé que tenía que salir de ella. Quizá no seré tan..., cómo decirlo, tan desinhibido, tan audaz como tú pero algo entiendo. Sé que si le doy mi teléfono a los cinco minutos quizá lo rompe y lo tira en un cesto de basura. -A ver, a ver, ¿acaso es la única mujer? De todos modos no te fue mal. ¿Era linda o no? -Y sí -le respondí. -Y por supuesto has estado toda la noche. -Sí, pero no me dejó el teléfono. -Son detalles, son detalles. ¿Te piensas que conoces una mujer que va a tu departamento y que ya al día siguiente están comprometidos? ¿En qué mundo vives, en qué mundo vives? Eres un arquitecto famoso, tienes cuarenta y dos años, salimos en todos los diarios, ¿sabes a cuánto se venden los apartamentos de dos y tres ambientes en la torre? No te quieras imaginar. -¡Buf! Entiendo. Pero una noche no me cambia la vida, me sigue costando hacer amistades, me sigue costando desenvolverme en sociedad. ¿Qué hay en el club hípico? -¿Qué piensas que puede haber? Sé que no te gusta el polo, pero bueno, hay un bar inmenso donde te sirves los combinados que quieras. Aparte hay gente con la que puedes conversar, tener un poco más de roce social. Y te vas a ir adaptando a ese mundo, es un mundo nuevo. Aclaro, ¿eh?, para mí también, para mí también. Es cierto que siempre fui bromista, desenvuelto, pero antes de hacer la Torre del Plata yo también era un arquitecto más del montón. -Está bien. ¿Cómo estoy? -Sí, así, perfecto, informal. Coge las llaves, cierra el apartamento y vamos. -Y fuimos al club hípico.
Había muchos jóvenes en el bar. -No hay personas grandes. -¡Cómo no!, mira al fondo, mira esas damas. -Sí, pero parecen nuestras tías, son mayores. -Ángel, ¿qué pasa por tu cabeza? El hecho de conocer a una mujer, tenga treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta es experiencia. -¡Je! Eres demasiado mundano. -Eso es un elogio. -Eres demasiado sinvergüenza. -¡Ah, no, no, eso ya no es un elogio! ¿Pero por qué no?, lo tomaría como un elogio, no es malo ser sinvergüenza. Vivimos en una sociedad estructurada, Ángel, cuando a alguien le dicen sinvergüenza lo toman por alguien que es maleducado, por alguien que es desfachatado. ¿Por qué no desglosas la palabra? Sin vergüenza, sin pudores. Eso no significa que pierdas la cortesía. -Lo pensé.
Y Rogelio Ripel tenía razón. Si uno desglosa la palabra sinvergüenza no significa desfachatado, significa alguien que no tiene pudor por tonterías. Pero claro, hay límites para todo. El límite está en medir las palabras sin agraviar, sin insultar, sin ofender. Y se lo dije a Rogelio. -Detalles, detalles, detalles. Miren esa mesa, los dos jóvenes. Mira aquel que está tomando ese combinado. -Sí, pero son jóvenes. -¿No lo ubicas? -No. -¿En qué mundo vives?... Jorge Clayton. -Sí, es un... es un joven. -A ver, el 80% de la inversión para que podamos hacer la Torre del Plata es de ese joven que ves ahí. -Perdón, pero en la firma decía "Inversión de Sociedad del Plata". -Y sí, pertenece a este joven, Jorge Clayton. -¡Vaya! Lo solventan sus padres. -Aparentemente no, Ángel, aparentemente no, tiene fortuna propia. Y no solamente hace inversiones sino que ayuda a hogares, a fundaciones. -Pero qué es, ¿un mecenas? -No sé, no sé, pero aquí lo respetan todos. Lo menos que tenemos que hacer es agradecerle. -¿Cómo sabes de la Sociedad del Plata? -A ver, cuando alguien invierte desde el post "Próximamente gran torre. En dos años, cincuenta pisos", obviamente averiguan nuestros antecedentes. Hemos hecho cosas importantes, no como esta enorme torre pero hemos hecho cosas importantes. Y este joven se jugó. Aparte vio nuestros trazados y vio que valía el esfuerzo. ¡Ven, ven! -No, pero... -Ángel, ven.
-Hola... -Los jóvenes nos miraron. Clayton sonrió. -A ti te conozco. -A pesar de que Rogelio tenía dos años más que yo, cuarenta y cuatro, el joven lo trataba de tú. -¿Me conoces? -Sí, eres Ripel, Rogelio Ripel. -Y me miró a mí-. Y tú debes ser Ángel Pereyra. Sentaos, por favor. ¿Qué queréis tomar? -Un gin-tonic. -Lo mismo para mí. -Les presento a mi amigo Pocho. -Pocho nos saludó, era como más quedado. Pero estaba interesado a hablar con Clayton. Y le dije: -Verdaderamente te agradecemos, con Ripel, lo que has hecho por nosotros. El joven, desenvuelto, me respondió: -En realidad lo hice por la gente. El barrio se merecía una torre así y vosotros habéis hecho un excelente trabajo. Miré vuestros trazados. Rogelio, de una manera más audaz dijo: -Disculpa que te pregunte, ¿Has puesto otro arquitecto? -No. -Porque he visto algunas correcciones. -Las hice yo. Me pareció que la sala de los cuatro ambientes era demasiado grande y la reduje y amplié la cocina, y en la columna central puse la cocina embutida. -¡Vaya, vaya, vaya, vaya! -Rara vez lo vi a Rogelio Ripel asombrado-. ¿Pero tú tienes conocimientos de arquitectura? -Nociones, nociones, pero obviamente tengo ayudantes en la firma. Además, mis ayudantes cuando llevan un nuevo proyecto vosotros lo habéis aprobado. -No, sí sí sí -dijo Rogelio-, nos pareció bien, nos pareció bien. Ha quedado perfecta la torre, el frente una fachada preciosa. Pero te ha costado una fortuna. -En absoluto. Con la venta de los apartamentos ganaré el cien por ciento, aún contando con lo que he pagado a vosotros. -Bueno, de verdad te agradecemos.
El joven vio que yo era más quedado, que no hablaba: -Cuéntame de ti. -¿De mí? -asintió con la cabeza sin hablar-. Bueno, hace muchos años que trabajo de arquitecto, ahora tengo cuarenta y dos, y me encanta lo que hago. Tenemos un estudio iluminado, me llevo bien con Ripel... Somos distintos. -¿En qué sentido? -preguntó Clayton. -¡Je! Bueno, esto ya es personal. -Podéis contarlo o no, no hay problema, lo importante es el trabajo. Simplemente para conoceros, porque hay nuevas obras para invertir. Se metió Rogelio: -¡Ah, bueno! ¿Para hacer más torres? -No, en las afuera de Ciudad del Plata, para hacer directamente casas en country. -Bien, bien. ¿Hablamos de countrys privados? -Sí. Con la firma del Plata más contando con vosotros, los arquitectos Ripel y Pereyra, no va haber ningún problema con las ventas, va haber una demanda tremenda. -Bien. -Por eso quiero saber de vosotros. -Bueno, ambos somos solteros -dijo Rogelio. Me miró a mí: -Pero sois distintos. ¿Por ejemplo?... Yo dije: -Bueno, Ripel es más desenvuelto, yo soy más... ¿como diría?..., me cuesta salir de mi zona de confort. -¿Cuál es tu zona de confort -preguntó Clayton-, tu estudio? -Sí, pero más mi apartamento. Me siento seguro. El joven preguntó: -¿Seguro de qué, en qué sentido? -Que no me siento expuesto. -¿A qué le llamas sentirte expuesto? -Bueno, estando acá estamos los cuatro y miro a los costados y veo que la gente grande que está allá en el fondo nos mira, los chicos que están cerca del jardín también nos miran. -Es muy sencillo -dijo Clayton-, ¿cuántas veces habéis venido? Ripel dijo: -Yo es la tercera vez que vengo, pero a él, a Ángel, es la primera vez que lo traigo. -Por eso os miran. La gente es curiosa, preguntan "¿Con quién estará Clayton?". -Entiendo. El joven me miró: -O sea, ¿te sientes incómodo por las miradas? -Me encogí de hombros. -Digamos que sí. -¿Por qué? -Como dije antes, porque me siento expuesto. -¿Expuesto en qué sentido? Te miran porque son curiosos, es problema de ellos. O sea, no estamos en un campo de batalla, estamos en un club, un club privado, gente selecta y curiosa. -Lo que pasa que me cuesta desenvolverme en sociedad, también me cuesta hacer nuevas amistades -confesé. -O sea, que eres tímido. -Me encogí de hombros otra vez. -Supongo que sí. -Y sin embargo en todos los diarios está la foto de la Torre del Plata y vuestros nombres. Así que ahora sois famosos. Y cuando comencemos el country privado, más famosos todavía. -Eso es cierto -admití.
Se acercó una joven de unos veintiséis, veintisiete años. -Hola, Jorge, ¿quiénes son los señores? -Ángel Pereyra y Rogelio Ripel, arquitectos. -Ajá. -Pero no arquitectos comunes, ellos son los que hicieron la Torre del Plata. -¡No! -¡Sí! La chica se sentó al lado mío: -Permiso, ¿eh? Le dije: -¿Quieres tomar un jugo? -No no no no, un gin. Clayton se apresuró y le dijo al camarero: -Un gin para Myrna. -La chica me miraba, yo me sentía... No sé, cuarenta y dos años, demasiado joven. Clayton sonreía. Nos quedamos conversando hasta que ya era casi de noche. Ripel dijo: -¿Vamos a cenar? Clayton dijo: -No, tengo mucha tarea que hacer. -Su compañero, Pocho, también puso una excusa. La joven Myrna me miró y me dijo: -¿Me invitas a cenar? -Rogelio iba a hablar y Myrna lo cortó-. Disculpa, pero me interesa conversar con él. -¡Oh! Sí, sí, por supuesto. Yo me hago cargo de la cuenta. -Llamó al camarero y el camarero dijo: -Ya está todo pago, pagó Clayton. -Rogelio le dejó una propina y nos marchamos. -Nos vemos mañana -me dijo.
Y fui a cenar con la joven. Era la primera vez que cenaba con una chica tan joven, pero era muy desenvuelta, muy desinhibida. -¿Qué es de tu vida? -Me encanta lo que hago. -Está bien, ¿pero qué es de tu vida, qué te gusta: el baile, la música, salir? Supongo que te gustan las chicas. Tuve como una especie de coraje y dije: -Me gusta una chica. Tú. No se echo atrás, me dijo: -Tú también me gustas, Ángel. -Fuimos a cenar.
Cuando salimos: -¿Qué planes tienes ahora? -No tengo planes. -Y le pregunté-: ¿Qué planes tienes tú? -Ninguno, soy independiente. Vivo sola, mis padres viven en las afueras, así que no tengo problema de horario. -¿Trabajas? -Sí, tengo un pequeño despacho jurídico, pero tengo gente. -Te felicito, siendo tan joven... -No soy tan joven, tengo veintisiete años. -Bueno, para mí, que tengo cuarenta y dos, eres joven. -¡Ah! Me gustan los hombres más grandes. -Me cogió de la mejilla y me besó-. ¿Continuamos la noche? -Me encantaría -le dije-. ¿Vamos a mi apartamento? -La joven aceptó.
Fue distinto a... a la relación con Nelly. La joven Myrna era una pólvora, miraba todo, abría el refrigerador, se servía un trago de algo, paseaba, se sentaba. -¡Ah!, pero qué hermoso baño, voy a aprovechar para darme una ducha. -Si yo pensaba que Rogelio Ripel era desinhibido, comparado con Myrna nada que ver. Cuanto más desinhibida se comportaba ella más cerrado era yo-. Vamos, Ángel, ¿qué te pasa?, aún estás con toda la ropa puesta. Haz de cuenta que estás en tu casa, ¡ja, ja, ja! -Y se rió. Estaba en mi casa y me sentía como un invitado. ¡Pero por dios, qué tonto! Colgué el saco lo acomodé-. No seas tan estructurado, Ángel, acomodas todo. Pero tíralo por ahí, ya tendrás tiempo. ¿O no quieres bañarte conmigo? -Sí, por supuesto.
Tenía pudor, un pudor tremendo. Con Nelly no tenía ese pudor, no sé por qué. A lo mejor era... Una chica tan joven, me sentía tan expuesto... Terminó desabrochándome la camisa ella y prácticamente de la mano me arrastró al baño. Llenó la bañera con agua tibia. -¿Qué esperas para meterte? ¡Ah, pero qué bueno, tienes hidromasaje! -Apretó unos botones y el agua empezó a correr. Y empezó a besarme.
Se quedó hasta el día siguiente, al igual que Nelly. Pero antes de irse me dijo: -¿Quieres anotar mi teléfono? -Pero con todo gusto. Te dejo el mío. -Me dio un beso y se marchó. Me sentía como en las nubes.
¿Cómo fue la relación? Distinta. Por supuesto que hicimos el amor, pero ella me hacía el amor y hablaba y me contaba cosas, y yo estructurado decía "Pero para intimar hay que concentrarse". Ella me sacudía de los hombros "Deja de pensar, déjate fluir". Le llevaba quince años y ella me daba lecciones a mí.
Llegué tarde al estudio. Rogelio me dijo: -¿Cómo te fue con la niña? -Una pólvora. Y me dejó el teléfono. -¿Te das cuenta que fue un acierto ir al club hípico? Y ahora tenemos otro trabajo en un country gracias a Jorge Clayton. Eso sí... -Lo miré. -¿Qué? -La joven te dejó el teléfono. No te enamores, espera, deja que ella vaya dando los pasos, no la espantes. -¿Por qué habría de espantarla? -¿Por qué? Porque te conozco, porque te agarra el metejón y capaz que en dos o tres días le dices "Me enamoré de ti", y ya veo que la chica huye. Déjate fluir. -¡Ja, ja, ja! -¿De qué te ríes, Ángel? -Eso me lo dijo ella. -¡Je, je! ¡Ay, Ángel, Ángel, Ángel! Tienes todo servido en bandeja. Déjate fluir en serio, tómate las cosas con tranquilidad.
Sí, voy a tener que hacer eso, aprender a salir de mi zona de confort. O mejor dicho, que mi zona de confort sea el mundo entero. Gracias por escucharme.
Sesión 28/09/2022 En Ran II, la entidad era un conocido científico. Pero estaba acostumbrado a gestionar los asuntos evitando la presencia física, sin salir de su intimidad, temía el contacto, no era sociable con la gente. Le hablaron de un mejorador de almas, de un superador espiritual. Acepto ir, pero no sabría qué decirle.
Entidad: En Ran II, el mundo donde yo vivía, un mundo mucho más adelantado que el rol actual en Sol III, también me llamaba Ángel, Ángel Béresor. Y me gustaba mucho la ciencia, había nuevos ordenadores holográficos, móviles holográficos, televisión holográfica, era prácticamente el planeta entero el lugar de confort. Sin embargo para mí no era así, no tenía un apartamento tan grande, sólo un par de habitaciones, pero para mí era más que cómodo. Y evitaba estudiar en vivo, todo lo hacía por el holoordenador.
Vibró mi holomóvil, me llama mi amigo, Andor. -Ángel, qué bueno que te encuentro. -¿Qué ha sucedido? -pregunté. -Hoy a la tarde, a última hora, hay una conferencia de este afamado profesor Raúl Iruti. -Bien, espero la pasen y la veré. -¡No!, Gelio consiguió entradas, podemos ir. -No sé.
A mí me costaba mucho desenvolverme en sociedad, me costaba horrores incluso hacer nuevas amistades. A veces yo mismo no me daba cuenta el tesoro que tenía con estos tres o cuatro amigos que siempre me invitaban a distintos lugares. Y a veces se enfadaban, en broma, porque yo me negaba a ir. Andor me dice: -En el centro han abierto un nuevo restaurant, podemos ir luego de la conferencia. -No sé, dejadme que luego os llame.
Más tarde vibró otra vez mi móvil, Ilseo: -Hola, Ilseo, ¿cómo estás? -¿Andor te ha llamado? -Sí. -¿Vienes con nosotros? -Le dije que lo iba a pensar. -Ángel, Ángel Béresor, ¿qué tienes que pensar?, es Raúl Iruti. -Ya he leído un montón de vídeos subtitulados de Raúl Iruti, ¿qué sorpresa puede darme? -¿Hablas en serio? -me preguntó mi amigo-, ¿hablas en serio, Ángel? Siempre tiene algo nuevo este Iruti. -Está bien, está bien. -Cortamos la comunicación.
Me sentía tan seguro en casa, tan, tan bien... Bastaba con coger el holomóvil y podía encargar comida, ropa, que me la traían sin costo, y lo pagaba directamente con créditos que me descontaban de mi cuenta. Es más, las notas científicas que publicaba las mandaba a la editorial directamente desde el ordenador, había gente que era correctora y veían si tenía que modificar algo. Obviamente me lo decían. Y luego cobraba créditos por ello, por las notas. Después pensé que quizá podría sacar algo en limpio de la conferencia de este Iruti. Y voy a ir, tenía que vencer el medio a salir de mi zona de confort.
Recuerdo que una vez otra editorial me quería en vivo. "Nosotros trabajamos directamente con personas, hacemos raport con la persona y es más acogedor". Yo pensaba: "Sí, para ellos, no para mí".
Y es como que me invadió en ese momento un miedo irracional y decidí deslindar esa posibilidad, la dejé pasar. Hubiera ganado más créditos, pero estar rodeado de otras personas, no sé... Con mis amigos es distinto, ya los conocía, pero conocer gente nueva no, no. Pero no sabía cómo vencer ese pánico que me invadía, no sabía. Me podía, me superaba. Y me enojaba conmigo mismo, "Vamos, Ángel, vamos".
Me di un baño con vapor templado. Luego apreté un par de botones y salió un aire seco, prácticamente no precisaba usar una toalla para secarme, ese mismo aire seco dejaba mi cuerpo impecable. Me vestí.
Ni siquiera quería manejar, llamé a un holotaxi. Salí y había un último modelo. Subí al coche, le pasé la dirección. Se elevó sobre los aires, me daba como cierta impresión porque prácticamente todo el taxi era transparente. Podía mirar bajo mis pies, no veía ni siquiera un cristal, tampoco en el techo, tampoco en los costados, como si el chófer y yo estuviéramos suspendidos en el aire. Me daba como cierta sensación de que de repente iba a desvanecerse el piso, iba a caer al vacío. Por eso a veces pedía por el holomóvil taxis antiguos, que todavía había.
Y cuando llegué, una tremenda muchedumbre. Pero me pasó algo raro, algo muy muy raro. El hecho de estar con una muchedumbre que no me conocía, que hablaban entre todos, jocosamente, vaya a saber de qué, me tranquilizó porque vi que nadie reparaba en mí, yo era invisible. Y eso me hacía sentir bien, no es que se dieran vuelta a mirarme, yo para ellos era invisible. Hasta que los vi a mis tres amigos. -¡Béresor, has venido! Este Ángel cumple. -Nos sentamos en tercera fila. -¿Cómo habéis conseguido butacas tan cerca del escenario? -¡Ah! ¡Je, je!, eso es un secreto profesional, tengo buenos contactos.
La conferencia no fue larga, habrá durado treinta y cinco, cuarenta minutos nada más. Pero fue maravillosa, espectacular, fue prácticamente una clase de primer nivel. Es más, con nuestras invitaciones nos mandaban a nuestros ordenadores el holovídeo de la conferencia por si tuviéramos que repasar algo. Recuerdo que me dijeron: -¿No te molestas, Ángel, si te comentamos algo? -¿Por qué habría de molestarme? -repliqué-, sois mis amigos. -Lo que pasa que, muchas veces te has negado a salir, ahora por ejemplo vamos a este restaurant, por ti elegimos una mesa cerca de una ventana que tiene un largo cristal pero es en un rincón, como que estamos alejados de la gente, porque sabemos que tú te cuesta..., te sientes como que te exhibes cuando en realidad la gente ni se fija en ti. -Ok. ¿A dónde quieres llegar? -Tú no sabías que Raúl Iruti era... -Lo interrumpí. -¿Genetista? Pero cuando estudiaba he leído hololibros suyos que... que fueron los que prácticamente me formaron. -No, pero no nos referimos a eso, él es un mejorador de almas. -¡Ah!, bueno, ¡je, je, je! Traducidlo, por favor, porque no entendí nada. -Sabemos que a ti te cuesta hacer amistades, sabemos que a veces dejas pasar oportunidades, como en ese empleo que tenías que hacerlo en persona y hubieras ganado muchísimo más y lo has dejado pasar. -Está bien. ¿Pero a qué viene todo esto? -Este profesor Iruti, querido Ángel, es un superador espiritual. -Sigo sin entender. -Tú puedes pedir una consulta con él. Él te atiende, conversas como si conversaras con un amigo, y él te puede orientar cómo superar esos miedos. -¡Je, je, je! -Sonreí-. Aunque fuera cierto, aunque fuera verdad, con lo conocido que es esta persona debe tener turno de aquí a seis meses. -No. Acuérdate de lo que te dije en la conferencia, tengo contactos, te puedo conseguir de aquí a menos de una semana. -¿Y contarle mis cosas? No sabría cómo empezar. -"Hola, que tal. Un gusto. Me llamo Ángel Béresor. He leído obras suyas, me han gustado. Pero me pasa esto y me pasa aquello". Te va invitar a sentarte y vais a conversar de los temas. Que tengo muchos amigos que han ido y me han dicho que tiene mucho carisma. Se trata de animarse. -Dejádmelo pensar. -¿Dejádmelo pensar? ¿Dejadme pensar si voy a ir a la conferencia? ¿Dejadme pensar si luego voy al restaurant? ¿Qué opinas del restaurant? -Miré. -Me encanta. Me encanta como está distribuido todo. -Y cuando pruebes la comida, unos vegetales que te van a encantar. -Vaya, bueno, bien. -¿Entonces no estás arrepentido de haber venido? -No, la verdad que no -respondí. -Bien. Lo mismo te va a pasar si vas a la consulta de Iruti.
Se trataba de atreverme, se trataba de enfrentar mis temores. ¿Por qué al fin y al cabo qué es un miedo irracional? Un miedo que no razona, un miedo porque sí. Y en realidad no debería ser así porque todo miedo tiene una causa y toda causa es racional. Pero no era lo mío porque a veces no le encontraba causas, motivos. Dicen que toda acción tiene una reacción. A veces yo reaccionaba sin que hubiera una acción primaria. Y eso era algo a resolver, todavía era una persona joven y no podía seguir así.
Después de probar los ricos vegetables, que de verdad estaban riquísimos, acompañados de un zumo de frutas, les dije a mis amigos: -Bien. No sé quien de vosotros, ¡je, je, je!, es el que tiene el mejor contacto, pero conseguidme un turno. -Me palmearon el hombro, vitorearon-. Bajad la voz, la gente nos mira. -Ángel, Ángel, cada uno está en su mundo. Quédate tranquilo, no te preocupes, simplemente sonreímos, simplemente vitoreamos en voz baja. Distinto es cuando uno hace un escándalo, nosotros jamás haríamos algo así. -Lo sé, lo sé. -Y acepté el turno de ver a Raúl Iruti, lo vería en pocos días.
Mientras tanto, ya otra vez en mi apartamento me invadía la ansiedad. ¿Pero será posible?, salgo de una y me meto en otra. Me planifican una consulta para vencer mis miedos irracionales y ahora me invade una ansiedad desconocida. ¿De qué hablaremos? ¿Qué me dirá? ¿Qué le diré? Mis amigos me dirían: "Deja de pensar, espera a que llegue el momento". Pero para mí era imposible, para mí era imposible. Hasta que llegue el momento sería una agonía, no sé si tendría tiempo de escribir notas científicas, mi mente estaría pensando en qué pasaría en la consulta. Otro tema más a resolver. Pero el primer paso ya estaba dado. Había dado el sí, me había comprometido. Y tenía que cumplir con ese compromiso.
Sesión 11/10/2022 Seguía teniendo gran inseguridad en relacionarse con los demás, por un lado se sentía observado, pero por otro sentía que no era ni percibido. El profesor Iruti le dijo que debía adaptarse a las circunstancias, confrontar sus miedos. Y que todo lleva su tiempo.
Entidad: Mi amigo me tocó el hombro y me dijo: -Ángel, mira quien viene, Antonio Lopardi. -Me di vuelta, Antonio Lopardi siempre con una imagen de ganador, un traje cortado a medida, rostro sonriente. Lo saludé. Me saludó: -Ángel, Ángel Béresor, ¿cómo estás? -Bien, bien. -¿Bien? Pero estás con ese gesto adusto. -No, estaba tranquilo simplemente. -Bueno, ¿me estaban esperando a mí?, vamos, tengo el coche afuera. -Me resigné. Íbamos a un local de música donde se tomaba algo y el que quería bailar, bailaba.
Al día siguiente lo fui a ver, de vuelta, al profesor Raúl Iruti. Le comenté sobre el imán que tenía este Lopardi sobre la gente. No sobre las chicas sino sobre las amistades, sobre los conocidos. Me preguntó: -¿Y cómo es? -Bueno, es atractivo, con un traje bien cortado... -El profesor Iruti se encogió de hombros. -Lo atractivo es algo relativo. O sea, hay personas que lo pueden ver a este joven del que me hablas y no les resulta atractivo y te pueden ver a ti y les resultas atractivo. En cuanto al traje bien cortado, tú tienes todas las posibilidades de usar el traje que quieras o ir de elegante sport. O sea, lo que me cuentas es relativo. -Lo miré al profesor. -Lo que no es relativo es el carisma. Lo primero que dijo al llegar ayer es: "¿Qué te pasa con ese rostro tan adusto?". -Está bien, sintió curiosidad y te preguntó. Ahora, ¿por qué él estaba sonriente y tú con rostro adusto? -Me encogí de hombros. -Primero, como le comenté la vez pasada, porque me cuesta hacer nuevas amistades y salíamos del bar y nos íbamos a un lugar de baile. -¿Y en qué está mal eso?, es un lugar para divertirse. -No me sentía bien, se lo dije la vez pasada, me cuesta desenvolverme con la gente. Él bailó con tres o cuatro chicas distintas. -¿Y tú? -Lo miré. -¡Je! No, me quedé en la mesa tomando algo. -¿No sabes bailar? -Sí, pero no tan bien como... no tan bien como él. -A ver, esto no es una competencia. Yo puedo no bailar bien, pero si la persona que baila conmigo yo le gusto o le gusta mi carisma, lo que menos le va a importar es cómo baile, salvo que la haya pisado diez veces en diez minutos. ¡Je, je! -Lo que pasa que mi rostro ya directamente no genera carisma, por eso dejo pasar oportunidades. En todos los aspectos. -A ver, una cosa es dejar pasar oportunidades en lo laboral cuando te ofrecen algo más, porque no quieres salir de tu lugar de confort, pero conocer a alguien es algo normal, conversas. -¿Y de qué puedo conversar con alguien? -¡Pero hay mil temas! Aparte, no tienes que ser tú el que inicie la conversación, puede ser la otra persona y tú sigues el hilo del tema. -Está bien. Supongamos, profesor, que me pregunta qué cosas me gustan. -Le respondes. -¿Qué me gusta? -No no no, a mí no me lo tienes que preguntar, te lo tienes que preguntar a ti. O sea, qué te gusta, qué cosas te gustan, qué cosas te agradan, qué cosas te gusta hacer. -¿Ha echado algo en el aire? -Sí, un ozonizador purifica el aire. -¡Ah, bien, bien! ¿En qué estábamos? -En que tú te preguntabas a ti, o a mí, qué cosas me gustan. Bueno, ¿qué cosas te gustan? -Bueno, me gusta leer, estudiar, investigar, sentirme seguro. -Está bien, está bien. Ángel, eres una persona inteligente, eres una persona que ha aprobado cursos con muy buenas notas, no me imagino que... Supón que conoces a una joven y te pregunta, "¿Qué cosas te gustan?", ¿qué le vas a responder, sentirme seguro? -¡Je, je! Se burla profesor. -No, para nada, para nada. Eso me lo puedes decir a mí, pero haz de cuenta que no soy Raúl Iruti, haz de cuenta que me conoces en la pista de baile y de repente nos vamos a sentar a una mesa y quiero saber de ti, y te pregunto qué cosas te gustan. -Bueno, respondería mi trabajo. ¿Por qué se me queda mirando? -Está todo bien. Pero hay más actividades, algún deporte... -El atletismo me gusta, me gusta la astronomía. No tiene nada que ver con lo que yo estudié pero me gusta, me gusta la historia. -Pero con respecto a actividades cotidianas, ¿vas alguna vez a algún holocine? -No, ¿para qué?, tengo una pantalla de holotelevisión gigantesca. -Está bien, eso lo puedes decir: Me gusta ver películas, pero las veo en casa, me siento cómodo. -Pero puedes invitar a amigos, amigas. -Me sentiría invadido. -Ángel, me daría la impresión como que tu hogar lo consideraras como una ostra cerrada donde te sientes seguro porque evitas el contacto con gente. -¿Pero no es que hay algunos libros o hololibros que dicen "Sentirse bien con uno mismo también es bueno"? -No tengo ninguna duda -me respondió el profesor-, absolutamente ninguna duda. Pero también es importante sentirse bien con los demás, también es importante interactuar en sociedad. -Quizá lo que diga haga que usted me prejuzgue. -No no no no, yo no prejuzgo, yo trato de orientarte. ¿A qué te referías? -A que no toda la gente me cae bien, no toda la gente me cae bien. -Yo pienso que eso es una cuestión que le pasa a muchos, pero no es algo grave. Rodéate de gente que te caiga bien, rodéate de gente con la que te sientas cómodo; varones, mujeres, no importa, pero que te sientas cómodo. Y entonces no tendrás problemas en salir de ese encierro, de esa zona de confort. -Se lo dije la vez pasada, es como que a veces me... me invade un miedo irracional. -Lo cual no es lógico. -De eso se trata, por eso digo miedo irracional. El hecho de que no lo pueda razonar, de que venga y no sepa por qué, como... como si tuviera un ataque de pánico. Pero no, no es un ataque de pánico es algo que me invade y no lo controlo. -Y cuándo fuiste a ese baile, ¿cómo te sentiste? -No estaba incómodo, pero quería que terminara y volver. -¿No te gustaba la música? -Sí, me gustaba. -Incómodo, ¿por qué? -Me imaginaba que alguien me viniera a hablar y no sabría qué decir, de qué hablar, qué tipo de conversación llevar. -Ángel, eso sale en el momento. La gente que viene a hablar contigo no es que te esté prejuzgando, no es que está indagando en tu vida, es gente puede tener sus problemas y buscan otro contacto para no sentirse solos. ¡Je, je!, me da la impresión como que te imaginas que en el baile o en un bar o en una reunión todos te miran a ti. -Y a veces sí. Algunas veces voy a un restaurant a comer solo y me... me invade un tremendo dolor de estómago porque siento que todos se fijan en mí. -No, Ángel, cada uno está en su mundo, cada uno está... Algunos están solos y cogen la holotablet y miran las noticias mientras comen, otros conversan con un amigo, otros con una pareja. No te prestan atención. -Entonces tengo razón yo -dije-, paso inadvertido. -¿Pero acaso no es lo que buscas? -La gente no se fija en mí. -No no. Espera espera espera, ahora te estás yendo para el otro lado. Primero sentías como un malestar estomacal porque sentías como que todos te miraban comer, luego yo te digo que no es así y te pones mal porque te sientes ignorado. Y en realidad no es ni una cosa ni la otra, la gente no es que no te presta atención porque te ignora, es porque están ocupados en ellos mismos, en leer la holotablet, en conversar con su pareja, en conversar con amigos, en llamar al camarero para que le dé el código para pagarle los créditos de lo que consumió. Cada uno está en lo suyo. Eso no es ignorarte, porque otros podrán pensar lo mismo de ti, "Mira esa persona tan adusta, no se fija en nadie, no le importa nada", cuando tampoco es así. Tienes que dejar esa costumbre de estar pendiente de los demás en si te aprueban o si te expones demasiado y te están mirando todos. Es que no es ninguna de las dos cosas, no es ninguna de las dos cosas, ni pasas desapercibido, ni todo el mundo te está prestando atención, cada uno está en su mundo, en lo suyo. -Sin embargo cuando este amigo mío del traje bien cortado entra a un lugar, se dan todos vuelta. -Es que a él le gusta llamar la atención, es otro tipo de persona, ni mejor, ni peor, tiene otra forma de ser. -¿Y yo tengo que ser así? -No, no. ¿Por qué?, ¿acaso te interesa ser la copia de alguien? No, no. Tú eres tú, tú eres Ángel, Ángel Béresor, no precisas comprarte un modelo de traje como el de él y sonreír para caer bien, no, cada uno es como es. Tampoco es necesario que vayas para todos lados con el rostro adusto. ¿Te presentan a alguien?, sonríe normal. Aprieta la mano firme pero sin apretar demasiado, normal. -Lo normal para mí es difícil. -Se trata de adaptarse. -¿Usted dice, profesor, que tengo que acostumbrarme? -No, no me convence la palabra acostumbrar, yo hablo de adaptarse a las situaciones en todos los aspectos. Y eres inteligente, lo puedes lograr perfectamente. -¿Qué hago con mi miedo, lo escondo? -No, el miedo se confronta. -Hay gente que es valiente, que no tiene miedo. -No, Ángel, valiente no es no tener miedo, el que no tiene miedo es un inconsciente. Valiente es el que tiene miedo y lo confronta. -No me diga que usted ha tenido miedos. -Seguramente que sí. -¿Usted, profesor?, lo veo tan seguro... -He tenido miedos y muchas veces he pasado por situaciones límite. -Vaya, vaya, eso no lo sabía. Entonces debo confrontar. ¿Y qué diferencia hay entre confrontar y enfrentar? -En que no se trata de luchar contra tus miedos, Ángel, el miedo no es tu enemigo, se trata de confrontarlo. -Me lo hace muy fácil, pero llevarlo a cabo no es tan sencillo. -Seguramente que no. Nadie da un giro de ciento ochenta grados de golpe, es un trabajo que lleva su tiempo, Ángel. Le estreché la mano y me fui, esta vez bastante aliviado. Pero el trabajo lo tenía que hacer yo, ¡je, je, je!, absolutamente yo.
Sesión 07/11/2022 Sin esperarlo fue invitado a salir y se encontró en una reunión de amigos que salían a distraerse después del trabajo. No hubiera querido ir, tenía apuro, pero al despedirse de todos reconoció haberlo pasado bien. Era un primer paso.
Entidad: Qué grande que es Ciudad Central, la primer ciudad de Ran II. Qué vacía la noto. Miles y miles de personas en los heliocoches, miles y miles viajando, miles y miles trabajando en las oficinas, pero la veo tan desolada... ¿O soy yo quien está desolado porque me cuesta hacer nuevas amistados, porque me cuesta desenvolverme en sociedad, porque tengo miedo de salir de mi zona de confort y por eso me siento más cómodo trabajando desde mi hogar? Me ofrecieron trabajos importantes donde ganaba más créditos, pero dejaba escapar las oportunidades porque me invadía un miedo irracional por tener que salir de mi hábitat.
Dos veces lo había consultado al asesor espiritual Raúl Iruti, un señor de mediana edad, amable, atento, diciéndome palabras sabias. Pero hoy, honestamente, no tenía deseos de ir a verlo. Pero como dicen que las cosas no son casualidad sino causalidad, me suena el holomóvil cerca del mediodía. Atiendo, era Raúl Iruti. -Sí. -¿Ángel?, ¿Ángel Béresor? -Sí. -¿Qué pasó, no hacemos la consulta? -De todos modos no tenía hoy deseos de acercarme. -No, no, te paso a buscar con mi heliocoche. -¿Perdón? -Es una invitación. -Eeeh... Estoy trabajando... -Vamos, Ángel. -Estoy trabajando, de verdad. -Ángel, esto te va a ser útil ¿Tienes confianza en mí? -Sé que su técnica es buena, pero no entiendo... ¿a dónde tenemos que ir? -Es una sorpresa. -¡Ja, ja! No soy amigo de las sorpresas, generalmente las sorpresas me han dado disgustos. -¿Confías en mí, Ángel? -No quiero parecer ofensivo, pero confío en lo que conozco. -¿Te hago una pregunta? -Sí. -¿Cómo puedes conocer lo que aún no te has atrevido a hacerlo? -Profesor, eso es un juego de palabras. -Pero es real, Ángel. Si no te atreves a conocer algo, ¿cómo luego puedes saber si es bueno o no lo que conoces? -Me está envolviendo con juego de palabras. -¿Entonces? -No, no tengo ropa de gala. ¿Ropa de gala? Sport, elegante sport. Lo más cómodo que puedas. Paso en media hora. -Lo que pasa que... -Y la comunicación se cortó.
Me di una ducha de vapor, el vapor ya directamente salía perfumado, odorizado, y me vestí deportivo, pero elegante. Pasado veinticinco minutos subo a la terraza, aparca el heliocoche de Raúl Iruti: -Sube. -Había otra persona más-. Mi hermano Alexis. -Un gusto. -Me estrechó la mano con fuerza, pero con calidez. Y partimos. -¿Dónde vamos? -Al club náutico. -¿Al club náutico? ¿A cuál? -Es el Delta del norte, a media hora de Ciudad Central. Te va a gustar. -Yo no soy muy amigo de hacer actividades. -¿Actividades? Pasear, tomar algo, comer algo, conversar... -Esto de conocer gente nueva es algo que me eriza la piel, no, no, no... -Estás con nosotros. Estás con nosotros, no tienes obligación de hablar todo el tiempo ni de hacer nada que no quieras. -Bueno, eso es relativo -dije. -Ángel, ¡je, je, je! no te he traído a la fuerza. -Tal vez no, o será que quizá no tengo carácter y no supe decir que no. -Ángel, yo te lo enseñé la vez pasada, el famoso "no es no". Cuando no quieres hacer algo no lo haces y punto. Tienes que tener esa firmeza. Pero también es bueno cuando te encuentras con personas de confianza, ya nos hemos tratado un par de veces. Por lo menos de parte mía tengo confianza hacia ti. Admití: -Yo también. -¿Ves? No es que te vaya a llevar a un lugar inhóspito o a un lugar que no te guste, no precisas tratar con multitudes, es simplemente pasear, divertirnos. -Entraba bastante aire por la ventanilla, apretó un botón, la ventanilla se cerró. -Gracias -le dije. -En un rato ya aparcamos.
Bajamos. Todo verde, había edificaciones y se veía el mar. ¡Ah, una belleza! Y del otro lado había campos de golf y varios edificios. -¿Qué son? -Lugares de compra, donde uno puede recorrer restaurantes, muchos bares. Se trata de tener un día de esparcimiento. -¿Y mi trabajo? -¿Tu trabajo? Te tomas el día. -¡Je, je! Qué fácil es todo para usted, Iruti. -A ver, Ángel, yo creo que muchas veces la vida no es fácil para nadie, pero tenemos que tener resiliencia, o sea, levantarnos y hacer que nuestras heridas físicas, psicológicas, morales cicatricen. Pero para ello debemos atrevernos. Atrevernos a tener nuevas oportunidades laborales si es que podemos ganar más créditos, atrevernos a tener nuevas amistades, en nuestro holomóvil, tener decenas y decenas de contactos..., pero no contactos estériles que solamente figure el nombre, contactos de gente que verdaderamente uno aprecie y te aprecien a ti, porque contactos por tenerlos, amigos virtuales desde hace un siglo, la gente tiene miles de amigos virtuales y se siente más sola que nunca. Yo tengo mi agenda separada... -No entiendo -le dije, -Claro, Ángel, tengo la agenda de consultantes, tengo otra agenda de personas especialistas en genética, como yo, y tengo una tercera agenda con amigos, que es la más pequeña, pocos amigos. Pero son amigos de verdad, no son virtuales como pasaba en el siglo pasado que la gente se atestaba de tener en su agenda miles de amigos virtuales que nunca los conoció, que solamente veía fotos. Y eso no sirve. Hoy puedes ver holofotos y puedes conversar perfectamente con ellos porque los conoces personalmente. Y esa es la manera. Se trata de atreverse a hacer nuevas amistades, se trata de atreverse a desenvolverse en sociedad. Y esto es lo que vamos a hacer hoy. Pero Ángel, no tienes obligación de hacer nada que no quieras, si te encuentras incómodo con determinadas personas me haces una seña o directamente me dices "Necesito hablarle", y hablamos a solas. No hay imposiciones, se trata de disfrutar el día, se trata de disfrutar el momento, se trata de disfrutar cada instante. Le repliqué: -Es que no siempre es así. Profesor, me habla de un mundo paradisíaco, en la vida real no pasa esto, hay gente indiferente, hay gente envidiosa. -Ángel, lo que me dices lo sé desde adolescente. La gente no va a cambiar, se trata de estar con gente afín. No podemos obligar al egocéntrico ser caritativo, no podemos obligarle a ser una persona de conversación asertiva, es imposible. También es su libre albedrío. -Si vamos a hablar de mi libre albedrío me hubiera gustado quedarme en casa. -Ángel, esto no es una rutina, tampoco tienes obligación de hacerlo asiduamente. Nada más es para que conozcas. Mira ahí viene Felipe, ahí viene Rogelio.
Eran jóvenes. Pensé que eran de la edad de Iruti y de Alexis Anasio. No, no, eran jóvenes. Nos sentamos a tomar algo. Me pedí una bebida sin azúcar, pero dulce. -¿Quieres comer algo? -Sí. -Nos pedimos sándwiches-. ¡Son riquísimos! ¿Qué es? -Es una verdura tan bien preparada, tan bien preparada que es un manjar.
Y verdaderamente tenía razón Iruti, me encantaba. Los jóvenes conversaban de sus temas, de sus estudios y me sentí atrapado en la conversación, me gustaba lo que hablaban, sonreían, contaban chistes. De repente lancé una carcajada y ellos rieron conmigo. Uno de ellos me preguntó, Rogelio. -¿Y tú, Ángel tienes algún chiste para contar? -Me encogí de hombros. -No, no soy de salir mucho. -¡Ah! Pero quédate tranquilo, ¡je, je!, nosotros tenemos para contar chistes para una semana. ¡Ja, ja!
Pero no era toda la conversación el contar chistes, contaban anécdotas, cosas de sus padres, de su familia, algunas cosas tristes, penosas, otras alegres. Digamos que no era una conversación monótona, era una conversación agradable. Y el día se hizo cortísimo, quedaron tantas cosas sin hacer... Yo no sabía jugar al golf, quería que me enseñaran, pero ya era bastante tarde y teníamos que volver. Iruti me preguntó: -¿Qué te ha parecido, Ángel? -Estos muchachos son unos genios. -¿Te das cuenta? Y no son los únicos, hay muchísimos así, de ese nivel de empatía. Y no de esa empatía cargosa, porque la empatía cargosa no es empatía, es invadir la privacidad. No, no, no, son justos, medidos y no están todo el tiempo contando chistes, porque si no parecerían huecos. -Lo sé. Vi que han hablado de mil temas. Se me hizo corto el tiempo. -Entonces, Ángel, sin obligación y sin apuro, ¿vendrías con nosotros otra vez? -Me encogí de hombros. - Si no queda otra... -Ángel, Ángel, siempre queda otra. Dices no y esa es otra. Dices sí y vienes. No hay obligación de nada. ¿Entonces? -Entonces digo sí. Me gustó. Si estáis de acuerdo vendré con vosotros otra vez. -Bien, Ángel, bien. Por último sabes que no existen los cambios inmediatos, no es que porque hayas venido aquí al club náutico en Delta del norte, de repente conozcas amistades a montones. Los amigos son pocos, pero vale la dicha. Y a veces salir de ese lugar de confort, como te ha pasado hoy, te has sentido bien. Es más, quizá llegues a tu casa y te encuentres como encerrado, y ahí vas a empezar a notar los cambios en tu propio ser, en tu propia persona.
Subimos al heliocoche de Iruti con Alexis, me despedí de los chicos. Y la semana que viene vería. Pero hoy ya había habido un cambio. Y eso no tiene precio. Honestamente, no tiene precio.
Sesión 08/12/2022 Corregir conductas incorporadas cuesta tiempo y confianza en uno mismo. El genetista Iruti propone técnicas y situaciones para llevar a la persona por el camino hacia la autoestima.
Entidad: No me sentía tan bien, estaba agobiado quizá. La semana pasada había disfrutado mucho con el profesor Iruti, con el profesor Anasio, pero después me hice amigo de otros dos jóvenes, Felipe, Rogelio. Y cuando llego a casa me miro al espejo y veía como que temblaba. Digo esto no, no, no puede ser.
Cogí el holomóvil y lo llamé a Raúl Iruti. -Ángel, Ángel Béresor, ¿qué pasó? -Estoy... estoy temblando no... Siento como que me falta el aire. -Parecen síntomas de un ataque de pánico. ¿Pero por qué?, vienes de tomarte un tiempo, un esparcimiento, tranquilo, disfrutando en el náutico... -Yo sé que es mucha molestia porque nos vimos hace un rato, pero no sé si una consulta... ¿Pero podríamos tener aunque sea una conversación por el móvil? -No tengo problemas. Exactamente qué... ¿qué te pasaba antes y qué te pasa ahora, Ángel? -Lo de antes ya lo comentamos, siempre me costó desenvolverme en sociedad, como que estaba en mi apartamento y prefería trabajar con mi holoordenador en lugar de buscarme un trabajo afuera. Si me pagaban más créditos y tenía que salir es como que me cogía un miedo irracional, es más, no es sólo desenvolverme en sociedad, me cuesta hacer nuevas amistades, no sé de qué hablar. -Ángel, eso era lo que te pasaba, ¿qué te pasa ahora? -Noté algún progreso, pero quiero ser honesto, los síntomas es como que fueran los mismos, pero lo de ahora, ese temblor, ese ataque de pánico..., tendría que estar más relajado. -A ver, a ver, tranquilo. Veo que estás caminando, siéntate. -No puedo estar sentado. -Respira hondo y siéntate. -Discúlpeme, me ahogué. Estoy sentado. -Bien. Te miraste al espejo y te cogió ese temblor. -Sí. -¿Qué pensabas antes? -Que lo había pasado bien y que me invitarían para la próxima semana. Y ahí fue cuando me cogió el ataque de pánico. ¿Qué me dice? -Mira, hay una inconsistencia en todo esto, Ángel. Si tú la pasaste bien, esto es lo que me dices, te has descontracturado. -Sí, me sentí bien. Los muchachos, Rogelio, Felipe, son agradables, pero a veces me cuesta entrar en una conversación. -Ángel, una conversación es algo sencillo, no es necesario saber de temas abstractos, de ciencia, aunque sé que tú sabes. Pero en una conversación, Ángel, entiende esto, no tienes que rendir examen, nadie te va a analizar, nadie te va a dar puntaje, ¡je, je! Por favor, entiende eso. Porque si la has pasado bien y de repente te coge un ataque de pánico porque piensas que te van a invitar o yo te invitaré la semana próxima, es como que estás evitando ir o algo te frena. -A ver cómo lo explico... Me encanta ir ahí, el tema es arrancar. -¿Arrancar? El tema es salir. -Yo estoy bien aquí, incluso me pido un delivery, me traen comida, me traen prendas de vestir, no tengo que salir. Acá tengo de todo, estoy cómodo. -Pero dices que la has pasado bien. -Sí. El tema es salir. -¿Hablas del viaje? -No, de abrir la puerta y salir, coger el elevador, subir al heliocoche. Me cuesta. -Supongamos que por una situación 'x' tuvieras que moverte a otra casa. -Me costaría adaptarme. -Es una casa; tiene puertas, sala, dormitorios, tiene baños, ventanales. Tú llamas lugar de confort a tu apartamento... ¿Y si no es un lugar de confort? -No entiendo. -Claro, Ángel, ¿y si es un refugio para ti? -Bueno, supongámoslo. -Bien. Si fuera así, ¿de qué te tienes que refugiar?, porque cuando hablamos de refugio estamos hablando de un ataque externo. ¿Piensas que una conversación es un ataque?, ¿piensas que ir a una conferencia es un ataque?, ¿piensas que conseguir un trabajo nuevo que te paguen más créditos es un ataque? Ángel, cada persona está en su mundo, no se ocupan de ti. No me malinterpretes, no es que les seas indiferente, ellos tienen su mundo, sus problemas, sus cosas, sus penas, sus tragedias, sus alegrías, su vida. No están pendientes de ti. Entonces es como que tú te estás persiguiendo. No hay una zona de confort, zona de confort es cuando no te atreves a desenvolverte en sociedad. Bien, ¿a qué le llamas desenvolver? -A tratar con otras personas, personas que no conozco. Me presentan a alguien, no sé cómo actuar. -¿Cómo actuarías con un conocido? -¡Ah, eso es más fácil! Normal. "Hola, ¿qué tal, cómo estás?...". -Y con un desconocido, ¿no? -No sé, por ahí me prejuzgan de que soy un confianzudo, de que entro en confianza. -Por decir "Hola, ¿qué tal, cómo estás?", no estás haciendo ningún chiste, no estás diciendo ninguna torpeza. ¿Por qué tendrías que actuar de distinta forma con un desconocido que con un conocido? -Bueno, como decimos en mi región, quizá no le caiga bien. -Esto no es tu problema, Ángel, ese es problema de la otra persona. No intentes ser agradable, porque lo ficticio cansa. Estarías impostando, estarías actuando. No te sirve, no le sirve a nadie. Muéstrate tal como eres. Si un día algo te salió mal, no sonrías, tampoco hace falta que pongas cara de enojado. Normal. -¿Y por qué dejo pasar oportunidades? -Por lo mismo, Ángel, por lo mismo. Porque piensas que esas oportunidades van a ser demasiado para ti o va a haber gente con la que no sepas tratar. -¿Y entonces? -Entonces se trata de que actúes normalmente, normalmente. Con los que conoces y con los que no conoces. Yo hace años que doy conferencias, Ángel, ¿te piensas que le caigo bien a todo el mundo? -¡Je, je, je! No se burle de mí, tiene tratados de genética escritos, y aparte es un..., como lo... ¿en qué catálogo lo pondría?, sanador espiritual... -¡Je, je! Muchos me dicen así, Ángel. ¿Pero te piensas que de verdad no le caigo mal a nadie? Algunos porque pueden tener envidia, otras porque piensan que soy un globo inflado. -Eso no lo entendí. -Claro. "¡Oh!, los libros escritos de genética, seguramente hay mucha palabrería y poca información. Y lo conocen por tantos comerciales, tanta propaganda, pero en el fondo lo que sabe es poco y nada". Muchos pensarán así, y eso también es no caerle bien a la persona. U otros pensarán que soy un creído. -¿Y cómo lo maneja? -Le doy la importancia debida. -¿O sea? -Ninguna. -Pero puede haber casos en que lo difamen. -Eso es otra cosa; existen leyes, hay recursos legales para la persona que difama. Pero tampoco tendría por qué molestarme, la persona que difama el buen nombre y honor de otra pagará las consecuencias legales. Pero no hablemos de mí, hablemos de ti. Supón que te pasara lo mismo, que consiguieras un trabajo nuevo y fueras eficiente y alguien dijera: "Mira Ángel, mira Béresor, es un advenedizo, logró mi puesto y gana más créditos que yo". -Sí. ¿Y qué hago en ese caso? -Nada. No le des importancia. -¿Y si se corre el rumor de que hice algo malo? -Bueno, tengo contactos legales que te asesorarían. -¿Y si me viene a encarar de frente? -Evita todo conflicto. -Lo que pasa que yo no quisiera ir al supervisor o al jefe en el caso de que me confrontaran, porque tampoco me gusta señalar a nadie. -Eso me parece bien, pero para todo hay un límite. Ángel, te lo he dicho varias veces, "No permitas que los demás te hagan lo que tú no les harías a ellos". Para todo hay un límite. Entonces no tienes que tener temor a caerle mal a nadie, no tienes que tener temor a conocer gente nueva. No finjas, no trates de tener una sonrisa agradable para caer bien, no hace falta, salvo que en ese momento estés feliz. Y sonríe, pero porque tú desees sonreír, no forzadamente. No impostes. Te lo dije antes, actúa normal, eso te hará sentir distendido. Ahora cierra los ojos, imagínate que vamos con Alexis, con Rogelio, con Felipe a un bar nuevo, elegante que inauguraron en Delta del norte. -¿Pero qué me está diciendo? -Te estoy diciendo algo que es cierto. Inauguraron, a cinco minutos en heliocoche del club náutico, un bar de primer nivel a media hora de Ciudad Central. Imagínate que vamos y son todos desconocidos. -¡Uy, no! -No, ¿por qué?, están en su mundo. Nos sentamos a una mesa, las demás mesas ocupadas. Imagínate el lugar atestado de gente. -Un infierno. -¿Por qué? Cada uno está en lo suyo, cada mesa con su tema. No se van a fijar en nosotros, no se van a fijar en ti, la gente tiene sus problemas. ¿Piensas que si vas solo todas las miradas van a estar puestas en ti porque no te conocen? -No tengo dudas de eso. -Bueno, eso es hasta que te adaptes. -¿Cómo? -Muy sencillo: Vamos durante un tiempo todos o conmigo o vas con Alexis o con Felipe y Rogelio. Y no digo que vayas solo, pero un día llega media hora antes. Sabes que yo no te voy a defraudar, no voy a faltar. Nos vamos comunicando por el holomóvil. Siéntate, le dices al camarero que es una mesa para cuatro, te sientas tranquilo, te pides una bebida y miras el holomóvil. -¿Y piensa que no va a haber nadie que me mire? -Quizá sí, para ver quién es esa persona que se sentó ahí, y a los diez segundos vuelven a lo suyo. Pero es psicológico porque sabes que en un rato llegaremos nosotros, pero en ese lapso que estuviste solo estuviste bien porque pensabas de antemano que ya sabías que iban a venir los demás. Pero algún día no van a venir "los demás" y te vas a tener que desenvolver solo, porque cada persona tiene su problema, no van a tener la vista en ti, insisto. -Lo estoy entendiendo bien. ¿Lo del bar es cierto? -Lo del bar es cierto. ¿Cómo te sientes? -Bien, tranquilo, expectante. -Expectante, ¿por? -Por lo que me dijo, lo del bar. -Bueno, de haber tenido antes un ataque de pánico a ahora estar expectante es un enorme paso a favor. -Sí, no lo había pensado. Le giraré esta consulta por el holoordenador. -No, no no no, Ángel, esta fue una conversación. Fue una conversación agradable. -No lo molesto más. -No te permito que digas eso, ¡je, je!, cuando yo digo que fue una conversación agradable no estoy mintiendo. Porque yo no soy hipócrita, yo no busco quedar bien contigo, Ángel, como tú no debes buscar quedar bien con nadie. Actúa normal. Entonces en una conversación agradable entre dos o más interlocutores nadie molesta a nadie. Saca de tu vocabulario esa palabra. -Lo haré, lo haré, lo haré. ¿He llegado al final del camino? -No, Ángel, has dado varios pasos. El camino sigue, el camino sigue.
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