Índice

Psicoauditación - Gizelle

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 22/10/2025 Gaela, Aldana Davis


Sesión 22/10/2025
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gizelle.

Era joven pero tenía claros los conceptos sociales que nunca deben olvidarse de practicar, que siempre deben tenerse en cuenta. Lo notó cuando alguien pretendió faltarle al respeto. Dos personas mayores lo comprobaron y la ayudaron en aquella situación.

 

Sesión en MP3 (3.092 KB)

 

Traduzco el concepto del thetán de Gizelle que va a relatar su primera vivencia en Gaela hace cien mil años. En esa vida su nombre era Aldana Davis, hija de un empresario, Stephen Davis.

 

Stephen Davis está orgulloso de su hija que tiene nueve años, Aldana, porque hicieron un campeonato de natación interescuelas en una pileta profesional donde ella ganó una medalla de oro infantil en dicho torneo.

 

Y la lleva al club Náutico donde él es socio, obviamente no va muy seguido, pero la lleva a la niña, obviamente con una acompañante que es empleada de su empresa para que cuide a su hija, porque en el club Náutico además de lanchas en el rio, en la parte interna de los jardines, hay una pileta semiolímpica y una piscina más pequeña para los que quieren practicar natación.

 

Comienza el relato.

 

Entidad: Estaba molesto con papá porque no me gustaba el club Náutico, había demasiada gente grande y prácticamente había pocos chicos. Había muchos adolescentes, pero no había papás y mamás con niñas con las que yo pudiera jugar.

Pero cuando papá me mostró la pileta semiolímpica... Y al lado había una pileta más pequeña que tenía veinticinco metros de largo, o sea, ida y vuelta podía nadar cincuenta metros. Y en mi muñeca tenía un reloj pequeño con cronómetro para ver si mantenía mi estado físico en una pileta semiolímpica. Y me encantó. Padre me dijo:

-Te puedes quedar incluso con mi empleada, que va a ser tu cuidadora, tu nana, puedes quedarte a almorzar aquí con ella, ella no te va a perder de vista incluso si tienes que ir al bathroom, al toilette ella te va a acompañar, vas a estar completamente segura. Además, el club Náutico, querida Aldana, tiene seguridad, no solamente en la entrada sino también en la cafetería, en los jardines, y todos los chicos que vayan en las lanchas tienen obligación de llevar primero una autorización de los padres y además un chaleco salvavidas. No importa si sabes nadar, es obligatorio llevar un chaleco salvavidas siempre. Jamás hubo un accidente en el club Náutico, jamás.

-Está bien papá -le respondí a mi papá Stephen.

 

Y me quedé con mi nana, con mi cuidadora, que era empleada de papá.

Me acompañó al vestuario, me cambié y me sumergí en la pileta semiolímpica, la más pequeña de veinticinco metros de largo. ¡Ahhh!, era como estar en el paraíso, una maravilla, adoraba el agua.

En la parte honda tenía una profundidad de cuatro metros, no tenía problemas de ir hasta el fondo, volver.

Y después puse el cronómetro y me puse a practicar velocidad. Veía el cronómetro y vi que tenía casi el mismo tiempo que cuando gané la medalla de oro en el torneo interescolar.

 

¿Pero qué sucedió? De repente viene una chica adolescente, supongo que tendría veintiún años, estaba con traje de baño:

-¿No te molesta que me meta en la pileta?

La miré y le dije:

-No, por supuesto, es pública.

-Escuché que tenías una medalla de oro.

-Sí -le dije. Pero no tenía muchas ganas de hablar, quería hablar con chicas de mi edad no con una chica de veintiuno.

Pero ella siguió hablando y me preguntó:

-¿Te gusta lo que haces?

Le digo:

-¡Pero por supuesto!

-¿Sabes que cuando yo tenía tu edad también gané una medalla?

-¡Ah, qué bien! -le dije. Pero no quería conversar.

Y siguió diciéndome:

-Pero seguí practicando hasta el día de hoy, hoy me considero muy buena, ¿Te gustaría competir conmigo?, ¿hacemos una prueba de cincuenta metros ida y vuelta? Yo también tengo cronómetro.

Me dio como vergüenza, y le digo:

-No, tú eres grande, yo soy una niña, no puedo competir contigo.

-No, no es para competir, es nada más para ver si eres tan buena como dices.

-Jamás dije que era buena, simplemente gané ese torneo. -Pero me molestó su manera pedante de hablar, una manera como que era muy egoica, muy creída de sí misma.

Y le dije a mi cuidadora:

-Papá también te dio a ti un cronómetro... Cuenta, por favor.

 

Y nadé a toda velocidad y la chica adolescente al lado mío. Hicimos los veinticinco metros, dimos la vuelta. Obviamente la chica llegó primero, me ganó prácticamente por un cuerpo. Y cuando subió por la escalera, me dijo, riéndose pero despectivamente:

-¿Has visto?, no eres tan buena como dicen. -Y se marchó.

 

Pero vi un joven, un poco más grande que ella, con otro señor.

El joven la paró a la chica adolescente:

-Escuché lo que has dicho y me parece de muy mal gusto. La niña Aldana Davis es la mejor nadadora en su edad y tú no puedes decir que no es tan buena teniendo veintiún años, ella tiene nueve. Me parece muy de mal gusto, muy presumida eres.

La niña adolescente le respondió de manera muy altiva al joven:

-No te voy a permitir a ti ni a ningún otro camarero que me levante el tono, tú no sabes quién soy yo. A ti aquí te han contratado para servir a los demás y para callarte la boca y no para opinar. -Me extrañó porque el joven sonrió, no se enojó ni tampoco pidió disculpas. La chica adolescente altiva lo ignoró y se fue a cambiar a los vestuarios. Pero se dio vuelta y le dijo-: Le contaré a mi hermano mayor como me ha faltado al respeto.

El muchacho no se quedó callado, le dijo:

-Tú le has faltado el respeto a la niña. -La presumida adolescente lo ignoró y se fue recordándole que le iba a contar al hermano para que al joven camarero lo despidan del club.

 

Me quedé mal, me quedé triste. Y le dije a mi cuidadora:

-Tú que tienes confianza con papá, sabes que papá Stephen es un gran empresario y tiene fortuna, si los dueños del Náutico quieren echar al camarero, por favor hablemos con papá y contémosle lo que pasó y si lo llegaran a despedir que lo contrate él.

-Quédate tranquila, Aldana, yo hablaré con tu padre. Pero que esta chica presumida no te ponga mal, no permitiré que te moleste. Yo no puedo impedir que vuelva a la pileta, pero sí puedo quejarme de que te ha molestado. De todos modos entiendo, Aldana, que tú no has querido competir con ella, simplemente porque te gusta nadar, era obvio que no le puedes ganar a una adolescente. Pero a cualquier chica de tu edad, incluso mayores que había en el torneo interescolar, había chicas de doce años y tú con nueve las has vencido, no te ha ganado nadie, espero no te pongas mal que la adolescente te ha vencido.

-No -le respondí-, por supuesto que no. Lo que mi hizo mal, que me dijo: "No eres tan buena".

Y mi cuidadora me dijo:

-Aldana, a ti no te tiene que importar la opinión de los demás, a ti te tiene que importar lo que tú piensas de ti misma.

 

Al rato se acercó el camarero con otro señor que dijo llamarse Alex Malbrán.

Le pregunté:

-¿Usted es del club?

-Sí -dijo el señor Malbrán-, tengo una cadena de medicamentos.

-¡Ah, qué bien!, capaz que lo conoce a mi padre, se llama Stephen David.

-Sí, sí, lo conozco, es empresario.

Y el camarero tan amable que me defendió dice:

-¿Cómo estás, Aldana?

-Muy bien, gracias por haberme defendido de esa presumida.

-Quédate tranquila, ya di orden de que no, por lo menos en el día de hoy, que no entre más al lugar de las piletas.

-Pero discúlpame, discúlpame que te tutee, ¿tú puedes dar órdenes?

-Sí, estimada Alnada -dijo el camarero.

-¿Por qué?

-¡Ah!, porque tengo amigos importantes.

-Qué bien, que bien.

-Si queréis ir a comer os prepararé un almuerzo exquisito.

Mi cuidadora le dijo al camarero:

-¿A quién debo abonar?

-A nadie, es una invitación del club.

-No, pero mi jefe, el señor Davis, dijo que...

-Quédate tranquila, quédate tranquila. Acabo de hablar por teléfono con el papá de Aldana y le conté todo lo que pasó. Y no os preocupéis por mí, nadie me va a despedir.

 

Si bien yo era una niña de nueve años entendía todo, y le pregunté al camarero:

-Discúlpame, ¿cómo tú un sencillo camarero puedes tener el teléfono de papá?

-Bueno, tengo contactos importantes, y ellos me han dado el teléfono de tu papi Stephen. Quiero que disfrutes, si después a la tarde queréis dar un paseo en lancha, estáis invitados.

Mi cuidadora le agradeció:

-Nos encantaría. ¿Qué te parece, Aldana?

Le dije:

-Sí, además estas lanchas son las mejores, estos motores fuera de borda son último modelo.

El camarero me preguntó:

-¿Y cómo sabes tanto de motores?

Le dije:

-Obviamente esto no me lo enseñan en la escuela, pero a mí me gusta mucho leer los libros de papá.

-Te felicito, te felicito.

 

Finalmente gracias al camarero pasamos una mañana y una tarde de maravilla.

Tipo dieciocho y quince vino papá, pero no vino directamente a buscarme a mí, estábamos con mi cuidadora tomando la merienda, el almuerzo había sido exquisito, estábamos tomando la merienda y lo vimos al camarero de traje, con un traje a medida espectacular, tan elegante o más que el de papá y conversaban entre ellos.

Papá se acercó a la mesa y dijo:

-Vosotras habéis estado con este joven.

-Sí papá, muy bueno el camarero.

-Bueno, os presento a Jorge Clayton el dueño del club. -Abrí los ojos con una sorpresa tremenda.

-¿Tú eres el dueño?

-Sí, Aldana.

-¡Ah!, me quedo más tranquila porque ese niña mal educada amenazó con echarte.

-¡Je, je! Quédate tranquila, niña, nadie me va a echar.

Y papá comentó:

-Este joven, así como lo veis tiene el doble de fortuna que la mía y ayuda en muchos lugares, en sanatorios, en hospitales...

 

Yo soy una niña que a veces tiene carácter rebelde, cuando algo no me gusta lo digo, cuando hay gente que no me agrada me empaco como una mula y me quiero ir inmediatamente, pero hoy me sentí distinta, este joven que terminó siendo el dueño del club me hizo sentir tan bien cuando reprendió a la adolescente mal educada. Y se lo conté a papá.

Me dijo:

-Ya lo sé, Clayton me lo dijo por teléfono.

 

Me quedé con ganas de venir todos los días a ese club. Y pensar que cuando vine estaba con dudas si me iba a gustar o no...

Le pregunté al joven Clayton:

-Dime, ¿no vienen mamás y papás con niñas?

-Sí, pero generalmente los fines de semana. Puedes decirle a tu padre que te traiga un fin de semana y te puedes hacer de otras amigas. En la semana es raro que vengan pero los fines de semana se llena de chicos en el jardín, incluso cuando llueve tenemos un enorme toldo que evita que la gente que va al jardín se moje.

 

Y me sentí muy, muy bien.