Sesión 28/11/2014
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Fernando
La entidad relata una armoniosa vida en Italia. Deseaba hacer muchas cosas pero entiende que no nos podemos dividir en dos o en tres y que a veces nos gusta hacer más de una cosa pero no podemos y tenemos que elegir. Y elegir es tomar lo que nos gusta pero también dejar algo atrás que también nos gusta.
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Entidad: Hace unos siglos atrás encarné en el sur de la península Itálica, mi nombre era Giuseppe Salvatori. Sentía lo que hoy llamaríais un complejo de inferioridad.
Mi padre era pescador, mi madre en casa cosía vestidos, era apenas una paga mínima pero ayudaba a la comida. Yo siempre soñaba con conocer el norte, sabía que allí estaba la riqueza.
Estaba cansado de estar en la isla y recuerdo que el tío Mauricio estaba en el continente y papá me dijo si quería ir un tiempo a estar con él. El tío tenía una tienda, unos almacenes, pero la tía era maestra.
Aprendí tarde pero a los 16 años ya sabía leer y escribir, no solamente me sabía dos dialectos sino también el idioma italiano, que en la isla casi no se hablaba.
Un amigo de la familia, Don Salomón, por el nombre de ascendencia judía, me invitaba a su atelier. Ya cuando cumplí 17 años había aprendido a pintar en pastel, en acuarela.
El hombre le decía a mí tío: -Su sobrino tiene una mano tremenda.
El hombre tenía que viajar al norte, hasta Milano. El tío le mandó una carta a papá y al mes siguiente ya viajé con Salomón. Meses después estaba exponiendo un cuadro que tuvo un éxito rotundo.
Recuerdo que un hombre de muy al norte había ofrecido una suma cuantiosa de dinero y Salomón dijo: -No, espera.
No quería esperar, estaba desesperado por el dinero, cegado, hasta que finalmente logré una cifra diez veces mayor por ese cuadro. Y pinté otro y otro.
Y pasaron los años hasta cumplir 23 pero sentía una especie de melancolía. Era rico. Y Salomón me decía:
-Giuseppe, ¿qué sucede?
-Me siento como aburrido, como que me falta algo y no sé que es.
Después de tanto tiempo volvimos al sur, la tía había muerto, el tío seguía trabajando.
Salomón me dijo: -Estaré un año descansando y en 12 meses partiré de nuevo al norte y ya me estableceré allí.
Pagué el pasaje en una barca y fui a ver a mis padres. Mis padres no me miraron el rostro ni lo que había crecido, me miraron las ropas, los zapatos. Estaban contentos pero a su vez como extrañados. Me felicitaron, me agasajaron.
Mi madre me dijo: -Cámbiate, que te vas a ensuciar todo. -Claro, las calles de tierra, las paredes pintadas a la cal.
Le dije: -Tengo mucho dinero, les puedo comprar una casa nueva.
-Nos conformamos con arreglar esta.
Tardé algunos días en adaptarme pero extrañaba el olor, las vistas, la gente. Me encontré con algunos amigos, ellos no me habían reconocido, yo a ellos sí.
Le compré a papá una barca nueva, papá ya no estaba en edad de salir pero le dije: -Tienes un montón de pescadores a los que puedes pagar para que pesquen por ti. ¿Sabes lo que es tener una empresa?
-¿Para qué quiero tanto dinero? No lo voy a poder gastar en lo que me resta de vida.
Y le respondí: -Para vivir bien mientras estés aquí.
Marisa, la hija de uno de los pescadores, se acercaba mucho a mí, era muy bonita. Empezamos a salir, nos enamoramos.
Yo había puesto una oficina y le llevaba las cuentas a papá. Habían pasado once meses y ya me sentía melancólico.
Marisa me preguntó: -¿Qué te sucede Giuseppe?
-Dentro de unos días me voy. Salomón me espera en el continente, tenemos que ir hasta Milano. Voy a seguir pintando.
-Si te hace feliz, ve.
Reservé el pasaje pero me puse a pensar, ¿qué es la felicidad? ¿Cuál es mi aspiración? Con los cuadros que había vendido tenía mucho más dinero del que podía gastar.
Y no viajé. A los tres meses me casé con Marisa y sentí como un desahogo, sentí como que ya estaba mi vida resuelta. Seguiría llevando las cuentas de mi padre el día que él no estuviera. Si Dios así lo quisiese yo seguiría con la empresa de pesca.
Pasaron 3 años ya tenía una nena, Tatiana, una belleza de beba.
Me vino a visitar Salomón. Le dije: -Estoy bien, no pienso irme.
Me dijo: -Solo vengo a pedirte un último cuadro que me encargaron. Traje todos los materiales. Hazlo en tu tiempo libre.
Le ofrecí quedarse y me esperó tres meses hasta que terminé el cuadro, un cuadro de Jesús en el desierto donde había sido tentado y se lo llevó a Milano.
Casi un año después, cuando ya había nacido mi segundo hijo, Giuseppe, me trajo el dinero del cuadro: lo había vendido más caro que todos los anteriores que había pintado. Le dejé un porcentaje por la molestia, el viaje, por todo. No me lo quiso aceptar.
Le insistí, le insistí hasta que finalmente aceptó el porcentaje y le dije: -Amo pintar pero amo más a mi familia.
Si de esa vida me quedaron engramas es quizá entender que no nos podemos dividir en dos o en tres y a veces nos gusta hacer más de una cosa pero no podemos, y a veces tenemos que elegir y cuesta porque a veces elegir es tomar lo que nos gusta pero también dejar algo atrás, algo que también nos gusta. Y no voy a caer en la hipocresía de decir si la vida del norte es una vida ficticia no, no, no, porque en todos lados hay gente buena, gente mala, gente genuina, gente hipócrita, gente necia. No es cierto que los del norte eran más orgullosos o pagados de sí mismos no, no, no, había gente tan buena como en el sur.
Habían otros que despreciaban a los del sur diciendo: -Los del sur no son italianos.
Pero bueno, muchos años después ya papá y mamá habían fallecido. Dejé a Tobías, el pescador más antiguo, como encargado y nos fuimos un año a Milano con los niños.
¡Je!, recuerdo que Marisa me dijo: -Me encanta, es mucho más lujoso que donde vivimos pero no sé si me podré adaptar.
Finalmente volvimos a nuestra casa a vivir nuestra vida en armonía. No estábamos de acuerdo en todo. A veces debatíamos por algunos temas sin llegar a discutir pero lo importante es que entendí que todo no se puede hacer y la vida a veces nos empuja, nos impulsa a optar y no debemos arrepentirnos. Podemos equivocarnos, podemos elegir mal pero somos seres humanos, o como diría aquel gran Maestro "Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana", y como tal podemos equivocarnos pero tenemos libre albedrío y tenemos Amor. Y sabemos que en cada vida aprendemos y sabemos que en cada vida también tenemos engramas por situaciones que pueden ser engorrosas, difíciles, que algunas pueden resolverse.
Y no todas las vidas fueron quizá tan armoniosas como esta donde encarné como Giuseppe, pero sí puedo decir que no es fácil elegir. No, no es fácil.
Gracias por escucharme.
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