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Psicoauditación - Joan F.L.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 24/11/2023 Gaela, Gerardo Ander


Sesión 24/11/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Joan F.L. (Agus-El)

Antes de relatar como era su vida en Gaela, la entidad repasa unos conceptos básicos acerca de lo que es la espiritualidad y el mundo suprafísico. Comenta que le gustaban todos los campos del saber pero más todavía la música y la informática, las cuales intentaba conectar con la filosofía. Coincidió con alguien que estaba creando empresas de ordenadores y compartieron ideas.

Sesión en MP3 (4.038 KB)

 

Entidad: Soy el thetán, o yo superior, de Joan. Mi nombre es Agus-El, plano 4  subnivel 1.

 

¿Qué es un thetán y qué es un espíritu?

Cuando el espíritu encarna, no encarna en su totalidad, y esto es lo que el 99,9999% -y puedo seguir con los 99 para largo-, desconoce. Encarna sólo un 10% de espíritu y es lo que anima a la unidad biológica, sea ser humano o cualquier otro animal de la fauna terrestre.

Bien.

 

¿Por qué un 10%? Bueno, también podríamos preguntar por qué asoma en la superficie del océano un 10% de iceberg o témpano. Es así. De la misma manera que lo que asoma del témpano es una ley física, lo que anima ese 10% a la unidad biológica es una ley suprafísica.

Bien.

 

Respondido este tema explico lo del espiritualismo.

Espiritualismo es amar el amor, amar la bondad, amar la música, amar las obras -ya sean literarias, ya sean de pinturas, ya sean de esculturas-, porque todo, todo, todo, nosotros mismos, somos obras del Absoluto. Hasta esta misma Creación, a la que llamamos Universo, es una manifestación de Dios. El Amor por sobre todas las cosas. Un Dios que no precisa perdonar porque no castiga, no prejuzga. Y quien no prejuzga no castiga, y quien no castiga no precisa perdonar. Muchos, por desconocimiento -evito decir ignorancia, porque en el plano físico muchos son susceptibles, entonces digamos por desconocimiento- confunden al dios menor -o Eloah, (en plural Elohim), Jehová o Yahveh, según la biblia católica-, lo confunden con el Dios Creador, el Dios de Amor, que nos ha mostrado el Maestro Jesús.

Por el contrario, el dios del Testamento original, antes de Jesús era un dios que termina diciendo, con amenazas: "No sea cosa que yo vuelva e hiera la Tierra con maldición". Jamás nuestro Padre amoroso diría eso de sus criaturas, que somos nosotros.

 

Completado este tema, la primera vez que encarné, como thetán Agus-El, fue hace cien mil años en un mundo similar a Sol III, como llamamos al planeta Tierra, por ser el tercero a partir del Sol.

Similar de tal manera que pareciera un calco; con nombres distintos, con maneras distintas, pero muy muy similar. Y causalmente, porque nada es casualidad, Gaela queda a cien mil años luz del otro lado de la galaxia Vía Láctea, el cual no lo podríais visualizar ni con el mayor de los telescopios, porque en el centro hay un gigantesco agujero negro que no permitiría la visión del otro lado.

Bien.

 

En Gaela, mi nombre era Gerardo Ander, nacido en la ciudad de Neus, Saeta.

Saeta es el equivalente a lo que en Sol III es la península Ibérica.

 

Comienza el relato en 1972, donde mi rol, Gerardo Ander, tenía 26 años, nacido en 1.946.

 

Me gustaba mucho estudiar informática y me enteré que estaban experimentando con distintos ordenadores, armando las primeras redes. Pero a su vez me enteré por televisión que en el nuevo continente, en Ciudad del Plata, en un país llamado Plena, -que sería el equivalente a la Argentina de Sol III, y Ciudad del Plata el equivalente a Buenos Aires de Sol III-, había un joven de mi edad, de mucha fortuna, llamado Jorge Clayton, y él estaba más avanzado invirtiendo mucho dinero en investigaciones. Incluso había traído técnicos de Plena, porque en Plena, siendo un país en desarrollo, en el hemisferio sur tenía muchísimos jóvenes que tenían anhelos de investigación, de crecer, de creer y de ayudar con muevas máquinas. Pero Jorge Clayton no se conformó con eso, viajó a Beta, al país más industrializado del norte, y trajo técnicos de allí. Y a partir de 1970, dos años antes de este relato ya estaban experimentando con ordenadores personales para que cada hogar tenga un ordenador. Todavía estaban en versión beta, por así llamarlo.

 

A mí, aparte de la informática me gustaba mucho, aparte de la música, la filosofía. Yo era amante, como Gerardo Ander, de las artes liberales, de la dialéctica, de la lógica, de la gramática, de la astronomía, de la matemática. Y, obviamente, de la música. E incluso, en tesis que daba en la facultad, le pedía permiso a los profesores para hablar de informática desde el punto filosófico. Pero muchos profesores decían: "No está muy claro, Ander, su idea, obviamente esto no va a traer ningún perjuicio para usted, como alumno, porque va a prescindir de puntaje. Pero evite en el futuro mezclar, porque no lo comprendemos.

 

Al poco tiempo viaja Jorge Clayton a Saeta para hacer inversiones y tuve el placer de conocerlo personalmente. No soy una persona prejuiciosa, pero la misma sociedad es prejuiciosa -y es algo que me incomoda-, lo catalogaban a Jorge Clayton como una persona presumida y vanidosa, por su enorme fortuna. Sin embargo, me había enterado que él había inaugurado pabellones en distintos sanatorios y hospitales, y había creado -en realidad no él sino los técnicos contratados- ecógrafos que para aquella época desconocían, estaban en función experimental. Tengamos en cuenta que el 1972 en Gaela era muy similar a 1972 de Sol III, al que llamáis la Tierra, pero evidentemente en informática estábamos más adelantados que ese Sol III de los años 70.

 

Y tuve suerte de conocerlo, porque vino a dar una conferencia de informática explicando que en Plena estaban en fase beta los ordenadores personales. Me interesó muchísimo.

 

Me presenté, me saludó de una manera muy cortés, pero además muy amena.

Le comenté que había tenido una experiencia -no mala, para mí fue buena, pero sin calificación- tiempo atrás en la facultad cuando intenté mezclar filosofía con informática.

 

Se asombró y quedó muy interesado.

-Te invito a almorzar en un lugar tranquilo, en Neus, y hablamos del tema.

 

-Acepto. Pero yo soy el anfitrión, invito yo. No me importa que tengas la fortuna que tengas. -Sonrió y aceptó.

 

Y conversamos, un diálogo muy agradable.

 

Me preguntó:

-¿Cómo conjugas la filosofía con la informática?, apreciado Gerardo.

-Mira, Clayton...

-No no no, trátame de tú y dime Jorge, que es mi nombre.

-Bueno. Informática es el futuro. Sé que también estáis experimentando con la genética.

-Así es.

-Ahí también puedo aplicar la filosofía.

Clayton me dijo:

-Pero vayamos a lo primero, Gerardo. ¿Cómo la conjugas?

-De una manera muy sencilla, la filosofía se conecta. La verdadera filosofía no es la que te da todo servido, es la que te hace pensar. Y eso ni siquiera lo hacen los profesores de la facultad, porque te dan materias materias materias materias materias, y en quince días tienes que rendir examen sobre lo que te dieron. No, no, porque salvando las diferencias es como que te comen los libros, como si fueran unos frutos servidos en una taza o en un tazón. No; la verdadera filosofía enseña a pensar, a razonar, a descubrir, y eso es lo que te hace avanzar tanto la informática como en otros ítem tan valiosos. La misma música, los compositores, está en su mente.

Clayton me dijo:

-Quizá vaya más allá, quizá haya algo. Y voy a tratar de sacar el 'quizás': Hay algo en nuestro interior que de alguna manera nos transmite esa melodía que luego tú llevas al pentagrama. Porque lo tienes en tu mente. Eso, Gerardo, también es aprender a pensar, porque cuando tú compones, compones a través del pensamiento, pero a su vez te dejas transportar. ¿Y qué es, Gerardo, lo que te transporta más allá?, esa partícula divina que tienes dentro tuyo. ¿La quieres llamar Dios?, llámala Dios. Obviamente, el autor de la obra eres tú, pero alguien te dio ese soplo divino dentro tuyo. -Lo miré a Clayton y me sentí muy asombrado, porque me encontré con una persona que pensaba de manera muy similar a cómo pienso yo.

 

Y comenté:

-¿Sabes, Jorge, las veces que me he dejado llevar y por momentos es como que me atasco, me freno?

-¿Cómo te frenas, Gerardo? -me dijo Clayton.

-Amo la informática, y a veces es como me da, no temor, pero hay un refrán de nuestros mayores -no digo abuelos, porque va mucho más lejos- que dicen: "El que mucho abarca, poco aprieta".

-Gerardo -me dijo Clayton-, eso es una falacia. Por un lado es cierto que nadie tiene que saber todo de todo, pero que puedas amar dos cosas a la vez y dejarte llevar, en este caso por la música, no significa que te desentiendas de la informática.

Le dije a Clayton:

-Me hace bien escuchar tus palabras, me hace bien porque capto, entiendo y asimilo mejor las cosas. Pero me quedo con una frase que has dicho antes: "lo del soplo divino". O sea, que componemos con soplo divino.

-Sí.

-¿Y tú, Jorge, cómo estás con el tema de la música?

-Mira, mi cabeza es un rompecabezas, pero por suerte está bien armado, no está roto ni desarmado. Me refiero a que tengo tantas cosas en mi mente, porque trato de hacer tantas cosas a la vez... Pero aprendí a delegar; entonces contrato gente para esto, para aquello, para lo otro. No significa que no trabaje, porque muchos me pueden malentender: "Clayton delega y se desentiende". No, es cuando más responsabilidad tengo, porque visito cada uno de los lugares. Además, antes únicamente estaba en Plena, ahora soy responsable de las inversiones que hago en Beta, en Saeta, en Liziana y en otros países. Y entonces cada año viajo, voy a supervisar, a ver cómo está todo. Obviamente, pongo auditores, quiero que todo sea correcto. Y que la gente gane lo que valga.

-Explícalo, por favor...

-Claro. Si tú, Gerardo, eres una persona que me rindes en lo que haces, tú vas a ganar acorde a lo que rindes. De todas maneras, mi idea no es categorizar, es una cosa que me incomoda el categorizar; mi idea es igualar para arriba, querido Gerardo, que todos rindan. A mí no me molesta que un compañero se copie de lo que tú haces, pero no que se copie puntualmente, que se copie tu manera, tu modo, pero que él haga su obra independientemente de la tuya. No quiero clones, quiero gente que piense en forma independiente. Que se copien las modos, las maneras, el empeño, la perseverancia, eso anhelo. Y eso es igualar para arriba. Porque la sociedad tiene un mal concepto de "el copiarse".

-Claro. Estoy haciendo una tesis y él se copia mi tesis.

-No no no, Gerardo, no, no hablo de eso, hablo de que en la época de facultad, tu compañero y tú debaten sobre una tesis, pero luego se separan; tú presentas la tuya, él presenta suya independientemente. A eso me refiero. Mañana, querido Gerardo, voy a dar una conferencia...

-¿Vendrás a mi facultad, Jorge?

-Sí, sí.

-Y sé lo que vas a hacer, no te adivino el pensamiento porque no existe la telepatía, pero intuyo que vas a hablar de informática desde la parte filosófica. -Clayton asintió con la cabeza:

-Estarás en primera fila, querido Gerardo.

-No tengas ninguna duda. ¿Cuánto tiempo te quedarás?

-Mira, inicialmente me iba a quedar una semana, pero me quedaré dos semanas. Quiero conversar contigo, vamos a ver si armamos algo aquí, en Neus. -Lo miré.

Le digo:

-Mira, Neus no es la capital de Saeta, y la capital de Saeta a veces piensa que Neus está creciendo demasiado. -Clayton se sorprendió, abriendo los ojos grandemente.

-Pero esto es una maravilla para todo Saeta.

-¿Sabes lo que pasa, Jorge? -le dije a Clayton-, hay mucha vanidad.

-¿Te refieres, Gerardo, a que hay mucho ego?

-Llámalo así.

-Pues que se lo coman al ego.

-Vamos a trabajar mucho y bien, y vamos a estar en contacto. Vamos a poner una planta.

-¿Hablamos de una planta de fabricación?

-Sí, y también grandes oficinas, para dar más trabajo. Y tú quedarás a cargo.

-No sé cómo será en Plena, seguramente nadie se mete contigo por tu fortuna, y aparte, eres muy conocido, pero aquí, a mí, en Neus, salvo mi familia y algunos compañeros de facultad no me conoce nadie. Encima, muchos de los que eran mis profesores no les convenció que haya mezclado lo de filosofía. Y lo primero que van a criticar va a ser mi corta edad, ellos se imaginan a una persona de cincuenta o más a cargo de lo que tú planeas hacer.

-Es muy sencillo, es muy sencillo, Gerardo -me dijo Clayton-, la planta es de Clayton, y yo tengo la facultad de nombrar a quien me sea más útil. Pero más que nada, que sea de mi confianza. Y en ese caso eres tú. Mientras yo le pague a la comunidad de Neus, mientras yo le pague a Saeta, quédate tranquilo. Mientras ellos reciban los créditos -disculpa mi lenguaje coloquial de Plena-, nada nadie va a patalear. Los créditos contantes y sonantes, te digo que los van a coger con las manos llenas. Y nadie, nadie va a decir nada de que un joven de veintiséis años esté a cargo de la empresa Clayton en Neus.

 

Obviamente nos seguimos viendo con Clayton los trece días siguientes, hasta que él marchó a Plena.

-Estamos en contacto, existe algo llamado teléfono. Te voy a dejar mi línea personal y te pondré, aparte de la que tienes en tu casa con tu familia, otra línea personal para ti y otra línea personal cuando la empresa esté montada. Voy a poner mucha gente a trabajar, y yo te digo que entre ocho y nueve meses, la planta va a estar montada junto con las oficinas.

-Vaya, me sorprendes.

-Lo prometo. Y lo que prometo lo cumplo. -No nos estrechamos la mano, nos dimos un fortísimo abrazo. Y estaríamos en contacto telefónicamente.

 

Me sentía importante, pero no me malentendáis el concepto, no importante desde la vanidad, importante desde poder ser útil a mis semejantes.

 

Lo último que me dijo en el aeropuerto, Clayton, es:

-¿Te gusta componer?

-¡Mucho!

-Bien. Hazme un favor, no lo dejes, escucha a ese soplo divino interno. No dejes la música.

-No lo haré. Te prometo que no lo haré.