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Psicoauditación - Divine |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 07/08/2025 Gaela, Isabellea Yañez Sesión 07/08/2025 La entidad recuerda en Gaela haber sido dejada por quien amaba, sufrió en su interior. Más tarde progresó profesionalmente y tendría posibilidad de incrementar sus amistades.
Entidad: Desde mis veintidós años comencé a trabajar en el Hospital del Sur como enfermera de cuidados intensivos.
Recuerdo que con el tiempo fui avanzando hasta llegar a ser jefa de planta de todo el personal de enfermería, era un trabajo donde se precisaba muchísima responsabilidad, y eso a mí no me faltaba.
Hoy, a los treinta y cinco años, recuerdo que en aquella época me había enamorado de un joven doctor que era muy atento, muy amable conmigo. Recuerdo que salimos tres o cuatro veces. Ilusa de mí pensando que él me amaba y no me di cuenta que sólo era, para este joven médico, una distracción, un entretenimiento. No sé si fue demasiado duro o demasiado auténtico cuando me dijo: -Mira, mi carrera recién está comenzando y no quiero entorpecerla contigo, dejaremos de vernos.
Fue auténtico pero sus palabras me hirieron, lo reconozco, me lastimaron mucho. Y sentí como una especie de rencor pero por otro lado también sentí baja estima, si hubiera sido doctora tal vez hubiera seguido con él. Entonces sentí como una especie de complejo de inferioridad, ¿será que me rechazó luego de haber salido más de cinco veces porque era enfermera? Nunca lo supe y tampoco tuve el coraje de preguntarle. Tuve la suerte, porque no quería verlo, tuve la suerte de que lo trasladaron al hospital Central de la capital de Ciudad del Plata, para él fue un ascenso, para mí un alivio. Y pasaron los años.
Y luego llegó una joven doctora, Milena Andrade, muy hábil, especialista en un montón de trastornos físicos y mentales. Era oncóloga, era neuróloga y neuróloga oncóloga, además de distintos pacientes mayores que sufrían tumores. También trabajaba con personas con Alzheimer avanzado. Al comienzo pensé que iba a ser una doctorcita, por su edad veinte y dos años, pedante, creída, orgullosa, pero no, me equivoqué, era una niña amable, atenta, simpática.
Recuerdo que me decía: -Estimada Isabella Yáñez, eres una enfermera de primer nivel en cuidados intensivos, me gustaría que fueras, en las horas que yo esté, mi ayudante. Hablaré con el jefe de departamento para que te aumenten el sueldo. -Le agradecí muchísimo.
Con el tiempo la conocí mejor y no, no me había equivocado, era una joven no sólo atenta conmigo, amorosa con los pacientes, tolerante con aquellos pacientes que tenían mal humor por sus propios dolores, por su propio sufrimiento, nunca perdía la calma la doctora Milena, nunca. Y me sorprendió porque pensé que yo era la única tolerante en la planta de cuidados intensivos. Pero sí, me quedó un trauma de cuando tenía la edad de esta joven doctora, el trauma de no encontrar a alguien especial. A veces en los almuerzos me invitaba a su despacho y almorzaba con ella y conversábamos de mil temas. Ella estaba saliendo con un tal Jorge Clayton.
Le pregunté: -¿Es algún médico? Me dijo: -No, es un joven que está del otro lado de la ciudad, en la zona norte, es empresario. Le dije: -Vaya, ¿pero es buena persona? La doctora Andrade me dijo: -Lo principal, Isabella, es que es una persona humilde, humilde. -Y me dijo-, te haré una proposición. -Dígame, doctora. -Trátame de usted adelante de la gente, pero estando nosotras dos a solas dime directamente Milena. -Le agradecí. -¿Cuál es la propuesta? -le pregunté luego. -¿Querrías venir conmigo al club Náutico? -Me asombré y luego dije: -No, no, lo conozco de nombre, sé que es carísimo. -Mi novio es dueño del club Náutico y tú eres una persona agradable, tienes buena presencia. Ven conmigo.
Yo le había contado de mi juventud, de mi fracaso afectivo y esta joven doctora muy amablemente me dijo: -Si no lo tomas como una intromisión de mi parte, allí podrás conocer personas agradables. Sonreí con una mueca de tristeza y le dije: -Milena, tengo entendido que al Náutico van millonarios, ¿quién se va a fijar en mí? -¿Qué edad tienes? Le respondí: -Treinta y cinco. Entiendo que soy trece años mayor que tú. Me dijo: -Eres bonita, a veces el dinero no tiene nada que ver. Mi novio, Clayton, se fijó en mí y yo no soy rica. -Pero ganas muy bien -le dije-, como médica neuróloga oncóloga, como médica de pacientes extremos. -Sí, pero no soy una persona de dinero, todo depende de a quién conozcas. La gente está mal informada, piensa que la gente de mucho dinero es creída, es odiosa, es pedante. Es verdad que hay gente así, pero como decimos en el idioma coloquial de Plena, no midamos a todas las personas con la misma vara. -¿Y entonces qué hice?, le respondí que sí. -Perfecto -me dijo la joven doctora-. Si te parece bien pásame tu dirección y te paso a buscar a las dieciséis horas este fin de semana. -Por momentos me sentí atemorizada, por momentos me sentí ansiosa. Y finalmente le dije: -Está bien. -Y me quedé pensando en el fin de semana.
Terminamos de almorzar y volví a atender a los pacientes pensando en qué pasaría el fin de semana en el Náutico. Gracias y toda la Luz.
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