Sesión 11/12/2014
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Espíritu de Juan L.
Relató una vida sencilla que aceptó vivirla siendo como era la época sin pedir imposibles. Quizá es la manera de no frustrarse esperando más retorno por el esfuerzo hecho. Ahora, en nuestros tiempos, exigimos clara recompensa por nuestro hacer diario sin pensar que el gozo, la felicidad se lleva dentro solamente con vivir la vida y agradeciéndola a Eón. Quizá querer más sea ser desagradecido...
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Entidad: Fijaos que he tenido muchas vidas pero hay una que, ¡pues vaya!, es imposible olvidarla. Fue hace cien mil de vuestros años en un mundo llamado Gaela.
Encarné a comienzos del siglo XX de la era de Axxón en Saeta, en un pueblo muy humilde, muy humilde. De parte de mis abuelos maternos teníamos parientes en Plena y cuando tenía cuatro años y medio, no había cumplido los cinco, papá marchó. Mamá viajó luego con el tío dos meses después y llegamos a Plena.
Me sorprendieron mucho sus calles pues estaban empedradas, no eran de tierra. Se veían coches, era raro ver vehículos no tirados por caballos. Era enorme, mucha gente, mucho tránsito.
Estudié en una escuela de allí. Había mucha disciplina al comienzo, es como que tenía temor. Mi madre me acompañó hasta la escuela, me cogía de su falda. Mirándolo a la distancia era cómico, era una escena cómica pero tierna.
A propósito, mi nombre era José. Y fui creciendo.
Estudié solamente lo que allí se llamaba la primaria. Padre trabajaba en una empresa de fundición y a mis 18 años fui a una fábrica metalúrgica, aprendí a manejar tornos y todo tipo de máquinas, algo que no había visto nunca en Saeta. Está bien que mi edad era corta cuando dejé allí pero es como que fuera otro mundo. Y fui creciendo.
No sé si temprano o tarde, depende para quien y que ojos te observen, pero a mis 26 años conocí a una joven de 21 llamada María y dos años después nos casamos. Tuvimos dos hijos, Vicens y Sara.
Era una rutina a la que uno se acostumbra. Los fines de semana íbamos al cine de lo que allí se llamaba el barrio. A la salida había mesas en la acera -allí se llama vereda-, y comíamos en el verano de diciembre. Había mucha disciplina pero la Orden de Amarís era suave, podría decir que era suave, muy suave. Había muchos lizianos que trabajaban en la construcción y muchos saetanos que habían traído algo de dinerillo y entre dos o tres socios se ponían un bar.
Recuerdo que me gustaba mucho estudiar historia. Teníamos un país vecino, Arrebedo, que estuvo a punto de perder su libertad invadido por un país del viejo continente. Y héroes, como se llamaban en aquella época, o próceres de Plena consiguieron la libertad de Arrebedo.
Pero algo pasó por la mentalidad de sus habitantes porque tenían mezcla de envidia, de celos y de un odio oculto que no se podía entender. Las relaciones entre ambos países eran perfectas pero los habitantes de Arrebedo tenían como algo interno que no soportaban la presencia de los plenarios, como se les llamaba a los habitantes de Plena, algo que nunca entendí. Está bien, había pasado siglo y medio de haber conseguido la libertad de Arrebedo pero no se trata tampoco de que hubiera un agradecimiento perpetuo pero ¿por qué el odio? ¿Por qué?
Mis hijos crecieron sanos, se casaron. Mi mujer falleció a los 52 años por un problema del hígado, la operaron pero quedó allí. Yo viví hasta los 70. En mis últimos años había estado un poco excedido de peso pero me asombraba de las maravillas que se habían logrado en Plena.
Recuerdo que con un amigo, un amigo llamado Bigo, a mis 64 años viajé a Saeta, a mi región, a mi pueblo. Salvo la iglesia, salvo la casa de gobierno, todas las demás estructuras eran nuevas. La gente, las costumbres, todo había cambiado. Confesaré que me desencanté. ¡Iluso, ingenuo! ¿A quién pensaba encontrar? Me había ido con cuatro años y medio, ni amigos ni nada. ¿Qué pensaba ver? ¿Qué ideas cruzaban por mi mente?
Quince días y volvimos. Me tuve que hacer unas gafas porque las letras de mis libros las veía borrosas, era mi entretenimiento. Y no voy a mentiros, la música en Saeta, la tradicional, no me atraía. Me gustaba más escuchar música clásica de Magar o de Dosvi.
No fue una vida parecida a la de Sol III, fue distinta. Son recuerdos que uno tiene. Quizá lo más parecido a esta última vida porque sí había cosas parecidas. Quizá porque la época era similar, porque las costumbres eran similares, porque todo era similar.
Nunca se me fueron los callos de las manos de haber manejado las distintas máquinas y guardaba de recuerdo, de un color azul desteñido, lo que llamábamos mameluco, que era el uniforme que cubría nuestra ropa. Era lo que me pude llevar de recuerdo. La máscara protectora de ojos no, eso quedó en la fábrica.
Y de la vida actual, ¿qué? Pues no, nada. Cada vida deja recuerdos, anhelos. Que sería muy simple pensar que los anhelos son apegos. Uno se adapta, se va adecuando a las circunstancias.
¿Qué recuerdo de Gaela? El primer grado, aferrándome a las faldas de mi madre con el dedo en la boca -No me dejes solo.
Teníamos maestras de primero a cuarto. Quinto y sexto, maestros.
Quinto y sexto fue difícil. La aritmética ya era rara porque en vez de números tenía letras. Eso me resultaba difícil. Mamá no le llamaba álgebra, le llamaba quebrados porque eran quebraderos de cabeza.
De mamá puedo decir que quizá me haya sobreprotegido, digamos que de pequeño era tímido. Con mis hijos fue distinto, me consultaban mucho. Los asesoraba. Me sentí orgulloso de que de grandes supieran más que yo de todo, de todo. Era el progreso.
Y en espíritu me pregunto: Para el Universo, cien mil años no es nada, nada, pero ¿qué ha cambiado? Dentro de cien mil años, cuando en este último mundo Sol III quizá no haya vida pasaran la misma película, las mismas escenas con otros nombres, con otros apellidos, en otras circunstancias, los mismo errores, los mismos aciertos, los mismos países que tienen rencor contra otros que los liberaron.
Nunca conocí Amarís tampoco Ámber, me hubiera gustado mucho.
Estudié la historia de Porísido, Lizia, pero Lizia no... Sentía como cierto rechazo, pues me acordaba de lo que hicieron en Nebrón a Axxón.
Y siempre va a haber maestros sufridos en cada época que buscarán dar el ejemplo y al cabo de un tiempo la gente seguirá igual y volveremos a encarnar y seguirá igual.
Y no, no, nada más. Es eso. Quería contaros eso. Me habéis dado la libertad de expresarme y era eso pues. Pues ya, ya.
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