Sesión 28/02/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José S.
En Gaela, además de los creyentes en Axxón había los de la Orden Del Rombo, la Orden De Amarís. La entidad relata hasta qué punto el fanatismo o el lavado de cerebro de sus seguidores hacía que llegaran a denunciar a sus seres queridos, que serían deportados, castigados y hasta desaparecidos. Y todo ello en el nombre de Axxón y de Dios.
Sesión en MP3 (2.873 KB)
Entidad: Lo correcto es que trates de cumplir la ley, lo correcto es que seas honesto y que cuando percibes algún ilícito lo denuncies porque me enseñaron que la pasividad de los buenos es tan negativa como el actuar de los malos porque a la larga eres cómplice. Entonces estoy con la conciencia tranquila si veo un acto hostil o una conducta inadecuada y la doy a conocer, de lo contrario qué me diferenciaría de aquellos que cometen errores graves.
Había nacido en Saeta, en el viejo continente de Gaela, padre era comerciante de telas y un muy buen cumplidor de la Orden del Rombo. Madre lo ayudaba en su negocio y aparte teníamos empleados.
Puedo decir que me crié bien, me recibí con alto puntaje, estudiaba otros idiomas y era un excelente cumplidor de la ley, al igual que mis padres.
Cuando hace dos mil años clavaron a Axxón en un madero en forma de rombo, años después Amarís creó la Orden del Rombo u Orden de Amarís. Con los siglos muchos la acusaron de inquisición, de persecución de aquellos que no creían. Otros decían "Si Axxón viviera condenaría lo que están haciendo en el nombre de él".
Tonterías. La Orden de Amarís u Orden del Rombo imponía respeto, la gente era feliz y teníamos algo en que creer, algo que nos levantaba el espíritu, algo que nos hacía sentir bien. Axxón había muerto por nosotros y el mejor homenaje que podíamos rendirle era creer en la orden, respetar la orden e ir a reuniones todas las semanas donde le orábamos a Dios en el nombre de Axxón.
Y me molestaba, me molestaba enormemente cuando otros no cumplían con ese requisito que en realidad no era obligatorio, como ellos decían, salía de corazón y uno debía ser cumplidor de las leyes, si no, ¿en qué te diferenciaba de aquellos que se burlaban de Axxón, de la religión y hasta del propio Dios?
No tenía muchos amigos, los pocos que tenía eran leales. Enzo, que había nacido en Liziana y ahora vivía en Saeta, y Ferenc, cuyos padres eran de Magar y se habían quedado en mi país. Tenía otros amigos pero eran más... distantes, llamémosle.
Yo diferencio la bondad de la justicia. Si me preguntan "A ver, José Tórraz, ¿tú eres bueno?". Mi respuesta era "No lo sé, sólo puedo decir que soy justo". Y para mí la justicia está por encima de la bondad porque a veces la bondad es permisiva, vulnerable, débil y dejas pasar cosas que no deberías dejar pasar. En cambio la justicia condena lo que es negativo y premia lo que es positivo.
Es cierto que me encontraba... a ver, cómo lo podría explicar, en una disyuntiva, me gustaba tener amigos pero no congeniaba con muchos; si bien creían en la orden de Amarís es como que dudaban. Obviamente no los denunciaba porque eran creyentes pero no iban seguido al templo de Amarís, sus padres eran muy materialistas y con eso no iban a ningún lado a nivel espiritual.
Me recibí en el estudio secundario con honores. Empecé en la facultad y conocí a Estefanía, conservaba el acento de Liziana y hacía poco había venido a Saeta. Y empezamos a salir. Una joven de buenos modales, culta, elegante. Es cierto que evitaba hablar de religión, le gustaba la ciencia. A mí también, por supuesto, pero si tuviera que elegir entre la religión y la ciencia, elegía la religión; la ciencia te acercaba a los descubrimientos está perfecto, nuevos medicamentos, nueva tecnología, pero la Orden de Amarís te acercaba a Dios y eso no tenía comparación, para mí era lo más valioso.
Salimos meses con Estefanía, sé que ella empezaba a quererme y yo también estaba sintiendo algo por ella. Pero ¡oh, buf!, me molestaba que no fuera tan creyente.
Finalmente una noche me invitó a su casa. Sus padres eran atentos, amables. Él era artesano. Le comenté que mis padres eran comerciantes en telas, me felicitaron. Ellos eran artesanos de cuero ambos, el padre y la madre, y querían que Liziana estudie.
Yo le digo:
-¿Y por qué le dicen Liziana a Estefanía?
-¡Ah! Porque ella a pesar de que está en Saeta sigue amando a su país, entonces cariñosamente le decimos Lizi o Liziana.
-Bueno, no está mal. En Lizia, que actualmente es la capital de Liziana, hace dos mil años atrás clavaron en el madero a Axxón y de allí salió la hermosa, bella Orden de Amarís. -Los miré a sus rostros y vi que su mirada era opaca y bajaban la vista.
El padre de Estefanía me dijo:
-Mira, José, nuestra familia en Liziana ha sufrido muchas persecuciones por la Orden del Rombo, injustamente. Y estudié historia y en el pasado en los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, XIX inclusive y parte del XX hubo persecuciones injustas y ejecuciones injustas. -Me molestó que dijera esto.
-Todas las ejecuciones, todas las persecuciones son justificadas porque aquellos que no creen traicionan a Axxón que murió en el rombo y traicionan a Dios.
El padre de Estefanía me dijo:
-José, no hace falta ser creyente para ser bueno creo que es al revés, creo que ser bondadoso sin esperar premios de la orden del rombo y ser bondadoso sin temor a castigos de esa misma orden, eso es lo que vale. -Yo estaba enceguecido, no escuché sus palabras.
-O sea, que vosotros no creéis.
-No es que nosotros no creamos.
-Bueno, hablemos de otro tema -interrumpió Estefanía.
-¡No!, no, no hablemos de otro tema, vosotros no creéis. -Se encogieron de hombros-. Con vuestro permiso. -Me puse de pie-. Esta conversación me ha puesto incómodo. Si no os incomoda a vosotros me marcho.
-Lo que sucede...
-No, no, está bien -lo interrumpí al padre. Estefanía me cogió del brazo y le digo-: -No, no, no, está bien, puedes quedarte, sé cómo llegar a casa solo.
Al día siguiente fui al templo, al templo central donde estaban los administrativos de la Orden de Amarís y denuncié a la familia de Estefanía porque no seguían la Orden creada en Amarís.
Al día siguiente vi como los llevaban detenidos, me dolía el pecho.
Se acercó Estefanía con lágrimas en los ojos y me dijo:
-¡Qué has hecho! Mis padres es la gente más noble que existe, los llevan presos.
-Abogaré por ellos -le dije-, son buena gente, no tengas miedo, no los van a ejecutar.
-No -me dijo Estefanía-, pero los van a deportar a Liziana y no sé cómo los tratarán allí porque van a saber que los deportaron por no creer. Nos has arruinado la vida, eres una mala persona, José.
-¿Yo? ¡Ja, ja, ja! ¿Yo una mala persona? ¡Jamás! Jamás he faltado a la Orden del Rombo, vosotros tú incluida, son no creyentes. ¡Insultan a Axxón! ¡Insultan a Dios! ¿Y yo soy la mala persona? Eres cualquiera.
-No saldré más contigo.
-¡Ja, ja, ja! Tú no saldrás más conmigo, tú eres cualquiera, soy yo el que te deja, ¡yo! -Apenas podía pronunciar palabra de la tremenda indignación que tenía, ¡a mí me acusaba de ser mala persona cuando ellos no creían en la Orden del Rombo!
Se lo comenté a mis padres.
-Has hecho bien hijo, la ley es la ley. -Me infló el pecho del orgullo que tenía de mis excelentes padres creyentes, pero por algo me dolía el pecho.
-En el fondo eran buena gente.
-No, hijo, no te arrepientas, no tengas remordimientos, has hecho lo correcto porque aparte de crecer en la facultad tienes una buena carrera también en la administración de Amarís; ya eres ayudante del principal y harás una buena carrera en la parte religiosa también. -Hice una mueca como de ¡¡desprecio!!
-Tienes razón, Estefanía y su familia no merecen ¡misericordia!, ¡¡no merecen nada, nada!!
Al día siguiente se lo conté a mis dos amigos, a Enzo y a Ferenc. No... no me gustó como reaccionaron.
-Te parece, José...
-José no, ¡soy un Tórraz!, ¡y los Tórraz escalamos posiciones en la Orden de Amarís!
-¿Y para qué? -dijo Enzo.
-¿Perdón? ¿¿Perdón?? ¿Cómo para qué? -Ferenc agregó:
-Qué ganas con eso, destruyes familias.
-No, no, no, no, no, no; yo no destruyo nada, yo no destruyo nada, yo cumplo la orden. Supón que encuentras a alguien robando, ¿qué haces?, ¿miras para el otro lado?
-Por supuesto que no, José, lo denunciamos.
-¿Entonces?
-Es que no es lo mismo, ellos no han robado.
-¡No han robado, no han robado, no han robado! Pero han faltado a la palabra, han faltado a Dios, le han faltado a este mártir, a este ser de Luz, Axxón, que los lizianos lo clavaron en el rombo hace dos mil años, él murió por nosotros, él murió por nuestros pecados. ¿Vosotros también pensáis que la Orden del Rombo es una inquisición? -Ambos se encogieron de hombros-. No, no, no, no; no basta con encogerse de hombros, hablad. Tú, Enzo, que tu familia es de Liziana igual que la de Estefanía, y tú, Ferenc, que vienes de Magar, ¿qué opináis de la Orden del Rombo? -Se miraron entre ellos.
-No, no opinamos nada.
-No, no, no, no, no; eso es lavarse de manos, como aquel que consciente o inconscientemente condenó a Axxón. ¡No, opinad, tened coraje!
¡Buf! Se miraron entre ellos y dijeron:
-Nuestras familias tampoco son creyentes. ¿Nos vas a denunciar? Eres nuestro amigo, no tienes corazón.
-¡Ja, ja, ja! ¿Yo no tengo corazón? ¿Y vosotros qué? Años siendo amigos y ahora reconocéis que no amáis a Dios.
-Qué estás diciendo José, amamos a Dios, Dios es todo para nosotros, pero qué tiene que ver Dios con la Orden de Amarís.
-¿Qué? ¿Qué? Sois unos bastardos. -Enzo levantó el puño- ¿Me vais a golpear?, ¿me vais a golpear?
-¿Qué tiene que ver Dios con la Orden de Amarís?
-¡Todo tiene que ver, todo tiene que ver! ¡La Orden de Amarís es lo único en Gaela que representa a Dios, lo único! No quiero saber más nada con vosotros.
Esa tarde hablé con el administrador en jefe.
-Me siento muy mal, tengo dos amigos a los que quería muchísimo, Enzo y Ferenc, y confesaron que sus familias no creen en la orden.
-Has hecho bien en contarme. Has ganado otro punto, como cuando has denunciado a la familia de Estefanía.
-¿Qué harán con ellos?
-A la familia de Enzo los deportaremos a Liziana y allí que paguen las consecuencias de no haber creído. Y la familia de Ferenc volverá a Magar. Magar quizá es un país más abierto, menos creyente. Lo lamento por sus habitantes. Nuestra orden es lo más grandioso, es lo mejor que puede tener Gaela, ¿no, José?
-Claro señor, claro que sí, pero me da pena por ellos que no crean. ¿Sabe que me llegaron a decir?
-Cuéntame.
-Que Dios es amor, pero que no tiene nada que ver con nuestra orden.
-¿Qué?, ¿eso dijeron? No sé si los deportaremos o los castigaremos aquí mismo. Eres un gran joven, la familia Tórraz va a hacer carrera. -Me dio la mano y luego me estrechó en un abrazo-. Serás mi mano derecha.
-¿En serio?
-Mañana tendrás el certificado de cinco estrellas en la Orden de Amarís, eres digno representante de aquel que dio la vida por nosotros.
-¿Pero tanto, señor?
-¿Tanto? Tanto y más, eres digno representante de Axxón, el gran maestro que murió hace dos mil años. Y toma -Me dio un pequeño pin dorado con la orden del rombo y me lo puso en el pecho, prendido en mi ropa-, lleva esto, muéstralo con orgullo.
-¡Por supuesto que sí, señor!
-Y mañana tendrás el diploma.
-Iré corriendo al comercio a mostrárselo a mis padres. -Me caía lágrimas de la alegría.
-Ve, ve, eres nuestro mejor joven. -Se lo mostré a mis padres y me abrazaron.
-¡Digno hijo nuestro!, ¡eres un Tórraz!, ¡digno hijo nuestro José!
Pero pasaban los días ya no estaba Enzo, ya no estaba Ferenc. Estefanía y a su familia los habían deportado. Me sentía solo. Noches de soledad, de mucha soledad, pero tenía el sano orgullo el sano orgullo de respetar la Orden del Rombo creada hace siglos en Amarís.
Gracias por escucharme.
|