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Psicoauditación - DSG |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 23/12/2012 Aldebarán IV, Percibal Sesión 22/01/2013 Aldebarán IV, Percibal Sesión 26/08/2013 Aldebarán IV, Donk Sesión 14/01/2014 Aldebarán IV, Donk Sesión 20/01/2014 Aldebarán IV, Donk Sesión 04/03/2014 Aldebarán IV, Donk Sesión 25/03/2014 Aldebarán IV, Donk Sesión 13/01/2015 Aldebarán IV, Donk Sesión 23/12/12 Se preguntaba si encarnar en Umbro había sido idea de él o de a aquel que está más allá de las estrellas. Cuenta que en ese mundo salvaje participó en una cacería de asesinos violadores pero seguía preguntándose qué hacía allí, no parecía ser lo suyo. Aprendió el valor de la vida, que un día la tienes y mañana no. No se endureció en aquel entorno hostil, no perdió su sensibilidad. Aprendió a no quejarse y a disfrutar de cada aliento.
Entidad: Qué difícil es tratar de aspirar a una vida mejor pero tú mismo has elegido nacer en un mundo hostil para probarte, para ver si verdaderamente estás templado, para ver si verdaderamente puedes soportar la prueba.
Me encontraba con un grupo de guerreros en las planicies de la tierra oriental. Eran tierras altas, tierras pedregosas, el calor era absolutamente insoportable, los cascos pesaban sobre nuestras cabezas. Tenía un sentido del olfato muy agudo, olía a sudor de los guerreros, a cuero. Avanzábamos lentos en nuestros hoyumans. Los soldados de a pie avanzaban maldiciendo con la arena en el rostro, los ojos lagrimosos. Me sentía bastante enfermo, trataba de no azotar a mi hoyuman. -¿Cómo me había metido en esta aventura? -le preguntaba a aquel que está más allá de las estrellas- ¿Tú me has hecho elegir esto o fui yo? Líbrame por favor del calor, aparta los rayos de ese sol rojo.
Quince amaneceres, quince amaneceres andando por esas tierras desérticas. A lo lejos veíamos grupos de gromodans en estado salvaje. Quizás hubiera sido mejor montar un gromodan para cruzar este desierto oriental. Yo miraba a mis compañeros. Mi compañero imperturbable tenía la misma mirada que si estuviera en una taberna tomando bebida espumante.
Me acerco con mi cabalgadura y le pregunto: -Netrel, ¿no vamos a llegar nunca?
Me responde: -Percival, tú has decidido venir, nadie te ha obligado. ¿Te querías probar? Bueno, acéptalo, no te traiciones a ti mismo.
Me reí lastimosamente y le respondí: -Quizá tú no lo entiendas, Netrel, pero estoy convencido de que antes de nacer yo elegí estar aquí.
Netrel me miró con el ceño fruncido y me preguntó con una media sonrisa: -¿Tú has elegido? ¿Cuándo? ¿Antes de vivir? ¿Antes de estar? Explícamelo mejor.
Le respondí: -Hay algo que se llama intuición, algo que sentimos sin que nadie lo enseñe. ¿Tú sabes leer?
-Sí, por supuesto -afirmó.
-Bien, yo también. Eso nos lo han enseñado a cada uno por su lado pero la intuición no se enseña y yo intuyo que dentro nuestro tenemos algo, un algo invisible que nos da la vida y cuando el cuerpo yace yermo ese algo sigue viviendo y se va con aquel que está más allá de las estrellas.
Netrel no se rió, no se burló, puso rostro como de intriga y exclamó: -Interesante, interesante.
Se acercó un guía al galope, pasó por mi lado sin mirarme y se dirigió a Netrel, le dijo que adelante había unas cavernas, que allí seguramente estaban los dos hombres que buscábamos, dos hombres brutales, tremendamente brutales. Dos hombres que habían asesinado a cuatro jóvenes niñas luego de llevarlas de una aldea ecuatorial.
Nistero, que era un comerciante y padre de una de las niñas, nos comentó: -Tengo muchísimos metales, metales de cobre, de plata y hasta de oro. Serán vuestros y os daré para los hombres que reclutéis, pero quiero las cabezas, no me interesan los cuerpos, las cabezas nada más de los que hicieron esto.
Y por seguir a Netrel, aunque eso es una excusa, estaba embarcado en esta aventura. Netrel, mediante señas hizo abrir las columnas: varios hombres por derecha, varios hombres por izquierda y solamente seis avanzamos.
-Disculpa -le dije a Netrel-, te he visto con la espada, sé que eres más que bueno.
-Termina lo que me vas a decir.
-Sé que eres más que bueno. ¿Por qué tantos hombres para atrapar a dos asesinos o violadores? Tú solo podrías con ellos.
-Seguramente, Percival, seguramente. ¿Pero cómo sabes que son dos nada más? Dos son los que saquearon la aldea, dos son los que se llevaron a las jóvenes pero, ¿cómo sabes que están solos?
Desmontamos cuando tuvimos a la vista la caverna. Encendimos un par de antorchas y entramos con Netrel y dos hombres más, dos se quedaron apostados afuera. Una caverna larga, angosta, oscura, con hedor, humedad, olor a cuerpos en descomposición y allí, sobre el final, cadáveres: eran las niñas. Las lágrimas bañaron mi rostro.
Netrel puso la antorcha sobre mi cara y susurró: -No es momento de emoción. Si no están habrán ido a cazar, a buscar provisiones o algo.
Al costado corría una especie de arroyo subterráneo. Le hizo señas al otro hombre y al unísono apagaron las antorchas. Al poco tiempo nuestra vista se acostumbró a la oscuridad. De todas maneras fuimos caminando despacio hasta la salida y antes del último recodo Netrel me puso la mano en el pecho haciéndome la señal de alto. Agudicé el oído y se escuchaban una voces, unas carcajadas, unos hombres que venían y se jactaban: -Qué bien que lo hemos pasado. Iremos a otra aldea y nos llevaremos más jóvenes. Me reía cuando gritaban y tú le clavabas el puñal hasta dejarlas sin voz.
En ese momento sentí una furia tremenda. Dirigí mi mano al mango de mi espada y una mano fuerte me cogió de la muñeca. Netrel me miraba y me hacía que "no", me tocaba el pecho y me decía "no". Intuí que quería decir "Ese tipo de emociones tampoco sirven, como el de las lágrimas, porque te ciegan el entendimiento”. Interpreté que quería decir eso y me serené.
Eran cuatro, estaban distraídos. Mediante señas, Netrel nos dijo señalando nuestras espadas que las apoyemos en el pecho de ellos. En un segundo lo hicimos cogiéndolos distraídos. Fueron retrocediendo, uno se cayó. El guerrero compañero de Netrel dejó que se levante y salimos al exterior.
Netrel dijo: -Sois cuatro pero a mí me interesan dos. Los otros dos se pueden ir.
Se miraron entre ellos con un pavor tremendo.
-Los que no fueron los que secuestraron a la niña pueden irse.
Dos se levantaron inmediatamente: -¡Fueron ellos! ¡Fueron ellos!
Los dos que estaban sentados con mi espada y la de Netrel en el pecho gritaron: -¡Pero vosotros también habéis participado!
Netrel me dijo: -¿Puedes hacerlo?
Me caían lágrimas pero no, no me atrevía. Netrel hizo una seña y un guerrero me reemplazó y yo apoyé la espada en la garganta de uno de los otros dos que estaban de pie. En dos segundos, con un movimiento de brazo al unísono, Netrel y el otro guerrero cortaron las cabezas de los dos hombres.
Los otros dos dijeron: -¿Podemos irnos? Lo habéis prometido.
Netrel comentó: -¿Hay más de vosotros?
-No. Éramos cuatro pero fueron ellos dos, los que habéis matado, los que cometieron el secuestro.
El guerrero compañero de Netrel -que se llamaba Jofano- y él nos apartaron al otro guerrero y a mí y al unísono hundieron sus espadas en el pecho de los otros dos que quedaban con vida.
Le dije: -Pero tú le has prometido a ambos que...
Me hizo callar y me dijo: -Les mentí.
Sacó de la alforja del hoyuman dos bolsas y puso sendas cabezas. Los otros dos cuerpos quedaron tirados.
-¿Los enterramos?
-Hace mucho calor para hacer esfuerzo, ya habrá depredadores que se ocuparán de esos cuerpos.
Pasaron muchísimos amaneceres hasta que volvimos a aquel poblado. El hombre que nos prometió los metales dijo: -¿Cómo sé que son estos y no habéis cogido a un par de vagabundos del camino? -Levantó la vista y a pesar del calor vio la mirada congelada de Netrel e inmediatamente le dio un par de bolsas con metales-. Y dijo: -Gracias.
Fuimos a la posada. Netrel repartió los metales entre los guerreros, también me dio mi parte, que era mucha.
Luego se lo dije: -No he sido de tanta utilidad y me has dado más de lo que yo pensaba.
Me respondió: -Percival, esto es un aprendizaje.
Y pensé para mí "¿Aprendizaje en un mundo tan hostil? Si esto fuera aprendizaje viviríamos cortando cabezas. ¿Qué nos diferencia de ellos, que somos justos?, ¿que acabamos con las alimañas?, ¿que en lugar de cazar animales para comer cazamos asesinos?" ¿Somos buenos? ¿Existe en una recta, un costado bueno y un costado malo o hay cientos de tonos de grises y aquel que te trata mal es porque tuvo un mal día, un mal momento? ¿Aquel que está reactivo es porque es presa de lo oculto que tiene en su interior y que lo domina y que le hace cometer esos actos hostiles? ¿Cuál es el límite para que el acto hostil sea condenable o se le disculpe? ¿Cuál es el límite donde ya no se pueda echar marcha atrás?
No es fácil vivir en un mundo donde amanecer tras amanecer se cometen actos hostiles, como en Umbro, donde muchos piensan que día tras día se vive una aventura. Esto no es aventura, esto es la realidad. Hay familias que quedan acéfalas para toda la vida por la pérdida de un ser querido y por más que traigamos las cabezas de los responsables esas vidas no se recuperan. ¿Es un consuelo? Bueno, por algo tenemos los metales, para el hombre con consuelo.
¿Qué aprendí? Aprendí que la vida física es limitada, que un día vives y al otro no sabes y a veces vives quejando en lugar de aprovechar cada instante como si estuvieras encerrado en una habitación y te faltara el aire y quisieras aspirar y casi no tienes y tienes que disfrutar cada aliento. Y eso el hombre no lo entiende, el hombre no valora ese aliento, no atesora. Algunos sabios dicen que atesorar es ego. Está bien, es su punto de vista. Prejuzgar también es ego y a veces hay gente que tiene mal genio y no es que sea mala sino que es débil pero tú igual percibes los actos hostiles cuando son indirectos y los sientes en carne propia cuando son directos, y a ti en ese momento no te importa si la persona tuvo un mal día, porque tú sufres, porque tú lo sientes, porque tú lo vives.
Y tengo muchísimas más experiencias en Umbro, muchísimas, que me han dejado huella pero quizá por algo que llevaba en el interior quizá no estaba templado. Ese algo que llevaba en mi interior no me ha endurecido, sigo sintiendo, sigue doliéndome lo hostil. A veces es como que sigo buscando la aprobación del otro. ¿Cuántos avatares pasaré para que mi interior sea duro como aquella roca que se ve al costado del camino? ¿Cuántos? ¡Cuántos!
Sesión 22/01/13 En Aldebarán 4 encontró en el camino alguien que le reconoció su sabiduría y le animó a compartirla con otros en lugar de aislarse de ellos. Sus virtudes no eran la fuerza física y las armas sino que su fortaleza estaba en su interior.
Entidad: Qué puedo decir de las vidas en las que he encarnado y que no he sacado nada en limpio. A veces se puede tener pasiones sin haberlas experimentado, impotencia, frustraciones...
Nací con el nombre de Percival. Sentía, porque tenía cierta intuición, que mi padre no estaba orgulloso de mí. Él era leñador, corpulento, yo era más bien delgado, nariz bastante prominente. A medida que fui creciendo mis compañeros se burlaban, decían que más que un guerrero parecía un bufón de un teatro ecuatorial.
No voy a ser hipócrita. Como Percival siempre soñé que era el héroe que iba al castillo, que rescataba a la princesa de las huestes del norte, que luchaba contra grandes fieras, que cruzaba los mares, que visitaba otros continentes, que andaba en gromodans por el desierto, que visitaba el monstruoso mundo de los apartados en el sur, que conquistaba a una amazona o una obscura, y los sueños me mantenían vivo y no perdía mi lucidez, no me iba de mi realidad, una realidad que imaginaba pobre.
Tuve la suerte de aprender a leer y a escribir y la cautela de no decirlo, porque la mayoría de los guerreros eran iletrados y se molestaban al saber que un alfeñique supiera más que ellos.
A medida que fui creciendo cogía a mi hoyuman y cabalgaba, a mí padre no le importaba porque prescindía de mi presencia. Varias veces me dice: -¿Tú cómo puedes ayudarme si apenas puedes levantar el hacha?
Recuerdo que una tarde me encontré en el camino con un oriental que tenía en sus espaldas dos espadas, el hombre se llamaba Satoro. Se ve que se sentía muy sólo y me dio conversación. Me dijo que estaba desgastado.
Le pregunté: -Eres una persona joven. Desgastado, ¿en qué sentido?
Su respuesta me dejó inquieto: -Desgastado de causar muertes.
Había luchado en mil batallas, eliminado a bandas carroñeras del camino, a gente que asolaba las aldeas y raptaba jóvenes.
Le dije: -Eres un justiciero, Satoro.
-No, tengo mis debilidades. A veces me siento inseguro.
Satoro me descolocaba. Le comentaba: -Yo puedo sentirme inseguro puesto que no sé coger un arma, tengo un cuerpo que no podría competir en lucha contra nadie y este es un mundo hostil. Pero tú que eres experto en espada y tienes un cuerpo de guerrero...
Me respondió: -Le tengo miedo a las noches, a esas figuras oscuras que aparecen ante mis ojos, o por lo menos a mí me parece. Ceno en alguna posada, alquilo un cuarto y no puedo dormir, veo como sombras que me buscan para quitarme la vida.
Le respondí: -Es tu imaginación, es como que quizá, Satoro, te sientas culpable por un sin sentido o, ¿has matado por matar?
Levantó su vista serena y me dijo: -No, entiendo que en cada caso la persona se lo merecía. He matado hombres que han ultrajado niñas, bandas que asolaban aldeas y bueno, quizás en batalla habré matado gente inocente, pero es así, era ellos o yo.
-Entonces no tienes que temer a ninguna sombra, Satoro. -Lo vi sonreír y le pregunté- ¿Algo te causa gracia?
-No, Percival, me rio de que mi primera impresión para contigo fue que eras un ser débil y a veces uno relaciona debilidad con poca sabiduría, pero en realidad tú eres sabio, Percival, y no eres débil, no lo eres, no eres lo que aparentas.
Me reí yo. Le dije: -Satoro, soy débil, nunca pude ayudar a mi padre a levantar un hacha pesada. Si yo cogiera una espada de los guerreros del norte apenas la podría levantar, las que tú portas son más livianas, más filosas porque tienes otro estilo de lucha, como todos los orientales. Pero mírame, no soy fuerte.
-Tienes otro tipo de fortaleza, Percival, otro tipo de fortaleza, y a veces estás sólo porque tú mismo te aíslas, porque te prejuzgas, porque no te atreves a enfrentarte a la gente.
-No entiendo, Satoro. Enfrentarme, ¿en qué sentido?
-Confrontar, debatir, cuidando las palabras obviamente. No todo es desafío, no todo es pelea, no todo es duelo.
Seguí cabalgando para el norte y Satoro iba para el sur. A pocas líneas de distancia se da vuelta y frenando su hoyuman me dice: -Sé que nos volveremos a ver. Mézclate con gente.
Y se marchó. Y yo iba en busca de algo, de alguna meta. Lo que no hice con mi padre, lo hice con otras personas. Me empleé en posadas, trabajé el campo con unos granjeros, ayudé a cultivar la tierra, a criar animales.
En una de las granjas conocí a un joven, Octenio. Octenio practicaba un tipo de ejercicio para fortalecer los músculos y muchísimas tardes practicaba con él, pero daba la impresión de que mi cuerpo en lugar de crecer, languidecía. Pero por supuesto no estaba enfermo.
Mi compañero me decía: -Debes comer más, aumentar tu peso corporal. Si no te alimentas el ejercicio será vano, como vano será tu camino, como vana será tu vida. Te fortalecerás mentalmente.
Algo parecido me había dicho Satoro. Satoro, muchas veces me había recalcado que a veces la fuerza está en el interior, no en los brazos, en las piernas, en el cuerpo, pero obviamente que uno debe alimentarse y fortalecerse. Pero si en el interior no hay llama no habrá fuego en la vida.
Sesión 26/08/13 Diálogo entre dos seres de distinta evolución. Un labriego de Umbro y un visitante de otro mundo que estaba allí como explorador. El visitante le explicó qué hay más allá de donde el labriego podía ver y entender. Siempre evitó el contacto con otros de Aldebarán 4 pero el diálogo con ese ser le hizo bien.
Entidad: Muchísimo tiempo atrás, queriendo probar mi temple, encarné en un mundo bastante hostil, un mundo que oscilaba entre la edad antigua y la edad media, un mundo llamado Umbro al que en Sol III se conoce como Aldebarán 4.
Mi nombre era Donk. Era un labriego. De pequeño había perdido a mis padres, me había criado con unos tíos. Siempre fui delgado; de pequeño incluso era débil. Las mismas tareas en el campo fortalecieron mi cuerpo pero no mi espíritu. Me sentía como con dificultades para afrontar con soledad esa vida tan difícil de llevar.
Sentía como que en ese mundo había más peligros de los que uno podía afrontar: las distintas razas, las guerras en el norte. Mis tíos fallecieron con poco tiempo de diferencia y una mañana, a la salida de la estrella, cogí mis bártulos, monté un hoyuman, los pocos metales que había ahorrado y marché hacia el norte, a la zona ecuatorial.
Siempre busqué pasar desapercibido. Entraba en posadas, tomaba una bebida espumante, comía un guisado y no me metía en problemas. Era la mejor manera de evitar conflictos. Evitaba regiones belicosas. Y así pasaban los amaneceres.
Marché hacia el noreste. Ya había pasado la zona desértica. Había una zona montañosa, extraña y vi allí una formación, una edificación como jamás había visto en ninguna región. Era como una estructura tubular que se alzaba hacia lo alto.
Entré a la misma por un pequeño orificio. Adentro había como una luz fluorescente. Sentí como un pequeño aletargamiento y caí desvanecido. Cuando me desperté estaba en un cuarto. Me levanté de lo que parecía una superficie blanda, mucho más blanda que cualquier cama de las posadas en las que estuve y a lo lejos había una figura.
Me sobresalté. Una figura más baja que yo. Una raza que no conocía. Era un ser extraño vestido con unas ropas brillantes ajustadas al cuerpo. Unas botas como nunca había visto. Sus manos tenían seis dedos, ojos mucho más grandes que los míos con un párpado casi transparente. Sin cabello.
Emitió un sonido en su boca que me sonaba agudo. Se acercó a mí y me puso un aparato en mi cabeza con un terminal a mis oídos y escuché que decía:
-¿Entiendes ahora lo que te digo?
Asentí con la cabeza. Le pregunté quién era.
-Vengo del cielo -me dijo.
Le dije que no podía ser porque allí solamente habitaba aquel que estaba más allá de las estrellas.
-No -me dijo-, cada estrella es un sol y cada sol tiene mundos como este. Yo vengo de otra tierra, de otro mundo donde también hay océanos, donde también hay desiertos.
Me sentía impresionado. En ese momento sentí miedo y pregunté:
-¿Qué piensas hacer conmigo? ¿Tú solo has construido este edificio?
Me respondió: -No pienso hacer nada contigo. Simplemente te he estudiado y te dejaré ir.
No entendí.
-¿Cómo me has estudiado?
Sí, tengo aquí unos aparatos que estudian tu cuerpo para saber tu composición orgánica.
-¿Qué es un aparato?
-Una herramienta -me respondió-. Y esto no es un edifico, es mi nave.
-¿Como un barco?
-Sí -me dijo-, como un barco que navega no en las aguas sino en el cielo.
-¿Como los dracons, que pueden volar?
-Sí, pero mucho más alto.
-¿Por qué has venido?
-Soy un explorador. Me llamo Xencs.
-Yo me llamo Donk -le dije-. Nosotros también exploramos. Algunos seres de mi raza han viajado hasta el otro continente.
Hizo una mueca con su pequeña boca. Casi no tenía nariz, solamente salían como dos orificios.
Me dijo: -Debo dormirte nuevamente. Te dormiré y te despertarás protegido tras unas rocas y yo me marcharé.
Dicho esto sentí un tremendo sopor y me dormí.
Me desperté ya casi al anochecer. Me sentía bien, con hambre. Al lado mío veo un bulto y había una bolsa con metales plateados. No era mía, me las habría dejado este ser.
Allí estaba mi hoyuman. Lo monté y marché a un poblado cercano. Siempre me ha costado entablar diálogo con otros seres y nadie me creería esta experiencia, una de las tantas que he tenido y que contaré en otra oportunidad.
Gracias por escucharme.
Sesión 14/01/14 Relata una vivencia en Umbro donde acogió a una joven maltratada y desamparada pero que luego pareció como que se entregaba a quien la dominaba, como que necesitara ser sometida. Le ocasionó engramas de autoestima y de comunicación. Algunos perduran hasta hoy día.
Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Gracias.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Recordando vidas anteriores. Recordando situaciones difíciles que me han creado muchísimos engramas de autoestima, de no poder confiar del todo en el prójimo sin entender quién es el prójimo, en ver cómo la gente misma se lanza al precipicio. Y uno se desconcierta pensando cómo puede tal persona amar lo que le lastima, desear lo que le trae mal y dejar de lado aquello que le puede ser constructivo.
Interlocutor: Y dime, ¿cómo ves tú en este momento a tu parte encarnada?
Entidad: Mal.
Interlocutor: ¿Por qué? ¿Qué es lo que notas?
Entidad: Veo como que hay cosas que le faltan.
Interlocutor: ¿Qué tipo de cosas?
Entidad: Si tú te fijas en las distintas épocas, a la distinta gente, verás que muchos eligen dañarse, verás que muchos eligen perjudicarse, verás que muchos eligen lo negativo como si su mente reactiva los cegara, los atontara, les quitara discernimiento, les quitara raciocinio. ¿Entiendes?
Interlocutor: Comprendo. Particularmente, ¿qué notas en ti, como thetán?
Entidad: En mí, como thetán, noto que me pesan muchas vidas e inconscientemente le afectan a mi parte encarnada.
Interlocutor: ¿Cuáles crees que son los engramas que más le están afectando a tu parte encarnada? En estos momentos, al menos.
Entidad: ¡Uf! Mira, quizá no tenga que ver con la vida actual pero los Maestros de Luz dicen que todo está relacionado. Encarné en un mundo agreste, salvaje. Un mundo donde la expectativa de vida era mínima, un mundo que vivía en una eterna edad antigua. Mi nombre era Donk. Había sido labriego. Ahora andaba por los caminos, hacía algunos trabajos para ganar algunos metales y me costaba tener amigos. Una tarde me encuentro en una callejuela de un pueblo ecuatorial a una joven llamada Zelda tirada en el piso y llorando. La levanto y se asusta. Le digo: -No tengas miedo de mí. A la luz de un farol veo que tenía marcas en el rostro. -¿Quién te ha lastimado? -Una ex relación que tuve que evidentemente no quiere que me aleje de él. Se llama Dorf. ¿Y tú cómo te llamas? Le digo: -Me llamo Donk.
La invité a cenar un guisado. Comió como si no hubiera comido por varios días, de forma desaforada. Cogía el guisado con los dedos de una forma tan desesperada que hasta se manchaba parte de la ropa. Le convidé con mi jarra de bebida espumante y se tomó más de la mitad. Sentí como que despertaba un sentimiento de piedad. Empezamos a vernos con asiduidad. Conseguí un trabajo en casa de unos ancianos cuidando su pequeño terreno y sus animales. Lo que me pagaban era mínimo pero me daban una pequeña vivienda. Pasaron varios amaneceres y le dije a Zelda si quería vivir conmigo. Me miró con una mirada rara, como con desencanto. Le dije: -No entiendo qué te sucede. -Eres otro más que buscas en mí satisfacer tus deseos. Me sentí dolido. Quizá mi ego se sintió dolido porque le dije: -Quería darte un pequeño amparo. No importa si estás conmigo pero entiendo que algún afecto por mí tienes. -Pero no estoy preparada para tener una relación todavía. -Nadie habla de una relación pero no estés de posada en posada y corras más riesgos. Yo te doy un lugar. Hablé con los señores y me dijeron que no hay problema que estés conmigo. Y accedió. No compartimos lecho pero compartimos techo. A veces íbamos al teatro del poblado y había algunos guerreros que adelante mío le decían algunas groserías y ella se molestaba porque yo no reaccionaba. Yo le respondía: -No tiene ningún sentido. Me decía: -Claro que tiene sentido. Para un hombre tiene sentido. Pero, claro, tú a esos guerreros le durarías unos instantes. Ni siquiera portas una espada.
Me sentí dolido por sus palabras y quizá lo que respondí estuvo mal pero le digo: -Seguramente Dorf te defendía para poder golpearte él. Se desprendió de mi mano y se alejó. Estuve tres amaneceres sin verla. Apenas trabajaba pensando en ella. Una tarde aparece. Tenía un ojo completamente morado y le pregunté: -¿Qué te pasó? ¿Te han atacado en algún camino? -No, estuve dos días conviviendo con Dorf y un día vino con demasiada bebida encima y me golpeó. Me indigné. Le dije: -¿Pero cómo? ¿No era que escapabas de esa persona y convives con él? Me imaginaba la escena. Un tipo alcoholizado encima de ella satisfaciendo sus instintos y luego golpeándola. Y luego conmigo se hacía la persona que necesitaba un tiempo. Por supuesto que se lo dije. Y me dijo: -Tú no entiendes. Tú eres demasiado blando.
Interlocutor: ¿Qué sentiste en ese momento?
Entidad: Quizá estuve mal pero sentí como que se merecía lo que le pasaba.
Interlocutor: ¿Y qué pasaba por ti? ¿Sentías bronca, sentías rechazo, indignación?
Entidad: No, rechazo no. Sentía, bueno, sí, cierto desprecio. ¿Por qué iba a volver con una persona que la maltrataba y que ella me dijo mil veces que no se sentía a gusto con él y que le daba cierto rechazo? ¿Rechazo y luego convive con él? Se puso a llorar y me prometió que iba a cambiar de forma de ser. Esa noche fue hasta ese momento la mejor noche de mi vida porque intimamos. Yo estaba muy nervioso, o sea, que apenas pude intimar pero, bueno, no quiero dar detalles pero me sentí raro. Pero al día siguiente me levanté como si hubiera ganado un torneo.
Interlocutor: ¿Cómo fueron las cosas de allí en más?
Entidad: Los días pasaron apaciblemente. Íbamos algunos días al teatro. El teatro era a cielo abierto, en la plaza. Obviamente cuando llovía se suspendían las actividades. Hacíamos caso omiso de las palabrotas de algunos del poblado porque ella era muy atractiva y apenas un poco más alta que yo. No me gustaba que a veces se vestía como muy llamativa, como provocativa para semejantes bestias. Y eso que la zona ecuatorial dentro de todo era lo más tranquilo del planeta. Una tarde, un hombretón una cabeza más alta que ella nos corta el camino. Me señala a mí y me dice: -¿Con este estabas? Me di cuenta que era Dorf. Verdaderamente era una figura impresionante. Portaba un mangual. Creo que con un solo golpe me hubiera partido el cráneo en diecisiete partes. La abofeteó que la tiró al piso. Yo me quedé paralizado. Cuando veo que se agacha para levantarla había un granero cerca y cogí un balde metálico y le pegué con él en la cabeza. Como que no le hubiera hecho nada. Era tal mi desesperación que lo golpeé de vuelta con el balde en el rostro y ahí sí se tambaleó. Lo golpeé por tercera vez y cayó al piso. Lo golpeé por cuarta vez y le empezó a sangrar el rostro. Lo golpeé por quinta vez y una mano me detuvo: -¡Salvaje! ¡Bestia! Era Zelda. -Tú eres igual que él. Vete, no quiero saber nada de ti. -¿Cómo igual que él? Mírate el rostro, otra vez lo tienes lastimado. ¿Cómo igual que él? -Pero mira lo que le has hecho. -¿Y qué esperabas? ¿Permitir que te golpease? -Aparte lo has atacado a traición. -Lo estás defendiendo. Hizo caso omiso y con un paño cogió agua de un abrevadero y empezó a limpiarle las heridas. ¡Le pidió perdón ella a él! Y él le dijo: -Está bien. Deshazte de ese payaso. No hizo falta que ella me dijera nada: me aparté y me alejé. Volví con el matrimonio mayor a mis tareas. Nunca más la volví a ver. Pero si hubiera encontrado su cadáver a un lado del camino me hubiera dado pena pero una pena impersonal, algo parecido a la piedad. Por eso decía que no entiendo a la gente. Eligen el mal, eligen el sometimiento, eligen el ser maltratados.
Interlocutor: ¿Se han sucedido algunas similares situaciones estando encarnado en esta última encarnación?
Entidad: No, no. Esta es una encarnación distinta. Pero, a ver, primero que aquella época era muy similar a la época antigua y en la zona ecuatorial, en parte medieval, de Sol III. Pero hay episodios que se repiten a lo largo de las épocas tanto en este mundo como en otros mundos, gente como que le gustara llevar una correa al cuello y que la paseen cual perro o que la tengan sometida cual esclavo. Son falsos adalides de la libertad que en el fondo se sienten cómodos con la esclavitud. Pero, bueno, no es mi problema. Es lo que elige cada gente. El tema es que esos engramas me limitan el poder tratar con el otro. A veces mi parte encarnada siente como altibajos no sólo en autoestima sino en su estadío, en momentos por euforia de proyectos a lograr, por momentos estadíos depresivos por causas aparentemente desconocidas que se guardan tanto en el inconsciente que es tan difícil encontrarlas, tan difícil encontrarlas... Te puedo asegurar que en esa vida como Donk me han sucedido cosas iguales o peores al episodio de Zelda. Sí, puedo decirte que he descargado bastante, por lo menos los engramas de ese capítulo. Pero hay otros capítulos más difíciles, capítulos donde por ayudar a una persona, por salvar a un grupo, en ese mismo mundo he quemado mi rostro y estuve al borde de la muerte pero renací. Pero cuando renací era otra persona, seguía siendo Donk pero era otra persona, distinta, nueva, imposible de reconocer. Pero ya te lo contaré. Gracias por escucharme, querida interlocutora.
Interlocutor: Gracias por estar aquí y espero que volvamos a encontrar en otro momento. Hasta todo momento.
Sesión 20/01/14 En Umbro -Aldebarán IV- incendiaron un lugar de acogida de niños y niñas y él estaba allí. Los salvó a todos pero quedó desfigurado en el rostro por las quemaduras recibidas. A pesar de ser reconocido como héroe por sus actos su ilusión por la vida empezó a caer.
Entidad: Estoy caminando por la llanura siempre con perfil bajo juntando sobre mis hombros frustraciones, desencantos, con amaneceres donde busco depositar todas mis esperanzas en la gente y con amaneceres donde me recluyo en mi interior pensando que voy a ser engañado, traicionado o ignorado.
Y no tiene que ver con algo que tenga que ver con mi manera, con mi forma sino con experiencias de vida.
En el fondo me considero un ser bueno en un mundo hostil, en un mundo donde hay asaltantes en los caminos, salteadores en las montañas, bestias salvajes en el norte, bestias salvajes en el sur. Pero lo que me ha hecho más daño han sido seres como yo en los que he depositado amor, a los que les he tratado de enseñar y han elegido el camino del error.
Cuando me levanto con la mente clara pienso: -Es lo que eligió la otra persona. Cuando me levanto con la mente confusa, opaca es como que se despierta mi ira y erradamente pienso: -Me va a ir mal. Iba a aprender la lección trágicamente.
Estaba en la taberna bebiendo una bebida espumante. El tabernero que me conocía ya me dice: -Donk, ¿quieres ganarte unos metales? -Sí -le dije-. Todo viene bien. Confío en ti. -Lleva esta bolsa que tiene comestibles hasta una casona. Calcula que hasta que se ponga la estrella de viaje en hoyuman. Es un edificio grande que viven niños y niñas que han perdido a sus padres en batalla. -Claro que sí -le dije-.
Me pagó unos metales porque confiaba en mí. Otro podía haber cogido los metales y llevarse los alimentos para él.
Cogí mi hoyuman y marché a mi destino. No apuré mi cabalgadura para nada. Finalmente al atardecer llegué a destino. Una mujer vestida de negro que adoraban a un supuesto señor invisible que no era aquel que está más allá de las estrellas pero yo entendía que en distintas regiones adoraban a distintos seres que uno no sabía si existían o era imaginación de la gente. Lo importante es que hacían una obra buena porque mantenían a niños y niñas huérfanos.
Me agradecieron el paquete y me invitaron a cenar. Les dije que sí, así descansaba mi cabalgadura que también la llevaron a un corral y le dieron de beber y comer. Una de las mujeres de negro me decía: -Nosotras pertenecemos a una orden que cuidamos a los niños y juramos nunca tener pareja masculina. Respetaba esa decisión, obviamente, pero decía que en los pueblos cercanos había habladurías y había gente que las odiaba.
Bebí un poco de más y me agarró un cansancio que las mujeres me dijeron que había un cuarto en las afueras del edificio, que me podía quedar a dormir hasta el amanecer.
No sé cuánto tiempo pasó pero me desperté con unos gritos, llantos y abro los ojos y veo fuego. Habían incendiado el lugar seguramente los fanáticos de algún poblado cercano. Así como estaba corrí y corrí y corrí y entre las llamas empecé a rescatar niños y niñas, niños y niñas. No sé cuántos rescaté pero en un determinado momento una viga cae sobre mí y no quedo sin sentido pero sí bastante atontado y cuando despierto dos de las mujeres decían que yo había sido un héroe, que había salvado todos los niños. Pero mi rostro había quedado desfigurado por las llamas.
No me fui del lugar, ayudé a reconstruir el edificio. Pasó tiempo y tiempo y tiempo. Finalmente para que los niños no se asustaran con las cicatrices de mi rostro me puse una pequeña máscara. Era Donk, el héroe. Donk, el del rostro horrible. Donk, el de la máscara. El que su vida no sé si tenía algún sentido.
Una vez me habían enseñado que aquel que está más allá de las estrellas te premiaba si tú hacías actos justicieros. ¿Qué acto más justiciero que salvar a esos niños inocentes? Y esto era lo que tenía: un rostro monstruoso que no gustaría a ninguna mujer. Mi norte, mi brújula apuntaba a la desesperanza.
Sesión 04/03/14 En un pueblo de Umbro conoció a una gente distinta que le devolvió la ilusión de vivir que había perdido. Se quedó un tiempo con sus moradores en aquel pueblo de Umbro y aprendió otras costumbres de convivencia basadas en el desapego. Regresó cambiado.
Entidad: Qué extraña que es la vida. La gente no se fijaba en mi máscara, se fijaba más allá de eso, me adoraban. Había salvado vidas inocentes y no tenían repulsión por lo que había debajo de esa máscara, ese rostro arruinado, no. Me querían, me respetaban. El problema era yo, yo mismo no me valoraba, dependía de mi aspecto externo, era yo el problema.
Me había encariñado con ese poblado, con esa gente. Pero hablé con Jeremías, un anciano y le dije: -Prometo que volveré, pero dadme un tiempo.
Y anduve a lomos de mi hoyuman líneas y líneas, amaneceres y amaneceres hasta que encontré un valle raro, aislado, con gente de tez demasiado pálida, con una palidez distinta al de los seres que yo conocía y su nariz era apenas una prominencia con dos agujeros. Estaba predestinado a conocer gente extraña. Hablaban mi idioma pero les costaba entenderme. Me preguntaron qué era esa máscara y les comenté lo que había sucedido. Me pidieron que me la sacara. Me daba cierto pudor. Sonrieron y me dijeron: -El pudor forma parte de algo que pesa dentro de ti que te jala hacia la tierra y no te deja despegar.
Obviamente no les entendía su concepto. Me saqué la máscara percibiendo con mis ojos su mirada de repulsión pero no, veía ojos de comprensión, de afecto. -Eso se soluciona -me dijeron-. Les dije en forma algo vanidosa y despreciativa: -Ni siquiera aquel que está más allá de las estrellas puede solucionar esto -mostrando mi semblante opaco-.
Me invitaron a comer, luego me dieron una bebida caliente entre dulce y amarga. Me invadió un sopor que se transformó en un pesadísimo sueño. Honestamente no sé cuánto tiempo estuve allí. Me desperté con un apetito feroz. Me sobresalté porque me toqué mi rostro y tenía un paño tibio empapado con algún líquido. -Déjatelo, no te lo saques todavía. -¿Cuánto tiempo he dormido? ¿Una noche entera? -Cuatro amaneceres. Me sobresalté. -¡Cuatro amaneceres! ¡Cuatro amaneceres sin alimentarme! -Te has alimentado semidormido, no te has dado cuenta. Hemos trabajado con tu rostro. -¿Cómo? Me mostraron un vidrio que reflejaba mi rostro como las aguas de un arroyo. -¿Es un vidrio mágico? -Esto se llama espejo.
Tenía el mismo rostro que antes de aquello, un rostro resplandeciente, un rostro más joven, quizá con menos imperfecciones. -Sois magos, sois magos. -Hemos aprendido de nuestros ascens. -¿De vuestros qué? -Ascens. -Ancestros. -Bueno, nosotros decimos ascens. Han vivido aquí en este valle por cientos y cientos y cientos de amaneceres. No nos mezclamos con otra gente. -¡Pero tenéis poderes! Mirad lo que habéis logrado. -No son poderes, es conocimiento -me dijeron. -Pero podríais ayudar al resto de este mundo, gente que tiene problemas. -Lo hemos intentado y es imposible. Las bajas pasiones, los egoísmos, nos invadirían hordas y si bien nosotros tenemos como defendernos habría muertes inútiles. Existe un insecto que tiene una picadura muy venenosa y si tú lo quisieras salvar de otros insectos te picaría. Con las hordas salvajes pasa lo mismo: por más que tú les ayudes intentarían picarte con su veneno de pasiones.
Me quedé un tiempo en ese poblado. Había unas zonas donde practicaban ejercicios de respiración, había zonas donde practicaban con espadas. Me invitaron a participar. Tenían técnicas con espada distintas a las que yo había visto en el resto de Umbro.
Conocí a una joven, Inna. Ella me contó que fue quien me cuidó en las noches en que yo dormía. Pregunté si tenía pareja. Me comentó que las costumbres de ellos eran distintas, que nadie se comprometía, que eran una comunidad y que todos pertenecían a la comunidad. No entendí bien el concepto pero esa noche ella estuvo conmigo en mi lecho. Una experiencia distinta, unas caricias distintas. Quise repetir a la noche siguiente e Inna ya no estaba. Cuando le pregunté a otro de los seres que allá había me dijo: -Inna es de la comunidad, y ese es el error de concepto vuestro: pensáis que el otro es de tu propiedad y nadie es de la propiedad de nadie. -O sea -comenté-, ¿no tenéis parejas estables? -Sí, a veces duramos varios amaneceres pero a veces los compromisos son dolor.
Era algo que yo no compartía, yo creía en el amor, creía en el compromiso. Sin embargo veía que eran felices, apacibles, serenos y se ayudaban unos a los otros. ¿Por qué no habría de aceptar o de respetar sus costumbres?
Estuve cerca de 60 amaneceres y aprendí cómo usar ese método distinto con la espada. Incluso me regalaron una forjada por un herrero de ellos y me dijo: -Este metal es mucho más fuerte que el que usan en otras regiones, cuídalo.
Cuando me estoy yendo en mi hoyuman uno de los ancianos me extiende la máscara. -Póntela. -¿Pero por qué, si ya estoy bien? -Sigues siendo Donk el servidor, el manso, el útil para la comunidad tuya. Y cuando veas alguna injusticia de verdad sácate la máscara, adopta otra personalidad y combate la maldad. -Pero lo que tú me dices no es lo que aplicáis vosotros. -Claro, porque aquí hay armonía, paz, serenidad. No tenemos por qué. Pero tú vuelves a un mundo de violencia y sé que no te quieres quedar aquí. Te gusta esto pero sé que buscas otra cosa.
Le tendí la mano. Ignoró mi mano y me abrazó. Y me dijo al oído: -Este abrazo va en nombre de todos nosotros, incluso de Inna, que aunque no está contigo no te olvidará. Hasta pronto, Donk.
Volví a mi mundo, a esa aldea de la cual me había ido hace muchos amaneceres con la misma máscara, con un rostro nuevo, con una espada nueva y una forma nueva de usarla. Pero ahora con ganas de vivir porque algo había cambiado, mucho había cambiado. Esa gente había sido el instrumento de aquel que está más allá de las estrellas, de quien yo había dudado. Y nunca hay que dudar. Gracias por escucharme.
Sesión 25/03/14 En su camino de vuelta descubrió que era una nueva persona. Dos amigos le mostraron el camino de la autoconfianza, la autoestima. Entendió que la libertad está en no necesitar nada, solamente saberse parte de aquel que está más allá de las estrellas. No necesitamos nada más.
Entidad: Cuando uno cree que ya ha aprendido todo pueden pasar dos cosas: la de mente estrecha donde uno se lleve una desilusión al visualizar algo nuevo y la de la mente amplia donde entiendes que cuanto más conocimiento tienes, cuanto más cosas has visto, cuanto más temas has aprendido te das cuenta de todo lo que te falta aún para aprender.
Iba con my hoyuman, con mi máscara, con nuevas esperanzas. El nuevo Donk, nuevo. Y en ese momento mi mente entendió que debía adoptar un nuevo nombre para cuando no tuviera la máscara: nuevo, "Novo". Me llamaría Novo. Acampé a un costado de un camino esa noche y a la mañana siguiente ya ensillando mi hoyuman se acercan cuatro personajes que yo ya los catalogaba como asaltantes de caminos. Me sentía tranquilo, tenía una espada con un metal distinto, más duro y me habían enseñado los pálidos cómo usarla. Los hombres desenvainaron sus espadas y yo hice lo mismo. Bajaron de sus cabalgaduras, los imité. Vieron que no me intimidaba y titubearon, eso era favorable para mí. Ataqué al primero, no esperé a que me atacaran, no. ¿Por qué siempre hay que esperar a que te ataquen? Lo dejé fuera de combate con un brazo muy lastimado pero a veces tampoco hay que subestimar a los rivales, eran buenos, muy buenos, por lo menos los tres que quedaban y veía que si bien no podían conmigo yo tampoco con ellos pero eran tres y yo uno. Y mis fuerzas en un momento me iban a abandonar.
En medio del combate, a lo lejos, veo dos cabalgaduras. Tenía la velocidad de reflejos de poder combatir y ver a la vez. Un turanio y un oriental eran los que se acercaban. El primero le dijo al segundo: -No sé quién tendrá la razón pero tres contra uno es desigual.
Y emparejaron el combate. Ninguno de los cuatro asaltantes murió, quedaron todos heridos. Se recuperarían más tarde o más temprano. Les agradecí. Anduve con ellos. El oriental se llamaba Macuro, el turanio Turcano. Turcano era un poco más alto que yo, corpulento, cabello amarronado claro con barba. Macuro, ojo rasgados, cabello completamente negro brillante. Turcano tenía una espada apenas curva. Macuro tenía una espada distinta. Le pregunté que qué espada era y me dijo que una Katán. ¡Katán! Veía que su filo era tan sutil que era capaz de cortar un cuello sin esfuerzo.
Estuve con ellos varios amaneceres, me enseñaron sus costumbres. Les conté la historia de mi rostro, de que estuve en un pueblo donde me curaron mis heridas, mis quemaduras. No lo podían creer pero preguntaron dónde quedaba, tampoco se lo iba a decir porque si bien tenía confianza con ellos no iba a violar mi palabra de no revelar el lugar. Les resultó extraño que tuviera dos nombres: Donk, el del rostro quemado cubierto con una máscara y Novo, el ágil guerrero con un rostro perfecto.
-¿Por qué directamente no te muestras como Donk? -Porque en la aldea donde yo vivía hay muchas supersticiones, iban a pensar que me sanó el señor del mal, el que vive bajo la tierra. -Eso no existe -dijo Macuro-, son leyendas. -Querido Macuro, sabes cómo es la gente. La gente se alimenta de supersticiones porque a veces es como que es tan débil que se alimenta con ello para vivir. Yo tampoco creo en el señor del mal, únicamente creo en aquel que está más allá de las estrellas, que es el que guía nuestros pasos y que nos da vida.
Estuvimos varios días practicando. Turcano me enseñó el combate turanio y Macuro el combate oriental. -Gracias a vosotros ahora practico varios estilos. -El mérito es todo tuyo -me dijo Turcano. -Tiene razón mi compañero -agregó Macuro-, es totalmente tuyo el mérito, estimado Novo, porque hemos enseñado a muchos y al cabo de cien amaneceres estaban igual que antes. Tienes buenos reflejos, tienes esa mirada, ese instinto. A lo lejos vimos que mientras tú combatías con esos tres asaltantes, puesto que el cuarto estaba tirado en el piso, te fijabas en nosotros. -Sí, es verdad, hice eso. -Pues otros no lo hacen, están tan enfrascados, tan metidos en el combate que ni siquiera miran si atrás de ellos hay otro agresor. -Yo no tengo ojos en la espalda -agregué- pero tengo oídos, hasta un pequeño roedor puedo escuchar que se desliza a su madriguera.
Nos despedimos. Macuro me dijo: -Eres muy bueno con mi técnica, muy bueno, pero veo en tu rostro no sé si tristeza o melancolía. -En el pueblo donde me habían curado mis quemaduras había una joven por la cual yo había empezado a sentir algo. -¿Estuviste mucho tiempo con ella? -dijo Macuro. -No, casi nada. El oriental me miró a los ojos y me dijo: -Cuanto más necesitamos más nos apegamos. -No entiendo. Turcano dijo: -A ver si te lo aclaro. Es como que tú sientes que te falta algo y de repente encuentras un amor o un lugar de pertenencia y te aferras a ello, como que tienes miedo a perderlo. Y en Umbro nada es de nadie. -Pero, ¿cómo no? Tienes un hijo, es tuyo. -No, no es tuyo, es la de vida. -Bueno, tienes pareja. Es tuya. -No. ¿Quieres una pareja o una esclava? Nada es tuyo, ni los metales que llevas encima porque los gastas en una comida o en una bebida o te los roban o los apuestas en los juegos que hay en la zona ecuatorial. Macuro agregó: -Quizá te aferras a las cosas porque no te sientes completo tú, porque sientes que te falta algo a ti, porque no te valoras. Fíjate, te has puesto un nombre distinto, Novo, como que despreciaras a Donk, como que todavía Donk estuviera con esa quemadura. Es como que ahora tienes un rostro resplandeciente pero por dentro te sientes como quemado, quemada esa parte de aquel que está más allá de las estrellas que llevas dentro, esa parte la sientes quemada. En ese pueblo te han curado tus heridas pero necesitas curar eso de adentro. Quizás ayudando a gente puedas curarte tú, sientes como que hay un vacío que llenar.
Me sentía sorprendido. -¿Cómo conocéis tanto de mí si compartimos pocos amaneceres? -Porque eres transparente, porque no ocultas, porque no escondes, porque te muestras como eres y debes aprender a no hacerlo para que no te vean vulnerable.
Conversaron entre Turcano y Macuro y ambos me dijeron: -Está bien, ten las dos personalidades: Donk, el del rostro quemado, aquel que no se atreve a nada y Novo, el que defiende la justicia. Hazlo, está bien. Encontrarás el camino. -¿El camino? -pregunté. -Sí, el camino de encontrar tu verdadero valor, tu propia importancia. El darte cuenta que no necesitas llenar ningún vacío con otra persona, con una propiedad, con un lugar de pertenencia. El vacío te lo llenas tú con tu propio ser, con tu propia esencia. Parte de aquel que está más allá de las estrellas está dentro de ti, sólo debes entenderlo, aceptarlo y creértelo.
Los vi marchar y me quedé pensando. Había en mí un hombre nuevo: Novo. Gracias por escucharme.
Sesión 13/01/15 En aquella vida no estaba de acuerdo con sus dos personalidades. Tenía dudas acerca de hacer desaparecer una de las dos pero no se atrevía a elegir cual. En el presente aquel engrama le está afectando en la realidad diaria. Pero puede resolverlo.
Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Gracias nuevamente.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Cuanto más certezas creo tener más incertidumbre tengo. Si repaso lo acontecido en ese lejano mundo donde sufrí quemaduras en el rostro, donde se burlaban de mí, donde sentía el desprecio y la lástima de los demás, donde se apiadaron de mí en un lugar distante y vaya a saber por qué razón tenían dones quizá dados por aquel que está más allá de las estrellas y mi rostro quedo como si no hubiera sufrido ninguna quemadura. Aprendí el arte de la espada, aprendí el equilibrio, aprendí como desplazarme sin ser escuchado, aprendí a ser diestro con todo tipo de armas y adopté un nuevo nombre, justamente Novo. Pero mi nombre real, Donk, lo seguía usando y volví a mi pueblo de origen con una máscara donde se veía mi nariz y mis ojos pero ocultaba mi boca y mis costados de la cara. La gente me miraba ahora con repugnancia quizá, con aprehensión tal vez.
Interlocutor: Y actualmente, esa vivencia que tu tuviste en esa encarnación, ¿cuáles serían los efectos que estarían causando en tu 10%?
Entidad: Mira, no lo sé con exactitud, yo lo que te puedo decir es que por momentos es como que mi mente me impulsa a querer desenvolverme, como lo hago con éxito en muchas áreas, pero mi problema es el trato, la timidez de tratar con gente a la que recién conoces. Y mira que lo entiendo, porque se trata de prejuicio, porque se trata de que si tú tienes timidez o dudas de acercarte a quien no conoces o tratar con gente en un lugar al que casi nunca has ido es porque temes la desaprobación del otro o de los otros o del grupo. Y es raro. Y te explico porque es raro. Novo era yo, el diestro con la espada, el joven seguro, firme. Incluso atraía al sexo opuesto. Pero es que cuando volví a mi pueblo como Donk, con el rostro desfigurado para ellos, ese rechazo me molestaba, me incomodaba, me bajaba la estima y muchas veces me pregunté que tendría que ser al revés y esto lo quiero conversar contigo. En tu época, en tu región donde tu vives, querida hermana, no hay teatros pueblerinos como había donde yo vivía en aquel mundo y cuando ibas a la zona ecuatorial a esos teatros muchos se ponían máscaras interpretando personajes, capaz personajes que tenían un gran arrojo, que eran grandes héroes pero luego veías al actor y era un pobre ser. Entonces esa máscara lo transformaba porque estaba interpretando un rol que no era él. ¿Hasta ahí me sigues?
Interlocutor: Sí.
Entidad: Pero yo hacía al revés, porque habían sanado mi rostro, me habían enseñado a defenderme, quizás era uno de los más diestros de la región y ágil, como Novo. Entonces no usaba la máscara como Donk para ser el gran héroe, ya era el héroe. Yo mismo no entiendo por qué quería inspirar lástima como Donk, por qué directamente Novo no desaparecía y Donk se daba a conocer a todos. "Mirad, os habéis burlado de mí. Donk y Novo somos la misma persona". De esa manera evitaría la burla, el desdén, el desprecio. Explícame.
Interlocutor: Bueno, es interesante ver ese punto porque ahí hay algo que está indicando que posiblemente tú te sintieras mal contigo mismo y de alguna forma el no darte a conocer sería como buscar que los demás te castigaran, inconscientemente, porque en realidad eras tú el que te sentías mal contigo mismo y me gustaría que profundicemos en esto como para poder encontrar la causa de por qué tú querías castigarte, el por qué tú te sentías mal contigo.
Entidad: Esto es lo que vosotros en Sol III llamáis masoquismo. ¿Como que me gustaba sufrir?
Interlocutor: No.
Entidad: ¿Me gustaba ser despreciado?
Interlocutor: No.
Entidad: ¿O tú piensas que yo me merecía este castigo por algo que había hecho?
Interlocutor: No.
Entidad: Entonces no entiendo.
Interlocutor: Es que sería la única manera razonable de encontrar alguna explicación al por qué tú actuabas de esa forma. Seguramente tú, yo ahora que te lo estoy mostrando, fuera algo inconsciente que tú no lo veías en ese momento, por es que tenemos que encontrar la causa de por qué tú te sentías mal contigo y tratabas de castigarte. No era masoquismo, era quizás un desprecio que sentías tú por ti mismo y ahora quisiera que profundicemos en el por qué. ¿Por qué te sentías mal con vos mismo? ¿Hiciste algo de lo que te arrepentiste?
Entidad: No, incluso antes de que mi rostro fuera quemado era torpe no solamente con la espada sino con las herramientas, con las herramientas para trabajar la tierra. Era torpe en el diálogo, ninguna joven se acercaba porque me veían como un amigo y no como aquel galán, aquel héroe, aquel guerrero que la pudiera conquistar. Nunca había sentido resentimiento hacia los que me daban la espalda, siempre me acusaba a mí mismo.
Interlocutor: Sin embargar había una cierta actitud cómoda de parte tuya, ¿verdad?
Entidad: ¿Por qué cómoda? ¿En qué sentido?
Interlocutor: Porque no reaccionabas, porque no te dabas a conocer. ¿Por qué te sentías tan cómodo en esa situación?
Entidad: Tú dices después, cuando mi rostro fue sanado, cuando me transformé en Novo.
Interlocutor: Así es.
Entidad: No, no lo sé. Es como que...
Interlocutor: ¿Es que acaso la apariencia física para ti era tan importante para que tú mismo te despreciaras?
Entidad: Hasta caminaba más derecho, más ágil cuando era Novo. Cuando era Donk con esa máscara que tapaba ese rostro desfigurado caminaba más cansinamente, más lento, más derrotado, con una mirada lánguida, triste, resignada.
Interlocutor: ¿Sentías que pasabas desapercibido siendo ese personaje?
Entidad: En realidad no era un personaje yo siempre fui Donk, el personaje era Novo. Lo que pasa es que se había dado vuelta mi personalidad porque Novo era el que mostraba el rostro. Y si yo, como Donk, dijera a los del pueblo "Yo soy Novo", se reirían en mi rostro, en lo poco que verían de mi rostro. Salvo ir a la taberna, porque aparte tenía otras vestimentas, y adelante de todos sacarme la máscara y arreglarme el cabello con una cinta de cuero, me lo ataba en la nuca y ponerme las ropas de Novo con la espada en un costado, con un puñal en el otro costado y decirles "¿Veis? A aquellos que os burlabais, mirad, soy Novo". Pero pasaba que cuando me transformaba en Donk era tímido y no me animaba a ir a la taberna y sacarme esa máscara y mostrarme.
Interlocutor: ¿Por qué?
Entidad: Por vergüenza.
Interlocutor: ¿Vergüenza de qué?
Entidad: De la gente y también porque algunos se enojarían. Dirían "Nos has estado engañando, te has burlado de nosotros. Hace tiempo que estabas curado". ¿Y por qué no dejar ese pueblo? ¿Por qué no hacer que Donk desaparezca y ser siempre Novo y andar por los caminos? Me sentía...
Interlocutor: A eso me refería a la situación cómoda.
Entidad: ¿Cómodo ser Donk o cómodo ser Novo, el diestro?
Interlocutor: La situación cómoda de no darte a conocer.
Entidad: ¿Y por qué darme a conocer? ¿Por qué directamente no irme de ese poblado? ¿Que Donk desaparezca y ser siempre Novo?
Interlocutor: Sí, esa sería otra opción ¿Qué te retenía en el pueblo?
Entidad: El orgullo, el orgullo como decís vosotros. El orgullo egoico, porque en el fondo de mi mente era hacer eso de la taberna: -Mirad, soy Novo. -Os habéis burlado de nosotros. -Sí, ¿y quién me lo va a recriminar? ¿Quién se atreve a enfrentarse conmigo? Entonces puede que en el fondo sienta como rencor por toda esa gente por las burlas pasadas. Y el desafiarlos, no el lastimarlos... Era tan diestro con la espada que podía desarmar uno, dos, tres, cuatro personas.
Interlocutor: ¿Y qué te impedía hacerlo?
Entidad: Porque me parecía que estaba mal, como que era una actitud pedante el querer mostrarme, aunque ellos se lo merecían. Había jóvenes...
Interlocutor: Viviste en la duda y nunca te atreviste ni a mostrarte ni a decir quién eras.
Entidad: Había jóvenes, bellas que las escuchaba, porque tenía muy buen oído. Un día estuve hasta a punto de reírme -como Donk- cuando en una humilde obra de teatro en la plaza principal hubo un combate figurado entre el gran guerrero Ligor y Novo -Ligor media cabeza más alto, Novo más pequeño pero más ágil- y mientras Ligor con su tremenda espada lanzaba golpes, Novo lo esquivaba y lo iba cortando hasta finalmente derrotarlo y hasta se me pasaba por la cabeza qué pasaría en un combate real contra Ligor. Pero ¿por qué combate real si Ligor, por lo que se decía de él, era un excelente guerrero y bueno, que había salvado cientos de vidas?
Interlocutor: ¿Llegaste a hacer algún amigo o amiga? ¿Tenías algún familiar, algún ser querido allí?
Entidad: Ya todo eso había quedado en el pasado, ya no tenía seres que podía decir que eran de mi entorno, de mi familia directa no, no.
Interlocutor: ¿Hijos no tuviste tampoco?
Entidad: No hasta este momento de la historia. Pero en el fondo me reía, como Donk, al ver un actor representándome. Hasta qué punto en la comarca se sabía de Novo y verdaderamente en la vida real había salvado al hijo de un rey del ataque de unos asaltantes y a muchos en los distintos caminos. Había enseñado a otros jóvenes el arte de la espada. Era muy apreciado y por algunos temido. Es como que tenía una doble personalidad. Pero como dije al comienzo siempre es al revés, cuando te pones una máscara es para mostrar lo que crees que es lo mejor, como en una obra de teatro, el que se pone una máscara para representar el héroe. Nunca te pones una máscara para ser menos. Entonces entendí como que a veces en esta vida actual sé que puedo dar más, sé que puedo hacer más y cuando tengo que enfrentarme a un grupo nuevo, a amigos nuevos, hay como una máscara invisible que me tira para atrás y no me deja ser yo, porque sé que puedo, soy inteligente, tengo presencia...
Interlocutor: Claro que puedes.
Entidad: Y es como que cuando tengo que hablar con alguien se me nubla mi entendimiento y es como que no puedo terminar de repasar esa vida pasada, valga la redundancia, eliminar ese engrama hasta tanto no me comprenda a mí mismo esta incoherencia.
Interlocutor: El hecho de que lo puedas estar contando ya es un gran comienzo.
Entidad: Sí.
Interlocutor: Yo creo que tienes que comprender que tanto ese rol de héroe que tenías como el otro rol donde te sentías humillado por los demás, ambos roles que tú tomabas eras tú y hoy por hoy eres tú. O sea, que la misma persona con tanto potencial es la misma persona que a veces tiene timidez. Y pasa por que comiences a aceptarte como tú eres, ya sabes que eres capaz.
Entidad: Es como que tuviera dos personalidades.
Interlocutor: Tú ya sabes que eres capaz y que cuando quieres puedes ser un héroe y cuando quieres también puedes hacerte sentir tú mismo el ser más especial. Pero el tema es que tú puedas conseguir cierta armonía, cierto equilibro en tu vida porque en ningún momento has dejado de ser tú...
Entidad: Aparte, como para terminar.
Interlocutor: ...es el modo en que tú actúas...
Entidad: Fíjate...
Interlocutor: ...es el modo en que te muestras lo que cambia.
Entidad: Entiéndeme, yo lo razono.
Interlocutor: Pues trata de ser tú sin importarte lo que piensen los demás.
Entidad: Eso lo entiendo pero es más; a veces converso con una joven o con un muchacho y sé que son como cualquier otro con sus problemas, con sus defectos, con sus virtudes y son iguales a mí.
Interlocutor: Sí, pero tú tienes miedo a mostrarte, tienes miedo de mostrarte porque te importa mucho lo que los demás piensen.
Entidad: Pero si sé que algunos tienen más problemas que yo, ¿por qué entonces esa duda? Eso es lo que tengo que trabajar. Y no se trata de ser Donk o ser Novo, no me interesa representar, quisiera ser alguien normal que no lo quieran por ser...
Interlocutor: ¿Cuál sería tu definición de normal?
Entidad: Que no me quiera por ser un héroe y que no me desprecien por ser poca cosa. Un paladín que va con un hoyuman blanco con una espada bruñida y derrota a diez guerreros... Claro, todo el mundo se va arrimar.
Interlocutor: ¿Qué es lo que tú piensas de ser normal? No; ¿qué es lo que tú piensas que es lo que los demás piensan de ser normal?
Entidad: Que se arrimen por lo que yo puedo dar.
Interlocutor: Sí, pero eso va a depender de vos. Tampoco está bien que tú pienses que los demás se arrimen por lo que tú puedes brindar. O sea, que se arrimen por lo que tú eres: con tus errores, con tus virtudes, con tus aciertos y con tus desaciertos.
Entidad: Eso sería lo ideal.
Interlocutor: Pero tienes que comenzar...
Entidad: La gente se arrima con los aciertos.
Interlocutor: Olvídate de la gente.
Entidad: Entiendo.
Interlocutor: Nadie te va a aceptar si tú no te aceptas primero.
Entidad: Pero sabes cómo es la gente, la gente se acerca al héroe, al que tiene virtudes, al que no tiene defectos, al que es inmaculado, al que lucha y nunca lo hieren. Yo no quiero eso porque entonces no se acercan por mí, se acercan por una figura, de la misma manera que también despreciaban a la otra figura. Entonces no quiero ser ni Donk ni Novo.
Interlocutor: No lo seas. Pero eso de no serlo va a depender de vos.
Entidad: ¡Buff!
Interlocutor: Y va a depender de vos que hagas el trabajo interno, que reflexiones sobre ti mismo. Tienes que quererte a ti mismo, tienes que aprender a aceptar tus defectos y tratar de superarlos. Si has tenido desaciertos, bueno, trata de no tenerlos próximamente...
Entidad: ¿Sabes lo que soñaba en esa vida? Para terminar.
Interlocutor: ...pero tienes que aprender a convivir contigo mismo.
Entidad: Soñaba que de un lado estaba Donk y de otro estaba Novo y que se acercaban y se fusionaban en uno solo y desaparecían los dos y era uno nuevo que no era guerrero, que tampoco inspiraba lástima.
Interlocutor: Que era normal.
Entidad: Eso es lo que yo interpreto que era normal y que se acercaban por mí, solo por mí...
Interlocutor: Pero eso va a depender solo de ti, al menos ahora puedes verlo.
Entidad: ...no para pedirme nada.
Interlocutor: No necesitas ser un héroe ni tampoco sentirte como el ser más despreciado.
Entidad: Te agradezco mucho. Interlocutor: Eres un ser maravilloso y que estás aquí porque tienes mucho que vivir, mucho que hacer, mucho que dar pero aprende a quererte a ti mismo. Hasta todo momento.
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