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Psicoauditación - Gabriel

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 22/02/2021

Sesión 04/03/2021


Sesión 22/02/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gabriel

La entidad relata una vida en Umbro, donde por ser maltratado de joven por su padre no aprendió a sociabilizarse con la gente. Esto le producía buscarse enfrentamientos innecesarios que acababa perdiendo. Pero por suerte, alguien le ayudaría a recuperar la estima perdida.

Sesión en MP3 (4.190 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Pilgrim. Nací en el poblado Lateca, dentro de la zona ecuatorial de Umbro.

 

Mi padre era carpintero y me enseñó el oficio con sangre, sudor y lágrimas. Era apenas un crío y si me equivocaba en encolar la pata de una mesa, directamente me golpeaba, me gritaba, y ya siendo más adolescente agarraba un rebenque de alguno de sus equinos y me daba en la espalda, rasgándome la pequeña camisa que llevaba, y marcándome surcos de sangre en la espalda.

Madre agachaba la cabeza. Me quería, supuestamente me defendía, pero le tenía miedo a padre.

 

¿Si se justifica que nací con rencor?, ¿si se justifica que me crié con un rencor desmesurado?: No tengo que dar explicaciones a nadie. Lo irónico, lo ilógico, lo absurdo es que dentro de ese desmesurado rencor escondía una tremenda timidez, ocasionada por mi propio padre.

 

En el poblado Lateca la gente me aceptaba, pero ¡buf!, es como que de alguna manera copiaba los malos modos y eso me producía nervios, ansiedad, angustia. A veces no podía tragar la comida de la angustia que tenía, me dolía el estómago de los nervios que tenía.

 

Estábamos en el velorio, seis meses antes había fallecido mamá, y ahora padre. Pensaréis, ¡Qué alivio!, pero me sentía tan solo, tan solo...

 

Había salido con una joven. Muchos me miraban y me decían:

-¡Je, je!, mira Pigüí -No me llamaban por mi apellido, por Pilgrim, me llamaban Pigüí despectivamente, como que todavía seguía siendo un niño-, está saliendo con Noetia. -Noetia parecía una buena joven. Hacía poco que había llegado al poblado, no tenía familia.

 

La misma forma de tratarme mi padre acrecentó mi timidez para confrontar todo tipo de situaciones. Fue Noetia la que se acercó a mí, la que me besó. Había rentado una pequeña casa al final del poblado y me invitó a cenar y me invitó a quedarme hasta el día siguiente. Yo no tenía experiencia con las damas y cuando al día siguiente me voy me sentía, como decís vosotros, en el paraíso. Noetia tan bonita hacerme caso a mí, el carpintero fracasado.

 

Veía que en el poblado se reían, se burlaban a espaldas mías y no entendía qué pasaba. Yo no iba nunca a la posada, compraba en el almacén de ramos generales y me preparaba la comida en mi casa que tenía detrás de la carpintería.

 

Pero un día voy a tomar un trago y había cuatro hombres con pinta de guerreros, y el más grande sobre sus piernas tenía sentada a Noetia, que se reía a carcajadas. Me miró y no me dio importancia.

El posadero no era amigo mío, pero a veces venía a comprarme sillas que se rompían en reyertas que había dentro de la posada. Entonces tenía confianza como para preguntarle:

-Pensé que salía conmigo y la veo ahora con esos facinerosos.

-Pilgrim, hazme caso, no te metas con esa gente. Aparte, tú no sabes manejar la espada.

-Eso lo entiendo. Lo que no entiendo es cómo está conmigo y ahora está con ellos.

-Ella venía de un pueblo vecino donde prácticamente la expulsaron porque se acostaba con los maridos de las mujeres. -Sentí que el corazón me latía más fuerte. Y estaba pálido y estaba reactivo, y cuando uno está reactivo, ¡je! actúa con impulsos, lo menos inteligente.

Me di vuelta cerrando los puños y le dije:

-¡Zorra! -El hombre que la tenía sentada encima ni se mosqueó. El de al lado dice:

-¿A quién te diriges?

-Contigo no estoy hablando.

-Ahora sí estás hablando conmigo -me dijo el hombre-. Sal a la calle, veremos que tan bueno eres con la espada.

-No sé manejar la espada. -Me tomó del cuello y me empujó a la calle, me sacudió varios golpes y en el piso me pateó las costillas, el estómago.

-Para que aprendas a cerrar la boca.

 

El dueño del almacén de ramos generales llamó al doctor, ¡je!, una manera de llamar al hombre que "arreglaba" todo, desde los huesos hasta las heridas hasta los hematomas con hierbas o con algún zumo de hierbas. Estuve como tres días que no podía ni moverme del dolor.

 

Cuando pasó ese episodio en mis ratos libres aprendí a trabajar con una cola especial, un extracto de savia de los árboles, y empecé a armar guitarras y me di cuenta que era más un hobby que otra cosa porque en el poblado Lateca ninguno sabía manejar ningún instrumento.

A veces por la tarde cerraba la carpintería, me iba al bosque cercano en las afueras del pueblo y me ponía a tocar. Me sorprendía de cómo mi mente podía armar melodías con las cuerdas, tocaba de oído pero componía con mi mente música tipo campestre de esa época salvaje.

Después volvía al poblado y quizá había heredado el mal genio de padre, a veces me preguntaban de buena manera, me decían de manera cortes:

-¿Está fabricando instrumentos de música?

-¿Y no lo ve?, ¿le parece que esto es un banco?, ¿le parece que esto es una mesa? -Las mujeres de daban media vuelta y se marchaban. Los granjeros también, pero como decís vosotros, a veces había hombres de pocas pulgas que me decían:

-¿A quién le estás hablando así? -Una vez uno agarró una de las guitarras y me la partió en la cabeza. Quedé casi inconsciente, manaba sangre. Otra vez vino el "arreglatodo", el doctor del poblado, y me dijo:

-Mira, Pilgrim, si no te sabes defender no provoques a la gente porque no podemos ayudarte. -Mi mismo mal genio, un mal genio que no podía sostener luego ni con los puños ni con la espada, jamás había manejado una espada, hacía que recibiera más palizas ahora que cuando vivía mi padre.

 

Recuerdo que una vez salí con mi hoyuman a cabalgar y en el camino dos hombres, sabían que no tenía metales, nada más por el ánimo de molestar me cerraron el paso.

-¡Je, je! ¿Este no es Pigüí, el que ahora fabrica instrumentos de música? ¿Para qué haces esas tonterías? -Eran dos y frené mis impulsos de mal humor.

-Las hago para mí, espero algún día venderlas. O cuando pase por el pueblo algún circo seguramente las venderé.

-Y si pasa algún circo, ¿no te convendría estar de payaso, que ganarías más metales que con la carpintería? -Mi impulso, mi impulso, mi mente reactiva.

-Más payaso que vosotros no creo. -Desmontaron, me tomaron de las piernas y caí de espaldas. Golpeé con la espalda, con los pulmones en la tierra y apenas podía moverme del dolor.

 

Y escuché una voz:

-¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño? -Me senté en el piso, apenas tenía fuerzas para pararme, y giré la cabeza: Un guerrero del norte, alto, robusto. Del lado izquierdo portaba una espada, del lado derecho un hacha. Yo estaba convencido que podía con los dos juntos, pero a estos dos estúpidos les pasó lo que me pasó a mí: su mente reactiva pudo más.

-¿Y tú quien eres para meterte? ¡Mira qué armado que estás!, ¿te sirve de algo todo eso?

-Si bajo de mi hoyuman les partiré la cabeza a los dos, así que seguid camino y no molestéis a este joven.

Con sus espadas en la mano le dijeron:

-A ver si eres tan bueno.

 

No sacó su hacha de doble filo, sacó su espada, era una espada tan dura que le partió en dos la espada de uno de los hombres y luego le arrancó el cuello, rodando su cabeza por el piso. El otro no tuvo tiempo de asombrarse cuando la espada del guerrero le atravesó el pecho matándolo instantáneamente.

Me tendió la mano y me ayudó a levantarme:

¿Estás bien?

-Dolorido. ¿Pero era para matarlos? -Me miró.

-¿Cómo te llamas?

-Pilgrim, pero en el pueblo se burlan y me dice Pigüí, un nombre de niño.

-¿Sabes manejar una espada?

-No. Pero te pregunté si era necesario matarlos. Quizá hubieran abusado de mí.

-No te quepa duda que hubieran abusado de ti.

-Me hubieran golpeado.

-No, hubieran abusado de ti en todos los aspectos.

-¡Pero soy varón!

-Conozco este tipo de gente. Y si hubiera venido una mujer la ultrajaban directamente. Así que están mejor muertos que vivos. Coge las espadas de ellos. ¿Dónde queda tu pueblo?

-Aquí, a poca distancia es el poblado Lateca.

-Iré contigo.

-¿Y ellos?

-Revisa los bolsillos, si tienen metales cógelos.

-Pero me estoy apropiando de algo.

-Pilgrim -dijo el guerrero-, no te estás apropiando de nada, están muertos. Si hay alguna ropa que te sirva, botas o lo que sea, sácaselas. -Le hice caso-. Aparentemente las botas de estos dos hombres, ya cadáveres, estaban buenas. Incluso las chaquetas de cuero. Y ambos tenían metales plateados.

-¿Tú también quieres?

-No, no preciso, yo tengo metales -dijo el guerrero. Subí como pude a mi hoyuman y le dije:

-Gracias. Seguramente me has salvado la vida.

-De eso no tengas dudas.

 

Llegamos al poblado-. ¿Dónde vives?

-Allí.

-Eso es una carpintería.

-Atrás está mi casa.

-¿Armas guitarras?

-Sí.

-¿Te enseñó tu padre o tenías patrón?

-No no no, la carpintería era de mi padre, hace poco que murió.

-¿Estás muy dolorido?

-Ya se me pasó.

-Entonces ven, deja las botas, la ropa, todo en la casa que tienes ahí atrás de la carpintería y ven, vamos a la posada a tomar algo.

 

Entramos a la posada. Estaba otra vez la joven, esa que yo pensé que salía conmigo y en realidad era una cualquiera, con estos hombres guerreros.

Por el camino le había contado a este guerrero lo que había pasado y que uno de ellos me había golpeado.

Y este hombre hizo lo mismo que hicieron todos, con su mente reactiva se dirigió a los guerreros de la mesa y les dijo:

-Así que estos son los cobardes que se meten con un carpintero que no sabe manejar la espada.

-¿Tú quieres salir a la calle? Somos cuatro.

-Yo no tengo problemas en salir, pero tienen dos opciones -dijo el guerrero-. Una: Agachan la cabeza y siguen en lo suyo a pesar de que yo les diga cobardes o salen a fuera y lamentablemente tendré que matar a los cuatro. -Lanzaron una carcajada.

-¿Te has fijado en nuestro número? Somos cuatro y tú eres uno. Salvo que lo pongas a Pigüí a usar una espada. No sé si tendrá fuerzas para levantarla. -Salieron a la calle.

Le dije al guerrero:

-No juegues tu vida por mí, no tiene sentido.

-¡Je, je! Quédate tranquilo, Pilgrim, no pasará nada. -Sacó su hacha de doble filo con su mano derecha y con su izquierda la espada.

Le dijeron:

-¿Con quién quieres primero?

-No, no, eso es un combate desigual. Venid los cuatro a la vez.

 

La reyerta duró muy poco tiempo: El hacha de doble filo y la espada hizo estragos en los cuatro hombres. Uno sólo quedó mal herido pero al poco tiempo murió.

La joven me miró y dijo:

-¡A este guerrero lo has contratado tú en venganza porque no te hice más caso!

-Eres una necia, aparte de ser una zorra. A este guerrero me lo encontré en el camino y no tiene nada que ver contigo. Los provocó directamente porque yo le conté que uno de ellos me golpeó.

 

Vino un hombre, que era la autoridad del pueblo, y le dijo:

-¿Qué ha pasado? ¿Quién se hace responsable de la muerte de estos cuatro hombres?

El guerrero lo miró a la autoridad de la ley y le dijo:

-Eran cuatro contra mí. Supongo que no me va a acusar a mí. -Y le puso la espada en la garganta-. ¿Me va a acusar a mí?

-No, no, señor, eran cuatro y fue una pelea justa.

-¿Justa? ¡Eran cuatro contra mí! ¿Justa? -El hombre de la ley se encogió de hombros y dijo:

-Bueno, voy a llamar al enterrador.

-Espera. -Sacó un par de monedas de plata y se las tiró. El hombre las cogió en el vuelo y las guardó en su bolsillo-. Para el enterrador. A propósito, en el camino pasando el bosque hay dos cadáveres más, búsquenlos también.

El hombre lo miró al guerrero y le dijo:

-¿Es un buscapleitos?

-No, defiendo a los inocentes. Jamás busco pleitos, pero no me gusta que se metan con la gente que no se sabe defender.

 

En ese momento salió una mujer gritando improperios a la mujer que había estado una noche conmigo, gritándole que había estado con el esposo.

Le dije al hombre de la ley:

-A esta mujer la echaron de otro pueblo porque se acostaba con los maridos. Parece que aquí está haciendo lo mismo.

-Tienes hasta mañana al amanecer para irte -le dijo el hombre de la ley a la mujer.

La mujer me miró con odio, me dijo:

-Hay miles de pueblos donde puedo ir porque encima los maridos me pagan con metales por estar con ellos. -Iba a decir algo y el guerrero que me salvó la vida me tomó de la mano.

-Vamos a tomar una bebida espumante.

-No tomo bebida espumante.

-Déjate de pavadas y madura. -Fuimos a tomar una bebida. Y la verdad que tenía hambre, comimos algo-. Pilgrim, ¿te gustaría aprender a manejar la espada?

-Padre era carpintero. Cuando me salía mal el encolado de una mesa me daba con el látigo, todavía tengo las marcas en la espalda. Pero nunca me enseñó, él tampoco sabía usarla.

-Me quedaré aquí por un tiempo, te enseño.

-Con qué te voy a pagar... Te daré una guitarra.

-No, te enseño por gusto. Ya hay otros guerreros que también han enseñado a gente que no se sabe defender.

-No sé si sabré usar una guitarra, ni siquiera sé si puedo usar una espada.

-A ver, trae una guitarra de la carpintería. Ve rápido, te espero.

 

-Toca algo.

-Me da vergüenza.

-Toca. Estoy yo solo y el posadero. -Rasgué las cuerdas y canté una pequeña tonada.

-Bueno, Pilgrim, la guitarra sí la sabes usar. Dentro de algunos amaneceres vas a empezar a usar la espada. Yo te enseñaré.

-¿Cómo te llamas? Porque nunca me has dicho tu nombre.

-Me llamo Aksel. Soy un guerrero del norte.

-¿Vienes del norte?

-No, vengo recién de una tremenda batalla y me tomé un pequeño descanso. Mañana mismo empezaremos las clases.

 

29:47 Al día siguiente me empezó a enseñar los movimientos de la espada, a veces se me caía de las manos. El guerrero no se burlaba.

-Vamos, Pilgrim, cógela. -Estuvimos toda la tarde practicando y casi no podía moverme del dolor en todo el cuerpo.

-¿Esto va a ser siempre así?

-No, esto es muy liviano, va a ser mucho peor.

-No voy a poder aguantar.

-Te vas a acostumbrar, tu cuerpo se va a adaptar. Pero vamos a hacer una cosa: Mañana voy a coger mi hoyuman y voy a ir al trote por el camino, y tú vendrás al lado mío corriendo.

-Pero es injusto.

-Es para que aprendas a que tus pulmones sepan respirar. Si tus pulmones no saben respirar te quedas sin aire, y en una batalla no te van a vencer por ser mejores sino porque te vas a agotar enseguida.

-¿Tú no te agotas enseguida?

-No, puedo estar medio día combatiendo sin problemas. -Y al día siguiente el guerrero Aksel en hoyuman y yo trotando-.

 

-Y ahora subirás esa cuesta y bajarás, yo te esperaré aquí. -Me caí varias veces, me lastimé las rodillas contra las rocas, rompí el pantalón.

Le digo:

-Mira, estoy sangrando. -El guerrero no se mosqueó.

-Obvio que sangras. Imagínate lo que es una batalla con cuerpos mutilados, con vientres abiertos, y tú te molestas porque tienes la rodilla con una pequeña lastimadura. ¡Vamos Pilgrim!, no quiero que en el poblado te digan más Pigüí, que se burlen de ti. Y aprende a no tener rencor, la vida es como es. La aceptas y nada más. Si tienes rencor solamente te va a perjudicar a ti.

-No entiendo.

-Ya lo entenderás. Esa ansiedad, esos nervios... Y deja de comerte las uñas y deja de contestarle mal a la gente. A veces has ligado golpizas por ser atrevido y luego no tienes con qué respaldarlo. Eso sí, si yo te enseño con la espada no te vuelvas un provocador porque me enteraré y entonces seré yo quien te busque a ti.

-¿Me amenazas?

-No, pero si te enseño a defenderte para que no se abusen de ti, no te transformes tú en un abusador.

-No es mi manera de ser. El rencor lo tengo quizá por el maltrato de mi padre, pero no soy un abusador.

-Tampoco me gusta que hagas rol de víctima, las cosas son como son. Me has conocido, te enseñaré.

Le respondí.

-Yo te agradeceré.

-A mí no, agradécele a aquel que está más allá de las estrellas. Aprovechando que yo tengo unos días de descanso aprenderás a defenderte.

-¿Y la carpintería?

-Trabajarás un par de horas, yo me quedaré contigo descansando o conversando mientras tú trabajas. Pero si te vienen a preguntar qué son esos instrumentos de cuerdas no le contestes mal a la gente.

-¿Cómo sabes todo eso?

-¡Je! Hablo con la gente del poblado. El poblado Lateca es un poblado chico y me cuentan que a veces tienes mal genio, y me cuentan que debido a eso a veces te golpean.

-¿Me enseñarás también a combatir con los puños?

-Mira, si sabes espada no precisas combatir con los puños. Pero de parte mía no tengo problema, pero aprenderás a los golpes.

-¿Eso qué quiere decir?

-¡Je, je, je!, que te golpearé. Y aprenderás a defenderte.

 

Yo ya me imaginaba que los primeros tiempos apenas podría moverme.

Pero bueno, esperaría a mañana, mañana sería otro día.

 


Sesión 04/03/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gabriel

Su aprendizaje era doble: Aprender a defenderse y aprender a no ser vulnerable cuando le provoquen su ego. Tenía que levantar su estima, pero ser humilde.

Sesión en MP3 (3.859 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Phara-El -se escribe con 'Ph' en lenguaje físico-, plano 3 subnivel 9.

 

Tuve un rol hace siglos que permitía abusos, por su carácter vulnerable, por lo que vosotros llamáis engramas que le dejó de pequeño su padre, que se jactaba de haberme enseñado carpintería: "¿Tú quieres ser granjero?, tú vas a aprender carpintería conmigo, Pilgrim". Y cuando me equivocaba en un encolado o de repente serruchaba mal una madera o cortaba mal un tronco, es para no creer pero me daba latigazos en la espalda con la ropa puesta, me desgarraba las camisas hasta dejarme la espalda roja con marcas de latigazos.

Honestamente, no voy a ser hipócrita, cuando falleció no lo lamenté. Honestamente, no lo lamenté, pero me quedé con ese engrama de timidez, de baja estima.

 

En el pueblo se burlaban de mí, no me decía Pilgrim: "¿Cómo estás Pigüí?, ¿cómo andas Pigüí?". O de repente venían dos o tres del lado opuesto y me llevaban por delante a propósito, me hombreaban. A veces caía sentado a la tierra, se reían, se burlaban.

 

Hasta que conocí a Aksel, un guerrero que inspiraba respeto, con vestimenta del norte. Los guerreros del norte no tenían buena fama porque saqueaban aldeas, ultrajaban jóvenes o las llevaban de esclavas. Hubo aldeas donde mataban ancianos y niños, o bien a los niños los llevaban también para tenerlos como servidumbre.

Pero Aksel era distinto, él había estado en una batalla y estaba triste por las muertes que había visto, por las situaciones que había pasado. Si bien los caídos en el campo de batalla eran la mayoría enemigos, Aksel se apenaba igual.

Le he dicho muchas veces:

-No pareces un guerrero del norte, tienes bondad.

Y él me decía:

-Pilgrim, bondad es una cosa, tolerancia es otra. Yo tengo tolerancia con la estupidez.

 

Me ayudó cuando se burlaban de mí y me propuso enseñarme, mientras él estuviera en el poblado Lateca, a usar la espada, e incluso posturas de defensa con puños. Acepté encantado, le dije que yo quería ser granjero pero que me gustaba mucho el fabricar guitarras. Y sabía tocar música.

 

¡Cómo me arrepentí de haber aceptado! los dos primeros días apenas podía caminar del dolor del ejercicio, porque el guerrero Aksel no me decía "Vamos a practicar espada" y ya está, me hacía subir cuestas empinadas con un tronco sobre los hombros para fortalecer las piernas. Y pensé que se iba a quedar siete u ocho amaneceres.

Me dijo:

-No, como mínimo treinta amaneceres me voy a quedar.

-¿Y aprenderé?

-A no saber nada, algo aprenderás.

-No entiendo 'a cómo no saber nada'.

-Claro. ¿Ahora sabes?

-No.

-Bueno, cuando yo me vaya vas a saber. No serás un experto pero sabrás manejar bien la espada y tendrás tu físico más fortalecido.

 

Y eso era lo que más. Lo sentía como una tortura, una tortura que capaz muchos no me entiendan, pero me agradaba. Por la noche apenas podía darme vuelta en el catre del dolor de espalda, de piernas de tanto practicar y levantar pesos. Y la espada era muy pesada.

-Vas a ver que no. Sigue cargando troncos y verás como la espada te va a aparecer liviana.

 

Recién pasados quince amaneceres pude maniobrar medianamente bien la espada. Y practicaba y me la hacía caer de la mano.

-Pilgrim, la espada es la continuación de tu brazo, sujétala, no hace falta que la aprietes, simplemente sujétala, trabaja con la muñeca. Los pies tienen que ser una danza. -No lo interpretaba.

-¿Me estás hablando de que debo bailar?

Aksel se tomaba la cabeza y me decía:

-Pilgrim, siéntate en esa roca. -Sacó su espada y se puso a practicar como si tuviera cinco o seis enemigos. Y él sin mirarme me decía-: Fíjate en mis pies.

 

Y mientras él giraba y hacía movimientos con su espada veía como manejaba sus pies; a veces parecía como que se desequilibraba, pero no, cambiaba de postura, cambiaba de guardia, por momentos atacaba con la espada, por momentos se defendía y hacía movimientos con el brazo. Por momentos daba un giro de trescientos sesenta grados y al supuesto enemigo le cortaba la cabeza desde atrás. Y yo pensaba: "Eso no lo voy a aprender ni en cien días". Y practicaba día tras día, tras día.

Y nunca me había olvidado de cuando mató gente para defenderme porque me maltrataban. Pero ahora había aprendido.

Incluso me dijo:

-Vamos a practicar combate de lucha y combate de puños.

-¿Me vas a golpear?

-No, tú vas a tratar de golpearme a mí. Yo voy a tener las manos abiertas y tú vas a apuntar con tus puños a mis manos. Te voy a enseñar la guardia de combate y luego la lucha.

 

La lucha fue lo más difícil, rodé por el piso una y cien veces.

-No mantienes la postura. Dame la mano. -Le tendí la mano, la tiró violentamente y me hizo caer de bruces-. Tienes que estar firme. Se van a burlar de ti, te toman de la mano y te jalan y te tiran. No. Mira la postura de mis pies y fíjate en los tuyos. Y fíjate en tus piernas, fíjate tus muslos como se han robustecido de crecer con esos troncos subiendo las cuestas. ¿Ahora te sientes dolorido de noche?

-No -le dije-, no, porque me he acostumbrado.

-No te has acostumbrado, te has adaptado al dolor, porque el tema no es negar el dolor, porque eso es engañarte, el tema es sentir el dolor y que el mismo dolor te dé fuerzas para seguir. Pero no confundas que el dolor te dé fuerzas para seguir a que el dolor te ciegue, porque si en un combate peleas furioso pierdes, tienes que estar frío.

-No entiendo lo de frío.

-Claro. La mente lúcida, calma, sin furia.

-¿Aunque me ofendan?

-Aunque te ofendan. El problema no es tuyo el problema es del otro. Te dicen idiota y tú te molestas.

-¡Pero por supuesto! -le contesté.

-¿Por qué?, ¿tú te crees idiota?

-No.

-¿Y entonces por qué te vas a molestar?, el problema es del otro que cree eso.

-¿Y cómo le hago notar que no soy idiota?

-Desafíalo, búrlate de él. Pueden pasar dos cosas: que no reaccione o que reaccione. Si no reacciona ya no se va a burlar más, y si reacciona te tendrás que enfrentar a lucha, a golpes de puño o con la espada.

 

Recuerdo que esa tarde volvíamos y pasaron dos hombretones. Uno era muy molesto, siempre abusaba de los demás, le decían chacal.

-¡Ja, ja, ja! ¿Cómo estás Pigüí? Parece que estás aprendiendo. Voy a envejecer cuando aprendas a manejar la espada, Pigüí. -Y siguieron camino.

 

Y me enojé con Aksel:

-¿Por qué no has dicho nada?

-¿Perdón? -dijo el guerrero.

-¡Me dijeron Pigüí, me ofendieron! ¿Por qué no les has dicho nada, por qué no los desafiaste?

-Pilgrim, no les dije nada porque a mí no me dijeron nada.

-¡Pero me ofendieron a mí! Recuerdo que cuando nos conocimos has llegado a matar por mí.

-Pilgrim, hay una diferencia -dijo el guerrero-: Has aprendido en este tiempo, tú te tienes que hacer respetar, yo no tengo que ser tu niñera. -Fruncí el ceño-. Ahora el señorito se pone molesto porque le digo que no voy a ser su niñera.

-¡Je! Ahora te burlas tú de mí. ¿En qué te diferencias del chacal?

-Dame la mano. -Le tendí la mano. Me tiró con fuerza y la sostuve, no me tiró de bruces-. ¿Ves?, ya no te desestabilizas, ya tienes las piernas fuertes y los brazos también. No tengo que ser tu niñera. Ahora, si de repente ese que llaman chacal te provoca o se burla y tú lo desafías y los amigos también quieren meterse, ahí me meteré yo y lo impediré. Que sea mano a mano.

-¿Y si me gana?

-Si veo que la cosa se pone brava obviamente no voy a permitir que te mate, pero quiero ver cómo estás.

-Mira ahí vuelven.

-Bueno.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay! Pigüí, Pigüí, en vez de estar ganando plata trabajando en la carpintería... Tenía razón tu padre que eres un fracasado.

Le respondí:

-¿Y tú que eres?, un vividor, nunca te vi trabajando. Haces trampa con las barajas en las posadas en las que vas y le sacas dinero a gente estúpida. Tú sí que eres un vividor. -Se paró, era media cabeza más alto que yo.

-¿Qué dijiste?

-Que eres un vividor, y creo que también un cretino. Y creo que un abusador, y creo que un imbécil.

Sacó su espada:

-Esto no lo voy a dejar pasar por alto.

Saqué mi espada:

-Nadie dijo que lo pases por alto. -Los dos acompañantes sacaron su espada y ahí fue cuando Aksel sacó la suya.

-Vosotros quedaros acá, salvo que quieran que les corte la cabeza a los dos. -Enfundaron sus espadas. Aksel enfundó la suya.

 

Y quedé frente a frente con el chacal. Me asestó de improviso un golpe que lo paré fácilmente con mi espada, otro golpe que lo paré fácilmente con mi espada. Di medio giro y le corté parte de su muslo, leve el corte pero sangraba.

Yo no me reía, estaba concentrado, pero él estaba furioso y ahí me di cuenta de que le podía ganar, porque como dijo Aksel, el que se pone furioso pierde porque se maneja con impulsos, y yo tenía mi mente completamente analítica.

Me lanzó nuevos golpes que los paré tranquilamente. Es más, gané tanta confianza que me burlaba:

-¿Qué pasa chacal?, ¿será que ya estás viejo?, ¿será que Pigüí puede vencerte?

 

Estaba furioso. Asestó uno, dos golpes, que los paré tranquilamente. Di un giro de trescientos sesenta grados y le marqué con la espada la espalda: cayó de rodillas del dolor.

Le apoyé mi espada en el cuello:

-¿Qué hago chacal, suspendemos acá o sigo? -Me miró con odio-. Si dices que siga te corto el cuello, pero para mí sería muy fácil matarte. -Saqué mi espada de su cuello. Él estaba justo a la altura de mi rodilla y le di un rodillazo en su rostro partiéndole la nariz, manando bastante sangre. Y cayó en el barro. Le apoyé mi espada en su pecho-: ¿Seguimos? -No estaba inconsciente pero no estaba en condiciones de combatir. Los miré a los otros dos-: ¿Quién sigue? -Ninguno dijo nada, lo miraron a Aksel.

-A mí no me miréis, yo no me meto. Pilgrim los está desafiando ¿Alguno quiere?, yo prometo no meterme. ¿Quieren ir de a dos contra él? -Me alarmé y lo miré a Aksel. Digo "¡Qué está diciendo, a ver si vienen de a dos!".

 

Lo intentaron. Sacaron sus espadas y en ese momento mentí:

-¿Quién quiere morir primero? Porque no voy a tener la piedad que tuve con el chacal. -Retrocedieron y guardaron sus espadas. A uno de ellos le apoyé mi espada en el pecho-: No me provoquéis más. Ahora no estamos en el poblado, pero si me provocáis en el poblado no los voy a matar, los voy a lastimar severamente y les voy a hacer pasar vergüenza delante de todos. Marchaos. -Se fueron-. Esperad, llevaros al chacal, no creo que pueda caminar.

 

Me quedé con Aksel:

-¿Has visto que destreza, has visto qué bueno que soy?

Aksel me dijo:

-No te pases de listo.

-¡Pero vencí al chacal!

-Insisto, Pilgrim, no te pases de listo, apenas eres mediocre.

-¿Y entonces cómo lo vencí?

-Porque el chacal era una apariencia. La gente del pueblo le tiene temor en Lateca porque tiene fama de pendenciero y de que nadie le puede ganar. Ahora seguramente los dos compañeros van a contar en todo el pueblo Lateca que Pilgrim venció al chacal. Pero no te hagas el listo, el chacal era un imbécil, como tú bien has dicho, pero el día de mañana te puede tocar un guerrero de verdad, como yo, y te va a vencer en instantes.

-No lo creo.

-Prueba conmigo.

-No, tú eres muy bueno.

-No te voy a cortar, no te voy a lastimar, nada más choquemos los metales.

 

No me lancé con todo porque el mismo Aksel me había enseñado a no ser precipitado. Intercambiamos golpes y verdaderamente era mucho más rápido que yo, y en instantes me desarmó y me puso su espada en el pecho.

-Tienes mucho que practicar. Yo no voy a quedarme mucho tiempo más aquí en el poblado Lateca, pero en el poco tiempo que me quede seguiremos practicando.

-¿Seguiré cargando troncos para fortalecer mis piernas y mis brazos?

-No, tienes que tener un equilibrio, porque en este momento te basas en la fuerza pero pierdes agilidad. Yo soy más robusto que tú -dijo el guerrero Aksel- y sin embargo soy mucho más ágil que tú, y también soy más corpulento, pero me muevo como si fuera mucho más liviano que tú.

-¿Y cómo hago eso?

-Ejercitando movimientos, esos pasos rítmicos que yo te decía. Estoy convencido que al comienzo te parecían una tontería, pero te aseguro que esos pasos rítmicos te pueden salvar la vida. Tienes que aprender más a parar golpes y no necesitas hacer ese giro de trescientos sesenta grados como hiciste con el chacal, porque para un guerrero experto eres tan lento para hacerlo que te va a cortar una y cien veces. No hagas movimientos de experto porque no lo eres todavía, que no se te suba el ego a la cabeza y no te transformes tampoco en un provocador por el hecho de que sepas un poquito como defenderte.

-Está bien. ¿De todos modos lo que hice con el chacal estuvo bien?

-Sí, lo pusiste en su lugar. Al fin y al cabo él fue el que sacó la espada primero. Nunca saques la espada primero salvo para defender a víctimas inocentes. Y tampoco te creas invencible, de repente hay cinco guerreros queriendo ultrajar a una joven, no vayas como el héroe de Umbro a defenderla porque te van a matar y la van a ultrajar a la joven.

-¿Y qué hago entonces?

-Busca ayuda.

-Capaz que cuando vuelva ya la ultrajaron.

-Bueno, pero si siguen estando y tú vas con más gente pueden hacerles pagar, pueden castigarlos.

-¿Y tú haces lo mismo si de repente hay cinco guerreros que están ultrajando a una joven?

-Sí.

-¿Y no te remuerde la conciencia que no hagas nada?

-No, porque sé mis límites. Soy más bueno que la mayoría pero no soy el mejor. Te podría dar nombres de gente mejor que yo, pero igual no los conoces.

-¿Dices que hay muchos guerreros mejores que tú?

-No sé si muchos, pero hay guerreros muy muy buenos, muy muy buenos, eso te lo puedo asegurar. Entonces a mí no me interesa convertirme en un héroe, yo me alejo de los problemas, no busco los problemas aún sabiendo manejar bien la espada. Quiero que lo entiendas, Pilgrim. No es que pasas de ser una persona de baja autoestima donde de repente las jóvenes te ignoran a que ahora pases a ser el héroe del poblado Lateca y que tú los mires a todos con altivez. Conserva la humildad, no pierdas eso porque me arrepentiré mucho de haberte enseñado lo poco que te enseñé.

-No voy a perder la humildad -le dije-, pero todavía siento rencor por lo mal que me trató mi padre de chico. Y siento rencor por todos los abusadores.

-Acuérdate de lo que te enseñé: Si hay un abusador y combates con él, que el rencor no te nuble la mente, que el rencor no se transforme en furia. Si combates, combate con la mente limpia, el odio te nubla la mente. Mira el ejemplo de este que le llamaban el chacal, no le ganaste tú, perdió él. Si él hubiera estado frío, si él hubiera estado lúcido... Se molestó con las palabras que le dijiste y ahí perdió aun antes de combatir. Entonces, como te dije antes, si te dicen idiota, ¿te vas a ofender?

-No -respondí-, porque el problema es del otro.

-Eso es lo que quería escuchar. Y que no se te suba el ego a la cabeza. Sigue siendo humilde, siéntete más seguro de tu propio ser. Pero siempre tu vida va a ser un aprendizaje, un guerrero que maneja la espada práctica todos los días.

-Pero yo no soy un guerrero -dije-, yo soy un carpintero.

-Sí, seguramente vas a usar la herramientas de carpintería y las herramientas más finas para armar guitarras, pero eso no te impide que al amanecer te alejes del poblado y en soledad practiques con tu espada, a solas.

-¿Y contra quién?

-Contra nadie, haciendo los movimientos que yo hice en el aire, con enemigos imaginarios. De todos modos, Pilgrim, aún me quedaré un tiempo más.

-Bueno. Tengo hambre y tengo sed.

-Bien, vamos a beber una bebida espumante y a comer una buena presa de cordero, mañana seguiremos practicando.

-Así lo haremos, Aksel, porque mañana será otro día.