Sesión 14/05/2012
Sesión 16/12/2019
Sesión 14/5/2012
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Ida U.
Explicó que los demás limitan su libertad. Dio algunos detalles de una vida en la Amazonia donde una tribu exterminó a su familia. Fue acogida en casa de una amiga pero allí la menospreciaban. Se generó mucho rencor por estas circunstancias. Al final Karina trató de orientarla hablándole de la importancia que todos tenemos y de estar analíticos para no dejarnos llevar por las emociones negativas.
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Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Me habéis convocado.
Interlocutor: Sí, así es. ¿Cómo estás?
Entidad: Muy bien.
Interlocutor: ¿Cómo se siente estar comunicándose con el plano físico?
Entidad: Perfectamente.
Interlocutor: ¿Quisieras darnos un mensaje o contarnos algo?
Entidad: Por ejemplo, ¿cuál es mi problema? Mi problema es la gente que me rodea, mi problema son los demás.
Interlocutor: ¿Por qué sientes eso?
Entidad: Porque Dios nos hizo libres, nos dio libre albedrío divino. Dios nos permitió elegir, optar, crecer. Dios no castiga, Dios no condena, el verdadero Dios te ama. Es la gente la que no te ama, es la gente la que te corta la libertad, es la gente la que te frena, es la gente la que te coloca obstáculos, es la gente la que te castiga, es la gente la que te señala con el dedo, es la gente la que te juzga, es la gente la que te condena, es la gente la que te separa, es la gente la que te encierra, es la gente la que te mide de acuerdo a cómo eres, a lo que representas, a cómo te vistes, a tu manera de ser, es la gente la que te mira de reojo y te critica a tus espaldas. Siempre es la gente. No uno, son los demás. Y a veces, cuando ves tanta miseria, tanta crueldad, tanta falsedad, tanta traición, tanta mentira, tanta hipocresía entonces tú te quieres evadir, tú te quieres escapar. Y cuando no te puedes escapar físicamente, porque no tienes los medios para hacerlo, te escapas mentalmente.
Interlocutor: O sea, que tu 10% Ida trata de escaparse de la realidad que le toca vivir. Y yo te pregunto: Tú, como thetán, ¿siempre te has sentido así, inclusive en vidas anteriores?
Entidad: Sí, sí.
Interlocutor: ¿Y qué te gustaría decirle a tu 10%? ¿Cuál sería tu mensaje?
Entidad: Que es imposible cambiar a la gente porque la gente -aun tu entorno directo, aquel entorno que dice que te ama- se cree protector y es sobreprotector: te ahogan, te asfixian, te molestan, te increpan, se meten en lo que no les importa, quieren manejar tu vida, quieren conducir tus acciones, quieren indicarte el camino, quieren alumbrar por donde tú camines, quieren caminar los pasos por ti, quieren hacer todo por ti. Tú no eres una muñeca, eres un ser humano. Entonces todo lo que tú quieres hacer está mal para ellos.
Interlocutor: ¿Y qué te gustaría hacer?
Entidad: Ser libre, poder hacer y deshacer. Me gustaría tener dinero, poder hacer cosas...
Interlocutor: Entonces, según tú dices, no podemos cambiar a la gente. ¿No crees que a veces somos nosotros los que debemos cambiar algo en nosotros mismos para hacer que nuestra vida mejore?
Entidad: Claro, eso que tú dices lo dicen los psicólogos, "Si tú no puedes cambiar el entorno, cambia tú". Muy bien.
Interlocutor: ¿Cómo lo ves?
Entidad: Mal porque entonces lo que busca la sociedad es coartarte la libertad y cambiarte, como si tú fueras un animalito al que quisieran domesticar.
Interlocutor: Yo no te digo que te resignes pero yo te sugiero que quizá puedas encontrar una manera de poder canalizar esa energía que tienes, esa energía como de rebelarte ante las cosas, ante la injusticia, ante el sometimiento. Quizás puedas canalizar esas ansias tuyas en algo que a ti te resulte constructivo y que quizá pueda ayudar a otras personas a seguir este paso.
Entidad: A mí no me interesa ayudar a esas personas todavía. ¿Y no sería mejor que en lugar de canalizar esa energía la gaste?
Interlocutor: Por ejemplo, en hacer deporte, en alguna actividad...
Entidad: No, no. Digo dejarme a mí hacer mi vida y que esa energía la gaste y, una vez que esté satisfecha, entonces sí puedo hacer las cosas. Pero no me dejan hacer eso, o sea, es como que me ponen una argolla en la nariz y buscan llevarme como si fuera una vaca, que la llevan de la argolla de la nariz. ¿Dónde está la libertad entonces? Por momentos es cierto que quiero estar bien pero yo quiero estar bien por mí, no porque los demás me impongan. Yo no quiero que nadie me imponga nada, no me interesa que me impongan nada. Alguna vez anhelé, quise, deseé tener un maestro que me guíe. En distintas partes de América hay maestros y uno quisiera viajar físicamente pero todo se trata de dinero. Entonces es muy difícil. En Perú hay grandes maestros que te enseñan, sin embargo, muchos trabajan con ayahuasca y otras hierbas y te ponen en estados alterados de conciencia. Bueno, eso quiero. Yo quiero un estado alterado de conciencia, evadirme de la realidad porque la realidad es mala, es cruel. Entonces si esos maestros enseñan esto, ¿por qué me dicen que yo me equivoco?
Interlocutor: ¿Y tú crees que es la solución, realmente, para ti? ¿Tú no crees que eso te va a traer un daño a tu 10%, que con el tiempo te puede llegar a afectar y quizá, hasta algún día ya no puedas ser consciente de decidir lo que quieres para ti? ¿Te has puesto a pensar eso?
Entidad: Ya he superado la etapa del miedo, de que me asusten, yo ya lo he superado eso. Yo conozco mis límites, yo sé hasta dónde puedo llegar, no me asusta nada, yo sé hasta dónde puedo. No es que no tenga límites y que no sepa dónde está la línea que no debo pasar, yo sí sé dónde está la línea.
Interlocutor: ¿Podrías comentarme alguna vivencia que hayas tenido que te resulte dolorosa, quizás alguna vivencia donde esa rebeldía ante lo injusto te pese, quizá más que en esta vida?
Entidad: He tenido malos tratos, muchos malos tratos. No he sido valorada.
Interlocutor: ¿En esta encarnación o en una vida anterior?
Entidad: En esta misma también, y en anteriores peor todavía.
Interlocutor: Quiero que te saques esa angustia. ¿Quisieras contarme, por favor?
Entidad: Mira, he tenido una vida anterior donde crecí en la selva. Era libre, feliz y mi padre, con otros hombres de la tribu, cazaban distintos animales.
Yo jugaba con otras niñas y un día salimos con una canoa con una de las niñas y un tío de ella. Cuando volvimos nuestra aldea estaba destruida, otra tribu la había atacado. Vi los cadáveres de mis padres, de mi hermano, mis primos y sentí un odio tremendo. Yo era niña pero me hubiera gustado ser un hombre adulto con una poderosa lanza y acabar con todos los enemigos.
Me quedé sin familia y me crié con mi amiga. Yo prácticamente en la casa de ellos era una esclava porque les vine justo porque, salvo la comida, después hacía de todo. Cortaba leña, que eso es cosa de varones, limpiaba la casa, a veces despejaba la maleza. A mí amiga le decían: -No vayas al rio, ten cuidado con las alimañas. A mí no me decían nada, si una alimaña me tragaba no importaba.
A los 22 años cogí una altísima fiebre y desencarné y elegí encarnar en la misma región. Obviamente, ahora es todo más civilizado, hay poblados.
Interlocutor: ¿Pudiste contactarte con quienes fueron tus familiares encarnados en aquella vida luego de desencarnar?
Entidad: No, no me interesó. Mientras vivía sí me interesaba. Después, cuando desencarné, supe que éramos todos roles y que en cada vida representamos un papel, como si fuéramos actrices de teatro. Entonces ya no me interesó porque me di cuenta que la vida es ficticia. Entonces, si la vida es ficticia, ¿para qué luchar tanto por cuidarla? ¿Por qué no me dejan tranquila? Somos roles, somos actores de una película. Entonces, ¡basta! Creo que soy la única auténtica y que todos los demás son hipócritas. Te buscan cuidar pero no te buscan cuidar para tu conveniencia sino para la conveniencia de ellos porque si tú estás mal a ellos les molesta; entonces no es por ti, es por ellos. Es una hipocresía.
Interlocutor: Tú sabes que no son todos los seres iguales y que hay muchos seres a quienes tú realmente les importas.
Entidad: ¿Cómo sé yo que importo?
Interlocutor: Porque tú eres importante, tú eres importante.
Entidad: En la vida anterior, en el Amazonas, no era importante.
Interlocutor: Eras importante. Pero lo que tenemos que saber es que el que los demás no se den cuenta que somos importantes no nos quita a nosotros importancia. Nosotros somos importantes por cuanto podemos aprender, por cuanto podemos hacer, por cuanto podemos sentir, por cuanto podemos transmitir.
Entidad: ¿Y cómo te quitas el rencor?
Interlocutor: Mira, obviamente que cuando vivimos una circunstancia negativa, una circunstancia dolorosa al estar encarnados es imposible no sentir repulsión por las cosas, por los actos injustos, porque si no sintiéramos nada seríamos cómplices de ese mal. Entonces está bien que tú sientas repulsión por lo que es dañino pero tú puedes hacer que las cosas sean distintas.
Entidad: ¿Cómo?
Interlocutor: Haciendo todo lo contrario a ese daño, siendo tú la creadora de tu camino...
Entidad: Lo soy.
Interlocutor: ...transmitiendo amor, enseñando que con el amor, con el abrazo, con el ejemplo y con el esfuerzo...
Entidad: No me sale. Si a mí me pegan una bofetada yo no les voy a...
Interlocutor: ...y las cosas saldrán mejor. Yo no te digo que le des un abrazo a aquel que exterminó la aldea, obviamente que no, pero no te encierres en ti misma, no te encierres y busca a seres que sean distintos o que tengan ganas de cambiar.
Entidad: Por otro lado, eso es cierto. Yo necesito lucidez, necesito estar lúcida, serena para poder decidir mejor que hacer con mi vida.
Interlocutor: Para ver por dónde pisas.
Entidad: Y a veces mis impulsos no me permiten estar serena, a veces incorporo a mi ser algo que no me permite ser lúcida y serena. Eso es cierto, necesito tener lucidez. No sé si es para hacer el bien o para qué, pero primero debo pensar en mí.
Interlocutor: Quizás para poder elegir, quizás para poder ver por dónde caminas y no desbarrancar.
Entidad: En eso tienes razón. Desbarrancar es lo de menos, uno se levanta. Pero no voy a pensar en los demás ahora. Necesito pensar en mi propio ser y tener lucidez para eso. Voy a luchar para eso, para tener la posibilidad de analizar cada paso que doy sin que la mente se me perturbe. Eso es bueno, eso es muy bueno y eso se me ha ocurrido ahora. Es bueno eso, es bueno. Lo haré, lo haré.
Interlocutor: Porque si tú te dejas arrastrar, tu 10% se deja arrastrar por la mente reactiva, por las emociones negativas y en ese momento pierde control por lo que realmente quiere hacer.
Entidad: Sí, sí, eso lo sé. No me lo reiteres.
Interlocutor: Entonces tenemos que estar tranquilos y analíticos en el momento de decidir y ver por dónde vamos a caminar.
Entidad: Yo ya sé lo que voy a hacer. No me reiteres lo que yo ya sé. Quiero estar con la mente en eso.
Interlocutor: Te dejo descansar y te envío toda la Luz y mucho amor par ti.
Entidad: ¡Uff! Fue difícil esto, ¿eh? Hasta todo momento.
Interlocutor: Que estés bien. Hasta todo momento.
Sesión 16/12/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Ida U.
No era una vida fácil la de Umbro. Ni querida por su familia ni suerte con pretendientes. La entidad relata cómo fue manipulada para poseerla. Pero tenía que seguir adelante, tenía que iniciar una nueva vida.
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Entidad: Estoy aquí comunicado con vosotros. A pesar de tanto tiempo todavía recuerdo escenas de una vida tremenda en ese salvaje mundo llamado Umbro.
Mi 10% actual en un momento determinado le preguntó a este receptáculo que me alberga, el porqué no pude resolver antes engramas existentes. Y es muy sencillo; a veces el mismo ser encarnado en una vida, una, arrastra infinidad de traumas, recuerdos difíciles de llevar, recuerdos que pesan, recuerdos que agotan. Imaginad qué pasaría en cien vidas, sería imposible para el ser encarnado arrastrar tanto, su peso sería insostenible.
Muchas veces logré incluso ayudar a otros, pero mis mismos roles del ego me jalan tanto, tanto hacia abajo, que a veces me cuesta creer que estoy en el plano 3 subnivel 9, a un paso de llegar al plano 4, al plano maestro donde ya no hay roles del ego. Lo que no te jala, lo que no pesa hacia abajo son los tremendos engramas de las distintas vidas.
En Umbro me llamaba Burden. De pequeña fui criada por mis tíos, no conocí a mis padres. Mis tíos me maltrataban, era prácticamente una niña que solamente disfrutaba cuando le servían un plato de comida o una jarra con bebida, porque el resto del tiempo haciendo quehaceres. ¿Jugar? ¡Ja, ja, ja! No sabía lo que era jugar, no, vivía haciendo quehaceres, y si se me derramaba un poco de agua que traía en un balde de madera del pozo, la tía me daba una tremenda zurra. Y el tío ni hablar, usaba el látigo. Pensaréis "Pobre Burden, cómo odiaba a sus tíos por cómo la maltrataban". No, no, no. Tenía ansias de irme, me sentía tan cansada al final del día con el cuerpo dolorido del trabajo, un trabajo pesado para una niñita.
Vosotros decís un refrán que os han enseñado y que no siempre es cierto, no, no siempre es cierto, pero a veces sois tan conformistas... El famoso refrán: "No hay mal que por bien no venga". No hay mal que por bien no venga. Y sí, me ha servido para fortalecer mi cuerpo. A mis doce años era ya muy fuerte y musculosa, y a mis dieciséis años tenía prácticamente el cuerpo de una mujer pero con una tremenda musculatura.
Y me escapé, me escapé de la casa. Tenía en las alforjas algunos metales que iba escondiendo de propinas que me daban en el pueblo por hacer recados. Eso se lo ocultaba a los tíos pero no me consideraba una ladrona, ni mucho menos. Pensaréis "Bueno, pero ya que los tíos la mantenían los metales de los recados se los tenía que haber dado". ¡Je, je, je! ¿Con todo lo que trabajaba en esa casa, en esa hacienda, en la granja? ¡Por favor!
Tomé un hoyuman -un equino-, lo monté y me marché. Y no los iba a extrañar. Para nada.
Estuve trabajando en una posada, en un poblado a varios amaneceres de distancia de la casa de los tíos. Igual no me iban a buscar, nunca me quisieron. Los jóvenes no me miraban, estaba desaliñada, mal vestida. Hasta que conocí a Crafty.
Crafty era un joven elegante que todas las niñas en el pueblo lo miraban. Y él -quizá lo veía un poco vanidoso, pedante-, y me miró, me habló como un caballero, con cordialidad. Y empezamos a salir. Lo veía como un joven muy interesante y no terminaba de entender cómo se había fijado en mí, una trabajadora de la posada que tenía que aguantar el insulto de muchos habitués que iban allí a tomar algo, alguna bebida espumante, y me decían salvajemente "Cuántos metales quieres por ir al cuarto de arriba conmigo". No les contestaba. Sé que en algunos poblados había posaderas que hacían favores a los que allí iban a tomar algo, pero a mí me daría como rechazo, como asco estar con esa gente por... por simplemente un vicio, me dolía el estómago solo de pensarlo.
Pero Crafty era distinto. Crafty era distinto, era alegre, bondadoso.
Recuerdo que me dijo:
-Mira, Burden, yo vivo con mis padres, pero a poco tiempo de aquí tengo una hacienda con animales, ¿te gustaría trabajar para mí? -Me sorprendí.
Le digo:
-Pero..., pero Crafty, no... no corresponde, o sea, disculpa que te pregunte, pero nosotros estamos saliendo, ¿sí?
-Pero por supuesto Burden, eres... eres una joya que he encontrado en mi vida. -Yo sonreía. Recuerdo la primera tarde que me dio un beso, me sentí como transportada a las nubes. Soñaba con Crafty.
Le digo:
-Pero si somos novios no puedo trabajar contigo porque estaría mal que cobrase un sueldo.
-Para nada, no tiene nada que ver, no tiene nada que ver, me sentiría mal que trabajaras en mi hacienda y no te recompensara.
-Me recompensa tu presencia.
-No, no, no, Burden, no, por favor... Si no dejemos las cosas así y contrato a otra persona. -Finalmente acepté.
Llegamos a la hacienda, me sorprendió porque pensaba ver un rancho muy muy grande con muchos animales, y prácticamente era una fortificación.
-¿Por qué los muros? -le pregunté a Crafty.
-Por los asaltantes -me respondió.
-¿Pero tienes vigilancia?
-Alguna vigilancia tengo, pero no se atreven a venir. -Nos vieron llegar y abrieron el portón. De cerca los muros se veían mucho más grandes, tenía por lo menos seis líneas de altura, casi cuatro veces la altura de una persona. Y entramos. Me señaló una pequeña casa, humilde, pero de piedra-. Aquí vivirás cómodamente, estarás bien. -¡Ah! Me sentí bien, me sentí muy bien. Recuerdo que comimos juntos en la casa grande y me dijo-: Bueno, mañana empezarás las tareas, esta noche duerme tranquila. -Me acompañó hasta la casa, una casa de dos habitaciones, una mesa, bancos y atrás una pequeña cama.
Extrañaba que volviera a besarme, hacía días que no me besaba. Es más, debo reconocerlo que a veces soñaba que había algo más que un beso, como que me abrazaba y me tomaba en sus brazos, porque era un joven tan delicado, tan caballero, tan galante, que quién le podía decir que no.
Recuerdo que una tarde estaba trabajando con los animales y el joven Crafty no estaba, había ido a hacer una diligencia al pueblo. Los peones y los que vigilaban en el cerco no se metían conmigo, los que estaban más allá cuidando el muro tampoco, me saludaban respetuosamente y evitaban hablarme, seguramente por órdenes de Crafty.
Recuerdo que llegó casi al anochecer, es como que un poco se tambaleaba, y me sorprendí porque era la primera vez que lo veía bajo los efectos del alcohol, y su rostro era distinto, es como que había cambiado sus gestos. Se marchó hacia la casa grande y yo ya había terminado mis tareas y me fui a mi pequeña casa.
Al rato abre la puerta y era él. Me mira y empieza a besarme con pasión y a manosearme el cuerpo, pero no era lo que yo había soñado, estaba como muy... muy incómoda con su manera, había dejado la galantería, la caballerosidad.
Y le dije:
-No, no, espera, Crafty...
Vi un gesto de furia y en ese momento un tremendo bofetón en el rostro y me tiró de espaldas contra la cama. Me volvió a golpear y empezó a desgarrarme la ropa, y me sometió, me sometió. Luché tanto que en ese momento me desmayé.
No sé cuanto tiempo estuve sin conocimiento pero era casi el amanecer. Cuando me desperté mi ropa estaba desgarrada. Había un tacho de madera con un poco de agua, me enjuagué. Y por suerte había otra muda de ropa, me cambié y salí. Lo vi a Crafty. Hice un gesto de furia.
-¿Qué has hecho?
-Discúlpame, Burden, había tomado un poco y no me di cuenta.
-¡Quiero irme!
-No, de aquí no te vas.
-Yo no soy tu prisionera.
-Te quedarás, eres mi mujer.
-No, no soy tu mujer. Salía contigo pero te has abusado de mí.
-¿Y qué esperabas, esperabas otra cosa?
-Por supuesto que esperaba otra cosa, esperaba que me conquistaras.
-¿Y voy a perder tiempo con una cualquiera?
-¡Qué dices!
-¿O qué te piensas? Vengo de familia de ricos, de nobles, tengo las mujeres que quiero en la casa grande donde estoy con mis padres. Aquí te traje para que nadie me viera. -Me puse a llorar y Crafty se marchó.
Cogí un equino, lo monté y justo que entraba una carreta abrieron el protón y me escurrí por el portón y salí al galope con mi equino para el poblado más cercano.
Le avisaron a Crafty y me siguió atrás con otro hoyuman. Me alcanzó a la entrada del poblado, cogió las riendas de mi equino y me hizo trastabillar hasta caer a tierra y él desmontó rápidamente de su caballo. Me levanté y corrí rápidamente hasta llegar a una herrería. Me siguió. Cogí inmediatamente una espada de la herrería, el herrero sorprendido de esta contienda.
Nunca había manejado una espada, pero por instinto cuando él llegó se la clavé, se la clavé con un gesto de agonía, tambaleante. El herrero estaba con hierro candente preparando espadas nuevas. (Crafty) cogió un tazón grande metálico, lo hundió en el hierro, en el hierro candente, y me lo arrojó al rostro. Alcancé a darme vuelta y el hierro candente me cayó en parte de la cabeza. El dolor fue insoportable, es como que el hierro me quemaba los huesos, me quemaba los huesos. Antes de perder el conocimiento alcancé a ver el cadáver de Crafty, había muerto bajo la espada que le había clavado.
Estuve casi un mes, treinta amaneceres al borde de la muerte. El herrero y su esposa me habían ocultado, habían dicho en el poblado que un asaltante lo había matado al joven Crafty. Les agradecí enormemente. No tenía dolor en la cabeza, pero me sentía como con un peso extraño. Me toqué y en toda la parte de atrás de la cabeza sentía como algo duro.
El herrero me dijo:
-Joven, el metal te ha quedado pegado a tu cuero cabelludo. Mi esposa logró peinarte hacía atrás el cabello de adelante, para taparte toda la parte metálica. -Estaba viva, eso era lo importante. Le debía la vida al herrero y a su esposa.
Nunca me hubiera imaginado la conducta de Crafty, que parecía tan gentil, tan gentil y había abusado de mí. ¿Si estuve arrepentida por haberlo matado con mi espada? No, para nada. Ahora llevaría conmigo la carga de un metal fundido al cuero cabelludo, pero estaba viva, y tenía mucho por hacer por delante, mucho por hacer.
A lo largo de esta vida, como Burden, nunca me olvidaría del abuso que sufrí en la hacienda por Crafty, no me sentía mal por su muerte.
Me quedé trabajando un tiempo con la señora del herrero, pero sabía que pronto tendría que irme, sabía que tendría que irme para iniciar una nueva vida.
Gracias por escucharme.
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