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Psicoauditación - José Luís B. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 23/05/12 Se generó muchos engramas por no sentirse a la altura de los acontecimientos. Tuvo que soportar la traición de su amada con su amigo y quedó tocado el resto de su vida sin poderse recuperar.
Interlocutor: Vamos a contactar al thetán de José Luis. ¿Estás aquí?
Entidad: Sí, estoy aquí.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Mal.
Interlocutor: Dime, ¿qué te sucede?
Entidad: Según los Maestros de Luz cada vida que tú emprendes en el plano físico supera a la anterior puesto que vas aprendiendo lecciones kármicas y hipotéticamente te vas elevando de nivel o aunque no te eleves de nivel tus experiencias pasadas te moldearan, de alguna manera, para enfrentar nuevos desafíos.
Interlocutor: Se supone que generalmente debiera ser así pero entiendo que no siempre sucede, que muchas veces cuando un thetán se queda apegado a roles, a situaciones, experiencias dolorosas, frustraciones, desengaños y engramas a veces sucede que si no tenemos la capacidad de superar espiritualmente esos obstáculos y crecer y solo nos quedamos con el dolor de la experiencia a veces podemos hasta bajar de nivel. ¿Cómo lo ves eso?
Entidad: No lo había pensado. Y bajas de nivel porque el dolor...
Interlocutor: No te permite evolucionar.
Entidad: Y fomenta el ego, claro.
Interlocutor: El ego fomenta los sentimientos negativos.
Entidad: Pero no quiero excusarme. Entiendo que en cada vida me han pasado cosas funestas, difíciles, increíbles de comprender.
Interlocutor: Tú, como thetán, ¿te sientes apegado a algún rol de alguna vida pasada o estás compenetrado en el rol de esta encarnación como José Luis?
Entidad: No, entiendo que estoy compenetrado en el rol de esta encarnación pero aparte no, no tengo ningún apego por los roles anteriores, por todo lo que me ha pasado.
Interlocutor: ¿Qué deseas de esta encarnación?
Entidad: Que mi 10% esté bien pero, ¿cómo puedo transmitirle armonía, perseverancia, voluntad si yo mismo, como thetán, no la tengo?
Interlocutor: Y, ¿por qué crees no tenerla?
Entidad: Porque tengo muchas cicatrices espirituales. Lo traduzco a este receptáculo de una manera entendible: el espíritu tiene cicatrices energéticas, por así llamarlo, que guarda en su memoria los dolores no resueltos, emociones no resueltas, situaciones no resueltas.
Interlocutor: Entonces, ¿es más o menos lo que veníamos hablando en el comienzo?
Entidad: Mira, sin ir más lejos, no fue mi última vida. En el siglo XVII tuve una vida en la Toscana. Me llamaba Giuseppe Marinotti. Era feliz. Mis padres eran tenderos. Trabajaba con mi padre con cosas artesanales mientras mi madre lo hacía con ropa. Fui un joven bastante feliz. A medida que crecí me dediqué, aparte, a escribir. Era romántico, en una palabra, pero quizá me refugiaba en el romanticismo porque era mi...
Interlocutor: ¿Tu escape?
Entidad: Mi escape, porque si bien yo tenía diálogo en lo escrito, no tenía diálogo en lo práctico. Cuando tenía que hablar con una persona del sexo femenino es como que era más bien parco.
Interlocutor: O sea, como que eras introvertido y por medio del arte sentías que podías expresarte. ¿Puede ser?
Entidad: Mira, es como que hubieras leído mi concepto porque aparte pintaba. Puedo jactarme de que o bien no sabía pintar o bien fui el creador -que no trascendí en la historia- del arte abstracto. De verdad que mi arte abstracto era único. Pero, claro, en Toscana decían que -como decís vosotros hoy en este siglo XXI- eran mamarrachos y a mí no me lo parecía.
Interlocutor: Lo importante es lo que a uno le haga sentir bien.
Entidad: No sé si me hacía sentir bien escribir o pintar; era, sí, una vía de escape.
Interlocutor: Era la manera en que tú te expresabas.
Entidad: Conocí a Marcella Donabio, una joven alegre, de familia hoy llamarías de clase media, bonita. Impensable que se fijara en mí. O sea, yo me miraba y mi imagen reflejaba un rostro atractivo, supongo, pero ella era pretendida por muchos y se fijó en mí. Aparte, yo no tenía una posición económica estable, era más bien lírico; hoy le llamarías bohemio, como diríais en vuestra región. Quizá por mi romanticismo era enamoradizo -vosotros tenéis un ensayo de lo que es el enamoramiento- o quizá yo no sentía amor, quizás sentía enamoramiento. Me deslumbraba, hablaba y hablaba ella, y yo escuchaba y escuchaba. Hablaba de mil temas y de repente cambiaba: me hablaba de un tema y de repente saltaba a otro tema pero yo me sentía extasiado escuchándola. Estuvimos como ocho meses saliendo. Para mí besarla fue, no sé, el sueño de estar con los ángeles, algo que no se puede describir con palabras, ese modelo de éxtasis. Obviamente la respetaba. Acuérdate de la época, del siglo, más de un cálido abrazo no iba. Y luego de ocho meses tenía un amigo, Alain, que venía de Francia y se había hecho muy pero muy amigo mío. Él era una persona que trabajaba con cueros. Viajaba a Toulouse -viajaba, incluso, hasta París- y volvía a Toscana. Yo sentía como cierto pudor porque decía "un hombre que ha conocido ciudades tan importantes y venir a Toscana...", pero el del problema era yo, el del...
Interlocutor: ¿El que no te valorabas, quizás?
Entidad: No a mí; no valoraba mi vida, mi ciudad. Me hubiera gustado conocer mundo. Cuando Alain conoce a Marcella es como que no se caen bien el uno al otro. Ella dice que él era un presumido, un altivo, como que se cree más de lo que era y mi amigo me decía que ella es muy linda pero era hueca, como que hablaba por decir y que tú no puedes casarte solamente con un cuerpo bonito porque no tenía mente.
Interlocutor: Siempre lo importante es lo que uno sienta, cómo se sienta uno con respecto al otro y la aprobación o no de los demás no es algo que deba ser contundentemente terminal para ti.
Entidad: No, claro pero mi dolor era más fuerte que si mi ego se ofendiese. Lo digo desde el punto de vista thetán. Me incomodaba que no se llevaran bien porque a una la amaba y al otro lo apreciaba casi como a un hermano. A veces cuando él venía a comer mis padres lo atendían de maravilla pero ella se excusaba de venir cuando él estaba y de alguna manera me sentía cómodo con esa situación porque en el fondo yo tenía lo que hoy llamaríais complejo de inferioridad con respecto a las mujeres y todavía no comprendía cómo ella estaba conmigo. La sentía superior a mí, y que se fijara en mí… ¡Imagínate! Él era un joven gallardo y me sentía tranquilo al saber que no se soportaban. Un día él tuvo que viajar a Toulouse a llevar unos cueros y se ausentó por tres días. Esa noche teníamos un encuentro con quien era mi novia pues sus padres habían viajado hasta Milano. Voy hasta su humilde morada y escucho risas y golpeo a la puerta. Obviamente, como cortés que soy, como educado no voy a entrar directamente por más que fuera mi novia; tendría alguna amiga. No escucha mi golpe, mi llamada y cojo el pomo de la puerta y entro. En la sala no había nadie y en el dormitorio me encuentro con mi novia y mi amigo intimando -lo vuelvo a repetir, intimando-, siendo que conmigo jamás había intimado. Vosotros hoy, en este presente, habláis de machismo pero esa palabra no existía en nuestro vocabulario en esa época.
Interlocutor: ¿Y la palabra dignidad?
Entidad: Dignidad u orgullo herido, no sé, como quieras llamarle. A ver, me analizo a mí mismo en ese rol. No es que no me haya molestado la traición o que no me haya herido la traición. Aparte, ¡qué hipócritas!
Interlocutor: Fue una traición doble.
Entidad: Figuraba que no se soportaban. No, ¿sabes lo que me molestó?
Interlocutor: Que no había estado contigo.
Entidad: Que no había estado conmigo, o sea, me fijaba más en por qué él sí y yo no, y no que me engañara.
Interlocutor: Claro, en ese momento lo sentiste así. Habrá sido un chasco, un golpe muy fuerte, una sorpresa...
Entidad: No, ya ves que pensaba más en ellos que en mí, como ingenuo, como tonto. Y retrocedí sobre mis pasos como queriendo que no me advirtieran. Pero él dijo: -¿Quién anda ahí? Y, bueno, ya estaba casi expuesto, no iba a huir como un ladrón en la noche y me presenté ante ellos. No dijeron nada. Él después dijo: -¿Qué haces tú aquí? -Disculpa, vengo a ver a mi... bueno, a ella. Y allí sí me cogió un impulso y le digo: -¿Qué pasa con el odio que se sentían? Y él, lo más tranquilo, me dice: -No cambié mi forma de pensar, no la soporto. Simplemente gozo con ella. Y me dirijo a ella. -¿Y tú? -Me da lo que tú no me das. -¡Lo que yo no te doy! Lo que tú nunca me has permitido. -¿Y tú lo has intentado? -Te he respetado -le respondí. -¿Te he pedido que me respetes? ¿No te dabas cuenta de cómo eran mis besos? -Sí, pero nunca estuve con una joven intimando, no sé cómo es un beso y cómo es otro beso. Mi amigo me dice: -Esto no tiene nada que ver. Esto es algo pasajero, no hay amor entre nosotros. Tú puedes seguir tu vida con ella. -Perdón, ¿que yo puedo seguir mi vida con ella? ¿De qué estamos hablando? Ella es una cualquiera y tú no digo de batirme a duelo porque yo me manejo con la pluma y tú te manejas con la espada. O sea, que ni siquiera puedo tener la dignidad de desafiarte. Bueno, haré de cuenta de que ninguno de vosotros existe más para mí.
Interlocutor: ¿Cómo seguiste...?
Entidad: Ella se ofendió: -¡Te he dado meses de mi vida y así me lo pagas, haciéndote el ofendido! Te juro que me reí. Le digo: -Te estás ofendiendo tú. Mira cómo estás, apenas tapada con una sábana. ¿Vosotros estáis ofendidos? ¿Os estáis burlando de mí? O sea, que yo soy tan tonto que... No tiene sentido seguir hablando. Quizá lo que hice a continuación fue algo negativo.
Interlocutor: Dime.
Entidad: En todo Toscana -a mis padres obviamente también- conté lo que pasó. Acordaos que era un pueblo pequeño comparado con lo que es hoy Toscana. ¿Sabes la reacción de la gente?
Interlocutor: Dime.
Entidad: Dijeron: -Qué poco hombre que eres ensuciando así a una mujer. -Perdón, te estoy contando que mi novia me traicionó con mi mejor amigo. ¿Y yo soy el poco hombre? La mitad de la población estuvo a favor de ella; os juro que no entiendo a la gente. El posadero Ramón, que era un joven que hacía siete años que había venido de España, fue el único que me comprendió. Era un joven tosco, siempre con barba incipiente. Nos hicimos amigos y cambié la pintura por los tragos.
Interlocutor: Mala elección, ¿verdad?
Entidad: Me dediqué a beber, me dedique a...
Interlocutor: Descuidarte.
Entidad: ...descuidar mi vida y...
Interlocutor: Y eso no cambió tu vida. Descuidarte ni en esa vida ni en ninguna vida te permite estar mejor.
Entidad: Pero me ha pasado en distintas vidas, que he sentido el deseo de lastimarme por abandonos, por traiciones.
Interlocutor: ¿No será que de alguna manera, quizás inconscientemente, tratabas de echarte la culpa de lo que te sucedía? Te sentías culpable por algo malo que alguien te había hecho y, en realidad, tú no tenías la culpa.
Entidad: No, no me sentía culpable. Me sentía como que hice el papel de tonto. Como que...
Interlocutor: ¿Como que buscabas castigarte de alguna manera?
Entidad: No, no buscaba castigarme, buscaba refugiarme en la bebida. Y eso que decís vosotros en este presente, que uno bebe para olvidar... nunca escuché algo tan absurdo. La bebida no te borra la memoria, la bebida puede embotarte la mente, algunos se ponen agresivos, otros lloran, otros ríen.
Interlocutor: ¿Y a ti qué te producía?
Entidad: Melancolía. Era taciturno, hablaba solamente con Ramón.
Interlocutor: ¿Y para qué lo hacías?
Entidad: En el fondo, analizándolo hoy como thetán en la distancia, es como que quería que me pasara algo malo para que tanto él como ella tuvieran remordimientos. Pero, ¿sabes qué?
Interlocutor: Dime.
Entidad: Mis padres se preocupaban tanto por mí y yo no les prestaba atención. Un día estaba tirado en la acera y pasó ella con una amiga y ella le dijo a la amiga en voz alta: -Esto era lo que era mi novio, mira de lo que me salvé. No dijo "este", dijo "esto" como si yo fuera un objeto. Y en mi poca lucidez por el alcohol entendí que bebiendo no le daba lástima a nadie -no por lo menos a ella-, al contrario. No me recuperé de esa vida. Desencarné antes de los 30. Mis padres me sobrevivieron y eso que la expectativa de vida de esa época era mucho menor a la actual. Luego como espíritu 100% entendí, como primera medida, que yo tenía que haber agotado todas mis energías en triunfar, en salir adelante y refregarle por el rostro "mira lo que he logrado sin ti".
Interlocutor: Aunque en realidad debieras haberlo hecho por ti mismo y no para demostrarles a ellos nada.
Entidad: A eso me refería; eso sería la segunda etapa. La segunda etapa sería mientras yo trate de demostrarle algo a ella o a Alain o a quien fuera.
Interlocutor: Es porque los consideras importantes.
Entidad: Es como que busco la aprobación de ellos. Entonces, como primera medida pensé en hacerlo por ellos y luego no, en hacerlo por mí. Pero no pude hacer ninguna de las dos cosas, estaba barranca abajo, era imposible recuperarme ya. Es como ese carro que está en una cornisa, en una de las montañas y derrapa porque las rocas caen y tú, con caballo y todo, caes al precipicio. No hay manera de que te cojas de una raíz o que te aferres, no.
Interlocutor: Ahora escúchame: esto que tú me acabas de contar, ese mal sueño, esa vida con esas experiencias tan feas…
Entidad: En Toscana, sí.
Interlocutor: …donde sufriste desengaños, traición, dolor y la gente que tú querías no te supo querer. Tú no tenías la culpa. Quizás la responsabilidad de ver quienes realmente te querían y de tratar de quererse, cuidarse y crecer tú como persona y tratar de ser mejor que esas personas fueron para ti. Ahora es una nueva vida, es un nuevo rol y ahora es cuando puedes modificar las cosas, lo que pasó ya no se puede modificar. Podemos aprender de lo que pasó.
Entidad: Lo entiendo.
Interlocutor: Yo te deseo todo lo mejor. Te mando mucha Luz y espero contactarme contigo nuevamente.
Entidad: Tú sabes que mi rol actual también es como que tiene ciertas dependencias y, de alguna manera, el hecho de haber descargado esto -y de verdad que no me pesa en absoluto- ya no siento emoción dolorosa. Tampoco siento euforia por haberlo entendido, por haberlo captado, por haberlo comprendido.
Interlocutor: ¿Tú crees que eres capaz?
Entidad: Estoy neutro. El estar neutro significa que nada me jala hacia el pasado, por lo menos no en esta vida.
Interlocutor: ¿Crees que eres capaz de poder mejorar, de poder seguir adelante como 10% y como espíritu en esta oportunidad? Yo creo que sí. Quisiera que te quedes pensando y lo reflexiones y lo empieces a creer tú mismo.
Entidad: Interpreto que sí. Lo pensaré. Y te agradezco, querida interlocutora.
Interlocutor: Mucha Luz para ti y tu 10%. Hasta todo momento.
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