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Psicoauditación - Jesús L.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 28/01/2013

Sesión 27/06/2019

Sesión 08/07/2019

Sesión 10/07/2019

Sesión 30/07/2019

Sesión 31/07/2019

 


Sesión 28/01/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Jesús L.

Quedó marcado porque el poder económico de otros llevó a la ruina a su familia. Al cabo de años se recuperó pero a pesar del rencor, el recuerdo aquel hizo que tratara con consideración a todos con quienes se relacionó. Karina debatió con la entidad acerca de cómo prestar Servicio, escuchar, comprender, aconsejar y resaltó que no todos somos iguales porque cada uno tiene su ritmo en esta evolución. El despertar y el crecimiento de cada ser no tiene el mismo ritmo pues unos tardan más y otros tardan menos en despertar y en crecer.

Sesión en MP3 (2.815 KB)

 

Entidad: Gracias por permitirme estar aquí, gracias por darme esta oportunidad. Gracias también por el tiempo que os habéis tomado para que pueda descargar los distintos engramas. Mi 10% encarnado, Jesús, está atravesando situaciones de crisis y debo decir que no es la primera vez. En distintas encarnaciones, tanto en este como en otros mundos, también me he cuestionado las formas de aprendizaje y entiendo que los aprendizajes no son reales. No es cierto que aprendamos; venimos, vivenciamos, sufrimos, desencarnamos y a veces lo hacemos con más rencor del que hemos traído por la injusticia a la que hemos sido sometidos, por los abandonos, por las traiciones, por las situaciones que te llevan a un punto límite en que no sabes si seguir o no en el camino.

 

Interlocutor: ¿No crees que quizás el mismo dolor que sientes en este momento, esa angustia, esa tristeza es la que te haga ver o pensar, conceptuar las cosas que sean de esta manera? Cuéntame, ¿qué es lo que te pesa, qué es lo que necesitas descargar, qué es lo que te angustia?

 

Entidad: La injusticia, el entender que hay gente que triunfa y no se lo merece, que lo hace porque tiene contactos y que es favorecida ante la vida. Algunos Maestros enseñan que el problema es karmático, que son lecciones a aprender, que de repente uno cae parado, de pié, porque no tiene lecciones a aprender y el otro cae de cabeza porque tiene muchas lecciones karmáticas.

 

Interlocutor: ¿Hay algo particularmente en esta vida o quizá desde alguna vida anterior, algún hecho que tú recuerdes que te moleste, que te resulte doloroso y que quieras comentarlo?

 

Entidad: Mira, paradójicamente encarné en Países Vascos. Me llamaba Pedro, con un apellido igual al actual. Recuerdo que mi padre tenía vacunos para arar el pequeño campo. Me acuerdo que vino una peste, perdimos muchos animales. Padre tuvo que pedir un préstamo a don Jacobson. Jacobson era un señor judío que se había instalado en la zona haría 10 años atrás y obviamente los intereses eran fraudulentos, leoninos diríais ahora. En dos años perdió todo por los intereses que no pudo pagar a Jacobson.

Padre tuvo que trabajar de peón rural en la casa de un inglés, Jack Richardson, y sentí impotencia en esa zona porque, como pasa en todas las regiones, el inglés tenía todo el dinero, el señor Jacobson también. Y mi padre que venía de padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos en la región no tenía un cobre donde caerse muerto. Uno se sentía impotente.

Mis padres eran católicos, sí. Madre Carmen me decía: -Si tienes tanto rencor ve a confesarte con el padre Nicolás.

Yo no me confesaba, yo hablaba y el padre Nicolás justificaba todo: -Si bien Jacobson lucra como tú dices, querido hijo, de alguna manera lo hace legal, igual que el señor Richardson. Son gente que ayuda a otros y les da trabajo.

Yo le interrumpía al padre Nicolás y le decía: -Más bien los explota.

¿Pero por qué comento esa vida?

 

Interlocutor: Dímelo tú.

 

Entidad: Cuando cumplí 18 padre desencarnó y madre dos años después. Yo a los 20 estaba solo sin hermanos, sin primos, sin nadie. Tampoco tenía casa, me tuve que emplear en una posada.

Le caí bien a don Manuel. Don Manuel era un buen hombre. Me pagaba todos los fines de semana y yo ahorraba dinero. Con el tiempo pude rentar en las afueras del poblado una pequeña choza porque ni siquiera era cabaña. Y seguí trabajando.

Como no salía, como no gastaba, como no bebía y tampoco iba a los juegos de azar que había en el poblado, en tres años tenía un poco de dinero.

Vino un hombre, Alvarado, de la zona de Cataluña, diciendo que la tela y los cueros era la mejor inversión. Obviamente que -hay un refrán vuestro que dice "El que se quema con leche, ve una vaca y corre"- yo no quería tocar mi dinero para invertir en nada pero conversando con Alvarado vi que se podía. Y puse todo mi dinero, todo mi capital para comprar telas y cueros para armar botas o todo tipo de calzado y además vestidos.

 

Interlocutor: ¿Y qué sucedió?

 

Entidad: No dupliqué el dinero, lo potencié por diez. A los 30 años tenía tanto o más dinero que el propio Alvarado. Pude comprar una vivienda, tenía mucho resto de capital. Era una persona respetable.

 

Interlocutor: ¿Cómo te sentías tú en ese momento con respecto a quien considerabas en antaño tu rival?

 

Entidad: No, rival no, directamente rivales eran todos los que venían de fuera y hacían dinero a costa nuestra. Alvarado era de mi misma forma de pensar. Sentí que era otra persona. Dicen que el rencor es malo pero el rencor me había endurecido.

Recién entonces comencé a salir con algunas jóvenes: una joven, Isabel y otra joven, Concepción. Me casé tarde, a los 33 años, con Isabel. Resultó ser una buena esposa. Tuve una niña, Carmiña. Isabel murió al dar a luz. Había una joven, Guadalupe. Sus padres habían venido a Europa hacía dos años. Eran oriundos de Méjico. Le decían Lupita, tenía 20 años y le pagaba para que me hiciera los quehaceres de la casa y cuidara a Carmiña. Era muy devota y muy responsable y pude seguir haciendo mi trabajo.

Ampliamos la fábrica con Alvarado y pusimos más capital. Exportábamos todo lo que fabricábamos incluso a Francia. Triunfé en esa vida pero me quedó el engrama de los primeros años, de la injusticia, del fracaso, de la gente que le daba importancia a aquel que tuviera dinero.

 

Interlocutor: Y cuando a ti te fue mejor, ¿les dabas importancia a los que estaban debajo de ti?

 

Entidad: Sí, pero seguía teniendo como cierta animosidad hacia aquellos que abusaban del pobre. Crecimos, llegamos a tener empleados. Los teníamos muy bien pagados, con trato preferencial y ellos no se abusaban tomando más confianza de la que les dábamos -en el buen sentido lo digo-, o sea, aun no estando nosotros trabajaban, rendían al final del día. Se podría decir que durante mis 67 años de vida -acordaros que la expectativa de vida era mucho menor que la actual- fui feliz. Vi crecer a mi hija. No volví a rehacer mi vida en pareja y siempre me quedé con el engrama de incomprensión de parte de muchos.

Alvarado fue como un hermano, era más grande que yo. Murió diez años antes que yo desencarnara. Mi hija Carmiña se casó con un joven que venía del sur. Se llamaba Rafael, era muy responsable. Ellos quedaron a cargo de la empresa que montamos. Alvarado no tenía familia así que Rafael y Carmiña fueron propios.

Es cierto, a ellos la baraja les cayó bien puesto que no han tenido que sacrificarse, pero bueno.

 

Interlocutor: ¿Qué consejo le darías a tu 10%? ¿Quizás algún consejo que tenga que ver con aquella vivencia, con aquellas experiencias?

 

Entidad: Son experiencias distintas. Mi 10% actual, Jesús, tiene una vida completamente distinta a aquella de Países Vascos. Muchas cosas se cuestiona, muchas cosas, con razón. Yo sigo pensando que a veces no aprendemos, que la vida es sacrificio. Los Maestros hablan de Servicio, no tenemos tiempo de hacer Servicio.

 

Interlocutor: ¿Tú no crees que a veces aprendemos en base al sacrificio, a tener que pasar alguna situación dolorosa?

 

Entidad: No, no creo que aprendamos puesto que a veces se repiten situaciones y al no tener memoria reencarnativa cometemos los mismos errores pero...

 

Interlocutor: Quizá porque el aprendizaje deba ser desde la conciencia y no únicamente desde la mente.

 

Entidad: Eso suena muy metafórico. Fíjate que todo el mundo habla de Servicio y cuando tú tienes una economía regular, afectos regulares, amistades regulares no sabes dónde estás parado. Estás al borde de la cornisa y no tienes tiempo de tender una mano. ¿Acaso un Maestro no dijo una vez "Para levantar al otro tienes que estar de pie tú primero"? Sí, cuesta ponerte de pie cuando te golpean las piernas, figurativamente hablando.

 

Interlocutor: Siempre tenemos una oportunidad de dar una mano. No necesitamos alcanzar la cima económica o social para poder hacer algo por el otro.

 

Entidad: ¿Cómo puedo sentirme importante si en distintas vidas no he logrado mucho? Tú me dirás "Sí pero en países vascos te has casado, has tenido una excelente hija, un excelente yerno, un trabajo, has conocido un amigo que más que un amigo era un hermano, Alvarado". Pero estamos hablando de tres o cuatro personas y de repente hay cien que te rodean que son hostiles. Entonces, ¿cuál es la fórmula mágica para salir de una crisis? ¿Cuál es?

 

Interlocutor: Bueno, mágico no existe nada pero sin embargo te puedo dar algunas pautas que tú bien puedes tomar o no.

 

Entidad: A ver, dime.

 

Interlocutor: Es importante que aprendamos a escuchar al otro, aprendamos que todos tenemos un ritmo en esta evolución. Algunos aprendemos más rápido, otros a costa de mucho dolor y sacrificio terminamos comprendiendo. Pero siempre podemos hacer algo por el que está cerca de nosotros. Escucharlo es una de ellas, aconsejarlos, tender una mano.

 

Entidad: Es válido.

 

Interlocutor: Lo importante es que en esta vida física tengamos la capacidad de poder manejar la situación. Eso significa que debemos dejar de lado nuestra parte reactiva y analizar con claridad porque cuando no analizamos con claridad y actuamos desde el impulso podemos, seguramente, equivocarnos.

 

Entidad: Seguramente que sí. De todas maneras hay cosas en las que aún sigo confundido porque tú me hablas de escuchar al otro y cuando te rodean muchos necios no tienes más que escuchar a tu propio ser, a tu propia conciencia. Y es cierto lo que dices de no estar reactivo y ver las cosas de una manera más armónica, pausada y evitar actuar con impulsos. Lo entiendo eso y no pensar que los demás tienen la culpa de todo. Eso también lo entiendo.

 

Interlocutor: Sobre las personas que nos rodean, si nosotros entendemos que, como te decía hace unos momentos atrás, cada uno tiene su ritmo, su ritmo en esta evolución, el despertar y el crecimiento de cada ser no tienen el mismo ritmo, unos tardan más, otros tardan menos pero si lo tomamos de ese lado seamos tolerantes con los demás y con nosotros.

 

Entidad: Y tolerantes con la vida porque de repente supongamos que yo tengo un ritmo mayor al que la vida me ofrece...

 

Interlocutor: Me suena a ansiedad quizás eso que tú me dices.

 

Entidad: Bueno, pero si de repente tú tienes objetivos por lograr y no lo consigues obvio que te tiene que sonar a ansiedad y de repente buscas en el horizonte y ves las cosas como que estuvieras en un laberinto sin salida, claro que vas a tener ansiedad.

 

Interlocutor: Lo único que puedes modificar es aquella hora, este momento, ese instante. No puedes modificar el futuro, el futuro lo debes construir.

 

Entidad: Una vez un Maestro habló de tener paciencia, que las cosas se van a ir dando. Y una vez un 10% de un thetán compañero que era arqueólogo -mi parte encarnada obviamente no lo conoce porque estoy hablando desde el punto de vista suprafísico- encontró en unas ruinas, en Centroamérica, el esqueleto de un ser masculino, sentado, seguramente muerto en una cueva. Y que me disculpen los Maestros y el Creador pero cuando me lo conceptuó si bien nosotros no tenemos cuerpo físico ni podemos ni llorar ni reír sentí como una sensación de risa, de risa irónica, como diciendo "Qué paciencia que habrá tenido ese hombre que terminó sentado esperando y sepultado en una cueva". Entonces, cuidado con la paciencia, no sea cosa que terminemos como...

 

Interlocutor: Paciencia no significa resignación.

 

Entidad: O sea, que podemos obrar mientras tenemos paciencia porque no quiero que dentro de quinientos años me encuentren sentado, ¿me entiendes? No quiero que encuentren sentado.

 

Interlocutor: Todo dependerá de ti. Si tenemos paciencia y actuamos con calma vamos a darle lugar a que ejerza la supremacía, nuestra mente, digamos nuestra inteligencia, nuestro concepto y no nuestro lado reactivo.

 

Entidad: Entiendo, voy a orientar a mi parte encarnada para que lo logre llevar a cabo. Te agradezco tus palabras.

 

Interlocutor: Intenta estar tranquilo y reflexionar sobre lo que estuvimos charlando. Yo te mando mucha luz con todo cariño para ti y para tu 10%. Trata de estar calmo para que también tu 10% pueda percibirte y pueda modificar el aquí y ahora que también te traerá mucho bienestar a ti. Hasta todo momento.

 

 


Sesión 27/06/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: Jesús L.

La entidad relata unos encuentros con alguien que le interesaba.

Sesión en MP3 (2.130 KB)

 

Entidad: Me encuentro comunicado con vosotros.

Una de las virtudes que más me gusta del ser humano es la lealtad. La lealtad va más allá de la fidelidad, no se puede ser fiel si no se es leal porque la lealtad va más allá de una relación de pareja, va más allá de una relación de amistad. Se puede ser leal con alguien que depende de ti o que tú dependes de él y sabe que eres una persona confiable. Pero... -sí, porque siempre hay un pero-, a veces cuesta, ¿no?

 

Mi nombre era Bruno. De pequeño fui siempre criado en la cuadra de los soldados. Mi padre era soldado, luego yo también, y era leal, absolutamente leal, pero me costaba porque mi rey, el rey Morden era alguien... quizá despótico, tirano, a pesar de que él no se relacionaba con la tropa sino con los jefes de tropa. Mi capitán me había recomendado y a veces estaba dentro de la guardia real, no siempre. A propósito, mi nombre era Bruno.

 

No había guerras en el territorio en ese momento, entonces un pequeño batallón salíamos de caza y a veces incluso teníamos días libres que podíamos galopar absolutamente independientes, con el viento en el rostro llevando el caballo al trote. Y sí, me sentía orgulloso de mi persona por esa virtud. Para mí la lealtad era superior incluso al amor. Diréis "¡Qué incoherente lo que dice!". ¿Pero es tan así?, ¿acaso el verdadero amor no se basa en la lealtad? ¡Entonces! ¡Je, je! Pero sabía que mi rey, el rey Morden era una persona difícil de tratar. Cuidaba de combatir contra otros reinados no por falta de ambición sino porque no quería perder gente de su tropa y quedar vulnerable ante otros reinados, pero conocía sus argucias, conocía sus estrategias basadas en la villanía. Pero mi trabajo era cuidar al rey, defender el castillo por sobre mi vida. Entonces, evitaba cuestionarme esa lealtad.

 

A otros soldados los ascendieron, a mí no me ascendieron quizá porque no tenía relaciones con los nobles. Otro se hubiera preocupado o se hubiera sentido disminuido, despreciado. Yo ocupaba mi lugar, ganaba buen dinero, ahorraba, tenía una muy buena espada, tenía dos pares de botas de cuero, tenía buenos guantes... No, no me quejaba. Incluso había algunas mujeres en la parte feudal que se fijaban en mí, pero estaba tan metido en mi trabajo que casi no tenía tiempo de esparcimiento.

Hasta que conocí a la joven Michelle, la conocí una de las tantas tardes que trotaba más allá de la feria feudal. Me la encontré en un camino, llevaba una bandeja con frutos, me ofreció uno. Desmonté. A veces uno no sabe como comenzar una conversación y la mía fue muy torpe.

-¿Le ofreces fruta a todos los soldados? -Quedó como cohibida, como inhibida y me dijo:

-No, pero... -Traté de enmendar la situación y sonreí forzadamente.

-No, está bien, es por ti que te lo digo porque alguno puede confundirse y tomarte por una persona...

-No entiendo -me dijo.

-Claro, puede tomarte por una persona que busca cierta familiaridad. -La joven cambió su semblante y me miró fijo. Y me dijo:

-¿Y tú qué piensas?

-Pienso que eres una joven muy amable y os agradezco. -Tomé la fruta y me quedé conversando.

 

Dijo que vivía en una pequeña aldea, que era huérfana, que lavaba ropa, que recogía frutos, que los vendía en el poblado y que no precisaba que nadie la mantuviese. Cosa extraña porque generalmente en nuestra época la mujer dependía de la familia o de buscarse algún esposo con un buen empleo. Admiré su tesón, pero la veía vulnerable. Me presenté, le dije:

-Mi nombre es Bruno, trabajo en el castillo del rey Morden, soy uno de los soldados de su tropa. -Me miró por primera vez con un poco de temor.

-He escuchado algunas cosas de vosotros.

-¿Por ejemplo? -pregunté.

-El rey a veces los manda a saquear aldeas.

-No, joven, estás equivocada. Yo soy muy cercano, en el sentido de que siempre me encomienda misiones el capitán de la tropa y nunca mis compañeros han saqueado ninguna aldea, ningún poblado. -La joven Michelle se encogió de hombros y comentó:

-Quizá no te lo cuentan o saben que eres buena persona y te lo ocultan. -Me quedé pensando.

-Insisto -le dije-, alguien nos hace quedar mal. Sé que mi rey tiene su carácter, pero soy leal a su persona. -Cambiamos de tema, hablamos de cien cosas distintas. De verdad que era una joven muy muy bella-. ¿Qué pasó con tus padres?

-No... no los conocí.

-¿Y cómo sabes que eres huérfana?

-Porque una señora mayor me crió de pequeña y me dijo que mis padres habían muerto. Pero aprendí a ser independiente, he visto otras jóvenes huérfanas que viven llorando y pidiendo auxilio.

-A lo mejor eres muy orgullosa.

-No. O quizá sí, pero no ese orgullo que vosotros creéis...

-Estás hablando conmigo, no con nadie más. Que tú crees, dime.

-Bien, que tú crees. Mi orgullo es un orgullo sano, tengo dos manos puedo trabajar, me puedo dar maña para muchas cosas. Puedo coger lana, tejer ropa, actividades manuales de todo tipo, he ayudado a un vecino que era carpintero a armar bancos, a armar alacenas siendo mujer. -Le miré las manos. Y otra vez otra torpeza mía.

-Es cierto, tus manos no son las de una dama.

-Perdón -dijo ella-, no te entiendo, Bruno.

-¡Ay! No, lo digo en otro sentido, en el sentido de que no tienes las manos de una noble que no hace nada, tienes las manos con callosidades, manos de labranza, a eso me refiero, no quiero decir que no seas una dama, no tienes las manos de una noble, me corrijo. -Sonrió. Desganadamente, pero sonrió.

-A veces hablas más rápido de lo que piensas -me dijo Michelle.

-¡Ja, ja, ja! -Largué una carcajada-. Es cierto, dos veces cometí torpeza, pero entiende que lo que pienso no es lo que me sale de la boca.

-Insisto -dijo Michelle-, es porque hablas apresuradamente, no mides las palabras. Pero está bien, entiendo lo que quieres decir. Tengo manos de labradora, no manos de princesa. -Y lo enmendé.

-Sin embargo tienes la belleza de una princesa -argumenté.

-Gracias, pero nadie dice que las aldeanas y las labradoras sean feas y las princesas lindas.

-No, claro que no, pero lo digo en el sentido de que... como en los cuentos que le cuentan a los niños, que dicen "Las princesas bellas, hermosas...", bueno tú serías la princesa de un cuento. -Sonrió ampliamente esta vez y se le veían sus dientes color marfil-. Me tengo que ir para el castillo -le dije-, espero verte de nuevo. -Se agachó de galantería y...

-¡Cómo no!, Bruno.

Monté en mi caballo lo espoleé y volví al castillo.

 

Pasaron más veinte días y la volví a ver. Nos quedamos conversando bastante tiempo. Me sentía como un ser celestial porque ella era un ser celestial. Quizás a veces soy corto de palabras para decir galanterías y me costó mucho decirle:

-He soñado contigo. -Ella me respondió de manera natural.

-¿Y qué has soñado?

-¡Ah!, cosas.

-¿Ahora tienes reparo en contarme? Vamos Bruno, cuéntame.

-Bueno, soñé que salíamos, que estábamos en el arroyo.

-Bueno, eso lo podemos hacer.

-Soñé que te besaba. -Se paró (levantó) en punta de pies, me tomó la cara y me dio un beso suave en la boca.

-¿Y qué más has soñado? -me preguntó.

-Bueno hasta ahora todos los sueños que te he mencionado se han hecho realidad, pero basta.

-¿Has soñado algo más?

-No... -¡En realidad sí! Había soñado que la tenía en mis brazos, que estábamos en una habitación, que la besaba, que la acariciaba, que la hacía mía una y otra vez, pero no quería faltarle al respeto de decirle ese sueño.

-¿En qué piensas? -Me sobresalté; me miraba fijamente.

-En mis sueños, Michelle, en mis sueños.

-Sueños que no me quieres contar.

-No...

-Entonces sí has soñado más cosas.

-Sí -admití-, pero no, son sueños demasiado fantasiosos, y como hablamos la vez pasada tú eres una dama y me parecería una descortesía contarte mis sueños para contigo.

-O sea que has soñado conmigo otras cosas.

-Sí, pero no avancemos más en ese terreno, quiero hablar de cosas bonitas.

-O sea, ¿que has soñado cosas feas?

-¡Ja! ¡Ay, Michelle! No, he soñado cosas maravillosas, pero no es muy cortés de mi parte contártelas.

-¡Por favor, te imploro!

-Ahora no.

-¿Qué piensas de mí? -me dijo la joven.

-No entiendo.

-Claro, tú eres un soldado de la guardia del rey y yo soy una aldeana huérfana que se gana la vida como labradora o lavando ropa o vendiendo frutos que recojo del bosque.

-¿Y dónde está lo negativo en eso?

-Que no soy nadie.

-No, no, no, tú eres alguien, significas mucho para mi persona.

-¡Ah! Vaya, ¡gracias!

-Y esto no es una galantería.

-¡Ah! ¿No?

-A ver, quiero tratar de expresarme sin equivocarme o sentir que digo cosas fuera de lugar. A ver, es una galantería, pero en realidad es lo que siento, eres importante para mí.

-¿O sea tienes un sentimiento?

-Estoy teniendo un sentimiento, sí.

-Bueno, ¡qué bueno que es eso!

-¿Y tú? -me atreví a preguntarle.

-Me interesas -dijo-, me interesas, pero acostumbro a no ilusionarme.

-¿Por qué, alguna vez te han defraudado?

-No, no afectivamente en el sentido que he conocido a alguien, porque nunca he salido con nadie, pero sé cómo es la gente, te defraudan en algunos negocios, te defraudan amistades. Sí, a mí me han defraudado, me han defraudado amistades, me ha defraudado gente, pero no a nivel afectivo. -Me acerqué a ella y por segunda vez la besé. Es decir, la primera vez porque la anterior me había besado ella.

 

Y no fue la última. Nos vimos muchas veces e intercambiamos besos una y otra y otra vez. Y entendí que la lealtad se practica de muchas maneras. Yo creo que la traición es un acto cruel, un acto vil, más que cruel, vil. Una traición puede lastimar más que una herida de una espada. Y se lo dije:

-De verdad que soy una persona que suelo ser leal en todos los aspectos.

-Es lo normal.

-No, ahí soy yo quien conoce mucha gente que no es leal. Tengo compañeros soldados que algunos están casados y van a la cantina y están con las posaderas. En el mismo patio feudal hay damas de compañía que por unos centavos venden sus besos.

-¿Y tú los has comprado alguna vez?

-Siempre me ha atraído mi trabajo, no he tenido tiempo de esparcimiento.

Michelle me dijo:

-¿Y cómo sabes que no soy una ilusión para ti ya que no conoces otras mujeres?

-Es muy sencillo, Michelle, porque me conozco a mí mismo. Odio la traición, amo la lealtad en todos todos todos los aspectos. Entonces yo pienso igual que tú, Michelle, no me gusta ilusionarme. Y sí, me interesas mucho. Espero podamos tener un futuro...

Un poco como que Michelle evitó continuar, sólo dijo:

-El tiempo lo dirá.

-Así es -dije yo.

 

Pero me hubiera gustado tener una seguridad que ella hubiera dicho "Sí, qué bueno sería tener un futuro juntos" y no "El tiempo lo dirá". Pero a veces queremos que todos sean como nosotros y cada uno tiene su manera de expresarse, de ser, de pensar, de actuar.

Me sentía tranquilo porque ella acordó con el tema de la lealtad, que era lo más importante, pero no más que el amor, junto con el amor. Y me sentía esperanzado.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 08/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: Jesús L.

Estaba por ella pero ella desconfiaba de él. La vida no le había sonreído y los varones la miraban de otra manera.

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Entidad: Me preguntaréis cómo Michelle llegó a mi vida. Siempre fui un soldado leal a mi rey, y si bien no era un noble, todo el entorno que me rodeaba me decía:

-Bruno, el día de mañana, cuando elijas una mujer, no elijas alguien de la feria feudal sino emparentada con la guardia real, no importa que no sea noble pero que tenga una buena ascendencia.

 

Pero claro, se cruzó por el camino una joven huérfana y me cautivó. Es cierto, entró por mis ojos, pero luego ese sentimiento invadió todo mi ser.

Michelle no tenía familia. Era muy instruida, hablaba con clase, hablaba sobre temas que yo mismo a veces me costaba entender. Era reticente.

 

Más de una vez, quizá de manera sutil, indirecta le decía:

-Qué raro que otros hombres no se hayan fijado en ti.

Me respondía con preguntas:

-¿Y quién dijo que no, Bruno? El tema es cómo se fijan, de qué manera se fijan, para qué se fijan. Cómo me observan, cuál su mirada, cuáles son sus pretensiones.

-Explícate bien, Michelle.

-Claro. O sea, he conocido soldados como tú, he conocido campesinos y he conocido nobles. Estos últimos me miraban con una mirada lasciva. A una huérfana y encima campesina no se la corteja, se le dice groseramente frases que no quiero reproducir.

-Entiendo, Michelle -comenté-. Lo que no sé para qué me comentas todo esto, yo estoy fuera de ese concepto que tú tienes de los varones.

-¿Ah sí? Tú eres un soldado de la guardia real. Seguramente ya te habrán dicho tus compañeros "Búscate una mujer acorde, no una mujer que no conozca su infancia, que no se recuerde de nada, que esté descalza sin ni siquiera unas sandalias".

-Te hago una pregunta -exclamé. Asintió con la cabeza-. Si eres todo eso que dices y te desmereces a ti misma...

-No -me interrumpió-, no, no me desmerezco, el entorno me desmerece. Yo no, yo tengo alta mi autoestima.

-Bien. Haré la pregunta de otra manera: Si el entorno te desmerece y tú te sientes bien pero sabes que eres una huérfana y que te has codeado ocasionalmente con nobles, ¿quién te enseñó a expresarte tan bien?

-He tenido maestros. Pero no todo hace a una persona. El saber leer y escribir, el saber hacer cuentas, el hablar bien, el conocer de distintos temas pueden hacer que una persona sea más importante ante los ojos de los demás, pero ¿y ante sí misma? Sé de nobles que son desahuciados.

Por primera vez me mostré molesto.

-¡Desahuciados! ¡Se bañan en tinas con agua tibia perfumada, mientras nosotros en el cuartel nos tenemos que higienizar con agua fría! Y tú, por ejemplo, ¿tienes una tina con agua caliente?

-No, tengo un arroyo.

-Que no es tuyo -le dije.

-El agua corre.

-¿Y en invierno qué?

-Hago un esfuerzo.

-¿Y no tienes miedo de morir congelada?

-No, simplemente me incomoda el frío, pero miedo no.

 

Y me quedé pensando. Yo mismo por momentos fui rebelde, soy de familia de soldados pero de joven muchas veces no me prolijeaba el cabello, iba vestido así no más con botas gastadas. Obviamente tenía el perfil bajo, la tropa no se metía conmigo porque conocía a mi padre y sabían quién era yo. Pero no me interesaba estar en la guardia real. A veces iba por los campos trotando con mi caballo.

Conocí distintos lugares, distintas personas, tuve distintas experiencias gratas y otras para nada gratas y sin embargo no tenía esa flema, esa seguridad que tenía la joven Michelle.

 

Más de una vez con respeto le decía:

-Seguramente Dios te ha cruzado en mi camino, y me gustaría que pudiéramos estar juntos.

La joven me miró y sonrió.

-¿A qué te refieres con estar juntos, a lo que dice la mayoría de los hombres?

-No, no. -Y me sentía molesto porque era mal interpretado-, no me compares con los demás. Quizá me expresé mal. Permíteme cortejarte.

-Es ridículo, es totalmente ridículo. No tiene sentido. No tiene sentido para nada.

 

Me sentí muy mal porque la joven se puso a llorar, me sentí totalmente mal.

 

 


Sesión 10/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: Jesús L.

Conversaban. Pero ella no era como las demás, tenía una alta estima. Le dijo que él no parecía tenerla. Quedó muy dolido.

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Entidad: Me sentía mal, no me gustaba ver llorar a una mujer. Pero traté de explicarle:

-Sé que hay cosas que no son comunes, ¿pero por qué un soldado no puede cortejar a una joven de la aldea? Al fin y al cabo yo no soy un noble.

-No, no lo eres. No, no lo eres, pero estás en la guardia real. Yo soy una simple aldeana que no puede aspirar a más.

-¿Te has mirado en las aguas del arroyo?

-Me he mirado. ¿Por qué?

-¿Has visto lo bella que eres?

-Y tú me cortejas porque soy bella.

-No voy a ser hipócrita. Sí, al comienzo me has entrado por los ojos pero luego empecé a sentir algo más.

-Yo te voy a decir lo que pasa, Bruno. Has logrado muchas cosas, eres leal, absolutamente leal, eres una buena persona...

-Bueno, gracias por el buen concepto.

-No he terminado -siguió Michelle-, pero eres una persona con baja estima. -Me molestó que me dijera eso.

-Tengo amigos que me tienen un tremendo afecto, estoy bien considerado en la tropa, cumplo con mi tarea, cuido a mi caballo, ayudo a otros amigos. No tengo baja estima.

-Muy bien. ¿Hay jóvenes, hermanas o primas o cuñadas de los soldados de la tropa?

-Sí.

-¿Alguna, alguna vez te ha atraído?

-¿Tú dices si alguna joven me ha resultado atractiva?

-Acabo de decir eso.

-Sí.

-¿Y nunca les has dicho nada?

-Bueno, no, tenía miedo que se lo tomaran a mal, que me tomaran como un atrevido.

-¿Te das cuenta que lo que dices me lastima?

-¡Michelle, cómo te va a lastimar! Si tú eres lo mejor para mí.

-Está bien, pero no tenías temor de que yo me ofendiera o que tomara a mal tus palabras.

-¿Y por qué las habrías de tomar a mal si te hablo con todo respeto?

-Muy bien, Bruno. ¿Y por qué las cuñadas, hermanas o primas de tus compañeros habrían de tomar a mal     el que les dijeras algo, si se lo dirías con todo respeto? Piénsalo, por qué con ellas no y conmigo sí.

-Porque no me gustaban como me gustas tú.

-No me conocías. Y algunas te atraían, o por lo menos eso me has dicho hace instantes, pero no te animabas.

-Está bien. ¿Y cuál es tu teoría por qué contigo sí me animo? -Michelle se encogió de hombros.

-Porque soy una aldeana y te da lo mismo. ¿Qué puede pasar, que me moleste? ¡Je je! Te reirías. ¡Una aldeana despreciando a un soldado! ¿Quién es al fin y al cabo? Una huérfana. ¡Ja, ja, ja!

-No me imaginé que tenías ese concepto -dije ofuscado.

-Tampoco te pongas mal, simplemente aclaro las cosas. No me gusta ser usada.

-Ahora me ofendes tú a mí. Como te dije antes, no me compares con los demás.

-¿Sabes qué pasa, Bruno? Nunca me interesó nadie. Pero una vez había un joven comerciante que vino de otra comarca, se quedó tres días en el poblado y estuvimos conversando. Muy respetuoso, muy atento, muy amable, educado como tú. Y me dijo que estaba interesado en mí. Me hizo sentir bien.

Le comenté:

-No me lo habías dicho eso.

-Te lo comento ahora. Y acepté un viaje a un bosque cercano a caballo. Muy atento, bien vestido, elegante.

-¿Y se propasó?

-No, no, no, no. Yo conmigo llevo un puñal entre mis ropas y soy muy rápida.

-¿Entonces?

-No hizo falta que se propasara, por lo menos no de hecho, sí de palabra: "Podríamos recostarnos aquí en el pasto, en las alforjas tengo una lona y podríamos pasarlo bien".

-¿Qué le respondiste?

-¡Espera! Si piensas que me ofendí o que le grité... No, no, no perdí el control, para nada. En realidad no soy de perder el control, no es mi carácter, pero sí tengo carácter firme. Y le dije, siguiéndole el juego:

   -Tu propuesta parece buena.

   -Entonces desmontemos y extiendo la lona en el pasto.

   -Pero antes déjame preguntarte algo -exclamé-. ¿Qué pasaría luego?

   El comerciante me dijo:

   -Lo pasaríamos muy bien y podríamos repetirlo a la noche y mañana.

   -¿Y luego?

   -Bueno, pasado mañana parto.

   -¿Y cómo consideraríamos a este episodio?

   -¡Je! No entiendo... -dijo el comerciante-, lo consideraríamos pasarlo bien.

   -¿De la zona de dónde tú eres hay damas?

   -Por supuesto, conozco muchas.

   -¿Y a alguna le has dicho de intimar en un bosque?

   -¡Mujer, cómo les voy a decir esto, son damas! -¡Plaf! Sonó fuertísimo mi cachetada.

   -¿Qué haces, mujer? -Intentó levantarme la mano devolviéndome la bofetada y ya tenía apoyado en su garganta mi puñal.

   -O sea, para ti no soy una dama, soy simplemente una aldeana con la que te puedes revolcar. -Quizá sí me molesté un poquito porque apreté el puñal y le saqué unas gotas de sangre.

   -¿Sabes que te puedo denunciar en la aldea? -Apreté un poco más.

   -Sí, puedes hacerlo, en el caso de que vuelvas vivo. O bien puedo desgarrarme yo las ropas y decir que me has querido violar. -Apreté un poco más, le salía más sangre de la garganta. Obviamente era superficial. Guardé mi puñal y monté y me fui para el pueblo. El comerciante se marchó esa misma noche.

 

-¿Entiendes ahora? ¿Entiendes ahora, Bruno?

-Y tú piensas que yo soy igual que el comerciante. ¿Te hablé acaso de intimar?

Me dijo muy brutalmente:

-¡Qué, no te gustaría Bruno?

-No -le dije.

-¿Ah, no? ¿Entonces no te atraigo?

-Sí, me atraes.

-Entonces te gustaría.

-No.

-Eres incoherente -me dijo.

-No. Sé a dónde quieres ir a parar. Obviamente que debo ser sincero. Claro que me atraes a pesar de tener un sentimiento, pero para mí eres una dama, no te faltaría al respeto en ese sentido.

Me miró y me dijo:

-Gracias, gracias.

-No entiendo por qué lloras ahora.

-Nada, cosas mías, cosas de mujer. Pero sería mejor que no nos veamos. No, no quiero ilusionarme, no debo ilusionarme.

-Déjame que te vea otro día.

-Está bien, como amigos. Pero no me hables más de amor, ni de sentimientos, ni de nada.

-Acepto, con tal de seguirte viendo. -Y me marché para el reinado.

 

Por el camino me sentía como mal. ¿Es cierto que tenía baja estima? ¿Es cierto que podía decirle cosas a Michelle porque era una simple aldeana y que a las familiares de mis compañeros no porque, porque eran de otra categoría?

Me sentía una porquería, me sentí mal conmigo mismo. O sea, que con las que consideraba mis iguales me medía. Entonces, ¿qué significa, que a Michelle la consideraba poca cosa? No, no. Tendría que ver cómo resolvía eso. No sólo mi baja estima -porque Michelle había dado en el clavo-, sino entender que dentro del ser humano no existen categorías, existe la bondad, la maldad, pero no mides a una persona por las monedas de oro que pueda tener o si se baña en una tina con agua caliente perfumada.

¡Ay!, todo lo que hay que aprender.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 30/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: Jesús L.

Tenía dudas internas acerca de su proceder como soldado del rey. Aparte, amaba a alguien que cuestionaba su proceder para con ella.

Sesión en MP3 (1.803 KB)

 

Entidad: Muchísimas veces me puse a pensar en la lealtad como soldado fiel a quien le servía, pero por otro lado pensaba "A qué le estoy siendo leal, ¿a un ideal, a una persona, a una conducta?".

 

Algo dentro mío no se sentía bien. De pequeño me habían enseñado que la lealtad era un valor, pero justamente si ese valor tambalea es porque no está muy bien sujeto en tu interior.

 

Por otro lado me sentía enamorado de la joven Michelle y ella no creía en mi sentimiento. Decía "¿Cómo te puedes fijar en una huérfana?".

 

Dos veces me llamaron la atención:

-Bruno.

-Dime.

-Estamos practicando. -En el patio de armas practicábamos con la espada y tenía que evitar que mi mente "volara" fuera de allí.

Pero tenía como demonios interiores, esos demonios que te carcomían las entrañas, que te hacían dudar de todo; de la lealtad, del amor, de los afectos, de si la vida es justa o injusta, o si es uno el que toma mal las elecciones.

 

Una vez un hombre me dijo:

-Pero déjate fluir, deja de pensar cosas complicadas. Sé feliz, vive la vida.

-Pero ser feliz, vivir la vida, no pensar en cosas complicadas, ¿no es de alguna manera quedarte en un sillón mullido, en un lugar de confort haciendo que la vida pase?

-¡Pero no, hombre, qué dices! La pasas bien, te diviertes, no te complicas.

 

Entonces mi mente era un torbellino. En el estómago los demonios interiores, en la mente un remolino de ideas, ninguna llevada a cabo.

 

Recuerdo que un día tuve franco (libre) y cogí mi caballo y salí de palacio. Me alejé pensando y pensando y pensando, y a la lejanía había un hombre, parecía un nómada, no intuí ningún peligro, rostro pacífico, ropas comunes y a pesar de que yo estaba con el uniforme y montado con mi espada el hombre no se inmutó ni tuvo tampoco ningún gesto de temor.

Aminoré la marcha de mi caballo y desmonté. Le dije al hombre:

-Te ofrezco un poco de agua.

Bienvenido sea. -El hombre cogió mi cantimplora y tomó un sorbo bastante largo. Se presentó.- Mi nombre es Armín.

-¿Y qué haces por estos parajes a pie, sin caballo?

-Saliendo de la zona desértica -me dijo.

-¿Llevas armamento?

-No. Para qué.

-Corres el riesgo de que te asalten. -Armín se encogió de hombros.

-No llevo monedas, no tengo nada que puedan llevarse, salvo mi vida. -Y sonrió. Se sentó a una roca.

Me senté a su lado, me presenté.

-Me llamo Bruno.

-Tienes un rostro de preocupación.

-No hables en singular, tengo más de una preocupación. Soy soldado en una guarnición donde le servimos a un rey que sus ideas no son tan buenas. Y uno jura lealtad, pero luego ve que no es lo que parecía ser. Entonces soy un perjuro si falto a esa lealtad.

Armín me miró y me dijo:

-Mira, Bruno, la lealtad tiene que ser con tu conciencia, la lealtad tiene que ser con tu interior, tú tienes que evaluar a qué le eres leal. Uno le debe ser leal al bien, uno le debe ser leal a los buenos proyectos. Por supuesto que uno puede tolerar las equivocaciones, los errores porque a veces no se hacen a propósito, en ese caso lo que se busca es intentar que la persona corrija ese error. Pero de acuerdo a lo que tú me cuentas esa persona a la que sirves no tiene buenas intenciones. En ese caso, a qué le eres leal, ¿a la persona, a sus ideales, a sus intenciones?

Me encogí de hombros y le dije:

-Entiendo que a un todo. Cuando eres leal a alguien eres leal a todo.

-Está bien, pero qué sucede si esa persona traiciona tus ideales, tu manera de ser, tu manera de pensar.

-¿Y si es mi manera de ser la que está equivocada? -pregunté.

-Eso no te lo puedo responder yo -dijo Armín, el nómada-, no te conozco, sólo puedo decirte que te tienes que dejar guiar por tus valores internos. ¿Eres el único que ve los errores en la persona a la que sirves?

-No lo creo -respondí-. Lo que pasa que entre nosotros, entre los soldados, no nos hablamos, no con respecto a ese tema por temor a que uno al otro se acuse de traidor.

-Pensé que los soldados eran todos buenos camaradas.

-La mayoría sí -respondí-, pero son trepadores, si se entiende la expresión, buscan ganar crédito, entonces denuncian, traicionan con tal de llevarse un mérito. Entonces no puedes confiar en nadie, pero por murmuraciones, por rumores sé que no todos están conformes con la manera de ser de quien manda en el castillo. No puedo pedirte consejos, tampoco te conozco y sería abusar.

Armín se encogió de hombros. Me comentó:

-Mira, en algún momento pasé por situaciones similares y lo que hice fue alejarme.

-Claro -dije-, depende de cada uno. Depende de cómo es tu vida, depende de cómo eres tú de carácter. Yo tengo toda mi vida hecha aquí donde estoy.

Armín se alejó un par de pasos poniéndose de pie y me miró irónicamente, pero no con gesto de burla, preguntándome:

-¿Tú vida hecha? Eres joven, ¿de qué hablas?, tienes toda tu vida por delante.

Volvió a sentarse y le pregunté:

-¿Entonces, tú piensas que yo elegí la comodidad?

-No puedo valorarte, como dije antes, ni tú me conoces a mí ni yo te conozco a ti, respondo por lo que tú me cuentas. Es un tema difícil, pero sé que hay más de una preocupación -exclamó Armín.

-La hay. Amo a una joven llamada Michelle, es una huérfana, y más de una vez le dije lo que sentía y me dijo que me buscara una relación más acorde a mi posición.

-¿Y tú que le respondiste?

-Que no soy un noble, que soy un soldado. O sea, no soy un príncipe, soy un hombre común que está sirviendo en una tropa. Pero ella lo ve como una persona con uniforme, piensa que el uniforme te da categoría, y no es así.

-Pienso de la misma manera -dijo Armín-. Tú puedes ser un noble del más alto rango y te pones una vestimenta como la que tengo yo y me ves como un nómada.

-Bueno, pero tú eres un nómada. -Armín se encogió de hombros.

-El día de mañana me afeito, me baño en las aguas del arroyo, me corto el cabello y me pongo otra ropa, botas nuevas... quizá ni me reconocerías, dirías "Y este noble de dónde viene".

 

 


Sesión 31/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: Jesús L.

Coincidió con un caminante, le contó acerca de sus dudas, de la lealtad para con el rey al que servía. Se encontraron casi en medio de una gran batalla, de la que evitaron tomar parte.

Sesión en MP3 (1.330 KB)

 

Entidad: Dentro del torbellino que tengo en mi mente, dentro de esos demonios internos que tengo en mi estómago, siempre me jacté de tener muy buenos reflejos.

 

Con mi mano izquierda tomé al caballo de las riendas, con mi mano derecha sujeté a Armín, a menos de tres metros ya nos cubrían los árboles del bosque. Prácticamente el propio Armín reaccionó y acompañó mi decisión y fuimos corriendo hacia el bosque.

Lo que vimos a continuación fue tremendo: una horda de beduinos del desierto se estaban enfrentando contra soldados que no los reconocí, no eran del palacio al que yo pertenecía. Gritos ensordecedores, cuerpos mutilados. Quise hablar, Armín me puso la mano en la boca y me hizo no con la cabeza.

Mi caballo estaba bien entrenado para batalla, no se espantaba ante los gritos, los aullidos, los choques de metales, y fuimos retrocediendo y retrocediendo internándonos en el bosque, alejándonos, porque no tenía sentido, nos hubieran matado a los dos porque no pertenecíamos a ninguno de los dos bandos.

 

Fue un choque tremendo. Mi corazón me latía tremendamente, me sentía como hasta desfallecer. Cuando nos alejamos a una distancia prudente Armín me dijo:

-Estábamos tan metidos en nuestra conversación que no escuchamos ni el galope de los caballos ni los dos bandos que se que acercaban. Nos sobresaltaron los gritos.

Pero me extraña de ti -me dijo Armín-, que eres un soldado preparado y te veo como nervioso, como asustado.

-No -le dije-, asustado no, mis reflejos están intactos, fue más que nada la sorpresa. Además es paradójico, ¿no?, pero es distinto cuando uno es el que está combatiendo, la misma adrenalina uno la descarga en combate, en este caso estamos huyendo. Somos dos personas, un nómada y un soldado, y hay cien de cada lado combatiendo contra los otros cien. Nos hubieran hecho trizas.

 

En mi mente quedaron cuerpos desparramados, cabezas separadas del tronco, estómagos abiertos, órganos desparramados por la tierra. Algo tremendo. No sé qué hubiera pasado si hubiera estado solo o no me hubiera encontrado con el nómada Armín y hubiera seguido por el camino, hubiera quedado entre, como decís vosotros vulgarmente, entre dos fuegos y me hubieran liquidado, o tal vez no, tal vez al no estar atento a una conversación hubiera escuchado de un kilómetro de distancia el galopar de ambas fuerzas.

Pero el presumir, el "y si hubiera hecho esto, y si hubiera hecho aquello, y si no hubiera estado con tal persona", el "y si", es algo que me saca de las casillas. Pasó lo que pasó, pasó lo que tuvo que pasar, lo demás no. El pensar en lo que hubiera pasado si o en lo que no hubiera pasado si no, no, no, eso no sirve.

 

La adrenalina corría por mi cuerpo, se sumaba a los demonios interiores, al torbellino de mi cabeza, a la figura de la joven Michelle, a mi rey al que servía, al que le había jurado lealtad pero que no estaba conforme con esa lealtad. Porque la lealtad también es a una idea, a una manera de ser, a valores porque la fidelidad es una virtud, la lealtad es una virtud. La lealtad se nutre del amor, pero si no estamos convencidos de que estamos haciendo las cosas correctamente, ¿por qué debemos culparnos si traicionamos esa lealtad? En este momento no sabía qué hacer.

 

Armín luego me dijo:

-Seguiré mi camino. Me imagino que tú debes pertenecer al castillo del rey Morden.

-¿Lo ubicas? -pregunté.

-Sí, y no tengo ninguna buena referencia de ese ser, es una persona que parece bastante cruel, que somete, que obliga, que maltrata.

-Quizá haya tenido problemas alguna vez.

-Está bien -me dijo Armín-, pero si a mí alguna vez me maltrataron yo no tengo porque maltratarte a ti. No sé si se entiende mi punto de vista.

-Lo entiendo perfectamente -exclamé-. Por supuesto, si alguien me abofetea yo no tengo que desquitarme abofeteando a otro, lo entiendo perfectamente. -Nos dimos la mano-. Estoy en inferioridad de condiciones -dije sonriendo, en broma-, porque tú sabes dónde yo estoy... ¿Y tú dónde estás?

-En el camino, en los distintos caminos.

-¿Pero perteneces a algún lado? -Armín me dijo:

-Estoy convencido que volveremos a vernos.

-Hablas muy bien, tienes buenos modales. ¿De verdad eres un nómada? -Armín se encogió de hombros.

-En este momento soy un nómada.

-En este momento... ¿Y en otros momentos qué has sido?

-Otros momentos fueron el pasado y quizá vuelvan a ser el futuro.

-Hablas raro -le dije.

-Ya lo entenderás, ya lo entenderás. Quiero decir que uno en determinado momento vuelve a ser lo que fue, y mientras tanto disfrutaré el momento. -Armín parecía un hombre sabio por ser nómada. Nos estrechamos la mano. Me recomendó:- Si vas a volver al castillo tienes que dar la vuelta, al final del bosque hay una parte rocosa.

-La ubico -dije-, la ubico, hay una hondonada. También hay un precipicio que es bastante peligroso.

-Evita la parte del precipicio, hay un pasaje rocoso. Es cierto que puede haber asaltantes en el camino, pero te recomiendo ese camino para que vuelvas.

-Comentaré a mis soldados lo que he visto.

 

De vuelta nos estrechamos la mano. Yo tomé hacia mi izquierda, Armín tomó la derecha, alejándonos ambos de ese desastre de batalla en un camino sembrado de muertos, de cuerpos, de caballos heridos, de caballos muertos también. A lo lejos los gritos iban cesando. No teníamos curiosidad por saber quién había ganado, si los beduinos, los soldados... Lo importante era alejarnos.

 

Gracias por escucharme.