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Psicoauditación - Clara

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 30/09/2024 Vaquia, Cathrin


Sesión 30/09/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Clara

La entidad relata una vida en un mundo que además de humanos normales había otros seres. Algunos se aparecieron en su habitación y contactaban. Su pareja también había visto espectros pero pensaba que eran cosas de la imaginación. La ciudad estaba atemorizada porque a veces alguien desaparecía.

Sesión en MP3 (4.068 KB)

 

Entidad: He pasado distintas vidas donde me sucedieron cosas extrañas, pero una de las vidas que más destaco fue en un lugar distinto a los demás, con tecnología muy muy avanzada como aquí en Sol III siglo XXI, pero en una ciudad prácticamente bastante grande, pero con un bosque de cientos de hectáreas, lugares donde mis estudiantes hacían camping, pero donde también por la tarde casi llegando la noche salían las criaturas malignas y a la noche era imposible entrar.

Y había una zona más impenetrable donde había una eterna niebla y los propios moradores de la ciudad no entraban allí, le habían puesto el bosque de Las Sombras.

 

Mi nombre era Cathrin Braun, licenciada en antropología, esto significa que conocía bastante del ser humano, desde el ser humano prehistórica hasta el actual, de la famosa evolución de la raza. Pero en ningún manual hablaba de las bestias que poblaban el bosque de Las Sombras, bestias que vi personalmente. Y no sólo bestias, también había espectros.

 

Por la noche me era difícil dormir porque cualquier ruido me despertaba.

Le decía a mi pareja:

-Johan, Johan... -Mi pareja se llamaba Johan Seltzer, era profesor de genética. Él no me contradecía, a veces me decía:

-La genética no es algo opuesto a lo que tú sabes, pero de alguna manera es racional. Sabemos que ninguna persona se puede transformar en bestia porque la genética no lo permite, pero sin embargo -continuó Johan- he visto alumnos que han visualizado cosas imposibles de creer. En la ciudad, la mayoría decía: "Hacen caso de las leyendas y trabajan mucho su imaginación", entonces trato de no darle tanta importancia.

Le respondí:

-Claro, porque tú no has visto espectros, especies de sombras apenas luminosas en la oscuridad, y que hasta sientes que te tocan.

-Sí que he visto. Tengo un amigo que es psicoanalista y me dice que tiene que ver con mi imaginación, y que si sigue en mi mente, que si siguen esas visiones me va a derivar a un médico.

Lo miré y le dije:

Yo no estoy loca, yo sé lo que vi, yo sé que me tocaron, yo sé que me despertaron en la oscuridad. Una noche me abrazaban, me acariciaban el cabello y de repente me acordé que tú esa noche te reunías con los amigos en la taberna hasta tarde. Encendí la luz del velador y no había nadie, obviamente no dormí hasta que llegaste.

-¿Y cómo sabes?, ¿cómo sabes, Cathrin, que no fue un sueño?

-Porque no estaba dormida, porque sentía masajes en mi cabeza, como caricias, hasta que me di cuenta de que tú no estabas. Me sobresalté y tenía taquicardia.

 

Conversaciones de esas teníamos muy seguido. En eso él no me contradecía, al contrario, él también había visto cosas raras en el bosque de Las Sombras. Obviamente no lo comentaba con los alumnos ni yo tampoco con los míos, pero ellos mismos a veces murmuraban. O a veces entre curso y curso en los pasillos escuchaba que murmuraban y cuando yo pasaba se callaban.

 

Una vez le pregunté a una de las jóvenes:

-Me pareció que le decías a tu amiga que habías visto algo raro en el bosque. Coméntame, queda entre nosotras. -Ella se llamaba Sigfrid.

Y me dijo:

-Licenciada, licenciada Braun, estábamos varios en un campamento y el guardián nos dijo: "Ya está atardeciendo, conviene que vayan levantando todo y salgan del bosque". "Sí, sí", le dijimos. Y nos quedamos un tiempo más. Del lado profundo vino un hombre de rostro completamente pálido, de ropa como de frac o esmoquin, pero era una vestimenta como de siglos anteriores, el rostro cadavérico, blanco, sus ojos es como destellaban una luz rojiza. No hizo ningún ademán de acercarse, simplemente venía caminando muy lentamente y nos miraba fijamente. Guardamos todo en nuestras mochilas como pudimos y sin correr nos fuimos yendo.

 

Le dije a Sigfrid:

-¿Y qué piensas que era?

-Un vampiro. Qué duda cabe. Y otras veces fuimos con las chicas y encontramos un cadáver. Salimos corriendo, dimos parte a la policía. Cuando la policía llegó a esa zona no había nada. Un oficial se enojó con nosotras: "Si hacen otra broma de esas hablaremos con vuestros padres. O bien si hacen una denuncia, una que se quede en el lugar". Licenciada Cathrin, ni loca una de nosotras se iba a quedar sola al lado del cadáver, ¿qué sabíamos si le había mordido un vampiro y cobraba vida en ese momento? Hasta sospechas de nuestras amigas de curso, algunas con conductas raras.

 

Y eso pasó.

 

Un fin de semana, caminando por las orillas del bosque vi una niña muy pequeñita, cuatro, cinco años, mal vestida, las manos y las rodillas sucias, el cabello completamente descuidado, lleno de polvo, la carita completamente sucia. Y lloriqueaba.

Me acerqué:

-Mi amor, ¿de dónde eres?

-De aquí. -Señaló para el bosque.

-¿Vives en el bosque?

-Sí, con mi familia en una cabaña. Pero me he portado mal y me han dicho que me aleje.

-¿Cómo te has portado mal?, ¿qué has hecho?

-Mi madre se enojó conmigo porque me había mandado a cazar...

-¿Cómo a cazar?

-Sí, a cazar algún animal para comer.

-¿Cómo van a mandar a una niña a cazar animales? En las afuera del bosque hay un mercado, pueden conseguir todo tipo de alimento.

-Sí, alimento cocido, a mi familia no le gusta el alimento cocido. El otro día mi hermano mayor cazó un par de conejos, le arrancaron la piel y lo comieron, y a mí no me convidaron. En ese momento justo vi un ratón y me lo comí todo. -Yo estaba pálida escuchando lo que contaba la niña.

-¿Coméis alimento crudo?

-Sí, por supuesto.

 

Y de repente me miró y cambió su mirada, una mirada cruel, me miró de arriba abajo.

Le acaricié la cabeza.

Con una fuerza que no pensé que tenía me tomó de la mano y me mordió el brazo. Lo saqué inmediatamente el brazo, porque casi me arranca un pedazo de carne, y salí corriendo. Me di vuelta y la niña ya no estaba.

 

Se lo comenté a Johan.

Me dijo así:

-Muéstrame el brazo... No tienes nada. -Pero me miró la mano y en la mano se veía el morado del apretón de los pequeños deditos de la niña.

-Mira, no te miento, soy antropóloga, estamos en el siglo XXI. Sé que hay gente que habita en los bosques, pero que coman animales crudos... Y la niña si yo la dejaba me arrancaba un pedazo de carne del brazo. Aparte, había cambiado su mirada. Me incomoda todo eso, de buenas ganas nos mudaríamos.

Mi pareja, Johan, me dijo:

-Cathrin, estamos ganando bien en la universidad y además pudimos comprar con mucho sacrificio esta casa, si nos vamos más cerca, más al centro de la ciudad, las propiedades valen cuatro veces más. Además, aquí estamos bastante cerca de la universidad, diez minutos de caminata y llegamos.

Lo miré y le dije:

-Sí, también para atrás a diez minutos de caminata está el bosque de Las Sombras.

-Cathrin -me dijo mi pareja-, tenemos decenas de vecinos que no les ha pasado nada, algunos tienen niños que van a la escuela primaria y no cuentan nada raro.

Sonreí tristemente y le dije:

-Que no cuenten es una cosa. Quizá no lo hacen para que no los tomemos por locos. ¿O acaso nosotros les contamos a nuestros vecinos lo que vemos? Y no me digas, Johan, que no has visto espectros.

-Sí he visto. A veces, me quedaba los fines de semana cuando salía de la universidad con los muchachos tomando una cerveza y por el camino en las mismas calles veía como sombras. Una vez una mujer me siguió, obviamente yo varón no le voy a tener miedo a una mujer, pero cuando me di vuelta vi que tenía los ojos brillantes en plena noche, ojos como fulgurantes, como si fueran pequeñas linternas que reflejaban su rostro pálido.

-¿Y qué piensas? -Se encogió de hombros.

-No sé si no era una mujer vampiro. ¿Pero por qué aquí?, ¿por qué en otras ciudades no se ve eso? ¿Por qué aquí?, ¿por qué en este lugar? -No sabía responderle.

-Una vez me fui cerca del bosque -le conté-, y me llevé un amuleto, y sin embargo escuché como rugidos y salí disparando, corriendo, tropezándome, cayendo en la tierra, levantándome, sacándome los zapatos para poder correr más rápido, y detrás mío sentía como un aliento caliente y un rugido. No me di vuelta, por supuesto, pero me acordé que uno de los jóvenes dijo que también en el bosque habitaban licántropos.

Mi pareja me miró y me dijo:

-En las periferias de los bosques hay guardianes, ¿cómo a ellos no les pasa nada? -Me encogí de hombros.

-Honestamente, no lo sé, lo que te puedo decir es que esos espectros son espíritus del mal. Como ese que me acariciaba el cabello, de la misma manera que te acaricia el cabello puede ahorcarte.

Mi esposo me dijo:

-La ciencia dice que si los fantasmas existieran serían intangibles.

-¡Ja, ja! La ciencia que diga lo que quiera. A mí me tocaron y a veces escucho voces que me susurran al oído.

-Eso es en tu mente.

-No, no, Johan, no es en mi mente, no es en mi mente, los escucho susurrando, como si te estuviera escuchando a ti. No es en mi mente.

-Tenemos muchos gastos -dijo Johan-, no podemos ahorrar, Cathrin, ganamos bien pero hay cosas en la casa que se rompen, grifería, el techo, en invierno a veces llueve con fuertes vientos y hasta las chapas se vuelan. Recuerdo que el verano pasado cambié las chapas y puse tejas de primer nivel, me endeudé y después el invierno que pasó algunas tejas se despegaron y había goteras, tuve que comprar dos tarros de veinte litros con aislante y pisar con mucho cuidado el techo. Son pequeños gastos, Cathrin, pero suman. Y la grifería que compro es de primera pero los caños embutidos capaz que tienen un siglo y no tenemos dinero para cambiar todos los caños de golpe, vamos arreglando la casa como podemos. ¿Te piensas que yo también quiero estar aquí, que no me gustaría estar en el centro? -Y me enojé.

Y le dije:

-Bueno, por lo menos tienes la suerte de que los fines de semana vas a tomar algo con tus amigotes, que lo único que hacen es ponerse ebrios.

-¿Acaso a mí me ves ebrio?

-No, pero ellos sí.

-¿Y cómo lo sabes?

-Porque si bien no tengo amigas, algunas conocidas son esposas de esos amigotes tuyos y comentan como llegan. Es más, uno de ellos, un tal Elmer, desapareció. -Mi pareja me miró serio.

-Es cierto, hace dos meses que Elmer no aparece por ningún lado. Se dio parte a la policía y lo dan por desaparecido.

-¿Y cómo sabemos, cómo sabemos, Johan, que no fueron las bestias del bosque? ¿O piensas que se fue con otra mujer? Si no se llevó ropa, no se llevó nada, el dinero que tenían estaba en una cajita y la mujer lo encontró íntegro. No se llevó nada. Nadie se va con lo puesto sin una muda de ropa, sin avisar. No me tomes por estúpida.

-No, yo pienso lo mismo que tú. Obviamente que no te tomo por tonta, sé que a veces tu mente exagera las cosas.

-¡Claro! -le respondí-, a ti porque no te ha tocado ningún espectro.

-No, pero de la misma manera que me siguió esa mujer vampiro, y ya no hablo del bosque, hablo de la ciudad, desde el café bar hasta casa, varias veces veía sombras por las paredes. Y las sombras por sí solas no existen, la sombra es el efecto de un objeto que tapa la luz. Pero no, varias veces vi sombras pero no había ninguna persona en el callejón. Y si me preguntas si entre una sombra y un espectro, ¿a qué le tengo más temor?, y te aseguro que a la sombra.

 

Hacía tiempo que no nos abrazábamos con mi pareja, es como que cierto encanto entre nosotros se había roto. Pero esa noche, después de la conversación dormimos abrazados, más por miedo que por cariño.