Sesión del 09/02/2022
Sesión 09/02/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán Elarin
En Aldebarán, era princesa a quien su padre había la pactado en matrimonio. Escapó de palacio, viajó por pueblos y encontró unos amigos a quienes participar que un obscuro mento estaba buscando princesas. Esos amigos ya conocían tantos seres malvados que no se inmutaron.
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Entidad: Mi nombre era Jimena, hija del rey Fonce.
Mi padre era una persona intolerante, sometía a sus súbditos de la misma manera que él a su vez se sometía a las órdenes del emperador Masón, del imperio Atauro, que tenía muchísimos reinos bajo su imperio.
La ciudad principal, Rapara, tenía cien veces mil habitantes, rodeada por una enorme fortaleza. Muchas veces llegué al límite este viendo el gigantesco mar Grande.
La hija del emperador, Noah, hacía más de sesenta amaneceres que había desaparecido. Mi hipótesis era que había escapado porque su padre la quería comprometer con Hayden, príncipe de un reino vecino, y Noah se enojaba.
Levi, el jefe de la guardia imperial, por orden del emperador Masón la fue a buscar y hasta el momento no había aparecido.
Con los soldados de la guardia de mi padre, el rey Fonce, yo aparentaba ser una tonta, una ingenua, fingía que apenas sabía montar el equino y ellos no sabían que mi hoyuman adivinaba mis gestos sin que yo tuviera que decirle por qué camino quería ir.
Comencé dando breves paseos con una pequeña guardia, me vieron tan dócil, me vieron tan tonta, tan ingenua, que por orden de mi padre me dejaron cabalgar sola. Pero una noche cargué mis alforjas con muda de ropa, con carne seca, con legumbres, con dos cantimploras llenas y antes de que amaneciera me marché.
Anduve por terreno pedregoso para no dejar huellas, anduve por arroyos para que no siguieran mi rastro. Por desiertos, por bosque húmedos, por cadenas de montañas.
Ya hacía como treinta amaneceres que me había alejado, porque al igual que le pasó a Noah, a la hija del emperador, mi padre el rey Fonce me quería casar con un príncipe que yo detestaba. Un príncipe egoico, creído pero que a su vez gustaba de estar con otras mujeres. Y sabía que iba a ser una esposa infeliz y me escapé de Rapara.
Ya casi no tenía comida. Por supuesto era previsora, en bolsillos internos de mi ropaje llevaba metales dorados y metales plateados. Por supuesto que evitaba los poblados pero cuando veía aldeas pequeñas iba a alguna posada a comer algo para no desfallecer. No era la tonta que aparentaba ser en Rapara, no era la tonta que creían los soldados de mi padre. Mi ropaje era humilde como de una campesina, mis botas eran viejas, nadie sospecharía que era una princesa. Comía brevemente y rara vez dormía en posadas, dormía en zonas montañosas o en espesos bosques.
Y yo no creo en la casualidad, yo creo en la causalidad. Una mañana después de haber bebido de mi cantimplora continué viaje con mi hoyuman, y en un camino montañoso olí humo. Mi olfato era muy desarrollado y habían encendido una pequeña fogata, estarían cocinando algo. No sabía si eran dos personas, cinco personas, diez personas pero ya no podía retroceder, los cascos de mi hoyuman se escuchaban a trescientas líneas de distancia y no tenía sentido huir. Pero no, era una pareja.
Mi sorpresa fue tremenda:
-¡Noah! -Era Noah, la hija del emperador Masón.
Ella se sorprendió también y me miró.
-¡Jimena! Tú eres Jimena, la hija del rey Fonce.
-Así es.
-¿Te han mandado a seguirme?
-No, no, para nada. Me imagino por qué has escapado tú, quédate tranquila, a mí me pasó algo similar. -Y le conté que me querían comprometer y luego formalizar una boda con un príncipe que no hubiera soportado estar en sus brazos.
Me presentó al joven.
-El príncipe Gualterio. Este joven, así como lo ves, me salvó la vida. Lamentablemente Levi, el jefe de la guardia, que me había encontrado, fue muerto por unos maleantes y si no fuera por este joven seguramente me hubieran ultrajado y luego quitado la vida. Le estoy muy agradecida. -Sonreí porque veía como lo miraba Noah al joven Gualterio. Noah no era tonta, era tan o más lista que yo.
Y me dijo:
-Sé por qué sonríes -Lo tomó de la mano a Gualterio-, nos sentimos cómodos uno con el otro.
Hablé:
-¿Cómodos? Es una palabra circunstancial...
Gualterio fue más directo, me dijo:
-De príncipe a princesa, no es que me sienta cómodo con Noah, creo que encontré el amor de mi vida. -Y se besaron.
-Vaya, felicidades. Pero hay algo que debo comentaros, algo muy grave. Permitidme desmontar.
-¡Pero por supuesto!
Mi hoyuman relinchó al olfatear a los dos hoyumans de los jóvenes. Me senté, me ofrecieron un trozo de carne cocida, que comí con gusto.
-Cuéntanos.
-Hace treinta amaneceres que estoy escapando. He evitado pueblos, imagino que tú también, Noah, he evitado aldeas, el ropaje que tengo, al igual que el tuyo es humilde para que nadie me observe, para evitar llamar la atención. Pero obviamente varios amaneceres he ido a poblados y a aldeas porque ya no me quedaba carne seca y yo no sé cazar, no sé si me animaría a cazar a algún pequeño animal. Tengo muchos metales y discretamente he comido en algunas posadas en distintas aldeas, y de la misma manera que tengo buen olfato también tengo buen oído. Tú sabes, querida Noah, que tu padre, el emperador Masón, desconfiaba de todos y si bien confiaba en Levi, el jefe de su guardia imperial, él tenía alguien que lo aconsejaba, un hombre con mucho poder: Andreas. -Noah puso un gesto de odio.
-Lo conocí de pequeña. Nunca me gustó, es como que adivinara mis pensamientos.
-Es que los adivinaba. Tu padre quizá no le contó a nadie quien era Andreas, pero mi padre, el rey Fonce, sí me lo dijo. Andreas tiene el poder de manipular las distintas mentes, hasta puede llegar a matar con su mente.
Noah me dijo:
-No, Jimena, no, eso es un mito.
-Noah -exclamé-, lo he visto yo. Un hombre noble, bueno, pero que tenía deudas de juego robó unos metales para pagar esas deudas y lo descubrieron.
-¡Qué raro que mi padre no lo mando a colgar en la plaza principal de la feria feudal!
-Hizo algo peor; lo puso en el medio de la plaza y llamó a Andreas, su consejero. Andreas lo miró a este pobre hombre que le gustaba jugar y perdía. Le empezó a salir sangre de la nariz, sangre de los oídos y al poco tiempo cayó muerto. La gente de la feria feudal, petrificada. Podían haber huido despavoridos al ver semejante escena pero pasó lo contrario, quedaron petrificados. Yo estaba a cincuenta líneas de distancia. Lo primero que hizo Andreas cuando con su mente mató a ese hombre fue levantar la vista y mirarme. Pegué un respingo. No sé si a tanta distancia podía leer mi mente pero mi mente no era de miedo, era de asco, de desprecio. Pensé que sonreiría como pensando que yo era insignificante, pero no, su gesto era como de piedra, su mirada como de odio, como de suficiencia.
Habló el joven Gualterio y me preguntó:
-Jimena, si ese Andreas es tan así como dices... Conozco esa raza, se llaman mentos.
-No sé como se llaman -dije-, pero tiene el poder de someter a la gente y hasta de matarla, como hizo con este noble.
Gualterio siguió hablando y me preguntaba:
-Si es tan así, ¿por qué no se apodera del imperio, por qué no somete al padre de Noah? -Me encogí de hombros.
-Pienso que sé el porqué.
Noah me dijo:
-Dilo, porque muchas veces lo pensé. Es el único al que mi padre no trata de manera despectiva pero sin embargo Andreas se somete a su orden. Si tiene tanto poder mental, ¿por qué no sometió a mi padre?
-Es cierto lo que pregunta Gualterio. Porque está con una postura cómoda, porque quizá le fatiga manejar un imperio. O quizá para él todos son títeres, para él todo es un juego. Y no es que está pendiente de las órdenes de tu padre, Noah, no, él está. Tiene sus propios sirvientes, tiene sus lacayos y cuando es necesario aconseja al emperador. Mi padre, el rey Fonce lo respeta mucho. Es más, se inclina ante él como si fuera el propio emperador Masón.
Noah me miró y me pregunto:
-Si es tan así, si tiene tal poder y puede leer las mentes, ¿cómo es que no presintió que yo iba a fugarme de Rapara?
-Que sea un, como dice Gualterio, un mento no significa que esté en el pensamiento de todos, también se toma el descanso para leer, para meditar. A veces pasea en hoyuman. Él hace su vida independiente, pero de alguna manera tiene como cierta lealtad con Masón. Y eso no lo sé, por qué.
Noah dijo:
-Quizá yo sepa porqué. Cuando yo era pequeñita Andreas ya era un adolescente. Nunca supe de su familia, nunca supe que tenga padres o hermanos, quizás antes de que yo naciera mi padre lo acogió en su imperio y de ahí la lealtad. Otra explicación no tengo. ¿Pero cuál es lo grave que ibas a contarnos?
-He pasado por varias aldeas, como dije antes, a comer discretamente sin alojarme en ninguna de ellas, durmiendo en bosques, durmiendo en zonas montañosas, pero de la misma manera que tengo buen olfato, tengo buen oído y la gente murmura que hubo aldeas asoladas por un hombre de cabello rubio vestido de negro preguntando por la hija de un emperador. Es más; cuando yo me fugué de Rapara Andreas no estaba. -Noah se puso pálida.
-¿Estás diciendo que Andreas me busca?
-Estoy diciendo eso. Pero es una persona tan cruel, tan ruin que si no tiene información se desquita con los aldeanos torturándolos mentalmente o haciéndoles sentir pavor.
-¿Cómo pavor?
-Claro. Los aldeanos de repente ven una visión monstruosa que no existe, solamente está en su mente provocada por Andreas, y algunos llegan a morir, se les para el corazón del miedo. Hasta tal punto es cruel ese hombre.
Noah lo miró a Gualterio, y le dijo:
-Tenemos que seguir viaje.
-¿Cómo es -pregunté- que los he alcanzado? O por lo menos a ti, porque entiendo que Gualterio venía de otro lado.
Noah se encogió de hombros suspirando y dijo:
-Lo que pasa, Jimena, es que quizá nos dejamos estar.
-No entiendo, tradúcelo.
-Nos descuidamos, aflojamos nuestra alerta pensando que ya todo había pasado. Jamás me iba a imaginar que mi padre iba a mandar a Andreas en mi búsqueda.
En ese momento se escuchó el casco de dos hoyumans, Gualterio sacó su espada. Al rato sonrió, guardó su espada.
-¡Qué alegría verlos!
Noah dijo:
-¿Quiénes son?
-Amigos, confiables. -Uno parecía un guerrero muy rudo, de cabello oscuro, muy fuerte, se llamaba Ligor, y nos presentó al otro más delgado, de una cara más... más de persona de menos carácter. Se presentó como Donk, me cayó bien. Pero el otro, el guerrero, tenía un aspecto muy fiero. No es que me cayó mal pero su sonrisa era como burlona y no me gustaba. -Me miró y la miró a Noah:
-Gualterio, ¿quiénes son estas hermosuras? -Levanté la cabeza altivamente.
-Soy la princesa Jimena. ¿Y tú quién eres?
-Bueno, así como me ves también soy un noble. -La miró a Noah- ¿Y tú?
-Soy la hija de un emperador.
Ambos desmontaron.
-¿Quedó algo de comida?
-Sí -dijo Gualterio-, pero no tenemos mucho tiempo.
Lo que yo había relatado Gualterio se lo contó al guerrero Ligor y a su acompañante, Donk.
-¡Vaya! -Lo miró a Donk el guerrero Ligor.
Y le dijo:
-¿Te das cuenta?, salimos de una y nos metemos en otra.
Le dije:
-No te lo tomes a broma, es el mayor peligro que habéis pasado en vuestra vida.
-¡Je, je, je! Porque no has conocido a Zizer.
-No sé quién es Zizer.
-Uno de los mentos más peligrosos. Y sin embargo ahora yace bajo tierra.
-No lo conozco ni nunca lo conocía a Zizer, pero os puedo decir que Andreas es la persona más peligrosa de este mundo.
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