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Psicoauditación - José J

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 08/03/2017 Gaela, Domeni

Sesión del 24/05/2017 Aldebarán IV, Dario

Sesión del 01/06/2017 Aldebarán IV, Dario

Sesión del 20/02/2020 Aldebarán IV, Atrepán

Sesión del 21/04/2020 Aldebarán IV, Dario

Sesión del 30/06/2022 Aldebarán IV, Dario

Sesión del 13/07/2022 Aldebarán IV, Dario

Sesión del 28/07/2022 Aldebarán IV, Dario

 


Sesión del 08/03/2017

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

La entidad relata una vida en Gaela, tiempo después de Axxón. Tuvo que fingir abrazar la Orden de Amarís, no hacerlo significaba ser denunciado como que no creía en esta religión fundamentalista. Quedó con engramas que le afectan solamente recordándolo.

Sesión en MP3 (3.982 KB)

 

Entidad: A veces las circunstancias no son las cotidianas que conocemos, en cada vida hay una circunstancia inimaginable para quien es nuestro rol actual.

 

He pasado por distintas vivencias pero quiero repasar una en particular que me marcó mucho, o como diríais vosotros me ha implantado muchísimos engramas, pudiendo condicionar consciente o inconscientemente mi vida actual. Los condicionamientos pueden ser sutiles al punto tal de que no altera nuestra conducta o pensamiento o autoestima o trato con los demás, pero esos condicionamientos, a veces, son como una pequeña piedra que se mete dentro del zapato y te hace cojear y no te das cuenta hasta que tienes el pie lastimado.

 

Recuerdo que estaba enseñando historia. Era un afamado de historia y empezaba el curso, los alumnos pendientes. Una escuela ultra religiosa, ideal para un profesor de historia como yo, ateo, totalmente escéptico. Prácticamente descreía de lo que era la religión, pero vivía en un mundo, Gaela, donde imperaba la religión y donde el aparato -por así llamarlo-, gubernamental era dominado por la Orden del Rombo.

 

Me presenté a mis alumnos.

-Mi nombre es Domeni Salvi, soy profesor de historia. Nací aquí, en Liziana, que junto con Saeta y Amarís son los tres países con mayor preponderancia a respetar la Orden del Rombo. Repasando la historia sabéis, obviamente, que Axxón, con doble "x", fue un hombre extraordinario que vino a traer la Palabra, como él le llamaba "La Palabra del Padre", pero en aquel entonces la capital de nuestro país, Lizia, era un imperio y consideraron a Axxón un perturbador social. Formaron con maderos un rombo y lo clavaron en él torturándolo previamente, con látigos, con puntas metálicas arrancándole la piel a tiras. Sus seguidores dejaron escritos y paradójicamente la propia Lizia donde se fomentó la ejecución de Axxón fue la primera en crear la Orden del Rombo, pero prosperó principalmente en Amarís, por eso también se llama la Orden de Amarís. Y hace cuatrocientos cincuenta años en Saeta, nuestro país vecino, al sur, al suroeste hubo una tremenda persecución contra no religiosos muriendo miles de personas. Agregué: -Y era obvio, porque había que preservar el orden religioso, porque no hay nada más importante que la Orden de Amarís y el respetar las leyes y el sentido de la moral.

 

Hablé durante casi una hora y saludando a los alumnos me marché enojado conmigo mismo porque en cada clase debía comerme las palabras. Bogaba por una educación laica pero la mayoría de los países aún no estaba preparada para ese tipo de educación. La Orden del Rombo siempre fue fundamentalista.

Estudiando distintos tratados de la llamada Edad Media y Edad Antigua sabía que había sacerdotes que exorcizaban. Yo no solamente era escéptico en cuanto a lo religioso, también era escéptico en lo que era el mundo espiritual, jamás creí en demonios ni en entidades suprafísicas ni en nada de ello, siempre me pareció una tremenda incoherencia, un absoluto despropósito, somos lo que somos y cuando dejamos de ser, no somos nada.

 

A pesar de que ya tenía más de treinta años aún era soltero. Tenía novia, Andrea, con la que me llevaba más que bien, pero ella era creyente al punto tal de ser casi fundamentalista, hablaba de la Orden de Amarís y los ojos le brillaban, vivía leyendo libros religiosos. Aclaro que no solamente respetaba sino que amaba la figura de Axxón, verdaderamente Axxón había sido un gran líder del Amor muerto injustamente por los lizianos.

El problema fue después, la religión que él nunca quiso dejar fue el acabose, el atraso de las investigaciones científicas. La bendita iglesia de Amarís, esparcida por todo el mundo retrasó enormemente a la humanidad.

Pero hubo incidentes que me hicieron cambiar mi forma de pensar. Desde adolescente tenía cuatro amigos -éramos prácticamente el quinteto del descalabro con Valiño, Arduino, Sico y Danore; íbamos a bailar, salíamos con chicas, no nos extralimitábamos con el alcohol pero sí bebíamos alguna bebida espirituosa-, pero éramos decentes, en el sentido de que de jóvenes fumábamos un cigarrillo y bebíamos una copa o nos besábamos con alguna niña, pero éramos inocentes, no teníamos maldad. Cada uno evolucionó en lo suyo, uno arquitecto, el otro metalúrgico, otro carpintero, cada uno en lo suyo. A mí me decían el come libros, ¡jé, jé, jé! Era el único profesor de los cinco.

 

Es cierto, tenía prohibido hablar con mis amigos de religión. Sí, todos ellos eran religiosos, muy religiosos al igual que mi novia Andrea, y saliendo con ellos yo era el más religioso de todos. Me preguntaban por mis discursos, les decía cómo les enseñaba a los jóvenes, la verdadera historia de Lizia, del Rombo, del Maestro Axxón. Me querían y me admiraban.

-Muy bien, excelente, Domeni, verdaderamente te tendrías que haber hecho sacerdote.

-¡Oh! No, no, prefiero enseñar a los jóvenes a entender, respetar y amar a la Orden de Amarís.

 

No tenía otro camino que ser hipócrita porque hubiera perdido a mis amigos. Y hasta podían haberme denunciado aquellos que me palmeaban, que me querían, que me abrazaban, que tenían un afecto casi incondicional por mí, podían traicionarme por su mente cerrada, fundamentalista.

 

Todo empezó con Danore. Danore enseñaba religión en un templo y un día llega a casa, estábamos solos escuchando música suave, música de ópera, armonía, tomando una pequeña copa y de repente Danore me dice:

-Escucho voces.

-¿Escuchas voces? ¿En qué momento, en el templo?

-En el templo, en casa. Tengo un vecino, Marcelo, que a veces no me saluda, es una persona huraña, será porque es viudo y las voces me dicen "Es bueno para nada, tendría que atropellarlo un carro, ¿no te parece?". Y en ese momento siento impulsos de empujarlo debajo de un carro.

Lo miré alarmado.

-¡Oh! Pero Danore, ¿cómo sientes ese impulso?

-Es loco, yo sé que es loco. Lo hablé con un prelado y me dijo que en la antigüedad había demonios que atacaban a los enviados.

-¿Enviados?

-Sí, a los que buscaban transmitir la Palabra de Dios y de Axxón, como yo.

Le dije:

-¿Pero atacado, cómo?

-Se meten en tu mente, te poseen, los demonios te poseen. Y no quiero contarte más cosas.

-Pero no entiendo por qué no, somos amigos, queda entre nosotros.

-No, no lo entenderías.

-¡Como no lo voy a entender, Danore! Soy profesor de historia.

-No, no, no. -Tomó de un sorbo la copa y se marchó.

 

Nos vimos a la semana siguiente, estaba pálido, ojeroso. No me permití tocar el tema con Valiño, Arduino y Sico pero no hizo falta, se enteraron por el propio Danore y esa noche nos juntamos todos en casa, los cinco.

Danore dijo:

-El prelado me hizo un exorcismo, yo estaba en el piso, me retorcía con espasmos epilépticos, hasta me salió un tipo de espuma por la boca.

-Espera, espera -lo interrumpí-, ¿cómo sabes que no era epilepsia?

-Me he hecho electroencefalograma, resonancia nuclear magnética, tomografía axial computada, mi cerebro está normal, quizá la parte del hipocampo tenga algunas manchas, como pequeñas isquemias, incluso tengo un par de marcas como secuelas en ambos cortes pre frontales. Pero hace meses atrás no los tenía, fueron provocados por los demonios.

-Está bien. ¿Y qué pasó con el exorcismo? -Pregunté.

-Me sacó siete demonios y ahora estoy bien.

 

Pero yo no veía que estuviera bien, yo miraba el gesto de Danore y su mirada era huidiza, como que -honestamente- estaba perdiendo la razón.

-¿Sigues profesando en el templo?

-No, no, me dijeron que me tome unos días de descanso.

-¡Aja! Está bien.

-¡Mira!

-¿Qué tengo que ver? -Pregunté.

-Mira a Sico.

Lo miré a Sico. Valiño y Arduino también lo miraron. Sico nos miró a nosotros encogiéndose de hombros.

-¿Qué pasa conmigo?

-Mírenlo, está poseído.

-Hombre, estoy bien, no tengo nada.

-Tienes una figura detrás tuyo, una figura demoníaca con cuernos, peluda que se mete dentro tuyo. -Bebió su copa y se marchó.

-Espera, espera -le dije-, ¿puedes ir solo hasta tu casa?

-¿Por qué no?, ya estoy bien, me exorcizaron. No hay nada más grande que la Orden de Amarís.

-Por supuesto que no, pero ¿puedes ir solo?

-¡He dicho que sí! -casi gritó-. Y se marchó.

Valiño, Sico y Arduino me miraron:

-¿Qué pasa?

-Mi hipótesis es que una entidad oscura se ha apoderado de él.

-¿Pero tan así?

-Esto que voy a decir no me compromete, yo respeto la Orden de Amarís pero el tema de los exorcismos es algo que no comparto, porque creo en el libre albedrío y si un ser humano tiene libre albedrío ningún demonio puede meterse en la persona.

-¿Y entonces?

-Entonces pienso que el propio Danore tiene conflictos internos, y al tener conflictos internos él mismo se abre, se presta con los exacerbados roles del ego que tiene, su baja estima. Y él quería seguir creciendo en la Orden de Amarís y hace años que está en el templo y no lo suben de categoría y hay gente más nueva que ya tiene otros grados y él sigue enseñando a los fieles, lo cual no está mal, pero se siente como con rencor y eso es alimento para esos seres oscuros inmateriales.

-Bueno, para eso está el exorcismo -dijo Arduino.

-¡Es que no! Según mi opinión el libre albedrío es para todo ser, hasta para los demonios.

-¡Ah, bueno! -¡Ah, bueno! repitió Valiño-. ¿Y entonces cómo la sacas a esa cosa?

-La persona, con su propia voluntad. Pero...

Sico dijo:

-¿Pero qué?

En ese momento a Sico le cogió una tremenda tos, Valiño y Arduino se apartaron.

-¡Hombre! -Rió Sico-. Es una tos, parad, a mí no me ha tomado ningún demonio.

Los ánimos se fueron calmando y concluí mi opinión.

-Sólo la voluntad de la persona, si tiene temple y convicción y verdaderamente se alimenta de la Luz puede expulsar esas entidades oscuras. Pero esas entidades son inteligentes, porque no solamente la bondad tiene inteligencia, la maldad también, la crueldad también.

-Pero -argumentó Sico-, la sabiduría jamás puede ser mala.

-No, no hablé de sabiduría, hablé de inteligencia. El sabio es compasivo. Axxón, el gran Maestro, era sabio. Yo hablo de inteligencia. Si esos seres oscuros son inteligentes, lo primero que van a atacar, y ya lo hicieron con Danore, es su mente. Fíjate lo que comentó, que en la resonancia le salió que tenía pequeñas isquemias, y depende en qué parte del cerebro las tenga le puede hasta afectar en su descernimiento hasta incapacitarlo.

Mis tres amigos estaban pálidos.

-¿Y qué podemos hacer al respecto?

-Yo a las dieciséis horas salgo de la facultad, si queréis a las diecisiete nos encontramos, tomamos un café y vamos a la clínica a ver al médico que atendió a Danore y le planteamos mi opinión, no sé si estáis de acuerdo con ello.

-Sí, sí, sí -dijo Arduino.

-También acuerdo -asintió Valiño.

Sico me miró y dijo:

-Estoy contigo.

 

Obviamente lo comenté con Andrea, mi novia, y me dijo:

-Ten cuidado con esas cosas. A ti, principalmente, Domeni, que eres profesor de historia y religión, esas entidades te pueden tener en la mira.

-Por supuesto, mi amor, por supuesto.

 

Ella, como mis amigos, como mis alumnos, como mi familia ignoraban que yo era un escéptico ateo. Seguía siendo ateo en cuanto a la religión pero no en el sentido de no creer en Dios -por eso el lenguaje es tan pobre-, a ver, era escéptico en cuanto a la Orden en sí, a las aberraciones y muertes a lo largo de la historia que se cometieron en nombre del Rombo, pero no era escéptico en cuanto a las entidades inmateriales, los demonios. Con Danore había comprobado que existían y que se aprovechaban de las mentes débiles para alimentarse de sus miedos, temores, horrores, inseguridades, rencores, fracasos, ira, lujuria. Yo mismo a veces tenía temor por alguna pequeña envidia que mi ego me planteaba, u odio hacia ciertos sectores fundamentalistas, no sea cosa que estas entidades se aprovechen de lo vulnerable que yo también era. Desconocía la palabra "engramas" en el rol de Domeni Salvi, pero sabía que tenía muchos engramas; el primero y principal, engrama de soledad. Engrama de tener que ser hipócrita ante de todo el mundo, fingir que adoraba una religión que no sentía dentro de mi corazón pero tenía que hacerlo porque mis queridos amigos o mi amada Andrea no hubiera dudado en traicionarme. Compartía con mis amigos o vivía con mis enemigos.

 

Le estoy provocando un tremendo dolor de garganta a este receptáculo por la angustia que me acoge, por la tremenda angustia que tengo.

Disculpadme, me retiro.

 

 

 


Sesión del 24/05/2017

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

La entidad relata un episodio, en un pueblo de Umbro, donde después del viaje se encuentra con varias personas y comparten mesa y experiencias dolorosas de sus vidas. Comenta que le quedaron numerosos engramas.

Sesión en MP3 (3.880 KB)

 

Entidad: Es obvio que ninguna vivencia se parece a otra, ningún relato se parece a otro. A veces podemos escuchar las vivencias de un amigo, de un conocido y pueden semejar a situaciones que hemos pasado nosotros, pero siempre va a haber un detalle que nos va a diferenciar. Lo mismo sucede con vidas anteriores donde tuvimos otras familias, nacimos en otra región o en otro mundo, en una época que no se identifica con la actual y entendiendo que los problemas actuales, por más graves que sean, siempre van a ser más benignos, supuestamente, que en otras regiones donde hemos encarnado.

 

Mi nombre era Darío, había encarnado en Umbro. Mis padres trabajaban en un teatro itinerante, por así llamarlo, eran una compañía de diez personas que iban por la zona ecuatorial de Umbro, de poblado en poblado, quedándose diez, veinte amaneceres en cada lugar.

Podría decir que yo nací en un carromato, porque fue cierto. Los primeros diez días de vida fueron críticos, no sabían si vivía o no. Y bueno, supongo que mi naturaleza o aquel que está más allá de las estrellas decidió por mí que tenía que vivir. Y crecí. Crecí viendo como desarrollaban historias inexistentes o agrandaban historias reales de batallas, de andanzas, de aventuras, ¿o por qué no?, comedias.

Pero no todos los pueblos eran civilizados. Cuando cumplí diez de vuestros años, en un poblado nos atacaron a piedrazos. Decíamos:

-¡Qué sucede! -En el poblado nos rechazaban porque decían que éramos unos buscavidas, que no servíamos para trabajar. Me hace sentir absolutamente mal.

 

Me disculpo, pero no soy el primer thetán que al hacer un relato hago toser a este receptáculo que me alberga y que tan gentilmente está decodificando a lenguaje hablado mi concepto.

 

Supongo que esa fue la primera señal. Teníamos tres carretas, que no eran rápidas, incluso en la huída una de las carretas rompió una rueda. Ninguno de la compañía de teatro era ducho en disputas, menos en combate. El mayor de la compañía se quiso interponer y lo golpearon muy mal, estuvo muy, muy grave. Por suerte respetaron a las mujeres.

Y así viví, de pueblo en pueblo hasta mis catorce años, equivalentes de Sol III.

Fue en esa época que atacaron a la compañía unos delincuentes que pensaban que teníamos fortuna en metales dorados, plateados, cobreados, y no solamente mataron a todos..., sí, mataron a todos, si no que antes ya abusaron de las mujeres y dos jovencitas. Madre tuvo la suerte -la suerte es una manera de decir-, de que quiso montar un caballo, un hoyuman, se encabritó la bestia y ella cayó de espaldas y golpeó la nuca contra una roca falleciendo instantáneamente. A padre directamente lo golpearon hasta matarlo.

A mí me ignoraron, pude arrastrarme entre las rocas. Estaban tan impotentes los asaltantes que al no encontrar la fortuna que ellos pensaban incendiaron todo, se llevaron con ellos a los animales, dejaron un pequeño hoyuman que yo aproveché para montar. Y sí, entre el resto de las brasas había quedado sano un libro, era un libro de la compañía que contaba historias.

Mi duelo fue, con algunos metales que tenía, comprar un cuaderno de hojas en blanco y un lápiz y empezar a escribir historias.

 

Andaba por la zona ecuatorial hasta encontrarme con alguna otra compañía a la que le contaba mi historia. Y me pagaban unos metales cobreados, apenas me alcanzaba para comer por las historias que luego ellos podían interpretar en los tablados improvisados de los teatros de la zona ecuatorial.

Y fui de poblado en poblado, incluso me dijeron si quería actuar. Les dije:

-No, yo solamente escribo historias.

 

En una compañía grande vieron el libro de mi ex compañía, el libro grande, que tenía decenas de historias. Al hombre le encantó, pero era el único recuerdo que tenía. Me dijo:

-Darío, el recuerdo no te va a dar de comer. Te pagaré diez metales plateados por el libro. -¡Tanto!, pensé yo, diez metales plateados era una fortuna. Y no dudé, se lo vendí. Me hizo un papel con su firma para que lo lleve conmigo como comprobante de que las monedas eran por la venta de un libro.

 

Al poco tiempo me marché, me fui a otra zona. Cuando cumplí veinte años, en medio de un camino me encontré con un joven llamado Uriel. Tomamos algo en el camino, le conté mi historia. Me miró y me dijo:

-De algún modo es parecida a la mía.

-Cuéntame, Uriel, ¿qué te pasó?

-Cuando era pequeño, asaltantes mataron a mis padres. Yo tenía una granja, quedó al cuidado de mis tíos, que fueron los que me criaron. Y luego, cuando fui más grande, vendí todo. Me fui a la zona del desierto, conocí a unos luchadores acróbatas que me enseñaron un tipo de lucha, pero -le caían lágrimas de los ojos mientras lo relataba-, pero decían que yo no podía aprender porque la ira y el dolor me consumían.

Me identifiqué enormemente con él. Le digo:

-Yo sé que el sufrimiento de uno no es el consuelo del otro, pero compartimos dolores similares. Tengo la posibilidad de decir "te entiendo, entiendo tu dolor" porque no te lo dice alguien que te lo dice de compromiso. Pasé por lo mismo.

-¿Hacia dónde vas? -le pregunté.

-Hacia un poblado llamado Furca, ahí hay posibilidad de trabajo.

-Voy para el mismo lado -le dije. Fuimos al paso con nuestros hoyumans.

-¿Qué tienes allí, en la alforja?

-Un cuaderno de notas -le respondí a Uriel. Escribo obras de teatro.

-¡Ah! ¡Vaya, qué interesante, vaya, qué interesante!

-Mira -le propuse-, puedo escribir tu historia adornándola, cambiando tu nombre, haciéndola incluso más dramática.

Uriel me miró y me dijo:

-¡Más dramática! ¿Qué puede ser más dramático que la muerte de tus padres cuando eres un niño?

Le respondí:

-No me mal interpretes, acuérdate que a mí me pasó lo mismo. En un teatro - tengo experiencia en el tema a pesar de que nunca actué, siempre presencié-, de repente un guerrero combate con tres malhechores y los vence. En el teatro no son tres, son diez o treinta, y con una espada tan grande que es alta como él y solamente con el movimiento de la espada caen los treinta. Digamos como que en el teatro juegas con la fantasía.

-No sé -me dijo Uriel-, no sé, me parecería una falta de respeto para mis padres.

-Nada más piénsalo. -Estaba un poco herido por mi respuesta.

Y me dijo:

-¿Y por qué no haces tú lo mismo? ¿Por qué no escribes una fantasía con tu vida?

-La hice. ¿Sabes leer?

-Sí -me dijo Uriel.

-Cuando lleguemos al poblado te presto mis notas. De verdad que no hay obligación. Y no te sientas ofendido.

-No, no estoy ofendido, es que estuve con esa gente en el desierto que me entrenaban en una lucha acrobática y había un anciano que más de una vez me decía "Tienes ira, la ira alimenta el dolor. Tienes dolor, el dolor alimenta la ira". Era un círculo vicioso. Y yo me engañaba a mí mismo porque cada día me levantaba pensando que ya está, que quedaba solamente un recuerdo sin emociones, pero con el correr del día, y más hacia la noche, mis pensamientos me invadían, me volvían loco.

-Parece que hay un denominador común -le dije-, porque es a la noche cuando yo tengo más recuerdos, cuando más me duele el pecho, cuando más tengo acidez en el estómago, y quizá tengo la ventaja de que he conocido muchas compañías de teatro y es como que al escuchar historias me evado de la realidad, pero después me quedo solo en la oscuridad, a veces duermo en medio de la campiña, a veces sobre una colina, a veces cuando tengo metales en una posada, pero siempre solo, y ahí no puedo evadirme de la realidad.

 

Nuestras historias era distintas, Uriel en una granja, yo en un teatro itinerante. Ambos habíamos sufrido pérdidas, si vamos al caso. Y obviamente que no se lo dije porque no se trata de competir, Uriel tuvo la fortuna que fue criado por sus tíos con amor y hasta pudo conseguir bastantes, bastantes metales vendiendo su granja. En el caso mío, bueno, logré vender ese libro que para ese hombre era tan valioso... Pero ahora habría que trabajar y veríamos en Furca, en este pueblo que íbamos, qué posibilidad habría de trabajo.

Finalmente llegamos, nos alojamos en una posada. Dejamos los hoyumans en la cuadra, le dimos algunos metales plateados.

-¡No! -me dijo Uriel-, no, metales plateados no; con un metal plateado te compras un hoyuman, déjale un par de metales cobreados nada más. -Lo miré, Uriel me mira y me dice: -Darío, tienes que entender el valor del dinero, un sólo metal plateado vale como diez metales cobreados, un sólo metal dorado vale como diez metales plateados y como cien metales cobreados. No puedes dejarle un par de metales plateados al encargado de la cuadra, al encargado del cobertizo.

 

Bueno, por lo menos me enseñó el valor del dinero. Entonces lo que me había pagado ese hombre por el libro era muchísimo, era el equivalente a cien metales cobreados.

Le dijimos al hombre que buscábamos un trabajo. Me dijo:

-Pregunte en el los almacenes.

Había un almacén enorme en el centro de Furca, el dueño se llamaba Obregón.

Me dice:

-En realidad necesito hombres fuertes para cargar fardos, para cargar provisiones. Tengo una empleada, Ordenza, pero atiende a la gente, y los empleados se van porque dicen que mi paga es poca.

Propuso una paga, a mí me pareció bien, Uriel se encogió de hombros y dijo:

-Sí, está bien. -Y nos empleamos los dos en el almacén de Furca.

 

Siempre dije que no existe la casualidad, existe la causalidad. Se cruzó con nosotros un joven de aspecto extraño envuelto en un traje marrón, a veces se cubría la cara con una capucha, su nombre era Ezeven. Le pregunté al patrón, a Obregón:

-¿Quién es el joven?

-Me alquila una de las habitaciones. Lamentablemente no tengo más habitaciones, así que salvo que quieran dormir en el cobertizo, y se ahorran la posada. -El cobertizo era donde se guardaban los hoyumans.

Le hicimos una propuesta a Obregón:

-No nos importa trabajar un poco más, pero nuestros hoyumans que tenemos en el cobertizo del pueblo ¿los podemos traer aquí?

-Sí, por supuesto, pero les descontaré de vuestro sueldo lo que coman los animales.

-Está bien -aceptamos el trato. Y luego volvimos a hablar de Ezeven: -¿Qué hace Ezeven?

-Es una figura que atrae a gente. -Nos contó que trabajaba en el teatro que había llegado al pueblo y que era la mayor atracción porque mediante un truco hacía como que levitaba.

-No entiendo -Uriel me dijo:

-Lo que dice el señor Obregón es que Ezeven hace unos trucos que parece que flotara en el aire.

-¡Vaya! Bueno, lo iremos a ver cuando tengamos franco.

 

Y lo fuimos a ver. Las historias que relataban eran muy buenas, pero les faltaban un remate. Las gentes más iban para ver Ezeven, eran pocos instantes que levitaba en el aire, pero la gente se enloquecía y pedían más, más, más, más.

Luego, en una parte, hablé con Ezeven. Le dije:

-Disculpa que te incomode -le digo-. Yo soy escritor de historias de teatro, no sé si son buenas, pero me gustaría si las puedes leer. No creo ser buen escritor...

-Permíteme. -Tomó mi cuaderno, lo ojeó, no lo leyó todo. Me miró a los ojos con sus ojos profundos, indescifrables, y me dijo:- ¿Por qué tienes tanta baja estima, Darío? -lo miré intrigado.

-No entiendo.

-Tus historias son muy buenas. ¿Por qué te consideras que eres un mal escritor?, esto es excelente. Hablaré con la compañía. Si escribes historias puedes estar con nosotros. -Le dije que sí.

 

Cenamos todos juntos, Uriel, Ezeven y yo. Luego se nos juntó el patrón, Obregón, y una joven que era empleada, Ordenza. Y salvo Uriel, que la conocía, volví a relatar mi historia. Ordenza, mientras relataba, le caían lágrimas, le daba pena por lo que me había pasado. Ella relató que también había tenido una vida bastante difícil. Ezeven, con rostro inescrutable, él no contó su vida pero se interesó de que yo conozca el mundo del teatro. Uriel, luego contó su vida.

Y lo miramos a Ezeven.

-No, mi vida no tiene importancia, es común y corriente, una vida sencilla.

 

Ignoraba en ese momento que lo que había pasado Ezeven era infinitamente peor a lo de Uriel, a lo mío, a lo de Ordenza porque no se trataba de muertes lo que había pasado Ezeven, se trataba de abandonos, de desprecios, de la propia familia que lo rechazaba. Y a veces -y acá hablo de mí, Darío-, a veces te causa más dolor no una pérdida de alguien que no está sino cuando sientes que has perdido alguien en vida, que la persona está muerta para ti porque te rechaza, porque no te acepta, porque no entiende tu forma de ser, porque no entiende tus maneras, porque siempre va a estar negada a tus proyectos, a tu historia, a tus ideas. Entonces, ¿qué produce más dolor, qué produce más desencanto, una pérdida material o cuando no te tienen en cuenta, no te consideran porque piensan ellos que eres poca cosa o que eres distinto? Y a veces pasa eso, no te identificas, la gente se identifica con guerreros, yo era un simple escritor.

 

Recuerdo que antes de conocer a Uriel en el camino, había una joven herida, se llamaba Durana. La habían golpeado, no habían llegado a ultrajarla. La socorrí, tenía un tobillo no quebrado pero que le dolía bastante, apenas podía caminar, la monté en mi hoyuman. Y caminando tomé mi hoyuman de las riendas y la llevé hasta donde vivía. Los padres me agradecieron por haberla traído porque en el camino podía haber encontrado otros maleantes. Me invitaron a quedarme, me quedé unos días. Recuerdo que la segunda noche la joven me besó, le correspondí. No llegamos a más porque al tercer día me dijo:

-Discúlpame, el beso fue de agradecimiento, no me atraes.

 

Y después me analicé a mí mismo: Qué me dolió más, ¿que yo no le haya gustado o que me diga tan brutalmente "No me atraes"? Como decís vosotros en Sol III, ¿se ofendió mi ego o me dolía que yo no le gustase? Yo creo que era más sus palabras, la forma, la manera. Sí, estuvo agradecida de que la haya socorrido, pero después no me prestó más atención. Al cuarto día ya me sentía incómodo y me despedí de la gente.

-Gracias por haberme hospedado.

-Gracias a ti, si no hubieras traído a nuestra hija quizá la hubieran atacado otros, y vaya a saber si estaría viva.

-Hice lo correcto.

La miré a la joven, la saludé inclinando la cabeza y ni le tendí la mano, ni le hablé. Monté mi hoyuman y seguí camino.

 

Y a eso me refiero, ¿qué cosas te causan más dolor, las pérdidas verdaderas o la conducta mezquina de algunas personas o las maneras, los modos, las formas? Porque yo puedo decir "Mira, honestamente, esto no me interesa, me parece muy bueno pero no me interesa", y no decir "Esto que me estás ofreciendo es en vano, no sirve, sirve únicamente para la basura". Hay maneras, hay formas. Y me he cruzado con mucha gente que no tenía maneras, que no tenía formas. Como le llamáis vosotros, "diplomacia".

 

Y eso me ha acarreado muchísimos engramas que me corroen por dentro, mucho, muchísimo.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 01/06/2017

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

Era bueno escribiendo historias, guiones y consiguió mejorar la comunicacion con un grupo de personas. Un amigo suyo era prejuzgado de asesino por muchos cuando resultó que no lo era. La entidad comenta que quedó con engramas en aquella vida y reflexiona acerca de que las apariencias no siempre indican cómo es la persona.

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Entidad: A veces la vida es como caminar por la cuerda floja y si no eres equilibrista caes al abismo, abismo de dudas, de idas y vueltas, de persecuciones a uno mismo, autoreclamos podría llamarlos, lo que diríais complejo de culpa. Podría haber hecho las cosas de otro modo, estaría mejor, ¿pero cómo lo sé? Otros dicen "Alguien guía tu sendero". En realidad el sendero está trazado, lo que podría guiar serían tus pasos. Pero, ¿y el autodeterminamiento? ¿Y el libre albedrío?

 

En el rol de Darío, en Umbro, cuando llegué al pueblo de Furca pude estabilizarme. Os había comentado que era escritor de teatro y que tenía mucha baja estima porque no valoraban mis escritos.

Me dio lugar para vivir Obregón, el dueño del almacén de Furca. Inicialmente mi idea era trabajar en el almacén porque Obregón precisaba bastantes ayudantes para cargar bultos. Ya tenía una joven, Odenza, que atendía a la gente adelante, pero el depósito era bastante grande. Pero bueno, conocí a Ezeven y su compañía de teatro, y vio mis escritos y me alentó, me contactó y pude escribir historias para esa compañía y me hice de amigos, Uriel, la propia Ordenza. Y apreciaba al señor Obregón, pero sabía que el día de mañana me iría con la compañía de ese poblado porque las compañías son ambulantes y uno, a veces, no siempre, no, no, no, no siempre; pero a veces uno se apega a determinadas amistades, amistades que comparten el tiempo, una conversación, una infusión caliente o en verano una bebida espumante. Eso no es negativo, eso no significa depender de la aprobación del otro, es sencillamente el anhelar alguien que converse a tu nivel, a la par, que sea franco, sincero, que tú le puedas contar tus cosas, tus debilidades, y la otra persona te cuente las suyas; no le vas a resolver sus problemas, la otra persona tampoco los tuyos, es simplemente compartir. Pero bueno, el día de mañana partiría con la compañía porque verdaderamente tenía facilidad para escribir historias de teatro y justamente había poquísimos guionistas. Ahora, Ezeven estaba al margen de todo, él no precisaba guión, él no precisaba historias, su número donde echaba fuego por las manos, su número donde flotaba en el aire, yo intentaba encontrar las cuerdas o pequeños hilos invisibles hechos con un material tan resistente que apenas se veían. Y sí, a pesar de que mis historias eran atrapantes, la gente iba en gran número, aunque sea pocos instantes, para ver flotar a Ezeven.

Pero Ezeven también tenía un lado misterioso. Todos contábamos nuestras cosas, como dije antes; yo lo comentaba con Uriel, Uriel me dijo que unos asaltantes mataron a sus padres cuando era pequeño, que ya siendo más grande dejó la granja y le dejó una parte a sus tíos que fueron quienes lo criaron. Ordenza misma contó parte de su vida, cómo buscaba su propia aprobación, ¿no? Pero Ezeven no soltaba prenda, como decís vosotros, lo único que decía:

-No tiene sentido que os cuente mi vida porque no perdí a nadie, pero perdí a todos.

Una frase que podía significar un montón de cosas. Y a veces desaparecía, él decía que iba a meditar.

 

Obregón era mayor que nosotros, pero ganamos de alguna manera su confianza. Y estando una tarde, casi noche, con Uriel, con Ordenza, Obregón nos dijo:

-¿Os habéis enterado de que ya van tres cadáveres de jóvenes aldeanas que aparecen una en el bosque, otra al lado del arroyo? -Todos nos quedamos en silencio y yo lo relacioné con Ezeven que desaparecía por las tardes, por las noches.

Cuando iba a hablar, Obregón me frenó con la mano y me dijo: -Yo sé lo que piensas Darío.

 

Hablé con Ezeven. Ezeven me dijo:

-Estoy tan intrigado como vosotros, pero el hecho de que no cuente mis cosas y a veces me aísle del entorno no significa que sea un asesino. -Es más, prometió colaborar en encontrar al asesino que a su vez, antes de matar a las jóvenes, las ultrajaba.

 

Y sí, yo también había pensado en Ezeven porque es fácil prejuzgar, que como dicen los Maestros de Luz es juzgar antes de tiempo, condenar antes de saber la verdad o de tener alguna prueba. Porque los seres humanos tenemos esa ¡je, je!, esa facilidad de señalar con el dedo en lugar de dejar la mano en el bolsillo, ¿no?

 

A la noche siguiente nos reunimos para comer un guisado. Ezeven no quiso comer, dijo que había merendado abundantemente en la posada y se marchó.

Se escucharon unos gritos. Tanto Uriel como Ordenza salimos corriendo hacia el lugar, Obregón detrás nuestro, y había una joven con sus ropas desgarradas, pero estaba bien. Obregón nos apartó pidiéndonos permiso obviamente y habló con la joven.

-¿Qué sucedió?

-Un joven encapuchado me quiso llevar al corral donde están los hoyumans, me tapaba la boca. Le mordí la mano, creo que le saqué sangre y me puse a gritar. Como vio que en algunas casas encendían velas salió corriendo, pero mira cómo me dejó la ropa.

-¿Cuál es tu nombre? -dijo Obregón.

-Tina -comentó la joven. -Una joven bastante atractiva, pero hacerle una cosa así me daba repulsión y sentí a su vez odio por ese desconocido.

 

Lo miré a Obregón, a Uriel, a Ordenza y volví a pensar en Ezeven. Ezeven siempre andaba con un ropaje largo y a veces se cubría la cabeza con una capucha.

A la joven la vio el médico, vio que solamente tenía unos magullones y en sus uñas había sangre, al igual que en su boca, pero la sangre no era de ella; había rasguñado y mordido en una mano a la persona que la había atacado, eso era bueno. Volvimos al almacén -dejamos a la joven con el médico, le dio a tomar unas hierbas tranquilizantes, el hombre-, y estaba Ezeven tomando una bebida. Le miramos sus manos ni una sola marca, su rostro ni una sola marca, su ropa en perfecto estado. ¡Ahhh!, respiré tranquilo. Supongo que al igual que todos porque creo que todos pensamos de vuelta en Ezeven.

Nos miró:

-¿Qué pasó? ¿De dónde venís? -le contamos de la joven Tina, del ataque.

-¿Tina? ¡Tina de nuestra compañía! ¿Dónde está?

-En lo del doctor -Se levantó-.

-¡Aja!

Fuimos detrás suyo. Fue a pasos largos y rápidos.

Llegó a lo del doctor. Nosotros detrás.

-¿Dónde está la joven? -El doctor le hizo pasar, nosotros detrás. Tina se abrazó a Ezeven.

-No sabes lo que me pasó, un hombre así con una capucha como la tuya me atacó, le pude arañar el rostro y le mordí la mano. Va a ser fácil detectarlo.

-Te dije, Tina, que no salgas de noche. ¿Por qué no te quedaste en la carpa con la compañía?

-Quería estirar un poco las piernas, me sentía como asfixiada adentro.

-Sabes que este poblado es peligroso, ya hubo tres mujeres muertas. -Se abrazó con Tina y nos dijo a nosotros:- Volved al almacén, yo llevaré a la joven hasta la compañía de teatro.

 

Volvimos con vergüenza por haber pensado otra vez mal de Ezeven, por haber prejuzgado, porque eso es lo que hacemos y nos enojamos cuando nos prejuzgan a nosotros, nos molestamos cuando nos ignoran o cuando dudan de nuestra capacidad, de nuestra lealtad, de nuestra formalidad, pero nosotros sí podemos dudar de los otros. No es justo, obvio que no es justo.

 

En el rol de Darío me quedaron muchos engramas, engramas de prejuicios que quizás en las vidas subsiguientes no te condicionan de la misma manera, pero es como que de alguna manera tú te sientes no vigilado pero observado quizá por otros si haces bien tu desempeño, si tu comportamiento es correcto... Y te sientes molesto cuando te miran, cuando te observan como diciendo ¡Qué les importa de mí! Ahora, obvio, si estás en un trabajo y tu jefe te observa es correcto que lo haga sin que por ello tenga que estar encima tuyo respirándote en la nuca. Pero cuando otros que no son jefes ni patrones y tú no eres empleado de ellos y quieren controlar todo lo que haces, ¿qué les pasa? Y después claro, me pongo en lugar de ellos.

 

Y en esa vida en Furca, Umbro, uno de alguna manera también prejuzgó, también señaló, quizá no con el dedo, mentalmente señaló. Y en la vida real no pasa así, a veces el que tiene más carita de inocente resulta ser el culpable y a veces no, a veces el rostro dice cómo es el interior de la persona. Un rostro "torcido", a veces te muestra un alma torcida, pero no todas las veces. Es azar. Es como el juego, rara vez ganas, rara vez aciertas. Y así es la vida.

Por eso dije al comienzo, es como si caminaras por la cuerda floja. Si no eres equilibrista practica primero. En este caso, practicar es estudiar, esmerarte en tu trabajo. Y a veces es como que estás en el palo enjabonado, que tratas de llegar a la punta y ¡rrrr!, te resbalas. Y sí, así es la vida.

Y agrego encima el drama de terceras personas que te ponen piedras en el camino, te obstaculizan, porque a veces no dependes solo de ti. ¿Cuántas veces tienes más capacidad que otros, y otros por no mérito propio, por acomodo, por conocer a alguien logran un empleo o una venta sin tener los méritos suficientes? Y esto no lo digo por envidia ni mucho menos, simplemente es que me desagrada la injusticia. No soy envidioso, me pone feliz la felicidad del otro, yo quiero que todos igualen para arriba, que yo sea próspero, que mi vecino sea próspero también. No soy feliz si el otro se cae. Sé que hay gente que sí. Yo no soy así. Pero eso no quita que me moleste que otros sean al revés, aún teniendo de todo te ponen obstáculos para que tú te caigas. ¿Por qué si mi triunfo no les va a opacar el suyo? No se conforman con salir adelante, su dicha es salir adelante y que el otro se caiga en una ciénaga. Y uno se pregunta por qué hay gente así, ¿acaso no somos todos creados por aquel que está más allá de las estrellas de la misma manera, con las mismas oportunidades? Bueno, no. Bueno, es cierto que no. No es lo mismo el que nació en un palacio que el que es un obrero o un campesino o quizás un artesano que está en un escalón más alto. Pero mientras pueda trabajar y ser feliz y tener una pareja estable y tener una familia o amigos con los que conversar, como dije antes, no hacen falta los lujos, los lujos por sí mismos no te hacen feliz. Y eso es lo que muchos no entienden.

 

El jefe de la compañía decidió quedarse treinta amaneceres más en Furca, podía estar con mis amigos más tiempo, estaba feliz. Ahora, la pregunta final de esta sesión es: ¿la felicidad son fracciones de vida o es una continuidad? Porque yo entiendo que son fracciones porque no hay una felicidad perpetua, y tú te adaptas a los malos momentos, como dice un gran Maestro de Luz "Adaptarse no es acostumbrarse porque cuando te acostumbras te sometes a las circunstancias, en cambio cuando te adaptas vas por encima de las circunstancias". Eso lo dice el gran Maestro Johnakan.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 20/02/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

En Aldebarán IV, la entidad relata que siendo joven y habiendo muerto sus padres, vendió todo y partió hacia Turania, en la zona ecuatorial. Tendría que aprender, conocer mundo.

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Entidad: A veces un renunciamiento no es un alejamiento, es una manera distinta de ver las cosas. Yo no renuncié al lugar donde nací, renuncié a su modo, a sus maneras.

 

Mi tierra, Turania, era una tierra próspera, pero a medida que fui creciendo me di cuenta que la sociedad era intolerante con sus regiones vecinas, una época de guerras por límites, por ambiciones. Y si bien yo no era una persona ingenua, ni mucho menos, sabía lo que era la crudeza de la vida. Había presenciado muertes, ultrajes..., pero siempre me creí alguien que bogaba por la paz, por lo cual me alejé de la región.

Mis padres... Mis padres fallecieron siendo yo un adolescente en dos crudos inviernos. Las posesiones que teníamos eran mínimas: una pequeña vivienda, algunos animales. Pude comerciarlos bien, me quedé con bastantes metales en la alforja.

 

El hecho de que me haya alejado de la región renunciando a las batallas con regiones limítrofes no significa que sea un cobarde, había aprendido a manejar bien la espada curva, sabía defenderme, pero no me interesaba derramar la sangre de otros seres humanos salvo que fuera para evitar un ultraje o el daño a una persona indefensa, pero la batalla en sí misma no tenía sentido.

Veía en los demás esos apetitos de poder, apetitos de riqueza, como si fueran a vivir eternamente, ¡je! ¡Ahhh! Es tan... es tan difícil entender a otro ser humano...

Antes de llegar a la zona ecuatorial he recorrido distintas aldeas, distintos poblados, he trabajado en distintas ferias feudales de distintos reinos entendiendo que los apetitos de poder, la ambición desmesurada de tener más metales dorados. He presenciado reyes que han matado a sus hermanos sospechando que le querían robar la corona. ¿Cuánto iban a vivir esos reyes?

He visto reinas que han matado a alguno de sus hijos porque querían que el otro, el favorito, fuera el heredero del trono. Habéis escuchado bien: reinas matando a sus propios hijos.

 

¿Si me sentía decepcionado con la raza humana? No.

He visto también otro tipo de gente, gente dadivosa, gente con compasión, gente que hacía de su lema la caridad, se brindaba, pero eran los menos.

He conocido gente mezquina, he conocido gente con la que no podías conversar porque al día siguiente todos se enteraban de lo que habíamos hablado, gente servil, gente que te cepillaba la ropa y de atrás de clavaba el puñal, gente manipuladora.

Y había aprendido. Había aprendido que todo eso suma experiencia, todo suma experiencia pero todo depende también de cómo manejes eso que has asimilado porque hay mucha gente que vive mil historias sin aprender de ninguna, sin aplicarlo en su propia vida, cómo no cometer errores que han cometido otros, cómo evitar cometer actos hostiles aún inconscientemente, cómo evitar guardar rencor si alguien te hace daño, porque al fin y al cabo, el rencor te va carcomiendo por dentro las entrañas, te consume, te deja hecho un guiñapo. Sí, he aprendido mucho.

 

Recuerdo la primera vez, siendo adolescente, ya mis padres muertos ambos, me empleé en una feria feudal en el condado más cercano a Turania.

Me decían:

-¿Qué sabes hacer, Atrepán? -Mi nombre era Atrepán.

-De todo.

Una señora, ya bastante grande me dijo:

-Joven Atrepán, la persona que dice sé hacer de todo, por experiencia lo digo, no sabe hacer nada.

La miré y le dije:

-Quizá no sepa vender, no sepa diferenciar una mercadería de la otra pero puedo aprender de todo. Soy diligente, me considero bastante astuto e inteligente. -Y me probaron, me probaron siete amaneceres. La mujer quedó conforme. Me dijo:

-Eres bueno, te pagaré tres metales cobreados cada diez días. -Para mí era muy poco, pero como comía en el mismo puesto y tenía una pequeña vivienda con un catre para dormir y una manta para taparme, no pedía más.

 

Y estuve como noventa amaneceres, prácticamente no gasté nada y lo sumé a lo que tenía en la alforja. Tenía metales cobreados, plateados y dorados pero no se lo comentaba a nadie porque no confiaba en nadie, ni siquiera en aquellos que tenían la mirada bondadosa, porque uno no sabe la ambición que puede tener la persona por dentro, la verdad que uno no lo sabe.

Y luego me fui. Trabajé en distintas ferias feudales, en posadas limpiando copas, barriendo pisos, en pequeñas granjas ordeñando animales, trabajando la tierra..., escapaba de lo que era la violencia hasta que me vi forzado a ejercerla.

 

Iba con mi equino, con mi querido hoyuman negro, y en un camino veo a dos hombres acorralando a una joven con intención de ultrajarla. Me detuve y los enfrenté. Saqué mi espada curva. No tenía idea si eran buenos o no con la espada, simplemente quería evitar que ultrajen a la joven y la única manera fue quitar la vida de ambos. La joven era una posadera.

Me preguntó:

-Cómo puedo pagarte lo que has hecho, me has salvado la vida, porque luego de ultrajarme me hubieran matado, no tengo ninguna duda.

Le respondí:

-No tienes nada que agradecerme. ¿Cómo te llamas?

Me dijo:

-Mireya.

-Puedes irte en paz.

-No... -Me abrazó y me besó. Me sentí como incómodo. Reconozco que hasta ese momento, siendo adolescente nunca había besado a una mujer. Pero ahí no terminó la cosa, me acarició y intentó poseerme.

Le dije:

-No, acabo de salvarte de un ultraje de parte de esos dos, de esos dos hombres.

-¿Y qué? -me dijo Mireya-, esto lo hago porque quiero. -Me sentí raro tenía entendido que era el hombre el que intentaba conquistar a la mujer, pero evidentemente entendía poco y nada del género femenino, ella buscaba simplemente un desahogo. Me cogió de la mano y me llevó a un costado del bosque y por primera vez tuve relaciones con una mujer. No sabía cómo actuar ni antes, ni durante, ni después porque al finalizar le digo:

-¿Qué va a ser de nosotros? -Me miró con una sonrisa irónica.

-Acabo de agradecerte -me respondió-, y no va a ser nada de nosotros, me vuelvo a mi aldea, trabajo en una posada. Y tú seguirás viaje y yo me llevaré estos dos hoyumans de estos bandidos y los venderé en el poblado.

-¿Y qué va a pasar con nosotros?

Mireya me dijo:

-No hay nosotros, lo que pasó recién fue algo esporádico; no hubo amor, no hubo nada, un acto físico. -Me sentí como un tonto, me sentí como un tremendo tonto.

Le di la mano y le dije:

-Me alegro igual de haberte conocido, por lo menos sigues con vida.

-Me alegro yo también -dijo Mireya-. ¿Cuál es tu nombre?

-Atrepán. -Y era cierto, habíamos intimado y ella ni siquiera sabía mi nombre.

 

Seguimos viaje cada uno por su lado, ella para su poblado y yo camino a la zona ecuatorial. Tenía entendido que había varios teatros en la zona ecuatorial, y de pequeño muchas veces con amigos turanios habíamos ensayado que éramos grandes guerreros. Sentía que tenía cualidades para trabajar en un escenario si es que no me daba vergüenza que hubiera público mirándome, pero por lo menos la zona ecuatorial era la zona más tranquila de todo Umbro, así que espoleé mi equino y marché para la zona ecuatorial.

 

Mis emociones eran encontradas. Habían pasado dos cosas: Una grave, le había quitado la vida a dos hombres, me sentía como que tenía un malestar en el estómago, era como un golpe interno espiritual. Pero no me arrepentía, dejar con vida a los dos bandidos era haber actuado con cobardía, haber dejar que violen y luego maten a la joven.

Y por otro lado, lo que no me esperaba, el haber intimado con alguien por primera vez. Seguramente la joven se dio cuenta de que... de que yo era inexperto. Por momentos me sentí importante, pero luego me reía de mí mismo cuando la joven dijo: "Esto no fue amor". ¡Qué ingenuo, qué ingenuo! A veces creemos que hemos aprendido de todo y no hemos aprendido nada de nada, nuestro ego nos ciega, nuestro ego nos manipula, nuestro ego hace que creamos cosas que no son, hace que dibujemos en nuestra mente un mundo de fantasía, para bien o para mal.

Pero de eso se trata la vida, de aprendizaje. Lo que pasa que muchos la recorren ¡je, je!, sin haber aprendido nada, y yo esperaba no ser uno de ellos.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 21/04/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

La entidad relata que llegó a un pueblo donde escribía historias para funciones de un teatro. En este pueblo había habido muertes que se llegaron a aclarar gracias a un mento.

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Entidad: A veces, como entidad, eliges volver a encarnar en determinado mundo para continuar aprendiendo las lecciones kármicas, para corregir errores, para sofocar emociones, emociones perniciosas que pueden estar afectando en la vida actual.

Y qué mejor lugar que Umbro, un mundo salvaje, peligroso para desarrollar ese instinto de supervivencia. Sé que en Sol III, a pesar de que en este presente la tecnología ha superado tantas expectativas, y sin embargo el comportamiento humano en momentos de riesgo no difiere del de Umbro.

 

La primera vez encarné como Atrepán, un joven turanio al que no le gustaba la batalla y se fue a trabajar en el teatro ecuatorial. Ingenuo, le costaba entender a los otros seres humanos. Enamoradizo, como adolescente eterno. En el rol de Atrepán pasé muchas vivencias que serán relatadas en su momento.

 

En otra vida encarné en el rol de Darío, donde nos acusaron de buscavidas, y murieron mis padres cuando yo aún tenía mucho que aprender. También estaba relacionado con el teatro ecuatorial pero no a nivel de actuación sino como  escritor, me gustaba mucho escribir. Ahí fue donde conocí a Uriel, al cual le ofrecí escribir su vida penosa, triste -al igual que la mía, ¡eh!, al igual que la mía-, y le comenté que para poder vender esos escritos podía agigantar su drama.

Quizá me faltó tacto, ¿no?, porque Uriel me dijo:

-¿Cómo se puede agigantar la muerte?, ¿cómo se puede potenciar un drama que te explota en el pecho?, ¿cómo se puede hacer más yermo lo desolado? -Y sí, tenía razón, tenía toda la razón.

 

Habíamos llegado al pueblo de Furca, y una joven, Ordenza, muy querible, trabajaba con el almacenero Obregón, y ella tenía infinidad de cuestionamientos con su propia persona. Daría la impresión como que Furca era el centro de las personas cuya desolación del alma era tremenda. Y el misterioso, el enigmático Ezeven, que no quería comentar sobre su vida, sólo dijo un par de veces que no había pasado por muertes, que sus muertes eran simbólicas: abandonos, pérdida interna, soledad...

Recuerdo que una vez le pregunté a Ezeven:

-¿Y cuál es tu refugio?

Me respondió:

-Mi interior.

 

Era el que más metales ganaba en el teatro ecuatorial, la gente se agolpaba para verlo porque es como que flotaba en el aire a casi media línea de altura. La gente con varas largas las pasaba por encima de su cabeza para ver donde estaban los hilos que lo sujetaban. Y no.

Él comentaba:

-Es un truco que lo guardo para mí, si lo divulgo la gente va a dejar de venir.

 

Y si bien Uriel, Ordenza o yo mismo es como que hacíamos catarsis hablando los unos con los otros sobre nuestros dramas, o sobre nuestros dramas y las llagas que teníamos en el pecho, reparaba en la gente del teatro que gracias a Ezeven ganaba tres veces más porque venía tres veces más gente a comprar sus entradas, y sin embargo se molestaban con Ezeven porque él ganaba más.

Y eso pasó siempre, como que el ser humano aun estando bien, aun nadando en prosperidad siempre se va a fijar con aquel que está mejor en lugar de disfrutar lo suyo, en lugar de vivir su vida, como que ese tremendo ego los vuelve codiciosos, maliciosos y ciegos de espíritu.

 

Y todos tenemos dudas, todos. Las tuve yo mismo cuando se encontraron cadáveres de pobres chicas jóvenes ultrajadas y luego perdiendo su vida justo en los mismos momentos en que Ezeven todo vestido de negro con una capucha y a veces embozado desaparecía. Y no hace falta que hablara con los demás, ni siquiera con Uriel, todos mirábamos con mirada torva a Ezeven.

 

Hasta que atacaron a una amiga que también trabajaba en el teatro ecuatorial, Tina, pero fue Ezeven quien la consoló, el asesino logró llegó a escapar sin llegar a violentar a la joven.

Y nos sentimos mal -hablo por mí no por Uriel, ¡eh!, hablo por mí-, yo me sentí mal porque al asesino le habían quedado marcas de uñas en las manos y Ezeven tenía las manos limpias. El teatro ecuatorial era itinerante, faltaban días para que se marchara del poblado y no viéramos más a Ezeven.

La segunda atracción era el payaso, el payaso Jopito, hacía bromas, potenciaba lo tonto que quizá sería en la vida real, que se tropezaba, se golpeaba; los niños lo adoraban. Creo que era fantástica su actuación, las manos con guantes blancos y la cara pintada también de blanco menos los labios rojos y los ojos oscuros.

 

 Hasta que una tarde, lavándose el rostro en un piletón, el propio Ezeven vio cicatrices en el dorso de sus manos. En ese momento yo venía de comprar en el almacén y vi que Ezeven lo cogió de las muñecas y lo increpó:

-¿Y éstas marcas? -El payaso Jopito intentó escapar y a dos líneas cayó de rodillas. Me asombré, ¿le dispararon una flecha, le tiraron un proyectil? Nada.

Gemía, gritaba:

-¡Por favor, no, mi cabeza, mi cabeza! -Y Ezeven al lado.

Se acercaron muchas personas a ver por qué Jopito se arrastraba en el barro y gemía mientras Ezeven le decía:

-¡Confiesa!

Hasta que gritó:

-Sí, yo las ultrajé, yo las maté porque todas mujeres son unas perras. Mi madre siempre me decía que era un inútil y mirad como triunfé, como payaso.

 

Sí. Y no tenía el atenuante de perder la cordura no, era una maldad interna causada por un ego potenciado por el mal trato de la madre y se desquitaba en las pobres jóvenes. Las familias de los niños que lo iban a ver no lo podían creer. Y al día siguiente en la plaza central fue colgado, ahorcado.

 

Mi curiosidad podía más. Le dije a Ezeven:

-¿Cómo... cómo lo has dominado sin mover un dedo? -Ezeven no tenía modo de inventar algo porque no había cómo inventar algo. Me dijo que era de raza mento.

Le digo:

-¿Qué es eso?

-Tenemos una mente distinta a la vuestra.

-¿Pero eres un ser humano?

-Sí -dijo Ezeven-, pero tengo unos poderes mentales que me permiten de alguna manera manejar a otras personas.

-Lo has hecho arrodillar, lo has hecho arrastrar por el fango...

-Sí, y le causado un tremendo dolor de cabeza, y le provoqué visiones oscuras para que confiese.

-¿Y el flotar en el aire, esa especie de levitación también tiene que ver con tu poder mental? -Se encogió de hombros.

-Ya nos vamos del poblado, el dueño buscará otro payaso. Sé que muchos del poblado han sospechado de mí porque soy introvertido, ahora os quedaréis tranquilos.

Se había acercado Uriel y le dijo:

-Tienes que disculparnos, Ezeven, yo también en un momento determinado he sospechado.

Se acercó Tina, se abrazó con Ezeven y le dijo:

-Eres la mejor persona que he conocido, en momentos de crisis me has ayudado. Es más, como limpiaba la jaula de los animales y los camarines, me pagaban casi nada -y nos miró a nosotros-, y Ezeven me daba metales para que me alcanzara para comer, a cambio de nada de nada. Y reconozco que alguna vez quise ser cariñosa con él y me dijo "No, lo que se brinda se brinda de corazón".

Le pregunté a Ezeven:

-¿Y qué pasó con los animales?, no los veo...

-Había tres pequeños cabreños que se paraban en dos patas y saltaban como graciosos. Estaban entrenados para eso, pero a la gente le interesaba más yo y el payaso Jopito.

 

Finalmente el teatro ecuatorial se marchó en sus carromatos, con ellos Ezeven. Los cabritos quedaron a disposición de un granjero que prometió cuidarlos para que se reproduzcan y prometió no matarlos para comer.

Y Tina se quedó en Furca, no quiso seguir con el teatro. Se abrazó con Ezeven y le deseó lo mejor. Ezeven le agradeció. Nos estrechó la mano a nosotros y se marchó. Sentí como que se iba un amigo.

 

Dentro de poco me marcharía yo a continuar con mi camino, al fin y al cabo era escritor de teatro y en este poblado por el momento no había otro teatro para llegar dentro de poco. Así que me marcharía también en otros poblados ecuatoriales para seguir escribiendo historias y poder venderlas en los teatros, por lo menos para que la genta se aprenda los libretos y actúe., historias de guerreros, de aventuras, de andanzas. Y con eso vivía.

 

Recuerdo mi infancia y mi juventud cuando decía que odiaban a los buscavidas, que eso no era un trabajo. Pero el escribir era mucho más sano que asolar aldeas. ¿O no? Tenía mucho por vivir por delante en el rol de Darío.

Y mucho tiempo después me volvería a encontrar con Ezeven, pero en unas circunstancias distintas, con un Ezeven más maduro, con sus dones más desarrollados. Y yo con mi alma más curtida, supuestamente más templada, con más cicatrices, porque lo que no ganas en metales, lo que no ganas en dinero lo ganas en cicatrices. ¡Ahhh!

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 30/06/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Intrlocutora: Karina González

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

La entidad comenta situaciones que vivió mientras actuaba en un teatro. El personaje que interpretaba le levantaba la autoestima de manera tal que cuando dejó la representación siguió comportándose como aquel, lo que le produjo algún inconveniente.

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Jorge Raúl Olguín: Estoy aquí reunido con la Maestra Kar-El, que va a hacer las veces de interlocutora, donde el thetán va a relatar las vivencias de Darío en Umbro.

 

Interlocutor: Bienvenido.

 

Entidad: Muchas gracias. Quiero comentarte algo que es muy disparatado.

Yo trabajé muchos años como escritor de teatro ecuatorial, así fue como conocí a Ezeven, ese ser tan intrigante y a su vez tan cautivador.

Pero ahora voy a contar otra anécdota: Por momentos, tan quizás extenuado de escribir para otros, escribí libretos para mí mismo.

 

Interlocutor: ¿Cómo te hacían sentir esos libretos?

 

Entidad: Porque durante mucho tiempo, gente en distintas aldeas donde íbamos con el teatro ecuatorial hablaba del hombre del norte. El hombre del norte. Seguro que el hombre del norte es fácil de reconocer.

 

Interlocutor: Y dime, ¿tú sabías como reconocerlo?

 

Entidad: Para nada. Honestamente, para nada. Me basaba en lo que decían los aldeanos: Es grande, con barba, usa un casco con cuernos y tiene un hacha gigantesca.

 

Interlocutor: ¿Y para ti era un entretenimiento esto de poder escribir o lo hacías por otro motivo?

 

Entidad: Me sentí con ganas de interpretarlo. Ten en cuenta que el teatro es para chicos también. Entonces me caractericé, no puedo decir me disfracé. Busqué un casco de utilería con cuernos, un hacha pequeña... ¡je, je!, obviamente. ¿Y sabes qué dio resultado? Porque Ezeven, el que hacía trucos especiales, ya no estaba más, entonces necesitábamos recaudar. Y mi función dio un resultado tremendo, me aplaudían a rabiar. Quizá pienses tú como que eso alimentaba mi ego.

 

Interlocutor: Dime.

 

Entidad: En realidad sí, me sentí importante, yo era el hombre del norte. "¿Y qué nombre tienes?", me preguntaba el público. "No lo puedo decir, me reconoceréis por mi casco con cuernos y mi hacha. He dejado tendales de enemigos, las aldeas tiemblan cuando me ven". ¿Y sabes qué?

 

Interlocutor: ¿Qué?

 

Entidad: Lo hicimos en distintas aldeas, una y otra y otra y otra, hasta que finalmente me agoté y dije: Ahora que finalmente junté bastantes metales dejo el acto. Pero cometí una temeridad o una inconsciencia: No me puse mi ropa habitual, me puse la ropa de "El hombre del norte", con cuernos. Claro, en muchas aldeas escucharon a hablar del hombre de norte y solamente con verme corrían.

Llegaba a la taberna y pedía una bebida espumante:

-Sí sí, no hace falta que la pague.

-Necesito un alojamiento.

-Sí sí sí, aquí tiene la llave. Por lo menos voy a poner un cartel que diga: "Aquí se alojó el hombre del norte". -Y estuve semanas viviendo con la imagen del hombre del norte, al punto tal que me lo creía.

 

Interlocutor: Lo que nosotros llamamos "Te comió el personaje"

 

Entidad: ¡Je, je! No, no podría decir que me comió el personaje porque en el fondo sabía que era una patraña, en el fondo sabía que estaba urdiendo una mentira. Ni siquiera sabía si el hombre del norte existía, era una manera de alimentar mi...

 

Interlocutor: ¿Te sentías más seguro, tal vez?

 

Entidad: Me sentía más seguro. Alimentaba mi baja estima, mi inseguridad inventando un rol que nunca supe si existió o no. Hasta que un día llegan al pueblo cuatro personajes muy mal entrazados con la espada al costado, y estaban buscando para desafiar al hombre del norte. La posada no tenía una segunda salida, no había manera de escaparme. Qué iba a enfrentarme a cuatro guerreros. Pero en ese momento, cuando salgo diciendo en mi mente "Soy solo un actor de teatro, se los voy a comentar para que me perdonen la vida". Y aparece un hombre sencillo, común, con ropa de cuero con una espada al costado, cabello castaño, medianamente joven.

Me dice:

-¿Tú eres el hombre del norte?

-Mira, lo que pasa es que... -Levantó la mano, como pidiéndome silencio.

-¿Necesitas que te ayude?

-Lo que quisiera es aclarar las... -Me puso otra vez la mano que me calle-. Sí, si me puede ayudar bienvenido sea.

¿Y qué hizo el hombre? Habló con los cuatro mal encarados, mal entrazados, que descendieron de su hoyuman.

Y les dijo en voz alta:

-En este poblado no queremos peleas. -Me señalaron a mí.

-Él busca las peleas. Él asoló aldeas. Venimos a eliminarlo.

-En este poblado no.

-Si te interpones, tú también caerás. -Los cuatro sacaron sus espadas. Este hombre delgado, por quien nadie hubiera apostado ni una moneda cobreada, sacó su espada y con movimientos rápidos así como de malabarista hirió a los cuatro en la mano, que soltaron sus espadas.

Al que mandaba le puso su espada en el cuello:

-Monten y váyanse. Hoy no va a morir nadie.

Agacharon la cabeza impresionados por la velocidad de manejar el arma de este hombre, montaron sus equinos y se marcharon. Le agradecí.

-Te debo mi vida.

-Me debes un desayuno. -Mostró sus dientes blancos perfectos, sonriendo. Era más alto que yo, por supuesto. Lo convidé a un desayuno. Yo pensé que se iba a pedir una bebida espumante y no, se pidió un té de hierbas y una hogaza de pan.

-Con esto es suficiente para mí. Y luego me voy a ir a practicar. ¿Quieres que te enseñe?

-Disculpa, ¿qué me enseñes a qué?

-A manejar la espada. -Me encogí de hombros.

-Si tú no tienes problemas, sí, pero no tengo espada.

-Tengo una de repuesto en la alforja. -Y sacó una espada más liviana que la suya.

-¿Por qué haces esto?

-Porque te veo indefenso.

-¿No crees que yo sea el hombre del norte?

-Honestamente, no. Si no no hubieras precisado mi ayuda. Aparte, se nota que ese casco es de utilería, y el hacha que llevabas no sirve ni siquiera para cortar troncos, ¡je, je!

Me cayó en gracia, lo sentí como en alguien en quien confiar. Y durante decenas de amaneceres me enseñó a manejar la espada.

Luego me dice:

-¿Me acompañas? Vamos a pueblo Central.

-No, pero no con esta ropa que llevo.

-Cámbiate. Supongo que llevarás metales encima. Ve a los grandes almacenes y cómprate ropa normal en lugar de andar disfrazado, ¡je, je, je! -Se reía pero no burlándose, con simpatía, con empatía.

Y nos marchamos a la ciudad Central, un poblado que había más de dos mil habitantes, enorme. Hasta que llegó a una casa, una casa donde había una señora muy grande con varias hijas y chiquititos. Se ve que eran nietos y nietas. La mujer llegó y lo abrazó.

-Has vuelto, Aarón. -Aarón sonrió y se abrazó con la anciana-. ¿Y el joven, quién es? -Me presenté:

-Mi nombre es Darío, señora. Soy amigo de Aarón.

-Te cuento la historia -me dijo la señora-. Pero siéntate, come algo. -Y mientras yo comía, la señora contaba: Este pueblo fue asolado durante años por distintas bandas hasta que Aarón llegó del norte y él acabó con todos. Desde ese entonces cada cambio de estación vuelve a ciudad Central para ver cómo estamos. Él salvó la vida de miles de personas. Es un señor que lo conozco como si fuera un hijo, un nieto quizás. Pero él ha cambiado la aldea y ha cambiado más allá. Todo el poblado de ciudad Central, no sólo esta aldea.

 

Interlocutor: ¿Y qué sentiste en ese momento?

 

Entidad: Me sentí impresionado. Y le pregunté a Aarón:

-Es una pregunta muy puntual y quizá mis palabras suenen tontas, ¿pero tú no serás el verdadero hombre del norte? -Aarón me miró sonriendo con esa dentadura blanca.

-Sí, soy el hombre del norte. Pero no es cierto que lleve cuernos en un casco, ni que tenga maza, ni que parezca un ser prehistórico; soy un ser normal, común, que manejo un poquito la espada. Y el resto es suerte.

-¿Suerte?, ¿suerte? La gente tiene una idea equivocada, piensan que eres un ser de dos líneas de altura, que eres un gigante, que llevas una hacha de una línea y media.

 

Interlocutor: Suele pasar.

 

Entidad: Sí, a veces la leyenda es más que la realidad.

¿Pero qué pasó? En este caso la realidad superó a la leyenda, porque Aarón no era una bestia impulsiva que asolaba aldeas, era lo opuesto: El verdadero hombre de norte era un ser que salvaba gente. Y a mí me salvó no solamente la vida sino que me la cambió, me enseño a manejar la espada no a nivel de maestría pero por lo menos sí a defenderme. Y además a manejar mi ego, a no aparentar querer ser otro.

Recuerdo que en una charla una tarde Aarón me dijo:

-Darío, no necesitas ser otra persona. Sigue escribiendo libretos de teatro si quieres, para otros. No hace falta que interpretes, sé tú. Que te quieran por quien eres, que te acepten por quien eres, que te busquen por quien eres, no por aparentar ser otro, porque el día de mañana cuando sepan que no eres ese otro te dejaran de lado. ¿Te sirve?

-No, por supuesto que no -le respondí. Y aprendí la lección: Tratar de ser yo mismo.

 

Interlocutor: Que hermoso mensaje y que linda experiencia.

 

Entidad: Gracias a ti por permitirme contar esta vivencia en el rol de Darío.

 

Interlocutor: Ha sido un gusto estar aquí para ti. Hasta todo momento.

 

Entidad: Hasta todo momento.

 

 


Sesión del 13/07/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Jonhakan Ur-El y Thetán de José J.

Johnakan explica con mayor detalle lo ya develado, que una entidad suprafísica puede encarnar hasta un 30% de su ser, o sea, hasta tres veces, hasta tres 10%. El thetán relata que además de aprender armas para defenderse aprendía del hombre del norte cómo era su comarca, su mundo. Iba con él hacia lugares donde los bárbaros habían dejado víctimas. No le había escondido que podían morir a manos de un poderoso manejador de mentes. Pero era más fuerte la lealtad hacia él que lo que se le avecinaba.

Sesión en MP3 (884 KB) Prólogo de Jonhakan Ur-El

 

Me comunico con vosotros. Mi nombre es Johnakan Ur-El, el thetán de este receptáculo.

 

Hace cien mil años encarné en Gaela, en Mágar, como el profesor Zarándok. Pero a su vez, otra parte mía, otro 10%, encarnó como Jorge Clayton muchísimo más tarde, en 1946.

Poco tiempo antes de 1970, cuando Clayton cumple veinticuatro años, Zarándok desencarna. Un discípulo muy querido, Nándor Ferenc, perseguido por la Orden del Rombo se traslada a Plena y se hace muy amigo de Clayton.

 

Con el thetán de Walter pasó una cosa muy similar en Umbro, el cuarto mundo de Aldebarán, donde encarnó como un labrador que fue secuestrado por las amazonas, y luego fue dejado libre. Uno de los pocos que fue dejado libre.

Antes de desencarnar, otro 10% de su thetán nació en Krakoa con el nombre de Gualterio, que luego resultó ser Anán, príncipe, hijo de reyes. El labrador murió tiempo después pero no antes de que encarnara otra parte del espíritu de Walter, como Gualterio.

 

En el caso de José Juan, encarnó en Umbro como Atrepán, un joven turanio, y como Darío, escritor de teatro.

Atrepán desencarnó mucho tiempo después de que naciera Darío, el escritor de teatro. O sea, que el espíritu de José había encarnado en Umbro, el cuarto mundo de Aldebarán, antes de que desencarnara Atrepán.

Pero eso no es todo. Los padres, causalmente, le pusieron a Darío como primer nombre Atrepán, desconociendo totalmente que en la ciudad de Turania había una entidad hermana de su mismo espíritu que había encarnado también como Atrepán. El escritor de teatro siempre fue conocido como Darío, pero muchas veces lo llamaban Atrepán también. Cuando él conoció a Aarón, al verdadero hombre del norte, se dio a conocer como Darío, pero muchas veces en conversaciones nocturnas a la luz de las estrellas decía que le gustaba ser llamado Atrepán. Y así fue como lo llamó Aarón, el verdadero hombre del norte, a quien él, bastantes amaneceres atrás, interpretaba en su obra de teatro.

 

Se ha develado que un espíritu puede encarnar hasta un 30% de su entidad en tres unidades biológicas distintas que pueden o no, conocerse entre sí y vivir al mismo tiempo como pasó en Gaela con el profesor Zarándok y Jorge Clayton.

Y ha pasado en muchísimas ocasiones con muchísimas entidades. Si no se han relatado más es porque no ha llegado el momento. Nada más quería comentar esto.

 

Y pasamos a una sesión de José, que va a ser grabada en dos partes.

 

Gracias por escucharme.

 

 

Sesión en MP3 (1.517 KB) Primera parte

 

Entidad: Recuerdo cuando escribía historias de fantasía en los distintos teatros ecuatoriales.

Me decían:

-Atrepán, eres un genio. Cómo inventas esas historias y la gente cómo se entusiasma al escucharlas.

 

Pero me di cuenta que la realidad es mucho más compleja, más salvaje, más difícil de entender, más difícil de digerir porque conoces seres humanos que no logras captar el porqué hacen lo que hacen.

Dicen que lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia, pero quizá este mundo sería más sencillo si la mayoría fuera indiferente. Pero no, es un mundo donde impera la crueldad, el salvajismo y la insensibilidad cuando ves hordas de salvajes que violan jóvenes sin ninguna piedad, sin ningún remordimiento, sin ningún arrepentimiento.

 

Y estando con el verdadero hombre del norte, Aarón, aprendí tantas cosas... ¡Je, je, je!, yo lo describía en la zona ecuatorial como un salvaje, con un casco con cuernos.

Hasta que por causalidad lo conocí personalmente, y resultó ser alguien afable que ayuda a la gente y que lucha justamente contra esos insensibles, crueles, despóticos.

 

Un día me dijo:

-Tienes que seguir tu camino, Atrepán. Tengo mucho que hacer y en este tiempo te enseñé a defenderte.

Le respondí:

-No soy bueno como tú...

-No, habría que practicar cientos y cientos de amaneceres para ello y no tengo ese tiempo. Voy a distintas comarcas.

-¿En qué te molestaría que te acompañe?

-No, no se trata de que me molestes, me agrada tu compañía, Atrepán, pero si tengo que solucionar conflictos en alguna aldea me atrasaría haciéndome cargo de ti también.

Mi ego se ofendió, y le dije:

-No soy un niño al que tengas que cuidar, ¿acaso no me has enseñado a defenderme? Es cierto, no soy diestro como tú con la espada, pero he aprendido bastante. No soy un niño al que tengas que cuidar. Deja que te acompañe. -El hecho de que le hice dudar ya era una pequeña esperanza.

Hasta que finalmente me dijo:

-Está bien, vendrás conmigo. En distintas aldeas se comenta que muy al norte hay campesinos, labradores, distintos aldeanos que están siendo dominados mentalmente.

-No entiendo -comenté. -Aarón me miró.

-¿Cuánto conoces de Umbro? ¿De verdad crees que todo lo que... No solo tú, no eres el único escritor de teatro ecuatorial, hay cientos que trabajan por cuatro metales cobreados.

-Lo sé. Yo también he pasado hambre. ¿Pero a qué viene esto? -pregunté.

-Acá hay muchas historias que son reales. Por ejemplo los dracons.

-¿De qué hablas?

-Los dracons son reales. No es cierto que lancen fuego, pero exhalan vapor hirviendo que puede quemar a una persona. Y también existen los llamados mentos. -Fruncí el ceño.

-¿De qué me hablas?

-De que hay seres humanos normales por fuera, pero que por dentro pueden dominar la mente de otros haciéndole ver cosas o directamente atacando los centros nerviosos haciendo que la persona sienta un inmenso dolor al punto tal de dejarlo sin sentido. Y otros más poderosos aun pueden dominar aldeas enteras.

Yo no era lento, era rápido para entender:

-¿A esto te referías cuando en el norte hay aldeanos que están como poseídos?

-En realidad están dominados por un hombre que aparentemente vino del imperio Atauro.

-Nunca escuché hablar del impero Atauro.

-¡Ah! El imperio Atauro está prácticamente bordeando con el mar del este.

-¿Hay otro mar al este?

-Por supuesto. Y dicen que su ciudad principal tiene cien veces mil personas.

-No puede ser, no puede haber tantos habitantes en una ciudad.

-Así me dijeron. Ten en cuenta que los rumores entre las aldeas corren más rápido que reguero de pólvora.

-¿Pólvora?

-Justamente. La pólvora es oscura y es un invento del imperio Atauro. Pueden hacer armas que pueden llegar a destruir fortalezas. Pero eso no es lo que preocupa, lo que preocupa es que hay un hombre con poderes mentales que domina aldeas enteras. Lo que no sé es cuál es su fin, el porqué hace eso. ¿Sigues pensando, Atrepán, en acompañarme?

-¿Piensas ir para ese lado?

-Así es -me respondió Aarón-. Entonces, ¿qué decides?

-Iré contigo.

-Vendrás conmigo, pero ante la menor duda, ante el menor titubeo te dejo en el camino.

-No dudaré -le prometí-. Iré contigo.

 

 

Sesión en MP3 (2.092 KB) Segunda parte

 

Entidad: Íbamos cabalgando hacia el norte con nuestros hoyumans, mi mente era un remolino de emociones.

 

Mi vida había cambiado; por un lado me sentía excitado, expectante ¡Uf! Pero por otro lado me sentía... arrepentido no era la palabra, al fin y al cabo era mi decisión, pero pensaba en aquellos tiempos tranquilos donde simplemente tenía una habitación en la cual escribía mis historias que luego los actores interpretaban. Quizá, tal vez el primer paso del cambio lo di cuando comencé a interpretar mis propios escritos en base a una supuesta leyenda que había escuchado en distintas aldeas donde íbamos con los carromatos del teatro itinerante.

 

Y empecé a escribir historias, ¡je, je!, ficticias, por supuesto, sobre el hombre del norte: Salvaje, despiadado, insensible y enorme, de más de dos líneas de altura, con un casco con cuernos, con cuernos que seguramente se los arrancó a algún animal vivo y luego lo dejó ahí tirado.

Y me armé un casco de fantasía con cuernos de fantasía, que con el tiempo fue mejorando al punto tal que en algunas aldeas se preguntaban, "¿Interpreta al hombre del norte o es el hombre del norte que finge ser un actor para ganar metales?". Y empezaron a temerme,

 

Y mi ego se acrecentó. Ya venía con baja estima y de repente que la gente se aleje de mi lado y me miren con ojos despavoridos...

 

Hasta que pasó lo que tenía que pasar: llegar a enfrentarme con gente que manejaba la espada.

Y estuve al borde de la muerte, hasta que un desconocido llamado Aarón me salva la vida.

Pero lo irónico, lo tremendamente irónico es que ese hombre, excelente con la espada, con ropas comunes, carismático era el verdadero hombre del norte. ¡Je, je, je! Irónico porque era un tipo bondadoso que ayudaba a distintas aldeas, que las limpiaba de forajidos arriesgando, obviamente, su propio pellejo.

Y él fue quien me enseñó el arte de la espada. ¿Si aprendí mucho? Honestamente, no. ¿Si sabía defenderme? Sí, pero no contra espadachines buenos.

 

Decidí acompañarlo. Ofreció resistencia.

Me dijo:

-Mira, Atrepán, yo voy al peligro, no conviene que vengas conmigo.

-¿Y qué voy a hacer?

-Volver a escribir historias.

-No. -Pero tendría que haber dicho sí, aunque ya era tarde. Ya íbamos cabalgando para el norte donde un hombre con unos poderes mentales podía manipular la mente de decenas o más, a su favor.

 

Siempre me consideré no tímido pero tampoco una persona que se zambullía en un río lleno de lagartos, porque una cosa es ser temerario y otra cosa es ser un tonto, ¡je, je! Y lo que estaba haciendo ahora Aarón era meterse de cabeza en un río lleno de cocodrilos. Y había ganado la suficiente confianza como para decírselo.

-Aarón, sé que no conozco mucho pero nunca he visto a una persona que maneje la espada tan bien como tú. Pero si ese hombre de poderes mentales es tal cual lo comentan en algunas aldeas puede inducirte a que tú mismo te cortes el cuello. Entonces no entiendo el afán de ir.

Aarón se dio vuelta sin detener su cabalgadura y me sonrió:

-¡Je, je! Atrepán, yo no lo pienso enfrentar, quiero ir más cerca de donde él está, averiguar si su afán es de conquista o a su vez le está sirviendo a alguien o por qué hace lo que hace. Porque cuanto más nos acercamos más saben los aldeanos. Y y comentan que él era la mano derecha del emperador del imperio Atauro. Y aparentemente la hija del emperador se escapó y él la persigue hacia el oeste.

-Y si fuera así, ¿para qué necesita esclavizar tribus con su mente?

-Muy sencillo, Atrepán, por si hubiera oposición o gente que la defendiese. Y si estuviera oculta en alguna aldea, este hombre tan poderoso con su mente puede hacer que los aldeanos la señalen. "Aquí, aquí está escondida".

 

No solamente yo me jactaba de ser un buen escritor de obras de teatro ecuatorial, también me jactaba de tener sentido común. ¿Tímido? No, no lo creo, si no no me hubiera arriesgado a acompañar a Aarón, al verdadero hombre del norte.

Pero sí tenía sentido común, por eso le preguntaba:

-Mi querido amigo, y te digo amigo porque en el tiempo que estuvimos juntos te puedo considerar como tal. -Aarón sonrió callado esperando a que siga hablando. Y continué-: Supongamos que llegas, ¿qué más, qué puedes hacer?

-Preguntar a los aldeanos que aún no están contaminados con esa mente poderosa, quizá sepan dónde está. No pienses que solamente puedo manejar la espada, me considero un eximio tirador con arco; puedo acertar a un blanco a doscientas líneas de distancia. Y quizá si supiera donde está este mento quizá pueda matarlo a distancia.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando le pregunté:

-¿Acaso sabes si él no puede percibirte o percibir tus emociones, en este caso negativas para él, a doscientas líneas, a quinientas líneas y ya pueda dominar tu mente a esa distancia? ¿Acaso estás seguro?

-No -me respondió Aarón-. Pero nunca fui una persona pasiva, soy más bien activo. Y sin conocer a la persona, si supiera que tengo la mente un poquito más lenta, más turbia te diría: "Coge las riendas de mi hoyuman y apártame de aquí".

-Claro. Salvo que nos perciba a los dos y nos maneje mentalmente a los dos. ¿Quién nos va a apartar en ese caso?

-Te lo dije, te lo dije bastantes amaneceres atrás, que no te convenía estar conmigo.

-No, te seguiré.

-¿Aún a riesgo de tu vida, Atrepán?

-Sí, Aarón.

-Bien. Entonces te pediré un favor: no pongas más peros. He librado aldeas, he librado poblados pero soy un ser humano, y te confieso que muchas veces he titubeado. No te pienses que me arrojo a un río lleno de caimanes, no, pero tampoco me acompañes para minar mi valentía, porque puedo titubear.

-¿Y qué hago -le pregunté-, me callo?

-No, háblame de cualquier cosa, pero no me hagas tambalear mi decisión con tus dudas. Llegado el momento veremos. -Asentí con la cabeza.

 

Y me pregunté, azuzando a mi hoyuman, ¿éramos dos audaces o dos inconscientes?

 

 

 


Sesión del 28/07/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José J.

Acompañaba al Hombre del Norte, iban hacia el imperio Atauro. Les atacaron en un bosque y su amigo cayó. Acostumbrado a usar aquel rol en el teatro le tomó el apodo.

Sesión en MP3 (2.103 KB)

 

Entidad: Voy a hablar de los roles. En este caso no sé sin roles del ego, hablo de roles del ser humano.

 

Recuerdo que en la zona ecuatorial, como escritor de teatro, escribí cien historias, cien, con cien roles distintos. ¿Y cuando naces y te ponen un nombre, no te están implantando un rol? ¿No te están diciendo: "Tú vas a ser tal", por decisión de quienes nacieron antes que tú? ¡Ja, ja, ja!

Siempre me puse a pensar por qué mis padres me pusieron doble nombre, a mí gustaba mi primer nombre, Darío, pero también me llamaban Atrepán.

 

Y como thetán puedo decir que ese rol ya había tenido un rol anterior como Atrepán, un joven nacido en Turania.

 

Y hablando de roles recuerdo que interpreté en el teatro ecuatorial al famoso pero a su vez desconocido Hombre del Norte, temible, feroz.

Hasta que un día un tal Aarón me salva la vida, un hombre muy ducho con la espada pero empático, atento. Y cuál es la sorpresa que era el verdadero Hombre del Norte.

Nos hicimos amigos y me enseñó el arte de la espada. Y le digo arte porque manejar bien la espada era un arte, y más en un mundo tan salvaje donde podías perder la vida a cada día, ¡je, je!, a cada instante.

Y en un momento me dijo:

-Nos separamos porque voy a ir al norte a investigar a unos aldeanos que están poseídos por un temible mento. Maneja sus mentes. -Y lo acompañé.

 

En el camino cada día seguíamos practicando con la espada. Nunca iba a alcanzar su destreza pero cada día era más rápido, cada día aprendía más. Aarón me decía:

-Haz de cuenta que la espada es parte de tu brazo, es parte de tu ser, úsala para defenderte, únicamente para defenderte. Y no te hagas el héroe. Si ves que en un camino hay muchos maleantes es preferible esconderte o huir antes de enfrentarte. El que seas experto con la espada no significa que vas a vencer a varios a la vez, porque no es así.

 

Y seguimos andando por los caminos hasta que finalmente nos sentamos frente a una fogata y hablamos sobre el tema de los roles.

Aarón me dijo:

-Nunca tuve ese problema, no me identifico con nada ni con nadie.

-¿Cómo no?, -le dije-, tienes un apodo que te precede, el Hombre del Norte. -Se encogió de hombros.

-Como si eso me diera ventaja.

Le dije:

-En la época que yo me disfrazaba de un inventado Hombre del Norte con un casco con cuernos, había gente que me temía.

-Gente pacífica -contestó Aarón-. Los verdaderos guerreros lo que hacen es desafiar al supuestamente mejor espadachín para ser ellos el mejor.

Y le pregunté:

-¿Y hay alguien mejor?

-¡Je! Si me preguntas si puedo identificar al mejor, desde ya te digo que no porque siempre va a haber alguien mejor. Y si ese alguien mejor no pierde lo van a vencer los años, porque lo van a hacer lento, torpe, falto de reflejos y otro mejor va a acabar con él. Porque lo que te termina venciendo no es tu rival, son tus años, el tiempo. -Me quedé meditando.

-Hay gente que se pone apodos para sentir que es más temerario. -Aarón se encogió de hombros.

-Con un apodo no vences a un contrincante, lo vences solamente con la espada. Los apodos son lo que tú decías antes, roles, papeles que interpretas como en el teatro ecuatorial. Pero no eres tú, estás representando a alguien que no eres tú. Le pregunté.

-¿Y qué mal hay en eso?

-No pasa porque haya algo malo, sencillamente no eres auténtico el buscar ser alguien más. Pienso que cada persona debe ser quien es.

-¡Je, je! -Sonreí-. Es muy complicada la manera en que hablas.

-Para nada, para nada -dijo Aarón-. Somos quienes somos, no somos un nombre que nos pusieron, no somos nuestros padres. Podemos heredar facciones, el color de piel pero no necesariamente el carácter. No necesariamente. Por eso digo: "Yo me considero una persona, no un rol". -Asentí con la cabeza, meditando. -Seguimos viaje.

 

Dos amaneceres después llegamos a un bosque.

Me hizo un gesto, cogimos de las riendas a los hoyumans y desmontamos.

En voz baja le dije:

-Qué pasa.

-Nunca hay tanto silencio en un bosque. Bufidos de animales, el canto de los pájaros... no se escucha nada.

 

En ese momento vimos a unos aldeanos armados con arcos y flechas, y dispararon a cuarenta y cinco grados hacia nosotros.

-Rápido. -Me empujó hacia unas rocas. Cayó una lluvia de flechas. En ese momento se escuchó como una especie de griterío, los aldeanos corrieron. Me asomé prudentemente y vi que ya no estaban.

Lo miré a mi compañero y le dije:

-Salvamos el pellejo... ¡Aarón! -Y miré las flechas que tenía clavadas en su cuerpo, y que le habían quitado la vida. Me sentía desvalido, desprotegido. Me había acostumbrado a la compañía de Aarón, y ahora solo.

 

En ese momento vi que se acercaban varias personas. Uno de ellos, el que llevaba la voz cantante, joven, apuesto miró a mi compañero:

-Lamento que haya fallecido, los aldeanos estaban poseídos por un mento que fue derrotado.

Me miró y me dijo:

-Mi nombre es Gualterio. ¿Cómo te llamas?

Me paré y le dije:

-Mi nombre es Aarón, más conocido como el Hombre del Norte.

Volvió a mirarme y dijo:

-Nosotros vamos hacia el este, al imperio Atauro.

Miré al grupo y pregunté:

-¿Puedo ir con vosotros?

El que llevaba la voz cantante, Gualterio, asintió con la cabeza:

-Ven con nosotros, Aarón.

 

Atrás había un guerrero canoso, corpulento. Dijo:

-Mi nombre es Geralt. Así que tú eres el Hombre del Norte. -Se acercó a mi compañero caído, le miró las facciones. Volvió a mirarme a mí y sonrió-: Bienvenido al grupo, Aarón.

-Gracias -respondí-. Pero estaba convencido que ese guerrero, Geralt, había reconocido a mi compañero muerto, pero no dijo nada.

 

¿Por qué lo había hecho?, ¿por qué en el fondo de mi ser había adoptado un nuevo rol? No tenía una respuesta. ¿Inseguridad?

El verdadero Aarón, al que consideré mi amigo, me había dicho: "El rol no hace que venzas a los enemigos, sólo tu espada".

Entiendo que adoptar otro rol es irracional, ¿pero en este mundo salvaje llamado Umbro, qué es lo racional, sobrevivir cada día?

 

Gualterio dijo:

-Llevemos el otro hoyuman. -Monté mi equino y acompañé al grupo hacia el imperio Atauro, en el este.