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Psicoauditación - Elisa

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 03/07/2015

Sesión del 26/08/2015

Sesión del 15/09/2015


Sesión 03/07/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Elisa

Encarnar es la actividad preferida de la mayoría de las entidades suprafísicas, pues en el plano físico pueden disfrutar las sensaciones que proveen los sentidos a través de su parte física. Pero en realidad, encarnar sirve para evolucionar uno como ser suprafísico y así brindar lo esencial a otros que pueden necesitar. Pero no se está exento de volver con heridas debido a los roles que se interpretan.

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Entidad: No es sencillo encarnar. Es hermoso encarnar. No es fácil encarnar. Te atrapa encarnar.

Diréis: -Es un contrasentido, palabras que se contraponen, que se contradicen.

Y no, es todo a la vez, es sabor y dolor, es crueldad, es sinsabor, es belleza, es poesía, es conocimiento, es olvido.

 

Mi nombre como thetán es Elda-El, estoy en el plano 3 subnivel 9, al borde del plano maestro. No voy a descubrir nada nuevo al decir que los benditos roles del ego son los que jalan hacia abajo al espíritu y no le permiten llegar al plano maestro. Y los roles del ego son traicioneros porque te manipulan, porque te dan poder, porque te hacen creer que puedes cuando no y te hacen creer que no puedes cuando sí. Te hacen creer que no eres aceptada cuando sí y te hacen creer que puedes lograr todo cuando a veces no. Te hacen pensar en el rechazo cuando hay aceptación. Te hacen presumir. Te hacen sentir invadida y por momentos aislada. Sí, el encarnar es un contrasentido.

 

Pero si bien en el plano suprafísico tienes el concepto -que es valiosísimo- los cinco sentidos físicos, el poder tocar, saborear, olfatear, ver y oír... Sí, es cierto, en el plano suprafísico todo eso lo reemplazas con el percibir, sí, pero como dijeron algunos Maestros tiempo atrás "Si jamás has encarnado, ¿cómo percibes el gusto de una manzana si no la saboreas? ¿Cómo percibes una flor si no hueles su aroma? ¿Cómo sientes una caricia si no tienes quién te toque?".

Tiene su contraparte: el dolor, el sufrimiento, roles, roles sobre roles, apegos... ¿Más apegos que en el plano suprafísico? Sí, totalmente, porque estás protagonizando. ¿Pero no protagonizas en el plano suprafísico teniendo ego? No es lo mismo. Para ti que encarnas, el plano físico es real: te pinchan y te duele, te acarician y te da esa sensación de placer, una mirada te paraliza; si es de amor te mueve por dentro, si es de desdén sientes algo frío pero no hay mirada en el plano suprafísico, todo es percepción. Es más, y a veces tengo la duda si más significa mejor.

 

Fui creado como espíritu hace ciento veintidós mil años de Sol III y me creó el Eloah Arbillac. He encarnado en mil doscientos dieciocho planetas: doce mil doscientas veces en total y cuarenta y ocho veces en Sol III. ¿Que Sol III es el planeta donde más engramas tuve? Encarné muchas menos veces en Umbro y os puedo asegurar que en un mundo tan hostil, tan distinto, eternamente salvaje he sufrido muchos engramas. He subido y descendido de plano más por roles del ego que por engramas y no tengo empacho en decirlo: he descendido mil doscientas veces. ¿Que los engramas me han condicionado? Sí, y han sido tierra fértil para los roles del ego.

 

¡Ah! Tengo un espíritu guía, Astarbel, del plano 5 subnivel 5 y una entidad angélica guía, Laci-El, del plano 6 subnivel 1. No están encarnados pero me han guiado muchísimas veces.

 

Hubiera caído muchísimo más. Hubo momentos, en distintas encarnaciones, donde si bien soy una entidad que busca el amor he sufrido desilusiones, traiciones, crueldades, torturas, que si no me cogían de la mano - metafóricamente hablando- estaría en el plano 2, un plano de crueldad por deseos de venganza porque mi mente reactiva no entendía que somos roles. Me adecuaba a ese refrán vuestro "Ojo por ojo, diente por diente". Cuando uno está analítico, como entidad espiritual, sabe que eso no tiene ningún sentido porque el karma es de uno; quien te hace daño ya tiene su karma, no necesitas desquitarte.

 

Necesito poder encontrarme a mí mismo como entidad espiritual y mi parte encarnada también necesita encontrarse a sí misma para luego poder brindar lo esencial a otros, esa es la misión. Esa es la gran misión de mi parte encarnada en esta vida. El poder, primero, encontrarse a sí misma, entender las actitudes hostiles de otros... Entender no significa compartir. Entender significa el poder captar, quizá, por qué gente cercana a ti hace las cosas que hace. Entender tampoco es justificar porque seríamos cómplices del error, el mal nunca se justifica.

 

Puedo decir que he tenido vidas buenas, vidas no tan buenas. Vidas, como decís vosotros, donde he pasado sin pena ni gloria, vidas tranquilas. Pero son doce mil doscientas veces en mil doscientos dieciocho planetas. De las cuarenta y ocho veces que encarné en Sol III casi todas han sido como femenina, es una elección. Ya contaré alguna de esas vidas. Hay una en Umbro muy especial, muy, muy especial. Continuaremos.

 

Gracias.

 


Sesión 26/08/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Elisa

En un entorno violento donde había que sobrevivir aprendió de joven a defenderse. Quedó con algún engrama cuando soportó humillaciones en público pero entendió que no había que usar la venganza sino seguir adelante.

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Entidad: No es sencillo entender la mentalidad de cada ser que te rodea, no hay dos seres iguales ni siquiera entre los animales. El mundo donde nací era muy hostil. La región donde viví de pequeña, la región Oriental, dentro de todo era bastante civilizada comparada con la región del Norte. Mi nombre era Sicara, vivía con papá Sosumo. Mamá había fallecido al tenerme. La familia de papá Sosumo no me quería, decían que él había quedado viudo por culpa mía. Ni hablar de la familia de mamá. Y encima tuvo una hija. Como que en la zona Oriental era más valioso ser varón que ser mujer.

 

Pero papá no me dejó tener engramas, me crió como un muchacho en el sentido que ya a los cuatro años me enseñaba a manejar el arco y la flecha con pequeños modelos que vosotros llamarías de juguete.

A los doce años era una experta tiradora. A los catorce, con un físico más desarrollado participé de un torneo, había que darle a un blanco a cien líneas. Solamente Katuma -Katuma, la hija de los líderes- lo había logrado la temporada anterior. Esta vez Katuma falló y yo di en el blanco con catorce años, cuatro años menos que ella.

Treinta amaneceres más tarde, por decisión de ella y por influencia del padre, hubo un nuevo torneo con un blanco a ciento cincuenta líneas. Ella falló, yo di en el blanco. Padre Sosumo me había enseñado a calcular el viento, el ángulo de tiro, no tensar demasiado la cuerda y soltar, y la flecha prácticamente se disparaba sola dando en el blanco. Tal vez la juez iba a favor de la hija del líder, no porque fuera popular o le quisieran sino porque tenía ascendencia, podía conceder favores, especulaba. Yo era todo lo contrario, era antipopular, la enemiga, la rival.

 

Cuando cumplí quince nos enfrentamos. Ella buscó discutir a propósito, por cualquier tema. Intenté no darle importancia y hasta decidí darle la razón pero me empujó delante de todas y sacó un sable muy similar a vuestra catana. Saqué mi sable con el que había practicado tan poco, tan pero tan poco que apenas si sabía usarlo. Era la mejor en la zona oriental de las jóvenes en el arco y flecha pero con la catana no. No me lastimó seriamente, me inflingió heridas en el brazo, en la pierna, en el abdomen. Caí de rodillas y me apoyó su catana en mi cuello, me pateó el rostro y caí desvanecida.

 

Desperté en casa, papá Sosumo estaba curándome las heridas. Una bastante grande en el muslo derecho me la había cosido estando yo desmayada. Las costumbres orientales eran distintas, padre Sosumo no buscó venganza ni reclamarle nada al líder porque había sido un problema entre nosotras pero me dijo:

-Sicara, eres muy buena en lo que te enseñé pero al igual que tú yo sé muy poco de combate con espada, es simplemente porque toda aquella persona que sobresale siempre tiene enemigos.

 

Papá Sosumo trabajaba con cereales, era pacífico, no se llevaba mal con el líder. Había tenido un mal congénito, su pierna derecha era un poco más corta, eso lo había salvado de participar en dos batallas contra los turanios donde hubo cientos de bajas. El hecho de que la hija del líder me hubiera humillado de tal manera, de alguna manera me fue útil. Uno: porque estaba en mi cabeza el arte de la espada. Dos: nunca más me molestó. Como decís hoy vosotros, su ego ya se hallaba satisfecho. Cuando cumplí dieciocho años, con permiso de padre, marché a conocer distintas tierras.

 

Una vez tres hombres en el camino quisieron acercarse con malas intenciones para robarme o para vejarme, azucé mi hoyuman sacándoles bastantes líneas de ventaja y me frené, cargué mi arco, al primero le atravesé el cuello, al segundo en el centro del pecho, el tercero frenó su cabalgadura y se fue en dirección opuesta a toda velocidad. Podía haber disparado en un ángulo y darle en la espalda pero no me interesaba matar por la espalda, aparte ya se había retirado de la contienda. Llegué a dar con la flecha a blancos a doscientas cincuenta líneas de distancia, la mejor tiradora de flechas en toda la zona oriental siendo mujer. Pero eso sólo no bastaba, me sentía incompleta sin practicar el arte de la espada.

 

Conocí en un poblado a un joven, Germanio. Su papá había sido un guerrero del norte y su mamá turania, ambos habían muerto, su padre en batalla y su madre violentada y asesinada por unos bandidos. Parecía buena persona pero se jactaba de saber mucho con la espada, la llevaba bien lustrada, exhibida, con un ropaje bastante llamativo y varias veces, a solas, me mostraba sus movimientos. Su espada era distinta a nuestras catanas, más gruesa, más pesada pero no me importaba, quería aprender. Me enseñó algunos movimientos, en menos de veinte amaneceres le frenaba cualquier golpe para su asombro.

 

Recuerdo que en un poblado, una tarde, tomando una bebida, me propuso ser mi pareja. Yo jamás había tenido pareja y me tomó de sorpresa. Le pedí tiempo porque lo consideraba un gran amigo pero no me atraía como varón, pero de manera sutil le pedí tiempo para no ofuscarlo.

Había un hombre, en la posada, un poco alcoholizado que se puso a discutir con mi acompañante. Salieron de la posada y se batieron a duelo de espadas. Cual fue mi sorpresa que el borracho, un hombre algo mayor en instantes acabó con su vida. Ahí me di cuenta de que quien me había enseñado era poco lo que sabía. El hombre, el alcoholizado, entró de vuelta a la posada y ni me miró. Pagué con unos metales cobreados al posadero y me marché y ahí me di cuenta de que a treinta líneas de distancia el hombre me grita:

-He acabado con tu pareja, ahora me perteneces.

-No era mi pareja -le dije- y no le pertenezco a nadie.

 

Dos pasos dio hacia mí y cayó con una flecha en su garganta. Muchos salieron a la calle a mirar qué pasaba. Los miré a todos desafiantes ya con otra flecha preparada en el arco:

-Le puedo dar a cualquiera a doscientas cincuenta líneas de distancia y en segundos puedo cargar otra flecha.

 

Llevé el hoyuman de quien era mi amigo, me dieron unas monedas plateadas por él. Las puse en mi alforja y me marché en mi cabalgadura.

 

Me había quedado un engrama de desamparo, de humillación de cuando la hija del líder me lastimó delante de todos hasta dejarme desvanecida. Nunca tuve ánimos de revancha pero muchas noches soñaba con ser una experta en sable y desafiarla nuevamente pero no sé si eso era de buena persona. Sólo sé que viví en un mundo donde lo importante no era vivir sino sobrevivir. Esa era mi forma de pensar, la forma de pensar de Sicara, la oriental de Umbro.

 

Gracias.

 

 


Sesión 15/09/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Elisa

A veces quedamos marcados por algo que nos ocurrió en la infancia, en la juventud. Este condicionamiento, este engrama permanece como orden hipnótica y nos priva de obrar libremente y de entender que podemos lograr lo que deseemos, porque en el momento preciso este engrama toma el control y nos hace vulnerables. La entidad se encontró a punto de perder la vida pero fue salvada por un Maestro que apareció. Le devolvió la confianza en sí misma.

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Entidad: Cuando era muy pequeña, una guerrera, Suzuko, me dijo: -Sicara, cuando crezcas no trates de ser perfecta en todas las armas porque serás mediocre en muchas. Eso me quedó grabado.

 

Muchas veces se lo comenté a padre y Sosumo me dijo: -Todo depende de quién te lo diga, de qué diestra sea la persona que te lo haya dicho y de cómo haya sido enseñada ella en el uso de las armas.

 

En la zona oriental podía acertar un blanco con la flecha a doscientas cincuenta líneas de distancia y padre Sosumo me enseñó el arte de la espada. Podía manejar los espadones grandes como usan los gigantes del norte, un filo similar a vuestra Katana, y otro tipo de espadas.

 

Pero tenía lo que vosotros llamáis engrama. Había pequeños torneos tanto de arco y flecha como de espada. En el primero, en el de arco y flecha sobresalía lejos. En el de espada no, algo me frenaba, aquellas palabras de cuando era niña: "No puedes ser perfecta en todo".

 

Y pasaron amaneces y amaneceres hasta que recorrí distintas zonas.

En uno de los caminos, desgraciadamente me encontré con dos asaltantes. Me miraban con codicia de tratar de ver qué valores tenía en la alforja y además me miraban como mujer. Ya tenía la espada en mi mano, luché con ambos, me costó vencer al primero, recibí una herida en la pierna del segundo. Seguí luchando, me sentía más rápida, más lista que el que quedaba de pie pero algo me frenaba. En determinado momento tropiezo con una roca y caigo de espaldas y veo que mi agresor se toma la frente y cae casi sin sentido. No comprendía nada. Miro hacia arriba, hacia mi izquierda y un hombre grande de edad indefinida baja con paso firme a pesar de que había rocas que se deslizaban.

 

-Espero estés bien. Quédate tranquila.

Su voz, su rostro noble, sus ojos me tranquilizaron.

-Quítate la prenda de abajo.

Me sobresalté.

-Quítate la prenda de abajo.

 

Me aflojé la cuerda de la cintura, dejé mis muslos al descubierto. Sacó de su alforja una especie de aguja y un tipo de hilo que no conocía.

-¿Soportas el dolor?

Asentí.

Me cosió la herida, me volcó sobre la misma, luego, un líquido ardiente, que lo soporté perfectamente.

-Puedes acomodarte la ropa, aunque en el poblado más cercano te tendrás que comprar algo que no esté roto.

-¿Quién eres?

-Mi nombre es Fondalar. Soy un mento, tengo el don de poder trabajar, por así llamarlo, la mente de otras personas.

-¿Lo has matado?

-No, está semi desvanecido.

 

Le agradecí enormemente. Me preguntó:

-¿Cómo te llamas?

-Sicara.

 

Sesión en MP3 (1.322 KB)

 

Entidad: A veces hay situaciones que parecen irresolubles pero en un segundo todo hace un giro de ciento ochenta grados.

 

Estaba a punto de terminar mi vida en manos de dos maleantes. Había acabado con uno y el otro estaba por dar fin a mi vida cuando cae desvanecido. Un hombre llamado Fondalar, un mento, salvó mi vida. Se tomó el trabajo incluso de coserme la herida.

Me preguntó mi nombre.

-Sicara.

Me miró a los ojos y me dijo:

-Alcancé ver los últimos instantes del combate con el maleante que quedaba de pie y lo podías haber vencido tranquilamente pero titubeabas, algo dentro tuyo te frenaba.

 

Le conté que de pequeña me habían dicho que nadie podía ser perfecto en todo, que yo era muy buena en arco y flecha, por lo tanto no podía sobresalir a la espada.

Y me respondió:

-Y eso te ha quedado grabado en tu persona. Por eso tú misma te frenas.

-Así es.

-Pero en realidad no es así, en realidad tienes la destreza, la rapidez, la agilidad mental como para ser buena. ¿Cómo te sentirías si practicaras sin perjuicios, sin que nadie te vea, sin intentar vencer a nadie?

-Me sentiría liberada.

-Pero ahora no porque no estás muy estable con tu pierna izquierda.

 

Fondalar se quedó unos amaneceres conmigo hasta que me restablecí.

Me dijo:

-Ahora es el momento.

Tenía una espada entre sus ropas y me dijo:

-Practica conmigo.

 

Practicamos. No me empleé a fondo, me sentía bien, liberada. Golpes fuertes, ágiles. Intercambiábamos todo tipo de golpes. Me corregía algunos movimientos.

Un amanecer le pregunté:

-Tú, ¿cómo sabes tanto?

-Yo no practico sable, no practico espada, no practico ninguna arma.

Me quedé asombrada y le pregunté:

-Pero tu destreza es infinita.

-Porque puedo percibir tu pensamiento, de alguna manera. No de adivinar lo que piensas, no me mal entiendas, sino de presentir lo que vas a hacer. Una décima de segundo antes presiento tu intención de golpe y lo freno. Y de esa manera puedo estar a la par tuya y hasta corregirte los defectos que puedas tener.

 

Y practicamos amaneceres, tras amaneceres, tras amaneceres. Me corregía postura de pies, movimientos.

-Tu brazo es la continuación de tu espada. Tienes que estar alerta. Por un lado mira a tu adversario a los ojos, ahí vas a descubrir su intención. Pero no lo mires directamente, míralo y a su vez percibe todo alrededor. Estate atenta con tu vista, con tu oído y con tu mente.

 

Y practicamos. Y seguimos practicando.

Le dije:

-Mí padre, Sosumo, me enseñó mucho, pero esto... esto es mucho más.

-Solamente te he corregido, Sicara, algunos movimientos. El mérito es todo tuyo. Y ahora -este mismo atardecer me marcho-, quiero que te emplees a fondo. Acuérdate, no tengas miedo de lastimarme, puedo presentir cada golpe. Empléate a fondo como si fuera que está en juego tu vida, nadie nos ve.

 

Y me empleé a fondo. Mi velocidad era enorme, mi destreza casi infinita y tenía la confianza de que como Fondalar "sabía" mis movimientos no tenía temor en herirlo.

Terminamos el ejercicio, si se puede así llamar y me dijo:

-Tú eres muy buena, mucho mejor que mucha gente que conocí.

-Eres un Maestro. ¿Cómo puedo pagarte?

-Conservando tu vida, siendo generosa con el débil, siendo no permisiva con el abusador, impartiendo justicia, no excediéndote en los castigos y por sobre todas las cosas siendo genuina. Aprende a decir "no" cuando es no y aprende a no mostrar todo lo que sabes. Eso no es hipocresía, es no dejar que el otro sepa todo de ti. Solamente ábrete a la persona en quien confíes.

 

Y se marchó. Y me dejó la huella de su sabiduría. Fondalar, el gran Maestro mento.

 

Gracias por escucharme.