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Psicoauditación - José Luís F.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 07/10/2019 Aerandor III, Dursey

Sesión 07/04/2020 Aerandor III, Dursey

Sesión 28/09/2020 Aerandor III, Dursey

Sesión 26/10/2020 Aerandor III, Dursey

Sesión 31/05/2023 Sargón, Jon

Sesión 20/07/2023 Sargón, Jon

Sesión 06/09/2023 Sargón, Jon

Sesión 01/02/2024 Sargón, Jon


Sesión 07/10/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

En Aerandor. La entidad relata que la vida ya le empezó difícil y sus padres y el entorno se cebaban en él. Huir del pasado no era solución, levantaría su interior.

Sesión en MP3 (2.189 KB)

 

Entidad: De pequeño me crié en una aldea, fui un segundo hermano y no fui bien recibido, nací con tres años de diferencia con mi hermano mayor que era el favorito tanto de padre como de madre.

Como thetán podría decir que a mi rol, que se llamaba Dursey, en Aerandor, le implantaron infinidad de engramas: de sometimiento, de menosprecio, de dudas, de baja estima, es como que le descalificaban en todo lo que hacía. Mi rol lo va a relatar en primera persona. Dursey.

 

Madre siempre me decía:

-Dursey, por qué no serás como tu hermano, mira como trabaja. -Yo trabajaba a la par, me lastimaba las manos con el arado.

Lo único que padre me decía:

-No sabes manejar el arado. No manejas el arado, no manejas la azada, no sabes coger una pala, eres torpe. -Sí, verdaderamente era una fábrica de engramas.

 

Me divertía jugando con otros niños -como hacen todos en cualquier región que me digáis-, practicar a ser guerreros con espadas de madera. Pero hasta en eso era torpe, hasta en los juegos perdía, y a veces me enojaba y peleaba con mis amigos, me vencían. A veces llegaba con la cara golpeada o con la boca morada de los golpes.

Mi hermano que era tres años mayor en lugar de defenderme se reía. Por otro lado yo no quería que me defienda, que me enseñe. Y se lo decía.

Me respondía:

-¡Ja, ja, ja! Para qué, Dursey, por más que te enseñe siempre serás un fracasado.

 

Sentía como desprecio por mi hermano. Él lo sentía por mí, decía que yo era un inútil. Yo sentía desprecio por él por ser tan mala persona, copiaba las palabras de padre al pie de la letra. Ambos me trataban igual.

Madre no, madre me sometía más. ¿Cómo? Me tomaba entre sus brazos, me abrazaba, me acariciaba...

-¡Ay! Dursey, Dursey, tú no tienes la culpa de ser así, Dios te trajo así y vas a vivir así y vas a morir así, siempre sin lograr nada. ¡Pobre hijo!

 

Y esas palabras de lástima me dolían más que las palabras de desprecio de mi padre y de mi hermano porque madre me manipulaba de otra manera.

Siendo adolescente me decía:

-No sales con ninguna joven. Mira a tu hermano, sale con varias chicas, pero claro, bueno, él es un hombre. Tú, ¡je, je, je! Tú apenas eres un proyecto, pero quédate tranquilo, tú no tienes la culpa de ser así, Dios te hizo así, ignorante.

 

Vivíamos, obviamente, en un mundo en época medieval, desconocíamos lo que vosotros llamáis la genética, pero sí sabíamos que existía una especie de herencia mediante la sangre y que de la misma manera que podíamos heredar rasgos, a veces podíamos heredar obesidad, delgadez, altura... Y a veces pensaba que mi hermano no era mi hermano porque era distinto.

Por mi misma baja estima me dediqué a hacer ejercicios de pequeño, logré musculatura, me sentía fuerte, es más, en musculatura había pasado a mi hermano. Los únicos que no lo veían eran mis padres.

Recuerdo que una vez discutimos por algo que me dijo, pero me lo dijo de muy mala manera. Me llevaba tres años pero yo ya era fuerte, ya había cumplido diecisiete y él tenía veinte. Yo era casi tan diestro como él con la espada, pero obviamente no íbamos a pelear con espada, peleamos a golpes de puño. Y luchando en la tierra nos golpeamos ambos.

 

Recuerdo que lo golpeé tanto tanto tanto que lo dejé inconsciente y muy lastimado. Padre y madre escucharon nuestra conversación y sabían que yo tenía razón, pero jamás me la iban a dar. Cuando me di vuelta padre estaba encima mío y me golpeó en el rostro con el filo de su espada dejándome un tajo desde la frente recorriéndome todo el rostro por la mejilla.

-Eres un bastardo, no eres nuestro hijo, ¡mira lo qué has hecho con tu hermano! -La sangre me manaba por el rostro, me manaba bastante por el rostro, la cara me ardía horrores de la herida, pero más me dolían sus palabras.

-Sabéis que él me provocó, sabéis que yo no lo ataqué, acordamos pelearnos.

Y madre dijo:

-¡Dursey, Dursey!, ¿por qué eres tan mala persona? -¡Ja, ja! Era irónico, me decía mala persona con tono dulce.

 

Hablé con un hombre mayor, el anciano del poblado, y le decía que odiaba a mis padres. Y me decía "Los mayores siempre tienen razón, tú eres un niño".

Recuerdo que la última vez que fui le mostré mi rostro. "¡Ay! Dursey -me dijo el anciano-, ¿qué habrás hecho para que tu padre te corte el rostro?". Se me tensó la mano derecha, tenía deseos de abofetearlo, me prejuzgó sin preguntarme qué había pasado. "Algo habrás hecho", qué frase más tremenda.

 

Recuerdo que padre me dijo:

-Haznos un favor, no te podemos echar porque eres nuestro hijo, pero de verdad que no eres bienvenido aquí. Cuando puedas marcharte hazlo, por favor.

 

Cogí mis dos alforjas, mi caballo, que hace tres años que tenía, le puse la montura, le colgué las alforjas y algunas monedas que había ganado haciendo tareas en el poblado. Los miré y les dije a los tres:

-No me voy para siempre, pero voy a tomar un poco de distancia.

 

La herida del rostro se me había cerrado, pero me quedaría la cicatriz de por vida, me dejé crecer un poco la barba para tapar la cicatriz, pero había zonas, en la frente y cerca del ojo que no había manera de cubrirla la cicatriz. Y por alguna razón es como que la gente me... me temía: "Esa cicatriz, debe ser algún asaltante de caminos".

Me quise emplear en varios sitios y no me tomaban. Finalmente estuve en una tribu del norte, me permitieron formar parte, practicaba con ellos lucha a mano limpia, practicaba con armas. Mejoré muchísimo. No eran buena gente, a veces iban a poblados y saqueaban, obviamente yo no participaba pero no... no me gustaba estar con ellos, pero por ahora no había otra cosa.

 

Quedé marcado interiormente por mis padres, por mi hermano, tenía altibajos emocionales, muchísimos. Quería emprender algo nuevo y lo desechaba enseguida. Había muchos herreros que precisaban gente joven y yo pensaba "No, ¿para qué?, ¿para que me digan que no por mi aspecto, por mi manera de ser?".

Pero me atreví, me atreví. Al tercer intento un herrero de un poblado, ya a varias jornadas de distancia, me tomó. Aprendí herrería, me sentía bien, me pagaba bastante. Hasta que tiempo después mis excompañeros, los que yo había estado un tiempo, fueron al pueblo y cometieron vandalismo, manoseaban a las jóvenes, hasta que finalmente no pude más y me metí.

Hablé con el que mandaba, me dijo:

-Dursey, qué te metes.

-Estoy trabajando aquí, ahora.

-¡Así que ahora trabajas! Ahora te crees importante porque trabajas. ¿Cuánto ganas? Nosotros podemos saquear los grandes almacenes y lo que tú ganas en treinta días, lo ganamos en cinco minutos.

-No voy a permitirlo. -El hombre era alto como yo, corpulento como yo. Se bajó del caballo, sacó su espada. Yo ya tenía la mía en la mano.

-¿Puedes disuadirme? -me dijo.

-Sí que puedo.

 

Combatimos algunos minutos, tuve una pequeña herida en el hombro izquierdo, hasta que le hundí mi metal en su cuerpo hiriéndolo mortalmente. Los demás guerreros me miraron con desprecio y se marcharon. Había salvado al poblado.

Los dos hombres cobardes, que eran las autoridades del poblado, recién se asomaron y hablaron con el herrero:

-Tu empleado es un asesino. -Lo dijeron delante mío. Escuché.

Por supuesto me defendí:

-¿Cómo asesino? Acabo de salvar al poblado, quizá hubieran ultrajado mujeres. Cuéntales -le dije a mi patrón-, pensaban asaltar los grandes almacenes. -Mi patrón se encogió de hombros y no dijo nada-. ¡Pero cuéntales! -Y no, no dijo nada.

-No queremos un asesino en el pueblo -dijo el mayor de los dos que representaban a la autoridad.

Tomé mi espada y retrocedieron.

-No tengáis miedo, solamente la quiero guardar.

 

El herrero me dio toda la paga, me permitió dormir esa noche en el taller y por la mañana me marché.

 

¡Je! Engrama tras engrama, iba acumulando en mi interior esos engramas y como una ira oculta. Me sentía mal porque todo me salía mal. Pero eso tendría que cambiar, eso tendría que cambiar porque con... con recordar el pasado y retorcer mis tripas de ira no iba a resolver nada. No podía permitir, no podía permitir en absoluto que el pasado me lastimara, no podía permitir que el recuerdo de las palabras de mis padres me lastimaran. La herida del rostro no me la iba a sacar, pero las heridas internas sí, esas me las podía sacar, esas me las tenía que sacar.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 07/04/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

No tenía falta de autoestima, para nada, eran los demás que le creaban problemas. Incluso cuando ayudó a alguien que estaba siendo atacado los demás le tomaron por el atacante.

Sesión en MP3 (2.932 KB)

 

Entidad: He perdido la cuenta de las veces que quise bajar los brazos. ¡Je! Quizá algo dentro mío me daba el aliento de seguir, como que había una vana esperanza de que las cosas cambiaran, porque me costaba aceptar que toda la gente fuese igual, vil, cobarde. Si se encontraban en un apuro trataban de salvar su propio pellejo. Total, qué importaba.

¿Si me quedaron engramas? ¡Buf! ¡Je, je, je! Es como que es bueno tener memoria, pero a veces esa memoria es como un puñal clavado en el pecho, ¿no?

 

-¡Dursey, Dursey, qué has hecho! -En casa hasta tenía que pedir permiso para estornudar. Antes de irme salía una especie de rebeldía dentro mío y me atrevía a responderle, no a discutirle, a responderle a madre:

-¿Pero por qué siempre yo, por qué siempre yo?

Y madre tenía dos maneras, la de inquisidora...

-¿Acaso me estás reprochando algo? ¿Por qué no te haces cargo de los errores que tienes, por qué no aprendes de tu hermano? ¡Qué culpa tenemos nosotros si eres tan inútil en todo! -Claro, me ponía peor.

Y si no, había días que tenía otra táctica:

-Claro, levantas la voz porque no está padre, yo ya soy una mujer grande. ¡Ay! Tu padre y tu hermano fueron a hacer una diligencia, entonces me ves a mí, aquí indefensa y levantas la voz, gritas.

-Madre, yo no grito, simplemente que me acusaron de algo en lo que yo no tenía nada que ver.

-Claro, ahora me llamas mentirosa, nos llamas mentirosos a todos. Te criamos, te alimentamos... ¡Qué injusto que eres! ¡A veces me arrepiento de haberte tenido! Mira cómo me haces sufrir, mira cómo me haces sufrir.

 

Y yo salía de casa con un dolor tremendo de pecho, con un dolor tremendo de estómago, con bronca, con una sensación de impotencia tremenda porque yo sé que tanto madre, como padre, como hermano eran inteligentes. Entonces es como que eran negacionistas, o me tomaban de tonto o no veían lo obvio. Yo sabía que era inteligente pero no tanto como para poder descifrar  la mente de ellos, esa mente tan retorcida, porque todo lo que estaba mal... ¡Ah! Sí, pero la culpa era de Dursey.

Padre era distinto, padre jamás hacia el rol de víctima. Para padre, si había un problema, el problema lo ocasionó Dursey. Como la pelea con mi hermano, como cuando me pegó con la espada en el rostro y me quedó la cicatriz. Me dolió durante bastante tiempo hasta que cicatrizó. ¿Pero cómo explicarlo, cómo? ¿Cómo explicarlo que está el otro dolor, no el del rostro no, no, no, el otro dolor, el dolor interno?

¿Y qué pasaba con mi amor? ¿Sentía amor por ellos después de todos los malos tratos? Generalmente siempre fueron de palabra: desvalorización, desprecio, burlas, ironías, sarcasmos.

 

(Fuerte tos). El polvo del camino viajando a lomos de mi caballo, viajando días y días. ¡Aaahhh! El caballo se había detenido porque inconscientemente cerré la mano y tiré de las riendas, estaba tan absorto en mis pensamiento que ni me di cuenta que estaba montando a caballo y casi lo hago parar en dos patas y casi me tira, pero no; frenó. Saqué de la alforja un pañuelo y me lo puse en el rostro, como una especie de máscara para no respirar ese polvo del camino. Encima había una sequía, mis ojos me lagrimeaban. Casi no se veía de la ventisca que se había levantado. Y escuché unos gritos, escuché unos gritos.

 

A un recodo del camino había tres caballos, al costado dos hombres. Uno intentando desgarrarle las ropas a una joven, a una adolescente. Me acerqué.

Uno de ellos dijo:

-Sigue tu camino. -No me alejé-. No te metas en lo que no te importa.

El otro dijo:

-¡Ja, ja, ja!, ¿no querrá participar? -Pero lo dijo con ironía. La joven me miró como implorando "Por favor ayúdeme". Saqué mi espada.

-Dejad a la joven. -Uno de ellos le dio una tremenda bofetada, golpeó la nuca contra un árbol y quedó sin conocimiento. Los hombres sacaron sus armas.

-Nos ocuparemos de ti. Y si tienes monedas, mejor. Y luego nos saciaremos el gusto con la joven. -Estaba enfurecido, una furia tremenda. Pero había aprendido que pelear enfurecido es perder el combate. Traté de tener la mente lúcida, fría, atenta. Uno me llegó a herir en el brazo izquierdo, hasta que cayó muerto. El otro lo herí. Y le dije:

-Te llevaré al pueblo más próximo donde te encerrarán. -Se levantó hecho una furia y chocó su pecho contra mi espada, cayendo muerto al lado de su cómplice. En ese momento se escuchó un galopar de caballos, tres hombres aparentemente representantes de la ley. La vieron a la mujer inconsciente, a mí en la mano mi espada con sangre. Aparentemente los dos hombres muertos eran conocidos.

-Entrégate.

-Disculpad -les dije a los hombres-, yo recién llegaba. Ahora paró la tormenta, había mucho polvo, no se veía nada. Estos hombres que ves aquí estaban por ultrajar a la joven, que me pidió ayuda. Uno de ellos la abofeteó y la joven golpeó su cabeza y cayó inconsciente. Intentaron matarme, me defendí, pero salvé la vida de la joven.

Los hombres respondieron:

-Imposible. Ambos son hombres buenos, casados, con hijos. -Me quedé en silencio.

-Sigo respaldando lo que digo. Esperad que la joven recobre el conocimiento y veréis que tengo razón.

-Te quedarás aquí. -Esperé. La joven recobró el conocimiento, se puso a llorar desconsoladamente.

-Me quisieron ultrajar, me desgarraban la ropa.

-¿Quiénes fueron, éste que ves aquí? -La joven me miró, hizo un gesto como de terror.

-No sé, no sé, había dos o tres hombres... No sé...

La miré y le dije:

-¿Te acuerdas que me imploraste ayuda?, ¡estaban por ultrajar!

-Estoy conmocionada, no recuerdo nada, sé que se peleaban por ver quién me ultrajaba primero. -Los representantes de la ley me miraron.

-Ahora entendemos, fue una pelea entre los tres a ver quien se quedaba con ella.

-Esa es vuestra interpretación. No es así, yo le salvé la vida porque estoy seguro que luego de ultrajarla la hubieran matado. Mujer, recuerda, por favor. -La mujer lloraba y no me prestaba atención. Me hacía sentir mal, otra injusticia más en camino. ¡Válgame Dios, válgame Dios!

Los hombres desmontaros espada en mano.

-Suelta tu arma.

-No, no quiero otra injusticia. Mujer, recuerda. -La mujer seguía llorando, me acerqué y la zamarreé: ese fue mi error; uno de ellos me golpeó de atrás y caí de rodillas, me atontaron y me desarmaron-. ¿Ves que eres tú?, la estabas atacando. -Me estaban por amarrar los brazos a la espalda, di un cabezazo contra uno y le saqué su propia espada y se la clavé en el estómago, no lo maté pero quedó mal herido. Y enfrenté a los otros dos-: Por favor, no hagáis que los lastime o los mate, confiad en mi palabra.

-¿Cómo podemos confiar?, mira lo que le has hecho a nuestro compañero.

-Me iban a atar, me iban a condenar. Esta niña no se acuerda de nada o quizá sí, en mi vida siempre me ha pasado eso, siempre soy el culpable de algo.

-No te conocemos, no sabemos cómo fue tu vida, pero entrégate, te va a convenir.

Estaba completamente enojado.

-Los voy a terminar matando -les dije-, este es un mundo hostil y no voy a permitir que me encierren.

 

Mi oído era fino, el hombre que estaba detrás mío, malherido, cogió la que era mi espada y me la quería clavar en la espalda. Me di vuelta y como acto reflejo le incrusté en su cuerpo la suya. En ese momento aprovecharon los otros para atacarme. Con la mano izquierda cogí mi espada, me costaba sostenerla porque ya tenía una herida de antes de los otros hombres, me costaba, y eran buenos con la espada. A uno le alcancé herir en el brazo, al otro en el hombro.

-Por favor, les digo que soy inocente.

En ese momento la joven dijo:

-¡Parad, parad! ¿Por qué atacáis a este hombre? -La miraron-. Él me salvó de estos dos. -La miraron asombrados.

-¿Y cómo no te recordabas?

-Estaba mareada, estaba confusa... ¿Por qué lo atacáis?

El que llevaba la voz de mando dijo:

-Tenías razón, eras inocente. Pero has herido a un compañero y está grave.

El otro se acercó.

-No, está muerto.

-Me quiso atacar por la espalda, me querían llevar preso.

-Ahora eres un homicida, porque nuestro compañero era un representante de la ley.

-¿Y qué podía hacer?, la joven estaba mareada, confundida, pensaban que yo era uno de los que iban a ultrajarla. No pienso responder por un homicidio, fue defensa propia. -La joven habló por primera vez a favor mío.

-Estaba confundida pero vi la pelea, él se defendió.

Los representantes de la ley, los dos que quedaban, reaccionaron mal.

-¿Y tú de dónde eres?

-De otro poblado, de un poblado donde me trataban mal. Me llamo Tania.

-¿Y cómo sabemos que no los has provocado?, porque los muertos eran padres de familia, gente de honor.

Me metí yo y dije:

-Porque yo vi la escena.

-¿Y cómo sabemos que no estás de acuerdo con ella?

-¡De acuerdo con ella! Si ella no se hubiera acordado de nada pensabais que yo era uno de los violadores.

-Acomodáis las palabras según vuestra conveniencia. No eres bien recibido en nuestro poblado -me dijeron-, y tú tienes que responder por nuestro compañero.

-No pienso responder, soy inocente, fue defensa propia. Tengo mis dos espadas.

-Estás herido.

-Vosotros también. Si queréis arriesgaros, aquí estoy. -Monté mi caballo, la joven montó el suyo.

-¿Puedo ir contigo?

-Está bien -le dije-, puedes venir conmigo. -Avancé a paso lento, los dos hombres estaban a pie, los iba mirando-. No nos sigan. -Avanzamos lentamente, dejaron de vernos y se ocuparon del cuerpo de su compañero. Entonces avanzamos al trote.

-¿Te llamas Tania?

-Sí.

-Mi nombre es Dursey.

-Gracias por salvarme.

-Es una odisea. Por un momento pensé que fingías confusión para meterme a mí también en un problema.

-Jamás haría eso, había quedado muy atontada del golpe en el cabeza contra la rama o el árbol o lo que fuera.

-Salgamos del camino, vayamos por el lado del bosque, quizá se levante polvareda de vuelta. Estuve tosiendo toda la mañana. -Torcimos hacia la izquierda y nos metimos en el bosque, y de paso no dejábamos rastro, por si querían seguirnos.

 

Pero así era mi vida, confusiones, donde yo, Dursey, siempre era el responsable para los demás. Con Tania era la primera vez en mi vida que alguien terminaba saliendo a favor mío. Esperaba que mi suerte cambie.

 

Gracias, por escucharme.

 

 


Sesión 28/09/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

Algún día cambian las cosas. Se encontró que de no ser apreciado era pedido formar parte de una organización. Creían en él. Empezaba un nuevo episodio en su vida.

Sesión en MP3 (3.507 KB)

 

Entidad: Había pasado tanto tiempo desde que me fui de casa...

Les dije:

-No me voy para siempre, simplemente es un cambio de aires para encontrarme a mí mismo. -Pero es como que era un imán para atraer problemas.

 

¿Qué duele más, una herida física como la que me hizo padre cuando me peleé con mi hermano mayor porque él me provocó y padre me cortó el rostro con el sable, o duele más lo de madre: "¡Ay! Dursey, por favor, nadie te reprocha nada, es lo que eres, ¿qué se puede pedir más de lo que puedes hacer?, alguien que es inútil de nacimiento va a ser inútil siempre".

Y de verdad que la herida se me había cicatrizado en el rostro, me había quedado una marca. Es más, me había dejado crecer un poco la barba para disimular, solamente arriba en la parte del ojo se me notaba un pequeño corte.

Pero la otra herida, la herida de menosprecio, la herida de desmerecimiento, la herida donde para un ser querido tú eres un inútil, porque que un desconocido te diga un agravio, no te conoce, puedes molestarte o no, pero al fin y al cabo es un desconocido. Pero que una persona de tu propio entorno, que alguien de tu propia familia te diga: "Eres bueno para nada, todo lo que vas a hacer -como si fuera un decreto, ¿no?-, todo lo que vas a hacer te va a salir mal. Ya está".

Y es como que uno llevara encima esa maldición. No creo en las maldiciones, eso es tonto, pero desde que me fui de casa han pasado tantas cosas...

El mismo anciano del poblado me dijo:

-¡Ah! Bueno, yo lo conozco a tu padre tan bien, me imagino que algo habrás hecho tú para sacarlo de las casillas. -O sea, un anciano bueno, nunca tuve un sí ni un no, y cuando le comenté me salió con eso. Como si me conociera. Aunque en realidad, si me conociera sabría que jamás fui un buscapleitos. ¿Pero qué puedo decir?

 

Luego consigo trabajo con un herrero, vienen tres vándalos, que en algún momento, de pequeño, eran compañeros, manoseaban mujeres. Me enfrento con uno, lamentablemente acabo con su vida y los representantes de la ley me dicen asesino.

Hablo con el herrero:

-Pero por favor, coméntele lo qué pasó. -Se encoge de hombros, como con temor, y mira para otro lado. -Obviamente me marché.

 

Y en el camino me encuentro con vándalos que estaban intentando abusar de una joven. Me meto en el medio y peleo con ellos, obviamente los enfrento. Mato a uno y llegan las autoridades y me acusan de asesino, me quieren llevar preso. Me defiendo y termino matando a uno de las autoridades.

La joven sale a favor mío. Dice:

-No, intentó defenderme.

-Perfecto. Pero hay dos cosas: Una, mató a un representante de la ley. Dos, no sabemos si tú estás en combinación con él.

Y finalmente les dije:

-O me dejan marchar o me matan o los mato. -Atendieron al otro que estaba herido y habrán enterrado al compañero que estaba muerto.

 

Nos marchamos con la joven, que se llamaba Tania, y partimos para el lado del bosque para no dejar huellas.

En el camino le digo:

-¿No vas a extrañar al poblado? -Se encogió de hombros.

-No tengo a nadie.

-¿Tus padres?

-No los conocí.

-¿Pero dónde vivías?

-En la caballeriza, limpiaba ropa para la gente. Me daban propinas.

-¿Y nadie te ayudaba? -Frenó su caballo y me miró con furia.

-¿Estás insinuando como que algún hombre me mantenía por favores?

-No, no, no, no, no; no te metas en mi mente, no trates de creer que yo pienso algo así, no me conoces. Me arriesgué por ti, tampoco pido agradecimiento, sólo respeto. Nada más te pregunté cómo te mantenías.

-Disculpa -dijo Tania.

 

Pasamos por un poblado pero el ambiente no me gustaba, y se lo dije a la joven:

-Mira, no me parece un lugar muy conveniente. -Aparte, veía tropas, mucha gente, mucho movimiento.

Pero Tania dijo:

-No quiero moverme más, me quedo aquí. -Y nos quedamos en ese poblado.

 

Había como una milicia, pero no, no, no eran guerreros estaban vestidos de una manera distinta. Pero estaba tranquilo porque veía que no provocaban a nadie, estaban bebiendo en el centro del poblado, pero sin molestar a nadie, contaban cuentos, pero para no molestar no nos acercamos. Fuimos hasta casi al final del poblado y había una pequeña taberna. Y entramos.

-Tengo metales, podemos comer algo. -Pagué con unas monedas. Vi que la joven devoró su hogaza de pan con carne-. ¿Quieres otro? -Asintió con la cabeza. Yo con un solo sándwich estaba satisfecho, pero evidentemente la joven la notaba que estaba algo desnutrida. Tomamos leche de cérvido, dos vasos. Yo me sentía satisfecho.

 

En ese momento entraron a la taberna dos hombres grandes, algo obesos, tenían cara de pendencieros, pero directamente le dije a Tania:

-No los mires. -Los jóvenes hablaban entre sí con risotadas y decían palabras irreproducibles mirando a Tania. Uno de ellos se acercó.

-¡Ja, ja, ja! Mira que linda moza, Amadeo.

-¡Ja, ja, ja! Sí, la he visto, la he visto.

-¿Pero a ti te parece, Amadeo, una joven tan bonita acompañada de un petimetre? -No reaccioné, las palabras se las lleva el viento. Hasta que se acercaron y empezaron a tocarla. La joven los insultó, le dieron una bofetada. Me paré y saqué mi espada.

-Salgamos a la calle.

-¡Ah! Mira el mocito. No sé si te habrás dado cuenta, ¿sabes contar?, somos dos, y somos buenos. -Salimos a la calle.

Tania me dijo:

-Basta, Dursey.

-No, van a seguir molestándote. Y no sé si no querrán algo más de ti.

 

Pero sí, era un imán, en cada poblado que iba, en cada poblado atraía problemas, pero no los provocaba yo. Y seguramente a alguno lo heriría o lo mataría y vendrían, ¿como no?, los representantes de la ley nuevamente diciendo que yo era un asesino.

Me atacaron los dos a la vez. A uno lo lastimé en el brazo, el otro me lastimó a su vez en el brazo izquierdo. De verdad que eran buenos.

-¡Basta! -Los hombres se paralizaron. Miré hacia atrás mío: un hombre delgado pero fuerte, musculoso, vestido de negro. Tenía una espada y otra más a su espalda, pero sin sacar, sin desenvainar-. ¿Qué pasó aquí?

Me di vuelta y lo miré al hombre y le digo:

-Mi nombre es Dursey, venimos de otro poblado con mi compañera Tania y estos hombres la manosearon, y como ella los insultó le pegaron una bofetada y los desafié a duelo.

El hombre me miró con unos ojos negros que perforaban con su mirada. Luego los miró a ellos.

-Sé quiénes son ustedes, Amadeo y Dino, siempre molestando, aprovechándose de las jóvenes. Lo han herido a este muchacho, ¿cómo lo van a pagar? -Los dos temblaban.

-Tenemos monedas...

Le dije:

-No quiero monedas, quiero que le pidan disculpas a la joven.

-Perdón, perdón -los dos a Tania. Se iban a marchar.

-Alto -dijo el hombre de negro-, dadle las monedas a la joven.

-¿Todas?

-Sí, que tenga para hospedaje, que tenga para alimento por lo menos para seis días.

-Pero lo que hemos trabajado...

-Lo pierden, por estúpidos. -Se encogieron de hombros y se marcharon.

-Gracias.

-No hay de qué -dijo el hombre de negro.

-No es la primera vez que me meto en problemas -le dije, pero aclaré inmediatamente-, pero no provocados por mí. Me ha pasado en otro poblado que la defendí de vándalos y me acusaron de asesinato y tuve que huir. Pensé que acá iba a pasar lo mismo. Pero evidentemente lo respetan.

Tania dijo:

-No, no lo respetan, le tienen miedo. -Tania se acercó al hombre-. ¿Y por qué te tienen miedo? -El hombre tenía un rostro de piedra, no sonrió, sus ojos entrecerrados.

-Me tienen miedo porque saben que soy justo y que no permito que le falten el respeto a una dama. -Se dirigió a mí-: Ven con nosotros.

Le dije:

-¿Quiénes son nosotros?

-Estamos en la plazoleta tomando algo. Ahí tengo una alforja, te coseré la herida.

-Pero no te molestes...

-Ven. -Lo obedecí. La gente lo miraba con un respeto tremendo, y los dos provocadores ni 'a' le dijeron, como que le tenían un temor tremendo.

-Debes ser muy bueno con la espada para que tengan tanto temor. -El hombre de negro me miró, se encogió de hombros.

-Practico bastante. Siempre hay que practicar, si es que vives de ello.

-¿Tú vives de la espada, haces duelos?

-No, defiendo a la gente de la injusticia.

-¿Y quién es esta gente vestida distinta?

-Se llaman la Orden Blanca.

-¡La Orden Blanca! He escuchado hablar de ella. ¡Vaya! En algunos lugares he escuchado bien, como que son justicieros, como que luchan contra los vándalos que saquean aldeas. Pero en otros poblados hablan de que son abusadores...

El hombre me miró con los ojos de esa mirada penetrante y me dijo:

-¿Y tú qué ves?

-Bueno, en este momento veo hombres que se ríen, pero no molestan a nadie.

-Bueno, quédate con esa impresión entonces. Toma asiento en un tronco. -Me senté-. Sácate la chaqueta y la camisa. Vaya, es una herida cortante, bastante más grande de lo que pensaba. -Recién ahora que mi cuerpo se había enfriado me dolía bastante. Cogió una botella con una bebida blanca y me roció un poquito la herida, y me ardió horrores-. ¿Quieres morder un madero? Porque mira que esto va a doler.

-No, no, lo soporto. -El mismo hombre de negro me cosió y luego me vendó.

-Por unos días trata de no hacer fuerza con este brazo. ¿Tienes monedas para mantenerte?

-Sí -le dije.

-Si no, comparte con las de tu compañera.

-No, no, no, eso que se quede ella.

-¿Hace mucho que se conocen?

-No. -Y le conté la odisea de cómo la había salvado de que fuera ultrajada y que unos representantes de la ley me prejuzgaron.

-Únete a nosotros.

-¿Yo?

-A ti te estoy hablando -dijo el hombre de negro-. ¿Qué tal manejas la espada?

-Bastante bien.

-No voy a probarte ahora porque tienes tu brazo izquierdo que no debe hacer movimientos, pero necesitamos más gente.

-¿Yo en la Orden Blanca?

-¿Te sientes menos?

-No, lo que pasa que aún soy joven. -En realidad tenía dieciocho de vuestros años y el hombre de negro era bastante mayor. Pero me miró y me dijo:

-Eres una piedra en bruto.

-No entiendo qué quiere decir eso.

-Que cuando la pula vas a ser un buen metal. -Era la primera vez que me halagaban. Pero también le tenía desconfianza al halago, siempre te halagan para sacarte algo. Como adivinándome el pensamiento el hombre me dijo-: Aquí nadie le saca nada a nadie, todos cooperamos mancomunados.

 

Se acercó una joven elegante, atractiva, pero se notaba que era una dama, una noble. Lo tomó del brazo con una tremenda confianza al hombre de negro, y es la primera vez que a ese rostro pétreo, duro lo vi sonreír, le dio un beso en la mejilla a la dama y ella se dirigió hacia los almacenes. No quise ser indiscreto ni preguntar nada. El hombre  de negro me miró y sonrió, y me dijo:

-Ya has comido, ¿no?

-Sí.

-Bien, hay mucho para conversar, todos sabemos la vida de todos. Si quieres comentar la tuya te prestamos atención. -Todos dejaron de conversar y me miraron. Me sentí como intimidado, toda la Orden Blanca mirándome.

-¿Qué puedo decir? Voy a comenzar desde pequeño, las adversidades, los malos tratos...

El hombre de negro me interrumpió y me dijo:

-¿Y esa cicatriz, algún enemigo?

-No, hubiera preferido que sí. Fue un ser querido, mi propio padre.

Es la primera vez que al hombre de negro lo vi con cara de asombro.

-¡Vaya!

 

Y les conté a todos la historia. Me escucharon con respeto, atentamente. No me di cuente de que Tania estaba detrás mío escuchando también mi vida.

Cuando terminé el hombre de negro me dijo:

-Has pasado por mucho, pero si piensas que esto que has pasado es demasiado entonces no sirves para la Orden. -Lo miré extrañado.

-¿Ahora me deshechas por lo que te he contado?

-No, no me mal entiendas -dijo el hombre-, lo que quiero explicar es de que si te unes con nosotros vas a pasar por muchísimo más, cosas buenas y cosas malas, pero no debes hacer rol de víctima. En reciprocidad, con tiempo -me dijo el hombre de negro-, te voy a contar mi historia, cómo mataron a mis padres. Para que veas que todos, todos tenemos cosas negativas y cosas positivas. -Asentí con la cabeza.

-Desde ya digo que sí, si me aceptáis me uno a vosotros. A propósito, ¿cuál es tu nombre? -Me tendió su mano firme, nos estrechamos la mano. Y es como que hubiera estrechado una mano de acero, fuerte.

Me dijo:

-Me llamo Tago. -Y me sorprendí. Había escuchado mucho de Tago, era como una leyenda. Y se lo dije. Sólo me respondió-: No, Dursey, no hagas caso de las leyendas, somos seres humanos; todos sangramos, todos tenemos apetitos y todos morimos. Si queremos hacer las cosas bien debemos amar lo que hacemos, como el herrero ama templar el acero, como el carpintero ama sacarle lustre a la madera. -Lo entendí. Lo entendí perfectamente.

 

Pero me sentía raro, distinto. ¡Unido a la Orden Blanca! ¡Vaya! Empezaba un nuevo episodio en mi vida. Y al lado mío tenía, según contaban en varias regiones, al mejor espadachín de todo Aerandor.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 26/10/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

Tenía engramas provocados por su familia que le producían baja estima. Siempre había actuado bien, ayudando a las personas, pero el entorno no le ayudaba a él. Una orden, la Orden Blanca, le pidió ir a una batalla contra un rey tirano.

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Entidad: A veces hay episodios que te hacen olvidar, por lo menos momentáneamente, todo lo que has pasado en tu vida.

 

Habíamos llegado a un poblado y me encuentro con la grata sorpresa de que allí estaba la Orden Blanca. Obviamente que me preocupé, hasta que me enteré que no sólo hacían el bien si no que protegían a éste y a otros poblados de ataques de malhechores. Pero lo que más me llamaba la atención era la personalidad, no digo introvertida pero sí reservada de Tago, un joven de mirada fría pero no distante, acerada pero no negativa, es como que esta persona tenía una manera de ser indescifrable, era imposible "leerle" sus gestos.

 

Recuerdo que se organizó un festejo, y en el festejo hubo un pequeño torneo de espadas. Obviamente casi todos pertenecían a la Orden Blanca. Era un torneo por eliminación, sólo a toque o a una pequeña herida, evitaban lastimarse.

Le pidieron por favor a Tago que participe, y dice:

-No, no tengo interés en este tipo de exhibición, no es mi manera de ser. -Le dijeron que era con participación para para beneficio de los aldeanos de la zona. Eso lo hizo aceptar.

 

Había ciento veintiocho participantes, se iban eliminando en forma directa: quedaban sesenta y cuatro, treinta y dos, dieciséis, ocho, cuatro. Obviamente los combates en los que participaba Tago los ganaba con una facilidad, sin herir a ningún contrincante. Utilizaba técnicas como de bailarín, no sé cómo expresarlo mejor, lograba que la otra persona se desestabilice, caiga y él le apoyaba la espada en el torso, en la garganta, en el centro del pecho. Y no lastimó ninguno, pero ni la menor raspadura con su espada. Obviamente lo ganó el torneo. La facilidad que tenía para manejar ese arma era algo que no había visto en mi vida. Y obviamente se lo dije.

Recuerdo que fuimos a tomar algo y me preguntó:

-No suelo ser indiscreto y entiendo que cuando te conocí te lo pregunté, pero no está demás volvértelo a preguntar...

Le dije:

-¿Te refieres a mi herida en el rostro?

-A eso me refiero, Dursey. Qué fue lo que pasó.

 

Le conté que mi hermano mayor era el favorito de mis padres, que mi padre me despreciaba diciéndome que era un inútil con las herramientas del campo, que hasta mi propio hermano me decía fracasado y me provocaba. Me llevaba tres años.

Cuando yo tenía diecisiete combatimos, y lo dejé inconsciente. Estamos hablando de combatir a golpes de puños. Mi padre sin preguntar qué pasó, quién provocó la pelea o por qué razón fue... Es más, conociendo el carácter burlón de mi hermano, cogió una espada y me hizo un tajo en el rostro.

Recuerdo que fui al poblado y había un anciano sabio que siempre hablaba conmigo... ¿Pero viste?, tú conoces a las personas superficialmente hasta que les sale de adentro ese veneno.

Y el anciano me dijo:

-¿Qué le habrás hecho a tu hermano para que tu padre reaccione de esa manera? -Yo sé que el odio es algo negativo pero en ese momento sentí odio por el anciano. Y obviamente no iba a agredirlo, ni nada por el estilo, porque me hubiera puesto a la altura de mi padre, y obviamente que no lo hice. Y me fui de casa. Pero es como que llevo en mi interior una especie de atracción por las cosas negativas.

-Explícate -dijo Tago.

-Claro. Había tres vándalos, atacaron un poblado. Maté a uno. Las autoridades me acosaron de haberlo asesinado a sangre fría. Yo trabajaba con un herrero que vio lo qué pasó y negó, negó lo que vio. Me fui. En el camino vi vándalos intentando atacar a una joven. Los maté. Los representantes de la ley dijeron que lo de la joven era un invento, que yo formaba parte de los vándalos. Cuando la joven me defendió diciendo que yo no tenía nada que ver cambiaron la trama, dijeron que yo era cómplice de la joven, que los muertos eran gente de bien, padres de familia... ¡Aaah!

Tago me miró y me dijo:

-Dursey, no tienes que explicarme tanto, nada más quería saber lo de tu cicatriz. Lo de Tania ya lo sabía, porque apenas has llegado aquí dos malvivientes han querido abusar de ella. Y así les fue. ¿Qué piensas hacer de tu vida? ¿Qué tal manejas la espada?

-Mira, si yo manejara la espada tan bien como manejaba las herramientas del campo, ¡je, je!, con todo respeto estaría a la par tuya. Pero no, no soy bueno.

-He entrenado a mucha gente en el poblado. Permíteme que te entrene.

-Para qué, nunca seré como tú.

-No lo digo por eso, lo digo porque sería oportuno que pertenecieras a la Orden, y por lo menos tendrías un fin.

-¿Nos pagan un sueldo?

-No, directamente vivimos de lo que nos dan en los poblados, por protección.

-Disculpa que opine, pero no lo veo bien. He conocido bandas, no hablo de la Orden Blanca, ¿eh?, por favor, no quiero que nadie se enfade conmigo, pero he conocido bandas que cobran por protección y lo único que hacen es vivir del dinero del poblado.

Tago sonrió, algo que era inusual en él. Y me dijo:

-No es nuestro caso. No pedimos nada, ayudamos a los que verdaderamente lo necesitan y nos dan de su propia voluntad. Además escuchamos un rumor de un mensajero, que aparentemente a pocos amaneceres de aquí hay un rey que aparentemente tiene a la gente comprada con subsidios, y en el fondo es un tirano tremendo.

-¿Y la Orden Blanca qué piensa hacer? -pregunté.

-Acercarnos.

-¿Dejaréis aquí al poblado indefenso?

-En todo este tiempo la Orden Blanca se encargó de adiestrar a todos los jóvenes y armarlos. Te puedo asegurar, Dursey, que están absolutamente protegidos.

-Disculpa, Tago, mi... mi intromisión, no quiero ser comedido, pero tú aquí tienes una relación afectiva con una joven.

-Así es.

-¿Y ella vendrá con nosotros?

-No, ella enseña a los chicos, y se quedará aquí.

-Admiro tu sed de voluntad, admiro tu sed de aventura.

-No -dijo Tago-, no es voluntad, no es aventura, es deseo de justicia. ¿Tú no harías lo mismo?

-No. -Fui sincero-. Si tuviera una mujer a la cual amar en un pueblo que estaría protegido no tendría aventuras, y más que soy una persona que atrae desgracias.

-Sin embargo fíjate, estás vivo.

-Sí, pero he pasado por mucho en tan poco tiempo. De todas maneras me atrae la compañía, tener nuevos amigos.

-Ahora seré yo el indiscreto -dijo Tago-. Y con Tania, ¿qué?

-Tania es una persona a la que he salvado pero no... no creo que pasemos de amistad.

-¿Te interesa?

-Me interesa, pero me parece como que ella es inestable.

-Tradúcelo.

-Claro. No sé si está preparada, si está madura como para entablar una relación permanente.

-¿Se lo has preguntado?

-Hemos hablado, hemos hablado bastante. Yo tengo muchos recuerdos negativos de mi infancia, recuerdos negativos de mi adolescencia, y me da la impresión que si ella se fija en mí es por gratitud, no porque yo le guste. No me creo importante como para que le guste a alguien.

-¿Por qué permites que el recuerdo de tu padre, de tu hermano te implanten esa baja estima?

-Y qué quieres que haga, Tago, cómo borro ese recuerdo.

-Haciendo.

-Ahora no te entiendo.

-Ven con nosotros. Antes de irte coméntale a Tania, sincérate con ella, si es verdad que te interesa.

-Bueno, atractiva es atractiva.

-Pregúntale. Dile si tú le interesas como amigo o porque la has salvado o por gratitud o si verdaderamente el día de maña puede haber algo. De las dos maneras, si te dice sí o te dice no o tal vez tenga incertidumbre. Ella va a seguir aquí, aquí está protegida.

-Lo haré. ¿Cuándo partimos?

Tago me respondió:

-En dos amaneceres.

-¿Cómo se llama el rey ese que tiene a la gente comprada con subsidios pero en realidad es un tirano?

-Se llama Morden.

-Está bien.

-Ya no usarás esa ropa, tendrás una ropa como la de la Orden.

-¿Y por qué tú no la usas?

-Porque yo no soy de la Orden.

-Ahora me has desconcertado, Tago.

-Yo acompaño a la Orden, pero no tengo dueño ni jefe.

-Admiro tu seguridad. -Se encogió de hombros.

-No sé qué responderte. Ocúpate entonces de la ropa, ya te la darán de tu talla. Tendrás botas nuevas y una espada.

-Pero si partimos en dos amaneceres, ¿cuándo me enseñarás?

-Hoy mismo, por la tarde. No te preocupes, en dos días no vas a aprender, practicaremos también durante el camino. -Acepté.

 

Por la tarde hablé con Tania:

-¿Cómo te sientes?

-Muy agradecida. Si no fuera por ti, Dursey, seguramente estaría muerta.

-Eres una joven muy atractiva.

Ella respondió:

-Claro, pero no es motivo para que quieran ultrajarme.

-No, lo digo en otro sentido. Para eres atractiva.

-Tú también eres una buena persona. Y te tengo un afecto tremendo.

-En un par de días me voy con la Orden Blanca.

-Cuídate -me dijo-, no quisiera perderte, eres un gran amigo. -Y me alejé.

 

Por el camino pensaba. Sus palabras no me alegraron, me pusieron triste: "Te aprecio, eres un gran amigo, te estoy agradecida". No son palabras de alguien que está deslumbrado por el otro. No. No me sirve depositar las esperanzas en alguien que te aprecia como si fuera un familiar.

Y mi misma vergüenza -que la llevo oculta, tan oculta-, me pondría de muy mal humor un rechazo. No soy de tener rencor, salvo por mi padre y mi hermano, pero no soy de tener rencor pero tampoco soy hipócrita, no me gusta ser rechazado.

En otra de las conversaciones Tago me dijo: "Si nunca preguntas en forma directa, nunca sabrás". Pero mi misma baja estima me impedía preguntar en forma directa sobre si yo tendría posibilidades de salir con ella, como algo más que un amigo. Solamente con pensar en hablarle del tema me hacía tartamudear y me enojaba conmigo, me enojaba muy mal conmigo.

Y es muy difícil copiarte de una persona. Para mí, Tago era la persona ideal, segura, firme. Amable con su pareja pero a la vez firme. Amable con la Orden Blanca, pero a su vez firme, se hacía respetar. Cómo imitarlo, cómo hacerme respetar en un mundo tan hostil, tan cruel, tan primitivo, en un mundo donde sólo te haces respetar con las armas.

 

Y comencé la práctica de la espada. Lo veía tan fácil, tan sencillo, hasta que me tocó coger una espada y cambiar golpes con el mejor de todo Aerandor. ¡Ja, ja, ja, ja! Al poco tiempo ya me dolía la muñeca, el brazo, el cuerpo.

Tago me respondía:

-Dursey, la espada tiene que ser la extensión de tu brazo. Pero no basta con eso, tienes que saber cómo pararte, cómo moverte con los pies, cómo inclinar tu torso, cómo desviar los golpes.

 

Me dolía la cervical, me dolían los músculos de la espalda, me dolían los muslos, ni hablar del brazo derecho. Si ese día hubiera tenido que montar no sé cómo hubiera podido montar.

Apenas cené me tiré en un catre y me quedé dormido. Dormido y corrido. Hasta que el mismo Tago me despertó.

-Ya tienes la ropa. Mañana partimos.

-Hoy no estoy en condiciones de practicar, Tago.

-Lamento contradecirte, por la tarde practicaremos.

-Apenas puedo moverme.

-Tienes el desayuno, come bien. Come bien en el almuerzo, luego descansarás y practicaremos. -Sé que al día siguiente me costaría montar, pero tenía que poner toda mi voluntad para practicar.

 

Me reía porque no sabía qué era más difícil, practicar con Tago o sincerarme con Tania. Lo primero lo hice, lo segundo no me atreví. Esperaría al regreso. Si regresábamos.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 31/05/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

La entidad vivió en Ferro, un mundo anexo a la Federación Sargón. Era respetado como comandante militar, pero aparecieron los Antiguos reclamando un traidor que suponían en este mundo. Esto lo hizo mover de su lugar de confort tomando decisiones a las que no estaba acostumbrado. Su hijo, teniente, no lo ayudaba.

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Entidad: Ya tengo determinada edad. Pienso en las cosas que podía haber hecho y no hice, en las oportunidades que dejé pasar, en las oportunidades que tuve y que me parecieron difíciles de llevar a cabo, y ahora estoy entendiendo que no siempre elegir el lugar de confort es lo mejor.

 

Me respetan, sí, me respetan. Comandante Jon Salem, de Ferro, un mundo perteneciente a la Federación Sargón. Pero nunca conocí al mundo principal, siempre me dediqué a manejar holoordenadores.

 

No puedo decir que condicioné a mi hijo, a Furt, él llegó a teniente. A veces me pareciera como que copia alguna de mis maneras, no aprovecha ocasiones... Pero a diferencia mía no es por mantener un lugar de confort donde uno en una oficina gana tantos créditos que estando en una nave con el riesgo de enfrentar un conflicto... Tal vez en el caso de mi hijo sea no atreverse. Indecisiones.

 

La Federación Sargón es una federación segura, quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares. Los que no la conocen dicen: "Tiene como mil sistemas estelares".

 

Pero claro, hay otra civilización llamada los Antiguos que están buscando un traidor. Lo buscaron por un sector de la galaxia hasta que llegaron aquí. Pero no fueron directamente a Sargón, el mundo principal de la Federación, vinieron aquí. Un tal Brandani, un alto jefe, un poco mayor que yo.

Le dijimos que íbamos a averiguar si veíamos al traidor, que no conocíamos su nombre pero íbamos a averiguar. En realidad sí lo conocemos, se llama Fidis. Trajo secretos de los Antiguos a la Federación. Están orbitando en un crucero enorme.

Y envié a mi hijo a buscar a un tal Alexis, un excapitán degradado y expulsado aquí, a Ferro, un mundo que siglos atrás organizó una rebelión y muchos todavía miran a este mundo como un mundo rebelde.

 

Al poco tiempo llegó mi hijo con el actual civil, Alexis.

Me saludó directamente por mi nombre:

-¿Cómo estás, Jon? -Y me pareció un joven agradable, decidido.

Le dije:

-Antes que nada felicitarte, porque muchas veces has salvado a la galaxia de amenazas. No entiendo porque te han expulsado de la flota en lugar de haberte condecorado. Pero bueno, el tema pasa por otro lado. Vino un tal Brandani, del mundo principal de los Antiguos, buscando un traidor llamado Fidis.

Alexis dijo:

-Dejadlo por mi cuenta, dejadlo por mi cuenta. Yo estoy muy molesto con la Federación.

Lo miré, fruncí el ceño y le digo:

-Ten en cuenta que estás hablando con un comandante y al lado tienes a mi hijo, el teniente, y nosotros representamos a la Federación.

Alexis, con un tono despectivo, dijo:

-¿De qué forma representáis a la Federación? Vivís en un mundo marginado, te conformas con cobrar unos créditos por estar en un escritorio, Furt no quiere salir al espacio... ¿Por qué les son leales a la Federación?, yo no le soy leal a la Federación. Y si Fidis traicionó a los Antiguos, y tengo entendido que está en pareja o planifica estar en pareja con la viceministro de la Federación, ¿por qué tendría que defenderlo? Mi idea es hacer el revés: a mí no me interesa quedar bien y vosotros dos podéis ser premiados por los Antiguos por entregar al traidor.

-Déjanos pensarlo.

-¿Qué tenéis que pensar? Me hice amigo de muchos cadetes, de cientos de alférez, de decenas de alférez y de tenientes, incluso algunos capitanes me respetan siendo excapitán, y pueden averiguar tranquilamente el paradero, en qué parte de Sargón se esconde ese traidor. Puedo organizar tranquilamente, secuestrarlo y traerlo a Ferro y entregárselo a esa gente. Incluso podemos estar en el mundo de los Antiguos con mucha mejor posición. Tú, Jon Salem, comandante, conozco tu currículum, tienes el doble de capacidad para dar de la que están dando, y estás perdiendo el tiempo en un mundo olvidado. Y tú, Furt, tienes unas habilidades tremendas, ¿y qué haces aquí?, tendrías que estar en el mundo principal luciéndote.

-Déjanos, voy a hablar con mi hijo y vemos de qué manera organizamos el tema.

-Está bien. Decidme dónde está el comedor, quiero tomar algo caliente y comer una buena ración de comida. -Le señalamos el lugar.

 

Y me quedé a solas con Furt:

-¿Estás de acuerdo con lo que dice Alexis? Es un renegado, yo me imaginaba... me imaginaba otra cosa, me imaginaba un ser comprensible, un héroe de verdad. Él solo, una sola persona pudo vencer a todo el imperio Langar. Pero conociendo su manera de pensar me parece un joven rencoroso, un joven vengativo, un joven absolutamente reactivo. ¿Ese es el héroe que todos aplauden?

Furt me dijo:

-Mira, padre, yo no tengo seguridad de que Fidis sea un traidor, yo tengo otras versiones de otros amigos que quizás a ti no te cuenten por respeto.

-Explícate, explícate ahora.

-Aparentemente, Fidis, un excelente reptiloide vivió un tiempo con los Antiguos. Y había castas...

-¿Tenían esclavos?

-No, padre, pero de alguna manera sí. Los humanos eran los que mandaban, la casta principal, los reptiloides era la casta que seguía, una casta que incluso ayudaba a trabajar con holoordenadores, con motores cuánticos en las naves espaciales, pero sus hijos no iban con los hijos humanos a la escuela. Y después estaba la casta de los cánidos. El mismo Fidis se sentía incómodo, porque allí tuvo una pareja llamada Namba, y a los humanos les decían los amos. Y el mismo Fidis dijo: "¿Qué es lo opuesto a ser un amo?: Un esclavo". No le faltaba nada a ninguno, tanto los cánidos como los reptiloides, tenían escuelas, hospitales, pero cada uno a su nivel, y además eran controlados por chips emocionales donde si se disparaba un chip generalmente era por su mente reactiva. Y Fidis sabe de que algunos casos fueron eliminados o directamente les bloquearon la mente haciéndolos unidades biológicas inservibles. Entonces, ¿hasta qué punto es traidor? Lo que hizo, padre, fue ir copilando secretos, ganándose la confianza de los jefes hasta que finalmente le dieron a probar una nave y se escapó con todos los secretos. La Federación al comienzo por ética no los quiso aceptar, pero vio que en algunas cosas eran más adelantados y finalmente aceptaron y le dieron un cargo a Fidis.

-Lo estás justificando, Furt -le dije a mi hijo-, no deja de ser traición.

-No estoy de acuerdo contigo, padre, acuérdate que no estamos hablando como teniente a un comandante, estamos hablando como hijo a padre. No estoy de acuerdo. Yo en lugar de él hubiera hecho lo mismo. Aquí en la Federación tenemos más razas... ¿acaso la viceministro no es una reptiloide? Tenemos cánidos, tenemos felinos, tenemos otro tipo de reptiloides, tenemos saurios que han evolucionado después de millones de años, son incluso más antiguos que los Antiguos de Gaela y aquí van todos a la misma escuela, van todos a los mismos hospitales. Los Antiguos, con la excusa de que los reptiloides o los cánidos tienen otro tipo de organismo, ponen la excusa de que tienen hospitales en cada sector. Entonces, ¿quién es más democrática la Federación o los Antiguos?

Le dije la verdad:

-Hijo, es mucha responsabilidad, yo no quiero meterme en problemas. Supón que en la Federación se enteran de que nosotros estamos tramando algo contra la pareja de la viceministra, nos condenarían, no sé qué penas nos darían... prisión. Y si hacemos al revés, si nos lavamos las manos, Brandani, el alto jefe de los Antiguos, nos va a pedir explicaciones.

-¿Qué explicaciones padre? Dijimos que mandamos espías y no encontraron nada y punto.

-¿Y entonces para qué te hice traer a Alexis?

-Para que nos dé una orientación, es lo que tú dijiste.

-¿Y qué orientación nos dio? Nos encontramos con un joven resentido, amargado con ganas de vengarse. Eso nos pone en un problema.

-Está bien. ¿Y ahora qué hacemos, padre? Si le decimos que nos arrepentimos, él ya tiene la idea, y capaz que por su cuenta se comunica con el crucero.

-Eso lo impediré.

-¿Y qué piensas hacer padre, eliminar a Alexis? ¿Está en tu naturaleza hacer eso? Él salvó a la Federación, él salvó a la galaxia de los Langar. Capaz que tenga razón en estar resentido y amargado, tendría que ser un héroe, como lo fue siglos atrás Askardín al vencer la rebelión de Airan.

-¿Y cómo lo hacemos callar, le decimos que desistimos de la idea?

-Padre, tienes que conservar tu lugar de comandante. Él es un civil pero fue un extraordinario capitán. Si le propones olvidar el asunto te va a faltar el respeto. Tuvo la audacia de hablarte de igual a igual sólo por el hecho de ser civil. Si fuera capitán tendría que cuadrarse ante ti. No puedes ni puedo yo tampoco mostrar debilidad ante Alexis, es un civil, le podemos ordenar o directamente llamamos a parte de la tropa diciéndole que evaluamos que entregar al traidor era una falta de ética y que Brandani hable con otros, nosotros directamente nos desinteresamos del tema. Si Alexis se opone que la tropa lo lleve a prisión...

 

Espera, padre, ahí vuelve.

Le pregunté:

-¿Ya has comido?

-No, he tomado una bebida caliente. Pero no perdí tiempo, hablé por la ultraonda, la ultralumínica y me pude comunicar con aliados que todavía tengo en la Federación, y van a traer aquí a Fidis prisionero para entregarlo a Brandani. -Me sentí molesto.

-¿Por qué has hecho esto?

-Porque vosotros me lo habéis propuesto y yo aprovecho la ocasión. Al fin y al cabo, Fidis es un representante de la Federación y yo no quiero saber nada. A mí me han traicionado y yo les pago con la misma moneda.

-Nos tendrías que haber consultado.

-Vosotros me habéis llamado -reclamó Alexis-. Ahora ateneos a las consecuencias.

-Podemos ponerte prisionero. -Lo amenacé.

-¿Ah, sí? Van a venir varias naves aliadas a mí, a Ferro, todas armadas, y pueden vencer a vuestras tropas. Para ellos yo sigo siendo capitán.

-Pero yo soy comandante.

-Está hecho.

-¿Te obedecerán?

-De acuerdo a lo que yo planifiqué. Si tú te arrepientes no creo que te sigan. -Me sentí molesto.

-Nos has dejado en una posición desastrosa.

-¡No! -dijo Alexis-, la idea fue vuestra.

-No -negué-, nuestra idea fue consultarte, tú tomaste la decisión, no nosotros. ¿Qué dices, hijo?

-No sé. Sí, es cierto, yo lo he llamado, pero...

Alexis interrumpió a mi hijo:

-Furt, es hora de que te pongas el uniforme.

-Lo tengo puesto.

-Es hora que te lo pongas de verdad. Es hora que tomes partido, no hagas como tu padre, que está tranquilo en su lugar de confort.

Lo tomé del cuello, molesto:

-Mes estás faltando al respeto, Alexis. -Me tomó de las muñecas y me sacó las manos con fuerza.

-No eres mi comandante, no permito que me sujetes. Y no sé si la tropa te hará caso, para ellos yo soy un héroe. Ahora descansad, y yo voy a comer tranquilo. -Me quedé con mi hijo.

-A esto nos ha llevado nuestra indecisión, a este conflicto. Si apoyamos a Alexis, la Federación nos va a condenar, si le comentamos a Brandani que aquí también tenemos traidores, tendríamos que huir en el crucero de Brandani. Yo no conozco el mundo Antiguo, no sé qué nos esperaría allí. Es tu decisión hijo.

-No padre -me dijo Furt-, es tu decisión. Tú eres el comandante Jon Salem, tú me tienes que dar ejemplo a mí, como padre y como comandante, y has permitido que un civil exiliado te pase por arriba con sus palabras, con sus decisiones.

-¿Me echas la culpa a mí? Y para qué sirve tu grado de teniente, ¿te has impuesto?

-No.

-La decisión fue de ambos y por eso estamos como estamos Tenemos que resolverlo. Con las resoluciones óptimas es como resolveremos nuestra vida futura, tanto la tuya, como hijo, y la mía, como padre, pero ser tibios por naturaleza no te sirve ni a ti ni a mí.

 

 


Sesión 20/07/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

Eran más de cincuenta militares que siendo teletransportados a una nave de la Federación fueron redirigidos, secuestrados y llevados a una de los Antiguos. Querían intercambiarlos por un supuesto traidor, al que reclamaban. La entidad relata la preocupación que sentía en esos momentos.

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Entidad: Me siento molesto, podría decir muy molesto. No con la situación actual, una situación peligrosa donde somos rehenes de un caprichoso jefe de los Antiguos empecinado en lograr que le traigan a Fidis y entonces nos libera.

Pero estoy haciendo una especie de repaso de mi vida. Cómo logré a ascender a comandante.

 

He tomado muchas buenas decisiones, pero también fueron muchísimas las indecisiones que me evitaron tomar las primeras. Y a veces el pecado de omisión, por decirlo de una manera entendible, puede ser más difícil de superar que una frustración por un fracaso, porque el fin y al cabo es algo que has intentando, y bueno, puede haber un éxito, puede haber un fracaso, puede haber una victoria, puede haber una derrota, pero hay un intento. Pero cuando evitas, diciéndolo de una manera entendible, poner las fichas sobre la mesa, el no correr el riego, el ir ascendiendo por antigüedad o haciendo pequeñas ayudas a la Federación...

 

Me siento frustrado también porque mi hijo Furt de alguna manera me daría la impresión de que él también es dubitativo, pero llegó a teniente ha logrado cosas. Tal vez, quizá se ha jugado más que yo, se ha arriesgado en muchas cosas, pero en otras me ve como espejo, en otras me ve como ejemplo, y no es se copie. Yo pienso que cada ser humano es independiente en su manera de ser, de proceder, y no es cierto que la genética sea heredada en nuestra manera de pensar, en nuestra manera de ser.

 

La cuestión es que estábamos encerrados en una plataforma en la parte baja del crucero yo, el comandante Jon, mi hijo Furt, Alexis, que luego me explicarán porque de civil es otra vez capitán si lo habían degradado y lo habían expulsado, y el gran comandante Oberson, que lo veía bastante tranquilo. Los cincuenta soldados de Ferro también fueron teletransportados, o sea cincuenta y cuatro personas de rehén para cambiarlas por uno que los Antiguos consideraban un fugitivo, un traidor.

 

Estaba furioso también con el comportamiento del jefe Brandani, porque lo que hipotéticamente o realmente se llevó Fidis del principal mundo de los Antiguos fue compensado con creces con descubrimientos de la Federación, no los últimos, no los últimos; el arma de vacío no se le dio finalmente como tampoco otros descubrimientos que hizo el capitán Alexis estudiando genética y estudiando informática superior.

 

Encerrados en esa plataforma con una condición de vida mínima, con una temperatura casi diez grados debajo de lo que había en las plataformas superiores me sentí de alguna manera tranquilo viendo que mi superior, el gran comandante Oberson, estaba calmo y aprovechó para comentarme lo que había pasado con el capitán Alexis, algo que habían planificado nada más y nada menos con el primer ministro Will, el ministro de toda la Federación Sargón. Y de allí fue como el propio capitán acabó con los Langar, prácticamente la plaga de la galaxia, una raza malvada que no cabía en mi mente cómo una raza tan básica que podía tener armas tan sofisticadas y naves superlumínicas depredaban mundos, mataban a sus habitantes, comían todo lo que había en ese mundo, no se molestaban en cosechar, en sembrar, en nada. El mundo lo dejaban pelado como si fuera un mundo muerto, y atacaban otro mundo. Y así otro mundo y otro y otro y otro.

 

Alguna vez hablé del tema cuando yo era alférez, hace tiempo atrás. Era más joven de lo que hoy es mi hijo. Y le dije quizá de manera egoísta:

-Bueno, mi capitán, la Federación tiene armamento y escudos energéticos más que suficientes para rechazar cualquier invasión Langar, por lo tanto no debemos preocuparnos.

Ese capitán me dijo:

-Tiene razón, de alguna manera, alférez Jon. -Pero su cara no reflejaba lo que decían sus palabras.

Le digo:

-Mi capitán, me dice que tengo razón pero hay algo que no le cierra.

-Claro, tú ves por tu bienestar.

-Mi capitán, yo lo que veo es por el bienestar de toda la Federación y todos los mundos asociados a la misma, todos esos mundos están protegidos de los Langar, esa raza prácticamente salvaje, depredadora.

-Pero te olvidas de algo, Jon.

-Por favor, mi capitán, explíqueme.

-Te olvidas de que hay miles y miles de mundos que apenas hay desarrollado los viajes interestelares y no tienen armamentos sofisticados, hay otros mundos que apenas navegan en su sistema solar y hay mundos que directamente apenas mandan sondas robot a planetas de su sistema, todavía ni siquiera hacen vuelos espaciales salvo algunos a sus satélites. Bueno, todos esos mundos, apreciado alférez Jon, están indefensos y no son aliados de la Federación. Bueno. Cientos de mundos han sido destruidos, millones y millones y millones de seres, reptiloides, humanos, cánidos, félidos, alardeanos y otros, distintas razas de grises han sido exterminadas por los Langar. Entonces eso duele.

-Mi capitán -le dije con esa ingenuidad de mi juventud-, la Federación tiene la fuerza suficiente para combatir a los Langar.

-Seguramente lo venceríamos, alférez, ¿pero a costa de cuántas muertes de nuestra Federación? ¿Usted ha estudiado historia, alférez?

-Mi capitán, por supuesto.

-¿Ha leído del imperio Mordon, el imperio reptiliano?

-Fue hace muchísimo tiempo, señor.

-Bien. Hubo muchísimas bajas nuestras. Éramos una Federación más pequeña, así y todo los pudimos vencer. ¿Has leído de la época de Ascardín?

-Sí, mi capitán.

-¿La rebelión del planeta Ferro, donde tú te has criado?

-Por supuesto, señor.

-Bien. Allí no hubo tantos muertos pero fue una rebelión que costó sofocarla, gracias a Ascardín dirigiendo las naves, pero quien terminó verdaderamente aquella rebelión fue su padre, el ministro Obradín. Entonces, si queremos frenar a los Langar seríamos el mundo que ataca y seríamos quizá mal vistos o malentendidos por otros mundos. -Hablando con el capitán siendo yo más joven de lo que hoy es mi hijo Furt cambié de mi forma de pensar.

-Mi capitán, en este momento siento una tremenda impotencia, lo que usted me ha contado de los mundos que atacan, de los millones y millones que mueren en cada mundo, hay mundos muy grandes que tienen más de diez mil millones de seres, ni siquiera se quedan con seres como esclavos, matan a todos, no les interesa y luego comen sus alimentos, dejan el mundo desolado y se van. No tienen el sentido de la compasión, no les interesa.

 

Mi mente volvió al presente, en la plataforma baja del crucero de los Antiguos, donde el gran comandante, Oberson, me explicó lo de los virus que puso en la nave principal Langar y principalmente en la sala de transportadores. Cada vez que un Langar se teletransportaba a un mundo invadido o a otra nave de su comando, el virus iba contaminando únicamente a los Langar. Habiendo estudiado su genética, y eso fue mérito del capitán Alexis, no se perdió una sola vida.

Como se había detectado con nuevos aparatos, el crucero de los Antiguos aún teniendo la capa de invisibilidad, se hizo la treta de que condenaban, degradaban y expulsaban de las fuerzas al capitán Alexis dejándolo solamente un civil, que fue cuando lo conocimos. Y sí, tanto a mi hijo como a mí nos pareció raro que le permitieran instruir a la tropa militar siendo civil.

¿Pero qué es lo que había hecho? Se había llevado la nave original de Fidis dejando estela supralumínica hacia Ferro para que el crucero de los Antiguos lo detecte a propósito y lo siga, creyendo que allí estaba Fidis, y Alexis fingió ser un traidor que odiaba a Fidis cuando en realidad estaba todo programado a propósito.

Pero bueno, como dije antes, hubo un intercambio de tecnología que era favorable a los Antiguos, pero evidentemente Brandani era tan caprichoso, su ego lo poseía de tal manera que no le bastaba porque se sentía insultado en su honor de que un reptiloide hubiera vencido en estrategia al gran Brandani respetado por todos los Antiguos. Los Antiguos en realidad eran muy orgullosos, consideraban a las demás razas inferiores y no entendían como una reptiloide podía ser la viceministro Nubia, para ellos era algo atroz.

 

-Señor -le dije a Oberson-, ¿por qué lo veo tan calmo? Si la Federación no le da a Fidis seremos llevados al mundo de los Antiguos, y como dijo Brandani tendremos libertad en un sector, me imagino a los campos de prisioneros de la   antigüedad que pueden tener una libertad limitada, una ración de comida limitada y nada más... ¿No me responde?

-Comandante Jon, quédese tranquilo, para esto también hay un plan.

-Podría comentármelo, al fin y al cabo soy un comandante.

-Nuestro plan es ver cómo nos evadimos. -Y me hizo un gesto con su rostro. Y entendí como que no me estaba diciendo la verdad. Me quedé callado. ¿Habría micrófonos en la plataforma, habría cámaras, escucharían todo lo que hablamos?

Le seguí el juego:

-¿Cómo piensa, señor, evadirnos de este crucero estando aquí prisioneros?

-Bueno, estamos hablando con el capitán Alexis cómo planificar una fuga. -Por supuesto en mi mente sabía que era algo imposible y me desanimé, y hasta dudaba de que tuvieran un plan real.

 

Y al igual que cuando comencé este relato, me sentía molesto con la situación, con los Antiguos, conmigo mismo, con la parsimonia y la tranquilidad del gran comandante Oberson.

Y miré hacia el capitán Alexis, estaba dormitando, recostado. ¿Cómo podía dormitar? Yo era un manojo de nervios, no había manera de calmar mi ansiedad, mi angustia.

 

El gran comandante Oberson me dice:

-Siempre llevo conmigo la nueva generación de ansiolíticos, ¿desea tomar?

Mi orgullo, mi tonto orgullo me hizo decir:

-No, al fin y al cabo soy un comandante.

 

Me quedé sentado en el piso frío de la plataforma, cruzado de brazos. En cualquier momento el crucero salía de órbita y nos llevaba a un mundo desconocido. ¿Cómo podía estar satisfecho ante esa situación tan desagradable?

Pero más me molestaba ver la parsimonia de mi superior y ver dormitando, como si estuviera de vacaciones, al capitán Alexis.

 

Sentí una mano en el hombro. Mi hijo, el teniente Furt:

-Padre, estás demasiado acelerado.

-¿Tú no?

-No.

-Bueno, te felicito. -Pero se lo dije de manera irónica, no me sentía con paciencia como para conversar. Y me quedé encerrado en mí mismo como si fuera una ostra.

 

No veía solución. Honestamente, no la veía.

 

 


Sesión 06/09/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

Su hijo, teniente en un crucero de la Federación Sargón, presenciaba cómo sus capitanes cedían ante un militar lacerta que había muerto a miles de humanos en colonias mineras, y civiles. Le enviaba por comunicación privada lo que estaba sucediendo.

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Entidad: No podía dormir, eran las cuatro de la madrugada, hora de Ferro. Y me sentía intranquilo, ¿cómo estará mi hijo Furt? ¿Qué pasará, habrá un conflicto bélico?, ¿no?

 

Y uno aquí se sentía impotente, bastante impotente, sin saber qué hacer; dos veces estuve a punto de llamar por visor ultralumínico a Sargón, a hablar con el comandante jefe de la academia, que es cercano o bien al ministro Brine o al gran ministro Will. Pero no no no, no era coherente que los incomodara, entiendo que cualquier novedad iba a haber una comunicación total a todos los sistemas.

Y en ese momento recibí una llamada ultralumínica por visor. Lo encendí, era mi hijo, el teniente Furt.

-¡Hijo!

-Padre, escúchame bien.

-¿Cómo estás?

-Escúchame bien, yo voy a poner mi visor en el prendedor del traje, en este momento estoy citado en el puente de mando y hay un problema muy grave.

-Pero hijo...

-Padre, no me interrumpas, nada más lo voy a colocar, es una llamada privada únicamente para ti, una frecuencia privada. Me siento mal y el hecho de que estés conmigo, aunque sea a través del visor privado, me hace sentir acompañado. Escucha.

 

En ese momento puse atención al visor que había colocado mi hijo en su traje. Se veía todo el puente de mando.

Estaban discutiendo los dos capitanes, la capitana Kirana que estaba al mando y el capitán Alexis. Disimuladamente, mi hijo, el teniente Furt, se fue acercando. De todas maneras las voces estaban amplificadas a través del visor:

            -Lo que piensas hacer no me parece coherente, no me parece coherente para nada.

            -Fíjate, Kirana, que se lleven al comandante lacerta Kramber, a un juicio a Sargón, él ya lo preveía y dio órdenes a su crucero de transmitir por radio ultralumínica a todas las naves que ataquen a todos los mundos de la Federación Sargón. Ten en cuenta, Kirana, que tenemos quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares, pero en la mayoría como mínimo hay dos mundos habitados en cada sistema, más mundos donde hay colonias, que no hay atmósfera pero hay capa energética donde pueden respirar dos mil, tres, cinco mil hasta diez mil personas.

            Kirana le respondió:

            -¿Pero tú te olvidas, tienes poca memoria, Alexis, lo que ha hecho este sujeto, este criminal de guerra? Ha bombardeado un mundo donde había mineros humanos y debajo de una cúpula más de mil personas, y lo sabía, y bombardeó igual.

            -Kirana, se ha firmado una tregua y el ministro Will no dio orden de romperla ni tampoco dio orden de llevar al embajador lacerta a Sargón.

            -Es un criminal de guerra, me baso en eso.

            -A partir de este momento recuerda que tú te has ido a tu camarote porque no podías soportar la presencia del lacerta Kramber y me has dejado al mando, en determinado momento te pudo la emoción. Has regresado al puente de mando queriendo recuperar tu puesto. No, no te lo otorgo. Por ley espacial de Sargón, cuando se da el mando, cuando se cede el mando no se recupera si quien tiene el mando no se lo devuelve. Tú has otorgado el mando, yo en este momento decido.

 

Yo estaba pálido escuchando la conversación entre dos grandes capitanes, me sentía incómodo y me imagino cómo estaría mi hijo Furt en ese momento. Obviamente si supieran que tendría una cámara transmitiendo a años luz de distancia, que como es ultralumínica me llega en forma instantánea, lo castigarían por más que yo fuera su padre, el comandante Jon. Lo peor de todo es que el lacerta escuchaba el debate entre los capitanes humanos, por su gesto no se sabía si estaba incómodo, si sonreía...

Finalmente el debate terminó, Alexis se quedó con el mando de capitán del enorme crucero. Cogió una holotablet:

            -Yo firmo como capitán presente de la nave, firmo, que hay un tratado en este momento directamente no de tregua, sino de paz. -Alexis firmó, luego firmó el comandante lacerta Kramber. Inmediatamente envió por visor lumínico la firma de la holotablet al crucero lacerta-. Disculpa a la capitana, comandante, es muy impulsiva. -Se estrecharon la mano.

 

Y el lacerta, que para mí era un monstruo, yo honestamente le daba la razón a la capitana Kirana, era un monstruo, y encima comentó algo que mi hijo no me pudo decir:

            -Eres coherente, capitán Alexis, porque si me retenían, una vida, la mía, es una vida me hubieran reemplazado, pero todas mis naves, todas, todas, hubieran atacado todos los sistemas de la Federación Sargón dejando millones y millones de muertos humanos.

 

No podía creer lo que escuchaba, y el capitán Alexis había cedido a la amenaza.

Habló de vuelta la capitana Kirana:

            -Yo no estoy de acuerdo, no voy a firmar. -El lacerta rió.

            -¡Je, je!, firmó el que está al mando, es lo que vale. Y ahora, si no hay más nada por hablar le pido al capitán Alexis que me teletransporte a mi crucero. Y todos en paz. -La capitana Kirana lo miró con odio, se encogió de hombros y se alejó-. Quisiera que hubiera muchos como usted capitán Alexis -dijo el comandante lacerta Kramber.

 

En ese momento me quedé pensando mientras preparaban el teletransporte, porque tenía que ir hasta la plataforma.

            -Mi capitán -dijo mi hijo Furt-, ¿puedo escoltarlos?

            -Por supuesto teniente. -Muy astuto, así yo lo seguía viendo a través del aparato visor.

            El capitán le dijo al del holoordenador:

            -Energice al comandante. Estamos en paz, y espero en el futuro visitar su mundo principal como amigo, como aliado. Los lacerta y los humanos de Sargón van a ser aliados.

            -Así será. Por fin un humano que me entiende -dijo el lacerta. Y lo teletransportaron.

 

En ese momento el capitán Alexis volvió con mi hijo, de escolta, al puente de mando.

            La capitana Kirana le decía:

            -Ha respondido el tercero a cargo, el ministro Brine. Le he planteado que podemos fortificar con naves todos los sistemas estelares de la Federación.

            -El ministro Brine se equivoca. Que me lo diga directamente a mí el primer ministro Will y entonces yo le voy a responder que no puede ser.

Primero: En este momento hay naves de Sargón en cada uno de los sistemas pertenecientes a nuestra Federación, lo que no tienes en cuenta, Kirana, es que hay sistemas que tienen dos mundos habitados y hasta tres mundos habitados y no hay tantos cruceros fortificados con triple capa energética, la doble capa más el ultragrafeno, entonces va a morir más gente todavía. No queda otra que dejarlo ir.

 

En este momento se encendió el gran visor del puente de mando y se lo vio al comandante lacerta Kramber sentado en su sillón, cómodo, tomando una bebida:

            -¡Ja, ja, ja! Capitana Kirana, contigo quería hablar. Ahora que ya está firmado el tratado sólo nos resta, total no hay apuro, enviar este tratado por vía ultralumínica a todos los sistemas lacerta. Todavía no lo hemos enviado.

            Habló Alexis:

            -Querido comandante, ya está todo firmado, nosotros enviamos el tratado de paz duradera y alianza a los quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares. Y el propio ministro Will me felicitó a mí, no a la capitana Kirana.

 

Fruncí el ceño; ¿qué era lo que yo estaba escuchando? En ningún momento el capitán Alexis se comunicó con el ministro Will, no mientras mi hijo me llamó a través del visor.

             Kramber dijo:

            -Voy a hacer lo mismo. A ver, vosotros, en todos los holoordenadores enviad a todos los mundos lacerta el tratado de paz, de prosperidad y de alianza. Ahora. -Enviaron el tratado de paz y enviaron la imagen del comandante lacerta en su crucero, donde estaba escoltado con su seguridad para dar tranquilidad a todos los mundos lacerta que la reunión había terminado más que bien.

            -¿Ya lo has enviado?

            -Lo he enviado, pero antes quiero hablar con la capitana Kirana.

            -Aquí estoy.

 

Yo miraba de espaldas a la capitana y de frente en la pantalla el criminal de guerra Kramber. Obviamente a mí no se me veía porque el visor que tenía en forma de pin mi hijo, no llegaba al centímetro de tamaño, sin embargo tenía una amplitud de pixeles impresionante.

            -Tú me odiabas, Kirana, porque bombardeé un mundo donde había mineros humanos y civiles humanos, ¡ja, ja, ja! ¡Ay, ay, ay, qué limitada que eres!

            Kirana lo dejó hablar. Sólo le preguntó:

            -Limitada, ¿por qué, comandante? -irónicamente.

            -Comandante y me van a ascender a ministro. Eres limitada porque ignoras que por lo menos veinticinco colonias de vuestros sistemas estelares han sido bombardeados para extraer nosotros ese mineral valioso. ¿Tú te preocupas, te quejas y seguramente habrás sollozado por la pérdida de más de mil vidas? ¡Je, je, je! Yo calculo que por lo menos unas treinta mil vidas hemos matado. Pero como nadie nos avisó que esos mundos estaban habitados nosotros no cometimos ningún crimen de guerra porque para nosotros crimen de guerra es atacar sistemas de la Federación con mundos habitados. Esos son mundos no habitados que tenían colonias y nosotros lo desconocíamos.

            Kirana le dijo:

            -¿Te das cuenta lo que me dices? "Lo desconocían". ¿Con vuestros visores pueden captar hasta la huella de un pie en el fango de miles de kilómetros de distancia y no sabían? No sólo eres hipócrita sino que... Nada, nada, mi conciencia va a estar tranquila.

            -Lamento disentir, capitana Kirana, tu conciencia te va a remorder toda tu vida. Tú, y eso lo reconozco, eres mucho, pero muchísimo más inteligente que el capitán Alexis, el capitán Alexis es débil, ingenuo, pero ahora que ya está todo firmado, y no hay vuelta atrás, no hay nada que hacer. Además, para nosotros una pérdida de miles de humanos no significa nada. Nosotros somos la raza más antigua de la galaxia, la raza perfecta, y vosotros en algún momento, mundo tras mundo, perderéis todo. Luego iremos a por los Antiguos, ya que vosotros nos facilitaron el trabajo de deshacerse de los langar, humanos ingenuos. Corto la comunicación, en breve nos marcharemos a velocidad ultralumínica a nuestro mundo principal.

 

Cortó la comunicación, pero de todas maneras a través de los visores del puente de mando igual se veía a distancia sus luces del gran crucero lacerta.

La capitana Kirana y el capitán Alexis susurraron, hablaron por radio privada a los que manejaban las armas. Uno de ellos se dio vuelta asombrado; el capitán Alexis lo miró severamente y asintió. La capitana Kirana también.

 

En ese momento lo que vi por el visor a través del pin que tenía mi hijo es que el crucero, el crucero lacerta dejó de estar. Cuando una nave deja de viajar a velocidad sublumínica y en ese momento entra a velocidad ultralumínica, lo que deja es un enorme resplandor que va desapareciendo, y la nave ya no está porque marchó a más de la velocidad de la luz. Pero en este caso no hubo resplandor, en este caso el crucero desapareció.

 

Mi hijo, listo y atento, les preguntó a los capitanes:

-Disculpad mis capitanes, ¿qué ha pasado?

-Ya daremos la explicación correspondiente.

-¿Pero qué tienen, un nuevo sistema de navegación ultralumínica superior a la nuestra?, porque no vi ningún resplandor, toda nave deja un resplandor cuando va más allá de la luz.

 

Por el visor se vio la cara del capitán Alexis:

-Teniente, relájese. -Cogió el micrófono principal-: A toda la nave, suspendan el estado de alerta. Descansen, vayan al comedor de cada una de las plataformas a tomar una bebida, en un rato la capitana Kirana y yo daremos un comunicado. No estén pendientes, descansad, tomad algo, nosotros haremos lo mismo.

 

Mi hijo se marchó a uno de los comedores, se sacó el pin y me miró:

-Padre, no entiendo lo que ha pasado.

-Mi querido Furt -le comenté-, tengo una hipótesis, tengo una enorme hipótesis. Lo único que yo sé es que el capitán Alexis no se comunicó para nada con el primer ministro Will ni con la viceministra Nubia ni con nadie. Lo que han hecho ahora en combinación los dos capitanes es responsabilidad de ellos.

-Padre -me dijo Furt-, ¿de qué combinación me hablas? Me comentas como si ellos estuvieran de acuerdo, debatían a tal punto que estaban ya casi discutiendo, casi peleándose.

-No quiero adelantarte más nada porque quizá me equivoque, pero yo tengo una hipótesis, yo pienso que Kirana y Alexis estaban de acuerdo.

-¿De acuerdo en qué? -me preguntó mi hijo.

-Ahora cortemos la llamada. Si quieres, cuando los capitanes den el comunicado te conectas de vuelta disimuladamente. Yo no atenderé, directamente te dejas el pin, presionas el botón y ya estás en línea conmigo, así escucho lo que van a decir. Y ahora ve a tomar algo. Aquí ya deben ser más de las cuatro treinta de la madrugada, hora de Ferro. No voy a dormir, me prepararé una bebida bien bien caliente en base a café y voy a estar atento.

 

 


Sesión 01/02/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidades que se presentarón a dialogar: José Luís F.

La relación era tensa con su hijo. Pensaba distinto, quería un padre valiente, con coraje. En cambio, siendo comandante, era necesario ser analítico, prudente. Tenía una misión, se acercaba una nave desconocida. Había que averiguar de qué iba, qué pasaba, qué querían.

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Entidad: Me sentía mortificado. Recuerdo cuando era capitán, había hecho algunas misiones de poca importancia y luego cuando me ascendieron a comandante ya tenía la excusa para trabajar directamente en la base militar de Ferro.

Con mi hijo, el teniente Furt, me llevaba bien. Pero en estos últimos meses lo sentía algo alejado, no me había perdonado que rechazara el puesto de viceprimer ministro, la segunda autoridad luego de la primer ministro Nubia, pensaba que yo no tenía coraje.

Yo sé que tengo coraje, simplemente me pareció que era demasiada la responsabilidad que iba a pesar sobre mis hombros. Además, ganaba bastantes créditos, estaba tranquilo, cómodo. No, no quería más responsabilidad.

 

Furt me decía:

-Padre, ¿te das cuenta que estás en un lugar de confort? -Me molestaba.

-Esas no son tus palabras, eso es de una conversación que has tenido con el capitán Alexis. Pero el capitán Alexis se olvida que yo soy su superior y no tiene porque llenarte la cabeza.

Furt me respondía:

-Padre, a mí nadie me llena la cabeza. Si hay algo que está mal lo digo, si hay algo con lo que no acuerdo lo dejo ahí. Pero yo pienso lo mismo, pienso que te has quedado en el lugar de confort. -Me molesté.

-¿Y qué quieres?, ¿cuál es el problema de que haya rechazado el puesto? No es por mi ego, es por tu ego. Claro, los demás tenientes se burlan: "Mira, el padre de Furt rechazó el segundo puesto más importante de Sargón".

-No es así, padre -me decía Furt-, no hay un teniente aquí en Ferro que se atreva a hablar de ti ni bien ni mal. Y no sé que es peor que no te mencionen.

-Bueno, pues ahora me van a mencionar.

-¿Qué pasó?

 

Lo miré a mi hijo.

-Mira el parte que me llegó de parte de la primer ministro Nubia. Léelo en voz alta.

-"Apreciado comandante Jon, tiene una misión, no podemos decir si es de peligrosidad o no. Detectamos una nave en los confines de vuestro sistema de Ferro, a ocho horas luz".

Pero padre, Sargón está a años luz, ¿y detectan una nave que los sistemas de Ferro no detectan a ocho horas luz?

-La detectamos. Y por supuesto que avisamos, los mensajes ultralumínicos se cruzaron.

-De todos modos, padre, que detecten la nave al mismo tiempo estando años luz de distancia... No tenemos aparatos tan sofisticados en Ferro como en Sargón. Pídelos. Al fin y al cabo el sistema de Ferro es importante, padre. Pídelos.

Lo miraba a Furt:

-¿Sabes que yo soy tu comandante?

-No entiendo, padre.

-Me hablas como si tú fueras mi superior, "¡Pídelos!, ¿qué esperas?".

-Padre, no exageres.

 

-Salimos en dos horas, te dejo que hables por el multicanal a todos los tenientes, a los alféreces.

-No hace falta que vayamos tantos.

-Treinta tenientes y sesenta alféreces. No creo que haya ningún peligro, pero nuestro crucero tiene el triple blindaje con el ultragrafeno.

-De todos modos, padre, cuando estemos a poca distancia, a minutos luz, habla por el ultravisor y que se presenten.

-¿Ves?, hablas como si fueras mi superior.

-¡Padre! Obviamente que te tengo confianza, a otro comandante no le hablo así.

-¿Y a un capitán?

-Por supuesto que tampoco.

-¿Y por qué con Alexis sí?

-Él me brindó amistad. Por supuesto que cuando estamos en misión le digo 'mi capitán', pero cuando conversamos a solas lo trato de tú.

-¿Te das cuenta cómo te mal acostumbra?

-Padre, eres insufrible. No sales a mí, no sales a mí, tienes un carácter horrible.

-¡Qué bueno! -Hice una mueca de sorpresa y contuve la sonrisa-. Es increíble, usas el sarcasmo, la ironía. Pero no con todos.

-Padre, somos familia, ¿te ofendes?

-¿De quién, de una criatura?

-¡Ah!, te molestó, te ofendes.

-De todos modos te quiero, te quiero más que a mi vida, hijo, a pesar de todas las contradicciones.

-¿Todas las contradicciones que tienes tú, padre?

-No se puede conversar un rato sin discutir.

-Padre, ¿estás hablando en serio? Esto no es una discusión, estamos conversando, yo hablo en tono de burla.

-O sea, te burlas de mí.

-No, hablo contigo en tono de burla, no estoy burlándome de ti, ¿entiendes la diferencia?

-La entiendo, la entiendo perfectamente.

 

-Me dijeron los jóvenes que viene una teniente de Sargón, ¿en plan de qué, padre?

-¡Ah! Sí, sí, está con otras tenientes, quería conocer Ferro.

-¿Viene de Sargón Central a conocer Ferro?

-Sí, quería conocer el planeta donde hace siglos hubo un foco de rebelión comandada por Airan. ¿Has estudiado la historia de Askardín?

-Por supuesto, padre, ¿quién no la estudió?

-Bueno, quería conocer este mundo. Y ya hizo amistades con las jóvenes tenientes.

-Bueno, debe ser una novata.

-No, para nada. Lo primero que leí fue su historial, tuvo ocho misiones en Sargón.

-Vaya, ¿ocho misiones desde que se inició?

-No, ocho misiones como teniente.

-Vaya, espero que no sea una de estas creídas que piensan que porque vienen de Sargón lo sabe todo.

-Ahora el que te pones mal eres tú, Furt.

-¿Va a venir en el crucero?

-Por supuesto. Lo pidió.

-Claro, y tú enseguida le has dicho que sí.

-Órdenes de la primer ministro Nubia.

-Vaya, así que es una teniente favorita de la primer ministro. Como yo dije, una creída. Odio las personas vanidosas.

-¿Te das cuenta que está asomando en ti algo negativo?

-¿Por qué, padre?

-Estás hablando y prejuzgando a una persona que no conoces, que no sabes ni como es. Y porque vino de Sargón y la primer ministro recomendó que venga con nosotros en la misión piensas que es una creída. ¿Desde cuándo tienes preconceptos?

-No, padre, no los tengo. No sé, por ahí fue una sorpresa y... Igual no pido disculpas porque esto queda entre nosotros, pero sí, estoy arrepentido de haber hablado de más sin conocerla.

-Me alegro que pienses así -exclamé-. Y esperemos que la misión sea leve.

-Va a ser una misión, padre, no es un lugar de confort.

-Termínala con eso, por favor, termínala con eso. Veremos qué pasa. En hora cuarenta salimos.

 

Me fui a mi camarote. No era la vivienda, era el camarote cerca del hangar donde tenía distintos trajes, armas y un traje blindado para usar en el crucero, con pequeño transmisor, con detector de temperatura de atmósfera, un miniordenador con cerca de cien lecturas. Pero tenía razón Furt, nos faltaban ultraradares, más que nada para poner en los satélites de los gigantes gaseosos.

 

Y me quedé pensando. Hace tiempo que no salía en misión, me sentía impaciente, nervioso tal vez por la incertidumbre de saber de dónde venía esa nave, qué querían. Pero a su vez estaba satisfecho, le iba a mostrar a los tenientes y a los alféreces que un comandante puede perfectamente llevar una misión exitosa.

Pero lo que no entiende la mayoría es que las misiones más exitosas son las que evitan combatir. Muchos dicen, ¿Cobardía, temor? No, porque las víctimas son de ambos lados. ¿Y para qué?

 

A veces conversando -y si no saben nuestro lenguaje con el minitraductor podemos saber-, por ahí es una nave que viene a explorar y son inofensivos. Si detectamos armas preparadas prepararemos las nuestras, de lo contrario evitaremos todo tipo de contienda.

Los jóvenes eso no lo entienden, piensan que un buen comandante es el mejor guerrero. Les falta madurar.

 

Me di un baño de vapor, un secado con aire cálido y a vestirme. Treinta minutos antes de la partida ya estaba en el hangar donde nos iban a teletransportar al crucero.