Índice

Psicoauditación - Jesús V.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 03/02/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Jesús V.

La entidad relata una vida en Gaela. Tuvo problemas de pequeño, luego en casa. En el trabajo lo presionaban, nadie quería entenderle. Le advirtieron que estaba en el punto de mira. Iría a un analista.

Sesión en MP3 (3.481 KB)

 

Entidad: Mi nombre como thetán es Ralen-El, estoy en plano 3 subnivel 4. Arrastro muchísimos engramas de distintas vidas, seguramente esta vida en Gaela fue la clave.

No todas las vidas son iguales, no todos los mundos donde uno encarna son similares, pero a veces, a veces, hay situaciones que parecen calcadas, hay vivencias que parecen tan exactas a otras vidas que uno llega a pensar como que la vida es una broma que nos está haciendo, pero la realidad es otra.

 

Arrastramos un ego tremendo, como thetán de muchísimas vidas, y "contagiamos" a nuestra parte encarnada. ¿Y qué sucede con los roles del ego? Como dice un excelso Maestro de Luz, son infantiles, y un ego infantil nunca asume responsabilidades, todo lo que le pasa es culpa de los demás, todo lo que sucedió es responsabilidad de los otros, nunca es por uno. Así actúa el ego, potenciado por los engramas que tanto tanto tanto nos condicionan.

 

Vivía en Morani, en las afueras de Ciudad del Plata, a cuarenta minutos de tren del centro, la capital de Plena, en el sur del nuevo continente de Gaela.

Elmer Obrek era mi nombre, y había cumplido cuarenta años.

Gracias a un joven filántropo llamado Clayton conseguí un lugar en el staff de Hernán, un joven que había venido de Beta con ideas adelantadas a su época. En los años setenta todavía no se hablaba, en Plena, de ordenadores y Hernán no solamente trabajaba con ordenadores sino que encima tenía un proyecto maravilloso con un gran plantel para hacer ordenadores personales, y en lugar de responder con pequeñas tarjetas, había ideado que cada familia tuviera un ordenador con una pantalla llamada monitor.

Yo era experto en informática, había estudiado muchísimo pero esto me superaba. Quizás era mi ansiedad, una ansiedad que arrastraba de pequeño, tal vez de los malos tratos de padre. Padre me maltrató a mí muchísimo muchísimo, y también a mi hermano Nando. Mi hermano Nando, un par de años más joven arrastraba autismo. Siempre le eché la culpa a padre.

Lo comenté con terapeutas y me decían:

-No, puede haber trastornos psicológicos por mal trato, pero el autismo que sufre tu hermano Nando puede ser genético.

 

Yo sentía una especie de rencor por padre, porque de pequeño tenía como una doble personalidad, por momentos era maltratador al extremo, y mamá sometida o cómplice, era permisiva, no abría la boca. Pero padre pasaba de maltratador a cariñoso. A veces en su habitación nos acariciaba.

De grande lo comenté con un terapeuta. Y fui muchas veces, y llegó a la conclusión de que quizá hubiera un leve afecto enfermizo, pero no lo llevó a cabo a instancias mayores. Y eso me tranquilizó, eso me tranquilizó bastante. De todas maneras no le perdonaría a ese cariño enfermizo que de repente lo llevaba a un maltrato extremo. Nando siguió viviendo con mis padres, yo no.

 

Conocí a Alesa, y hasta me sorprendía que una joven tan bella se fijara en mí. Estuvimos un tiempo saliendo hasta que finalmente en su apartamento me quedé a dormir toda la noche. Pero me sentía inseguro, ¿era algo que pasaba por mi mente, quizá provocado por mi ego o por condicionamientos engrámicos?, vaya a saber. Cuanto más bella la veía más inseguro me sentía y al punto tal de que la deseaba tanto tanto tanto que cuanto consumamos la relación en instantes es como que hubo una explosión dentro mío y...

Alesa me preguntó:

-¿Qué pasó, qué pasó, Elmer?

-Discúlpame, era tanta la ansiedad y el deseo que tenía que... Pero no va a volver a pasar.

 

Pero sí volvió a pasar. Es como que mi relación íntima era muy precoz y me sentía con complejos de culpa porque sentía como que ella no estaba conforme pero no me lo hacía notar, no me decía nada, decía que me quería. Pero al verla, o porque yo me lo imaginaba en mi mente, que estaba insatisfecha por lo precoz que yo era en los afectos íntimos, y eso me hacía sentir más inseguro. Y era una especie de círculo vicioso porque cuanto más inseguro me sentía más precoz era.

Y lo que voy a decir es una cosa graciosa pero que a mí me causa una tremenda pena: Era algo de nunca acabar. ¡Je, je, je! Y estoy hablando de lo precoz que era en mi intimidad. No lo aclaro más porque no tiene sentido.

 

A pesar de la ansiedad me sentía conforme en el staff de Hernán, que siendo más joven que yo tenía un don de mando importante, no era el típico jefe que ordenaba y él no hacía nada no no no, ni siquiera trabajaba a la par nuestra, él trabajaba más que nosotros: ideaba, dibujaba en planos nuevos esquemas de informática, cómo modificar, cómo mejorar.

A veces yo le decía:

-Señor Hernán -Y me daba vergüenza porque era mucho más grande que él-, ¿cómo podemos aplicar todo esto a un monitor, a una pantalla?

-¿Acaso no hay pantallas de TV, Elmer? -me decía.

-Es que no es lo mismo.

-Ayer te has atrasado muchísimo, ¿qué pasó?

 

¡Qué le iba a decir! Encima tenía el vicio del cigarrillo y había bajado cinco veces a fumar y demoraba diez minutos cada vez. O sea, que en las horas de trabajo había perdido casi una hora. Mis compañeros lo notaban pero no decían nada, trataban de cubrirme, pero no debían.

Finalmente dos de ellos me dijeron:

-Elmer Obrek, Hernán es un líder, nos trata a todos por igual, somos un equipo, y cuando un eslabón de la cadena se rompe, se rompe la cadena.

-¿A dónde queréis llegar? -le pregunté.

-No lo tomes a mal, pero tú eres el eslabón flojo, bajas a fumar cinco o seis veces al día.

-¿Se lo habéis contado a Hernán?

-Elmer, ¿lo tomas por tonto a Hernán? ¿Te piensas que Hernán no lo sabe?

-¿Y por qué no me lo dice?

-Porque está esperando que recapacites.

-Lo que pasa que es un vicio, es más fuerte que yo.

-Fuma fuera de los horarios de trabajo o en el horario del almuerzo, que nos dan dos horas. Come en veinte minutos y fúmate diez cigarrillos en el resto del tiempo, pero no nos retrases a todos porque perjudicas al equipo. Somos un staff y teníamos que trabajar todos en conjunto. Y tú no lo estás haciendo.

 

Sentía que en mi entorno familiar recibía malas energías y ahora me daba la impresión que recibía malas energías en mi entorno laboral también. Y estaba de mal humor y ponía mala cara.

Hernán me llamó a su despacho.

-¿Qué anda pasando Obrek?

-Es como que mis compañeros no se llevan bien conmigo.

-Qué raro porque nunca he tenido problemas con ellos ni con el resto, porque cuando empecé a trabajar con todos les dije: "Yo no soy un jefe".

-¡Pero tú mandas!

-Sí, pero soy un líder, mando con el ejemplo, no mando ordenando, y están todos entusiasmados. Tú eres el nuevo, viniste recomendado por Clayton, si no fuera por él te despediría porque estás retrasando a todos. Ponte las pilas.

-No entiendo ese término coloquial.

-Quiero decir pon ganas, pon voluntad. Entiendo las dependencias.

-¿A dónde quiere llegar?

-Entiendo tus vicios. Clayton me comentó los problemas que has tenido de pequeño, pero eres una persona de cuarenta años. Tu niñez ya pasó.

-Hernán, también tengo problemas con mi pareja.

-No traigas los problemas de tu hogar al trabajo, resuélvelos con un analista, un analista que trabaje con tu psique, pero no los traigas acá. Habla con Clayton. Pero de verdad, lo que yo estoy haciendo es un proyecto que va a ayudar a miles y no puedo permitir retrasarme. Yo doy una sola advertencia, no doy más de una. Háblalo con Jorge Clayton a la salida del trabajo.

-Hernán, apenas tengo tiempo, tengo que ir hasta la estación de tren, tomarlo hasta Moroni, son cuarenta minutos más de viaje, a la mañana me tengo que levantar bien temprano para llegar aquí a tiempo.

-Y no llegas. A veces llegas veinte minutos tarde.

-Pero a veces se me va el tren.

-Y no se te tiene que ir el tren, levántate media hora antes.

-Apenas duermo.

-Yo no soy psicoanalista. Yo soy un ingeniero informático, eso no lo tienes que hablar conmigo, consúltalo con Jorge Clayton. Te lo digo de corazón porque me daría pena que perdieras este trabajo.

 

A la tarde me encontré con Jorge Clayton. Le estaba por contar y me hizo un gesto de que espere.

-Hablaré yo, Elmer. El tema es así: Hernán me contó todo. Y sé más cosas, sé que a veces te retrasas porque bajas a fumar. Tu misma ansiedad te hace olvidar de las cosas, estabas haciendo un proyecto, bajas a fumar y cuando vuelves te habías olvidado y tienes que empezar de nuevo. O sea, no es que te retrasas diez minutos por bajar a fumar, o sea, no es que te retrasas casi una hora por bajar a fumar cinco veces, a veces pierdes el día entero porque lo que estabas haciendo al bajar, cuando vuelves te lo olvidas y tienes que empezar de nuevo. Tus compañeros lo saben y me lo han comentado. No se lo han comentado a Hernán porque en realidad no quieren que te despida, y más porque yo te he recomendado.

-Pero te lo han contado a ti.

-Es como que yo soy más elástico.

 

Le conté lo que pasaba en la intimidad con mi pareja, que era muy precoz con la intimidad.

-Tengo un analista muy importante que puedo recomendarte. Hernán no te paga mal.

-No, pero tengo muchos gastos en casa, es como que el dinero no me rinde.

-Gastas en cigarrillos. ¿En qué más gastas?

-¡Bufff! A veces compro comida que después queda ahí en la heladera, en el refrigerador...

-¿Por qué no dejas que tu esposa...?

-No es mi esposa, somos pareja, no estamos casados.

-Está bien, eso es lo de menos. No me interrumpas. ¿Por qué no dejas que tu pareja haga las compras y compre lo justo y necesario para que el dinero les rinda?

-Me gustaría vivir en Ciudad del Plata, no en Morani.

-Deja de fumar, lo que gastas en cigarrillos lo puedes ahorrar. Lo que gastas en comida que después no comes lo puedes ahorrar. Deja que tu pareja haga las compras, quizás en un par de años te puedas mudar.

-¡Un par de años! No soy un joven, tengo cuarenta, ya pasé la mitad de mi vida.

Jorge Clayton me miró y me dijo:

-Encima eres pesimista.

-Tuve un padre que me maltrataba.

-Eso ya pasó, no puedes basar tu vida actual en lo que pasó antes.

-Me dejó traumas.

-Acabo de decirte que te consigo un analista. Vas a la salida del trabajo.

-Y voy a perder una hora y voy a llegar una hora más tarde a casa.

-Se lo explicas a tu pareja, Elmer. ¿Qué más quieres?: Te tienen tolerancia en el trabajo, que te tenga tolerancia tu pareja. Si tu pareja no te entiende entonces para qué tienes una pareja, ¿o no está al tanto de tus problemas?

-Sí que está al tanto, sabe que tengo el vicio del cigarrillo.

-¿Y no te lo dice?

-¡Ja, ja, ja! Ella también fuma.

-Bueno, por eso no les alcanza la plata, lo tienen que resolver. Yo te recomendé pero mi recomendación no es palabra de ley. A Hernán le dije: "Te recomiendo una persona pero tú eres el que toma las decisiones. Si la persona no se acopla al equipo sabrás qué hacer".

-Usted también me tira mala onda.

-Mira, Elmer -me dijo Clayton-, soy más joven que tú pero tengo mi carácter. La próxima vez que me dices que yo te tiro mala onda directamente dejo de ayudarte.

-Usted no me puede hacer eso.

-Yo puedo hacer lo que yo quiero y luego te atendrás a las consecuencias. O me haces caso o directamente me desentiendo de ti. -Me sorprendió el carácter de Jorge Clayton. Yo no era alguien que se dejaba llevar por delante, traté de enfrentarme a él.

-A mí no me gusta que me amenacen.

-No te estoy amenazando, Elmer, te estoy advirtiendo. ¿Qué te quedaste pensando?

-No estoy pensando, estoy molesto.

-Bueno, esta molestia te la tragas. Aquí tienes la dirección del analista, le dices que vas de parte mía. Toma la tarjeta. -No la quise coger-. ¿No vas a ir al analista? Mañana hablo con Hernán y va a prescindir de tus servicios. Elige, más no puedo hacer. No vas a pagar al analista, lo pago yo. Pero encima que te equivocas en las cosas, encima que tu ansiedad te hace olvidar de lo que habías adelantado y tienes que empezar de vuelta, encima que bajas a fumar no tienes ningún derecho a hacerte la víctima, y menos conmigo. Tampoco con Hernán. -Tomé la tarjeta y la guardé.

-¿Cuándo tengo que ir?

-¿A qué hora sales?

-A las dieciocho.

-Perfecto. Te esperará. El analista, está a tres calles del trabajo. Y avisas por teléfono a tu pareja que llegarás más tarde. -Asentí con la cabeza. Le pedí disculpas por haberlo contrariado-. Está bien -dijo Clayton-, está bien. Comprendo tu situación, pero no muerdas la mano de quien te quiere ayudar. -Le tendí la mano y me dijo-. Está bien, está bien. Ahora ve a la estación de tren, que se te va a hacer tarde. Y dile a tu pareja que mañana llegas una hora más tarde.

-Espero que no me diga nada.

-Mira, Elmer, háblalo con el analista. Yo no soy analista, yo no voy a resolver tus problemas, yo nada más te indico el camino, el resto lo tienes que recorrer tú. Si no lo quieres recorrer, bueno, te quedarás a mitad de camino, pero es tú problema, no es el mío.

-Entiendo.

-Espero que lo entiendas, que no digas las palabras automáticamente. -Clayton dio media vuelta y se marchó.

 

Me quedé mirando la tarjeta, hablaría con mi pareja y mañana iría al analista.

 

Gracias por escucharme.